Era el día 26 del mes de Nisán, a
mediados de abril del segundo año de la vida pública de Jesús cuando acaecieron
los hechos memorables de la elección de los apóstoles y del sermón de la
montaña.
Jesús, al ver aquellas multitudes
que se agrupaban en torno suyo, turbas numerosísimas venidas de toda la Judea,
de Jerusalén, de las riberas del mar, de Tiro y de Sidón que querían escucharle
y ver curadas sus enfermedades, llamó algunos circunstantes y les nombró
apóstoles o enviados. Esta elección probablemente tuvo lugar en la cima de la
única montaña que existe al oeste de Cafarnaúm. Después descendió un poco y se
detuvo. El número de los oyentes iba en aumento. Pocas veces se había visto
Jesús rodeado de tan grande muchedumbre. Por esta causa, creyó que había
llegado la hora de pronunciar aquel grandioso y admirable sermón que contiene y
resume todo el código legislativo de la Ley de la gracia. Por él sabemos cuáles son los deberes de los
ministros de Cristo, cuál la relación entre la Antigua y la Nueva Alianza; por
él nos enteramos de la pureza de intención que se requiere en todos los actos
de los súbditos de su reino, del valor que hemos de dar a las cosas de la tierra,
de las mutuas relaciones entre los ciudadanos del reino de Dios y de la
eficacia de la oración.
Este admirable discurso va
precedido de un no menos admirable exordio: las Bienaventuranzas, que resumen
las cualidades morales que han de poseer los seguidores de Cristo y que se leen
en el evangelio de la festividad de hoy dedicada a celebrar las glorias de
todos los bienaventurados.
Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de
los cielos. Jesús dice que el reino de los cielos es de los pobres de
espíritu son aquellos que no poseen
riquezas o los que, poseyéndolas, no tienen en ellas puesto su corazón. El
mundo dice lo contrario: Desgraciado el
pobre. Y así como de la bienaventuranza de Jesús nace la paz y la
tranquilidad, de la máxima del mundo nacen los odios, los rencores y las
envidias y todo linaje de crímenes.
Bienaventurados los mansos, los suaves los que no solo reprimen la
ira y toman venganza, sino que ni siquiera pretenden hacer prevalecer sus
derechos; los que callan y sufren. El mundo les llama cobardes y necios y,
Jesús crea un trato dulce y amistoso entre los hombres, de la máxima del mundo
provienen los homicidios y todos los crímenes, que inspiran la ira y la
venganza.
Bienaventurados los que lloran sus pecados, los males y los
escándalos del mundo y sufren resignadamente las contrariedades de la vida. El
mundo que no quiere sufrir, proclama felices a los que se divierten y ríen. Por
esto el hombre mundano, al sentirse sujeto al sufrimiento, inevitable a todo mortal,
llora, se queja, se revuelve, blasfema contra Dios y se hunde en el abismo de
la desesperación. Entretanto, los bienaventurados según Jesús, siempre viven
consolados y serán eternamente felices.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, es decir,
los que siempre aspiran a mayor perfección y santidad y aceptan todas las
mortificaciones y actos de abnegación que esto supone. El mundo, que siente un
verdadero horror a la perfección cristiana, dice a sus seguidores que se den a la buena vida,
entendiéndolo en el sentido más denigrante para la naturaleza humana. Los
seguidores de Jesús quedarán plenamente asociados, mientras que los mundanos no
verán satisfechos sus deseos ni en este mundo ni en el otro.
Bienaventurados los misericordiosos, dice Jesús, y les promete
misericordia. El mundo, duro de corazón, predica todo lo contrario: Primero
procura por ti, y los demás que padezcan. Juicio sin misericordia les aguarda a
los que no se compadecen de las desgracias del prójimo. En cambio, los bienaventurados
de Jesús serán juzgados misericordiosamente; serán medidos según la meda que
con sus hermanos emplearon.
Bienaventurados los limpios de corazón, dice Jesús, pues Dios, que
penetra los afectos y los pensamientos, no puede contentarse con solas las
apariencias. Por el contrario, al mundo no le interesa el interior de los
corazones; según el solo conviene guardar el exterior, y, así, el más hipócrita
es el más habilidoso y mejor visto. Poco importa que sea un sepulcro blanqueado
lleno de inmundicia. Para el mundo es un perfecto caballero. Los limpios de
corazón verán a Dios; pero, desgraciados aquellos a quienes el mundo alaba y
aplaude.
Bienaventurados los pacíficos, los que no solo tiene paz consigo
mismos, sino que viven en paz con los demás, llegando al extremo de soportar
los defectos del prójimo y las injurias, devolviendo bien por mal. El mundo
sostiene que las injurias no se pueden tolerar y llega a la horrible locura de
defender el prestigio del honor con la sangre del adversario. Homicidas, a los
menos en su corazón, no entrarán en el reino de los cielos, mientras que los
bienaventurados de Jesús, como hijos de Dios, poseerán la herencia celestial.
Bienaventurados lo que padecen persecución por la justicia, los que
padecen resignadamente burlas, desprecios y persecuciones, a causa de sus
creencias y practicas piadosas. El mundo odia a Cristo y persigue a sus
seguidores. Este odio es el más grave de los pecados. Es horrible el castigo
que aguarda a los que persiguen a los justos. En cambio bienaventurados serán
los que sean perseguidos por causa del nombre de Jesús.
EXAMINÉMONOS A LA LUZ DE LAS BIENAVENTURANZAS.
Al recorrer las bienaventuranzas,
lo primero que se echa de ver es una oposición irreductible, profunda y
esencial entre el mundo y Jesucristo. Toda la doctrina del mundo, su manera de
ser y de pensar, sus deseos y sus planes, sus goces y sus aspiraciones, todo
absolutamente es contrario al Evangelio y al espíritu de Jesús. Por esto
recomendó tantas veces a sus discípulos que no fuesen del mundo y les predijo
que el mundo les rechazaría y les perseguiría hasta la muerte.
Examinemos, pues, a la luz de las
bienaventuranzas y de los ejemplos de los santos, nuestra manera de vivir y el
espíritu que la informa y no dejemos pasar la fiesta de hoy sin escudriñar
nuestro interior, para ver si han entrado en nuestro corazón el espíritu del
mundo y sus perversas máximas, o bien, si, por dicha muestra, seguimos
practicando el espíritu de Jesús, de tal manera que seamos merecedores de las
bendiciones celestiales.
Dr. Pedro Ginebra, Pbro, El Evangelio de los domingos y fiestas, 1961, pág. 340.
Gocémonos todos en el Señor,
celebarndo esta fiesta en honor de todos los santos, de cuya solemnidad se
alegran los ángeles y aclaman al Hijo de Dios. Salmo.
Regocijaos, justos, en el Señor; a los rectos compete la alabanza. V/. Gloria al Padre.
Colecta.-
Omnipotente y
sempiterno Dios, que nos has dado celebrar en una misma solemnidad
los méritos de todos sus santos; te rogamos, por la intercesión multiplicada de
los mismos, nos concedas la anhelada abundancia de tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Epistola.-Apoc. 7, 2-12.
En aquellos días, yo, Juan, vi
subir del oriente a un ángel que llevaba el sello de Dios vivo, el cual púsose
a gritar con voz poderosa a los cuatro ángeles a quienes se les ha dado el
poder de hacer daño a la tierra y al mar, y les dijo: no hagáis mal a la
tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos puesto la señal en la
frente a los siervos de nuestro Dios. Y oí la enumeración de los que estaban
señalados: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de los hijos de
Israel. De la tribu de Judá estaban señalados doce mil; de la tribu de Rubén,
doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; de la tribu de Aser, doce mil; de la
tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; de la tribu de
Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce
mil; de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la
tribu de Benajamín, doce mil estaban señalados. Después de esto, vi aparecer
una muchedumbre innumerable, que nadie podía enumerar, de todas las naciones,
tribus, pueblos y lenguas, que permanecían ante el trono y ante el Cordero,
revestidos de blancas vestiduras y con palmas en las manos. Y exclamaban con
poderosa voz: Victoria a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al
Cordero. Y todos los ángeles permanecían en círculo alrededor del trono, de los
ancianos y de los cuatro animales y cayeron luego sobre sus rostros ante el
trono y se postraron ante Dios, diciendo: Amén, bendición, gloria y sabiduría y
acción de gracias; honor y poderío y fortaleza a nuestro Dios, por los siglos
de los siglos. Amén.
Gradual.-Salm 33, 10.11 .
Temed al Señor, todos vosotros
sus santos ; porque nada faltará a los que le temen. Los que buscan al Señor no
carecerán de bien alguno.
Aleluya,
aleluya.- Mat 11, 28. Venid a mí todos los que os encontráis fatigados
y agobiados; y yo os aliviaré. Aleluya.
Evangelio.-Mat 5, 1-12.
En aquel tiempo: Viendo Jesús a
las turbas, subióse a un monte y como se hubo sentado, se le acercaron sus
discípulos. Abriendo entonces su boca, les enseñaba diciendo: Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los manos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los
que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que hacen
obra de paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que
padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os ultrajen y os persgan y digan todo mal contra
vosotros por mi causa. Gozaos entonces y alborozaos, porque es grande vuestra
recompensa en los cielos.
Ofertorio.-Sab. 3, 1-3.
Las almas de los justos están en
las manos de Dios y nos les tocará el tormento alguno; a los ojos de los
insensatos pareció que morían, mas ellos descansen en paz, aleluya.
Secreta.
Te ofrecemos, Señor, los dones de
nuestra devoción: que ellos te sean gratos por el honor que rinden a todos los
santos y para nosotros se conviertan, por tu misericordia, en fuente de
salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Comunión.-Mt 5, 8-10.
