Sermón del III Domingo de Adviento

San Juan Bautista, el Precursor

DE LA SINCERIDAD CRISTIANA

En la ribera oriental del Jordán, cerca de Betania, el Precursor administraba el Bautismo de Penitencia y predicaba, en voz alta, el advenimiento del reino mesiánico. Tenía el Bautista una dicción y el aspecto de un gran profeta, y como sea que éste era esperado por el pueblo hebreo, su aparición le atrajo una multitud extraordinaria.

En seguida comenzó a decirse, por aquellos contornos y aún por Jerusalén, que el Bautista era el Mesías prometido o, a lo menos, un gran profeta, y este rumor adquirió las vastas proporciones de las cosas extraordinarias al ser transmitidas y propaladas por la gente vulgar.

Cabalmente en Jerusalén, esstaba el Tribunal supremo de los judíos, el Sanedrín, de la incumbencia del cual eran los asuntos que afectaban el dogma y a la práctica exterior del culto. Ante el éxito del Bautista, la inquietud del Sanedrín se acentuaba por momentos, hasta que, haciéndose insoportable, se tomó el acuerdo de enviarlos cuales eran como los teólogos de la nación. Unos y otros pertenecían a la secta de los fariseos, duramente fustigada por el Salvador, porque eran egoístas, vanidosos; personificación del abominable vicio de la hipocresía. Por esta causa, la embajada del Sanedrín tenía un carácter marcadamente hostil.

Al llegar los emisarios al lugar donde estaba el Bautista, le preguntaron, en nombre del Tribunal de Jerusalén: ¿Quién eres tú? ¿Con qué autoridad instituyes este rito? ¿Cuál  es la naturaleza de tu misión? El Precursor se dio claramente cuenta del sentido de la pregunta, y respondió con sinceridad y firmeza: Yo no soy el Cristo. ¿Eres tal vez Elías, el que volverá a la tierra, cuando venga el Mesías? No, no soy Elías. ¿Eres tú el profeta, es decir, Jeremías o bien aquel gran profeta y legislador, semejante a Moisés y prometido por él, cuando dejó de ser caudillo del pueblo hebreo? El Bautista responde: No. ¿Quién eres, pues, para qué demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo? ¿Cuál es la naturaleza o la dignidad de la misión que te atribuyes? Y Juan, que podía confundirles diciendo que era el Precursor de Cristo y el más grande de todos los hombres de la antigua Ley, les manifestó tan solo la más pequeña de sus prerrogativas: Yo soy, les dijo, la voz que clama en el desierto. Preparad los caminos del Señor según dijo el profeta Isaías. Realmente, aquel rostro demacrado, aquel cuerpo lacerado por la mortificación y la penitencia, aquel hombre inflamado por el celo de la gloria de Dios, no parecía otra cosa que una voz que clamaba en el desierto. Los delegados del Sanedrín, preocupados por la inutilidad de su mensaje, no se dieron cuenta de la aplicación que el Bautista se hacía a sí mismo del profeta Elías; por esto como desconcertados, le dijeron: ¿Cómo es, pues, que tú no siendo Cristo, ni Elías, ni el profeta, estableces un rito nuevo que será propio de Cristo? El bautismo les respondió, mostrándoles claramente que era legítima la ceremonia bautismal. Yo bautizo con agua, que es rito figurativo y promisorio, pero en medio de vosotros está Aquel que instituirá el bautismo de gracia, el que verdaderamente lavará el alma de toda mancha de pecado. Éste está ya entre nosotros, más vosotros no le conocéis.

La fuerza de las palabras del Precursor hubo de abatir el orgullo de los enviados del Sanedrín, que no supieron qué contestarle. El Bautista predicaba, no sólo con la palabra, sino con el ejemplo, la necesidad de la mortificación y de la penitencia; les manifiesta que sólo un corazón contrito podía ser digno de las misericordias del Señor. Y, al decir esto, se dirigía especialmente a los orgullosos fariseos, que creían innecesaria la penitencia y juzgaban que les bastaba ser hijos de Abrahán y llevar, con la circuncisión, una señal externa de su penitencia ante el pueblo de Dios. ¡Qué abominables son los fariseos a los ojos del Bautista y, especialmente a los ojos de Dios, que es el escrutador de los corazones de los hombres!

CONOZCAMOS QUÉ SOMOS NOSOTROS Y QUIÉN ES JESÚS.

La ciencia más grande (formulada cabalmente por los enviados del Sanedrín) es la de sabernos conocer a nosotros mismos; está en saber decir sinceramente lo que somos y lo que valemos. La humildad cristiana es siempre sincera y fiel. Sería muy útil que el cristiano se hiciese con frecuencia esta pregunta: “¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu vida? ¿Qué dicen de ti tus palabras y tus obras?”. No escuches, pues, a tu amor propio, tan hábil en engañarte y en seducirte; no escuches a los hombres, a los cuales engañas y que te engañan; escucha solamente la voz de tu conciencia, que es un testimonio infalible puesto por Dios en el interior de nuestros corazones. Ella te dirá que eres algo grande si eres la voz de Dios, si eres un apóstol, un cristiano práctico; pero te dirá que eres una cosa muy vil si consideras lo que realmente eres sin la gracia de Dios.

Por otra parte, es muy triste cosa que se nos puedan también aplicar las palabras del Bautista: En medio de vosotros está Aquel a quien vosotros no conocéis. Jesús está, de verdad, en medio de nosotros, por sus beneficios infinitos, por su gracia inefable, sobre todo, en la Sagrada Eucaristía, donde se han querido quedar hasta la consumación de los siglos. ¿Tan grande es nuestra necesidad que esté en nosotros preesente y al mismo tiempo sea por nosotros desconocido?

