Culto a la Virgen

Uso del Avemaría.

Esta oración es usada frecuentemente en la Iglesia de Dios. Pío V, en 1568, mando a los sacerdotes que comenzasen el Oficio divino rezando antes un Padrenuestro con Avemaría y Gloria. El Ave sola se frecuento mucho en el siglo VII. La costumbre del Angelus vespertino es del siglo XVI y en este mismo siglo se añadió el matutino y en el XV el meridiano. Desde el siglo XII dicen algunos que se uso el rezar 150 Padrenuestros y luego 150 Avemarías en honor de la Virgen. Luego Santo Domingo instituyo el Rosario que tenemos, que es la mejor devoción de las Avemarías y tiene muchísimas indulgencias. También es muy usada y devota y se tiene como señal de predestinación, si se reza frecuentemente, la preciosa devoción de las tres Avemarías.

Las tres Avemarías.

El origen de esta devoción es una revelación de que se habla en la vida de Santa Matilde; la misma Virgen, según se dice, revelo a esta Santa que le era muy agradable que le rezasen tres Avemarías en honra de los tres privilegios con que la doto la Santísima Trinidad, comunicándola el Padre su poder, el Hijo su sabiduría, el Espíritu Santo su misericordia.

Otros fieles suelen también venerar en estas tres Avemarías la triple Virginidad de la Madre de Dios: antes del parto, en el parto y después del parto. Y son mucho \ los que, aun después de haber abandonado otras practicas, no dejan de rezar tres Avemarías diariamente al tiempo de acostarse o en otro tiempo del día. Hazlo tu así por tu vida eterna. En fin, también es muy buena costumbre española la de rezar una Avemaría al sonar el reloj, como lo decía San Alfonso María de Ligorio. Y en España suelen muchos añadir: “Bendita sea la hora en que vino Nuestra Señora del Pilar a Zaragoza”.

Complemento del Padrenuestro.

También es digno de notarse que en el pueblo cristiano el Avemaría es considerada como un complemento del Padrenuestro y que raras veces rezan el uno sin añadir la otra y el Gloria. Casi espontáneamente viene el Avemaría después del Padrenuestro.

Quien dijo la Salve.—

La Salve es otra oración a la Virgen, la principal, sin duda, después del Avemaría. Como dice muy bien el Catecismo, esta oración la tiene recibida o aceptada la Santa Madre Iglesia, es decir, la considera como propia suya y la usa con suma reverencia o como una antífona de merito y valor singular.

Y por eso los fieles también la estiman como una joya de su eucologio o devocionario. En cuanto al autor que tuvo la inspiración de componerla, hay discusiones. Muchos atribuyen la Salve a San Bernardo. Pero no parece se pueda sostener esta opinión. Lo que parece mas cierto es que la compuso Pedro de Mezonzo-, monje primero de Santa María de Mezonzo, Abad después de Antealtares y Obispo, en fin, de Santiago de Compostela, que, nacido en 930, presencio en Galicia, por una parte, las invasiones devastadoras de los normandos en su juventud y mas tarde las invasiones destructoras de Almanzor. Esta oración, nacida en Galicia en estos tiempos tan calamitosos, en el valle que cerca de Curtis riega el risueño Tambre, llevada acaso por los innumerables peregrinos que afluían a Santiago, difundióse de tal modo, que a principios del siglo XII ocupaba ya un lugar principal en las Antífonas de la liturgia y era cantada por todos los monasterios cistercienses y cluniacenses. Un siglo después la cantaban en todos los conventos de los Dominicos. Y ya la canta toda la Iglesia. Gonzalo de Berceo, el primitivo poeta, en sus “Miracles de la Virgen”, refiere en el onceno que un labrador era arrebatado al infierno, mas los ángeles dijeron que era devoto de la Virgen y le dejaron libre. Y entonces añade devotamente: “Nonme tan adonado e de vettut tanta * que a los enemigos seguda e espanta. * Non nos debe doler nin lengua nin garganta, * que non digamos todos: Salve Regina sancta«.

Hermosura de la Salve.

Es singularmente hermosa esta oración. Llena de suave melancolía y de profundísimo sentimiento, parece un eco natural de todos los corazones y tiene tales ideas y tales sentimientos y tales expresiones, que han entrado como quien dice en el tesoro de lo proverbial, de lo que todo el mundo entiende, sabe y siente. Y como dice muy bien Astete, la Iglesia la ha aceptado para pedir por ella favor a Nuestra Señora.

Otras oraciones a la Virgen.