Bienaventurados los limpios de
corazón porque ellos verán a Dios; bienaventurados los q hacen obra de paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios; bienaventurados los que padecen
persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Poscomunión.-
Te rogamos, Señor, concedas a los
pueblos que en ti creen la gracia de celebrar con alegría la fiesta de todos
los santos y contar con la perpetua protección de sus plegarias. Por nuestro
Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN
LATÍN
Die 1 Novembris
In Festo Ómnium Sanctórum
Introitus: Sedulius
Gaudeámus omnes in Dómino, diem festum celebrántes sub honóre
Sanctórum ómnium: de quorum solemnitáte gaudent Angeli, et colláudant Fílium
Dei. [Ps. xxxii: 1] Exsultáte, justi, in Dómino: rectos decet
collaudátio. v. Gloria Patri,
Oratio:
Omnípotens sempitérne Deus, qui nos ómnium sanctórum
tuórum mérita sub una tribuísti celebritáte venerári: quǽsumus, ut desiderátam
nobis tuæ propitiatiónis abundántiam, multiplicátis intercessóribus largiáris.
Per Dóminum.
Apoc. vii: 2-12
Léctio libri Apocalýpsis beáti
Joánnis Apóstoli:
In diébus illis: Ecce ego
Joánnes vidi álterum Angelum ascendéntem ab ortu solis, habéntem signum Dei
vivi: et clamávit voce magna quátuor Angelis quibus datum est nocére terræ et
mari, dicens: Nolite nocére terræ, et mari, neque arbóribus, quoadúsque
signémus servos Dei nostri in fróntibus eórum. Et audívi númerum signatórum
centum quadragínta quátuor míllia signáti ex omni tribu filiórum Israël. Ex
tribu Juda duódecim míllia signáti. Ex tribu Ruben duódecim míllia signáti. Ex
tribu Gad duódecìm míllia signáti. Ex tribu Aser duódecim míllia signáti. Ex
tribu Néphthali duódecìm míllia signáti. Ex tribu Manásse duódecim míllia
signáti. Ex tribu Símeon duódecim míllia signáti. Ex tribu Levi duódecim míllia
signáti. Ex tribu Issachar duódecim míllia signáti. Ex tribu Zábulon duódecim
míllia signáti. Ex tribu Joseph duódecim míllia signáti. Ex tribu Bénjamin
duódecim míllia signáti. Post hæc vidi turbam magnam, quam dinumeráre nemo
póterat, ex omnibus géntibus, et tríbubus, et pópulis, et linguis: stantes ante
thronum, et in conspéctu Agni, amícti stolis albis, et palmæ in mánibus eórum
et clamábant voce magna, dicéntes: Salus Deo nostro, qui sedet super thronum,
et Agno. Et omnes angeli stabant in circúitu throni et seniórum et quátuor
animálium: et cecidérunt in conspéctu throni in facies suas, et adoravérunt
Deum dicéntes: «Amen. Benedíctio et cláritas, et sapiéntia et gratiárum actio,
honor, et virtus, et fortitúdo Deo nostro, in sǽcula sæculórum. Amen.»
Graduale: Ps. xxxiii: 10 et 11
Timéte Dóminum, omnes sancti ejus: quóniam nihil deest
timéntibus eum. v. Inquiréntes autem Dóminum non defícient
omni bono.
Allelúja, allelúja. [Matth. xi: 28] Venite ad me, omnes qui laborátis et
oneráti estis, et ego refíciam vos. Allelúja.
Matth v: 1-12
+ Sequéntia
sancti Evangélii secúndum Matthǽum
In illo témpore: Videns
Jesus turbas, ascéndit in montem, et cum sedísset, accessérunt ad eum discípuli
ejus, et apériens os suum, docébat eos, dicens: «Beáti páuperes spírítu:
quóniam ipsórum est regnum cælórum. Beáti mites: quóniam ipse possidébunt
terram. Beáti qui lugent: quóniam ipsi consolabúntur. Beáti qui esúriunt et
sítiunt justítiam: quóniam ipse saturabúntur. Beáti misericórdes: quóniam ipsi
misericórdiam consequéntur. Beáti mundo corde: quóníam ipsi Deum vidébunt.
Beati pacífici: quóniam fílii Dei vocabúntur. Beáti qui persecutiónem patiúntur
propter justítiam: quóniam ipsórum est regnum Coelorum. Beáti estis cum
maledíxerint vobis, et persecúti vos fúerint, et díxerint omne malum advérsum
vos mentiéntes, propter me: gaudéte et exsultáte quóniam, merces vestra copiósa
est in cælis.»
Offertorium: Sap. iii: 1, 2, et 3
Justórum ánimæ in manu Dei sunt: et non tanget illos
torméntum malítiæ: visi sunt óculls ínsipiéntium mori, illi autem sunt in pace,
allelúja.
Secreta:
Múnera tibi Dómine, nostræ devotiónis offérimus: quæ et
pro cunctórum tibi grata sint honóre justórum, et nobis salutária, te
miseránte, reddántur. Per Dóminum.
Præfátio Communis
Vere dignum et iustum est, æquum
et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater,
omnípotens ætérne Deus: per Christum Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam
laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Cæli cælorúmque
Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et
nostras voces, ut admítti júbeas deprecámur, súpplici confessióne dicéntes:
Sanctus,….
Communio:
Beáti mundo corde: quóniam ipsi Deum vidébunt: beáti pacífici,
quóniam fílii Dei vocabúntur. Beátí qui persecutíónem patiúntur propter
justítiam, quóniam ipsórum est regnum cælórum.
Postcommunio
Da quǽsumus, Dómine, fidélibus pópulis ómnium Sanctórum
semper veneratióne lætári: et eórum perpétua supplicatióne muníri. Per Dóminum.
Dad, Señor, la paz a los que en Vos confían, para que se vea la veracidad
de vuestros Profetas; oíd las oraciones de vuestro siervo y de vuestro pueblo
Israel. Salmo. 121.1.- Me he alegrado en lo que
me han dicho: iremos a la casa del Señor. Gloria al Padre…
Oración.
Os rogamos, Señor, que la acción de vuestra misericordia dirija nuestros
corazones; porque sin vuestra gracia no podemos agradaros. Por N.S.J.
Epístola. Col.
1,4-8.
Hermanos: En mi Acción de Gracias a Dios os tengo siempre presentes, por
la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por Él habéis sido
enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha
probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros
que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá
firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros, en el tribunal de
Jesucristo Señor Nuestro.
Gradual. Sal. 121, 1 y 7.
–
Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Haya paz dentro
de tus muros, seguridad en tus palacios.
Aleluya, aleluya.
Sal. 101,16. Los pueblos temerán tu nombre, los
reyes del mundo, tu gloria. Aleluya.
Evangelio.
Mat. 9, 1-8.
En aquel tiempo subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a
su ciudad. y le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Jesús, al
ver la fe que tenía, dijo al paralítico: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados quedan
perdonados. A esto algunos de los letrados se dijeron: Éste blasfema. Pero
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestro
corazón? ¿Qué es más fácil: decir «tus pecados quedan perdonados», o
decir «levántate y anda»? Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre
tiene en la tierra potestad para perdonar pecados dijo dirigiéndose al
paralítico-: Levántate, coge tu camilla, y vete a tu casa. Y él, levantándose,
se fue a su casa. El pueblo, al ver esto, quedó sobrecogido y glorificaba a
Dios, que da tal potestad a los hombres.
Ofertorio.
Éxod. 24, 4 y 5. –
Consagró Moisés el altar al Señor, ofreciendo sobre él sacrificios e
inmolando víctimas. Ofreció el sacrificio de la tarde para aplacar al Señor
delante de todos los hijos de Israel.
Secreta.-
Oh Dios, que nos habéis hecho participantes de vuestra sola y única
Divinidad por medio de este sacr1flclo; os rogamos nos concedáis que, así como
conocemos la verdad de vuestros dogmas, así vivamos santamente. Por N.S.J.
Prefacio
de la Santísima Trinidad
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo
tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu
unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en
la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola
sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos
también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De
suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad
en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual
alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines, que no cesan de cantar a
diario, diciendo a una voz. Santo…
Comunión. Ps. 95, 8-9. –
Tomad ofrendas y entrad en su templo; adorad al Señor en su santa morada.
Poscomunión. –
Os damos gracias, Señor, después de alimentarnos con vuestros
sagrados dones; y suplicamos a vuestra misericordia que nos perfeccionéis con
su participación. Por N.S.J.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
Introitus: Eccli. xxxvi: 18
Da pacem, Dómine, sustinéntibus te, ut prophétæ tui
fidéles inveniántur: plebis tuæ Israël. [Ps. cxi: 1].
Lætátus sum in his, quæ dicta sunt mihi: in domum Dómini íbimus. Glória Patri.
Da pacem.
Collect:
Dirigat corda nostra, quǽsumus, Dómine, tuæ miseratiónis
operátio: quia sine te placére non póssumus. Per Dóminum.
1 ad Cor. i: 4-8
Léctio Epístolæ beáti Pauli
Apóstoli ad Corínthios.
Fratres: Grátias ago Deo
meo semper pro vobis in grátia Dei, quæ data est vobis in Christo Jesu: quod in
ómnibus dívites facti estis in illo, in omni verbo, et in omni sciéntia: sicut
testimónium Christi confirmátum est in vobis: ita ut nihil vobis desit in ulla
grátia, expectántibus revelatiónem Dómini nostri Iesu Christi, qui et confirmábit
vos usque ad finem sine crímine, in die advéntus Dómini nostri Jesu Christi.
Graduale Ps. cxxi
Lætátus sum in his, quæ dicta sunt mihi: in domum Dómini
íbimus. Fiat pax in virtúte tua: et abundántia in túrribus tuis.
Allelúja, allelúja. [Ps. ci: 16] Timébunt gentes nomen tuum, Dómine:
et omnes reges terræ glóriam tuam. Allelúja.
Matt. ix: 1-8
+ Sequéntia sancti Evangélii
secúndum Matthǽum.
In
illo témpore:. Ascéndens in navículam transfretávit, et venit in civitátem
suam. Et ecce offerébant ei paralýticum jacéntem in lecto. Et videns Jesus
fidem illórum, dixit paralýtico: «Confíde fili, remittúntur tibi peccáta
tua.» Et ecce quidam de scribis dixérunt intra se: «Hic
blasphemat.» Et cum vidísset Jesus cogitatiónes eorum, dixit: «Ut
quid cogitátis mala in córdibus vestris? Quid est facílius dícere: ‘Dimittíntur
tibi peccata,’ aut dícere ‘Surge, et ambula?'» Ut autem sciátis quia
Fílius hóminis habet potestátem in terra dimitténdi peccáta, tunc ait
paralýtico: «Surge, tolle lectum tuum, et vade in domum tuam.» Et
surréxit, et abiit in domum suam. Vidéntes autem turbæ timuérunt, et
glorificavérunt Deum, qui dedit potestátem talem homínibus.