P. Ginebra,  El Evangelio de los domingos y fiestas, Editorial, Balmes, Barcelona, 1961, página 17 y siguiente.

III Domingo de Adviento

San Juan Bautista

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Filipenses 4, 4-6; Salmo 84, 2

GOZAOS siempre en el Señor; otra vez digo, gozaos. Vuestra modestia sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. No tengáis solicitud de cosa alguna; mas en toda circunstancia, por la oración, manifestad vuestras peticiones a Dios. V/. Bendijiste, Señor, a tu tierra; apartaste la cautividad de Jacob. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén.

COLECTA

TE ROGAMOS, Señor, apliques tu oído a nuestras súplicas, e ilumines las tinieblas de nuestra inteligencia con la gracia de tu visita. Que vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Epsíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA Filipenses 4, 4-7

LECTURA DE LA CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES.

Hermanos: Gozaos siempre en el Señor; otra vez digo, gozaos. Vuestra modestia sea manifiesta a todos los hombres. El Señor está cerca. No andéis solícitos de cosa  alguna; mas en toda circunstancia por la oración y ruegos, con hacinamiento de gracias, manifestad vuestras peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo pensamiento, guarde vuestros corazones e inteligencias, en .nuestro Señor Jesucristo.

GRADUAL Salmo 79, 2-3

TÚ, SEÑOR, que estás sentado sobre los Querubines, excita tu poder, y ven. V/. Tú, que gobiernas a Israel, atiende; tú, que guías a José como a una ovejuela.

ALELUYA Salmo 79, 3

ALELUYA, ALELUYA. V/. Despierta, Señor, tu poder, y ven para que nos salves. Aleluya.

EVANGELIO Juan 1, 19-28

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

En aquel tiempo, los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan para que le preguntaran: «¿Tú quién eres?».  Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».  Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».  Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».  Entre los enviados había fariseos  y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».  Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».  Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 84, 2-3

BENDIJISTE, Señor, a tu tierra; pusiste fin a la cautividad de Jacob; perdonaste la maldad de tu pueblo.

SECRETA

QUE SIN CESAR, Señor, os sea ofrecido el sacrificio de nuestra religión, a fin de que produzca el efecto para el que fue instituido y obre maravillosamente en nosotros tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

COMUNIÓN Isaías 35, 4

Decid a los pusilánimes: Animaos, y no temáis; mirad que viene nuestro Dios, y nos salvará.

POSCOMUNIÓN

IMPLORAMOS, Señor, tu clemencia para que estos divinos auxilios, al purificarnos de los pecados nos dispongan para las fiestas venideras.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Dominica Tertia Adventus

II Clasis

Statio ad S. Petrum

Introitus: ad Philippénses iv: 4-7

Gaudéte in Dómino semper: iterum dico, gaudéte. Modestia vestra nota sit omnibus hominibus: Dóminus enim prope est. Nihil solliciti sitis: sed in omni oratione petitiones vestræ innotescant apud Deum. [Ps.lxxxiv: 2] Benedixisti, Dómine, terram tuam: avertisti captivitátem Jacob. Glória Patri…. Gaudéte….

Oratio:

Aurem tuam, quæsumus, Dómine, précibus nostris accómmoda: et mentis nostræ ténebras, gratia tuæ visitatiónes illústra: Qui vivis.

Ad Philippénses iv: 4-7

 Léctio Epistolæ beáti Paul Apóstoli ad Philippénses:


Fratres: Gaudete in Dómino semper: iterum dico, gaudete. Modestia vestra nota sit omnibus hominibus: Dóminus prope est. Nihil solliciti sitis: sed in omni oratione, et obsecratione, cum gratiarum actione, petitiones vestræ innotescant apud Deum. Et pax Dei, quæ exsuperat omnem sensum, custodiat corda vestra et intellegentias vestras, in Christo Iesu Dómino nostro.

Graduale Ps. lxxix: 2, 3, et 2

Qui sedes, Dómine, super Chérubim, éxcita poténtiam tuam et veni. Qui regis Isræl, inténde: qui dedúcis, velut oven, Joseph. Allelúia, allelúia. Excita, Dómine, poténtiam tuam et veni, ut salvos fácias nos. Allelúia

Secúndum Joánnem: i: 19-28.

    +    Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.


In illo témpore: Misérunt Judæi ab Jerosólymis sacerdótes et Levitas ad Joánnem, ut interrogarent eum: Tu quis es? Et confessus est, et non negavit: et confessus est: quia non sum ego Christus. Et interrogavérunt eum: Quid ergo? Elias es tu? Et dicit: Non sum. Propheta es tu? Et respondit: Non. Dixerunt ergo ei: Quis es, ut responsum demus his, qui miserunt nos. Quid dicis de te ipso. Ait: Ego vox clamantis in deserto: Dirigite viam Domini, sicut dixit Isaias propheta. Et qui missi fuerant erant ex Pharisæis. Et interrogaverunt eum, et dixerunt ei: Quid ergo baptizas, si tu non es Christus, neque Elias, neque Propheta? Respondit eis Iohannes, dicens: Ego baptizo in aqua: medius autem vestrum stetit, quem vos non scitis. Ipse est, qui post me venturus est, qui ante me factus est, cuius ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calciamenti. Hæc in Bethania facta sunt trans Iordanen, ubi erat Joannes baptizans.

Credo.

Offertorium: Ps. lxxxiv: 2

Benedixisti, Dómine, terram tuam: avertisti captivitátem Jacob: remisisti iniquitatem plebis tuæ.

