Algunos santos del mes de junio

SAN ONOFRE (c. 400 p.c.)

Entre los muchos ermitaños que vivieron en los desiertos de Egipto durante los siglos cuarto y quinto, había un santo varón llamado Onofre. Lo poco que sabemos sobre él procede de un relato, atribuido a cierto abad Pafnucio, sobre las visitas que hizo a los ermitaños de la Tebaida. Al parecer, varios de los ascetas que conocieron a Pafnucio le pidieron que escribiera esa relación de la que circularon varias versiones, sin que por ello se desvirtuara la esencia de la historia.

Pafnucio emprendió la peregrinación con el fin de estudiar la vida ermítica y descubrir si él mismo sentía verdadera inclinación a ella. Con este propósito dejó su monasterio y, durante dieciséis días, recorrió el desierto y tuvo algunos encuentros edificantes y algunas aventuras extrañas; pero en el día décimo séptimo quedó asombrado a la vista de un ser al que se habría tomado por animal, pero era un hombre: ¡Era un hombre anciano, con la cabellera y las barbas tan largas, que le llegaban al suelo! ¡Tenía el cuerpo cubierto por un vello espeso como la piel de una fiera y de sus hombros colgaba un manto de hojas! . . . La aparición de semejante criatura fue tan espantable, que Pafnucio emprendió la huida. Sin embargo, el extraño ser le llamó para detenerle y le aseguró que también él era un hombre y un siervo de Dios. Con cierto recelo al principio, Pafnucio se acercó al desconocido, pero muy pronto ambos entablaron conversación y se enteró de que aquel extraño ser se llamaba Onofre, que había sido monje en un monasterio donde vivían con él muchos otros hermanos y que, al seguir su inclinación hacia la vida de soledad, se retiró al desierto, donde había pasado setenta años. En respuesta a las preguntas de Pafnucio, el ermitaño admitió que en innumerables ocasiones había sufrido de hambre y de sed, de los rigores del clima y de la violencia de las tentaciones; sin embargo, Dios le había dado también consuelos innumerables y le había alimentado con los dátiles de una palmera que crecía cerca de su celda.

Más adelante, Onofre condujo al peregrino hasta la cueva donde moraba y ahí pasaron el resto del día en amable plática sobre cosas santas. De repente, al caer la tarde, aparecieron ante ellos una torta de pan y un cántaro de agua y, tras de compartir la comida, ambos se sintieron extraordinariamente reconfortados. Durante toda aquella noche Onofre y Pafnucio oraron juntos. Al despuntar el sol del día siguiente, Pafnucio advirtió alarmado que se había operado un cambio en el ermitaño, quien evidentemente se hallaba a punto de morir. En cuanto se acercó a él para ayudarle, Onofre comenzó a hablar: «Nada temas, hermano Pafnucio, dijo; el Señor, en su infinita misericordia, te envió aquí para que me sepultaras». El viajero sugirió al agonizante ermitaño que él mismo ocuparía la celda del desierto cuando la abandonase, pero Onofre repuso que no era esa la voluntad de Dios. Instantes después suplicó que le encomendasen el alma a las oraciones de los fieles, por quienes prometía interceder y, tras de haber dado la bendición a Pafnucio, se dejó caer en el suelo y entregó el espíritu. El visitante le hizo una mortaja con la mitad de su túnica, depositó el cadáver en el hueco de una roca y lo sepultó con piedras. Tan pronto como terminó su faena, vio cómo se derrumbaba la cueva donde había vivido el santo y cómo desaparecía la palmera que le había alimentado. Con esto comprendió Pafnucio que no debía permanecer por más tiempo en aquel lugar y se alejó al punto.

Nota: Este Santo pertenece a la Iglesia Católica por la fecha en que murió.

SAN PEDRO DEL MONTE ATHOS (¿Siglo VIII?)

Muchos años antes de que se comenzara a construir el primero de los varios famosos monasterios del Monte Athos, en Macedonia, ya vivía en sus faldas un santo anacoreta llamado Pedro. Se dice que él fue el primer ermitaño cristiano que se instaló en aquella región, pero nada se sabe sobre su verdadera historia.

Después de su muerte, sus reliquias fueron llevadas al monasterio de San Clemente y, en el siglo décimo, se trasladaron a Tracia, donde se propagó mucho su culto. La leyenda de San Pedro, tal como la cuenta Gregorio de Palamás, arzobispo de Tesalónica, se asemeja a muchas otras de las historias relatadas en las Menaia griegas, y se la puede considerar como una fábula edificante. En su juventud, Pedro tomó las armas contra los sarracenos y, tras no pocas batallas, fue capturado y encarcelado. Pero San Nicolás y San Simeón, a quienes apeló en su infortunio, acudieron en persona a ayudarle: Simeón le abrió las rejas de la prisión y Nicolás le condujo fuera de ella hasta dejarle a salvo. Una vez libre, Pedro se fue a Roma, donde volvió a encontrarse con San Nicolás, quien le presentó al Papa. El Pontífice, impresionado sin duda por tan alta recomendación, le impuso a Pedro el hábito de monje. Este se embarcó inmediatamente en una nave que tenía como destino la costa de Asia Menor. Apenas había comenzado la navegación, cuando Nuestra Señora se apareció a Pedro para manifestarle su deseo de que pasase el resto de su vida como ermitaño en el Monte Athos.

Por consiguiente, cuando dejaron atrás las costas de Creta, el capitán desembarcó al fraile lo más cerca posible de su objetivo, y desde entonces se entregó a la vida de penitencia en las faldas del monte. Además de soportar innumerables penurias, tuvo que hacer frente a los ataques del diablo. Primero fue atacado por legiones de demonios que se burlaban de él, le disparaban flechas y le arrojaban piedras. El ermitaño consiguió vencer a la horda maligna con el poder de la oración. Más adelante, los espíritus infernales tomaron la forma de serpientes que perseguían a Pedro y le llenaban de horror; pero él insistió en sus oraciones, todavía más fervorosas y los reptiles desaparecieron. Después, Satanás se apareció en la figura de uno de los antiguos criados de Pedro que sólo había acudido para rogarle, con una insistencia irritante, que volviese al mundo donde todos sus amigos lo extrañaban y donde podía hacer más bien por el prójimo que en la soledad de su retiro. Acosado por aquellas súplicas y profundamente perturbado, Pedro imploró el auxilio de la Virgen María, quien se hizo presente y obligó al tentador a mostrarse con su verdadera forma ante el ermitaño y luego lo hizo desaparecer. Pero no para siempre, porque el «maligno» volvió transformado en un ángel de luz. En aquella ocasión, a Pedro le bastó su humildad para vencer al espíritu del mal. El supuesto ángel le aconsejaba que retornase al mundo, pero el ermitaño insistía en que él no era digno de acercarse a los demás hombres y mucho menos podía esperar que le visitase un espíritu celestial. En consecuencia, se negó rotundamente a escuchar los consejos de su sobrenatural visitante.

Ya había vivido durante cincuenta años en el Monte Athos, sin ver criatura humana alguna, cuando un cazador le descubrió por casualidad. El ermitaño relató su historia con lujo de detalles y, a pesar de que el cazador, edificado, rogaba que le dejase permanecer ahí, Pedro insistió en que volviese a su país y que, un año más tarde, le visitara de nuevo. Doce meses después, el cazador, acompañado por un amigo, acudió a la cita, pero sólo encontró el cadáver de Pedro.

BEATO ESTEBAN BANDELLI (1450 p.c.)

Uno de los predicadores más distinguidos de la orden dominicana durante la primera mitad del siglo quince, fue Fray Esteban Bandelli. Nació en 1369, en la región norte de Italia, y recibió el hábito de Santo Domingo en Piacenza. Desde el principio, su piedad y su obediencia fueron un ejemplo y una inspiración para los monjes; sus ciencias le proporcionaron el grado de doctor en leyes canónicas y una cátedra en la Universidad de Pavía. Pero sus mayores triunfos los obtuvo desde el pulpito y en el confesionario. Ya fuera que predicase en Liguria o en otra región cualquiera de Italia, verdaderas multitudes acudían a escucharle y eran innumerables los pecadores que, arrepentidos, emprendían con firmeza el camino del bien. A la edad de ochenta y un años murió en Saluzzo, en la diócesis de Turín, e inmediatamente fue honrado como santo y realizador de milagros. Treinta y siete años después de su muerte, cuando Saluzzo quedó cercada por fuerzas enemigas, se vieron aparecer figuras extrañas sobre el cielo, y la población afirmó que eran las sombras de la Santísima Virgen y del Beato Esteban que habían acudido a protegerles. El enemigo se retiró sin haber puesto el sitio, y todos los agradecidos habitantes de Saluzzo instituyeron desde entonces una procesión anual en honor del beato. El Papa, Pío IX confirmó su antiguo culto en 1856.

Santos primera semana de mayo

SAN CIRÍACO o JUDAS CIRÍACO, OBISPO (¿133? p.c.)

San Judas Ciriaco, el principal patrono de Ancona, era, probablemente, un obispo de dicha ciudad, que fue asesinado durante una peregrinación a Jerusalén. Por otra parte, algunos autores han lanzado la hipótesis de que se identifica con el obispo de Jerusalén, llamado Judas, que murió en un levantamiento popular, el año 133. Pero la tradición local de Ancona relaciona a su patrono con la figura legendaria del judío Judas Ciriaco que reveló a la emperatriz Elena el sitio en que se hallaba enterrada la Cruz y, después de haber recibido el bautismo y la consagración episcopal, sufrió el martirio en la persecución de Juliano el Apóstata. Las actas de su martirio relatan su conversación imaginaria con el emperador Juliano y los tormentos a que sometido, junto con su madre, Ana. Se dice que la emperatriz Gala Placidia regaló a la ciudad de Ancona las reliquias del santo, excepto la cabeza; ésta fue trasladada, desde Jerusalén, por el conde Enrique de Champagne, quien construyó una iglesia para esa reliquia en Provins.

SANTA PELAGIA DE TARSO, VIRGEN Y MÁRTIR (¿304? p.c.)