Offertorium: Exodi. xxiv: 4 et 5.
Sanctificávit Móyses altáre Dómino, ófferens super illud
holocáusta, et ímmolans víctimas: fecit sacrifícium vespertínum in odorem
suavitátis Dómino Deo, in conspéctu filiórum Israël.
Secreta:
Deus, qui per nos hujus sacrifícii veneránda comércia,
uníus summæ divinitátis partícipes éfficis: præsta quǽsumus; ut, sicut tuam
cognócimus veritátem, sic eam dignis móribus assequámur. Per Dóminum.
Præfátio de Sanctíssima Trinitáte
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu
Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed
in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus,
hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis
sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis
propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam
laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant
clamáre quotídie, una voce dicéntes: Sanctus…
Communio: Ps. vc:8-9
Tóllite hóstias, et introíte in átria ejus: adoráte
Dóminum in aula sancta ejus.
Postcommunio:
Grátias tibi ref’érimus,
Dómine, sacro múnere vegetáti: tuam misericórdiam deprecántes; ut dignos nos
ejus participatióne perfícias. Per Dominum.
Homilía de San Pedro Crisólogo
Sermón 50
Lo que
hemos leído hoy el Evangelio nos muestra que Jesucristo, por sus actos humanos,
obro misterios divinos, y que valiéndose de recursos visibles realizo
operaciones invisibles. “Subió a la barca — dice el Evangelista, — atravesó el
lago y fue a su ciudad”. ¿Por ventura no es el mismo quien, separando las
aguas, dejo al descubierto el fondo del mar, para que el pueblo de Israel
pasase a pie enjuto entre las olas asombradas, como por un desfiladero?. ¿No es
el quien allanó debajo de los pies de Pedro las olas embravecidas, de suerte
que el liquido elemento ofreciese un apoyo firme a sus plantas?
¿Qué razón
tuvo, pues, para no usar en provecho propio de la obediencia del mar, y para
servirse de una barca al tratarse de atravesar un lago tan reducido? “Subió a
la barca — dice el Evangelio — y atravesó el lago”. Mas, ¿qué hay en esto de
extraño, hermanos míos? Jesucristo vino a asumir nuestras debilidades y a
comunicarnos su fuerza; a tomar lo que es humano y a cedernos lo que es divino:
a recibir injurias y a conceder honores; a cargar sobre si nuestros males y a traernos
la salud; porque el medico que no conoce por experiencia propia la enfermedad, no
sabe curar, y el que no haya enfermado con el enfermo, no puede devolverle la
salud.
Si, pues,
Jesucristo no hubiera descendido de la altura de sus perfecciones, nada hubiera
tenido de común con los hombres; y si no se hubiera sujetado a la condición de
nuestra vida corporal, en vano se hubiera revestido de nuestra carne. “Subió a
la barca— dice el Evangelio— y atravesó el lago”. El Creador y Señor del
universo, cuando se hubo reducido por nosotros a las estrecheces de nuestra
carne, empezó a tener una patria terrenal, hízose ciudadano judío, y aquel de
quien todos los padres han recibido la existencia comenzó a tener padres
propios. Hizo todo esto a fin de invitar por el amor, atraer por la caridad,
ganar por el afecto y persuadir por la bondad, a los que habría retraído la autoridad,
dispersado el temor y alejado el rigor del poder.
En la ciudad española de Zaragoza, la que antes de los tiempos de Cristo era la famosa y rica villa romana de César Augusto, de donde deriva su nombre actual, existe el monumento más sólido, antiguo, fidedigno y magnífico que tiene España como prueba de una piadosa tradición y de una antiquísima y profunda devoción por la Santísima Virgen María: el Santuario del Pilar. Esa gran basílica mañana con sus once cúpulas y sus cuatro campanarios es conocida y famosa, no sólo en España, sino en el mundo entero, puesto que, según la tradición, en tiempos inmemoriales se apareció ahí la Madre de Dios y, desde entonces, a través de los siglos, ha mostrado su protección especial con repetidas gracias, milagros y portentos, hasta ganarse la indefectible piedad de los españoles, que le tributan culto con devoción, constancia y magnificencia.
La
tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se
conservan como un tesoro en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente
posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con
el Espíritu Santo, se disponían a emprender la predicación del Evangelio. Se
dice que, por entonces, el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de Juan e hijo
del Zebedeo, tuvo la inspiración de ir a predicar a España. Al tiempo de salir
de Jerusalén, obtuvo la licencia y la bendición de la Santísima Virgen y se
trasladó a aquella porción del mundo sumergida en la idolatría. Los documentos
dicen textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó a la ciudad
de Oviedo, en donde convirtió a varios a la fe. Continuó el viaje con sus
nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta llegar a Aragón, el
territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza,
en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos
eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del
reino de Dios y, por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso.»
Junto al
Ebro se encontraba Santiago cierta noche con sus discípulos, como afirman los
códigos, cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, Maria,gratia
plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de
mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, habló con el Apóstol
para pedirle que se le construyese ahí una iglesia, con el altar en torno al
pilar donde estaba de pie y que «permanecerá en este sitio hasta el fin de
los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi
intercesión con aquéllos que en sus necesidades imploren mi patrocinio». Desapareció
la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del
prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con
el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes
de que estuviese terminada la iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus
discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa
María del Pilar, antes de regresar a Judea. Esa fue la primera iglesia del
mundo dedicada en honor de la Virgen.
Hasta
aquí las palabras del referido código que conserva la catedral de Zaragoza y
que dio origen a la acendrada devoción por la Virgen del Pilar, que se extendió
por toda España y sobrepasó las fronteras. Sin embargo, la autenticidad de
estos documentos ha sido puesta en duda por los investigadores de la historia,
quienes han levantado grandes dificultades en contra de la tradición. La
primera y la más grave es el silencio persistente en las crónicas antiguas y
medievales sobre esta aparición de la Virgen, ya que el primer documento que
nos habla de ella, pertenece a los finales del siglo XIII. Sin embargo, otros muchos
historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen el argumento de
que hay una serie de monumentos o testimonios que demuestran la existencia de
una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos
testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en
Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada y que representa en
un bajo relieve, según parece, el descenso de la Virgen de los cielos para
aparecerse al Apóstol Santiago. Asimismo, hacia el año 835, un monje de San
Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la
iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en su tiempo
(mediados del siglo III) el gran mártir San Vicente».
Por otra parte, la devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada y desde épocas tan remotas entre los españoles, que las autoridades eclesiásticas de Roma, no obstante sus reiteradas negativas a conceder el oficio del Pilar, tuvieron que ceder a las repetidas instancias de los soberanos y los súbditos de España para autorizar el oficio definitivo en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia». El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre todos los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la ventura de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal. Es fama que el día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colón avistaban las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los monjes de San Jerónimo cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, por lo cual, el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, es también el «Día de la Raza».
Butler, La vida de los Santos, Tomo IV, página 93 y ss
JUSTO SOIS, Señor, y rectos vuestros
juicios: mostrad con vuestro siervo vuestra gran misericordia. V/. Dichosos los
que viven sin pecado; los que observan la ley del Señor. V/. Gloria al
Padre.
COLECTA
DA, SEÑOR, a tu pueblo, evitar las
asechanzas del demonio, y seguirte a ti, único Dios, con puro corazón. Por
nuestro Señor Jesucristo…
EPISTOLA Ef 4, 1-6.
LECTURA
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS.
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre
humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor;
esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo
cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la
vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un
Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade
todo. Bendito sea por los siglos de los siglos. Amén.
GRADUAL Sal 32, 12. 6. 101, 2
DICHOSA
LA NACIÓN cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escogió por heredad. V/.La palabra del Señor hizo los cielos, el aliento de
su boca, sus ejércitos.
ALELUYA. ALELUYA. V/. Señor,
escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti. Aleluya.
EVANGELIO Mt 22, 34-46
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO.
En
aquel tiempo los fariseos se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó, para
ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le
dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todo tu ser. «Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es
semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos
mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas. Y mientras; estaban
reunidos los fariseos, Jesús les preguntó: ¿Qué pensáis del Mesías? ¿De quién
es hijo? Ellos contestaron: De David. El replicó: Pues, ¿cómo David, inspirado,
le da el título de Señor, cuando dice: «Dijo el Señor a mi Señor: siéntate
a mi derecha, y haré de tus enemigos un escabel para tus pies”? Pues entonces,
si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? Ninguno pudo responderle
una palabra. Y desde aquel día nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
CREDO
OFERTORIO Dan 9, 17- 19
YO, DANIEL, rogué a mi Dios, diciendo:
Escuchad, Señor, las oraciones de vuestro siervo; ilustrad con el resplandor de
vuestro rostro el santuario; y atended propicio a vuestro pueblo, sobre el
cual, Dios mío, ha sido invocado vuestro Nombre.
SECRETA
HUMILDEMENTE ROGAMOS, Señor, a vuestra
Majestad, que estos santos Misterios que celebramos nos libren de los
pecados pasados y futuros. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PREFACIO DE SANTÍSIMA
TRINIDAD
EN VERDAD es digno y justo, equitativo y
saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre,
omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona,
sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado
de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad,
adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad
en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines,
que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.
ANTÍFONA DE
COMUNIÓN Sal 75, 12-13
CUMPLID
VUESTROS VOTOS y presentad los al Señor Dios vuestro, que todos en torno de Él
traigan ofrendas al Dios terrible, que quita el aliento a los príncipes; al
Dios terrible sobre todo rey terrenal.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
CON ESTOS MEDIOS de
santificación, oh Dios omnipotente, queden curados nuestros vicios y nos
procuren los celestiales remedios. Por Nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
INTROITO Salmo 143, 137. 124. 1
JUSTUS ES, Dómine, et rectum judícium
tuum: fac cum servo tuo secúndum misericórdiam tuam. V/. Beáti immaculáti in via: qui
ámbulant in lege Dómini. V/. Glória Patri.