Secreta:

Devotiónis nostræ tibi, quæsumsu, Dómine, hostia júgiter immolétur: quæ et sacri péragat institúta mystérii, et salutáre tuum in nobis mirabiliter operétur. Per Dóminum.

Communio: Isias xxxv: 4

Dicite: Pusillánimes confortámini, et nolite timére: ecce Deus noster véniet, et salvábit nos.

Postcommunio:

Implorámus, Dómine, cleméntiam tuam: ut hæc divina subsídia, a vitiis expiátos, ad festa ventúra nos præparent. Per Dóminum.  

Sermón del día de la Inmaculada Concepción

Inmaculada Concepción, Patrona de España

LLENA DE GRACIA

Nazaret era un pueblo insignificante de Galilea, perteneciente a la tribu de Zabulón y situado en las últimas vertientes de las montañas que descienden del Líbano.

Grupo de casas sin estilo, es Nazaret un pueblo de aspecto rústico y pobre. Sus viviendas, adosadas a la montaña constan de dos partes: una, en forma de gruta, excavada o natura, y otra, exterior, formada de piedras y troncos de árboles. La casa de la Virgen se encontraba al sur, y no debía ser diferente de las otras. La parte exterior fue, según la tradición, trasladada a Loreto. En Nazaret, en la gruta que formaba la parte interior, hay actualmente dos columnas, la una llamada del ángel y la otra llamada de la Virgen, las cuales señalaban el lugar que respectivamente ocupaban en la escena de la Anunciación.

María, según la tradición, había sido llevada al Templo a los tres años, y allí había vivido, en el departamento destinado a las que estaban consagradas al servicio del Santuario. A los catorce años, muertos ya sus padres Joaquín y Ana, salió del Templo, y por consejo de los sacerdotes de Jerusalén, se desposó con José, varón justo, de la regia estirpe de David, destinado por Dios a ser su esposo, su guardián y protector, paa vivir con él casta y santamente.

Los judíos consideraban el celibato como un oprobio y equivalía a una renuncia implícita a la excelsa dignidad, que había de tener una de las hijas de Sión, de ser madre del Mesías. Por este motivo, fue dada por esposa al virtuoso José.

Mientras prometían a María con José, tenía Zacarías la visión de arcángel Gabriel, el cual le anunciaba que tendría un hijo y le ordenaba que le pusiese el nombre de Juan. Este había de ser el precursor de Jesus, el grande, delante del Señor, y lleno del Espíritu Santo, desde el seno de su madre.

Pasados seis meses desde esta visión de Zacarías y de la concepción de Juan en el vientre de Isabel, tuvo lugar otra visión de más trascendental alcance: el mismo arcángel Gabriel anunciaba a María, en su morada de Nazaret, la concepción más maravillosa; la del Hijo de Dios en su seno virginal. Más Dios “que siempre respeta la libertad humana, a pesar de emplearla para sus designios, quiso, escribe Dehant, que María cooperase a esta gran obra de la Encarnación y que la salvación de los hombres estuviese ligada a este consentimiento, de suerte que María, como otra Eva, decidiese la suerte del linaje humano”.

María se encontraba en oración. ¿Qué pediría a Dios? Sin duda, repetía, con los profetas de Israel, que las nubes lloviesen el Justo, que la tierra se abrieses y germinase el Salvador.

“Ave” Dios te salve, le dijo el ángel. Esta palabra latina responde a la fórmula de salutación de los griegos: “Jaire” alégrate, la cual, a su vez, era interpretación fiel del saludo empleado por los hebreos: La paz sea contigo. Salutación inefable, dada por el ángel, de parte de Dios. Porque la paz del alma, del espíritu, sólo es verdadera cuando es Dios quien nos la da.

La maravilla va en aumento y el ángel comienza a enumerar los títulos de grandeza: Llena de gracia. El señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres.

María era ya entonces toda graciosa a los ojos del Señor; estaba llena de gracia, no de una gracia simplemente actual, sino habitual, esto es ratificante; y no sólo de una gracia especial, para el cumplimiento de una misión extraordinaria, sino de todas las gracias, en su plenitud. Mas esta plenitud no le impedirá aumentarla constantemente, mediante los actos de las más heroicas virtudes. El aroma de éstas, purísimo como el incienso, se elevará cada día más hacia el cielo, hasta el día de su gloriosa Asunción.

El Señor es contigo. El señor está con ella, porque habita en su corazón. Él es quien inspira todos sus buenos pensamientos y promueve todos sus afectos. La Santísima Trinidad deposita en ella los mejores tesoros de naturaleza y gracia, para que pueda el Padre adoptarla por hija, el Hijo tomarla por madre y el Espíritu Santo escogerla por esposa. Ella será templo y sagrario de la Santísima Trinidad.

Bendita tú eres entre todas las mujeres. A Raquel le fue dada hermosura; a Rebeca, la gentileza; a Judit, el valor; a Ester, el valimiento; a Abigail, la prudencia. Pero a María se le dan todas las gracias, y ésta llena de bendiciones, porque, concebida sin mácula de pecado, es escogida madre de Aquel en quien son bendecidas todas las generaciones de la tierra.

LA EXCELSITUD DE MARÍA

La plenitud de la gracia, dada a conocer por el ángel, nos dice que entre las puras creaturas, no puede haber santidad superior a la de María. Después de Dios, del Verbo encarnado, no existe santidad comparable con la de María.

Aunque la Inmaculada Concepción de María no fue dogma de fe hasta la proclamación, como tal hecha por Pío IX, esto no quiere decir que no fueses una creencia tan antigua como el cristianismo. Por encima de las discusiones de escuela, siempre persistió, entre los cristianos, la convicción de que María, por haber sido escogida por Madre del Verbo, había sido concebida sin pecado original.