La leyenda de Santa Pelagia de Tarso es una de esas novelas griegas destinadas a edificar a los fieles de la época. Según dicha leyenda, Santa Pelagia era muy hermosa. Sus padres, que eran paganos, intentaron casarla con el hijo del emperador Diocleciano; pero la joven no quería casarse y, para dar largas al asunto, pidió permiso para ir a visitar a su antigua nodriza. Aprovechó la ocasión para recibir instrucción cristiana de un obispo llamado Clino, quien la bautizó y le dio la primera comunión. Cuando se supo en su casa que era cristiana, su pretendiente se suicidó y su madre la denunció al emperador. Pero Pelagia era tan hermosa, que Diocleciano, en vez de castigarla, le propuso matrimonio. Pelagia se negó a ello y a abjurar de la fe. Entonces, el emperador ordenó que muriese atada a un becerro de bronce calentado al rojo vivo. Las reliquias de la santa fueron arrojadas a los cuatro vientos, pero los leones se encargaron de guardarlas hasta que las recogió el obispo, quien les dio honrosa sepultura en una montaña de los alrededores de la ciudad.

Existen muchas santas del mismo nombre, San Juan Crisóstomo nos dejó un panegírico sobre Pelagia de Antioquía. Todas las otras son legendarias y sus leyendas se han mezclado unas con otras. En el caso de Pelagia de Tarso, no hay ningún fundamento para sospechar que haya existido realmente; pero de ahí no se sigue que deban considerarse estas fábulas hagiográficas como un reflorecimiento del culto de Afrodita, como lo hacen algunos.

SAN FLORIAN, MÁRTIR (304 p.c.)

San Florian, a quien el Martirologio Romano conmemora en este día, era un oficial del ejército romano. Tras de desempeñar un alto puesto administrativo, en Nórico de Austria, fue martirizado por la fe, en tiempos de Diocleciano. Sus «actas», que son legendarias, cuentan que él mismo se entregó en Lorch a los soldados del gobernador Aquilino que perseguían a los cristianos. Por su valiente confesión de la fe, se le azotó dos veces, fue despellejado en vida y, finalmente, se le arrojó al río Enns con una piedra al cuello. Una piadosa mujer recuperó su cuerpo, que fue más tarde depositado en la abadía agustiniana de San Florián, cerca de Linz. Las reliquias del santo fueron después trasladadas a Roma; el Papa Lucio III, en 1138, regaló una parte de ellas al rey Casimiro de Polonia y al obispo de Cracovia. Desde entonces, se considera a San Florián como patrono de Linz, de Polonia y de Austria superior. Es muy probable que en tantas traslaciones se hayan confundido las reliquias de San Floriano con las de otros santos del mismo nombre. Lo cierto es que en muchas regiones de Europa central, el pueblo le profesa gran devoción. La tradición que afirma que su martirio tuvo lugar en la confluencia de Enns con el Danubio es antigua y digna de crédito. A la intercesión del santo se atribuyen numerosas curaciones. El pueblo cristiano le invoca como protector contra el fuego y el agua.

SAN VENERO, OBISPO DE MILÁN (409 p.c.)

El tercer obispo de Milán, después de San Ambrosio, fue San Venero. Había sido diácono de San Ambrosio y sucedió en la sede a San Simpliciano el año 400. Sabemos muy poco sobre él. Su culto se popularizó mucho en 1579, cuando San Carlos Borromeo desenterró sus restos y los trasladó a la catedral. El santo era muy amigo de San Paulino de Nola, San Delfino de Burdeos y San Cromacio de Aquileya. También tuvo ocasión de manifestar a San Juan Crisóstomo la pena con que veía sus sufrimientos. Cuando los obispos de África, reunidos en Cartago el año 401, apelaron al Papa Anastasio, pidieron también socorro a San Venero. El poeta cristiano Ennodio cantó loas al santo y a su singular elocuencia.

SAN GOTARDO, OBISPO DE HILDESHEIM (1038 p.c.)

San Gotardo nació en el pueblecito bávaro de Reichesdorf. Su padre estaba al servicio de los canónigos que vivían en la antigua abadía benedictina de Nieder-Altaich. Los canónigos se encargaron de la educación del niño. Gotardo dio muestras de un ingenio tan precoz, que llamó la atención de los obispos de Passau y Regensburg y se ganó el favor del arzobispo Federico de Salzburgo. Este último le llevó consigo a Roma y le nombró superior de los canónigos, a los diecinueve años. Gracias a los esfuerzos de los tres prelados, se restableció la regla benedictina en Nieder-Altaich, en 990. Gotardo, que ya entonces era sacerdote, tomó el hábito monacal junto con otros canónigos. Cuando fue elegido abad, San Enrique, que era entonces duque de Baviera y tenía en gran estima a Gotardo, acudió a su consagración. La emperatriz Cunegunda tejió para el santo un cíngulo que se conservó mucho tiempo como reliquia. El éxito con que Gotardo gobernó su abadía, hizo que San Enrique le mandase a reformar los monasterios de Tegernsee, en el Freising, Herfeld, en Turingia y Kremsmünster, en Passau. El santo desempeñó con gran acierto el cargo, sin abandonar la dirección de Nieder-Altaich, en donde dejaba a un vicesuperior cuando estaba ausente. En veinticinco años, San Gotardo formó nueve abades de diversos monasterios.

Dios le llamó entonces a una vida muy diferente. San Bernwaldo, obispo de Hildesheim, murió el año 1022. Al punto decidió San Enrique nombrar a Gotardo para sucederle. En vano alegó el abad su avanzada edad y su falta de cualidades; al fin tuvo que plegarse a los deseos del monarca, a quien apoyaba todo el clero de la región. Aunque tenía ya sesenta años, emprendió las labores episcopales con el empuje y la energía de un joven. Construyó y restauró varias iglesias; fomentó mucho la educación, particularmente en la escuela catedralicia; estableció tal disciplina en su capítulo, que parecía un monasterio; finalmente, en un terreno pantanoso que obtuvo de las autoridades, en las afueras de Hildesheim, construyó un hospital para los pobres y enfermos. San Gotardo tenía particular predilección por los pobres; en cambio veía con muy malos ojos a los vagabundos profesionales, a los que llamaba «los peripatéticos» y no les permitía hospedarse por más de dos o tres días, en el hospital. El santo obispo murió en 1038 y fue canonizado en 1131. Los autores están generalmente de acuerdo en que el célebre Paso de San Gotardo tomó su nombre de una capilla que los duques de Baviera construyeron en la cumbre, en honor del gran prelado de Hildesheim.

BEATA CATALINA DE PARC-AUX-DAMES, VIRGEN (Principios del siglo XIII)

La Beata Catalina de Parc-Aux-Dames era hija de padres judíos, que residían en Lovaina. Maese Rainero, el capellán del duque de Brabante, visitaba frecuentemente a la familia de Catalina y mantenía con ella largas conversaciones sobre problemas religiosos. Desde que tenía cinco años, la pequeña Raquel —como se llamaba entonces Catalina— escuchaba atentamente a Maese Rainero. Viendo éste, un día, la atención con que le escuchaba, le dijo: «Raquel ¿te gustaría ser cristiana?» «Sí, respondió al punto la chiquilla, pero quisiera saber cómo.» Desde entonces, el buen sacerdote aprovechó todas las ocasiones para instruirla en la fe. Pero los padres no veían con buenos ojos el cambio que se estaba obrando en su hija y, al cumplir los siete años de edad, decidieron enviarla al otro lado del Rin para alejarla de toda influencia católica. Raquel se afligió mucho al saberlo; pero la Virgen se le apareció una noche, le dio un bordón de peregrino y le mandó que huyese. La niña se levantó al punto y fue a buscar a Maese Rainero, quien la condujo a la abadía de las religiosas cistercienses de Parc-aux-Dames, a tres kilómetros de Lovaina. Ahí recibió Raquel el bautismo, el hábito y el nombre de Catalina. Sus padres apelaron al obispo de Lovaina, al duque de Brabante y aun al Papa Honorio, para conseguir que Catalina volviera a su casa, por lo menos hasta que cumpliese doce años. El obispo y el duque favorecían a los padres de Catalina; pero Engelberto, arzobispo de Colonia y Guillermo, abad de Claraval, decidieron en favor de Catalina. La beata permaneció en Parc-aux-Dames hasta su muerte y fue muy famosa por sus visiones y milagros.

San León Magno

PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA

(461 d.c.)

Festividad: 11 de abril.

La sagacidad de León I, el éxito con que defendió la fe contra las herejías y su intervención ante Atila y Genserico, realzaron el prestigio de la Santa Sede y al Papa le valieron el título de «Magno». La posteridad sólo ha concedido ese título a otros dos Pontífices: San Gregorio I y San Nicolás I. La Iglesia honra a San León entre sus doctores, por sus incomparables obras teológicas, de las que hay muchos extractos en las lecciones del Breviario.

Probablemente la familia de San León era toscana, pero él llamó a Roma su «patria», lo cual nos inclina a pensar que nació en dicha ciudad. No sabemos nada acerca de sus primeros años y desconocemos la fecha de su ordenación. Sus escritos prueban que había recibido una educación excelente, aunque ésta no comprendía el estudio del griego. Fue diácono de los Papas San Celestino I y Sixto III; ese puesto era tan importante, que San Cirilo le escribía directamente a él, y Casiano le dedicó su tratado contra Nestorio. El año 440, cuando las disputas de los dos generales imperiales, Aecio y Albino, amenazaban con dejar a la Galia a merced de los bárbaros, León fue enviado a mediar entre ellos. Cuando murió Sixto III, San León estaba todavía en Galia; una embajada fue allá a anunciarle que había sido elegido Sumo Pontífice.

La consagración tuvo lugar el 29 de septiembre de 440. Desde el primer momento, San León dio pruebas de sus excepcionales cualidades de pastor y jefe. La predicación era entonces privilegio casi exclusivo de los obispos; San León se dedicó a instruir sistemáticamente al pueblo de Roma para convertirle en ejemplo de las otras Iglesias. Los noventa y seis sermones auténticos de San León que han llegado hasta nosotros, muestran que insistía en la limosna y otros aspectos sociales de la vida cristiana y que explicaba al pueblo la doctrina, particularmente lo relativo a la Encarnación. Afortunadamente, se conservan 143 cartas de San León y otras treinta que le fueron escritas. Por ellas, podemos darnos una idea de la extraordinaria vigilancia con que el santo Pontífice seguía la vida de la Iglesia en todo el Imperio. Al mismo tiempo que combatía a los maniqueos en Roma, escribía al obispo de Aquileya dándole instrucciones sobre la manera de enfrentarse al pelagianismo, que había reaparecido en dicha diócesis.

