Hemos recibido, ¡oh Dios!, tu misericordia en
medio de tu templo; como tu nombre, ¡oh Dios!, así tu gloria llega hasta los
confines de la tierra; tu diestra da la salvación. Salmo.-.
Grande es el Señor y dignísimo de alabanza en la ciudad de nuestro Dios,
en su monte santo. V/. Gloria.
Colecta.-
Te rogamos, Señor, nos concedas propicio la
gracia de pensar y obrar siempre con rectitud; y, pues sin ti no podemos
subsistir, llevemos una vida conforme a tu voluntad. Por nuestro Señor
Jesucristo…
Epístola.Rom 8.12-17.-
Hermanos: Nada debemos a la carne, para que
vivamos según la carne. Si vivís según la carne, moriréis; mas si con el
espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Todos cuantos se dejan
guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. No habéis recibido el espíritu
de servidumbre para obrar todavía con temor, habéis recibido el Espíritu de
adopción de hijos, en virtud del cual clamamos: ¡Abba, Padre! El mismo Espíritu
testifica, a una con nuestro espíritu
que somos hijos de Dios. Hijos, luego herederos; herederos de Dios y
coherederos de Cristo.
Gradual.Salm. 30.3; 70.1.-
Sé para mí el Dios que protege y un lugar de
refugio, para que me salves. V/. En ti, Señor, he buscado amparo; no
sea jamás confundido.
Aleluya.Salm. 47.2.- Aleluya, aleluya. V/.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, en su
monte santo. Aleluya.
Evangelio.Luc. 16.1-9.-
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos
esta parábola: Érase un hombre rico, que tenía un mayordomo, y éste le fue
acusado como dilapidador de sus bienes. Llamóle, pues, y le dijo ¿Qué es esto
que oigo de ti? Rinde cuentas de tu
gestión; en adelante ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo se
dijo: ¿Qué haré, pues mi señor me quita la gerencia? Para cavar no valgo,
mendigar me causa vergüenza. Mas ya sé lo que he de hacer, para que, una vez
removido de mi gerencia, halle quienes me reciban en su casa. Llamó, pues, a
cada uno de los deudores de su amo; y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi
señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Díjole: Toma tu escritura;
siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes?
Y él respondió: Cien cargas de trigo. Díjole: Toma tu obligación y escribe
ochenta. Y alabó el amo a este mayordomo infiel por su previsión, porque los
hijos de este siglo son en sus negocios más sagaces que los hijos de la luz.
Así os digo yo a vosotros: Haceos amigos con el inicuo dinero para que cuando
él os faltare, aquellos os reciban en las eternas moradas.
Ofertorio. Salm. 17.28.32.-
Tú salvas al pueblo humilde, y humillas los
ojos de los soberbios, porque ¿qué otro Dios hay fuera de ti, Señor?
Secreta.-
Te rogamos, Señor, aceptes propicio los dones
que recibidos de tus manos, te ofrecemos, para que, mediante la operación de tu
gracia, nos santifiquen estos sacrosantos misterios en la presente vida, y nos
conduzcan a los goces eternos. Por nuestro Señor.
Prefacio de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y
saludable, darte gracias en todo tiempo lugar, Señor, santo Padre, omnipotente
y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo
Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la
trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu
gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni
distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las
personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban
los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de
cantar a diario, diciendo a una voz. Santo …
Comunión. Salm. 33.9.-
Gustad y ved cuán suave es el Señor; dichoso
el varón que en él confía.
Poscomunión.-
Sírvanos, Señor, este celestial misterio para
reparación de alma y cuerpo; para que al celebrarlo, experimentemos sus
saludables efectos. Por nuestro Señor.
TEXTOS DE LA MISA EN
LATIN
Dóminica Octava Post Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps. xlvii: 10-11
Suscépimus, Deus, misericórdiam
tuam in médio templi tui: secúndum nomen tuum, Deus, ita et laus tua in fines
terræ: justítia plena est déxtera tua. [Ps. ibid. 2] Magnus
Dóminus, et laudábilis nimis: in civitáte Dei nostri, in monte sancto ejus.
Glória Patri. Suscépimus.
Oratio
Largíre nobis, quǽsumus, Dómine, semper spíritum
cogitándi qui recta sunt, propítius et agéndi: ut, qui sine te esse non
póssimus, secúndum te vívere valeámus. Per Dóminum.
ad Romanos viii: 12-17
Léctio
Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Romános.
Fratres: Debitóres sumus non carni,
ut secúndum carnem vivámus. Si enim secúndum carnem vixéritis, moriémini: si
autem Spíritu facta carnis mortificavéritis, vivétis. Qui-cúmque enim spíritu
Dei agúntur, ii sunt fílii Dei. Non enim accepístis spíritum servitútis íterum
in timóre, sed accepístis spíritum adoptiónis filiórum, in quo clamámus: Abba
(Pater). Ipse enim Spíritus testimónium reddit spíritui nostro, quod sumus
fílii Dei. Si autem fílii, et herédes: herédes quidem Dei, coherédes autem
Christi.
Graduale Ps. xxx: 2
Esto mihi in Deum protectórem, et in locum refúgii, ut salvum
me fácias. [Ps.lxx: 1] Deus, in te sperávi: Dómine,
non confúndar in ætérnum. Allelúja,
allelúja [Ps. xlvii: 2] Magnus Dóminus, et
laudábilis valde, in civitáte Dei nostri, in monte sancto ejus. Allelúja
Luc. xvi: 1-9
+
Sequentia sancti Evangelii secundum Lucam.
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis parábolam hanc:
«Homo quidam erat dives, qui habébat víllicum: et hic diffamátus est apud
illum, quasi dissipásset bona ipsíus. Et vocávit illum, et ait illi: “Quid hoc
áudio de te? redde ratiónem vilicatiónis tuæ: jam enim non póteris villicáre.”
Ait autem víllicus intra se: “Quid fáciam, quia dóminus meus aufert a me
villicatiónem? fódere non váleo, mendicáre erubésco. Scio quid fáciam, ut, cum
amotus fúero a villicatióne, recípiant me in domos suas.” Convocátis ítaque
síngulis debitóribus dómini sui, dicébat primo: “Quantum debes dómino meo?” At
ille dixit: “Centum cados ólei.” Dixítque illi: “Accipe cautiónem tuam et: sede
cito, scribe quinquagínta.” Deínde álii dixit: “Tu vero quantum debes?” Qui ait
centum choros trítici.” Ait illi: “Accipe lítteras tuas, et scribe octogínta.”
Et laudávit dóminus víllicum iniquitátis, quia prudénter fecísset: quia fílii
hujus sæculi prudentióres fíliis lucis in generatióne sua sunt. Et ego vobis
dico: fácite vobis amícos de mammóna iniquitátis: ut cum defecéritis, recípiant
vos in ætérna tabernácula.»
Offertorium: Ps. xvii: 28 et 32
Pópulum húmilem salvum fácies,
Dómine, et óculos superbórum humiliábis: quóniam quis Deus præter te, Dómine?
Secreta:
Suscipe, quǽsumus, Dómine, múnera, quæ tibi de tua largitáte
deférimus: ut hac sacrosáncta mystéria, grátiæ tuæ operánte virtúte, et
præséntis vitæ nos conversatióne sanctíficent, et ad gáudia sempitérna
perdúcant. Per Dóminum.
Præfátio de Sanctíssima Trinitáte
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu
Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed
in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus,
hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis
sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis
propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam
laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant
clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Ps. xxxiii: 9.
Gustáte et vidéte, quóniam suávis est
Dóminus: beátus vir, qui sperat in eo.
Postcommunio:
Sit nobis, Dómine, reparátio mentis et córporis cæléste
mystérium: ut, cujus exséquimur cultum, sentiámus efféctum. Per Dóminum.
HOMILIA
Homilía de San
Jerónimo, Presbítero.
Epistola 151
Si vemos al administrador de las riquezas de iniquidad
alabado por su señor, por haber sabido agenciarse una justa recompensa mediante
un proceder ilícito; y si el mismo amo perjudicado alaba la previsión de tal
administrador, por cuanto, aunque procedió fraudulentamente con el, fue
prudente para consigo mismo, ¿cuánto mas el divino Salvador, que no puede
experimentar perdida alguna y se inclina siempre a la clemencia, alabara a sus
discípulos, cuando los vea tratar con misericordia a los que van a creer en él?
Después de la parábola, saco esta consecuencia: “Así os digo
yo a vosotros: Granjeaos amigos con las riquezas de iniquidad”. En lengua
siriaca, no en hebreo, se llama “mammona” a las riquezas, debido a los medios injustos
que se emplean para atesorarlas. Si pues, el fruto de iniquidad bien
administrado puede redundar en provecho de la justicia, cuanto mas la palabra
de Dios, en la cual nada hay inicuo, y que fue confiada a los Apóstoles, llevara
al cielo a sus fieles dispensadores?
Por lo cual, leemos a continuación: “Quien es fiel en lo poco”
, es decir, en las cosas materiales, “ también lo es en lo mucho”, o sea, en
las espirituales, El que es inicuo en lo poco, no haciendo participantes a sus
hermanos de lo que Dios creo para todos, no lo será menos en el reparto del
caudal espiritual, y en la distribución de la doctrina del Señor atenderá mas
bien a sus preferencias personales que a la necesidad. Por eso dice aquí el
Señor: Si no sabéis administrar prudentemente los bienes materiales y
perecederos, .quien os confiara las verdaderas, las eternas riquezas de la
doctrina de Dios?
Batid
palmas todas las gentes; vitoread a Dios con voces de júbilo. Salmo.- Porque el Señor es el Altísimo, el terrible; es el
rey grande de toda la tierra. V/. Gloria al
Padre.
Colecta.-
Oh
Dios!, cuya providencia no se engaña en sus disposiciones; te suplicamos
apartes de nosotros todo lo dañoso, y nos concedas todo lo saludable. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Epístola.Rom.
6.19-23.-
Hermanos:
Hablaré a lo humano en atención a. la flaqueza de vuestra carne. Como habéis
entregado vuestros miembros a la esclavitud de la impureza y la iniquidad,
empleadlos ahora para que sirvan a la justicia para la santificación. Cuando
erais esclavos del pecado, sacudisteis el yugo de la justicia. ¿Qué fruto
sacasteis entonces de ello? Ahora os avergonzáis. Porque el fin de todo esto es
la muerte. Mas ahora que estáis libres del pecado y habéis sido hechos siervos
de Dios, cogéis por fruto vuestro la santificación, que tiene como fin la vida
eterna. Porque la paga del pecado es la muerte; y el galardón de la virtud, la
vida eterna en Jesucristo nuestro Señor.
Gradual. Salm. 33.12,6.- Venid, hijos, y oídme; os enseñaré el temor del
Señor. V/. Acercaos a él y seréis iluminados, y vuestros rostros
no serán confundidos.
Aleluya.- Aleluya,
aleluya. V/. Batid palmas todas las gentes; vitoread a Dios con
voces de júbilo. Aleluya.
Evangelio.- Mateo.
7,15-21.
En
aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuidaos de los falsos profetas que vienen
a vosotros vestidos con piel de oveja, mas por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen uvas de los espinos, o higos
de los zarzales? Así, todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo
produce frutos malos. No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol
malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al
fuego. Así, pues, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice:
¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que hiciere la
voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los
cielos.
Ofertorio.Dan.
3.40.-
Como
el holocausto de carneros y de toros, y los sacrificios de millares de corderos
gordales, así sea hoy grato nuestro sacrificio en tu acatamiento, pues no son
confundidos los que en ti confían, Señor.
Secreta.-
¡Oh Dios!, que quisiste
reemplazar las diferentes hostias de la antigua ley por un solo perfecto
sacrificio; recibe el que te ofrecen tus devotos siervos y santifícalo con la
misma bendición con que bendijiste el de Abel; y lo que cada cual ha ofrecido
en honor de tu majestad, aproveche a todos para su salvación. Por N. S..
Prefacio
de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte
gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios,
que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo
Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una
sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos
también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción, De
suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad
en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual
alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a
diario, diciendo a una voz.
Comunión.Salm.
30.3.-
Inclina
a mí tu oído; apresúrate a salvarme.
Poscomunión.-
Señor, que tu
acción curativa nos libre de nuestras perversas tendencias y nos guíe a obrar
lo que es recto. Por nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN
LATIN
Dominica
Septima Post Pentecosten
Introitus: Ps. xlvi: 2
Omnes gentes, pláudite mánibus: jubiláte Deo in voce
exsultatiónis. [Ps. ibid. 3] Quóniam Dóminus
excélsus, terríbilis: Rex magnus super omnem terram. v. Glória Patri. Omnes gentes.
Oratio
Deus, cujus providéntia in sui dispositióne non fállitur:
te súpplices exorámus; ut nóxia cuncta submóveas, et ómnia nobis profutúra
concédes. Per Dóminum.
ad Romanos vi: 19-23
Lectio Epistolæ beati Pauli
Apostoli ad Romanos.
Fratres: Humánum dico, propter infirmitátem carnis
vestræ: sicut enim exhibuístis membra vestra servíre inmundítiæ et iniquitáti
ad iniquitátem ita, nunc exhibéte membra vestra servíre justítiæ in
sanctificatiónem. Cum enim servi essétis peccáti liberi fuístis justítiæ. Quem
ergo fructum habuístis tunc in illis, in quibus nunc erubéscitis? Nam finis
illórum mors est. Nunc vero liberáti a peccáto, servi autem facti Deo, habétis
fructum vestrum in sanctificatiónem, finem vero vitam ætérnam. Stipéndia enim
peccáti, mors. Grátia autem Dei, vita ætérna in Christo Jesu Dómino nostro.
Graduale Ps. xxxiii: 12 et 6
Veníte, fílii, audíte me: timórem Dómini docébo vos.
Accédite ad eum, et illuminámini: et fácies vestræ non confundéntur.
Allelúja, allelúja. Ps. xlvi: 2 Omnes
gentes, plaudite manibus: jubilate Deo in voce exsultationis. Allelúja.
Matth. vii: 15-21
+ Sequentia sancti Evangelii secundum
Matthæum.