La historia del humano linaje está comprendida entre dos abismos: el de la caída original y el de la Redención. Todos pecamos en Adán y todos hemos sido redimidos por Jesucristo. Una sola excepción ha habido, en la transmisión de la culpa original; una sola creatura ha sido concebida sin esta culpa. Esta creatura excepcional, única en la historia de la humanidad, es la Virgen Purísima, destinada a ser madre del Redentor.

Las prerrogativas de María tiene por fundamento la divina maternidad, y la corona más gloriosa de estas prerrogativas es su Concepción Inmaculada.

Del libro del Padre Ginebra, El Evangelio de los Domingos y Fiestas, Ed. Balmes, páginas 272 y siguientes.

8 de diciembre: Inmaculada Concepción

Inmaculada Concepción

TEXTO DE LA MISA EN ESPAÑOL

Introito.-  Isaías 61,10; Salmo 29,2-

Mucho me gozaré en el Señor, y se regocijará mi alma en mi Dios, porque me ha revestido con vestidura de salud y me ha cubierto con manto de justicia, como esposa con sus joyeles. Salmo. Te ensalzaré, Señor, porque me has amparado, y no has permitido triunfen mis enemigos sobre mí. V. Gloria al Padre.

Colecta.- 

Oh Dios, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, has preparado digna morada a tu hijo; te suplicamos que, así como por la muerte prevista de este tu hijo la has preservado de toda mancha, nos concedas también, por la intercesión de María, llegar puros hasta ti. Por el mismo Señor nuestro. 

(Se hace conmemoración del Adviento)

Epístola. Proverbios 8. 22 -35- 

El Señor me ha creado, primicias de sus caminos, que antes de todas sus obras. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Aún no existían los océanos, y yo estaba ya concebida; aún no había brotado las fuentes, no estaban asentados los montes, antes de los collados, había yo nacido; aún no había hecho la tierra, ni los campos, ni la materia del polvo de la tierra. Cuando él preparaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, cuando sujetó las nubes en lo alto, y afianzó las fuentes del abismo, cuando fijó sus límites al mar para que las aguas no traspasaran sus orillas; cuando trazó los cimientos de la tierra, junto a él me hallaba yo artífice, y era cada día sus delicias jugueteando en su globo terrestre y deleitándose en los hijos de los hombres. Ahora, pues, hijos, oídme: Dichosos los que siguen mis caminos. Oíd mis instrucciones, y sed cuerdos, y no las desechéis. Dichoso el hombre que me oye y vela diariamente a mis puertas, guardando sus postigos. Quien me halla, ha hallado la vida, y alcanza el favor del Señor.

Gradual. Judit, 13,23; 15,10.  

Bendita tú, Virgen María, ante el Dios Altísimo, sobre todas las mujeres de la tierra. V. Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú la honra de nuestro pueblo.

Aleluya, aleluya. Cantar de los Cantares 4, 7. V.- Toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha original. Aleluya.

Evangelio. Lucas 1, 26-28  

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

CREDO.

Ofertorio. Lucas 1, 28.-  

Dios te salve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú entre todas las mujeres, aleluya.

Secreta.- 

Recibe, Señor, la hostia de salvación que te ofrecemos en la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, y haz que,  así como la proclamamos limpia de toda mancha, por haberla tú prevenido con tu gracia, así, su intercesión nos libre de toda culpa. Por nuestro Señor Jesucristo.

(Se hace conmemoración del Adviento)

Prefacio de la Santísima Virgen.- 

Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso  y eterno: Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada siempre Virgen María: porque ella concibió a tu Único hijo, por obra del Espíritu Santo, y  sin perder la gloria de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo nuestro Señor. Por El los Ángeles y los Arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus  voces cantando humildemente tu alabanza: Santo.

Comunión.

Se ha proclamado tu gloria María, porque grandes cosas ha hecho en ti el poderoso.

Poscomunión.-

Los sacramentos que hemos recibido, Señor Dios nuestro, reparen en nosotros las heridas de aquella culpa de la que por favor singular preservaste a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Por nuestro Señor Jesucristo.

(Se hace conmemoración del Adviento)

TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN

In Conceptióne Immaculáta Beatæ Maríæ Vírginis

I Classis

Introitus: Isai: lxi: 10

Gaudens gaudébo in Dómino, et exsultábit ánima mea in Deo meo: quia índuit me vestiméntis salútis: et induménto justítiæ circúmdedit me, quasi sponsam ornátam monílibus suis. [Ps. xxix: 2]. Exaltábo te, Dómine, quóniam suscepísti me: nec delectásti inimícos meos super me. Glória Patri. Gaudens gaudébo.

Collect:

Deus, qui per immaculátam Vírginis Conceptiónem dignum Fílio tuo habitáculum præparásti: quǽsumus; ut, qui ex morte ejúsdem Fílii tui prævísa, eam ab omni labe preservásti, nos quoque mundos ejus intercessióne ad te perveníre concédas. Per Dóminum.

2. fit Commeratio Feriæ

Prov. viii: 22-35

Léctio libri Sapiéntiæ.