Santo Toribio, obispo de Astorga, España, envió a San León una copia de su carta circular sobre el priscilianismo, una secta que había progresado mucho en España, gracias a la connivencia de una parte del clero. Dicha secta era una mezcla de astrología, de fatalismo y de la doctrina maniquea sobre la maldad de la materia. En su respuesta el Papa, refutó ampliamente a los priscilianistas, refirió las medidas que había tomado contra los maniqueos y mandó que se reuniese un sínodo para combatir la herejía. Varias veces tuvo que intervenir también en los asuntos de la Galia; en dos ocasiones reprendió a San Hilario, obispo de Arles, quien se había excedido en el uso de sus poderes de metropolitano.

Escribió algunas cartas a Anastasio, obispo de Tesalónica, para confirmarle su oficio de Vicario de los obispos de Iliria; en una ocasión le recomendó mayor tacto y en otra, le recordó que los obispos tenían derecho de apelar a Roma, «según la antigua tradición». El año 446, San León escribió a la Iglesia africana de Mauritania, prohibiendo la elección de laicos para las sedes episcopales, así como las de los casados en segundas nupcias y de los casados con una viuda; en la misma carta tocó el delicado problema de la manera de tratar a las vírgenes consagradas a Dios que habían sido violadas por los bárbaros.

Respondiendo a ciertas quejas del clero de Palermo y Taormina, San León escribió a los obispos de Sicilia, ordenándoles que no vendiesen las propiedades de la Iglesia sin el consentimiento del clero. En las decisiones de San León, escritas en forma autoritaria y casi dura, no hay la menor nota personal ni la menor incertidumbre; no es el hombre el que habla, sino el sucesor de San Pedro. Ese es el secreto de la grandeza y de la unidad del carácter de San León. Sin embargo, hay que mencionar también un rasgo muy humano, que conocemos nada más por tradición, pero que ilustra la importancia, que el santo daba a la elección de los candidatos a las ordenes sagradas. En el «Prado Espiritual», Juan Mosco cita estas palabras de Amos, patriarca de Jerusalén: «Por mis lecturas estoy enterado de que el bienaventurado Papa León, hombre de costumbres angélicas, veló y oró durante cuarenta días en la tumba de San Pedro, pidiendo a Dios, por la intercesión del Apóstol, el perdón de sus pecados. Al fin de esos cuarenta días, se le apareció San Pedro y le dijo: ‘Dios te ha perdonado todos tus pecados, excepto los que cometiste al conferir las sagradas órdenes, pues de esos tendrás que dar cuenta muy estricta’.» San León prohibió que se confiriesen las órdenes a los esclavos y a todos los que habían practicado oficios ilegales o indecorosos e introdujo una ley, por la que se restringía la ordenación al sacerdocio sólo a los candidatos de edad madura que habían sido probados a fondo y se habían distinguido en el servicio de la Iglesia por su sumisión a las reglas y su amor a la disciplina.

El santo Pontífice, en su calidad de pastor universal, tuvo que enfrentarse en el oriente con dificultades más grandes que las de cualquiera de sus predecesores. El año 448, recibió una carta de un abad de Constantinopla, llamado Eutiques, quien se quejaba del recrudecimiento de la herejía nestoriana. San León respondió discretamente que iba a investigar el asunto. Al año siguiente, Eutiques escribió otra carta al Papa y mandó copia de ella a los patriarcas de Alejandría y de Jerusalén. En dicha carta protestaba contra la excomunión que había fulminado contra él San Flaviano, patriarca de Constantinopla, a instancias de Eusebio de Dorileo y pedía ser restituido a su cargo. Con su carta iba otra del emperador Teodosio II en defensa suya. Como en Roma no se había recibido la noticia oficial de la excomunión, San León escribió a San Flaviano, quien le envió amplias informaciones sobre el sínodo que había excomulgado a Eutiques. En ella ponía en claro que Eutiques había caído en el error de negar la existencia de dos naturalezas en Cristo, cosa que constituía una herejía opuesta al nestorianismo. Por entonces, el emperador Teodosio convocó a un concilio en Efeso, so pretexto de estudiar a fondo el asunto, pero el concilio estaba lleno de amigos de Eutiques y lo presidía uno de sus principales partidarios, Dióscoro, patriarca de Alejandría. El conciliábulo absolvió a Eutiques y condenó a San Flaviano, quien murió poco después, a resultas de los golpes que había recibido. Como los legados del Papa se negaron a aceptar la sentencia del conciliábulo, se les prohibió leer la carta de San León ante la asamblea.

En cuanto San León se enteró del asunto, anuló las decisiones de la asamblea y escribió al emperador con estos consejos: «Deja a los obispos defender libremente la fe, pues ningún poder humano ni amenaza alguna son capaces de destruirla. Proteje a la Iglesia y consérvala en paz para que Cristo proteja, a su vez, tu Imperio». Dos años después, en el reinado del emperador Marciano, se reunió en Calcedonia un Concilio ecuménico. Seiscientos obispos, entre los que se contaban los legados de San León, acudieron a él. El Concilio reivindicó la memoria de San Flaviano y excomulgó y depuso a Dióscoro. El 13 de junio de 449, San León había escrito a San Flaviano una carta doctrinal, en la que exponía claramente la fe de la Iglesia en las dos naturalezas de Cristo y refutaba los errores de los eutiquianos y nestorianos. Dióscoro había ignorado esa famosa carta, conocida con el nombre de «Carta Dogmática» o «Tomo de San León»; en esa ocasión se leyó en el Concilio. «¡Pedro ha hablado por la boca de León!», exclamaron los obispos, después de oír esa lúcida exposición sobre la doble naturaleza de Cristo, que se convirtió desde entonces en doctrina oficial de la Iglesia.

Entre tanto, habían tenido lugar en occidente varios acontecimientos. Atila invadió Italia al frente de los hunos, el año 452; quemó la ciudad de Aquileya, sembró el terror y la muerte a su paso, saqueó Milán y Pavía y se dirigió hacia la capital. Ante la ineficacia del general Aecio, el pueblo se llenó de pánico; todas las miradas se volvieron hacia San León, y el emperador Valente III y el Senado le autorizaron para negociar con el enemigo. Poseído de su carácter sagrado y sin vacilar un solo instante, el Papa partió de Roma, acompañado por el cónsul Avieno, por Trigecio, gobernador de la ciudad y unos cuantos sacerdotes. Entró en contacto con el enemigo en la actual ciudad de Peschiera. San León y su clero se entrevistaron con Atila y le persuadieron para que aceptase un tributo anual, en vez de saquear la ciudad. Esto salvó a Roma de la catástrofe por algún tiempo. Pero tres años más tarde, Genserico se presentó a la cabeza de los vándalos ante las puertas de la ciudad, totalmente indefensa. En esta ocasión, San León tuvo menos éxito, pero obtuvo que los vándalos se contentasen con saquear la ciudad, sin matar ni incendiar.

Quince días después, los bárbaros se retiraron al África con numerosos cautivos y un inmenso botín. San León emprendió inmediatamente la reconstrucción de la ciudad y la reparación de los daños causados por los bárbaros. Envió a muchos sacerdotes a asistir y rescatar a los prisioneros en África y restituyó, en cuanto le fue posible, los vasos sagrados de las iglesias. Gracias a su ilimitada confianza en Dios, no se desalentó jamás y conservó gran serenidad, aun en los momentos más difíciles. En los veintiún años de su pontificado se había ganado el cariño y la veneración de los ricos y de los pobres, de los emperadores y de los bárbaros, de los clérigos y de los laicos. Murió el 10 de noviembre de 461. Sus reliquias se conservan en la basílica de San Pedro. Su fiesta, que se celebra el día de hoy, conmemora la fecha de la traslación de sus reliquias. El historiador Jalland, anglicano, resume el carácter de San León con cuatro rasgos: «su energía indomable, su magnanimidad, su firmeza y su humilde devoción al deber». La exposición que hizo San León de la doctrina cristiana de la Encarnación, fue uno de los «momentos» más importantes de la historia del cristianismo. «La más grande de sus realizaciones personales fue el éxito con que reivindicó la primacía de la Sede Romana en las cuestiones doctrinales.» San León fue declarado doctor de la Iglesia mucho tiempo después, en 1754. Entre los sermones que se conservan del santo, hay uno que predicó en la fiesta de San Pedro y San Pablo, poco después de la retirada de Atila. Empieza por comparar el fervor de los romanos en el momento en que se salvaron de la catástrofe con su actual tibieza y les recuerda la ingratitud de los nueve leprosos que sanó Cristo. A continuación les dijo: «Así pues, mis amados hermanos, debéis volveros al Señor, si no queréis que os reproche lo mismo que a los nueve leprosos ingratos. Recordad las maravillas que El ha obrado con vosotros. Guardaos de atribuir vuestra liberación a los astros, como lo hacen algunos impíos; atribuidla únicamente a la infinita misericordia de Dios, que ablandó el corazón de los bárbaros. Sólo podéis obtener el perdón de vuestra negligencia, haciendo una penitencia que supere a la culpa. Aprovechemos el tiempo de paz que nos concede el Señor para enmendar nuestras vidas. Que San Pedro y todos los santos, que nos han socorrido en nuestras innumerables aflicciones, secunden las fervientes súplicas que elevamos por vosotros a la misericordia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.»

                                                                                  (De la vida de los Santos de Butler)

Perlitas sobre San Simonino

1) El culto que se le atribuye a San Simonino, no se trata tan solo del honor a un niño que sufrió por parte de los judíos, todos los ultrajes que sufriera Jesucristo; sino un verdadero y santísimo acto de reparación al Divino Redentor Jesucristo y a su Divina Madre, tan ultrajados en el purísimo cadáver del beato Simonino.