In
illo tempore: Dixit Jesus discípulis suis: «Atténdite a falsis prophétis, qui
véniunt ad vos in vestiméntis óvium, intrínsecus autem sunt lupi rapáces: a
frúctibus eórum cognoscétis eos. Numquid cólligunt de spinis uvas, aut de tríbulis
ficus? Sic omnis arbor bona fructus bonos facit: mala autem arbor fructus malos
facit. Non potest arbor bona fructus malos fácere: neque arbor mala fructus
bonos fácere. Omnis arbor, quæ non facit fructum bonum, excidétur, et in ignem
mittétur. Igitur ex frúctibus eorum cognoscétis eos. Non omnis qui dicit mihi,
“Dómine, Dómine,” intrábit in regnum cælórum, sed qui facit voluntátem Patris
mei, qui in cælis est, ipse intrábit in regnum cælórum.»
Offertorium: Dan iii: 40
Sicut in holocáustis aríetum et taurórum, et sicut in
míllibus agnórum pínguium: sic fiat sacrifícium nostrum in conspéctu tuo hódie,
ut pláceat tibi: quia non est confúsio confidéntibus in te, Dómine.
Secreta:
Deus, qui legálium differéntiam hostiárum unius
sacrifícii perfectióne sanxísti: áccipe sacrifícium a devótis tibi fámulis, et
pari benedictióne, sicut múnera Abel, sanctífica; ut, quod sínguli obtulérunt
ad majestátis tuæ honórem, cunctis profíciat ad salútem. Per Dóminum.
Præfátio de Sanctíssima Trinitáte
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu
Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed
in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus,
hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis
sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis
propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam
laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant
clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Ps. xxx: 3.
Inclina aurem tuam, accélera ut erípias me.
Postcommunio:
Tua nos, Dómine, medicinális operátio, et a nostris
perversitátibus cleménter expédiat, et ad ea quæ sunt recta, perdúcat. Per
Dóminum.
El
Señor es la fortaleza de su pueblo; es un castillo de salvación para su ungido.
Salva, Señor, a tu pueblo, y bendice a tu heredad, y rígelos siempre. V/. A ti, Señor, clamo; no te hagas sordo a
mis ruegos, Dios mío. No calles, no sea que me asemeje a los que bajan al
sepulcro V/. Gloria al Padre.
COLECTA
Oh
Dios de la fortaleza, fuente de toda perfección el bien que en nosotros hay, y merced a nuestro
fervor, guardes esos mismos bienes que en nosotros has ido regando con tu
gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA Romanos 6, 3-11
Hermanos:
Todos los que hemos sido bautizados en Jesucristo, lo hemos sido en su muerte.
Hemos quedado sepultados con él, por el bautismo que nos sumerge en su muerte,
a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por el poder del Padre,
también nosotros vivamos vida nueva. Porque si fuimos injertados en él por
medio de la semejanza de su muerte, lo seremos también por la de su resurrección.
Sabemos bien que nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que sea
destruido el cuerpo de pecado, y no sirvamos ya más al pecado. Pues el que
muere, se libera del pecado, Y si estamos muertos con Cristo, creemos que
viviremos también con Cristo. Sabemos que Cristo, resucitado de entre los
muertos, ya no muere, ya no tiene la muerte dominio sobre él. Su muerte fue
muerte al pecado, una vez para siempre; su vida es una vida para Dios. Así,
vosotros, consideraos muertos al pecado, más vivos ya para Dios, en Jesucristo
nuestro Señor,
GRADUAL Salmo 89, 13. 1
Vuélvete,
Señor, un poco, y atiende a los ruegos de tus siervos. V/. Tú has sido, Señor,
nuestro refugio de generación en generación.
ALELUYA Salmo 30, 2-3
Aleluya,
Aleluya. V/. En ti, Señor, busco
amparo, no sea confundido para siempre. Líbrame por tu justicia, y sálvame;
inclina a mí tu oído, corre a librarme. Aleluya.
EVANGELIO Marcos
8, 1-9
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS.
En
aquel tiempo: Hallándose una inmensa turba en torno a Jesús y no teniendo qué
comer, llamó a sus discípulos, y les dijo: Lástima me da esta multitud, porque
tres días hace que me siguen, y no tienen qué comer, y si los envío a sus casas
en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos han venido de lejos.
Respondiéronle sus discípulos: ¿Quién será capaz de procurarles pan abundante
en esta soledad? Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Respondieron: Siete.
Mandó entonces a la gente sentarse en el suelo, Y tomando los siete panes, dio
gracias y los partió, y dio a sus discípulos para que los distribuyesen entre
las gentes; y se los repartieron. Como tenían algunos pececillos, los bendijo
también, y mandó distribuírselos. Comieron hasta saciarse, y de las sobras se
recogieron siete cestos, siendo los que habían comido como cuatro mil; y los
despidió.
OFERTORIO Salm.
16.5-7
Afianza
mis pasos en tus sendas, para que no vacilen mis pies. Préstame atención y oye
mis palabras; haz que brillen en mí tus misericordias, pues salvas a los que
esperan en ti, Señor.
SECRETA
Muéstrate,
Señor, propicio a nuestros ruegos, y acepta benigno estas ofrendas de tu
pueblo; y para que ningún anhelo sea fallido y ninguna oración desatendida, haz
que consigamos eficazmente lo que con fe pedimos. Por nuestro Señor.
COMUNIÓN Salmo 26.6
Rodearé
tu altar e inmolaré en tu santo templo víctimas de júbilo; cantaré y, entonaré
un salmo al Señor.
POSCOMUNIÓN
Ya
que hemos sido colmados de tus dones, haz, Señor, que quedemos limpios mediante
su virtud y fortalecidos con su auxilio. Por nuestro Señor.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN.
Dominica
Sexta post Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps. xxvii: 8-9
Dóminus fortítudo plebis suæ , et protéctor salutárium
Christi suæ est: salvum fac populum tuum, Dómine , et bénedic hereditáti tuæ,
et rege eos usque in sǽculum. [Ps. ibid., 1].
Ad te Dómine, clamábo, Deus meus, ne síleas a me: ne quando táceas a me,
assimilábor descendéntibus in lacum. Glória Patri. Dóminus fortítudo.
Collect:
Deus virtutum, cujus est totum quod est óptimum: ínsere
pectóribus nostris amórem tui nóminis, et præsta in nobis religiónis augméntum;
ut, quæ sunt bona, nútrias, ac pietátis stúdio, quæ sunt nutríta, custódias.
Per Dóminum.
Ad Romanos vi: 3-11
Léctio Epístolæ beáti Pauli
Apóstoli ad Romanos.
Fratres: Quicúmque baptizáti sumus in
Christo Jesu, in morte ipsíus baptizáti sumus. Consepúlti enim sumus cum illo
per baptísmum in mortem: ut quómodo surréxit Christus a mórtuis per glóriam
Patris, ita et nos in novitáte vitæ ambulémus. Si enim complantáti facti sumus
similitúdini mortis ejus: simul et resurrectiónis érimus. Hoc sciéntes, quia
vetus homo noster simul crucifíxus est: ut destruátur corpus peccáti, et ultra
non serviámus peccato. Qui enim mórtuus est, justificátus est a peccato. Si
autem mórtui sumus cum Christo: crédimus quia simul étiam vivémus cum Christo:
scientes quod Christus resúrgens ex mórtuis, jam non móritur, mors illi ultra
non dominábitur. Quod enim mórtuus est peccáto, mórtuus est semel: quod autem
vivit, vivit Deo. Ita et vos existimáte, vos mórtuos quidem esse peccáto,
viventes autem Deo, in Christo Jesu, Dómino nostro.
Graduale Ps. lxxxix: 13 et 1
Convértere, Dómine aliquántulum, et deprecáre super
servos tuos. V. Dómine
refúgiam factus est nobis, a generatióne et progénie.
Allelúja, allelúja. [Ps. xxx:
2-3] In te, Dómine, sperávi, non confúndar in ætérnum: in justítia tua
libera me, et éripe me: inclína ad me aurem tuam, accélera, ut erípias me.
Allelúja.
Marc.
viii: 1-9
† Sequéntia sancti Evangélii
secúndum Marcum.
In illo témpore:Cum turba multa esset
cum Jesu, nec habérent quod manducárent, convocátis discípulis, ait illis:
«Miséreor super turbam: quia ecce iam tríduo sústinent me, nec habent quod
mandúcent: et si dimísero eos jeiúnos in domum suam, defícient in via: quidam
enim ex eis de longe venérunt.» Et respondérunt ei discípuli sui:
«Unde illos póterit hic saturáre pánibus in solitúdine?» Et
interrogávit eos: «Quot panes habétis?» Qui dixérunt:
«Septem.» Et præcépit turbæ discúmbere supra terram.
Et accípiens septem panes, grátias agens fregit et dabat discípulis suis,
ut appónerent, et apposuérunt turbæ. Et habébant piscículos paucos:
et ipsos benedíxit, et jussit appóni. Et manducavérunt, et saturáti
sunt, et sustulérunt quod superáverat de fragméntis, septem sportas. Erant
autem qui manducáverunt, quasi quáttuor míllia: et dimisit eos.
Offertorium: Ps. xvi: 5, et 6-7.
Pérfice gressus meos in sémitas tuis, ut non moveántur
vestígia mea: inclína aurem tuam, et exáudi verba mea: mirífica misericórdias
tuas, qui salvos facis sperántes in te, Dómine.
Secreta:
Propitiáre, Dómine, supplicatiónibus nostris, et has
pópuli tui oblatiónes benignus assúme: et ut nullíus sit írritum votum, nullíus
vacua postulátio, præsta; ut, quod fidéliter pétimus, efficáciter consequámur.
Per Dóminum.
Communio: Ps. xxvi: 6
Circuíbo, et immolábo in tabernáculo ejus hóstiam
jubilatiónis: cantábo, et psalmum dicam Dómino.
Postcommunio:
Repléti sumus, Dómine, munéribus tuis: tríbue, quǽsumus;
ut eórum et mundémur efféctu, et muniámur auxílio. Per Dominum.
HOMILIA
EL APÓSTOL
DE LOS GENTILES. —
Las Misas de los Domingos después de Pentecostés, no nos
habían presentado más que una vez hasta ahora las Epístolas de San Pablo. San
Pedro y San Juan tenían reservado un lugar de preferencia en la misión de
enseñar a los fieles al principio de los sagrados Misterios. Parece que la
Iglesia en estas semanas, que representan los primeros tiempos de la
predicación apostólica, ha querido recordar de este modo el puesto predominante
del Apóstol de la fe y del Apóstol del amor en esta promulgación de la nueva
alianza que se hizo en el seno del pueblo Judío. Pablo, en efecto, no era
todavía más que Saulo, el perseguidor, y se mostraba como el más violento
enemigo de la palabra, que debía más tarde llevar con tanto esplendor hasta los
confines del mundo. Si después su conversión hizo de él un apóstol ardiente y
convencido, aun para los mismos Judíos, sin
embargo, se vio en seguida que la casa de Jacob no era la parte de
apostolado que le correspondía, no era la porción de su herencia. Después de
haber afirmado públicamente su creencia en Jesús, Hijo de Dios, y de haber confundido a
la sinagoga con la autoridad de su testimonio, dejó que silenciosamente se
llegase al fin de la tregua concedida a Judá para aceptar la alianzaaguardó en su retiro a que el Vicario del
Hombre Dios, el Jefe del Colegio Apostólico, diese la señal de llamada a los
Gentiles, y abriere él en persona las puertas de la Iglesia a estos nuevos hijos
de Abraham.
Pero Israel abusó demasiado tiempo de la condescendencia divina; ya se
acerca la hora del repudio para la ingrata Jerusalén; ya se ha vuelto por fin
el Esposo hacia las razas extranjeras. Ahora tiene la palabra el Doctor de los Gentiles,
la conservará hasta el último día; no se callará hasta que, después de
convertir a la gentilidad sublevada contra Dios, la afirme en la fe y en el
amor.
Hoy se dirigen a los Romanos, las instrucciones inspiradas del gran
Apóstol. La Iglesia observará, en la lectura de estas admirables Epístolas, el
mismo orden de su inscripción en el canon de las Escrituras: la Epístola a los
Romanos, las dos a los Corintios, las dirigidas a los Gálatas, a los Efesios,
Filipenses, Colosenses, pasarán sucesivamente ante nuestra vista. ¡Sublime
correspondencia, en la que el alma de Pablo, entregándose por completo, da a la
vez el precepto y el ejemplo del amor! «Os ruego—dice sin cesar—que seáis
imitadores míos, como yo lo soy
de Jesucristo» .
LA VIDA CRISTIANA.
—
La santidad, los padecimientos, y luego la gloria de Jesús, su vida
prolongada en sus miembros: tal es para San Pablo la vida cristiana; simple y
sublime noción que resume, a su parecer, el comienzo, el progreso y la
consumación de la obra del Espíritu de amor en toda alma santificada. Más
adelante le veremos desarrollar ampliamente esta verdad práctica, de la cual se
contenta ahora con poner las bases en la Epístola que hoy nos hace leer la Iglesia.
¿Qué es el Bautismo, en efecto, ese primer paso en el camino que conduce al
cielo, sino una incorporación del neófito al Hombre-Dios, muerto una vez al
pecado para vivir eternamente en Dios su Padre? El Sábado Santo, al borde de la
fuente sagrada, comprendimos, con la ayuda de un trozo semejante del Apóstol,
las realidades divinas cumplidas bajo la onda misteriosa. La Iglesia no hace,
hoy más que recordarnos ese gran principio de los comienzos de la vida
cristiana y establecerle como punto de partida para las instrucciones que se
han de seguir. Si el primer acto de la santificación del fiel, sumergido con
Jesucristo en su bautismo, tiene por objeto rehacerle completamente, crearle de
nuevo en este Hombre-Dios, injertar su nueva vida sobre la vida misma de Jesús
para producir en ella sus frutos, no nos admiraremos de que el Apóstol no trace
al cristiano otro procedimiento de contemplación, otra regla de conducta que el
estudio y la imitación del Salvador. La perfección del hombre y su recompensa están
sólo en El: asi pues, según el conocimiento que habéisrecibido de
él, caminad en El, porque todos losque habéis sido bautizados en
Cristo, estáis revestidosde Cristo. El Doctor de las naciones lo declara:
no conoce, ni podría predicar otra cosa.
En su escuela, apropiándonos los sentimientos que tenía Jesucristo
llegaremos a ser otros Cristos, o mejor, un solo Cristo con el Hombre-Dios, por
la unión de los pensamientos y la conformidad de las virtudes, bajo el impulso
del mismo Espíritu Santificador.
Evangelio
«El Señor nos llama, decía el pueblo antiguo al salir de Egipto tras
de Moisés; iremos a tres jornadas de camino al desierto para sacrificar allí al
Señor, nuestro Dios'». Los discípulos de Jesucristo, en nuestro Evangelio,
le han seguido igualmente al desierto; después de tres días han sido
alimentados con un pan milagroso que presagiaba la víctima del gran Sacrificio
figurado por el de Israel. Pronto el presagio y la figura van a ceder lugar,
sobre el altar que está ante nosotros, a la más sublime de las realidades.