Además del Avemaría y de la Salve, hay otras muchas oraciones y plegarias a Nuestra Señora, muy devotas. El Oficio divino esta lleno de ellas y las tiene para diversos tiempos. Para citar las mas notables, mencionaremos el Sub tuum praesidium, “bajo tu amparo nos acogemos”, etc.; el Ave Maris Stella, “Salve Estrella del mar”, himno muy devoto y usado; el Memorare o “Acordaos”, tan repetido y con razón por los fieles; la oración llamada eficaz, por la fuerza que la experiencia ha demostrado que tiene para vencer las tentaciones contra Ja castidad: es la que empieza “!Oh Señora mía!, !oh Madre mía!” etc., y la compuso el P. Zucchi, de la Compañía de Jesús; es una de las mas sencillas consagraciones de si mismo a la Santísima Virgen.

Las letanías Lauretanas.

Merecen párrafo aparte las letanías Lauretanas, es decir, de Loreto, llamadas así por recitarse o cantarse en Loreto, de donde se difundieron a todas partes. No se conocen letanías de la Virgen antes del siglo XII. Eran una imitación de las de los Santos, en las que con varios títulos o elogios se repetía indefinidamente la invocación Sancta María, Ora pro nobis. Solían rezarse en tiempos de tribulaciones o calamidades públicas. Entre estas letanías hay que señalar el grupo de algunas que podríamos llamar prelauretanas, porque son como el preludio de las que después se formaron definitivamente y han sido aprobadas por la Iglesia. De estas las de Loreto son o una compilación excelente o unas letanías, las mejores de todo el grupo, y aparecen escritas la primera vez en 1576; pero debieron de rezarse bastante antes y acaso en las pestes del siglo XV, cuando el nombre de Loreto tanto se esparció por el mundo y tantas rogativas se hacían contra la invasión de los turcos. De todos modos, ya estas letanías son aprobadísimas y usadísimas en la Iglesia.

El Oficio Parvo.

También el Oficio Parvo es una devoción muy hermosa a imitación del Oficio ordinario de los sacerdotes, pero mas breve. Tiene muchas indulgencias. Y mas breve y sencillo todavía es el Oficio de la Inmaculada Concepción, del cual algunos creen que es autor San Alonso Rodríguez, aunque no fue sino incansable propagador.

Devoción a la Santísima Virgen.

Por todo lo que llevamos dicho, la devoción a la Santísima Virgen en la Iglesia católica es de suma importancia: como que se la tiene por signo de predestinación y como señal segura de que se salvara el alma que la tenga. Por lo cual nos conviene mucho tener la devoción verdadera y no falsa. Porque como advierte muy bien el P. Segneri, así como los monederos falsos no falsifican de ordinario sino monedas preciosas, las de oro, a ser posible, y los billetes, así el demonio procura falsificar también las devociones mas preciosas para que vivamos engañados y a muchos les hace creer que el rezo de algún Avemaría o alguna medallita o cosa parecida es una verdadera devoción. Y no es así. Es cierto que esa devociones son buenas, y es tan benigna la Virgen, que a muchos por tan poca cosa ha concedido grandes gracias; mas no es esa la verdadera devoción.

La verdadera devoción es tener tal conocimiento y, sobre todo, afecto a la Virgen María, que la estimemos muchísimo y con frecuencia nos acordemos de ella, para festejarla, para manifestarle nuestro amor, para obsequiarla con actos de virtud, para invocarla. Ved lo que hace un hijo con su madre a quien bien quiere y haced eso mismo en lo espiritual con vuestra Madre la Virgen.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.

La infalibilidad papal. Parte primera.

Infalibilidad del Papa.—

A muchos les escandaliza este dogma, pero, en gran parte, es porque no lo entienden. He aquí lo que contiene la doctrina de la infalibilidad del Papa: 1 Estamos obligados a creer al Papa en materias de fe y de costumbres.—2.° Lo cual supone que es infalible en estas materias.—3.° Pero solo lo es en estas materias.—4.° Y solo cuando habla como Papa, enseñando a toda la Iglesia y definiendo ex cathedra.—5.° Y esto no por su excelencia de entendimiento humano, ni por su ciencia, sino por la asistencia especial del Espíritu Santo.

Siempre ha creído esto la Iglesia. Pero para cerrar los labios a algunos que lo negaban o tergiversaban o confundían, el Concilio Vaticano definió expresamente, después de mucha y muy abundante discusión, “que es dogma de fe que el Romano Pontífice cuando habla ex cathedra es decir, cuando ejerciendo el oficio de pastor y doctor de todos los cristianos con su suprema autoridad apostólica, define alguna doctrina que deba tener toda la Iglesia acerca de la fe o de las costumbres, en virtud de la asistencia divina, que se le prometió en la persona de Pedro, tiene toda la infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese la Iglesia para definir la doctrina de la fe y las costumbres”.