2) Quienes hemos recorrido  las calles de la hermosa ciudad de Trento y buscamos alguna seña, alguna huella o esbozo de nuestro Simonino, no lo hallamos. Lo único que ha quedado,  es un relieve de aproximadamente, 30 x 40 cm. en forma ovalada, que se encuentra sobre la acera del Palacio Bortolazzi y dos medallones en el portal del Palacio Salvadori (en gloria y durante el martirio).

3) En 1955 fue la última procesión, y luego de esto el cuerpo fue escondido  en un sitio desconocido. Se encontraba en una urna de cristal, con  la imagen del sacro cuerpito que reposa en un artístico cofre en plata y cristal, una obra de finísimo cincelado de artistas milaneses. El cuerpo del Beato es largo en 75 centímetros y fue momificado con verdadero arte por el medico Trentino Ippolito del noble Guarinoni, en 1.737. La cabeza está ornamentada con una preciosa corona y del cuello, cuelga un fino collar de oro con medallones también de oro. Cuenta un histórico Trentino, que esto seria una donación de una reina de España.

Como que también hicieron desaparecer los instrumentos del tormento del martirio: el cuchillo, una jofaina  y tenaza. En su época, estaban expuestos en el Museo Diocesano.

4)  En 1965 la Iglesia pidió perdón por aquello, exoneró a los judíos que habían sido condenados, y suprimió oficialmente el culto a San Simón de Trento, con condenas explícitas a quien lo promoviese. En 2001, la Iglesia de Trento promovió nuevas investigaciones y volvió a pedir perdón por aquello. (…ratas traidoras…)

5) Loable es la creación del “Comité San Simonino” creado en Italia, en el año 2.007, que se propone el restablecimiento del culto público y privado de San Simonino; la restitución de las reliquias que permanecen ocultas desde el año l.965, por parte de la curia trentina y la difusión a la devoción a San Simonino.

Vida de San Simonino de Trento. Parte 2.

El martirio : Viernes 23 de marzo:

La novedad del rapto de un niño, hizo que se agruparan los judíos de las tres casas, en la de Samuele. Dieron, incluso miel al niño que, ya casi ronco, no dejan de llamar a su mamá.

Entra Tobia, el viejo Mosé. Bien pronto, comparecieron el hijo y el  nieto de Mosé,  Mohar y Bonaventura, Vitale y Samuele con Israel y el último, el cocinero Bonaventura.

El pobrecito niño que yacía allí, adormecido, se sacude y estaba por gritar, cuando Samuele lo toma brutalmente y le aprieta el cuello con un largo pañuelo, que se lo anudó como un lazo y le sostenía la cabeza, mientras el viejo Mosé, sentado en un banco y con la derecha, tiraba de la otra punta del pañuelo y apretaba las rodillas de Simonino que lo sofocaba.

La cara se había hinchado y estaba roja y de la boquita, salía su lengua y baba, sus ojitos velados de lágrimas, parecían saltarse. Cuando Mosé, el desalmado viejo, con una tenaza, le arranca un  mordisco de carne de la mejilla derecha, en tanto que Tobia, tenía firme el lazo.

Después de Mosé, viene Samuele a  arrancarle con la misma tenaza, otro pedazo y luego continuaron Tobia y Mohar que, para colmo, con una  hoja de hierro, golpea la cabecita al niño rompiéndole la corteza y  empapa de sangre, todos sus cabellos.

El cuerpo del niño era aferrado de espantosos temblores y de su estrecha boquita salían sus últimos gemidos.

Para que no muriese enseguida, de tanto en tanto, -siempre es Samuele el que habla- le disminuían el lazo, mientras Samuele con los otros judíos, recogían la sangre que corría por la cinturita, en un tazón o palangana. Para continuar el martirio, no saciados aún, cada uno toma un alfiler y comienzan a pincharle la cara, el cuello, el pecho y la espalda. En brevísimos momentos, aquel pequeño mártir, era todo sangre.

Mosé, luego le gira hacia arriba su testículo para poner al desnudo las piernitas y con la misma tenaza, le arrancó una pizca de carne de la tibia derecha y así hicieron los otros verdugos, recogiendo la sangre que caía de sus carnecitas en el tazón de estaño. Después Samuele tomó al moribundo  por el brazo derecho y Mosé por el izquierdo y lo levantaron sobre sus piecitos ensangrentados, tenidos firmes sobre el banco de Mohar y lo estiraron como Jesús sobre la cruz.

A aquella vista,  las otras fieras, volvieron a tomar las alfileres y volvieron a traspasarlo gruñendo  a regañadientes: “Muere como tu Jesús, falso Dios de todos los Goim! (1) sean ellos todos los tormentos y la destrucción”.

El último acto de tanto ultraje, fue aquel de morderle las orejitas gruñendo como perros hambrientos, siempre maldiciendo al Hijo de Dios y a los cristianos.

(Toda esta orgía canibalesca se obtiene de la confesión de los reos y de las mujeres allí presentes)

Nuestro pequeño Simonino crucificado era el último anhelo…Un temblor mortal invade el ensangrentado cuerpito, abrió la boquita en un angustioso espasmo…….mira hacia arriba….expira…..

(toda esta horrenda carnicería es tomada del interrogatorio de Samuele delante a los jueces el día 7 de junio de 1475)

Y así, la sinagoga comenzaba su “sacra Pesáh” en odio al Hijo de Dios, que mandaba al paraíso, multitud de Ángeles con los inocentes de Belén a recibir el alma de Simonino, en el rojo púrpura de su martirio.

Encuentran el cuerpito de Simonino

Los judíos no podían perder el tiempo; el cuerpito que se encontraba aún en casa de Samuele, debía de cualquier manera  desaparecer. La única forma era tirarlo a la acequia y hacer creer que se había ahogado.

No se explicaba cómo fuese desaparecido un niño, en pleno día,  por lo que los comentarios y las suposiciones comenzaron y se hicieron comunes en casi todos, sobre la sospecha de los judíos que vivían en la calle del Mercado y, con esta sospecha, entró en escena un vigilante; un cierto Antoniolo, que a una hora de la noche, pasaba por el callejón del Adige, donde era la casa del judío Samuele y la sinagoga. De allí, fue que oyó fuertemente llorar a un niño y llamar: “..mamá, mamá..” sintiendo “sbab pob (en dialecto, “cállate niño”). El vigilante se paró por un buen tiempo y  no escuchando nada más, partió para  su casa.  En este acontecimiento, la sospecha tomaba cuerpo.

Luego de muchísimas contradicciones entre los judíos interrogados por el Podestá, Giovanni de Salis; el capitán del castillo Giacomo Sporo, el doctor en derecho Odorico da Brescia, el  Señor Ermanno, secretario del obispo, Martino Rompilanza y otros esbirros, confirmaron el arresto de los ocho.

La mañana del 27 de marzo se esparce la noticia del hallazgo del cadáver del mártir Simonino y del arresto de la banda de judíos. Se ordena la pericia del cadáver realizada por los doctores Arcangelo de Balduini y Giovanni Mattia Tiberino con los cirujanos Cristóforo de Fatis y el señor Balsano, concluyendo que el cuerpo del niño no era muerto por  ahogamiento  y que las heridas no eran accidentales ni producidas por animales del agua, SINO por obra de mano humana.

El podestá ordena la detención inmediata de los otros judíos que no habían sido aún arrestados: el viejo Mosé; Mohar su hijo; Salomone, Lázaro; el tercer Mosé; Isacco; Brunetta –mujer de Samuele- y Vitale.

El Proceso Criminal:

Los interrogatorios abierto por el gran Podestá, el 28 de marzo, fueron realizaron con 46 interrogatorios,  teniendo cada imputado su proceso personal, que comprendía 3 partes: el examen del acusado que generalmente ocupaba más interrogatorios; la requisitoria en base a los estatutos criminales del principado, y la sentencia emanada sobre los fundamentos  a la confesión del crimen o a cuanto requiere la ley.

En el caso de marras, todos confesaron el delito, ninguno fue condenado como reo persuadido.

El 21 de junio se cierra el proceso con  la sentencia capital para todos, motivada por asesinato de Simone, hijo de Andrés Unferdorben, ultrajado su cadáver  a  mofas y blasfemias contra a Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y su Divina Madre.

En fúnebre procesión, partieron para el lugar de la ejecución, llamado “Malvasia” (llamado así aquel lugar, probabilmente porque le deban a los verdugos este vino fuerte, para poner cierta insensibilidad en su feror oficio.

Ese mismo día, 21 de junio, Samuele, Tobías y Ángelo, fueron muertos y luego quemados en hoguera.

El día 22 de junio, Mohar, Israel y Vitale, corrieron igual suerte: muertos y quemados.

Mosé fue encontrado muerto en la cárcel; lo llevaron a la “Malvasia” y lo quemaron.

Bonaventura, el cocinero y el otro Bonaventura, pidieron morir cristianos, pidiendo perdón al padre y a la madre del beato Simonino y arrodillados sobre la orilla del canal fueron bautizados por el sacerdote que les asistía recibiendo el nombre de Acazio el uno y Sisto, el otro. Apenas recibido el bautismo, fueron decapitados y, con certeza, volaron al paraíso donde los esperaba el dulce Simonino, siendo éstos,  sus dos primeras conquistas.

Isacco y Lázaro fueron ahorcados.

Volfango, otro judío, fue  atado y muerto en la rueda.

Iof y Mosé, bautizados –por pedido de ellos- con los nombre de Antonio y Marcelo e inmediatamente decapitados. Simonino, presentaba al Divino Redentor, dos nuevas conquistas!.

El porqué de esa condena.

Vemos que las sentencia, eran enormes y crueles. Hay que tener en cuenta que, los códigos criminales de entonces, tenían en la mira, de hacer probar al delincuente toda la enormidad de su delito. En una palabra, se ponía en práctica, la ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente…

Madres Convertidas; hijos desaparecidos.

Después de los procesos y las ejecuciones, el deseo del Sumo Pontífice, Sisto IV de unir a la justicia la misericordia, se decide en pleno acuerdo con el Obispo y Príncipe, Giovanni IV y el podestá, de que las cuatro mujeres judías, que aunque participantes del delito; debían ser restituidas a sus hijos. La noticia de sus liberaciones, las colmó de tanta consolación, que pidieron hacerse cristianas.