Dóminus possédit me in inítio viárum suárum, ántequam quidquam fáceret a princípio. Ab ætérno ordináta sum, et ex antíquis, ántequam terra fíeret. Nondum erant abyssi, et ego jam concépta eram: necdum fontes aquárum erúperant: necdum montes gravi mole constíterant: ante colles ego parturiébar: adhuc terram non fécerat, et flúmina, et cárdines orbis terræ. Quando præparábat cælos, áderam: quando certa lege et gyro vallábat abyssos: quando áethera firmábat sursum et librábat fontes aquárum: quando circúmdabat mari términum suum, et legem ponébat aquis, ne transírent fines suos: quando appendébat fundaménta terræ. Cum eo eram cuncta compónens: et delectábar per síngulos dies, ludens coram eo omni témpore: ludens in orbe terrárum: et delíciæ meæ esse cum fíliis hóminum. Nunc ergo, fílii, audíte me: Beáti, qui custódiunt vias meas. Audíte disciplínam, et estóte sapiéntes, et nolíte abjícere eam. Beátus homo, qui audit me, et qui vígilat ad fores meas quotídie, et obsérvat ad postes óstii mei. Qui me invénerit, invéniet vitam, et háuriet salútem a Dómino.

Graduale Judith xiii: 23

Benedícta es tu, Virgo María, a Dómino Deo excélso, præ ómnibus muliéribus super terram.  [ibid.: xv:10]. Tu glória Jerúsalem, tu lætítia Israël, tu honorificéntia pópuli nostri.
Allelúja, allelúja.  [Cant. iv: 7]..Tota pulchra es María: et macula originális non est in te. Allelúja.

Post Septuagesima: Tractus Ps. lxxxvi: 1-2

Fundaménta ejus in móntibus sanctis: díligit Dóminus portas Sion super ómnia tabernácula Jacob.  [Ibid.: 3] Gloriósa dicta sunt de te, cívitas Dei.  [Ibid.: 5] Homo natus est in ea, et ipse fundávit eam Altíssimus.

Tempore autem Paschali:

Allelúja, allelúja. Tu glória Jerúsalem, tu lætítia Israël, tu honorificéntia pópuli nostri. Allelúja.  [Cant. iv: 7]..Tota pulchra es María: et macula originális non est in te. Allelúja.

Luc. i: 26-38

    +     Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam.

 
In illo témpore: missus est angelus Gábriel a Deo in civitátem Galilǽæ, cui nomen Názareth, ad virginem desponsátam viro cui nomen erat Joseph, de domo David, et nomen Vírginis María. Et ingréssus Angelus ad eam, dixit: «Ave, grátia plena: Dóminus tecum: benedícta tu in muliéribus.»

Credo.

Offertorium: Luc. i: 28

Ave María, grátia plena: Dóminus tecum: benedícta tu in muliéribus, allelúia.

Secreta:

Salutárem hóstiam, quam in solemnitáte immaculátæ Conceptiónis beátæ Vírginis Maríæ tibi, Dómine, offférimus, súscipe et præsta: ut, sicut illam tua grátia præveniénte ab omni labe immúnem profitémur; ita ejus intercessióne a culpis ómnibus liberémur. Per Dóminum.

2. fit Commeratio Feriæ

Communio: Ps. l: 21

Gloriósa dicta sunt de te María: quia fecit tibi magna qui potens est.

Postcommunio:

Sacraménta, quæ súmpsimus, Dómine Deus noster, illíus in nobis culpæ vúlnera réparent; a qua immaculátum beátæ Maríæ Conceptiónem singuláriter præservásti:. Per Dominum. 

 2. fit Commeratio Feriæ

Sermón I Domingo de Adviento

Segunda Venida del Señor

LA ESPERANZA EN LA HORA DE LA MUERTE

La tarde del Martes Santo, Jesús, al salir del Templo, bajo al torrente de Cedrón y subió al monte de los Olivos, para pasar allí la noche en oración. Su vida pública llegaba a su término. Por espacio de tres años, había obrado en presencia de su pueblo toda clase de prodigios y había mostrado claramente, con la palabra y el ejemplo, su mesianismo y, últimamente, también su divinidad. Todo había sido inútil; los suyos lo le habían reconocido. Por esto, las últimas palabras del Salvador, en el Pórtico del Templo, habían sido una reprensión durisima para todo el pueblo judío, el cual quedaría anonadado y sería suplantado, en su vocación, por los gentiles.

Desde el valle de Cedrón, el Templo ofrecía un aspecto imponente, sobre todo cuando sus gigantescas sobras se proyectaban extensamente hacía las profundidades de aquel lugar. Era un espectáculo maravillo el del Templo de Jerusalén. Quien no ha visto el Templo de Herodes, decían los rabinos, no ha visto cosa alguna magnifica. Sus moles colosales se elevaban por los aires; las murallas eran de mármol blanco, verde o matizado, y sus piedras estaban ajustadas de forma que semejaban las olas del mar. Una gran parte del edificio estaba recubierta de oro, y, cuando el sol daba sobre ella, hubiérase dicho que era un incendio. Los discípulos de Jesús lo contemplaron unos instantes y rompiendo aquel penoso silencio, dijeron: “Mira, Maestro, que construcciones tan grandes, que bloques más enormes, y que arquitectura tan esplédida. ¡Qué majestad y qué opulencia!

Respóndeles Jesús: “¿Admiráis estas soberbias construcciones? ¿Pensáis en su solidez y en su gloria? En verdad, en verdad os digo que no quedará de ello piedra sobre piedra que no sea desmenuzada. ¡Será inaudito el castigo que caerá sobre este pueblo incrédulo y deicida!”. Tan dolorosa predicción llenó de espanto a los discípulos, los cuales prosiguieron silenciosos su camino en pos de Jesús. Pero, al llegar a la cima del monte, el divino Maestro se detuvo y se sentó de cara al Templo. Estaban profundamente preocupados por lo que había dicho Jesús. He aquí porque Pedro, Santiago y Juan se le acercaron y le preguntaron tímidamente cuándo tendrían  lugar aquellas cosas y cuáles serían las señales de su venida y las del último fin del mundo.