Siempre en la Iglesia católica la creencia en el Papa se ha tenido como señal de ortodoxia y espíritu cristiano. Siempre, desde la antigüedad, ha sido respetada; por lo cual al Papa iban todas las consultas dificultosas; y el juicio del Papa se aceptaba como supremo e irreformable; y los sospechosos apelaban y buscaban la aprobación del Papa; y los juzgados herejes por el Papa quedaban declarados herejes definitivamente. Por eso vino a ser axioma aquel dicho tan conocido: Roma locuia cst, causa finita est: “Ha hablado Roma; se acabo la disputa”.

Esta infalibilidad se la concedió a Pedro Jesucristo, al dirigirle las palabras antes citadas. Porque Jesucristo fundaba una Iglesia que se apoya en la fe y se rige por la fe; una Iglesia que es el reino de la verdad; y si Pedro y sus sucesores, encargados de gobernar esta Iglesia, pudiesen equivocarse en la fe y doctrina de las costumbres, no podrían ser fundamento de ella.

Explicación de la infalibilidad pontificia.—

Vamos a explicar un poco mas esta infalibilidad, para que conozcan bien todos los católicos del pueblo un punto tan importante. Y veamos que es infalibilidad, quier la tiene, en que se funda, a que se extiende, cuando se tiene y cuanto es su alcance.

Que es infalibilidad.—

Infalibilidad es una imposibilidad de equivocarse o engañarse. Infalible es lo mismo que inequivocable. El que no puede equivocarse es infalible. Esta infalibilidad puede ser o por la suma sabiduría y ciencia de la persona, o por alguna condición exterior que acompaña a esta persona; Dios “es infalible por su ciencia, por su propia naturaleza y esencialmente. Puede, sin embargo, Dios comunicar a otro entendimiento tanta ciencia que sea infalible también en todo o en determinado genero de doctrina. Puede también disponer las cosas con su Providencia de tal modo que no se equivoque una persona, porque El cuando hubiera de equivocarse la guia y aparta del error, y le impide por los medios que tiene su suave y fuerte Providencia enunciar el error. Esta ultima es la que tiene el Papa.

Quien tiene infalibilidad.—

Los católicos sabemos que la Iglesia, en general, tiene infalibilidad. En la Iglesia, según la institución de Cristo, hay súbditos y prepositos; hay doctores y discípulos; hay ministros que administran y fieles que reciben la santificación, por este ministerio; hay, en fin, como suele decirse, una parte de la Iglesia, iglesia discente (que aprende), y otra, Iglesia docente (que enseña). Pues bien; los católicos sabemos que la Iglesia es infalible de estas dos maneras: en creer y en ensenar. Es a saber: que la Iglesia cuando en general y universalmente cree una cosa, no se equivoca. Podrán equivocarse algunos y aun muchos católicos; pero cuando los católicos, en general, moralmente todos creen una cosa, o, lo que es lo mismo, cuando la Iglesia cree una cosa, no se equivoca. Lo mismo puede decirse de la Iglesia docente, que aun cuando los Obispos, cada uno de por si, sean falibles, pero el cuerpo episcopal, cuando, ya este unido en concilio universal, ya este disperso por el mundo, conviene en general en una doctrina, es infalible.

Mas como es difícil que el pueblo conozca cuando la Iglesia, así creyente como docente, conviene suficientemente en punto de doctrina, la Providencia ha dispuesto que en la Iglesia haya un hombre que tenga también la infalibilidad, el cual puede o por si mismo pronunciarse sobre la verdad o falsedad de las doctrinas religiosas, o ser juez y definir por lo que ve en la Iglesia creyente o docente, lo que en ella se cree y se enseña. Este es el Papa, cabeza y oráculo infalible de la Iglesia infalible.

En que se funda la infalibilidad.—

No se funda en la naturaleza o ciencia o entendimiento de los hombres, o del Sumo Pontífice, sino en la providencia de Dios, que de tal modo guía a la Iglesia y al Papa, que no permitirá que se equivoquen, aun cuando fuesen de poco talento.

A que se extiende la infalibilidad.—

La infalibilidad se extiende a toda doctrina de la fe y de las costumbres. Mas no se piense que solo se extiende a lo que es estrictamente de fe y esta revelado, sino tambien a todo lo que esta unido con la fe de tal modo, que sin ello no pudiera conservarse integra la fe.