Brunetta, mujer del ajusticiado Samuele, luego de manifestar todo lo que habían hecho sus correligionarios; junto con Anna, Sara y Bella y el  13 de enero de l.477 en la Parroquia de San Pedro, el obispo de Trento bautizaba a las cuatro: A Brunetta, le impuso el nombre de Catalina; a Bella el de Elisabeth; a Sara el de Clara y a Anna aquel de Susana. Al finalizar, postradas delante de la urna de Simonino, y de Andrés y Maria, padres del mártir, pidieron público perdón de la maldad cometida.

Indecible la alegría de los ciudadanos, pero amarga luego resultó la novedad de que los hijos de las madres convertidas, -no se sabe con qué pretexto-fueron alejados de Trento por los jefes de las sinagogas vecinas y colocados  en otros institutos judíos lejanos,  para que las madres bautizadas cristianas, no les instruyesen en la fe de Jesucristo y les hiciesen bautizar.

Dolido el obispo por la acción tan inicua de la sinagoga, que habían raptado a los hijos de sus madres, viéndose así imposibilitadas de hacerlos educar en nuestra Fe, prohibió  a todas las familias judías su permanencia en la ciudad.

¿ Puede la Iglesia aprobar un culto falso que necesite de ser primido?

Hay cosas que nos siguen dejando atónitos….

El Sumo Pontífice Gregorio XIII en vista de los numerosos y extraordinarios prodigios operado por intersección del querido Simonino, lo inscribe en el Martirólogo romano, con el título de santo.

En 1.588 (113 años después), EL Papa Sixto V reunió una comisión de seis cardenales y repitió el juicio. El tribunal también encontró culpables a todos los judíos.

Ya con la bula del 8 de junio de ese mismo año,  establece la Fiesta con Misa y  Oficio propio, fiesta que viene celebrada cada año, en el cuarto domingo después de Pascua, en la Iglesia parroquial de los Apóstoles  San Pedro y San  Pablo Arquidiócesis de Trento. (hasta un cierto tiempo…..)

(Dal Martirologio Romano (Typis Polyglottis Vaticanis, 1956):
Nono Kalendas Aprilis (23/III). Tridenti passio sancti Simeonis pueri, a Judæis sævissime trucidati, qui multis postea miraculis coruscavit.)

La Bula Beatus Andreas del 22 febrero de 1.755, del Papa Benedicto XIV reconoce nuevamente el culto prestado a San Simonino, afirmado que “fue cruelmente muerto en odio  al fe”.

Vemos hasta aquí, qué gloriosa se mostraba la Iglesia Católica!; con qué valor y valía decretaban actos de Fe….

Pero llegamos al año l.966 y en el marco del nefasto Concilio Vaticano II, Pablo VI ordena que se reexamine el caso de Simón de Trento.

Monseñor Iginio Rogger, en 1.965 fue el principal instigador de la abolición del culto de Simonino en complicidad con el arzobispo Alessandro Maria Gottardi, (quien también había puesto en discusión histórica, el martirio de  San Vigilio co-patrono de Trento) y determina por decreto, (¡Por Decreto !) la inocencia de los judíos asesinados.

Rogger muere el 12 de febrero de 2.014 y Gotardi el  24 de marzo del 2.001…..otros dos traidores de San Simonino…

Por ello y después de ello, los restos de San Simonino, fueron escondidos para evitar la presencia de los peregrinos.

Un defensor (Judio) del martirio de Simonino?…En contraposición  con la de dos obispos católicos??

Pacientes lectores, siempre hemos de decir la verdad y también mostrar el respeto a quien la expresa, por ello, hacemos “nuestras”, las palabras de un sacerdote, el Padre Don Franceso Ricossa,  un gran defensor de nuestro querido San Simonino, cuando en el Epílogo del Libro “La vera storia del Beato Simonio da Trento innocente e Martire y del suo culto”, (Comiato San Simonino. Torino, 2.013 página 103/104),  nos hace ver que, un solo autor es el decisivo y verdaderamente innovativo en el orden del contributo historiográfico: el Profesor Ariel Toaff, por aquél entonces, docente de Historia del medio Evo y del Renacimiento, en la Bar-Ilan University en Israel.

El libro de Toaff “Pasque di Sangue, Ebrei d´Europa e omicidi rituali”, Edizione Il Mulino, Bologna, 2.007 (“Pascua de Sangre, Judíos de Europa y homicidios rituales”) suscitó violentas reacciones: acusaciones, amenazas, intimidaciones, que forzaron a su autor y al editor, a retirar de los comercios el volumen. Sigue comentado el exponente que una segunda edición, vista y corregida fue publicada en el mismo año, pero manteniendo la sustancia de la anterior conclusión. Que esta vez, viene acogida del silencio total, dado que el nombre y la obra de Toaff es casi totalmente cancelada de la discusión sobre el llamado  “homicidio ritual” o “acusación de la sangre” y sobre el caso del Beato Simonino.

Tanta hostilidad ha tenido el autor (que muchos acusadores admitieron no haber leído “Pasque di Sangue ”), dado que era inadmisible la conclusión del estudioso israelita, -hijo del ex-Rabino, jefe de Roma, Elio Toaff- cuando decía que “en particular para el judaísmo askhenazita, la acusación de la sangre, no era siempre una invensión”.

Toaff demuestra la falsedad de los dos principales argumentos de los “negacionistas” del martirio de San Simonino (……nos estamos recordando de Rogger y Gotardi…). Los principales argumentos de siempre, son la poca fiabilidad de las confesiones rendidas en el juicio por los acusados, confesiones arrebatadas, extorsionadas con la tortura y la imposibilidad del crimen mismo que contemplaría la asunción de la sangre humana, cuando en cambio, ninguno-continua explicando claramente el exponente- ignora que la ley mosaica prohibe estrictamente cualquier asunción de sangre.

Toaff, en cambio mete a la luz la causa de su peculiar conocimiento de los textos hebraicos, “los significados rituales y terapéuticos que la sangre tenía en la cultura hebraica”, no obstante, la prohibición bíblica; y además esclarece Toaff que la narración del ritual, llevó a la muerte a Simonino. De los culpables en sus confesiones, se  introduce perfectamente y de manera plausible, en el horrible trastorno de las normas de la Cena pascual y que las palabras rituales hebraicas utilizadas por ellos, tenían un significado que escapaban a los jueces y a los notables episcopales; pero que no escapan a quienes, como Toaff tiene un profundo conocimiento de los textos hebraicos.

Concluyendo: (sigue comentado el honorable sacerdote), no es verosímil que los jueces hayan metido en boca a los acusados palabras y ritos de los cuales ellos mismos no comprendían  completamente su alcance.

Pasque di Sangue” de Ariel Toaff es la palabra definitiva, desde el punto de vista  historiográfico, en lo que respecta al homicidio del pequeño Simonino, ocurrido en Trento en 1.475.

Por último, es paradójico que el artículo de un sacerdote  dominicano modernista sea utilizado de pretexto para suprimir el culto del beato Simonino y que, del trabajo científico de un estudioso israelita sin perjuicios, haya  puesto las bases que debería haber llevado –si fuese en Trento igualmente honesto como en la Universidad Ber-Ilan- a la renovación  del culto. Y tal vez, quizás que el último de los tantos milagros del beato Simonino,  haya sido justo este: suscitar a defensores –más allá de  las propias intenciones- de su causa, al hijo del Rabino Toaff, para confundir a tantos católicos infieles a su bautismo.

San Simonino, viviente imagen de Cristo crucificado, cordero inmaculado, “degollado y erguido en pie”, llamado de la Divina Providencia gratuitamente a la gloria del martirio, Ruega por Nosotros, por tus devotos, por la Iglesia, por tu Ciudad de Trento y, sobre el ejemplo de Cristo, también por tus perseguidores, de Ayer y de Hoy.

Palabras del Profesor Ariel Toaff:

 “Tu estás crucificado y punzado como Jesús colgado, en ignominia y vergüenza como Jesús. Para los participantes al rito, parece que el infante cristiano hubiese perdido su identidad (si nunca la había poseído a los ojos de ellos) y haya sido transformado en Jesús crucificado y colgado”

 (Ariel Toaff, Pasque di sangue, ed. il Mulino, 2007, p. 196)

1) GOIN: era el nombre dado dada por los judíos a los cristianos. Palabra que se usará en todo el interrogatorio por parte de los acusados.

Vida de San Simonino de Trento. Parte I

                                           Vosotros, niños de Belén, no teneís la     

                                                               edad para creer en Cristo; pero teneís

                                                              la carne para padecer por Cristo

                                                               (San Agustín, a los Santos Inocentes)

No vamos a decir aquel ridículo aviso de que lo que se contará a continuación, podrá herir susceptibilidades y esas cosas (no estamos para esas sensiblerías sin fundamento alguno); pero la historia Real del pequeño Simonino nos deja completamente emocionados,  entristecidos y a la vez, rabiosos !.

Vayamos a Trento (Italia; sí, la misma ciudad del Santo Concilio de Trento) este día será un Viernes Santo; 23 de marzo y el siglo será el XV -año 1.475-

De estos dos píos padres: Andrés y María Unferdorben, nace el 27 de octubre de 1.472, el  gracioso bambino llamado Simonino. Crece fuerte, lleno de vida y muy querido en todo el vecindario. Esperaba a su padre, en la puerta de la cocina que daba a la calle, cuando éste retornaba del trabajo en el campo.

En todas las ciudades de la Italia de aquel tiempo, los judíos tenían sus guetos y en varios estados, lo toleraban. En la ciudad en donde nos situamos,  éste ocupaba tres casas alineadas sobre la parte septentrional de la calle del Mercado. En la primera planta se había instalado Samuele un rico hombre de negocios, con su mujer Brunetta, mujer de mucha capacidad comercial y el único hijo, Israel, casado con Anna, una judía de Brescia. En otras dependencias, vivían también dos sirvientes: Bonaventura que hacía de cocinero y Vitale como de la familia.

Por muchos años, tenia este Samuele, un viejo de más de ochenta años: Mosé que se pretendía como profeta y que naturalmente, en la Sinagoga tenia el primer puesto y, también vivía su hijo: Mohar con su mujer Anna y un hijo de éstos: Bonaventura. Todos judíos.