Abandonemos la tierra de servidumbre en que nos retienen nuestros vicios;
todos los días nos llama misericordiosamente el Señor; pongamos para siempre
nuestras almas lejos de las frivolidades mundanas, en el retiro de un
recogimiento profundo. Roguemos al Señor, al cantar el Ofertorio, que se digne
asegurar nuestros pasos en los senderos de este desierto interior, en que nos
escuchará siempre favorablemente y multiplicará en favor nuestro las maravillas
de su gracia.
DOM PROSPER GUERANGER, EL AÑO LITURGICO, COMENTARIO AL VI DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES. PAGINAS 230 Y SIGUIENTES.
Escucha mi voz, que te
llama, Señor; tú eres mi ayudador; no me abandones ni me desprecies, oh Dios de
mi salvación. Salmo.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién habré de temer? V/.
Gloria al Padre, y al Hijo.
Colecta.-
¡Oh Dios!, que tienes preparados bienes invisibles a los que te aman,
infunde en nuestros corazones el afecto de tu amor; para que, amándote en todo
y sobre todo, consigamos esas tus promesas, que exceden a todo deseo. Por
nuestro Señor.
Epístola. 1
Pdr. 3.8.-15.-
Carísimos: Seguid unidos en
la oración: sed compasivos, amantes de todos los hermanos, misericordiosos,
modestos, humildes: No volváis mal por mal, ni maldición por maldición;
bendecid, por el contrario, porque a esto sois llamados, a fin de que poseáis
en herencia la bendición. Pues, el que quiere amar la vida, y vivir días
dichosos, refrene su lengua del mal y sus labios de las palabras engañosas;
huya del mal y obre el bien; busque la paz y sígala. Porque Dios tiene sus
ojos sobre los justos, y está pronto a oír sus súplicas; pero mira con enojo a
los que obran mal. Y ¿quién habrá que os pueda hacer daño, si os empleáis en
hacer el bien? Pero si sucede que padecéis algo por amor a la justicia, sois
bienaventurados. No temáis nada de vuestros enemigos, ni perdáis la paz; mas
santificad a nuestro Señor Jesucristo en vuestros corazones.
Gradual. Salm.
83.10,9.~
Mira ¡oh Dios!, protector
nuestro, a estos tus siervos. V/.
iOh Señor de los ejércitos!, escucha las oraciones de tus siervos .
Aleluya.
Salm. 20-2.-
Aleluya, aleluya. V. ¡Oh Señor!, el rey se alegra de tu
fuerza y tu ayuda le alegra grandemente. Aleluya.
Evangelio.
Mat.5.20-24.-
En aquel tiempo: Dijo Jesús
a sus discípulos: Si vuestra justicia no es más cumplida que la de los escribas
y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a
los mayores: No matarás, Y quien mate merece juicio. Pero yo os digo aun más:
quien se encoleriza con su hermano, merecerá juicio, y el que le llame
raca, merecerá juicio del Sanedrín;
quien le llame fatuo, merece la gehena del fuego. Si pues, al presentar tu
ofrenda en el altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí
mismo tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; y
después volverás a presentar tu ofrenda.
Ofertorio.
Salm. 15.7-8.- Alabaré al Señor, que se ha hecho mi
consejero. Yo tengo al Señor constantemente ante mis ojos; él está a mi
diestra y yo no he de vacilar.
Secreta.-
Atiende propicio, Señor, a
nuestros ruegos y recibe benigno estas ofrendas de tus siervos y siervas; para
que lo que cada cual ha ofrecido en honor de tu nombre, les aproveche para su
salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio de la Santísima Trinidad.–
En verdad es digno y justo,
equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y
eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo
Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la
trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu
gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni
distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad,
adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad
en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y
los Serafines, que no cesan de cantar a diario,
diciendo a una voz.
Comunión.
Salm. 26.4.- Una sola cosa
pido al Señor, y la deseo ardientemente: Habitar en la casa del Señor todos los
días de mi vida.
Poscomunión.-
Concede,
Señor, a los que has alimentado con el don celestial vernos limpios de nuestras
culpas ocultas, y libres de los lazos del enemigo. Por nuestro Señor.
Exáudi, Dómine, vocem
meam, qua clamávi ad te: adjútor meus esto, ne derelínquas me, neque despícias
me, Deus salutáris meus. [Ps. ibid., 1]. Dóminus illuminátio mea, et
salus mea, quem timébo? Glória Patri. Exáudi, Dómine.
Collect:
Deus, qui diligéntibus te
bona invisibília præparasti: infúnde córdibus nostris tui amóris afféctum; ut
te in ómnibus et super ómnia diligéntes, promissiónes tuas, quæ omne desidérium
súperant, consequámur. Per Dóminum.
1 Petri iii: 8-15
Léctio
Epístolæ beáti Petri Apóstoli.
Caríssimi: Omnes unánimes
in oratióne estóte, compatiéntes fraternitátis amatóres, misericórdes, modésti,
humiles: non reddéntes malum pro malo, nec maledíctum pro maledícto, sed e
contrário benedicéntes: quia in hoc vocáti estis, ut benedictiónem hereditáte
possideátis. Qui enim vult vitam dilígere et dies vidére bonos, coérceat
linguam suam a malo, et lábia ejus ne loquántur dolum. Declínet a malo et
fáciat bonum: inquírat pacem, et sequátur eam. Quia óculi Dómini super justos,
et aures ejus in preces eórum: vultus autem Dómini super faciéntes mala. Et
quis est qui vobis nóceat, si boni æmulatóres fuéritis? Sed et si quid
patímini propter justítiam, beati. Timórem autem eórum ne timuéritis: et non
conturbémini. Dóminum autem Christum sanctificáte in córdibus vestris.
Graduale Ps. lxxxiii: 10 et 9
Protéctor noster áspice,
Deus, et réspice super servos tuos. V. Dómine
Deus virtútem, exaudi preces servórum tuorum. Allelúja, allelúja. [Ps. xx:
1] Dómine, in virtúte tua
lætábitur rex: et super salutáre tuum exsultábit veheménter. Allelúja.
Matth. v: 2-24
† Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthǽum.
In illo témpore: Dixit
Jesus discípulis suis: «Nisi abundáverit justítia vestra plus quam
scribárum et pharisæórum, non intrábitis in regnum cælorum. Audístis, quia
dictum est antíquis: non occídes: qui autem occíderit, reus erit judício. Ego
autem dico vobis: quia omnis qui iráscitur fratri suo, reus erit judício. Qui
autem díxerit fratri suo, «raca»: reus erit concílio. Qui autem díxerit
«fátue»: reus erit gehénnæ ignis. Si ergo offers munus tuum ad altáre, et ibi
recordátus fúeris, quia frater tuus habet áliquid advérsum te: relínque ibi
munus tuum ante altáre, et vade prius reconciliáre fratri tuo: et tunc veniens
offers munus tuum.»
Offertorium: Ps. xxiv:
1-3.
Benedícam Dóminum, qui
tríbuit mihi intelléctum: providébam Deum in conspéctu meo semper: quóniam a
dextris est mihi, ne commóvear.
Secreta:
Propitiáre, Dómine,
supplicatiónibus nostris: et has oblatiónes famulórum famularúmque tuárum
benígnus assúme; ut, quod sínguli obtulérunt ad honórem nóminis tui, cunctis
profíciat ad salútem. Per Dóminum.
Communio: Ps. xxvi: 4
Unam péti a Dómino, hanc
requíram: ut inhábitem in domo Dómini ómnibus diébus vitæ meæ.
Postcommunio:
Quos cælésti, Dómine, dono
satiásti: præsta, quǽsumus, ut a nostris mundémur occúltis, et ab hóstiam
liberémur insídiis.. Per Dominum.
Homilía de San Agustín
Obispo.
Sobre el
Sermón de la montaña. 1. 1, c. 9
La justicia de los fariseos consistía en no matar.
La justicia de los que deben entrar en el reino de los cielos, consiste en no
irritarse sin motivo. Así, pues, poca cosa es no matar, y el que haya violado
este mandamiento, será llamado mínimo en el reino de los cielos; pero el que se
haya reducido a observarlo no haciéndose
reo de homicidio, no por ello será reputado grande a los ojos de Dios y digno
del reino de los cielos, aunque ya se haya elevado algún tanto, pero se
perfeccionara si no se encoleriza sin motivo; y al perfeccionarse, se alejara
mucho mas del homicidio. Por eso, el Legislador que nos prohíbe montar en cólera,
no destruye en modo alguno la ley que nos prohíbe matar, sino antes bien, la
completa, para que no perdamos la inocencia, tanto exteriormente no matando,
como en el fondo de nuestro corazón no irritándonos.
En los pecados de cólera hay también sus grados. En el primero, irritase uno, pero guardando en su corazón la irritación que ha concebido. Si la turbación experimentada arranca al que tiembla de indignación un grito, que nada significa en si mismo pero que manifiesta aquella indignación que experimenta, la falta será ciertamente mas grande, que si la cólera naciente queda reprimida en silencio. Mas si se lanza, no solamente un grito de indignación, sino también se profiere alguna palabra, que claramente signifique y exprese un vituperio contra el adversario, ¿quien podrá dudar que es este un pecado mas grave que lanzar solamente un grito de indignación? Notad ahora tres etapas en la situación del reo: el juicio, el consejo y la gehenna de fuego. En la sesión de juicio, hay todavía lugar a la defensa. El consejo se confunde de ordinario con el juicio, pero, por cuanto la distinción misma que establecemos nos obliga a reconocer aquí cierta diferencia entre estas dos etapas, parécenos que la promulgación de la sentencia pertenece al consejo. Porque, en este caso, no se trata ya de examinar si el culpable debe ser condenado, sino que los jueces deliberan entre si sobre el suplicio que deben infligir al que ciertamente merece ser condenado. En la gehenna del fuego, ya no hay duda en cuanto a la condenación, como en el juicio, ni incertidumbre en cuanto a la pena del condenado, como en el consejo; porque en el fuego del infierno es cierta la condenación y esta fijada la pena del culpable.
EL Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida, ¿de quién
temblaré? Son mis adversarios y mis enemigos lo que tropiezan y caen. Salmo.-
Aunque se enfrenten ejércitos contra mí, no temerá corazón. V/.
Gloria.
Colecta.-
Concédenos, Señor, te suplicamos,
que sea dirigida por el orden de tu providencia la marcha del mundo; y que tu
Iglesia se alegre en tu servicio con la tranquilidad. Por nuestro Señor.
Epístola.Rom.8.18-23.-
Hermanos Creo que los
sufrimientos de la presente vida no son comparables con la gloria, que ha de
manifestarse en nosotros. Así la creación ansía la manifestación de los hijos
de Dios. Sujeta a la vanidad, no de grado, sino por causa de aquél que la
sujetó, espera también ella ser redimida de esa servidumbre de la corrupción,
para conocer la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que
hasta ahora toda la creación gime como con dolores de parto. Y no sólo ella,
sino también nosotros, que tenemos ya las primicias del Espíritu Santo,
suspiramos de lo íntimo del corazón, aguardando el efecto de la adopción de los
hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo, en Jesucristo Señor nuestro.
Gradual.Salm.78.9,10.-
Perdona, Señor, nuestros pecados,
para que no digan las gentes: ¿Dónde está su Dios? V/.
Ayúdanos, ¡oh Dios!, salvador nuestro: líbranos, Señor, por la honra de tu
nombre.
Aleluya,
aleluya. Salm. 9.5.10.- V/. ¡Oh Dios!, que estás sentado sobre tu trono y
juzgas con rectitud; sé refugio de los pobres en la tribulación. Aleluya.
Evangelio.Luc. 5.1-11.-
En aquel tiempo: Hallábase Jesús
junto al lago, de Genesaret, apretujado por la turba que oía la palabra de
Dios, y vio dos barcas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían bajado y
lavaban las redes. Subiendo, pues a una de ellas, que era de Simón, pidióle la
desviase un poco de la orilla. Y sentándose dentro, instruía a las turbas
.Acabada la plática, dijo a Simón: Guía mar adentro, y echad vuestras redes
para pescar. Replicóle Simón: Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos,
y nada hemos cogido; no obstante, fiado en tu palabra, echaré la red. Y
habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces que la red se rompía.
Por lo cual hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, de que viniesen a
ayudarles. Vinieron luego, y llenaron con tantos peces las dos barcas, que poco
faltó para que se hundiesen. Viendo esto Simón Pedro, echóse a los pies de
Jesús, diciendo: ¡Apártate de mi, Señor, que soy un hombre pecador! y es que el
asombro se había apoderado de él, como de todos los demás que con él estaban,
en vista de la pesca que acababan de hacer. Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo
y compañeros de Simón. Entonces dijo Jesús a Simón: No temas; de hoy en
adelante serás pescador de hombres. Y ellos, sacando las barcas a tierra,
dejaron todo y le siguieron.
Ofertorio.Salm.12,4-5.-
Alumbra mis ojos, para que no
duerma jamás en la muerte; no diga mi enemigo: He podido más que él!
Secreta.-
Aplácate, Señor, al recibir
nuestras ofrendas; y fuerza bondadoso nuestras rebeldes voluntades a que vayan a ti. Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio
de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo,
equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo
Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu
Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola
persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has
revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna
Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la
igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines: los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.
Comunión.Salm.17.34.-
El Señor es mi firme apoyo, mi
refugio y mi libertador; mi Dios y mi auxiliador.
Poscomunión.-
Purifíquennos, Señor, los santos
misterios que acabamos de recibir y defiéndannos con su eficacia. Por N.S.
PROPIO DE LA MISA EN LATIN
Dominica Quarta post Pentecosten II
Classis
Introitus: Ps. xxvi: 1 et 2
Dóminus illuminátio mea, et salus mea, quem timébo?
Dóminus defénsor vitæ meæ, a quo trepidábo? qui tríbulant me inímici mei, ipsi
infirmáti sunt, et cecidérunt. [Ps. ibid., 3] Si
consístant advérsum me castra: non timébit cor meum. Glória Patri. Dóminus
illuminátio.
Collect:
Da nobis, quǽsumus, Dómine: ut et mundi cursus pacífice
nobis tuo órdine dirigátur; et Ecclésia tua tranquílla devotióne lætétur. Per
Dóminum.