¡Qué estado de ánimo el suyo! En cuanto a las señales del fin de los siglos, les dijo que serían pavorosas, en el cielo y en la tierra: el sol se obscurecerá, la luna no enviará su resplandor y parecerá que las estrellas caen del cielo. Habrá grandes señales de terror en el firmamento: todo el sistema planetario se conmoverá; las fuerzas del cielo, es decir, las leyes fundamentales de la gravitación, que mantienen a los astros en sus órbitas, cesarán. Y no sólo habrá conmoción y desequilibrio en los cielos, sino también la tierra, pues en ella habrá gran consternación de las naciones por los desordenados bramidos del mar y de sus olas, las cuales avanzarán  imponentes y con gran estrépito, y amenazarán con anegarlo todo. Los hombres, sobre cogidos de espanto, y temblando, por las cosas que han de sobrevenir, veran al Hijo del hombre, bajando sobre las nubes, con poder y majestad. Habrá llegado la hora suprema del Juicio Final.

Al decir esto, Jesús vio el efecto de terror que sus palabras habían causados en el ánimo de sus discípulos, sumergidos en las más graves preocupaciones. Y se sintió movido a compasión por ellos, y, cambiando de tema, les dijo: “Vosotros, cuando comiencen estas cosas, levantad vuestra frente y levantad los ojos al cielo, porque habrá llegado la hora de vuestra redención”. Únicamente los que no hayan amado, servido, ni temido, serán los que quedarán aterrados por los males que sobrevendrán. Vosotros, mis fieles amigos, mis compañeros inseparables en las horas de la tribulación, cuando comiencen a realizarse todas estas cosas, en lugar de quedar despavoridos, levantad los ojos al cielo, y abrid vuestro corazón a la esperanza. Pensad en que la llagado el término de vuestros sufrimientos y la hora de vuestra redención.

UN CONSUELO PARA NOSOTROS

Las palabras de Jesús van también dirigidas a nosotros, ante la proximidad o inminencia de la muerte. Cuando sintamos todas las señales y los dolores, que precederán a la destrucción de nuestra máquina viviente., que anunciará la separación del alma y el cuerpo, si hemos sido seguidores de Cristo, no temamos; levantemos nuestras cabezas y miremos al cielo con confianza; estamos cerca del fin de todos nuestros males, Jesús, nuestro padre y nuestro amigo, vendrá y nos juzgará amorosamente y con misericordia, y nos colocará a su derecha, con los que a pesar de sus caídas y miserias, pecados y flaquezas, habrán creído en Él y le habrán amado y servicio con fidelidad y constancia. La venida de este Juez soberano, tan temida por los malos, será, para los justos, un motivo de consuelo y de purisima satisfacción. Conviene, empero, que vivamos de tal manera, que no tengamos en aquella hora, el más leve motivo de temor.

El tiempo de Adviento, que ahora comienza, es una preparación llena de esperanza en la venida de Jesús, que se acerca: por Navidad, para acompañarnos; en la hora de la muerte, para juzgarnos y salvarnos; el día del Juicio, para llenarnos de honor y gloria ante todas las generaciones. Oremos y hagamos penitencia, llenos de esperanza en su amorosa venida. Alegrémonos de poder practicar las penitencias generales, a que nos obligan los preceptos de la Iglesia.

Padre Ginebra, El Evangelio de los domingos y fiestas, Ed. Balmes,  página 7 y siguientes.

I Domingo de Adviento

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Salmo 24, 1-4

A TI, SEÑOR, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; pues cuantos en ti esperan, no quedarán confundidos. V/. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén

No se dice el Gloria

COLECTA

DESPIERTA, Señor, tu potencia y ven; para que con tu protección merezcamos ser libres de los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu gracia. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. R/. Amén.

EPÍSTOLA Romanos 13, 11-14

Hermanos: Hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo.

GRADUAL Salmo 24, 3-4

Cuantos en ti esperan no quedarán confundidos, Señor. V/. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas.

ALELUYA Salmo 84, 8 

Aleluya. Aleluya, aleluya. V/. Muéstranos, Señor, tu miseri­cordia y danos tu Salvador

EVANGELIO Lucas 21, 25-33

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 24, 1-3 

A TI LEVANTO mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mi mis enemigos; pues ninguno de los que en ti esperan, quedará confundido.

SECRETA

QUE ESTOS sagrados misterios, a nosotros, purificados por poderosa virtud, nos hagan llegar más puros, Señor, a ti, que eres su principio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

PREFACIO DE ADVIENTO

VERDADERAMENTE es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios, por Jesucristo nuestro Señor; él es, Dios misericordioso y fiel, el Salvador que habías prometido al género humano perdido por  el pecado, para que la Verdad instruyese a los ignorantes, la Santidad justificara a los impíos, la Fortaleza ayudase a los débiles. Mientras está cerca aquel a quién tú nos envías, -ya  viene-, y el día de nuestra liberación ya brilla, llenos de confianza en tus promesas, nos llenamos de piadosos gozos.Y por eso, con los Ánge-les y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, entonamos a tu gloria un himno, diciendo sin cesar:

COMUNIÓN Salmo 84, 13

EL Señor nos colmará de su benignidad, y nuestra tierra dará su fruto.

POSCOMUNIÓN

RECIBAMOS, Señor, tu misericordia en medio de tu templo, para que preparemos con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN

INTROITO

AD TE LEVÁVI ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam neque inrídeant me inimíci mei: étenim univérsi qui te exspéctant, non confundéntur. V/. Vias tuas Dómine demónstra mihi: semitas tuas édoce me. V/. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculorum. Amen.