Tres casas más arriba del lugar, vivía Tobía, que se ocupaba “empíricamente” de medicina. Tenía en su casa a un joven de 19 años: Mosé. Por esos días, Tobía, hospedaba en su casa a un cierto pariente: Iof y un tal Israel (perverso e infame).

En otro callejón  vivía Ángelo, el tercer jefe de la casa del gueto Trentino. Con él, vivía su mujer de nombre Dolcetta, también estaba la madre de Ángelo y una hermana: Bonna. Completaba la familia el cocinero Isacco y Lazzaro.

En esta casa de Ángelo, había venido un tercer Mosé, para celebrar con sus cofrades, la pascua judía.

Recordad bien estos nombres, queridos lectores….

En el tiempo ( y en el lugar donde nos encontramos), los judíos tenían enseñanzas secretas que pasaban de generación en generación; enseñanzas supersticiosas contrarias a las mismas leyes de la naturaleza, basadas sobre el odio contra la religión de Nuestro Señor Jesucristo y del pueblo cristiano -igual que hoy día-, como la creencia en cualquier colonia judía, del uso de sangre cristiana, para purificar sus almas y volverse así gratos a  Yahvé en la celebración propia de la fiesta de la Pascua judía.

Convoca Samuel el 22 de marzo en la sinagoga a los cabecillas de su comunidad. Estaban Tobía (el “médico”), el viejo Mosé, Israel y su hijo y también Mohar; haciendo saber el primero que ya estaba todo preparado para la vigilia del grande Pesáh; que el pan ácimo era pronto, con gran provisión de pez y de carne para la fiesta; pero que faltaba solamente aquello que se recomendaba, es decir, la sangre de un  chiquillo cristiano para la purificación y completa celebración de la fiesta.

Y, el lobo Tobía         que conocía a todos, sale con el demonio en su alma encontrando al pequeño Simonino que esperaba al papá Andrés.  Con voz “graciosa” le dice que vaya con él, que tiene lindas cosas para darle. El inocente todo alegre, se dejó arrastrar por el raptor y cuando llegan a la desembocadura de la calle del Mercado, Tobía, lo envuelve en su mantel, lo ata a la altura de la axila, atraviesa la acequia y lo introduce en casa de Samuele y éste  se lo entrega a las mujeres de la casa. El niño asustado llama gimiendo a su mamá…Recordemos, que Simonino, tenia, solo 2 años y 4 meses.

La noche ya estaba por llegar y se preparaba a desahogar sobre un inocente niño cristiano, el odio al Divino Redentor y a su Santa Madre.

En tanto, el obispo  del principado tridentino  (Giovanni IV) había dado la orden al Podestá (que era como un primer magistrado en la Edad Media), de proveer todos los medios para la aparición del pequeño Simonino.

Sobre la plaza del municipio y de varios lugares de la ciudad, se escuchaba el tambor con el llamamiento de que si persona alguna retuviese o supiese de un cierto hijo de Andrés, curtidor de pieles y ciudadano de Trento, llevando el niño un vestidito oscuro y gris, que lo notificase.

Papá Andrés con otros vecinos: Masseo, Cipriano de Bornio y el agricultor Svaizer buscaron  con luz de velas hasta la noche, temiendo que el niño hubiese caído en el agua que entra en la fosa y termina con una reja como de palos. (Estas fosas  habían en todas las casas en la parte de la bodega o sótano y el agua pasaba por allí) .También en casa de los judíos, era de la misma manera.

Volvieron  el viernes santo a “drenar” todo el recorrido de  la acequia con el fin de hacer una búsqueda más escrupulosa; pero tampoco encontraron  nada.

Continuará en la parte 2ª.

Perlitas sobre el Niño Jesús de Praga

1) Era en aquél entonces, tan largo el camino para los peregrinos en llegar hasta Praga, desde Italia, que los Carmelitas  descalzos, fundaron en 1.889, el Convento  en  Arenzano,  distante a 31 Km. de Génova, (Liguaria). Pero el 7 de setiembre de  1.924,  por un Decreto Vaticano, Pío XI envía al Cardenal Merry del Val a coronar solemnemente  la sagrada imagen con una corona bendecida por el propio Papa. Consagrado el Santuario en 1.928, recibe el título de Santuario Basílica Menor. En 1.966 se amplia no sólo el Santuario sino sus alrededores. Cuenta con una enorme librería y en su frente, se erige -en 1.937- una gran columna de mármol encima de la cual se coloca una estatua dorada  del Niño Jesús, para dar la bienvenida a quien llega peregrino y a quienes se marcha. Era aquél año, el tercer centenario de la famosa promesa hecha por Jesús, al Padre Cirilo: “Cuanto más me honreís más os favoreceré”.

2) Artistas de ámbito local y otros de prestigio internacional, contribuyeron a la decoración del Santuario: frescos de Renzo Bonfiglio; mayólicas de Angelo Biancini, esculturas de Guido Galletti; vidrieras de Alfonso Leoni, cerámicas de Eliseo Salino. Los que hemos tenido la gracia de conocer este Santuario, podemos decir que apenas se entra en él, se vive y se siente una atmósfera no solo  especial sino inolvidable.

3) La emperatriz Doña Maria de Austria, cuando parte  hacia  Praga en 1.547, lleva entre sus damas de honor a doña María Manriquez de Lara, hija de don García Manriquez de Lara y de doña Isabel de Bregsano y ésta, lleva consigo una preciosa imagen  del Niño Jesús que se veneraba en la casa solariega de los Manriquez de Lara, en la región cordobesa. En su momento, cuando se casa su hija, la princesa Policema, ésta recibe de regalo, la estatuilla, la que a su vez termina en el Santuario de Praga…..Si echamos mano a aquella frase que dice “…el que no sabe relacionar, no sabe pensar…”, podríamos  decir que el Niñito Jesús de Praga, el mismísimo que se encuentra en  la Iglesia de los Carmelitas de Praga, donado a éstos, por la propia princesa Policema, es una talla de orígen Español, más precisamente andaluz ????

Historia del Niño Jesús de Praga

Ya que hemos podido conocer acontecimientos en la vida y santidad de varios niños, los cuales nos han mostrado cómo se puede amara Dios, por medio de un alma pura y sencilla; pues esta vez, toca Amar al que es Amado: El Divino Niñito Jesús de Praga.!!

La historia del milagroso Niños Jesús de Praga comienza en el año 1.628, cundo el Prior del Convento de Praga, el Padre Juan Luis de la Asunción, temiendo por la extrema pobreza de la casa, tuvo una buena inspiración. “siento dentro que Dios desea que toda la comunidad viva un intenso culto a su Hijo Hecho Niño…”. Y ello es así, dado que el Padre Juan Luis, nutria su espíritu desde novicio, con un amor ardiente a la infancia de Jesús. Pasó su noviciado en Roma, bajo la dirección de un gran formador, el venerable Padre Juan de Jesús María.

Reunidos con sus hermanos del Convento, expuso su inspiración y encargó al maestro de novicios, que buscara una bonita imagen del Niño Jesús para que asumiera el interés de la fundación y para que los novicios  al venerarla, se volviesen como niños para entrar en el reino de los cielos.

Y Dios no se hace esperar: una gran benefactora de los Carmelitas de Praga, la Princesa Polisena de Labkowicz, regala una bonita imagen de cera al Convento.

La imagen, representaba un bellísimo Niño Jesús, de pie, con vestidos reales, con el mundo en la mano izquierda y la derecha en actitud de bendecir.

Os ofrezco querido padre, lo que más quiero en el mundo: Honrad a este Niño Jesús y estad seguro de que, mientras le venereís, nada os podrá faltar ” –les dijo la Princesa. Simples palabras, en tan profundo encargo y en tan  bella confianza en Dios!

Ordena inmediatamente el Prior, llevarla al altar del oratorio y renovar el amor del Carmelo por el Niño Jesús.

El porqué estaban en Praga los Carmelitas…

Los Carmelitas descalzos habría llegado a la capital de Bohemia, unos pocos años antes, luego de la victoria del ejército católico, fiel al emperador,  contra aquel rebelde,  el calvinista Federico.

En efecto, fue durante la así llamada Guerra de los Treinta años, que se cambió en favor de la formación imperial, con la célebre batalla de la Montaña Blanca, que tuvo lugar en el año 1.620.

Por esta victoria, el emperador Fernando II tenía una deuda de gran de reconocimiento con la orden del Carmelo, porque había sido precisamente el general de los carmelitas descalzos, el venerable padre Domingo de Jesús, quien exhortó a sus soldados a la victoria contra los rebeldes protestantes.

A continuación de esta victoria atribuida a la ayuda de la Virgen María, en 1.624, los carmelitas fueron llamadas a Praga y se les asignó una iglesia bautizada con el nombre de Santa María de la Victoria.

Praga, era una capital, con palacios y monumentos donde vivía la corte y donde se exaltaba el poder del Sacro Romano Imperio Germánico, con sus ejércitos.

Y es precisamente, en esta ciudad imperial, donde en el humilde coro del noviciado, los carmelitas rogaban todos los días ante el Niño Jesús, sabiendo que es el Rey de Reyes,  El Señor de la Historia y del Mundo, y por ello, a él le encomendaban todo.

Después de un primer momento de prosperidad, la pequeña comunidad quedó reducida a la miseria, confiando su pena, a los pies del Niño y el Niñito pues no se hizo esperar:

Informado el Emperador de la extrema pobreza del convento, dicta el siguiente decreto: “Yo, Fernando II, Rey de Bohemia y de Hungría, emperador de Alemania,  asigno al Carmelo de Praga una dote anual de mil florines y una ayuda sobre las rentas imperiales”- Pero la mano providente del Niño Jesús, se manifestó asimismo, de modo extraordinario a la vista de los frailes: Había en el convento una viña completamente estéril y de forma imprevista, comenzó a florecer y a fructificar.  Llama el Prior a los frailes para que viesen los racimos de uvas dulces y espléndidas….pero, mientras todos estaban tranquilos y felices., un joven padre andaba triste y abatido por el convento. Se llamaba Padre Cirilo de la Madre de Dios.  Le comenta al Prior la observancia para encontrar la paz de su alma pero sufría las penas del infierno, encontrándose perdido. Trata de consolar el Prior a su hermano y que al acercarse la navidad, se pusiese a los pies del Santo Niño y confiarle su pena, que Él le ayudaría.

