AVISOS IMPORTANTES PARA ADQUIRIR LA DESCONFIANZA EN Sí MISMO Y LA CONFIANZA EN DIOS
Como gran parte de la fuerza que necesitamos para salir vencedores de los ataques de los enemigos de nuestra salvación depende de la desconfianza de nosotros mismos y de la confianza en Dios, vamos a recordar algunos avisos que son muy útiles para conseguir estas dos cualidades.
UNA CONDICIÓN SIN LA CUAL NADA SE OBTIENE
Primeramente hemos de tener en cuenta como verdad que no admite discusión ni duda, que aunque tengamos todos los talentos y cualidades, ya sean naturales, ya sea que se han adquirido por propio esfuerzo, aunque contemos con una inteligencia prodigiosa, aunque nos sepamos de memoria la Sagrada Escritura, hayamos servido al Señor por muchos años, estemos acostumbrados a servirle y a portarnos bien, siempre seremos absolutamente incapaces de obedecer debidamente al Creador y de cumplir a cabalidad nuestras obligaciones, si la fuerza poderosa de Dios con especial protección no fortifica nuestro corazón en cada ocasión que se nos presente de hacer el bien y evitar el mal, de hacer algunas obras buenas o de vencer alguna tentación, de salir de un peligro o de poder soportar la cruz de la tribulación.
Es necesario grabar profundamente esta verdad en nuestra memoria, no dejar pasar día sin meditarla, considerarla y por este medio iremos evitando el defecto que se llama presunción que consiste en creernos más capaces de ser buenos y dejar de ser malos, de lo que en verdad somos, y así evitaremos andar confiando temeraria e imprudentemente en nuestras propias fuerzas.
Algo fácil para Dios. En cuanto a la confianza en Dios recordemos lo que dice el Libro Santo: «A Dios le queda muy fácil darnos la victoria contra todos los enemigos de nuestra alma, ya sean pocos o ya sean muchos, ya sean fuertes o sean débiles, ya sean viejos y experimentados o jóvenes y exaltados» (1S 14, 6).
De este principio fundamental sacaremos la conclusión que aunque el alma se halle atacada por todos los pecados y vicios, llena de imperfecciones, malas costumbres y horrendas inclinaciones, aunque después de haber hecho todos los esfuerzos por reformar las costumbres no se nota ningún progreso en la virtud, se siente y reconoce en sí mismo una mayor inclinación hacía el mal y más facilidad para pecar, no por eso hay que perder el ánimo y la confianza en Dios, ni dejar de luchar, ni abandonar las prácticas de piedad, sino más bien dedicarse con mayor entusiasmo a tratar de hacer el bien y evitar el mal, porque en este combate espiritual no se declara vencido a quien no cesa de combatir y de confiar en Dios, el cual nunca deja de ayudar con sus auxilios y socorros a quienes quieren salir vencedores, aunque muchas veces permite que sean vencidos. Si se tiene la ayuda de Dios se pueden perder batallas, pero jamás se perderá la guerra.
El combate espiritual. Padre Scúpoli