COLECTA
DA,
QUǼSUMUS, Dómine, pópulo tuo diabólica vitáre contágia: et te solum Deum pura
mente sectári. Per Dóminum…
EPISTOLA Ef 4, 1-6.
LÉCTIO
EPÍSTOLÆ BEÁTI PAULI APÓSTOLI AD EPHÉSIOS.
Fratres:
Obsecro vos ego vinctus in Dómino, ut digne ambulétis vocatióne qua vocáti
estis, cum omni humilitáte, et mansuetúdine, cum patiéntia subportántes ínvicem
in caritáte, sollíciti serváre unitátem spíritus in vínculo pacis. Unum corpus,
et unus spíritus, sicut vocáti estis in una spe vocatiónis vestræ. Unus
Dóminus, una fides, unum baptisma. Unus Deus, et Pater ómnium, qui est super
omnes, et per ómnia, et in ómnibus nobis. Qui est benedíctus in sǽcula
sæculórum. Amen.
R/. Deo gratias.
GRADUAL Sal 32, 12. 6. 101, 2
BEÁTA
GENS, cujus est Dóminus Deus eórum: pópulus, quem elégit Dóminus in hereditátem
sibi. V/.Verbo Dómini cæli firmáti sunt: et
spíritu oris ejus omnis virtus eórum.
ALLELÚIA, ALLELUIA. V/. Dómine
exáudi oratiónem meam, et clamor meus ad te véniat. Allelúja.
EVANGELIO Mt 22, 34-46
SEQUENTIA
SANCTI EVANGELII SECUNDUM MATTHǼUM.
In illo témpore: Accessérunt
ad Jesum pharisǽi: et interrogávit eum unus ex eis legis doctor, temptans eum:
«Magíster quod est mandatum magnum in lege?» Ait illi Jesus: «Díliges Dóminum Deum tuum ex
toto corde tuo, et in tota ánima tua, et in tota mente tua. Hoc est máximum et
primum mandátum. Secúndum autem símile est huic: díliges próximum tuum sicut te
ipsum. In his duóbus mandátis univérsa lex pendet, et prophétæ.»
Congregátis autem pharisǽis, interrogávit eos Jesus, dicens: «Quid vobis
vidétur de Christo? cujus fílius est?» Dicunt ei: «David.» Ait
illis: «Quomodo ergo David in spíritu vocat eum Dóminum, dicens: ‘Dixit
Dóminus Dómino meo, sede a dextris meis, donec ponam inimícos tuos scabéllum
pedum tuórum’? Si ergo David vocat eum Dóminum, quómodo fílius ejus est?»
Et nemo póterat respondére ei verbum: neque ausus fuit quisquam ex illa die eum
ámplius interrogáre.
R/. Laus tibi, Christe.
CREDO
OFERTORIO Dan 9, 17- 19
ORÁVI DEUM meum ego Dániel, dicens: «Exáudi,
Dómine, preces servi tui: illúmina fáciem tuam super sanctuárium tuum: et
propítius inténde pópulum istum, super quem invocátum est nomen tuum,
Deus.»
SECRETA
MAJESTÁTEM TUAM, Dómine, supplíciter
deprecámur: ut hæc sancta, quæ gérimus, et a prætéritis nos delíctis éxuant, et
futúris. Per Dóminum.
PREFACIO DE SANTÍSIMA
TRINIDAD
VERE DIGNUM et iustum est, æquum et salutáre,
nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens
ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus
es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte
substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo,
hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in
confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in
esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque
Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una
voce dicéntes:
ANTÍFONA DE
COMUNIÓN Sal 75, 12-13
VOVÉTE, ET RÉDDITE Dómino Deo vestro
omnes, qui in circúitu ejus affértis múnera: terríbili, et ei qui aufert
spíritum príncipum: terríbili apud omnes reges terræ.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
SANCTIFICATIÓNIBUS
TUIS, omnípotens Deus, et vítia nostra curéntur, et remédia nobis ætérna
provéniant. Per Dóminum
Homilía de san Juan Crisóstomo
Homilia nº 72 sobre san Mateo
Confundidos los saduceos, volvieron los fariseos a la carga,
y aunque les habría convenido mas mantenerse quietos, prefirieron continuar la
lucha; y enviaron por delante a un especialista en la interpretación de la Ley,
a que preguntara a Jesús, no para instruirse, sino para tentarle, cual era el
primer mandamiento de la Ley. Porque siendo el primer mandamiento: “Amarás al
Señor tu Dios”, pensaban ellos que
Jesús, que se hacia Dios, alegaría razones para reformar este mandamiento, añadiéndole
algo. ¿Qué hizo, pues, el Señor? Queriendo poner de manifiesto que el móvil que
les había llevado a tentarle era su falta absoluta de caridad, hija de la
envidia que les consumía, díjoles: “Amaras al Señor, Dios tuyo; este es el máximo
y primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amaras a tu prójimo como
a ti mismo”.
¿Por qué le es semejante? Porque el segundo conduce al
primero, y de este recibe su fuerza. “Pues quien obra mal, odia la luz, y no se
acerca a ella”. Y además; “Dijo el insensato en su corazón: No hay Dios”. Y mas
aun: “Se corrompieron, y se hicieron en sus abominables en sus afanes”. Y
también: “La avaricia es la reina de todos los males, de la cual, arrastrados
algunos, se desviaron de la fe”. Y por ultimo: “Quien me ama guardara mis
preceptos”, de los cuales es raíz y principio este: “Amaras al Señor, Dios
tuyo, y a tu prójimo como a ti mismo”.
Si, pues, amar a Dios es también amar al prójimo (porque el
Salvador dijo: “Si me amas, Pedro, apacienta mis ovejas”), y si el amor del prójimo
hace que observemos los mandamientos, con razón anima el Señor que este doble
amor contiene toda la Ley y los Profetas. Y así como hemos visto antes que,
interrogado Jesucristo a propósito de la resurrección, dio una respuesta mas completa
de lo que pedían los tentadores, así también, interrogado en la ocasión
presente sobre si primer mandamiento, se refirió por su cuenta al segundo, que
no dista mucho del primero, pues es semejante al mismo. Respondiendo así, dio a
entender disimuladamente que los fariseos obraban al hacer estas preguntas
instigados por el odio. “Pues la caridad, se ha dicho, no es envidiosa”.
El sabio y devoto cardenal Bona, hablando de los monjes
cartujos, cuya orden fue fundada por San Bruno, los llama «el gran milagro
del mundo: viven en el mundo como si estuviesen fuera de él; son ángeles en la
tierra, como Juan Bautista en el desierto, y constituyen el mayor ornamento de
la Iglesia; se elevan al cielo como águilas, y su instituto religioso está por
encima de todos los otros.» El fundador de esa orden extraordinaria había
nacido en el seno de una familia distinguida, hacia el año 1030, en Colonia.
Partió de su ciudad natal cuando era todavía joven, para proseguir sus estudios
en la escuela catedralicia de Reims. Cuando volvió a Colonia, recibió la
ordenación sacerdotal y se le confirió una canonjía en la colegiata de San
Cuniberto (aunque es posible que haya gozado de la canonjía desde antes de
partir a Reims). El año 1056, fue invitado a enseñar gramática y teología en su
antigua escuela.
El hecho de que haya sido escogido para puestos tan importantes cuando no tenía sino veintisiete años, demuestra que era un hombre extraordinario, pero no revela los caminos que Dios le tenía reservados para convertirse en lumbrera de la Iglesia. Bruno se ocupó de enseñar «a los clérigos más avanzados y versados en las ciencias, no a los principiantes». Su principal empeño consistía en llevar a sus discípulos a Dios y en enseñarles a respetar y amar la ley divina. Muchos de ellos llegaron a ser eminentes filósofos y teólogos, honraron a su maestro con sus talentos y habilidades y extendieron su fama hasta los más apartados rincones. Uno de ellos, Eudes de Chatillón, ciñó la tiara pontificia con el nombre de Urbano II y fue beatificado.
San Bruno fue profesor en
la escuela de Reims donde mantuvo, durante dieciocho años, un alto nivel en los
estudios. Después, fue nombrado canciller de la diócesis por el arzobispo
Manases, quien era un personaje absolutamente indigno de su alto cargo. Bruno
tuvo pronto ocasión de conocer la mala vida de su protector. El legado papal,
Hugo de Saint Dié, citó a juicio a Manases ante el concilio de Autun, en 1076;
pero el arzobispo se negó a presentarse y fue suspendido en el ejercicio de sus
funciones. San Bruno, el preboste de la diócesis (llamado también Manases) y un
canónigo de Reims, llamado Poncio, acusaron al arzobispo ante el concilio. La
actitud de San Bruno fue tan prudente y reservada, que impresionó al legado, el
cual, escribiendo al Papa, alabó la virtud y prudencia de nuestro santo. El
arzobispo de Reims, furioso contra los tres canónigos que le habían acusado,
mandó saquear y destruir sus casas y vendió sus beneficios eclesiásticos. Los
tres canónigos se refugiaron en el castillo de Ebles de Roucy; ahí
permanecieron hasta que el arzobispo simoníaco, engañando a San Gregorio VII
(cosa que no era fácil), consiguió ser restituido al gobierno de su diócesis.
San Bruno se trasladó entonces a Colonia. Por aquel tiempo, había decidido ya
abandonar todo cargo eclesiástico, — según lo había comunicado en una carta a Raúl,
preboste de Reims. Durante una conversación que habían tenido San Bruno, Raúl y
otro canónigo en el jardín del castillo de Ebles de Roucy, discutieron acerca
de la vanidad y falsedad de las ambiciones mundanas y de los goces de la vida
eterna. Los tres habían quedado muy impresionados por aquella conversación y
habían prometido abandonar el mundo. Sin embargo, difirieron la ejecución de
sus planes hasta que el canónigo volviese a Roma, a donde tenía que viajar.
Pero ésteno regresó, Raúl flaqueó en su resolución y volvió a establecerse en
Reims.