Así el Papa es infalible en definir cuales son los libros sagrados y su interpretación, y cuales son las tradiciones de fe, y su sentido y aplicación. Es infalible en la redacción y explicación de los credos y cánones dogmáticos. Es infalible en explicar los preceptos morales y los consejos evangélicos.

Además es infalible en la explicación de todos los puntos de filosofía que estén unidos con las verdades reveladas, y sean necesarias para explicarlas. Es infalible en sancionar o declarar las obligaciones necesarias para la salvación o virtud cristiana, por ejemplo, las maneras de administrar los Sacramentos. Es infalible en aprobar las ordenes religiosas, y declarar que tal o cual Regla y modo de vida religiosa es santo y conforme h la perfección evangélica.

Es infalible en la canonización solemne de los Santos. Y aun, según muchos, en la beatificación de los siervos de Dios. Y, en fin, en otras muchas cosas que pertenecen a la doctrina de la Iglesia, y a las buenas costumbres y santificación de las almas. Mas la infalibilidad de la Iglesia, y lo mismo la del Papa, no sirve ya para nuevos dogmas u inspiraciones, sino para exponer y definir las verdades que ya fueron reveladas. No aumentan ya los dogmas, sino que únicamente, cuando alguno esta oscuro y dudoso a los fieles, el Papa lo define claramente.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.

La Bula de la Cruzada

Que dias de penitencia quedan con la Bula.—

Quedan solo 24 días de ayuno y 10 de abstinencia:

Días de ayuno.—Durante la Cuaresma, los miércoles, viernes y sábados. Tres vigilias: de Pentecostés, de la Asunción y de Navidad.

Días de abstinencia de carne y caldo de carne.—1.° Con ayuno: Viernes de Cuaresma y las tres vigilias: de Pentecostés, de la Asunciónde Nuestra Señora y de Navidad. 2.° Sin ayuno: La ley de solaabstinencia no obliga ya en ningún día, pero al clero, tanto secularcomo regular es decir, a los de ambos cleros que al menos estántonsurados, se les exhorta vivamente a que guarden abstinencialos tres viernes de las Témporas de Pentecostés, Septiembre yAdviento.

Es de advertir que la vigilia de Navidad, tanto en el ayuno como en la abstinencia, se anticipa al sábado anterior de las Témporas de Adviento.

Que forma de abstinencia hay que guardar con la Bula.

Solo hay que abstenerse de carne y de caldo de carne. Pero en todas las comidas, colaciones y refecciones se pueden tomar condimentos de grasa de cualquier clase (manteca de cerdo, tocino derretido, aun los chicharrones que quedan después, si no son mucha cantidad que no pueda decirse condimento, sino comida, grasas de todo genero de animales, mantecas artificiales, etc.). El caldo de carne se equipara a la carne por muchas razones; pero sobre todo porque así lo prescribe la Iglesia.

Que forma de ayuno hay que guardar con la Bula.

Hay que guardar el no hacer sino una sola comida. Pero puede tomar, como antes, la parvedad a la mañana y la colación.

Comida.—Se puede tomar lo que se quiera en cantidad y calidad, lo mismo que sin Bula.

Parvedad.—Se puede tomar, en calidad, lo que no sea carne, ni caldo de carne, aunque sean lacticinios y huevos y caldo de tocino y pescado. En cantidad (lo mismo que sin Bula), cualquiera puede tomar dos onzas, y con ve motivo algo mas. Solo pasando cuatro a cuatro y media se excede gravemente. Y no ha de tenerse enesto escrúpulo matemático, sino buena voluntad y proceder sencillo.

Colación.—Se puede tomar, en calidad, lo mismo que en la parvedad. En cantidad (lo mismo que sin Bula), cualquiera puede tomar ocho o diez onzas, y si se tiene algún motivo, aunque leve mas, como no se exceda de catorce, por ejemplo, aunque en esto es muy difícil andar con pasos matemáticos. Tanto mas cuanto que no es fácil apreciar la cantidad que habría de descontarse, según las ensaladas sean mas o menos caldosas y tengan mas o menos agua. Ni porque se permitan huevos y lacticinios y pescado se debe creer que hay que disminuir la cantidad, pues el Pontífice nada dice de esto, sino que únicamente quiere conceder una gracia.

Claro que de suyo cae uno en la cuenta de que tomarse toda una colación de solo huevos y lacticinios no seria penitencia. Pero esto nadie lo hace.