Rom. viii: 18-23
Léctio Epístolæ beáti Pauli
Apóstoli ad Romanos.
Caríssimi: Exístimo quod non sunt condígnæ passiónes
hujus témporis ad futúram glóriam, quæ revelábitur in nobis. Nam expectátio
creatúræ, revelatiónem filiórum Dei expéctat. Vanitáti enim creatúra subjécta
est non volens, sed propter eum, qui subjécit in spe: quia et ipsa creatúra
liberábitur a servitúte corruptiónis, in libertátem glóriæ filiórum Dei. Scimus
enim quod omnis creatúra ingemíscit, et párturit usque adhuc. Non solum autem
illa, sed et nos ipsi primítias spíritus habéntes: et ipsi intra nos gémimus
adoptiónem filiórum expectántes redemptiónem córporis nostri: in Christo Jesu
Dómino nostro.
Graduale Ps. lxxviii: 9 et 10
Propítius esto, Dómine, peccátis nostris: ne quando
dicant gentes: Ubi est Deus eórum? V. Adjuva
nos, Deus salutáris noster: et propter honórem nóminis tui, Dómine. líbera nos.
Allelúja, allelúja. [Ps. ix: 5 et 10] Deus, qui
sedes super thronum, et júdicas æquitátem: esto refúgium páuperum in
tribulátione. Allelúja.
Luc. v: 1-11
† Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam.
In illo témpore: Cum turbæ irrúerent in Jesum, ut
audírent verbum Dei, et ipse stabat secus stagnum Genésareth. Et vidit duas
naves stantes secus stagnum: piscatóres autem descénderant et lavábant retia.
Ascéndens autem in unam navem, quae erat Simónis, rogávit eum a terra redúcere
pusíllum. Et sedens docébat de navícula turbas. Ut cessávit autem loqui dixit
ad Simónem: «Duc in altum, et laxáte rétia vestra in captúram.»
Et respóndens Simon, dixit illi «Præcéptor, per totam noctem
laborántes, nihil cepimus: in verbo autem tuo laxábo rete.» Et cum hoc
fecíssent, conclusérunt píscium multitúdinem copiósam: rumpebátur autem rete
eórum. Et annuérunt sóciis, qui erant in ália navi, ut venírent et adjuvárent
eos. Et venérunt et implevérunt ambas navículas ita ut pene mergeréntur. Quod
cum vidéret Simon Petrus, prócidit ad génua Jesu dicens: «Exi a me quia
homo peccátor sum Dómine.» Stupor enim circumdéderat eum, et omnes, qui
cum illo erant, in captúra píscium, quam céperant: simíliter autem Jacóbum et
Joánnem, fílios Zebedǽi, qui erant sócii Simónis. Et ait ad Simónem Jesus:
«Noli timére: ex hoc jam hómines eris cápiens.» Et subdúctis ad
terram návibus, relíctis ómnibus, secuti sunt eum.
Offertorium: Ps. xii: 4-5.
Illúmina óculos meos, ne umquam obdórmiam in morte: ne
quando dicat inimícus meus: Præválui advérsus eum.
Secreta:
Oblatiónibus nostris, quǽsumus, Dómine, placáre
suscéptis: et ad te nostras étiam rebélles compélle propítius voluntátes. Per
Dóminum.
Praefatio de Ssma. Trinitate
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu
Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed
in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus,
hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis
sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis
propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam
laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant
clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Ps. xvii: 3
Dóminus firmaméntum meum, et refúgiam meum, et liberátor
meus: Deus meus, adjútor meus.
Postcommunio:
Mystéria nos, Dómine, quǽsumus, sumpta puríficent, et suo
múnere tueántur. Per Dominum.
Mírame, Señor, y ten compasión de mi, porque estoy solo y soy pobre.
Mira mi bajeza y mis trabajos, y perdona todos mis pecados, Dios mío. Salmo. A ti, Señor,
levanto mi alma. Dios mío, en ti confió; no quede yo confuso. V/. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Colecta.-
Oh Dios! Protector de los que en ti esperan, y sin el
cual nada tiene valor, nada es santo; multiplica sobre nosotros tu
misericordia, para que, siendo tú nuestro pastor y nuestro guía, pasemos por los bienes
temporales de modo que no perdamos los eternos. Por nuestro Señor.
Epístola.1 Pdr.5,6-11.-
Carísimos: Humillaos bajo
la mano poderosa de Dios para que os ensalce a su hora. Descargad en él todos vuestros
cuidados, pues él mira por vosotros. Sed sobrios y velad, porque vuestro
enemigo, el diablo, gira como león rugiente en torno vuestro, buscando a quien
devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que la misma tribulación padecen
vuestros hermanos por el mundo. Dios,
dador de toda gracia, que nos ha llamado a su eterna gloria por
Jesucristo, después de corta prueba, él mismo os perfeccionará, fortalecerá y
afianzará en el bien. A él, pues, sea dada la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos. Amén.
Gradual.Salm.54,23,17,19.
Pon tu suerte en manos del Señor, y él te sustentará. V/.
Yo clamo a Dios; el es mi voz y me libra de los que marchan contra mi.
Aleluya.Salm.7.12.- Aleluya, aleluya. V/. Dios es juez íntegro y lento para la cólera. ¿Por ventura
andará siempre airado? Aleluya.
Evangelio.Luc.15,1-10.-
En aquel tiempo: Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para
oírle. Lo cual censuraban los fariseos y los escribas, diciendo Éste recibe a
los pecadores y come con ellos. Mas Jesús propúsoles esta parábola ¿Quién hay
entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no
deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se había perdido
hasta encontrarla Y. en hallándola, la pone sobre sus hombros muy gozoso y, en
llegando a su casa, llama a sus amigos vecinos, y les dice: Alegraos conmigo,
porque he hallado mi oveja, Que se había perdido. Os digo, que así también
habrá más gozo en el cielo por un pecador que haga penitencia, que por noventa
y nueve justos que no han de ella menester. O ¿qué mujer, teniendo diez, si
pierde una, no enciende la lámpara y barre la casa, y lo registra todo hasta
dar con ella? Y en hallándola, convoca a sus amigas y vecinas y dice:
Regocijaos conmigo porque he hallado la dracma que había perdido. Así os digo
que habrá gran alborozo entre los ángeles de Dios por un pecador que haga
penitencia.
Ofertorio.Sal.9.11-3.-
Esperen en ti cuantos conocen tu nombre, Señor, porque no abandonas a
los que te buscan: Cantad al Señor, que mora en Sión, por que no olvida la
oración de los pobres.
Secreta.-
Mira, Señor, los dones de la Iglesia suplicante; Y haz que los reciban
los fieles para su salud y perpetua santificación. Por nuestro Señor .Jesucristo.
Prefacio de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en
todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu
unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no
en la individualidad de una sola
persona; sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has
revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción, De suerte, que confesando una verdadera y eterna
Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y
la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una
voz.
Comunión. Luc. 15.10.-
Yo os digo que habrá gran alborozo entre los ángeles de Dios por un
pecador que haga penitencia.
Poscomunión.-
Señor, que tus santos
misterios nos den vida, laven nuestras culpas, y nos vayan disponiendo a
recibir las eternas misericordias. Por N. S.
TEXTOS DE LA SANTA MISA EN LATÍN
Dominica Tertia post Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps. xxiv: 16 et 18
Respice in me, et miserére mei, Dómine: quóniam únicus,
et pauper sum ego: vide humilitátem meam, et labórem meum: et dimítte ómnia
peccáta mea, Deus meus. [Ps. ibid., 1-2]. Ad
te Dómine, levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam. [V.] Glória Patri. Respice.
Oratio:
Protéctor in te sperántium, Deus, sine quo nihil est
válidum, nihil sanctum: multíplica super nos misericórdiam tuam; ut, te
rectóre, te duce, sic transeámus per bona temporália, ut non amittámus ætérna.
Per Dóminum.
1 Petri. v: 6-11
Léctio Epístolæ beáti Petri
Apóstoli.
Caríssimi: Humiliámini sub poténti manu Dei, ut vos
exáltet in témpore visitatiónis: omnem sollicitúdinem vestram projiciéntes in
eum, quóniam ipsi cura est de vobis. Sóbrii estóte, et vigiláte: quia
adversárius vester diábolus tamquam leo rúgiens círcuit, quærens quem dévoret:
cui resístite fortes in fide: sciéntes eámdem passiónum ei, quæ in mundo est,
vestræ fraternitáti fieri. Deus autem omnis grátiæ, qui vocávit nos in ætérnam
suam glóriam in Christo Jesu, módicum passos ipse perfíciet, confirmábit,
solidabítque. Ipsi glória, et impérium in sǽcula sæculórum. Amen.
Graduale Ps. liv: 23, 17, et 19
Jacta
cogitátum tuum in Dómino: et ipse te enútriet. V. Dum
clamárem ad Dóminum, exaudívit vocem meam ab his, qui appropínquant mihi.
Allelúja, allelúja. [Ps.
vii: 12] Deus judex justus, fortis et pátiens, numquid iráscitur
per singulos dies? Allelúja.
Luc. xv: 1-10
+ Sequéntia sancti Evangélii secúndum
Lucam
In illo témpore: Erant appropinquántes ad Jesum publicáni
et peccatóres, ut audírent illum. Et murmurábant pharisǽi et scribæ, dicéntes:
«Quia hic peccatóres récipit, et mandúcat cum illis.» Et ait ad illos parábolam
istam, dicens: «Quis ex vobis homo, qui habet centum oves: et si perdíderit
unam ex illis, nonne dimíttit nonagintanóvem in desérto, et vadit ad illam, quæ
períerat, donec invéniat eam? Et cum invénerit eam, inpónit in húmeros suos
gaudens: et véniens domum cónvocat amícos et vicínos, dicens illis:
“Congratulámini mihi, quia invéni ovem meam, quæ períerat”? Dico vobis quod ita
gaudium erit in cælo super uno peccatóre pæniténtiam agénte, quam super
nonagintanóvem justis qui non índigent pæniténtia. Aut quæ múlier habens
drachmas decem, si perdíderit drachmam unam, nonne accéndit lucérnam, et
evérrit domum et quærit diligénter, donec invéniat? Et cum invénerit cónvocat
amícas et vicínas dicens: “Congratulámini mihi, quia invéni drachmam quam
perdíderam”? Ita dico vobis: gáudium erit coram Angelis Dei super uno peccatóre
pæniténtiam agénte.»
Offertorium: Ps. ix: 11, 12, et 13.
Sperent in te omnes, qui novérunt nomen tuum, Dómine:
quóniam non derelínquis quæréntes te: psállite Dómino, qui hábitat in Sion:
quóniam non est oblítus oratiónem páuperum.
Secreta:
Respice, Dómine, múnera suplicántis Ecclésiæ: et salúti
credéntium perpétua sanctificatióne suménda concéde. Per Dóminum.
Communio: Luc. xv: 10
Dico vobis: gáudium est Angelis Dei super uno peccatóre
pæniténtiam agénte.
Postcommunio:
Sancta tua nos, Dómine sumpta vivíficent: et misericórdiæ
sempitérnæ prǽparent expiátos. Per Dóminum.
DEL TOMO 4 DEL AÑO CRISTIANO DE DOM
GUERANGER.
La Misa de este día es la del tercer Domingo después de
Pentecostés que se halla íntimamente relacionada con las fiestas que hemos
celebrado. Los últimos decretos romanos la han asignado al Domingo infraoctava
del Sagrado Corazón; como segunda colecta se dice la de la fiesta. Será fácil
demostrar la adaptación fiel y natural de los textos de esta Misa del III
Domingo después de Pentecostés a la Octava de la fiesta , del Corazón
sacratísimo de Jesús, de suerte que parecen estar compuestos para ella.
El alma fiel ha visto el desarrollo sucesivo de los
Misterios del Salvador en la Liturgia. El Espíritu Santo ha descendido para
sostenerla en esta otra etapa de la carrera, donde sólo se desarrollará la
fecunda simplicidad de la vida cristiana. La instruye y la forma en las
prescripciones del Maestro divino que ascendió a los cielos. Y lo primero la
enseña a orar, porque la oración, decía el Señor, es obra de todos los días y
de todos los instantes, y con todo eso, no sabemos qué es lo que hemos de
pedir, ni cómo debemos hacerlo. Pero lo sabe quien nos ayuda en nuestra
indigencia, y el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos inenarrables.
En el Introito y en toda la Misa del Domingo infraoctava
del Sagrado Corazón, se respira, pues, este aroma de oración, apoyada sobre el
humilde arrepentimiento de las faltas pasadas, y de confianza en la
misericordia infinita.
EPISTOLA: LAS PRUEBAS Y SU MÉRITO. —
Las miserias de esta vida son las pruebas a que Dios
somete a sus soldados para juzgarlos y clasificarlos en la otra según sus
méritos. Todos, pues, en este mundo tienen su parte en el sufrimiento. El concurso
está abierto, trabado el combate; el Arbitro de los juegos examina y compara;
pronto dará su sentencia sobre los méritos de los di versos combatientes y los
llamará, del ardor de la arena, al reposo del trono en que se sienta El mismo. ¡Felices
entonces aquellos que, viendo en la prueba la mano de Dios, se sometieron a
esta mano poderosa con amor y confianza! Nada habrá podido contra estas almas
fuertes en la fe el rugiente león. Sobrias y vigilantes en esta etapa de su
peregrinación, sin reparar en su papel de victimas, sabedoras de que todo se
halla sometido al dolor en este mundo, unieron alegremente sus padecimientos a
los de Cristo, y saltarán de gozo en la manifestación eterna de su gloria, que
será su herencia eternamente.
EVANGELIO: EL PRECIO DE LAS ALMAS. —
Esta parábola de la oveja devuelta al redil en hombros del Pastor,- era muy querida de los primeros cristianos; se la encuentra representada por todas partes en los monumentos de los primeros siglos. Nos recuerda a Nuestro Señor Jesucristo, que no ha mucho; entró triunfante en los cielos, llevando consigo a la humanidad perdida y reconquistada. «Porque,» ¿quién es el Pastor de nuestra parábola, exclama, San Ambrosio, sino Cristo que te lleva en su cuerpo, y ha cargado con tus pecados? Esta oveja es una en su género, no en el número. ¡Pastor afortunado, de cuyo rebaño formamos nosotros la centésima parte! Porque se halla compuesto de Angeles, Arcángeles, Dominaciones, Potestades, Tronos, etc., etc., innumerables rebaños que ha dejado en los montes para ir en busca de la oveja descarriada.'»