Bruno fue el único que
perseveró en su propósito de abrazar la vida religiosa, a pesar de que todo le
sonreía, ya que poseía abundantes riquezas y gozaba de gran favor entre los
personajes de importancia. Si se hubiese quedado en el mundo, habría sido
pronto elegido arzobispo de Reims. En vez de ello, renunció a su beneficio
eclesiástico y a todas sus riquezas y convenció a algunos amigos para que se
retirasen con él a la soledad. Al principio se pusieron bajo la dirección de
San Roberto, abad de Molesmes (quien colaboró más tarde en la fundación del
Císter), y se establecieron en Séche-Fontaine, cerca de Molesmes. Durante su
estancia ahí, Bruno, deseoso de mayor virtud y perfección, se puso a
reflexionar y a consultar con sus compañeros acerca de lo que debían hacer para
ello. Después de hacer mucha penitencia y oración para conocer la voluntad de
Dios, Bruno comprendió que el sitio no se prestaba para sus propósitos y acudió
a San Hugo, obispo de Grenoble, que era un hombre de Dios y podía ayudarle a
conocer su voluntad. Por otra parte, Bruno estaba al tanto de que en los
alrededores de Grenoble había muchos bosques solitarios en los que podría
encontrar la paz que deseaba. Seis de sus primeros compañeros partieron a
Grenoble con él; entre ellos se contaba Landuino, quien había de sucederle en
el gobierno de la Gran Cartuja.
Llegaron a Grenoble a
mediados de 1084. Inmediatamente se entrevistaron con San Hugo para pedirle que
les designase un sitio en el que pudiesen entregarse al servicio de Dios, lejos
del mundo y sosteniéndose del trabajo de sus manos. Hugo los recibió con los
brazos abiertos, ya que, según se cuenta, había visto antes en sueños a los
siete forasteros, en tanto que el mismo Dios construía una iglesia en el bosque
de Chartreuse, y siete estrellas brillaban en el cielo como para indicarle el
camino. El obispo de Grenoble abrazó fraternalmente a los peregrinos y les
designó el desierto de Chartreuse para que viviesen y les prometió toda la
ayuda que necesitasen para establecerse. Pero, a fin de mantenerlos alerta en
las dificultades y para que supiesen perfectamente a qué atenerse, les previno
que el sitio era de difícil acceso a causa de las abruptas montañas y de la
nieve que lo cubrían la mayor parte del año. San Bruno aceptó el ofrecimiento
con gran gozo, y San Hugo les concedió todos los derechos que poseía sobre ese
bosque y los puso en relación con el abad de Chaise-Dieu, en la Auvernia. Bruno
y sus compañeros empezaron por construir un oratorio y una serie de celdas a
cierta distancia unas de otras, exactamente como en las antiguas
«lauras» de Palestina. Tal fue el origen de la orden de los cartujos,
que tomó su nombre del desierto de Chartreuse. San Hugo prohibió a las mujeres
el acceso al paraje en que se habían establecido Bruno y sus compañeros, así
como la caza, la pesca y la cría de ganado en la región. Al principio, los
monjes vivían por pares en las celdas, pero poco después cada uno tuvo la suya
propia, y sólo se reunían en la iglesia para el canto de los maitines y las
vísperas; el resto del oficio lo rezaban en privado. Únicamente en las grandes
fiestas comían dos veces al día; en esas
ocasiones, se reunían en el refectorio, pero de ordinario cada uno comía
en su celda, como los ermitaños. En todo reinaba la mayor pobreza; por ejemplo,
el único objeto de plata que había en la iglesia era el cáliz. El tiempo se
repartía entre el trabajo y la oración. Una de las principales ocupaciones de
los monjes consistía en copiar libros, con lo que se ganaban el sustento. La
única dependencia verdaderamente rica del monasterio era la biblioteca. La
tierra era poco fértil y el clima muy inclemente, de suerte que se prestaba
poco para la siembra; en cambio, la cría de ganado prosperaba. El beato Pedro el
Venerable, abad de Cluny, escribía unos veinticinco años después de la muerte
de San Bruno: «Su vestido era más pobre que el del resto de los monjes y
tan corto y delgado que se estremecía uno al verlo. Llevaban camisas de pelo
sobre el cuerpo y ayunaban casi constantemente. Sólo comían pan negro; jamás
probaban la carne, ni siquiera cuando estaban enfermos; nunca pescaban pero comían
pescado cuando alguien se lo daba de limosna . . . Pasaban el tiempo en la
oración, la lectura y el trabajo; su principal labor consistía en copiar
libros. Sólo celebraban la misa los domingos y días de fiesta». Tal era la
vida que llevaban, por más que no tenían reglas escritas, pero se inspiraban en
la regla de San Benito en los puntos en que ésta era compatible con la vida
eremítica. San Bruno acostumbró a sus discípulos a observar fielmente el modo
de vida que les había prescrito. En 1127, el quinto prior de la Cartuja,
llamado Guigues, puso por escrito los usos y costumbres. Guigues hizo muchas
modificaciones, y sus «Consuetudines» son hoy todavía el libro
esencial. Los cartujos constituyen la única de las órdenes antiguas que nunca
ha sido reformada y que no ha tenido necesidad de reforma, gracias a su
absoluto aislamiento del mundo y al celo que han puesto siempre los superiores
y visitadores en no abrir la puerta a las mitigaciones y dispensas. La Iglesia
considera la vida de los cartujos como el modelo perfecto del estado de
contemplación y penitencia. Sin embargo, cuando San Bruno se estableció en
Chartreuse, no tenía la menor intención de fundar una orden religiosa. Si sus
monjes se extendieron, seis años más tarde, por el Delfinado, ello se debió,
después de la voluntad de Dios, a una invitación que se les formuló, y lo menos
que puede decirse es que San Bruno no tenía el menor deseo de aceptar esa
invitación inesperada.
San Hugo concibió una
admiración tan grande por San Bruno, que le tomó por director espiritual. A
pesar de las dificultades del viaje desde Grenoble a la Cartuja, acostumbraba
ir allá de cuando en cuando para conversar con San Bruno y aprovechar en la
vida espiritual con su consejo y ejemplo. Pero la fama del fundador se extendió
más allá de Grenoble y llegó a oídos de su antiguo discípulo, Eudes de
Chátillon, quien al ceñir la tiara pontificia había tomado el nombre de Urbano
II. Cuando oyó hablar de la santa vida que llevaba su maestro y, convencido de
que era un hombre de ciencia y prudencia excepcionales, el Pontífice le mandó
llamar a Roma para que le ayudase con sus consejos en el gobierno de la Iglesia.
Difícilmente podía haberse presentado al santo una ocasión más amarga de
mostrar su obediencia y hacer un sacrificio muy costoso. A pesar de ello,
partió de la Cartuja a principios del año 1090, después de nombrar a Landuino
prior del monasterio. La partida de Bruno produjo una pena enorme a sus
discípulos, y varios de ellos abandonaron el monasterio. Los demás le siguieron
a Roma; pero Bruno los convenció de que volviesen a la Cartuja, de la que se
habían encargado durante su ausencia los – monjes de Chaise-Dieu.
San Bruno obtuvo permiso
para establecerse en las ruinas de las termas de Diocleciano, de donde el Papa
podía llamarle fácilmente cuando lo necesitaba. Es imposible determinar con
certeza la importancia del papel de San Bruno en el gobierno de la Iglesia.
Algunas de las disposiciones que se le atribuían antiguamente, fueron en
realidad obra de su homónimo, San Bruno de Segni; pero está fuera de duda que
nuestro santo colaboró en la preparación de varios sínodos organizados por
Urbano II para reformar al clero. Por otra parte, el espíritu contemplativo del
fundador de la Cartuja le llevaba naturalmente a trabajar sin ruido. El Papa
intentó hacerle arzobispo de Reggio, pero el santo supo defenderse con tanta
habilidad y supo dar al Pontífice tales argumentos para que le dejase retornar
a la soledad, que Urbano II acabó por concederle permiso de retirarse a la
Calabria; sin embargo, no le dejó volver a la Cartuja para tenerle siempre a
mano. El conde Rogelio, hermano de Roberto Guiscardo, regaló al santo el
hermoso y fértil valle de La Torre, en la diócesis de Squillace. Ahí se
estableció San Bruno con algunos discípulos que se había ganado en Roma.
Imposible describir el fervor y el gozo que el fundador de la Cartuja
experimentó al volver a la soledad. Escribió por entonces una carta muy
cariñosa a su amigo Raúl de Reims para invitarle a reunirse con él, recordando
amigablemente la promesa que le había hecho y describiéndole en términos
amables y entusiastas los gozos y deleites que él y sus compañeros hallaban en
ese género de vida. La carta demuestra ampliamente que San Bruno no era un
hombre melancólico y severo. La alegría, que corre siempre pareja con la
verdadera virtud, es particularmente necesaria a las almas que viven en la
soledad, ya que nada hay para ella tan pernicioso como la tristeza y la
tendencia exagerada a la introspección.
En 1099, Landuino, el prior
de la Cartuja, fue a Calabria a consultar con San Bruno ciertos puntos del
instituto que había fundado, pues los monjes no querían apartarse un ápice del
espíritu del fundador. Bruno les escribió entonces una carta llena de ternura y
de espiritualidad, donde les daba instrucciones acerca de la vida eremítica,
resolvía todas sus dificultades, les consolaba de lo que habían tenido que
sufrir y les alentaba a la perseverancia. En sus dos ermitas de Calabria,
llamadas Santa María y San Esteban, Bruno supo inspirar el espíritu de la
Cartuja. En la cuestión material, recibió generosa ayuda del conde Rogelio, con
quien llegó a unirle una estrecha amistad. El santo solía visitar al conde y su
familia en Mileto, con ocasión de algún bautismo u otra celebración familiar;
por su parte Rogelio acostumbraba ir a pasar algunas temporadas en La Torre.
Bruno y el conde murieron con tres meses de diferencia.