Fray Cirilo obedece y dice a la Bella Imagen “Querido Niño, mira mis lágrimas. Estoy aquí a tus pies. ¡Ten piedad de mi!

Y este amoroso Infante, no se hace esperar:  Un rayo de luz penetra en el alma de Fray Cirilo y hace desaparecer toda duda y sufrimiento interior; El Niño Jesús, ya lo había escogido  por su apóstol.!

Pero la alegría de vivir bajo la protección del Niño Jesús, no iba a durar mucho. Apenas habían pasado diez años  de la victoria de los católicos cerca de la Montaña Blanca: de nuevo Praga estaba bajo la amenaza del ejército protestante, ansioso de tomarse la revancha.

En noviembre de 1.631 el Príncipe protector de Sajonia comenzó el asedio de la ciudad. El miedo y la angustia se cernían sobre la capital, tanto que la misma guarnición imperial y muchos  nobles y burgueses huyeron.

Por prudencia, el Prior de la Comunidad había mandado fuera de Praga a los novicios. Marchó también Fray Cirilo en dirección Mónaco de Baviera, quedando solo el prior y un hermano, para custodiar el convento.

Al poco tiempo, Praga capituló y los soldados entraron con prepotencia en las Iglesias y en los Conventos, saqueando, destruyendo y metiendo en cárcel a los valerosos carmelitas. Cuando vieron en el oratorio la imagen del Niñito Jesús, estallaron en odiosas risotadas, y uno de ellos, con su espada, le corta las manitos tirándolo detrás del altar, aullando de satisfacción por lo que había hecho.

Así el Santo Niño cayó en los escombros de la Iglesia de Santa María de la Victoria, donde estuvo largo tiempo,  olvidado en medio de inmundicias.

La paz de Praga, firmada en 1.634, consintió en la vuelta de los carmelitas a su convento, en gran parte ya destruido. Nadie, sin embargo, se acordaba más, de la imagen del Niño Jesús. Recién en 1.637 vuelve el Padre Cirilo de la Madre de Dios al convento.

Pero los suecos, rompiendo el acuerdo, pusieron otra vez sitio a la ciudad. Las aldeas y los castillos en llamas, no dejaban dudas sobre la suerte de la población.

El prior exhorta y Fray Cirilo replicaba: “Rezad hermanos, sólo la oración nos salvará. “Oremos al Niño Jesús, tened fe, Él nos salvará!. Pero la imagen ha desaparecido –dice el prior “No, no, no puede ser.!!  Estoy seguro de concentrarla ¡!, replica Fray Cirilo.

No pocas fatigas sufrió Fray Cirilo, hasta hallar el Niño, todo cubierto de polvo y suciedad.  Colocaron al Divino infante en el altar donde supo estar, comenzando la comunidad  con ardientes oraciones para obtener la paz y, en efecto, Praga se salva de la destrucción protestante.

Luego de dos años difíciles en que les faltó la bendición del Santo Niño, los padres gozaron nuevamente de la ayuda de bienhechores y de una paz duradera.

Pero….un día, en que el Padre Cirilo, estaba en oración, delante de su Niño oyó un delicado reproche: “Tended piedad de mi y yo la tendré con vosotros. Restituidme las manos que me cortaron los herejes. ¡Cuánto más me honreís, más os favoreceré!”.

EL Padre Cirilo, alzando los ojos, se asustó: ¡era verdad! No lo había notado antes: corrió rápidamente al Prior a contarle lo sucedido. Pidiéndole de restaurar la imagen; pero a causa de la indigencia en que se encontraba el convento, el prior no lo consintió.

Profundamente afligido, Fray Cirilo se dirige a Dios para buscar ayuda y la ayuda llegó poco tiempo después: Llega a Praga un cierto Señor Mauskönig el cual quiso confesarse expresamente con el Padre Cirilo. Y el Buen  Dios condujo a este señor hasta Praga para entregarle cien florines a su confesor.

Restauran la imagen y es colocada en una urna de cristal, adornada con candeleros y  floreros y colocada cerca de la Sacristía.

Un día, en 1.639, Fray Cirilo es visitado por el conde de Kolowrat, Enrique Liebsteniski, pidiéndole que llevase al Niñito al lecho de su esposa, porque estaba gravemente enferma y que solo el Santo Niño, seria la única esperanza. Esta señora, era prima de la Princesa Polisena, que en su momento había regalado la imagen.

La alegría de todos fue indecible, ya que apenas restablecida la condesa, luego del milagro operado  por el Divino Infante, se acerca al convento y ofrece al Niño, una corona de oro y otros objetos preciosos como señal de gratitud. Este fue uno de los primeros y más célebres milagros obrados por el pequeño Rey.

Después de tan portentoso prodigio, el altar del Niñito se convierte en meta de peregrinos que los alaban e imploran su protección.

Divino, Amoroso, Niñito Jesús de Praga, ten misericordia de nosotros!

Vida de Ceferino Namuncura Parte III

Dignas de mencionar, las palabras del Papa Pío X, cuando se entera de la muerte de Ceferino: “Era una bella esperanza para las misiones de la Patagonia, pero es ahora y será su más válido protector”!

Fue enterrado al día siguiente, en el Cementerio Popular de Roma, en Campoverano, con presencia de salesianos y pocos compañeros de estudios.

Su  causa fue elevada en el año 1.944 por el postulador, Francesco Tomasetti, pero fue desde 1.911 poco tiempo después de su muerte, que se inicia el largo derrotero en la construcción de su figura de santidad.

Si alguna duda pudiera empañar la santidad de este joven, apoyaremos su defensa  en un instrumento humano del que se valió Dios para acrecentar en el corazón de nuestro querido Ceferino, tan nobles ideales de vida y que fue sin duda también, el Padre Juan Beraldi. Hecho que el mismo Ceferino reconoce en carta fechada en la ciudad de Viedma, el 26 de agosto de 1.903, cuando con expresiones que revelan su tierna piedad y las maravillas obradas en su alma por la gracia de Dios, le comenta: “Mi óptimo confesor me permitió la Comunión todos los días y yo trato de hacerla fervorosamente. Si ahora yo gozo de las dulzuras del amor de Jesús, todo se lo debo  a Ud., amadísimo Padre, que introduciendo en mi pobre corazón el amor a la Virgen, me condujo, sin darme cuenta, a conocer y amar a Jesús. Los mismos regalitos que Ud., desde Buenos Aires me quiso mandar, son un dulcísimo recuerdo de las cristianas enseñanzas, que con tan paciencia supo hacer penetrar hasta lo más profundo de mi alma”

Asimismo, el 15 de noviembre de 1.904, vuelve a escribirle al Padre Beraldi, en los siguientes términos: “…cuán dulce y suaves suenan en mis oídos estos lugares queridos: Roma, el santuario de María Auxiliadora  y la tumba de Don Bosco. Al honor de la verdad le digo, cuando toco estos santos temas, las lágrimas saltan a mis ojos: me parece ver siempre al venerable anciano de Roma; a la bendita Auxiliadora de su santuario y a Don Bosco en su tumba, me parece verlos en persona…de noche me sigue en mis dulces sueños y hablo con ellos. ¡Oh cuantos consuelos!..Padre Juan, rece mucho al buen Jesús y a Maria Auxiliadora, que me ayuden en mis estudios y pueda poner pronto la sotana, vestirme de una vez para siempre de luto…Mons. Cagliero está en Roma….”

El 30 de noviembre de 1.904, le escribe a Faustino Firpo en Buenos Aires, y le comenta entre otras cosas de sus estudios y ..”…Monseñor Cagliero está entre nosotros desde hace dos días. Ha venido a visitarme. Se irá mañana sábado a Roma,…Es el único amigo que tengo cerca en Italia. Es mi patrón, porque él me puso en el colegio y atiende mi educación, que algún día saldremos como el Señor disponga…”

En  nuestro caso, es el propio Ceferino que nos ha guiado hasta encontrar un libro editado en el año 1.947 y escrito por un gran católico, un gran escritor revisionista argentino, (Manuel Gálvez). (“El Santito de la Toldería- La vida de Ceferino Namuncurá), y hacemos nuestras sus palabras cuando dice: “Creo que la existencia de quien alcanza la perfección cristiana, lejos de ser oscura es luminosa”.

El autor hablando del porqué había escrito sobre la vida de Ceferino, un oscuro indiecito que pasó ignorado por este mundo y que nada hizo de importante. Explica que después de haber biografado a personajes tan importantes y famosos como Sarmiento, Juan Manuel de Rosas, García Moreno, Esquiú, etc. sostiene que no hay ser más interesante e importante que el santo, que tampoco tiene autoridad para afirmar que Ceferino lo fuese; pero más que sus virtudes y sus formidables antepasados, el autor hace un contraste (muy interesante por cierto), entre el ambiente en que nació, la pampa bárbara y el ambiente en que vivió, la Roma de San Pío X y que no ha habido en el mundo una posición igual. En la pampa de Calfulcurá y de Namuncurá, sangre, violencias, saqueos, latrocinios, corrupción, ignorancia absoluta, paganismo. En el ambiente que rodeó a Ceferino en sus últimos meses, la Iglesia de Cristo, la bondad del Santo padre, la cultura latina y cristiana.  Con pocos años de diferencia, el hijo de la Pampa, que oye entre los suyos los relatos de los malones, oirá la palabra del representante de Cristo y las voces maravillosas del órgano de San Pedro del Vaticano ¿No es un milagro aquellos de haber pasado desde los ranchos juntos al Collon-Curá hasta la capilla Sixtina, en el palacios de los Papas, junto al clásico Tiber?. En una isleta dentro de este río que fue cantado por los poetas latinos, murió el que había nacido en los míseros y sucios ranchos de Chimbay?….(El hospital donde muere Ceferino está ubicado en el lado occidental de la isla Tiberiana en Roma. Establecido allí en 1.585)

El contraste es grande, es asombroso….verdad? y así lo  ha sentido Galvez ante los ascendiente de Ceferino “el indiecito santo”, el nieto del genial cacique Piedra Azul.

Ceferino Namuncurá, ruega por nosotros….