Distintas clases de alimentos.—Hay que advertir, sin embargo, que si los alimentos son especialmente flojos en nutrición, se podrá tomar algo mas de ellos que de los nutritivos. Y como en estos y en los lacticinios y huevos puede haber dificultades, indicaremos las opiniones que mas amplitud conceden entre los moralistas, pero que nos parecen solidamente probables dejando la discusión de ellas a los doctos y a las escuelas.

Alimentos cocidos.—Es seguro que se pueden computar las ocho onzas de alimentos sólidos y secos antes de cocerlos en agua, y, por tanto, prescindiendo del liquido no nutritivo en que se aderezan.

Alimentos flojos.—Hay alimentos flojos, como, por ejemplo, verduras, frutas tiernas, líquidos muy acuosos, etc. De estos es seguro que se pueda permitir mas que de los otros; tanto mas o menos cuanto sean mas o menos nutritivos relativamente.

Alimentos de lactinicios y huevos.—Algunos pretenden que cuando se tome leche o huevos o pescado en la parvedad o colación se ha de disminuir la ración; ya dijimos que no hay tal obligación.

Respecto a la leche, lo se ha de pesar su peso total, porque entonces apenas se podría tomar sino una jícara de leche. Pero con toda razón algunos autores consideran la leche como un alimento acuoso, y proponen, como equivalente de una onza de alimento nutritivo, unas siete u ocho onzas de leche, a las cuales se puede añadir, en el desayuno, otra onza de pan, y a la noche, en la colación, lo correspondiente a lo permitido en ella.

Es de advertir que mil gramos de leche equivalen a un litro, y una onza equivale a unos treinta gramos.

Dentro de estos términos, que son los mas anchos que se enseñan por los moralistas, pero que juzgamos solidamente probables y seguros en la practica, cada cual puede estrecharse lo que quiera y cuanto mas, mejor, si no hay inconveniente.

Facultad de dispensar

Los propios Prelados, los Párrocos, los Superiores en las ordenes exentas, y los sacerdotes que tengan delegación apostólica, pueden dispensar a los fieles, por justo y racional motivo, de los ayunos y abstinencias. No se requiere para ello causa grave, porque esta causa grave de suyo excusa a los fieles de ayunar. Sino causa justa o razonable, aunque de suyo no baste para excusar o sea dudosa; así, por ejemplo, el estudio, alguna ocupación seria, disgustos de familia cuando los padres o superiores ven mal el ayuno o la vigilia de sus hijos, la dificultad en obtener comidas de abstinencia, los viajes y muchos motivos que se duda si son o no suficientes, etc.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J

Medios de salvación

Medios de salvarse.—

No hay cosa que deba preocuparnos mas a los que vivimos en este mundo, que la incertidumbre de la salvación. No es esta ocasión de hablar de la predestinación. Tocaremos, sin embargo, algunos puntos importantes de ella, para que nos conduzcamos como debemos:

1.° Es cierto que todos nos podemos salvar; aun los infieles y herejes se pueden salvar. Nosotros no sabemos como, pero esto no puede negarse, y es sentencia teológica que Dios, al que hace lo que esta de su parte, no le niega la gracia para salvarse. Acerca de la necesidad de bautizarse y de la fe, trataremos cuando hablemos de los Sacramentos.

2.° Es cierto que todos tenemos obligación de salvamos.

3.° Es cierto que para salvarnos tenemos que observar los Mandamientos, y que con guardar estos, no quebrantándolos gravemente, basta. El que los quebrante gravemente comete pecado mortal, y por un solo pecado se condena y no se salva quien con el muere. Mas es sabido que todo pecado mortal se perdona por la confesión con atrición, o por la sola contrición con propósito de confesarse.

4.° La salvación es negocio fácil, pues con la gracia de Dios nadie hay que no pueda salvarse; y es difícil, porque hay que trabajar con esta misma gracia, y vivir alerta para morir bien.

5.° Nadie, sin revelación de Dios, sabe si ha de salvarse o condenarse.

6.° Nadie puede merecer la salvación en sentido estricto; es decir, nadie puede hacer ningún acto, ni recibir ningún Sacramento, hecho el cual o recibido, pueda decir con toda certeza: esta asegurada mi salvación.

7.° Sin embargo, hay algunos medios de asegurar la salvación, y algunas señales por las cuales puede uno estar cierto de obtener la salvación. Pero aun en estos casos, como uno no puede estar cierto de haber puesto bien o suficientemente los medios dichos, no puede estar seguro de que se ha de salvar.

El medio seguro e infalible.

Ya hemos dicho que el medio seguro e infalible es guardar los Mandamientos, sin cometer pecado grave. Y si pudiésemos estar seguros de que hemos guardado los Mandamientos y de que los hemos de guardar hasta el fin de la vida, estaríamos seguros de nuestra salvación.