La parábola de la dracma perdida y vuelta a encontrar, expone, en forma más familiar aún, y de un modo festivo, esta misma doctrina, que es verdaderamente el centro de la enseñanza del Salvador. Por los pecadores se encarnó el Verbo y quisotomar un corazón de carne para testimoniarles su amor, y quiso también que se supiere que una de sus mayores glorias es encontrar un alma perdida; sus amigos del cielo participan de esta gloria, quiere que todos la experimenten. Nosotros también, sobre la tierra, tenemos derecho a esta participación. ¿Cómo podrían permanecer indiferentes a este bien, aquellos que aman al Sagrado Corazón y se unen íntimamente a todos sus sentimientos? Pero, reconcentrándonos en nosotros mismos, debemos añadir a la alegría y alabanza que hace renacer, un sentimiento de profunda gratitud, diciendo con San Juan Eudes: «¡Qué te devolveré, oh mi Salvador, y qué haré por tu amor, a Ti que me has librado de caer en los profundos abismos del infierno, tantas veces como yo me he expuesto con mis pecados, o que hubiera caído, si tu bondadosísimo Corazón no me hubiera preservado!».
Ahora
entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su Ángel, y me ha librado de
las manos de Herodes y burlado la expectación del pueblo de los judíos. V/. Me probaste, Señor y me conociste: Tú
sabes cuándo me siento y cuando me levanto. V/. Gloria.
COLECTA
Oh
Dios que consagraste este día con el martirio de tus Apóstoles Pedro y Pablo:
concede a tu Iglesia que siga en todo las enseñanzas de aquellos, por quienes
fue iniciada en la religión. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo
vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
EPISTOLAHch 12, 1-11
Lección
de los Hechos de los Apóstoles
Por
aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia
para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver
que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de
«los panes Acimos». Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo
bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su
intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua.
Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar
a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo
comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros
centinelas vigilaban la puerta de la prisión. De pronto, apareció el Ángel del
Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo
levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!». Entonces las cadenas se le cayeron
de las manos. El Ángel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las
sandalias» y Pedro lo hizo. Después de dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme».
Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba
sucediendo por intervención del Angel, sino que creía tener una visión.
Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta
de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos.
Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Ángel se
alejó de él. Pedro, volviendo en sí, dijo: «Ahora sé que realmente el Señor
envió a su Ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba
el pueblo judío».
GRADUALE Sal 44,17-18
Los
constituirás príncipes sobre toda la tierra; conservarán la memoria de tu
nombre, oh Señor. V/. En lugar
de tus padres, te nacerán hijos; por eso los pueblos te ensalzarán.
Aleluya. Aleluya. V/. Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Aleluya.
EVANGELIO Mt 16, 13-19
Lectura del Santo Evangelio
según san Mateo.
Al llegar a la región de
Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre
el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos
dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los
profetas».«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra,
Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le
dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: «Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte
no prevalecerá contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo
lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en
la tierra, quedará desatado en el cielo»
OFERTORIO Sal 44, 17-18
Los
constituirás príncipes sobre toda la tierra; y conservarán tu nombre, Señor, de
generación en generación.
SECRETA
Haz,
oh Señor, que acompañe a estas hostias, que ofrecemos para consagrarlas en tu
honor, la oración de los Santos Apóstoles, y concédenos ser por ella
purificados y protegidos. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo
vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
PREFACIO DE APÓSTOLES
En verdad es justo y
necesario, equitativo y saludable, rogaros, Señor, Pastor eterno, no
desamparéis a vuestra grey, sino que por vuestros santos Apóstoles la guardéis
con protección continua, para que la gobiernen los mismos vicarios que
establecisteis por Pastores suyos. Por eso, con los ángeles y arcángeles, con
los tronos y dominaciones y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar
el himno de tu gloria:
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 16, 18
Tu eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
Defiende, oh Señor, contra
toda adversidad, por la intercesión de tus Apóstoles, a los que acabas de
alimentar con el manjar celestial. Por Nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
TEXTOS DE LA MISA EN LATIN
INTROITO Hch 12, 11.
Sal138, 1-2
Nunc
scio vere, quia misit Dóminus Angelum suum: et erípuit me de manu Heródis, et
de omni exspectatióne plebis Judæórum. V/. Domine, probásti me, et cognovísti me: tu
cognovísti sessiónem meam, et resurrectiónem meam. V/. Glória
Patri.
COLECTA
Deus, qui hodiérnam diem
Apostolórum tuórum Petri et Pauli martýrio consecrásti: de Ecclésiæ tuæ, eórum
in ómnibus sequi præcéptum; per quos religiónis sumpsit exórdium. Per Dóminum
nostrum Iesum Christum Fílium tuum, qui tecum vívit et regnat in unitáte
Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum. Amen.
EPISTOLAHch 12, 1-11
Léctio
Actuum Apostolórum.
In diébus illis: misit
Heródes rex manus, ut afflígeret quosdam de ecclésia. Occídit autem Jacóbum
fratrem Joánnis gladio. Videns autem quia placéret Judǽis, appósuit
apprehénderet et Petrum. Erant autem dies Azymórum. Quem cum apprehendísset,
misit in cárcerem, tradens quáttuor quaterniónibus mílitum custodiéndum, volens
post Pascha prodúcere eum pópulo. Et Petrus quidem servabátur in cárcere.
Orátio autem fiébat sine intermissióne ab ecclésia ad Deum pro eo. Cum autem
productúrus eum esset Heródes, in ipsa nocte erat Petrus dórmiens inter duos mílites,
vinctus caténis duábus: et custódes ante óstium custodiébant cárcerem. Et ecce
Angelus Dómini ástitit: et lumen refúlsit in habitáculo: percussóque látere
Petri, excitávit eum, dicens: «Surge velociter.» Et cecidérunt caténæ de
mánibus ejus. Dixit autem angelus ad eum: «Præcíngere, et cálcea te cáligas
tuas.» Et fecit sic. Et dixit illi: «Circúmda tibi vestiméntum tuum, et séquere
me.» Et éxiens sequebátur eum, et nesciébat quia verum est, quod fiébat per
Angelum: existimábat autem se visum vidére. Transeúntes autem primam et
secúndam custódiam, érunt ad portam férream, quae ducit ad civitátem: quae
ultro apérta est eis. Et exeúntes processérunt vicum unum: et contínuo
discéssit Angelus ab eo. Et Petrus ad se
revérsus, dixit: «Nunc scio vere, quia misit Dóminus Angelum suum. et erípuit
me de manu Heródis, et de omni expectatióne plebis Judæórum.»
GRADUAL Sal 44,17-18
Constítues
eos príncipes super omnem terram: mémores erunt nóminis tui, Dómine. V/. Pro pátribus tuis nati sunt tibi fílii:
proptérea pópuli confitebúntur tibi.
Alleluia, alleluia.V/. Mt 16, 18.- Tu es
Petrus, et super hanc petram ædificábo Ecclésiam meam. Alleluia.
EVANGELIO Mt 16, 13-19
Sequéntia
sancti Evangélii secúndum Matthǽum.
In
illo témpore: Venit Jesus in partes Cæsaréæ Philíppi, et interrogábat
discípulos suos, dicens: «Quem dicunt hómines esse Fílium hóminis?» At illi
dixérunt: «Álii Joánnem Baptístam, álii autem Elíam, álii vero Jeremíam, aut
unum ex prophétis.» Dicit illis Jesus: «Vos autem quem me esse dicitis?» Respóndens
Simon Petrus, dixit: «Tu es Christus, Fílius Dei vivi.» Respondens autem Jesus,
dixit ei: «Beatus es, Simon Bar Jona: quia caro et sanguis non revelábit tibi,
sed Pater meus, qui in cælis est. Et ego dico tibi, quia tu es Petrus et super
hanc petram ædificábo Ecclésiam meam, et portæ ínferi non prævalébunt advérsus
eam. Et tibi dabo claves regni cælórum. Et quodcúmque ligáveris super terram,
erit ligatum et in cælis: et quodcúmque sólveris super terram, erit solútum et
in cælis.»
OFERTORIO Sal
44, 17-18
Constítues
eos príncipes super omnem terram: mémores erunt nóminis tui, Dómine, in omni
progénie et generatióne.
SECRETA
Hostias,
Dómine, quas nómini tuo sacrándas offérimus, apostólica prosequátor orátio: per
quam nos expiári tríbuas, et deféndi. Per Dóminum nostrum Iesum Christum,
Fílium tuum, qui tecum vívit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per
ómnia sæcula sæculórum. Amen.
PREFACIO DE APÓSTOLES
Vere
dignum et iustum est, æquum et salutáre: Te, Dómine, supplíciter exoráre, ut gregem
tuum, Pastor ætérne, non déseras: sed per beátos Apóstolos tuos, contínua
protectióne custódias: Ut iísdem rectóribus gubernétur, quos óperis tui
vicários eídem contulísti præésse pastóres. Et ídeo cum Angelis et Archángelis,
cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum
glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 16, 18
Tu
est Petrus, et super hanc petram ædificábo Ecclésiam meam.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
Quos
cælésti, Dómine, aliménto satiásti: apostólicis intercessiónibus ab omni
adversitáte custódi. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Fílium tuum, qui tecum
vívit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum.
Amen.
Adjunto un archivo descargable del Año Cristiano de Croisset que puede servir de sermón del día de la fiesta.
Isaias 49. 1-2. Salmo 91.2 – Desde el seno de mi madre
me ha llamado el Señor por mi nombre y ha hecho de mi boca cortante espada;
bajo la sombra de su mano me ha ocultado y me ha hecho como flecha acerada. Sl
Bueno es alabar al Señor y cantar tu nombre, oh Altísimo. V. Gloria al Padre.
Colecta.-
¡Oh Dios! Que nos haces honrar este día
con el nacimiento de san Juan; concede a tus pueblos la gracia de los goces
espirituales, y guía las almas de todos los fieles por el camino de la
salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo
Epístola. Isaías 49, 1-7.
Oid, islas y estad atentos, pueblos lejanos.
El Señor me ha llamado desde el seno de mi madre; desde las entrañas maternas
ha pronunciado mi nombre. Ha hecho de mi boca una cortante espada, me ha
cobijado en la sombra de su mano, me ha hecho flecha acerada y me ha escondido
en su aljaba. Me ha dicho : << Israel, tú eres mi siervo, en ti me
glorificaré >> Y ahora, el Señor que me ha formado para siervo suyo desde
el seno de mi madre, dice: Yo haré de ti las luz de las naciones, para que mi
salvación llegue a los confines de la tierra. Al verte, se levantarán los reyes
y se postrarán los príncipes, a causa del Señor, del Santo de Israel que te ha
elegido.
Gradual. Jeremías 1. 5-9 .
Antes de formarte en el seno materno, te he
conocido; y antes de que nacieras, te he consagrado. V. Alargó el Señor su
mano, y tocó mis labios y me dijo:
Aleluya. Lucas 1.76-
Aleluya, aleluya. V. Tú, niño serás llamado
Profeta del Altísimo, porque precederás al Señor para preparar sus caminos.
Aleluya.
Evangelio. Luc.1. 57 – 68.-
Llególe a Isabel el tiempo de su
alumbramiento, y dio a luz un hijo. Supieron sus vecinos y parientes que Dios
había usado con ella de gran misericordia y se congratulaban con ella. El día
octavo vinieron a circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre,
Zacarías. Mas intervino su madre y dijo: No, sino que ha de llamarse Juan. Dijéronle:
Nadie hay en tu familia que tenga ese nombre. Preguntaban por señas al padre
del niño, cómo quería que se llamase. Y él, pidiendo la tablilla, escribió así:
Juan es su nombre. Y todos se llenaron de admiración. Al instante se abrió su
boca y su lengua se soltó y hablaba bendiciendo a Dios. Y se espantaron todos
los que vivían en la vecindad, y en toda la montaña de Judea se divulgaban
todas estas cosas. Y cuantos las oían, las guardaban en su corazón y se decían:
¿Qué será, pues, este niño? Porque, a la verdad, la mano del
Señor estaba con él. Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo, y
profetizó diciendo: Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y
rescatado a su pueblo.
Ofertorio. Sal.91. 13.-
El justo crece como la palma y eleva sus
ramas cual cedro del Líbano.
Secreta
Cubrimos, oh Señor, de ofrendas tus altares,
para solemnizar con el honor debido la natividad de aquél que nos predijo la
venida y nos mostró la presencia del Salvador del mundo, Jesucristo nuestro Señor,
tu hijo. El cual vive y reina contigo.
Comunión. Luc. 1.76
Tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,
porque precederás al Señor para prepararle sus caminos.
Poscomunión.-
Regocíjese tu Iglesia, Señor, con el
nacimiento de san Juan Bautista, por quien ella misma conoció al autor de su
propio nacimiento a la vida sobrenatural, a Jesucristo nuestro Señor, Hijo
tuyo, el cual vive y reina.
TEXTOS DE LA MISA EN LATIN
In
Nativitáte S. Joannis Baptistæ
I
Classis cum Octava communi
Introitus:
Isai: il: 1 et 2
De ventre matris meæ vocávit me Dóminus nómine meo: et
pósuit os meum ut gládium acútum: sub teguménto manus suæ protéxit me, et
pósuit me quasi sagíttam eléctam. [Ps.
xci: 2].Bonum est confitéri Dómino: et psállere nómini tuo,
Altíssime. V. Glória Patri.
De ventre.
Oratio:
Deus, qui præséntem diem honorábilem nobis in beáti
Joánnis nativitáte fecísti: da pópulis tuis spitituálium grátiam gaudiórum; et
ómnium fidélium mentes dírige in viam salútis ætérnæ. Per Dóminum.
Isaias
xlix 1-3, 5, 6, 7
Léctio Isaíæ Prophétæ.
Audíte
insúlæ, et atténdite, pópuli de longe: Dóminus ab útero vocávit me, de ventre
matris meæ recordátus est nóminis mei. Et pósuit os meum quasi gládium acútum:
in umbra manus suæ protéxit me, et pósuit me sicut sagíttam eléctam: in
pháretra sua abscóndit me. Et dixit mihi: Servus meus es tu, Israël, quia in te
gloriábor. Et nunc dicit Dóminus, formans me ex útero servum sibi: Ecce dedi te
in lucem géntium, ut sis salus mea usque ad extrémum terræ. Reges vidébunt, et
consúrgent príncipes, et adorábunt propter Dóminum, et sanctum Israël, qui
elégit te.