COLECTA

EXCITA, quæsumus, Dómine, poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum perículis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári: Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. R/. Amén.

EPISTOLA

LÉCTIO EPISTOLÆ BEÁTI PAULI APSTÓLI AD ROMANOS

Fratres: Sciéntes quia hora est jam nos de somno súrgere. Nunc enim própior est nostra salus quam cum credídimus. Nox præcéssit, dies autem appropinquávit. Abjiciámus ergo ópera tenebrárum, et induámur arma lucis. Sicut in die honéste ambulémus: non in comesatiónibus et ebrietátibus, non in cubílibus et inpudicítiis, non in contentióne et æmulatióne: sed induímini Dóminum Jesum Christum.

GRADUAL

UNIVÉRSI, qui te expéctant, non confundéntur, Dómine. V/. Vias tuas, Dómine, notas fac mihi: et sémitas tuas édoce me.

ALELUYA. SALMO 84, 4

Allelúia, allelúia. V/. Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam: et salutáre tuum da nobis. Allelúia

EVANGELIO

SEQUÉNTIA SANCTI EVANGÉLII SECÚNDUM LUCAM.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: Erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressúra gentium præ confusióne sónitus maris, et flúctuum: arescéntibus homínibus præ timóre et expectatióne quæ, supervénient univérso orbi: nam virtútes cælórum movebúntur. Et tunc vidébunt Fílium hóminis veniéntem in nube cum potestáte magna, et majestáte. His autem fieri incipiéntibus, respícite, et leváte cápita vestra: quóniam appropínquat redémptio vestra. Et dixit illis similitúdinem: Vidéte ficúlneam, et omnes ábores: cum prodúcunt jam ex se fructum, scitis quóiam prope est æstas. Ita et vos cum vidéritis haec fieri scitóte quóniam prope est regnum Dei. Amen dico vobis quia non præteríbit generátio hæc donec ómnia fiant. Cælum et terra transíbunt: verba autem mea non transíbunt.

OFERTORIO. SALMO 24, 1-3

AD TE DÓMINE levavi animam meam: Deus meus, in te confido, non erubéscam neque inrideant me inimici mei: étenim universi qui sustinent te non confundéntur.

SECRETA

HÆC SACRA nos, Dómine, poténti virtúte mundátos, ad suam fáciant purióres veníre princípium. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

PREFACIO DE ADVIENTO

VERE DIGNUM et iustum est, aequum et salutare, nos tibi  semper et ubique gratias agere: Domine, sancte Pater, omnipotens aeterne Deus: per Christum Dominum nostrum; Quem perdito hominum generi Salvatorem misericors et fidelis promisisti: cuius veritas instrueret inscios, sanctitas iustificaret impios, virtus adiuvaret infirmos. Dum ergo prope est ut veniat quem missurus es, et dies affulget liberationis nostrae, in hac promissionum tuarum fide, piis gaudiis exultamus.  Et ideo cum Angelis  et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus, cumque  omni militia caelestis exercitus, hymnum gloriae tuae canimus,  sine fine dicentes:

COMUNIÓN. SALMO 84, 13

DÓMINUS DABIT benignitátem: et terra nostra dabit fructum suum

POSTCOMUNIÓN

SUSCIPIÁMUS, Dómine, misericórdiam tuam in médio templi tui: ut reparatiónis nostræ ventúra solémnia congruis honóribus præcedámus.  Per Dóminum nostrum Iesum Christum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

Bula Unam Santam

Bonifacio VIII

BULA

UNAM SANTAM

DEL SUMO PONTÍFICE

BONIFACIO PP. VIII

Sobre la Unidad y Potestad de la Iglesia

(18 de noviembre de 1302)

   «Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares:

Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta. Unica es ella de su madre, la preferida de la que la dio a luz [Cant. 6,8].

Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo, Dios. En ella hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo [Ef. 4,5].

Una sola, en efecto, fue el arca de Noé en tiempo del diluvio, la cual prefiguraba a la única Iglesia, y, con el techo en pendiente de un codo de altura, llevaba un solo rector y gobernador, Noé, y fuera de ella leemos haber sido borrado cuanto existía sobre la tierra.

Mas a la Iglesia la veneramos también como única, pues dice el señor en el Profeta: Arranca de la espada, oh Dios, a mi alma y del poder de los canes a mi única [Sal. 21,21]. Oró, en efecto, juntamente por su alma, es decir, por sí mismo, que es la cabeza, y por su cuerpo, y a este cuerpo llamó su única Iglesia, por razón de la unidad del esposo, la fe, los sacramentos y la caridad de la Iglesia. Esta es aquella túnica del Señor, inconsútil [Jn. 19,23], que no fue rasgada, sino que se echó a suertes. La Iglesia, pues que es una y única, tiene un solo cuerpo, una sola cabeza, no dos, como un monstruo, es decir, Cristo y el vicario de Cristo, Pedro, y su sucesor, puesto que dice el señor al mismo Pedro: Apacienta a mis ovejas [Jn. 21,17]. Mis ovejas, dijo, y de modo general, no éstas o aquéllas en particular; por lo que se entiende que se las encomendó a todas. Si, pues, los griegos u otros dicen no haber sido encomendados a Pedro y a sus sucesores, menester es que confiesen no ser de la ovejas de Cristo, puesto que dice el Señor en Juan que hay un solo rebaño y un solo pastor [Jn. 10,16].