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Oración del Siervo de Dios Ceferino Namuncurá

Algunas Perlitas:

1) El “quillango” que Ceferino regala a San Pío X, es una manta típica de guanaco, que usan los pueblos indígenas. (poncho).

2) Cuando Ceferino estuvo como pupilo en el Colegio Pío IX de Buenos Aires, en dos cursos más superiores, tenia como compañero, a Carlos Gardel y, en un concurso  de canto, (año 1.901) que hace el propio colegio, el primer puesto se lo lleva Ceferino Namuncurá. Gardel queda segundo. (“Solo un Santo puede ganarle a Gardel”).

3) Hay una anécdota  contada por  Dominga Muñoz que refleja la simplicidad y el arraigo a su tierra como indiecito y es que,  venia el lechero trayendo la leche para los pupilos y entra en el recinto.  Ceferino, salta sobre el caballo y dice a sus compañeros: “…me voy a pasear dos cuadras”, los chicos le dicen que no lo haga; que el lechero se va a enojar.  Y este le contesta con tranquilidad: “No. No se enojará “Cuando regresa, todos (incluído el lechero), lo aplauden!!

4) En  ocasión de una exposición profesional y misionera organizada en el Oratorio de la Casa Madre de Valdoco, (Turin) Ceferino fue presentado a quien entonces era la reina de Italia, Margarita de Saboya, quien sostuvo: “!Pero si a este joven, nada le falta para ser un perfecto caballero”!

Vida de Ceferino Namuncurá Parte II

Un gran acontecimiento de producirá  el 27 de setiembre de 1.904 en la vida de Ceferino: Monseñor Cagliero con una delegación de Salesianos,  entre ellos el Padre José Vespignani y Evasio Garrone, llevan consigo a Ceferino, a la audiencia y visita que hacen a Nuestro Querido Papa San Pío X.

Imposible no reproducir aquí y ahora, la carta que el propio Ceferino escribe al Padre Esteban Pagliere, a Viedma, donde cuenta con detalles que no dejan de asombrar, su “encuentro”, su “entrevista” con el Papa San Pío X; y aún su magnífica redacción:

3 de octubre de 1.904 …me pesa mucho al tener la desgracia de escribirle tan tarde y darle una noticia tan consoladora de casi 8 días en que sucedió. Pero vale más  tarde que nunca, y confiado de que ya habrá recibido la carta que le mandó S.S. Ilma. el Sr. Arzbobispo Mons. Cagliero el mismo día en que sucedió. El 27 del pasado setiembre era admitido en audiencia por S.S. Pío X el Ilustrísimo Mons. Juan Cagliero con otros treinta Padres Superiores de las Casas Salesianas de América y, entre ellos “el hijo del Rey de las  llanuras patagónicas” (Así dicen los diarios de Roma). A las diez horas y media a. m. tuvimos la máxima dicha de postrarnos antes los pies del Vicario de Cristo en la tierra. Yo tuve la gran fortuna de ser el primero, después de Mons. y Don Marengo, de besar el Sagrado Anillo a Su Santidad. ¡Ah, mi amado Padre, si hubiera estado presente en ese momento, hubiera podido comprender la bondad del Padre Santo! ¡Oh, qué amable. A ninguno dio a besar el pie. A todos, uno por uno, la mano venerada. A mi me llenó de caricias. ¡Oh, qué amable el Santo Anciano del Vaticano!. Después que todos saludamos al Santo Varón, el mismo Santo Padre me hizo señas de que comenzara mi discursito….. Cuando empecé todo lo hice sin sentir nada en el cuerpo. Pero después que estaba en la  mitad, todo mi ser se puso en movimiento; las piernas me temblaban, las manos igual, la voz se me perdía un poco en la garganta. Hasta que al fin, cuando me arrodillé para pedir la bendición a S.S. sobre mi persona, familia y para los indios de la Patagonia, se me aumentaron los temblores y las lágrimas saltaban de mis ojos; finalmente concluí, pero bien.

Y el Santo Padre, ¡con qué atención, amor y afabilidad me escuchaba! No quiso tampoco sentarse en su trono. Mons. le dijo que se sentara y El contesto: “Cosi in Piedi sto bene. Lasciami stare!  ¿Veis Padre qué bueno es?….. se levantó y me habló, contestándome sobre lo que le había dicho; y aquí le diré casi tal como me lo dijo en italiano. Se lo traduzco en castellano, porque en italiano no lo puedo escribir bien: todavía no soy muy guapo para escribir en italiano. Pero ya lo hablo bastante bien. He aquí las palabras del Padre Santo: “Bueno, hijo mío, te doy gracias por lo bien que hablas del Vicario de Cristo. Quiera el Señor que puedas poner en práctica todo lo que en él dices: de convertir a todos tus hermanos de la Patagonia en Jesucristo. Y yo, a este fin te doy de todo corazón mi Apostólica Bendición. Di a tu papá que el Santo Padre lo bendice a él, a toda su familia y a toda la gente que está en su poder. Dio te bendiga, hijo mío”.

Mientras decía estas cariñosas y paternales palabras, yo no podía contener las lágrimas. ¡Oh cuánta bondad la del Padre Santo!. ……Creerá quizás ahora que aquí habrá acabado la audiencia, pero tenga paciencia, amado padre de seguirme donde yo lo conduciré por medio de la presente….. Mientras todo estaba en calma, yo me repuse de nuevo y no llore más., todos pasamos nuevamente besando el sagrado anillo del Pescador, para despedirnos. Yo me quedé bien último en besar el Santo anillo y S.S. me hizo una caricia: “Addio, caro figliuolo”, me dijo con tanta dulzura.  ……….Ya habían salido todos los padre y yo solo me quedaba un poco atrás El Obispo que cuidaba a S.S. me llama y me dice: “Ti Chiama Sua Santitá”. Yo vuelvo atrás y me conduce al escritorio del Padre Santo que estaba sentado y buscaba una cosita. Yo me hinqué delante de S.S. y junté las manos. …………………..Finalmente S.S sacó un rojo estuche que contenía una medalla de plata. De un lado tenia el busto de S.S Pío X y del otro el mismo que indica a los fines la Inmaculada.  Le besé nuevamente la mano y me hizo una caricia. Le di las gracias Y él con una dulce sonrisa me despidió. Yo salí de la estancia contento como un no sé qué decirle por el hermoso regalo;…..  preciosícimo y santo recuerdo de un Vicario de Cristo, del que representa a Jesucristo mismo en la tierra. Quizás me haya hecho este regalo porque yo le regalé un precioso quillango de guanaco …. Como quiera que sea, a mí me basta saber que el papa muy rara vez hace regalo a uno. Si a mi me lo regaló será y demuestra  que el Vicario de Cristo es muy bondadoso. Soy muy dichoso; tener la dicha de guardar un recuerdo del Rey Santo de los Católicos. ¡Sea Dios bendito por esto!. Este regalo será un honor muy grande para mi querida familia, para el Noviciado de Patagones: tener un compañero así distinguido por el Vicario de Cristo. Todo este honor lo depongo a los pies de mis queridos Superiores y compañeros del Colegio San Carlos Javier. No lo digo esto por soberbia,  sino porque me gloría de pertenecer a la santa casa de buenos niños como son los de Patagones….Salí solito de la sala de audiencia y me fui a juntar con todos los demás Padres…..me rodearon todos y me preguntaron el porqué me había llamado el Padre Santo y yo mostré el estuche colorado,  que en la parte superior tenia el escudo papal, y lo abrí para que vieran la medalla.  Monseñor me dijo que era muy afortunado y así los demás Padres…………………”

La carta es muy extensa, y rica en detalles simpáticos, con una caligrafía impecable y se despide así:

Acuérdese, amadísimo Padre, de este humilde hijo de Jesús y María:   Ceferino Namuncurá

Vemos que en  ella se reflejaba la inmensa alegría y sobre todo, la serenidad de Ceferino con la que cuenta que tal padre va a tal lado, que el otro anda por Loreto, que Cagliero va por Sicilia y Garrone en Nápoles…….La sencillez de este relato, es escrita desde el corazón, no puede reflejar sino la simplicidad de un muchachito puro (….en aquellas épocas,  la ternura e ingenuidad de uno de 18 años, era como la de un niño de 8 !, no como sucede hoy día….. También hay que tener en cuenta que su estado de salud iba aminorando su contextura física, prueba de ello es que en las poquísimas, casi escasas fotos que se poseen, su cuerpo no representa a un jovenzuelo de 18 años….)

Pero la salud de Ceferino fue empeorando, la tos fuerte y persistente no dejaba dormir al Siervo de Dios y muchos otros sufrimientos torturaban su cuerpo, por lo cual su internación lo fue en el Hospital “Fate Bene Fratelli”, de los Hermanos de San Juan de Dios y asistido por el Doctor Lapponi, médico personal del Papa.

Durante su dolorosa enfermedad  sobre todo en la fase más aguda, Ceferino dio constantes demostraciones de perfecta adhesión a la voluntad de Dios, de paz, de alegría sobrenatural y además ejemplo sublime de todas las virtudes cristianas. Cuando el final se aproximaba indicó incluso, hasta el día de su tránsito a la muerte para la cual se preparó recibiendo con gran fervor los últimos sacramentos.

Su proyecto de ser sacerdote, salesiano y misionero quedan truncos y tras un mes y medio de internación, lejos de su gente, solo y enfermo de tuberculosis,  Ceferino fallece el 11 de mayo de 1.905, en la cama nº 24 del citado hospital.

Monseñor Cagliero fue un testigo directo de su agonía y su relato describe las mismas impresiones: resignación, tranquilidad, paciencia y alegría ante el dolor, sumando con Ceferino otros ejemplos de niños y jóvenes santos, que murieron en semejantes condiciones: San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka, San Tarcisio, Santo Domingo Savio.

Los testimonios del sacerdote Jorio, Parolini, Fray José y el Dr. Lapponi, que su biógrafo Pedemonte agrega en la tercera edición de “El Lirio de la Patagonia” (1948), recogen esta fama de santidad en los relatos sobre el cuidado de su compañero de habitación agonizante que Ceferino encomienda especialmente a los amigos sacerdotes salesianos; la petición de oraciones por su alma a sus compañeros; su deseo de morir pronto y el pedido a San José de eximirlo de una agonía angustiosa.

Continúa en parte III