Graduale Jeremias
i: 5, 9
Priúsquam te formárem in útero, novi te: et ántequam
exíres de ventre, sanctificávi te. V. Misit
Dóminus manum suam, et tétigit os meum, et dixit mihi:
Elísabeth implétum est tempus pariéndi, et péperit
fílium. Et audiérunt vicíni, et cognáti ejus, quia magnificávit Dóminus
misericórdiam suam cum illa, et congratulabántur ei. Et factum est in die
octávo, venérunt circumcídere púerum, et vocábant eum nómine partis sui
Zacharíam. Et respóndens mater ejus dixit: Nequáquam, sed vocábitur Joánnes. Et
dixérunt ad illam: Quia nemo est in cognatióne tua, qui vocétur hoc nómine.
Innuébant autem patri ejus, quem vellet vocári eum. Et póstulans pugillárem,
scripsit, dicens: Joánnes est nomen ejus. Et miráti sunt univérsi. Apértum est
autem íllico os ejus, et lingua ejus, et loquebátur benedícens Deum. Et factus
est timor super omnes vicínos eórum: et super ómnia montána Judǽæ divulgabántur
ómnia verba hæc: et posuérunt omnes, qui audíerunt in corde suo, dicéntes:
Quis, putas, puer iste erit? Etenim manus Dómini erat cum illo. Et Zacharías
pater ejus replétus est Spíritu Sancto, et prophetávit, dicens: Benedíctus
Dóminus Deus Israël, quia visitávit et fecit redemptiónem plebis suæ.
Offertorium: Ps.
cxi 13.
Justus ut palma florébit: sicut cedrus, quæ in Libano
est, multiplicábitur.
Secreta:
Tua, Dómine, munéribus altária cumulámus: illíus
nativitátem hónore débito celebrántes, qui Salvatórem mundi et cécinit
adfutúrum, et adésse monstrávit, Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum:
Qui tecum.
Sumat Ecclésia tua, Deus, beáti Joánnis Baptístæ
generatióne lætítium: per quem suæ regeneratiónis cognóvit auctórem, Dóminum nostrum
Jesum Christum Fílium tuum: Qui tecum.
SERMON
Homilía de San Ambrosio Obispo
Lib. 2 de
Ins. Coment., sobre san Lucas, c. 1
Isabel dio a luz un hijo y se
alegraron con ella sus vecinos. El nacimiento de los Santos es causa de la
alegría de muchos porque es un bien común; la justicia, en efecto es una virtud
de interés común. He aquí porque este justo, ya al venir al mundo, hace
presagiar la santidad de su vida, y en la alegría de los vecinos se prefigura
la gracia de su virtud futura. Con razón el Evangelista hace entrar en su
relato el tiempo que el Precursor estuvo encerrado en el seno de su madre,
porque, sin ello, la presencia de María no hubiese sido mencionada. Y si, de
otra parte, nada se dice de su infancia, es porque no conoció las dificultades de
esta edad. De suerte que nosotros solo leemos en el Evangelio el anuncio y el
hecho de su natividad, los saltos de júbilo que dio en el seno de Isabel, y el eco
de su voz en el desierto.
En efecto, puede decirse que no conoció ninguno de los grados de la infancia aquel que, elevándose, ya en el seno materno, por encima de las leyes de la naturaleza y adelantándose a los años, empezó por tener la medida de la edad perfecta de Jesucristo. El escritor sagrado, con maravillosa oportunidad, creyó deber notar que muchos querían que el niño llevara el mismo nombre de su padre Zacarías. Con esto te advierte que si Isabel rechaza este nombre, no es porque le disguste como habiéndolo llevado alguna persona indigna, sino porque comprendió, por una revelación del Espíritu Santo, el nombre que antes había indicado el Ángel a Zacarías. Habiendo quedado mudo Zacarías, no podía decirlo a su mujer; pero, ella supo por inspiración profética lo que no le dijo su marido.
“Juan es su nombre”, escribió el padre, queriendo decir: No nos
toca a nosotros imponer un nombre al que Dios ha nombrado ya; tiene su nombre,
el cual nosotros hemos aprendido, no elegido. Algunos Santos han tenido el
privilegio de recibir de Dios mismo el nombre. Así, Jacob fue llamado Israel,
porque vio a Dios. Así, nuestro Señor mismo recibió antes de nacer el nombre de
Jesús, que su Padre, y no el Ángel, le impuso. Como ves, los Ángeles no hablan
en nombre propio; transmiten lo que se les ha dicho. Si, pues, Isabel pronuncia
con tanta seguridad un nombre que su oreja no oyó, no te asombres por ello, ya
que el Espíritu Santo, que había enviado al Ángel, se lo sugirió.
(Extraído de Oficio Divino, Alfonso Gubianas, Tomo II)
Introito. Ps. 17, 19-20. – El Señor se ha constituido mi Protector; y me
ha colocado en un lugar espacioso; me ha salvado, porque me quiso bien. – Salmo. 17, 2-3. Os amaré, Señor, fortaleza mía. El
Señor es mi defensa, mi refugio y mi libertador. Gloria
Oración.
Haced, Señor, que siempre temamos
y amemos vuestro santo Nombre; porque
vuestra Providencia jamás abandona a los que fundáis en la solidez de vuestro
amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola. 1 Juan. 3, 13-18.
Queridos hermanos: No os
sorprenda que el mundo os odie. Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida:
lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama, permanece en la muerte.
El que odia a su hermano, es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en
si vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por
nosotros. También., nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos. Pero
si uno tiene de qué vivir y viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus
entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de
palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
Gradual. Sal. 119, l-2.-
Llamé al Señor en la aflicción, y
Él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua
traidora.
Aleluya,
aleluya. Sal.7,2.- Señor Dios mío, en
ti he confiado: sálvame de mis perseguidores, y líbrame. Aleluya.
Evangelio. Lucas 14 26-24.
En aquel tiempo: dijo Jesús a los
fariseos esta parábola: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha
gente; a la hora del banquete mandó a su criado para que avisara a los
convidados: Venid, ya está preparado. Y empezaron a excusarse uno tras otro. El
primero le dijo: He comprado un campo Y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por
favor’. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas.
Dispénsame, por favor. Otro dijo: Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo
ir. Volvió el criado y se lo contó a su amo. Entonces el dueño de la casa,
indignado, dijo a su criado: Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y
tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos. Y dijo el
criado: Señor, se ha hecho lo que mandaste y todavía queda sitio. Y el amo dijo
al criado: Sal por los caminos v senderos, e insísteles hasta que entren, y se
me llene la casa. Porque os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi
banquete.
Ofertorio. Ps, 6, 5.
Señor, volveos a mí, y librad mi
alma; salvadme por vuestra gran misericordia.
Secreta.
Purifíquenos, Señor, la ofrenda
que os hemos ofrecido; y háganos adelantar en obras dignas del Cielo. Por
nuestro Señor Jesucristo…
Comunión. Ps.12,6.
Cantaré al Señor, que tantos
bienes me ha dado; cantaré al Nombre del Altísimo Señor.
Poscomunión.
Recibidos vuestros dones, os
rogamos. Señor, que frecuentando estos haga más segura nuestra salvación: .Por
N. S. ]. C
TEXTOS DE LA SANTA MISA EN LATIN
II
Classis
Introitus:
Ps. xvii. 19-20
Factus est Dóminus protéctor meus, et edúxit me in
latitúdinem: salvum me fecit, quóniam vóluit me. [Ps.
ibid., 2-3] Díligam te, Dómine, virtus mea: Dóminus
firmaméntum meum et refúgium meum, et liberátor meus. [v.] Glória Patri. Factus est.
Oratio:
Sancti nóminis tui, Dómine, timórem páriter et amórem fac
nos habére perpétuum: quia nunquam tua gubernatióne destítuis, quos in
soliditáte tuæ dilectiónis instítuis. Per Dóminum.
1
Joann. III: 13-18
Léctio Epístolæ
beáti Joánnis Apóstoli.
Caríssimi: Nolíte mirári, si odit vos mundus. Nos scimus
quóniam transláti sumus de morte ad vitam, quóniam dilígimus fratres. Qui non
díligit, manet in morte: omnis qui odit fratrem suum, homicída est. Et scitis
quóniam omnis homicída non habet vitam ætérnam in semetípso manéntem. In hoc
cognóvimus caritátem Dei, quóniam ille ánimam suam pro nobis pósuit: et nos
debémus pro frátribus ánimas pónere. Qui habúerit substántiam hujus mundi, et
víderit fratrem suum necessitátem habére et cláuserit víscera sua ab eo:
quómodo cáritas Dei manet in eo? Filíoli mei, non diligámus verbo, neque
lingua, sed ópere, et veritáte.
Graduale
Ps. cxix. 1-2
Ad Dóminum, cum tribulárer, clamávi, et exaudívit
me. [v.] Dómine, líbera ánimam
meam a lábiis iníquis, et a lingua dolósa.
Allelúja, allelúja. [Ps.
vii: 2] Dómine Deus meus, in te sperávi: salvum me fac ex ómnibus
persequéntibus me, et líbera me. Allelúja.
Luc.
xiv: 16-24
Sequéntia
sancti Evangélii secúndum Lucam.
In illo témpore: Dixit Jesus Pharisǽis parábolam hanc:
«Homo quidam fecit cœnam magnam, et vocávit multos. Et misit servum suum hora
cœnæ dícere invitátis ut venírent, quia jam paráta sunt ómnia. Et cœpérunt
simul omnes excusáre. Primus dixit ei: “Villam emi, et necésse hábeo exíre, et
vidére illam: rogo te, habe me excusátum.” Et alter dixit: “Juga boum emi
quinque, et eo probáre illa: rogo te, habe me excusátum.” Et álius dixit:
“Uxórem duxi, et ídeo non possum veníre.” Et revérsus servus nuntiávit hæc dómino
suo. Tunc irátus paterfamílias, dixit servo suo: “Exi cito in platéas, et vicos
civitátis: et páuperes, ac débiles, et cæcos, et claudos íntroduc huc.” Et ait
servus: “Dómine, factum est ut imperásti, et adhuc locus est.” Et ait dóminus
servo: “Exi in vias et sepes: et compélle intráre, ut impleátur domus mea. Dico
autem vobis, quod nemo virórum illórum, qui vocáti sunt, gustábit cœnam meam.”»
Offertorium:
Ps. vi: 5.
Dómine, convértere, et éripe ánimam meam: salvum me fac
propter misericórdiam tuam.
Secreta:
Oblátio nos, Dómine, tuo nómini dicánda puríficet: et de
die in diem ad cæléstis vitæ tránsferat actiónem. Per Dóminum.
Communio:
Ps. xii: 6
Cantábo Dómino, qui bona tríbuit mihi: et psallam nómini
Dómini altíssimi.
Postcommunio:
Sumptis munéribus sacris, quǽsumus, Dómine: ut cum
frequentatióne mystérii, crescat nostræ salútis efféctus. Per Dominum.
SERMON
Homilía de San Gregorio, Papa.
Homilia
36 sobre los Evangelios.
Entre las delicias corporales y
las espirituales hay, por lo común, amadísimos hermanos, esta diferencia: que
las corporales, antes de gozarlas, despiertan un ardiente deseo; mas después de
gustarlas ávidamente no tardan, por su misma saciedad, en causar hastío. Las
espirituales, por el contrario, causan hastío mientras no se han gustado; mas
después de gozarlas se despierta el apetito de las mismas; y son tanto mas
apetecidas por el que las prueba, cuanto mayor es el apetito con que las gusta.
En aquellas, el deseo agrada, mas la posesión desagrada; estas, en cambio,
apenas se desean, mas su posesión es sumamente agradable. En aquellas, el apetito
engendra la saciedad y la saciedad produce el hastío; pero en estas, el apetito
engendra también la saciedad, mas la saciedad produce apetito.
Las delicias espirituales al
saciar el alma fomentan su apetito, porque cuanto mas se percibe el sabor de
una cosa, tanto mejor se la conoce, por lo cual se la ama con mayor avidez; por
esto, cuando no se han experimentado no pueden amarse porque se desconoce su
sabor. ¿Quien, en efecto, puede amar lo que no conoce? He ahí por que dice el
Salmista: “Gustad y ved cuan suave es el Señor”. Como si dijera abiertamente:
No conoceréis su suavidad si no la gustáis; pero tocad con el paladar de
vuestro corazón el alimento de vida, para que, experimentando su suavidad, seáis
capaces de amarle. El hombre perdió estas delicias cuando peco en el Paraíso;
salio de el cuando cerro su boca al alimento de eterna suavidad.
De aquí proviene que, habiendo nacido
en las penas de este destierro, lleguemos aquí abajo a tal hastío, que ya no
sabemos lo que debemos desear. Esta enfermedad del hastío se aumenta tanto mas
en nosotros cuanto mas el alma se aleja de este alimento lleno de suavidad. Llega
hasta el punto de perder todo apetito por esas delicias interiores, a causa
precisamente de haberse mantenido alejada de ellas, y haber perdido de mucho
tiempo atrás el habito de gustarlas. Es, pues, nuestro hastío el que hace que
nos debilitemos; es esa funesta y prolongada inanición la que nos agota. Y, por
cuanto no queremos gustar interiormente la suavidad que se nos ofrece, preferimos, insensatos, el hambre a
que nos condenan las cosas externas.
(Oficio Divino, Alfonso Gubianas, Tomo II, páginas 235 y siguientes).
Estas palabras nos recuerdan
todas las miserias de la vida, el menosprecio con que hemos de mirar las cosas
creadas y perecederas, el deseo con que debemos esperar la salida de este mundo
para encaminarnos a nuestra verdadera patria, ya que esta tierra no lo es.
Consolémonos, sin embargo, del
destierro a que estamos sujetos; en él tenemos un Dios, un amigo, un consolador
y un Redentor, que puede endulzar nuestras penas, haciéndanos vislumbrar
grandes bienes, desde este valle de miserias; lo cual debe llevarnos a
exclamar, como la Esposa de los Cantares: «¿Habéis visto a mi amado? Y si lo
habéis visto, decidle que no hago más que penar» (Cant., V, 8.) ¿Hasta cuándo,
Señor, exclama el santo Rey Profeta en sus transportes de amor y arrobamiento,
hasta cuándo prolongaréis mi destierro lejos de Vos? (Ps. CXIX, 5.). Mas
dichosos que los santos del Antiguo Testamento, no solamente poseemos a Dios
por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se halla en todas
partes; sino que le tenemos con nosotros tal cual estuvo durante nueve meses en
el sello de María, tal cual estuvo en la cruz. Más afortunados aún que los
primeros cristianos, quienes hacían cincuenta o sesenta leguas de camino para
tener la dicha de verle, nosotros le poseemos en cada parroquia, cada parroquia
puede gozar a su gusto de tan dulce compañía. ¡Oh, pueblo feliz!.