Medios de guardar los Mandamientos y salvarse.

Hay varios medios para guardar los Mandamientos, y que al mismo tiempo son medios seguros de salvarse, y señales de predestinación, en cuanto pueden darse estas señales. Pondremos los principales:

1.° Oración asidua.—Es infalible que quien hace oración asiduamente pidiendo a Dios su salvación, consigue salvarse. Muchas cosas se pueden conseguir con la oración; pero que se consigue con ella la gracia para no pecar, y para morir bien, es infalible. Lo que no puede definirse es cuanto hay que orar para obtener esta salvación; pero que la oración asidua y frecuente logra la salvación, no puede dudarse. Según esto, la señal mas clara de que uno ha de salvarse es si ora asiduamente por su salvación. Exhortemos a todos, y animémonos todos a orar principalmente por esto con frecuencia. Es importantísimo este punto.

2.° Frecuencia de Sacramentos.—La frecuencia de Sacramentos se puede comparar con la oración. Sobre todo la confesión es muy a propósito para estar en gracia y educarse cristianamente; y la comunión es una de las prendas que Jesucristo nos señalo de la resurrección ultima. “El que come este pan vivirá eternamente…

Yo le resucitare en el ultimo día” (Jo., 6, 54). Claro que no se trata de una u otra comunión, sino de frecuencia de comuniones. El que comulga bien y a menudo, no morira en pecado; se salvara; guardara los Mandamientos y evitara el pecado.

3.° Varios ejercicios de piedad.—Hay varios ejercicios de piedad a los cuales esta vinculada mucha gracia para guardar los Mandamientos, y aun la señal de la predestinación. Así, por ejemplo, el oír misa diaria, lo cual es una oración eminentemente eficaz, que vale por muchas. El rezar el rosario todos los días, que también es una oración frecuente y asidua. El llevar el escapulario de la Virgen del Carmen, según promesa de la Virgen, libra del fuego eterno; se entiende llevarlo no materialmente, sino con voluntad. El rezo de las Tres Avemarías. Es insigne la promesa de Jesucristo a los que en honor de su Sacratísimo Corazón comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos. Para entender bien estas señales, se pueden leer La Gran Promesa, por el P. Garcia Estebanez; Las Tres Avemarias, por el P. Nazario Perez, y varios Rayos de Sol, como los números 17, 30, 33, 53, 65, 71, 79 y 89.

4.° La devoción a la Virgen María es también tenida en la Iglesia como signo de predestinación, y como uno de los mejores medios de salvarse y santificarse.

5.° La devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús es medio también seguro de salvarse, y de encenderse en amor de Dios o en fervor para correr por el camino de los Mandamientos.

6.° La caridad con el prójimo, sobre todo la caridad para salvar las almas, porque quien salva un alma salva la suya.

Y como estas, hay otras varias señales de salvación.

Más medios para guardar los Mandamientos y salvarse.

Aunque no sean signos de predestinación, son muy aptos y eficaces para preservar del mal y guiar al bien:

1.° Lectura espiritual.—Se puede hacer en libros o de instrucción religiosa, como catecismos explicados, o de ascética y ejercicios religiosos, o de exhortación a la virtud. Los primeros son los mas necesarios y útiles; pero cuando ya se tiene instrucción religiosa, los libros ascéticos y los libros exhortativos sirven muchísimo.

2.° Meditación.—Es muy buena la meditación o de las verdades eternas, como del fin del hombre, del pecado, del juicio, de la muerte, infierno, cielo, etc., o de la vida, pasión, muerte y gloria de Cristo y de los Santos. Si no sabe uno meditar, puede hacerlo fácilmente leyendo un punto de un libro, y procurando entenderlo bien, y resolviendo obrar bien conforme a lo que ha leído, y, en fin, pidiendo a Dios gracia para obrar como ha prometido.

3.° El examen de conciencia por las noches.—Este es muy buen medio para irse conociendo, evitar los peligros y avanzar en la perfección. Se puede hacer de cuatro cosas: de las faltas del día, de las buenas obras del día, de las ocasiones de hacer bien no aprovechadas y de los peligros pasados.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.

Sermón de Navidad

Sermón de San León, Papa.


Sermón 1 de la Natividad del Señor.