En cierta ocasión en que
Rogelio había puesto sitio a Capua, se salvó de la traición de uno de sus
oficiales gracias a que San Bruno le previno en sueños. Cuando el conde
comprobó la traición, condenó a muerte al oficial, pero San Bruno obtuvo el
perdón para él. A fines de septiembre de 1101, San Bruno contrajo su última
enfermedad. Al sentir que se aproximaba la muerte, mandó llamar a todos los
monjes e hizo una confesión pública y una profesión de fe. Sus discípulos se
encargaron de transmitir a la posteridad dicha profesión. El santo expiró el
domingo 6 de octubre de 1101. Los monjes de La Torre enviaron un relato de su
muerte a las principales iglesias y monasterios de Italia, Francia, Alemania,
Inglaterra e Irlanda, pues era entonces costumbre pedir oraciones por las almas
de los que habían fallecido. Ese documento, junto con los «elogia»
escritos por los ciento setenta y ocho que recibieron el relato de su muerte,
es uno de los más completos y valiosos que existen. San Bruno no ha sido nunca canonizado
formalmente, pues los cartujos rehuyen todas las manifestaciones públicas. Sin
embargo, en 1514 obtuvieron del Papa León X el permiso de celebrar la fiesta de
su fundador, y Clemente X la extendió a toda la Iglesia de occidente en 1674.
El santo es particularmente popular en Calabria, y el culto que se le tributa
refleja en cierto modo el doble aspecto activo y contemplativo de su vida.
Butler, Vida de los Santos,
Tomo IV, página 45 y ss.
En
el Nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo
Salmo 67.
Levántese
Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el
fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
Salmo 34.
Señor,
pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí. Sufran una
derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte. Vuelvan la espalda
llenos de oprobio los que maquinan mi perdición. Sean como polvo frente al
viento cuando el Ángel del Señor los desbarate. Sea su camino oscuro y
resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque
sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas
mortales. Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que
para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron. Mi alma se
alegra con el Señor y gozará de su salvación. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a San Miguel Arcángel.
Gloriosísimo
príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha
que mantenemos combatiendo “contra los principados y potestades, contra los
caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por
los aires” (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó
incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan “alto precio
rescatados” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los
ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra
Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no
pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. “Fue precipitado el gran
dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del
universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arrojados sus ángeles”
(Apoc. 12,.8-9).
He
aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado
de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus
malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el
designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las
almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas
para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los
hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el
espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria,
de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de
amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber
ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido.
Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como
luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la
impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh
invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los
espíritus que le atacan y dale la victoria.
Protege,
pues, O Jefe siempre invicto, al pueblo de Dios contra las abominaciones
espirituales que caen sobre nosotros, y vence.
La
Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor
contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de
los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al
Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda
retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones
al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias
del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el
diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que
nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).
Después
de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de
la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes
diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y
Señor.
He
aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R.
Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor,
que tu misericordia venga sobre nosotros.
R.
Como lo esperamos de Ti.
Señor,
escucha nuestra oración.
R.
Y llegue a Ti nuestro clamor.
El
Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R.
Y con tu espíritu.
Oremos.
Dios
y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes
imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre
Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la
Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos,
te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus
inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición
de las almas. Amén.
Exorcismo
Te
exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal
adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de
Nuestro Señor Jesu +cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de
las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del
Divino Cordero +. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género
humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos
como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia
aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad”(II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre +te lo
manda Dios Hijo +; te lo manda Dios Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad
de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe
perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte”
(Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los
“poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de
permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos”(Mat. 28, 20).
Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la excelsa Madre de
Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su
Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +. Te lo manda la fe de los
santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la
sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +.
Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios
+vivo, por Dios +verdadero, por Dios + santo, que “de tal modo amó al mundo que
entrego a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino
que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañara las criaturas humanas y
deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la
Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de
toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en
quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una,
santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre.
Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por
nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los
infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y
las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes
voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor,
escucha mi oración.
R.
Y llegue a Ti mi clamor.
El
Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R.
(Y con tu espíritu).
Oremos.
Dios
del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de
los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los
Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el
poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo,
Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin:
humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos
eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los
espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De
las asechanzas del demonio.
R.
Líbranos, Señor.
Haz
que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R.
Te rogamos, óyenos.
Dígnate
humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R.
Te rogamos, óyenos.
(Se
rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).Señor, no recuerdes nuestros
delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados
(Tobías 3.3).
CONMEMORACIÓN DEL XVI DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO.
INTROITO Sal 102, 20. 101, 1.
Bendecid
al Señor todo vosotros sus ángeles, poderosos guerreros que ejecutáis sus
órdenes y dóciles a la voz de su palabra. V/. Bendice,
alma mía: al Señor; y todo mi ser bendiga su santo nombre. V/. Gloria.
COLECTA
OH
DIOS, que, con admirable orden distribuyes los ministerios de los ángeles y de
los hombres; concede propicio que nos protejan en la tierra los que sin cesar
te asisten en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Conmemoración del XVI domingo
después de Pentecostés:
Te
suplicamos, Señor, que nos prevenga siempre y acompañe tu gracia, y nos haga
solícitos y constantes en la práctica de las buenas obras. Por nuestro Señor.
EPISTOLA Ap 1, 1-5
LECTURA
DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS DEL APOSTOL JUAN.
En aquellos días: Dios confió manifestar a sus
siervos lo que ha de ocurrir en breve, enviando su ángel a su siervo Juan, el
cual testifica, como palabra de Dios y testimonio de Jesucristo, todo lo que ha
visto. Dichoso el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía y
guardan las cosas en ella escritas, porque cerca está el tiempo: Juan a las
siete Iglesias de Asia: gracia a vosotros y paz de parte del que es, que era y
.que viene, de los siete espíritus .que están delante de su trono, y de
Jesucristo, el testigo fiel, y primogénito de entre los muertos, el soberano de
los reyes de la tierra, que nos ha amado y nos ha lavado nuestros pecados con
su sangre.
GRADUAL Sal 102, 20. 1
Bendecid
al Señor, todos vosotros sus ángeles, poderosos guerreros que ejecutáis sus
órdenes. V/. Bendice alma mía al Señor y todo mi
ser bendiga su santo nombre.
Aleluya. Aleluya. V/. Defiéndenos en la lucha, arcángel san Miguel, para
que no perezcamos en el tremendo juicio Aleluya.
EVANGELIO Mt 18, 1-10
LECTURA DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
En
aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Quién es,
pues, el mayor en el reino de los cielos? y llamando a un niño lo puso en medio
de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos. Así, pues, el que se hace pequeño como
este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y el que recibe a uno de
estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Pero quien escandaliza a uno de estos
niños que creen en mí, más le valiera que le colgaran alrededor del cuello una
muela de molino y lo arrojaran a lo profundo del mar. ¡Ay del mundo a causa de
sus escándalos! Fuerza es que ocurran escándalos; mas, ¡ay del hombre por quien
viene el escándalo! Sí, pues, tu mano o pie te escandaliza, córtatelo y échalo
lejos de ti; más te vale entrar en la vida manco o cojo, que ser arrojado con
tus dos manos o tus dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza,
arráncatelo y échalo lejos de ti: más te vale entrar con un solo ojo en la
vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la gehena del fuego. Cuidado con
menospreciar a uno de estos niños, porque os digo que sus ángeles en los
cielos, ven sin cesar el rostro de mi Padre que está en los cielos.
OFERTORIO Ap 8, 3-4
PÚSOSE UN ÁNGEL cerca del altar del templo con un
incensario de oro en la mano; y le dieron muchos perfumes y el humo de los
aromas subió al acatamiento de Dios, aleluya.
SECRETA
TE OFRECEMOS, Señor, este sacrificio de alabanza,
suplicándote humildemente lo admitas propicio por la intercesión de los
ángeles, y nos concedas que favorezca nuestra salvación. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Conmemoración
del Domingo XVI después de Pentecostés:
Te rogamos, Señor, nos purifiques en virtud del
presente sacrificio; y hagas, por tu misericordia, que merezcamos participar de
él. Por nuestro Señor Jesucristo.
PREFACIO DE LA SANTISIMA
TRINIDAD
En verdad es digno y justo, equitativo y
saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre,
omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona,
sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado
de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna
Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la
igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Dan 3, 58
ÁNGELES DEL
SEÑOR, bendecid todos al Señor; alabadle, ensalzadle por todos los siglos.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
Apoyados, Señor, en la
intercesión de tu bienaventurado arcángel san Miguel, humildemente te
suplicamos que lo que ha gustado nuestra boca penetre también en nuestra alma.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Conmemoración
del Domingo XVI después de Pentecostés:
Te
rogamos, Señor, purifiques benigno nuestras almas y las renueves con los
sacramentos celestiales, a fin de recibir para nuestros cuerpos asistencia al
presente y en el futuro. Por N. S.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
INTROITO Sal 102, 20. 101, 1.
BENEDÍCITE DÓMINUM, omnes Angeli ejus: poténtes
virtúte, qui fácitis verbum ejus, ad audiéndam vocem sermónem ejus. V/.Bénedic, ánima mea, Dómino: et ómnia, quæ intra me
sunt, nómini sancto ejus. V/.Glória Patri.
COLECTA
DEUS qui miro
órdine, Angelórum ministéria hominúmque dispénsas: concéde propítius; ut, a
quibus tibi ministrántibus in cælo semper assistitur, ab his in terra vita
nostra muniatur. Per eúmdem Dóminum.
Commemoratio Dominica XVI Post Pentecosten V.
Septembris
Tua nos, quǽsumus, Dómine, grátia semper et prævéniat et
sequátur: ac bonis opéribus iúgiter præstet esse inténtos. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium
tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia
saecula saeculorum. R. Amen.
EPISTOLA Ap 1, 1-5
LÉCTIO
LIBRI APOCALÝPSIS BEÁTI JOÁNNIS APÓSTOLI.
In diébus iliis: Significávit Deus quæ opórtet fíeri
cito, mittens per Angelum suum servo suo Joánni, qui testimónium perhíbuit verbo
Dei, et testimónium Jesu Christi, quæcúmque vidit. Beátus qui legit, et audit
verba prophetíæ hujus: et servat ea, quæ in ea scripta sunt: tempus enim prope
est. Joánnes septem ecclésiis, quæ sunt in Asia. Grátia vobis, et pax ab eo,
qui est, et qui erat, et qui ventúrus est: et a septem spirítibus, qui in
conspéctu throni ejus sunt: et a Jesu Christo, qui est testis fidélis,
primogénitus mortuórum, et princeps regum terræ, qui diléxit nos, et lavit nos
a peccátis nostris in sanguine suo.