¿Cuál es mi propósito?. Vedlo
aquí. Quiero mostraros la bondad de Dios en la institución del adorable
sacramento de la Eucaristía y los grandes provechos que de este sacramento
podemos sacar.
I.- Digo yo que lo que hace la
felicidad de un buen cristiano, hace la desgracia de un pecador. ¿Queréis de
ello una prueba? Vedla aquí. Para el pecador que no quiere salir del pecado, la
presencia de Dios se convierte en un suplicio: quisiera él borrar el
pensamiento de que Dios le está mirando y le juzgará, se oculta, huye de la luz
del sol, se hunde en las tinieblas, siente indecible horror por todo lo que
puede evocarle aquel pensamiento; un ministro de Dios le estorba, le causa
odio, huye de Él, cuando piensa que tiene un alma inmortal, que hay un Dios que
le recompensará o castigará durante toda la eternidad; conforme a sus obras; le
parece que tales pensamientos son otros tantos verdugos que le atormentan sin
cesar. ¡Ah!, ¡triste existencia la de un pecador que vive en pecado! ¡Es en
vano que te ocultes de la presencia de Dios, nunca podrás conseguirlo! «¿Adán,
Adan, donde estás?» «Señor, exclama, he pecado y temo vuestra presencia» (Gen.,
III, 9-10). Adán, temblando, corre a ocultarse, y es precisamente en el momento
en que creía no ser visto de Dios cuando se hizo oír su voz : «Adán en todas
partes me hallarás; has pecado, y Yo he sido testigo de tu crimen; mis ojos
estaban fijos en ti». «Caín, Caín, ¿dónde está tu hermano?». Al oír la Voz del
Señor, Caín quedó estupefacto. Pero Dios le persiguió con la espada en el
cinto: «Caín, la sangre de tu hermano clama venganza» (Gen., IV, 9-10). Cuan
cierto es que el pecador se halla en un continuado espanto y desesperación.
¿Qué hiciste, pecador? Dios te castigará. No, no, exclama, Dios no me ha visto,
«no hay Dios». ¡Ah!, desgraciado, Dios te ve y te castigará. De lo cual
concluyo que en vano el pecador querrá tranquilizarse, olvidar sus pecados,
huir de la presencia de Dios y procurarse todo cuanto su corazón pueda desear;
a pesar de todo esto, no dejará de ser un desdichado; en todas partes
arrastrará sus cadenas y su infierno. ¡ Ah !, ¡ triste existencia 1 No vayamos
más lejos; estos pensamientos son demasiados desesperanzadores; de ningún modo
nos conviene hoy_ este lenguaje; dejemos a esos pobres desgraciados en las
tinieblas, ya que en ellas quieren vivir; dejemos que se condenen, ya que no
quieren salvarse.
«Venid, hijos míos, decía el
santo Rey David, venid, pues tenga grandes cosas que anunciaros ; venid, y os
diré cuán bueno es el Señor para los que le aman. Tiene preparado para sus
hijos un alimento celestial que da frutos de vida. En todas partes hallaremos a
nuestro Dios; si vamos al cielo, allí estará; si pasamos el mar, le veremos a
nuestro lado. Si nos sumergimos en la profundidad caótica de las aguas, hasta
allí nos acompañará» (Ps. XXXIII; CXXXVIII. XXII.). Nuestro Dios no nos pierde
de vista, cual una madre que está vigilando al hijito que da los primeros
pasos. «Abraham, dice el Señor, anda en mi presencia y la hallarás en todas
partes.» «¡ Dios mío !, exclama Moisés, servíos mostrarme vuestra faz: con ella
tendré cuanto puedo desear» (Exod, XXIII, 13.). Cuán consolado queda un
cristiano, al pensar que Dios le ve, que es testigo de sus penalidades y de sus
combates, que tiene a Dios de su parte. Digámoslo mejor, ¡todo un Dios le
estrecha dulcemente contra su seno! ¡Pueblo cristiano! ¡Cuán dichoso eres al
gozar de tantos favores que no se conceden a los demás pueblos! Razón tenía al
decirnos, que si la presencia de Dios es una tiranía para el pecador, es en
cambio una delicia infinita; un cielo anticipado para el buen cristiano.
Hermoso y consolador es lo que
os acabo de decir, más aún no es todo, es poca cosa todavía, me atrevo a decir,
en comparación del amor que Jesucristo nos manifiesta en el adorable sacramento
de la Eucaristía. Si me dirigiese a gente incrédula o impía, que se atreve a
dudar de la presencia de Jesucristo en este adorable sacramento, comenzaría por
aportar pruebas tan claras y convincentes, que morirían de pena por haber
dudado un misterio apoyado en argumentos tan fuertes v persuasivos. Les diría
yo: si es verdad la existencia de Jesucristo, también es verdad este misterio,
ya que Aquél, después de haber tomado un fragmento de pan en presencia de sus
apóstoles, les dijo: «Ved aquí pan; pues bien, voy a transformarlo en mi
Cuerpo; ved aquí vino, el cual voy a transformar en mi sangre; este cuerpo es
verdaderamente el mismo que será crucificado, y esta sangre es la misma que
será derramada en remisión de los pecados ; y cuantas veces pronunciéis estas
palabras, dijo además a sus apóstoles, obraréis el mismo milagro; esta potestad
la comunicaréis unos a otros hasta el fin de los siglos»(Matth., XXVI ; Luc.,
XXII.). Mas ahora dejemos a un lado estas pruebas; tales razonamientos son
inútiles para unos cristianos que tantas veces han gustado las dulzuras que
Dios les comunica en el sacramento del amor.
Dice San Bernardo que hay tres
misterios en los cuales no puede pensar sin que su corazón desfallezca de amor
y de dolor, El primero es el de la Encarnación, el segundo es el de la muerte y
pasión de Jesús, y el tercero es el del adorable sacramento de la Eucaristía.
Al hablarnos el Espíritu Santo del misterio de la encarnación, se expresa en
términos que nos muestra la imposibilidad de comprender hasta dónde llega el
amor de Dios a los hombres, pues dice: «Así amó Dios al mundo», como si nos
dijese: dejo a vuestra mente, deja a vuestra imaginación la libertad de formar
sobre ello las ideas que os plazca; aunque tuvieseis toda la ciencia dé las
profetas, todas las luces de los doctores y todos los conocimientos de los
ángeles, os sería imposible comprender el amor que Jesucristo ha sentido por
vosotros en estos misterios. Cuando nos habla San Pablo de los misterios de la Pasión
de Jesucristo, ved cómo se expresa : «Con todo y ser Dios infinito en
misericordia y en gracia, parece haberse agotado por amor nuestro. Estábamos
muertos y nos dió la vida. Estábamos destinados a ser infelices por toda una
eternidad, y con su bondad y misericordia ha cambiado nuestra suerte» (Eph.,
II, 4-6.). Finalmente, al hablarnos, San Juan, de la caridad que Jesucristo
mostró con nosotros al instituir el adorable sacramento de la Eucaristía, nos
dice «que nos amó hasta el fin» (Joan., XIII, 1.) es decir, que amó al hombre,
durante toda su vida, con un amor sin igual. Mejor dicho, nos amó cuanto pudo.
¡Oh, amor, cuan grande y cuán poco conocido eres!
Y pues, amiga mío, ¿no
amaremos a un Dios que durante toda la eternidad ha suspirado por nuestro bien?
¡Un Dios que tanto lloró nuestros pecados, y que murió para borrarlos! Un Dios
que quiso dejar a los ángeles del cielo, donde es amado con amor tan perfecto y
puro, para bajar a este mundo, sabiendo muy bien que aquí sería despreciado. De
antemano sabía las profanaciones que iba a sufrir en este sacramento de amor.
No se le ocultaba que unos le recibirían sin contrición; otros sin deseo de
corregirse; ¡ay!, otros tal vez, con el crimen en su corazón, dándole con ello
nueva muerte. Pero nada de esto pudo detener su amor. ¡Dichoso pueblo
cristiano! … «Ciudad de Sión, regocíjate, prorrumpe en la más franca alegría,
exclama el Señor por la boca de Isaías, ya que tu Dios mora en tu recinto»
(Is.,XII,6.). Lo que el profeta Isaías decía a su pueblo, puedo yo decíroslo
con más exactitud. ¡Cristianos, regocijaos!, vuestro Dios va a comparecer entre
vosotros. Este dulce Salvador va a visitar vuestras plazas, vuestras calles,
vuestras moradas; en todas partes derramará las más abundantes bendiciones.
¡Moradas felices aquellas delante de las cuales va a pasar! ¡Oh, felices
caminas los que vais a estremeceros bajo tan santos y sagrados pasos! ¿Quién
nos impedirá decir, al volver a discurrir por la misma vía : Por aquí ha pasado
mi Dios, por esta senda ha seguido cuando derramaba sus saludables bendiciones
en esta parroquia?
¡Qué día tan consolador para
nosotros!. Si nos es dado gozar de algún consuela en este mundo, ¿ no será, por
ventura, en este momento feliz? Olvidemos, a ser posible, todas nuestras
miserias. Esta tierra extranjera va a convertirse en la imagen de la celestial
Jerusalén; las alegrías y fiestas del cielo, van a bajar a la tierra. «Péguese
la lengua a mi paladar, si es capaz de olvidar estos grandes beneficios» (Ps.
CYXXVI, 6.). ¿Que el cielo prive a mis ojos de la luz, si ellos han de fijar
sus miradas en las cosas terrenas?
Si consideramos las obras de
Dios: el cielo v la tierra, el orden admirable que reina en el vasto universo,
ellas nos anuncian un poder infinito que lo ha creado todo, una sabiduría
infinita que todo lo gobierna, tina bondad suprema y providente que cuida de
todo con la misma facilidad que si estuviese ocupada en un solo ser: tantos
prodigios han de llenarnos forzosamente de sorpresa, espanto y admiración. Mas;
fijándonos en el adorable sacramento de la Eucaristía, podemos decir que en él
está el gran prodigio del amor de Dios con nosotros; en él es donde su
omnipotencia, su gracia y su bondad brillan de la manera más extraordinaria.
Con toda verdad podemos decir que éste es el pan bajado del cielo, el pan de
los ángeles, que recibimos coma alimento de nuestras almas. Es el pan de los
fuertes que nos consuela y suaviza nuestras penas. Es éste realmente «el pan de
los caminantes»; mejor dicho, es la llave qué nos franquea las puertas del
cielo. «Quien me reciba, dice el Salvador, alcanzará la vida eterna: el que me
coma no morirá. Aquel, dice el Salvador, que acuda a este sagrado banquete,
hará nacer en él una fuente que manará hasta la vida eterna» (Ioan., VI, 54.55;
IV, 14.).
Mas, para conocer mejor las
excelencias de este don, debemos examinar hasta qué punto Jesucristo ha llevado
su amor a nosotros en este sacramento. No era bastante que el Hijo de Dios se
hiciese hombre por nosotros; para dejar satisfecho su amor, era preciso ofrecerse
a cada uno en particular. Ved cuánto nos ama. En la misma hora en que sus
indignos hijos activaban los preparativos para darle muerte, su amor le llevaba
a obrar un milagro cuyo objeto es permanecer entre ellos. ¿Se ha visto, podrá
verse amor más generoso ni mas liberal que el que nos manifiesta en el
Sacramento de su amor? ¿No habremos de afirmar, con el Concilio de Trento, que
en dicho Sacramento es donde la liberalidad v generosidad divinas han agotado
todas sus riquezas? (Ses., XIII, cap. II.). ¿Nos será dado hallar sobre la
tierra, y hasta en el cielo, algo que con este misterio pueda ser comparado?
¿Se ha visto jamás que la ternura de un padre, la liberalidad de un rey para
sus súbditos, llegase hasta donde ha llegado la que muestra Jesucristo en el
Sacramento de nuestros altares? Vemos que los padres, en su testamento, dejan
las riquezas a sus hijos; mas en el testamento del Divino Redentor, no son
bienes temporales, puesto que ya los tenemos…, sino su Cuerpo adorable y su
Sangre preciosa lo que nos da. ¡Oh, dicha del cristiano, cuán poco apreciada
eres¡. No, Jesús no podía llevar su amor más allá que dándose a Sí mismo;
ya que, al recibirlo, le recibimos con todas sus riquezas. ¿No es esto una
verdadera prodigalidad de un Dios para con sus criaturas?. Si Dios nos hubiese
dejado en libertad de pedirle cuanto quisiéramos, ¿nos habríamos atrevido a
llevar hasta tal punto nuestras esperanzas? Por otra parte, el mismo Dios, con
ser Dios, ¿podía hallar alga más precioso para darnos?, nos dice San Agustín.
Pera, ¿sabéis aún cuál fué el motivo que movió a Jesucristo a permanecer día y
noche en nuestras templos? Pues fué para que, cuantas veces quisiéramos verle,
nos fuese dado hallarle. ¡Cuán grande eres, ternura de un padre!. ¡Qué cosa
puede haber más consoladora para, un cristiano, que sentir que adora a un Dios
presente en cuerpo y alma! «Señor, exclama el Profeta Rey, ¡un día pasado junta
a Vos es preferible a mil empleados en las reuniones del mundo»! (Pes.,
LXXXIII, 11.). ¿Qué es, en efecto, lo que hace tan santas y respetables
nuestras iglesias?, ¿no es, por ventura, la presencia real de Nuestro Señor
Jesucristo? ¡Ah!, ¡pueblo feliz, el cristiano!
II.- Pero, me preguntaréis,
¿qué deberemos hacer para testimoniar a Jesucristo nuestro respeto y nuestra
gratitud? Vedlo aquí :
1.° Deberemos comparecer
siempre ante su presencia con el mayor respeto, y seguirle con alegría
verdaderamente celestial, representándonos interiormente aquella gran procesión
que tendrá lugar después del juicio final. Para quedar penetrados del más
profundo respecto, bastará recordar nuestra condición de pecadores,
considerando cuán indignos somos de seguir a un Dios tan santo y tan puro,
Padre bondadoso al que tantas veces hemos despreciado y ultrajado, y que con
todo nos ama aún y se complace en darnos a entender que está dispuesto a
perdonarnos nuevamente. ¿Qué es lo que hace Jesucristo cuando le llevamos en
procesión? Vedlo aquí. Viene a ser como un buen rey en medio de sus súbditos,
como un padre bondadoso rodeado de sus hijos, como un buen pastor visitando sus
rebaños. ¿En qué debemos pensar cuando marchamos en pos de nuestro Dios? Mirad.
