Bendición de la pila bautismal.—
Esta bendición se hace solemnemente en los días de Sábado Santo y víspera de Pentecostés. Y menos solemnemente en otros días del año, siempre que falte el agua consagrada. Siempre en la iglesia se tiene en mucho honor la pila bautismal. El bautisterio, dice el Ritual, ha de estar en sitio decente y tener buena forma y sólida materia, en la que se contenga bien el agua; decentemente adornado, ha de estar separado con verjas, cerrado con llave, y de tal modo guardado que no pueda entrar polvo ni otra suciedad adentro; y donde buenamente se pueda, píntese o póngase una imagen de San Juan bautizando a Cristo. Para su consagración o bendición, debe primero lavarse y limpiarse la pila bautismal, y llenarse después de agua limpia. Luego el sacerdote con otros clérigos, y precediendo la cruz y los ciriales, y con el incensario encendido, y con los vasitos del crisma y del óleo de los catecúmenos, se acerca a la pila y allí ante el altar del bautisterio reza las letanías ordinarias, y antes de decir el verso: “Que te dignes oírnos”, dice dos veces: “Que te dignes bendecir y consagrar esta fuente para regenerar para ti nueva familia, te rogamos nos oigas”.
Siguen luego hermosas oraciones alusivas a la pila del bautismo y a todos los hechos de la sagrada Escritura referentes a las aguas, a los cuatro ríos del paraíso, al paso del Jordan, al agua de las bodas de Caná, al mar por donde anduvo Jesús, al agua del Jordan y a los demás pasos referentes al agua y al bautismo. Con ceremonias breves, pero hermosas, echa en el agua el crisma y el óleo preparando el agua para bautizar.
Absolución de excomulgados.—
Además de la absolución ordinaria de los pecados, hay para los excomulgados absolución especial. A veces se da a algún sacerdote la comisión especial de absolver, y se le señala alguna especial forma, y debe observarla. Otras veces, al dar la comisión, se le dice: Absuelva en la forma acostumbrada en la Iglesia. En este caso primero se exige al excomulgado que de satisfacción a aquel a quien ofendió y por lo cual fue excomulgado, o por lo menos prometa que se la dará en cuanto pueda. Además, si el crimen por que fue excomulgado fue grave, exíjasele juramento de obedecer a los mandatos de la Iglesia que se le impongan por tal causa, y principalmente que no ha de delinquir en adelante contra aquel canon o decreto contra el cual falto cuando incurrió en la censura. Después el penitente ha de ponerse de rodillas ante el absolvente, y si es varón, ha de presentar la espalda desnuda hasta la camisa, para que el sacerdote le pegue suavemente con una vara o con un cordel en ella, rezando el Miserere… Levantase después el sacerdote, y, descubierta la cabeza, dice algunos responsorios: “Salva, Señor, a tu siervo, que espera en Ti, Dios mío. Nada pueda sobre el enemigo, y el hijo de la iniquidad no logre hacerle daño. Se para el torre de fortaleza, oh Señor, frente al enemigo. Oye mi oración, y venga a Ti mi clamor. Oremos. Oh Dios, de quien es propio compadecerse siempre y perdonar: recibe nuestra deprecación, para que la misericordia de tu piedad absuelva clementemente a este tu siervo o sierva que esta atado con sentencia de excomunión. Amen.”
Entonces se sienta y cubriéndose la cabeza dice: “Nuestro Señor Jesucristo te absuelva, y yo con su autoridad y del Santísimo Señor nuestro el Papa a mi concedida, te absuelvo del vinculo de excomunión en que has incurrido por tal falta, y te restituyo a la comunión y unidad de los fieles, y de los Santos Sacramentos de la Iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amen.”
Absolución a los excomulgados-muertos.—
Como los excomulgados por sentencia de la Iglesia están excluidos de sepultura eclesiástica y de los sufragios de la Iglesia, con todo, al que haya muerto con alguna señal de contrición, la Iglesia, piadosa, le concede la absolución de la excomunión. Y para la ceremonia, si el cadáver aun no ha sido sepultado, se le dan algunos azotes y luego la absolución. Y si ya fue sepultado, entonces dánse los golpes en el sepulcro, diciendo mientras tanto: “Saltaran de gozo ante el Señor los buenos humillados”, y rezándose el Miserere. luego se da la bendición, y, en fin, se reza un responso.
Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.