GRADUAL Sal 102, 20. 1
Benedícite
Dóminum, omnes Angeli ejus: poténtes virtúte, qui fácitis verbum ejus. V/. Bénedic, ánima mea, Dóminum, et ómnia interióra
mea nomen sanctum ejus.
Alleluia, alleluia. V/.- Sancte
Míchæl Archángele, defénde nos in prælio: ut non pereámus in treméndo judício.
Alleluia.
EVANGELIO Mt 18, 1-10
SEQUÉNTIA SANCTI EVANGÉLII SECÚNDUM MATTHÆUM.
In
illo témpore: Accessérunt discípuli ad Jesum, dicéntes: «Quis, putas, major est
in regno cælórum?» Et ádvocans Jesus párvulum, státuit eum in médio eórum, et
dixit: «Amen, dico vobis, nisi convérsi fuéritis, et efficiámini sicut párvuli,
non intrábitis in regnum cælórum. Quicúmque ergo humiliáverit se sicut párvulus
iste, hic est major in regno cælórum. Et qui suscéperit unum párvulum talem in
nómine meo, me súscipit. Qui autem scandalizáverit unum de pusíllis istis, qui
in me credunt, expedit ei, ut suspendátur mola asinária in collo ejus, et
demergátur in profúndum maris. Væ mundo
a scándalis. Necésse est enim ut véniant scándala: verúmtamen væ hómini illi,
per quem scándalum venit. Si autem manus tua, vel pes tuus scandalízat te,
abscíde eum, et prójice abs te: bonum tibi est ad vitam ingredi débilem, vel
claudum, quam duas manus, vel duos pedes habéntem mitti in ignem ætérnum. Et si
óculus tuus scandalízat te, érue eum, et prójice abs te: bonum tibi est cum uno
óculo in vitam intráre, quam duos óculos habéntem mitti in gehénnam ignis.
Vidéte ne contemnátis unum ex his pusíllis: dico enim vobis, quia Angeli eórum
in cælis semper vident fáciem Patris mei, qui in cælis est.»
OFERTORIO Ap 8, 3-4
STETIT ANGELUS juxta aram templi, habens thuríbulum
áureum in manu sua, et data sunt ei incénsa multa: et ascéndit fumus arómatum
in conspéctu Dei, allelúja.
SECRETA
HÓSTIAS TIBI, Dómine, laudis offérimus, supplíciter
deprecántes: ut eásdem, angélico pro nobis interveniénte suffrágio, et placátus
accípias, et ad salútem nostram provenire concédas. Per Dóminum.
Commemoratio Dominica XVI Post Pentecosten V.
Septembris
Munda nos, quǽsumus, Dómine, sacrifícii præséntis efféctu: et
pérfice miserátus in nobis; ut eius mereámur esse partícipes. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium
tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia
saecula saeculorum. R. Amen.
PREFACIO DE LA SANTISIMA
TRINIDAD
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper
et ubíque grátias ágere: Dómine sancte, Pater omnípotens, ætérne Deus: Qui cum
unigénito Fílio tuo et Spíritu Sancto unus es Deus, unus es Dóminus: non in
unius singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de
tua glória, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto
sine differéntia discretiónis sentímus. Ut in confessióne veræ sempiternǽque
Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in maiestáte
adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac
Séraphim: qui non cessant clamáre cotídie, una voce dicéntes:
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus, Deus
Sábaoth. Pleni sunt coeli et terra glória tua. Hosánna in excélsis. Benedíctus,
qui venit in nómine Dómini. Hosánna in excélsis.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Dan 3, 58
BENEDÍCITE, omnes Angeli Dómini, Dóminum: hymnum
dícite, et superexaltáte eum in sǽcula.
ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
BEÁTI ARCHÁNGELI tui Michǽlis intercessióne suffúlti:
súpplices te, Dómine, deprecámur; ut, quod ore proséquimur, contingámus et
mente. Per Dóminum.
Commemoratio Dominica XVI Post Pentecosten V.
Septembris:
Purífica, quǽsumus, Dómine, mentes nostras benígnus, et rénova cœléstibus sacraméntis: ut consequénter et córporum præsens páriter et futúrum capiámus auxílium. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen.
Sermón de San Gregorio, Papa.
Sermón 34 sobre el Evangelio.
Decimos que existen nueve
ordenes de Angeles, porque la Sagrada Escritura menciona
a los Angeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades Principados, Dominaciones,
Tronos, Querubines y Serafines. La existencia de los Angeles y de los Arcángeles
la atestiguan casi todas las paginas de los libros sagrados. De los Querubines
y Serafines hablan muchas veces, como sabemos, los libros de los Profetas.
Además, el Apóstol san Pablo enumera cuatro ordenes cuando dice en su epístola
a los efesios: “Sobre todo Principado, y Potestad, y Virtud, y Dominación”.
Dice también escribiendo a los colosenses: “Ya sean Tronos, ya Potestades, ya
Principados o Dominaciones”. Agregando, pues, los Tronos a las cuatro ordenes
de que ha hablado a los efesios, tenemos cinco ordenes; y si les añadimos los
Angeles, Arcangeles, Querubines y Serafines, vemos que existen realmente nueve
ordenes de Angeles.
Con todo, conviene que
sepamos que nombre de Angel es nombre de oficio y no de naturaleza. Ya que si
aquellos espíritus de la patria celestial siempre son espíritus, no siempre pueden
llamarse Angeles, puesto que lo son únicamente cuando anuncian alguna cosa. Por
lo cual dice el Salmista hablando de Dios: “Que hace Angeles a sus espíritus”,
como si dijera explícitamente: A aquellos a quienes tiene siempre como espíritus,
los hace Angeles cuando le place. Ahora bien: los que anuncian las cosas menos importantes
se llaman simplemente Angeles; pero los que anuncian los mas grandes misterios se
llaman Arcangeles. De ahí es que a la Virgen María se le envío, no un Angel
cualquiera, sino el Arcangel Gabriel, ya que tratándose del mas importante de
los mensajes, convenía que desempeñara este ministerio uno de los mas grandes
Angeles. Además, estos Arcangeles llevan nombres particulares que expresan los
efectos de su operación. Así Miguel significa: ¿Quién como Dios?; Gabriel,
fuerza de Dios; y Rafael, medicina de Dios.
Siempre que se trata de
una cosa de las que requieren un poder extraordinario, la Escritura cita como
enviado a Miguel, a fin de que tanto su nombre como el acto en si mismo manifiesten
que nadie puede hacer lo que Dios hace con su poder incomparable. Así, hablando
de aquel antiguo enemigo, que en su orgullosa ambición de igualar a Dios decía:
“Yo subiré a los cielos, levantare mi trono sobre los astros del firmamento y
seré semejante al Altísimo», y refiriéndose a la plenitud de su poder que
le será dejada al llegar al fin del mundo antes de arrojarle definitivamente al
suplicio eterno, se dice que luchara con el Arcángel Miguel. Así lo escribe san
Juan: “Tuvo lugar un combate con el Arcángel Miguel”. También vemos que a María
le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: Fuerza de Dios. Venia
efectivamente a anunciar a aquel que para vencer a las potestades aéreas se
digno hacerse humilde. Por ultimo, como se ha dicho mas arriba, Rafael significa:
Medicina de Dios. Y ciertamente cuando para desempeñar su misión curativa toco
los ojos de Tobías, le libró de las tinieblas de su ceguera.
Inclina
Señor, tu oído a mis súplicas, y escúchame; salva, Dios mío, a tu siervo, que
espera en ti; ten piedad de mi, .Señor, porque a ti clamo todo el día. Salmo.-
Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, Señor, tengo elevada mi alma. V/. Gloria al Padre.
Colecta.-
Purifica, Señor, y fortalece a tu iglesia con una continua misericordia;
y ya que sin ti no puede mantenerse salva, haz que sea siempre gobernada por tu
gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola.
Gál. 5.25-26; 6.1-10.-
Hermanos: Si vivimos del Espíritu, sigamos también al Espíritu. No seamos
ávidos de vanagloria, hostigándonos y envidiándonos mutuamente. Hermanos, si
alguno incurriere en algún delito, vosotros, que sois espirituales, amonestadle
con espíritu de mansedumbre. Y cuídate tú, que también tú puedes ser tentado.
Sobrellevaos mutuamente, y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguno
cree ser algo, no siendo nada, él mismo se engaña. Mas pruebe cada cual su
obra, y así tendrá gloria sólo en sí mismo, y no en otro; porque cada cual
llevará su propia carga. Y el que es enseñado en la palabra asista con todos
sus bienes al que le enseña. No os engañéis: a Dios no se le puede burlar. Lo que
siembre el hombre, eso cosechará. Y así, el que siembra en su carne, de la
carne cosechará corrupción; mas el que siembra en el espíritu, del espíritu
cosechará la vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su
tiempo recogeremos el fruto, si no desfallecemos. y así, mientras tenemos
tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a nuestros hermanos en la fe.
Gradual. Salm. 91 2-3.-Bueno es alabar al Señor y cantar a tu
nombre, ¡oh Altísimo! V/ Anunciar desde la
mañana tu misericordia, y tu fidelidad hasta por la noche.
Aleluya. Salm.
94.3.- Aleluya, aleluya. V/. Porque el Señor es Dios grande, y Rey grande sobre
toda la tierra. Aleluya.
Evangelio.
Luc. .7.11-16.-
En aquel tiempo iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con
él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad,
resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era
viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor,
se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó
(los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo,
levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su
madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran
Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Ofertorio.
Salm. 39.2-4.-
Con paciencia aguardé al Señor, y volvió a mi su mirada y oyó mi ruego; y
puso en mi boca un cántico nuevo, un himno en loor de nuestro Dios.
Secreta.-
¡Señor! que tus sacramentos
nos guarden, y defiendan siempre contra las asechanzas del demonio. Por nuestro
Señor.