Hemos de seguirle con la misma devoción y adhesión que los primeros fieles
cuando moraba aquí en la tierra prodigando el bien a todo el mundo. Sí, si
acertamos a acompañarle con viva fe, tendremos la seguridad de alcanzar cuanto
le pidamos.
Leemos en el Evangelio que un
día, en el camino por donde pasaba el Señor, había dos ciegos, los cuales se
pusieron a dar voces diciendo: «¡Jesús, hijo de David, ten piedad de nosotros!»
Al verlos el Divino Maestro, movióse a compasión, y les preguntó qué querían.
«Señor, le respondieron, haced que veamos.» «Pues ved», les dijo el Salvador
(Matth., XX, 30-34.). Un gran pecador llamado Zaqueo, deseando verle pasar, se
encaramó a un árbol; pero Jesucristo, que había venido para salvar a los
pecadores, le dijo: «Zaqueo, baja del árbol pues quiero alojarme en tu casa»,
¡En tu casa!, lo cual es como si le dijese: Zaqueo, desde hace mucho tiempo, la
puerta de tu corazón está cerrada por el orgullo y las injusticias; ábreme hoy,
pues vengo para otorgarte el perdón. Al momento, bajó Zaqueo, humillóse
profundamente ante su, Dios, reparó todas sus injusticia no deseando ya por
herencia otra cosa que la pobreza y el sufrimiento (Luc., XIX, 1-10.). ¡Oh,
instante feliz, el cual le valió una eternidad de dicha! Otro día pasando el
Salvador por otra calle, seguíale una pobre mujer, afligida por espacio de.
doce años a causa de un flujo de sangre: Se decía ella : «Si tuviese la dicha
de tocar aunque sólo fuese el borde de sus vestiduras, estoy cierta que curaría
» (Matth., IX, 20-22.). Y corrió, llena de confianza, a arrojarse a los pies
del Salvador, y al momento quedó libre de su enfermedad. Si tuviésemos la misma
fe y la misma confianza, obtendríamos también las mismas gracias; puesto que es
el mismo Dios, el mismo Salvador y el mismo Padre, animado de la misma caridad.
«Venid. decía el Profeta, venid, salid de vuestros tabernáculos, mostraos a
vuestro pueblo que os desea y os ama.» ¡Ay!, ¡cuántos enfermos esperan la
curación! ¡Cuántos ciegos a quienes habría que devolver la vista! ¡Cuantos
cristianos, de los que van a seguir a Jesucristo, tienen sus almas cubiertas de
llagas! ¡Cuántos cristianos están en las tinieblas y no ven que corren
inminente peligro de precipitarse en el infierno! ¡Dios mío!, ¡curad a unos e
iluminad a otros! ¡Pobres almas, cuán desdichadas sois!
Nos refiere San Pablo que,
hallándose en Atenas, vió escrito en un altar: «Aquí reside el Dios
desconocido» (Ignoto Deo (Act. XVII, 23).). Pero, ¡ay!, podría deciros yo lo
contrario: vengo a anunciaros un Dios que vosotros conocéis como tal, y no
obstante no le adoráis, antes bien le despreciáis. Cuántos cristianos, en el
santo día del domingo, no saben cómo emplear el tiempo, y, con todo, no se
dignan dedicar ni tan sólo unos momentos a visitar a su Salvador que arde en
deseos de verlos juntos a sí, para decirles que los ama y que quiere colmarles
de favores. ¡Qué vergüenza para nosotros!… ¿Ocurre algún acontecimiento
extraordinario?, lo abandonáis todo y corréis a presenciarlo. Mas a Dios no
hacemos otra cosa que despreciarle, huyendo de su presencia; el tiempo empleado
en honrarle siempre nos parece largo, toda práctica religiosa nos parece durar
demasiado. ¡Cuán distintos eran los primeros cristianos!. Consideraban como las
más felices de su vida los días y noches empleados en las iglesias cantando las
alabanzas del Señor o llorando sus pecados; mas hoy, por desgracia; no ocurre
lo mismo. Los cristianos de hoy, huyen de Él y le abandonan, y hasta algunos le
desprecian; la mayor parte nos presentamos en las iglesias, lugar tan sagrado,
sin reverencia sin amor de Dios, hasta sin saber para qué vamos allí. Unos
tienen ocupado su corazón y su mente en mil cosas terrenas o tal vez
criminales; otros están allí can disgusta y fastidio; otros hay que apenas si
doblan la rodilla en las momentos en que un Dios derrama su sangre preciosa
para perdonar sus pecados; finalmente, otros, aun no se ha retirado el
sacerdote del altar, ya están fuera del templo. Dios mío, cuán poco os aman
vuestras hijos, mejor dicho, cuanto os desprecian. En efecto, ¿cuál es el
espíritu de ligereza y disipación que dejéis de. mostrar en la iglesia? Unos
duermen, otros hablan, y casi ninguno hay que se ocupe en lo que allí debería
ocuparse.
2.° Digo que habiendo sido los
hombres criados por Dios y enriquecidos sin cesar por su mano con los más
abundantes favores, debemos todos testificarle nuestra agradecimiento, y a la
vez afligirnos por haberle ultrajado. Nuestra conducta debe ser la de un amigo
que se entristece por las desgracias que a su amigo sobrevienen: a esto se
llama mostrar una amistad sincera. Sin embargo, por favores que haya podido
prestar un amigo, nunca hará lo que Dios ha hecho por nosotros. – Pero, me
diréis, ¿quiénes deben, al parecer de usted, sentir un amor más intenso y más
ardiente a la vista de los ultrajes que Jesucristo recibe de los malos
cristianos? – Es indudable que todos han de afligirse por los desprecios de que
es objeto, todos han de procurar desagraviarle; mas entre los cristianos hay
algunos que están obligados a ello de un modo especial, y san los que tienen la
dicha de pertenecer a la cofradía del Santísimo Sacramento. He dicho: «Que
tienen la dicha». ¿Habrá otra mayor que la de ser escogidas para desagraviar a
Jesucristo de los ultrajes que recibe en el Sacramento de su amor? No os quepa
duda; vosotros, como cofrades, estáis obligados a llevar una vida mucho más
perfecta que el común de los cristianos. Vuestros pecados son mucho más
sensibles a Dios Nuestro Señor. No es bastante can llevar un cirio en la mano,
para dar a entender que somos cantados entre los escogidos de Dios; es preciso
que nuestro comportamiento nos singularice, como el cirio nos distingue de los
que no lo llevan. ¿Por qué llevamos esos cirios que brillan, si no es para
indican que nuestra vida debe ser un modelo de virtud, para mostrar que
consideramos como una gloria el ser hijos de Dios y que estamos prestos a dar
la vida por defender los intereses de Aquel a quien nos hemos consagrado
perpetuamente? Sí, esforzarse en adornar las iglesias y los altares es dar,
ciertamente, señales exteriores muy buenas y laudables; pero no hay, bastante.
Los bethsamitas, cuando el arca del Señor pasó por su tierra, dieron muestras
del mayor celo y diligencia; en cuanto la divisaron, salió el pueblo en masa
para precederla; todos se ocuparon diligentemente en preparar la leña para
ofrecer los sacrificios. Sin embargo, cincuenta mil hubieron de morir, por no
haber guardado bastante respeto (1 Reg., VI.). ¡Cuánto ha de hacernos temblar
este ejemplo! ¿Que objetos guardaba aquella arca?. Un poco de maná, las tablas
de la Ley; y porque los que a ella se acercan no están bien penetrados de su
presencia, el Señor los hiere de muerte. Pero, decidme, ¿quiénes de los que
reflexionen tan sólo por un momento sobre la presencia de Jesucristo, no
quedarán sobrecogidos de temor? ¡Cuántos desgraciados forman parte del cortejo
del Salvador, con un corazón lleno de culpas! ¡Ah, infeliz!, en vano doblarás
la rodilla, mientras un Dios se yergue para bendecir a su pueblo; sus
penetrantes miradas no dejarán por eso de ver los horrores que cobija tu
corazón. Mas, si nuestra alma está pura, entonces podremos figurarnos que vamos
en pos de Jesucristo como en pos de un gran rey, que sale de la capital de su
reino para recibir los homenajes de sus súbditos y colmarlos de favores.
Leemos en el Evangelio que
aquellos dos discípulos que iban a Emmaús andaban en compañía del Salvador sin
conocerle; y cuando le hubieron reconocido, desapareció. Enajenados por su
dicha, decíanse el uno al otro: «Cómo se explica que no le hayamos reconocido,
¿Acaso nuestros corazones no se sentían inflamados de amor cuando nos hablaba
explicándonos las Escrituras?» (Luc., XXIV, 13-32.) . Mil veces más dichosos
que aquellas discípulos somos nosotros, va que ellos iban en compañía de
Jesucristo sin conocerle, mas nosotros sabemos que quien marcha en nuestra
compañía presidiéndonos, es nuestro Dios y Salvador, el cual va a hablar al
fondo de nuestro corazón, en donde infundirá una infinidad de buenos
pensamientos y santas inspiraciones. «Hijo mío, te dirá, ¿por qué no quieres
amarme? ¿Por qué no dejas ese maldito pecado que levanta una muralla de
separación entre ambos? ¡Ah!, hijo mío, aquí tienes el perdón, ¿quieres
arrepentirte?» Pero ¿qué le responde el pecador? «No, no, Señor, prefiero vivir
bajo la tiranía del demonio y ser reprobado, a imploraros perdón.»
Mas, me dirá alguno, nosotros
no decimos esto al Señor. – Pero ya replica que se lo, decís repetidamente, o
sea, cada vez que Dios os inspira el pensamiento de convertiros. ¡Ah,
desgraciado! día vendrá en que pedirás lo que hoy rehúsas, y entonces tal vez
no te será concedido. Es muy cierto, que si tuviésemos la dicha de que Dios se
nos hiciese visible, como ha acontecido a muchos santos, ya en la figura de un
niño en el pesebre, ya traspasado por los clavos en la cruz, sentiríamos hacia
Él mayor respeta y amor; pera esto no lo merecemos, y si nos aconteciese un
caso semejante nos creeríamos ya santos, lo cual sería un motivo de orgullo.
Mas, aunque Dios no nos otorgue esta gracia, no deja por ello de estar
presente, y presto a concedernos cuanto le pidamos.
Refiérese en la historia que,
dudando un sacerdote de esta verdad, después de haber pronunciado las palabras
de la consagración: «¿Cómo es posible, decía entre sí, que las palabras de un
hombre abren tan gran milagro?» Mas Jesucristo, para echarle en cara su poca
fe, hizo que la santa Hostia sudase sangre en abundancia, hasta el punto que
fué preciso recoger ésta con una cuchara (Las maravillas divinas en la Santa
Eucaristía, por el P. Rossignoli, S. J., CXIII. maravilla.). Y el mismo autor
nos refiere también que un día se pegó fuego a una capilla, y ardió toda la construcción
hasta quedar destruída; mas la santa Hostia quedó suspendida en el aire sin
apoyarse en ninguna parte. Habiendo acudido un sacerdote para recibirla en un
vaso, vino en seguida ella misma a posarse allí…( Es el milagro de las
sagradas Hostias de Faverney; en la diócesis de Besançon, ocurrido el día 26 de
mayo de 1608. Cfr. Monseñor de Segur, en La Francia al Pie del Santísimo
Sacramento, XV.).
Si amásemos a Dios, sería para
nosotros una gran alegría, una gran dicha el venir todas los domingos al templo
a emplear algunos momentos en adorarle y pedirle perdón de los pecados;
miraríamos aquellos instantes como los más deliciosos de nuestra vida. ¡Cuán
consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás
dominado por la tristeza?, ven un momento a echarte a sus plantas, y quedarás
consolado. ¿Eres despreciado del mundo?, ven aquí, y hallarás un amigo
que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado?, aquí es donde vas a
hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo. ¿Temes el
juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar?, aprovéchate del tiempo
en que tu Dios es Dios de misericordia y en que tan fácil es conseguir el
perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza?, ven aquí, donde hallarás a un Dios
inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos, no en este
inundo sino en el otro: Allí es donde te preparo riquezas infinitas; anda,
desprecia esos bienes perecederos y en cambio obtendrás otros que nunca te
habrán de faltar. ¿Queremos comenzar a gozar de la felicidad de los santos ?,
acudamos aquí y saborearemos tan venturosas primicias.
¡Cuán dulce es gozar de los
castos abrazos del Salvador! ¿No habéis experimentado jamás una tal delicia? Si
hubieseis disfrutado de semejante placer, no sabríais aveniros a veros privados
de él. No nos admire, pues, que tantas almas santas hayan pasado toda su vida,
día y noche, en la casa de Dios, no sabiendo apartarse de su presencia.
Leemos en la historia que un
santo sacerdote hallaba tal delicia y consuelo en el recinto de los templos,
que hasta se acostaba sobre las gradas del altar, para que, al despertarse, le
cupiese la dicha de hallarse junto a su Dios; y Dios, para recompensarle,
permitió que ni muriese al pie del altar. Mirad a San Luis: durante sus viajes,
en vez de pasar la noche en la cama, la pasaba al pie de los altares, junto a la
dulce presencia del Salvador. ¿Por qué, pues, sentimos nosotros tanta
indiferencia y fastidio al venir aquí? Es que nunca hemos disfrutado de tan
deliciosos momentos?
¿Qué debemos sacar de todo
esto?, vedlo aquí. Hemos de tener como uno de los instantes más felices de
nuestra vida aquel en que nos es dado estar en compañía de tan buen amigo.
Formemos en su cortejo con santo temor; como pecadores, pidámosle, con dolor y
lágrimas en las ojos, perdón de nuestros pecados, y podemos estar ciertos de
que lo alcanzaremos… Si nos hemos reconciliado, imploremos el don precioso de
la perseverancia. Digámosle formalmente que preferimos mil veces morir antes
que volver a ofenderle. Mientras no améis a vuestro Dios, jamás vais a quedar
satisfechos: todo os agobiará, todo os fastidiará; mas, en cuanto le améis,
comenzaréis una vida dichosa; y en ella podréis esperar tranquilamente la
muerte! … ¡Aquella muerte feliz, que nos juntará a nuestro Dios!… ¡Ah,
dulce felicidad!, ¿cuándo llegarás?… ¡Cuán largo es el tiempo de espera!,
¡ven!, ¡tú nos procurarás el mayor de todos los bienes, o sea la posesión del
mismo Dios!….