Por las palabras del Evangelio somos instruidos de que, en ésta y en su potestad, hay dos espadas: la espiritual y la temporal…Una y otra espada, pues, están en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquella por la Iglesia misma. Una por mano del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual… Que la potestad espiritual aventaje en dignidad y nobleza a cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más claridad, cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal… Porque, según atestigua la Verdad, la potestad espiritual tiene que instituir a la temporal, y juzgarla si no fuere buena… Luego si la potestad terrena se desvía, será juzgada por la potestad espiritual; si se desvía la espiritual menor, por su superior; mas si la suprema, por Dios solo, no por el hombre podrá ser juzgada. Pues atestigua el Apóstol: El hombre espiritual lo juzga todo, pero él por nadie es juzgado [I Cor. 2,15]. Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquel mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares etc. [Mt. 16,19]. Quienquiera, pues, resista a este poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios resiste [Rom. 13,2], a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no que «en los principios», sin en el principio creó Dios el cielo y la tierra [Gn. 1,1]. Ahora bien, declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura

Dado en Roma, junto a San Pedro, en el año de la Encarnación del señor 1302, año 8º de nuestro Pontificado  (18 de noviembre de 1302)

BONIFACIO PP VIII

Para descargar este archivo aqui:

Sermón del XXIV domingo después de Pentecostés

SIGNOS PRECURSORES DEL JUICIO

La muerte de Jesús estaba ya decretada y, dentro de dos días, el Jueves Santo, había de comenzar su Pasión dolorosa. La perversidad y el egoísmo del Sanedrin y de todos los partidos políticos de la nación teocrática habían degenerado en odio implacable contra la persona del Salvador. El pueblo judío, voluble e ingrato, era el vil instrumento de la ambición farisaica. El hijo del hombre sería, pues, tratado en Jerusalén más ignominiosamente que no lo habían sido los grandes profetas del Señor. Esto había de atraer sobre los judíos un castigo inaudito: la dispersión de aquel pueblo, la ruina y la desolación de la ciudad y del Templo.

Pero los horrores y la desolación de Jerusalén no son más que una imagen, una pálida figura de lo que sucediera en la consumación de los siglos, al fin del mundo. En aquellos días la confusión de las gentes será espantosa y sí peligro de perversión también tan grande, que, aun los escogidos, si fuese posible, serían inducidos a error. Muchos hablarán en nombre de Cristo y,  por obra de Satanás, obrarán maravillas y prodigios, que difícilmente se distinguirán de los verificados en nombre de Dios. “La venida del Anticristo será abundante en toda manifestación de poder, de signos, de falsos prodigios, y en toda seducción de iniquidad por aquellos que mueren”. Será cosa tan difícil distinguir la verdad de la mentira, que, si dicen que Cristo ha aparecido sobre la tierra, desconfiad. Cuando el verdadero Cristo haga su aparición, ésta será imponente. Se presentará simultáneamente a todos los hombres. El brillo de su aparición será fulgurante, como el de un relámpago que sale en el oriente y, en un instante, lo ilumina todo, hasta el occidente. Inmediatamente después de aquellos días de aflicción gravísima provocada por el Anticristo, el Sol astro del día, se obscurecerá: la Luna, satélite de la tierra, perderá su resplandor; las estrellas, hablando vulgarmente, caerán del cielo, y las fuerzas del firmamento, las que parecen sostener el edificio del universo, se conmoverán y aparecerá el signo del hijo del Hombre en el cielo. La señal de la Cruz, estandarte glorioso de Cristo glorificado, más resplandeciente que el sol, hará en los cielos, su aparición, y será un motivo de esperanza para los justos y de confusión para los pecadores. Jesucristo bajará sobre las nubes, resplandeciente de gloria y majestad, y los pueblos de la tierra, reconociéndose culpables, prorrumpirán en grandes gemidos, ante la proximidad del juicio. Todos los muertos, despertados por el sonido formidable de la trompeta, saldrán de sus sepulcros y reunidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del mundo, comparecerán ante el Tribunal del Jesucristo.

EL FIN DEL MUNDO PARA CADA UNO

El fin del mundo, para cada uno de nosotros, es la hora de la muerte. Entonces,, dice un autor, el sol se obscurecerá para nosotros, la tierra desaparecerá bajo nuestros pies y el mundo entero desaparecerá ante nuestros ojos. Será la hora del juicio particular, en el cual se dictará nuestra sentencia, que será ratificada el día del juicio universal. La hora de esta segunda venida de Jesucristo es de todos desconocida: solo sabemos que vendrá, cuando menos se le espere. Tendrá, empero,  sus signos precursores, los cuales, en el orden moral, parece ya presentarse en nuestros días. Jesús, sol de justicia, luz y vida del mundo, comienza a cubrirse de nubes, su nombre es blasfemado, su divinidad, negada, y abandonado su altar. La Iglesia, que refleja, y nos envía la luz del Sol, perseguida y blasfemada; las estrellas del cielo, los santos, los doctores de la Iglesia, los siervos de Cristo, tratados de ilusos, de fanáticos, de hipócritas. En la tierra, confusión de las naciones, de tal manera que los cristianos, antes reunidos en un solo rebaño, hoy están divididos en diferentes sectas; en la vida civil todo es confusión e indisciplina…. No obstante, que nos desaliente este horrible espectáculo, antes al contrario, que nos llene de un santo ardor Dios no abandonará a sus escogidos ni permitirá que sean probados más allá de lo que pueden resistir sus fuerzas. Abreviada esta tribulación, el mismo Dios vendrá para liberarnos.

            Padre Ginebra, El Evangelio de los domingos y Fiestas, Ed. Balmes, 1961, págs. 267 y siguientes.