Nuestro Salvador, carísimos, hoy ha nacido: alegrémonos. No es en verdad justo que nos entristezcamos en el día en que nace la vida, la cual dando fin a todo temor de muerte, nos alegra con la promesa de la eternidad. Esta alegría es para todos, y ninguno se debe creer excluido de ella. Una misma es la causa de la común alegría. Y es que siendo nuestro Señor el que ha venido para destruir el pecado y la muerte, así como a ninguno halló libre de culpa, así ha venido para librarnos a todos. Por lo mismo, gócese el santo porque se acerca a la corona; alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el gentil, porque es llamado a la vida. Ya que el Hijo de Dios, llegada la plenitud de los tiempos ordenados por los inescrutables designios del divino consejo, tomó la naturaleza humana para reconciliarla con su autor, a fin de que el diablo, inventor de la muerte, fuera vencido por la misma que él había dominado.

En esta lucha, emprendida por nosotros, se peleó de una manera verdaderamente maravillosa, ya que el Señor omnipotente combatió con el crudelísimo enemigo, no en su majestad, sino en nuestra humildad, oponiéndole la misma forma y la misma naturaleza: la de nuestra mortalidad, pero libre de todo pecado. Muy lejos estuvo de este natalicio, lo que leemos de todos los demás: “Nadie está limpio de mancha, ni el infante de un solo día”. Nada contrajo en esta singular natividad de la concupiscencia de la carne, en nada participó de la ley del pecado. Una Virgen es elegida de la real estirpe de David, y habiendo de concebir en su seno sagrado antes concibió a su prole divina y humana con la mente que con el cuerpo. Y para que no se atemorizara ignorando el designio divino, en el coloquio angélico se le comunicó lo que en ella había de realizar el Espíritu Santo, y de esta suerte creyó que no sería en detrimento de su virginidad la dignidad de Madre de Dios a que estaba destinada.

Por tanto, carísimos hermanos, demos gracias a Dios Padre mediante su Hijo, en el Espíritu Santo; el cual por su excesiva caridad con la que nos amó, se compadeció de nosotros, y estando muertos por los pecados, nos dio la vida con Cristo, a fin de que en Él tuviéramos una nueva vida y un nuevo ser. Depongamos, por lo mismo, nuestro hombre viejo con sus actos, y habiendo sido constituidos participantes de la Natividad de Cristo, renunciemos a las obras de la carne. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, y constituido participante de la naturaleza divina, no quieras rebajarte volviendo a la antigua degeneración. Acuérdate de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. Ten presente que libre del poder de las tinieblas, has sido trasladado al reino y resplandor de Dios.

Breviario Romano

Señales antes del fin del mundo

Sin embargo, el mismo Maestro nos indico algunas señales o sucesos que acaecerán al fin del mundo, de los cuales indicaremos los principales:

1) Antes del fin del mundo se predicara el Evangelio en todo el orbe para testimonio de todas las gentes, y entonces vendrá la consumación (Mt., 24, 14). No es preciso que venga en seguida el fin del mundo; pero es cierto que antes que este venga, el Evangelio será anunciado en todo el mundo.

2) El Antecristo.—Vendrá antes el Antecristo. El Antecristo será “un hombre de pecado, hijo de perdición, que impugnara y se levantara contra todo lo que se llame Dios, y será adorado, de tal manera, que se sentara en el templo y se mostrara como Dios” (2, Thess., 2; Dn., 7; Ap., 13). Insigne adversario de Cristo, ha tenido ya muchos eminentes precursores, que han recibido por participación su mismo nombre. No se puede negar que será hombre, no corporación, como algunos han dicho. Esto dice Suárez ser certísimo y de fe. Algunos dicen que será judío, pervertirá a muchos, hará prodigios semejantes a los milagros, tendrá mucho poder político (Ap., 13) y perseguirá mucho a los santos. Otras varias afirmaciones de los Padres y de los teólogos, mas son conjeturas que verdades.

3) Habrá mucha apostasía de la fe.—Tal, que San Pablo la llama “la apostasía”. Esta apostasía, parte precederá y preparara la venida del Antecristo, parte la seguirá. Mas no perecerá la Iglesia. Serán apostatas los que no tienen escrito su nombre en el libro de la vida; mas los elegidos no perecerán. Algunos aun aseguran que cesara el culto publico de Dios. Y del Apocalipsis deducen que durara la persecución del Antecristo tres años y medio. “Entonces se revelara aquel inicuo; mas Jesús le matara con el espíritu de sus labios, y lo destruirá con el resplandor de su venida” (2 Thess. 2, 8).