Prefacio
de- la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo
tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu
unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en
la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola
sustancia. Por lo cual cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también
de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna
Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la
igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una
voz: Santo…
Comunión. Juan
6.52 .-
El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
Poscomunión.-
Que la virtud de este don celestial, Señor, penetre nuestras almas y
cuerpos, para que no sea nuestro modo de ver, sino su efecto el que prevalezca
siempre en nosotros. Por nuestro Señor.
TEXTOS DE LA MISA EN LATIN
Dominica Decima Quinta Post Penteconsten
II Classis
Introitus: Ps. lxxxv: 1 et 2-3
Inclína, Dómine, aurem tuam ad me, et exáudi me: salvum
fac servum tuum, Deus meus, sperántem in te: miserére mihi, Dómine, quóniam ad
te clamávi tota die .[Ps. ibid., 4].
Lætífica ánimam servi tui: quia ad te Dómine, ánimam meam levávi. Glória
Patri…. Inclina….
Collect:
Ecclésiam tuam, Dómine, miserátio continuáta mundet et
múniat: et quia sine te non potest salva consístere: tup semper únere bernétur.
Per Dóminum.
Gal. v: 25-26; vi: 1-10
Léctio Epístolæ beáti Pauli
Apóstoli ad Galatas.
Fratres: Si spíritu
vívimus, spíritu et ambulémus. Non efficiámur inánis glóriæ cupidi, ínvicem
provocántes, ínvicem invidéntes. Fratres, et si præoccupátus fúerit homo in
áliquo delícto, vos, qui spiritáles estis hujúsmodi instrúite in spíritu
lenitátis, consíderans te ipsum, ne et tu tentéris. Alter altérius ónera
portáte et sic adimplébitis legem Christi. Nam si quis exístimat se áliquid
esse, cum nihil sit, ipse se sedúcit. Opus autem suum probet unusquísque, et
sic in semetípso tantum glóriam habébit, et non in áltero. Unusquísque enim
onus suum portábit. Commúnicet autem is, qui catechizátur verbo, ei, qui se
catechízat in ómnibus bonis. Nolíte erráre: Deus non inridétur. Quæ enim
semináverit homo, hæc et metet. Quóniam qui séminat in carne sua, de carne et
metet corruptiónem: qui autem séminat in spíritu, de spíritu metet vitam
æternam. Bonum autem faciéntes, non deficiámus: témpore enim suo metémus, non
deficientes. Ergo dum tempus habémus, operémur bonum ad omnes, máxime autem ad
domésticos fidei.
Graduale Ps. Xci
Bonum est confitéri Dómino: et psállere nómine tuo,
Altíssime. V. Ad anuntiándum mane
misericórdiam tuam, et veritátem tuam per noctem.
Allelúja, allelúja. [Ps.
xciv] Quóniam Deus magnus Dóminus, et Rex magnus super omnem
terram. Allelúja.
Luc. xviii: 9-14
+ Sequéntia sancti
Evangélii secúndum Lucam.
In illo témpore: Ibat Jesus
in civitátem quæ vocátur Naim: et ibant cum illo discípuli eius, et turba
copiosa. Cum autem adpropinquáret portae civitátis, ecce defúnctus efferebátur
fílius únicus matri suæ: et hæc vídua erat: et turba civitátis multa cum illa.
Quam cum vidísset Dóminus misericórdia motus super eam, dixit illi: «Noli
flere.» Et accessit, et tétigit lóculum. (Hi autem, qui portábant, stetérunt.)
Et ait: «Adulescens, tibi dico, surge.» Et resédit qui erat mórtuus,
et cœpit loqui. Et dedit illum matri suæ. Accépit autem omnes timor: et
magnificábant Deum, dicentes: «Quia prophéta magnus surréxit in nobis: et
quia Deus visitávit plebem suam.
Offertorium: Ps. xxxix: 2, 3 et 4.
Exspéctans exspectávi Dóminum, et respéxit me: et
exaudívit deprecatiónem meam: et immísit in os meum cánticum novum, hymnum Deo
nostro.
Secreta:
Tua nos, Dómine, sacraménta custódiant: et contra
diabólios semper tueántur incúrsus. Per Dóminum.
Communio: Joann. vi.
Panis, quem ego dédero, caro meo est pro sǽculi vita.
Postcommunio:
Mentes nostras, et
córpora possídeat, quǽsumus, Dómine, doni cæléstis operátio: ut non noster
sensus in nobis, sed júgiter ejus præveniat efféctus. Per Dominum.
De todos los días de la semana, los más importantes han sido desde la más remota antigüedad, el miércoles, viernes y sábado de las Cuatro Témporas. Primeramente la liturgia celebraba las Témporas sólo tres veces al año: en junio, septiembre y diciembre, correspondiendo a los tiempos en que los paganos celebraban en Roma las fiestas de las Estaciones, para invocar sobre la tierra el auxilio de los dioses: la fiesta de la mies (feriae messis) en junio; las de la vendimia (feriae vendimíales) en agosto o septiembre, y las de la sementera feriae sementinae) en diciembre, por la semilla oculta en la tierra.
Es muy creíble que la
liturgia trató de substituir estas fiestas gentílicas con otras fiestas
cristianas lo cual no era admitir elementos
paganos en la Liturgia, sino aprovechar sabiamente la ocasión de ellos para
infiltrar el espíritu cristiano. Del propio modo que las referidas fiestas
paganas sólo estaban determinadas de un modo general, y eran fijadas con
precisión por los sacerdotes gentiles, estas fiestas cristianas fueron al
principio movibles, y por eso se anunciaban con solemnidad, como días de
bendición para la Naturaleza. Estas solemnidades se fijaron más adelante en
determinadas semanas, y a las tres antiguas se agregaron las de la primera
semana de Cuaresma.
Poco a poco se fueron juntando con estas fiestas cristianas de la vida que de nuevo germina y creer en la Naturaleza, las fiestas de la propagación de aquéllos que habían de trabajar por el reinado de la vida de la gracia en las almas. Por medio de las nuevas ordenaciones de Obispos y sacerdotes, que son constituidos con el sacramento del orden, se reparte y asegura siempre de nuevo la vida sobrenatural de las generaciones venideras.
Sabida cosa es, que
antiguamente tenían lugar las órdenes en general en el mes de diciembre; más a
no tardar, se trasladaron a las cuatro Témporas del año. Para dar más relieve a
la doble festividad, se juntaron con ella visitas solemnes o Estaciones en
las más célebres Basílicas de Roma. Se comenzaba, como aún se practica ahora,
el miércoles por la Basílica de Santa María la Mayor, porque, como segunda
catedral pontificia, representaba al apartado palacio de Letrán, residencia de
los Papas, con situación propia para la afluencia del pueblo. Seguía el
viernes, la iglesia de los Apóstoles, edificada por el gobernador bizantino
Narsés, a honra de los santos Felipe y Santiago y de los demás Apóstoles, según
el modelo de la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla.
La conclusión de estas
solemnidades litúrgicas tenía lugar junto al sepulcro del apóstol san Pedro, el
cual, con el símbolo de las llaves, había recibido de Cristo la plenitud de la potestad
de orden y de jurisdicción. Por los conceptos hasta aquí expresados, los
oficios de las Cuatro Témporas encierran las siguientes ideas principales:
Consagración de la vida
de la Naturaleza
Es a saber: a) Oración para obtener, la bendición de Dios sobre la Naturaleza, b) Penitencia por el abuso de los dones naturales (ayuno), c) Consagración de la misma Naturaleza a Dios (ofrecimiento de las primicias prescritas en el Antiguo Testamento). Oblación de objetos naturales para la liturgia: materia, y cuasi materia de los Sacramentos y Sacramentales, símbolos naturales del culto divino: luz, cera, ramas de árboles. d) Bendición de Dios sobre la Naturaleza.
Consagración de la. vida
sobrenatural
El sacramento del Orden
conferido en las Cuatro Témporas es el que constituye a los nuevos sacerdotes;
mas los sacerdotes, en cierto sentido, y los Obispos en toda la plenitud de la
palabra, son los padres y engendradores de la vida sobrenatural, por el
Sacrificio y los Sacramentos; son los que sustentan, protegen y renuevan esta
vida para los espiritualmente vivos, y en favor de los que carecen de la vida sobrenatural
(sacramentos de vivos y de muertos). Esta vida fluye por su medio, desde Cristo
a nosotros, en el Espíritu Santo. Todo esto nos representa la liturgia
de las Témporas, con sus Ordenaciones y Estaciones en Santa María la Mayor, los
Santos Apóstoles y San Pedro del Vaticano. Sobre este fondo común, ofrecen las
Témporas de Adviento, Cuaresma, Pentecostés y septiembre, pensamientos propios,
conformes con el carácter peculiar de los diversos períodos del año litúrgico.
Actualmente por ley
universal de la Iglesia (canon 1252 § 2), está mandado que los miércoles,
viernes y sábados de las Cuatro Témporas se observe el ayuno y la abstinencia.
Esta práctica, inspirada en la costumbre de los hebreos de ayunar en los meses
cuarto, quinto, séptimo y décimo, es antiquísima en la Iglesia católica. Según
Dom G. Morin, O. S. B., el triple ayuno después de Pascua, fijado en la semana
de Pentecostés, y en los muses de septiembre y diciembre (el de la
primavera coincide siempre con el ayuno de cuaresma), fue introducido en la
Iglesia romana después del Papa san León Magno (440-461). Según L. Duchesne,
las Cuatro Témporas no son más que un recuerdo de la antigua semana litúrgica
de Roma, un Ayuno real substituido al medio ayuno de las estaciones ordinaria (miércoles
y viernes). El historiador Fischer quiere que el ayuno de los días de las
Cuatro Témporas, proceda de tradición apostólica, según lo que se lee en el
Breviario Romano en el día 14 de octubre, fiesta de san Calixto, Pontífice y
Mártir, en las palabras siguientes: «(…) Estableció las cuatro Témporas
delaño, ordenando que indos guardasen el ayuna recibido por tradiciónapostólica».
Alfonso
M. Gubianas, Nociones elementales de liturgia, pag. 161 y ss.