4) Vendrán Elias y Henoch.—En la Escritura consta que vendrán dos. “Daré a dos testigos que profeticen en 1.260 días, vestidos de sacos… Y cuando terminen su testimonio la bestia que sube del abismo les hará guerra y los vencerá y los matará” (Apoc., 3). Que uno de estos sea Elías es fácil verlo en la Escritura, y lo supone Jesucristo, cuando dice: “Elías, si, vendrá y restituirá todas las cosas. Pero también os digo que Elías ha venido…” Que el otro sea Henoch, lo afirman muchos Padres apoyados en aquellas palabras del Eclesiástico, 44: “Henoch fue trasladado al paraíso, para enseñar a los gentiles penitencia”. San Belarmino cree que la opinión que niega la venida de Henoch y de Elías es herejía o próxima a la herejía.

5) Se convertirán los judíos a Cristo.—Tal se deduce de la profecía de Malaquías sobre Elías (4, 5, 6) y del testimonio de San Pablo: “El endurecimiento en parte ha venido a Israel, hasta que la plenitud de las gentes haya entrado; y así todo Israel se salvara, según esta escrito. Vendrá de Sión el que libre y apartara de Jacob la impiedad” (Rom., 11, 25).

6) Habrá muchos prodigios.—El sol se oscurecerá, las estrellas se conmoverán, la tierra temblara, etc. Pero estas señales sucederán de tal modo, que el dia del Señor venga como un ladrón. Por lo cual insiste Santo Tomas diciendo: “Lo que Cristo no quiso indicar a los discípulos que se lo preguntaron, no lo va a revelar a otros. Por donde todos cuantos han querido calcular este tiempo hasta ahora, han. resultado falsos. Porque algunos, como dice San Agustín, dijeron que desde la Ascensión del Señor hasta la ultima venida habían de transcurrir cuatrocientos anos, otros que quinientos, otros que mil; cuya falsedad es bien clara, y será igualmente clara la falsedad de los que todavía no cesan de hacer cálculos.

                        Puntos de Catecismo, Vilariño S. J

Fin del hombre

El hombre tiene doble fin.—

Un fin es inmediato y de esta vida, pero pasajero. Y el otro fin es mediato de la otra vida, y es eterno. Tiene un fin en este mundo y otro fin en el otro. Porque, como veremos, el hombre es inmortal en cuanto al alma. Por eso dice el Catecismo que fue criado para servir a Dios en esta vida y después gozarle en la eterna. Luego tiene dos fines distintos aquí y allí. Sin embargo este fin es en lo principal uno mismo; porque siempre el hombre es para servir a Dios. Para eso son, es cierto, todas las criaturas, pero singularmente el hombre por ser racional. Es, como dicen los teólogos, propiedad esencialísima de toda criatura el ser sierva. Esencialmente, el hombre es siervo de Dios. Y por eso la Virgen decia de si misma: ecce ancilla Domini, “he aquí la sierva del Señor” (Le. 1, 38). Pero la manera de servir y de estar aquí, en esta vida, es diferente de la otra vida. Y también el fin inmediato es diferente del ultimo.

Fin del hombre en esta vida.—

En esta vida el hombre tiene por fin servir a Dios, sin gozar aun de Dios. Es, a saber: conocer, alabar, glorificar y servir a Dios. Conocer la voluntad de Dios y hacerla y, como dice muy bien San Ignacio en su libro de los Ejercicios, alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor. Todas las cosas las cría Dios para que le den gloria; esto es esencial y no puede ser de otro modo. Los seres irracionales le dan gloria manifestando en sus propiedades y esencias los atributos de Dios: su sabiduría, su bondad, su poder, etc., y dando a conocer estas cosas en su modo de ser. Pero el hombre le glorifica mucho mejor, conociendo estas excelencias en las criaturas irracionales y deduciendo de ellas los atributos de Dios: sabiduría, poder, bondad, etc., etc. Gloria es, según San Agustín, “conocimiento claro de una cosa, con alabanza de ella”. De ahi que propiamente solo el hombre puede dar gloria a Dios, porque solo el puede conocerle y alabarle; las demás cosas solo le pueden dar a conocer y así excitar en los racionales el amor. Además, el hombre debe en este mundo y en el otro hacer lo que Dios quiere, pues, como hemos dicho, es siervo suyo y en ningún momento se puede librar de servirle. Y como para servirle tiene los Mandamientos, bien podemos decir que el hombre ha sido criado para guardar los mandamientos, que es lo mismo que servir a Dios y hacer su voluntad.

Objeción: El hombre ha nacido para vivir.—

Algunos dirán que el hombre ha nacido para vivir, para vivir lo mejor que pueda, para adelantar en la vida, para progresar en la vida, para hacer bien aquí a sus semejantes y a la sociedad. Todo eso es verdad, pero no es toda la verdad. Al decir que el hombre ha nacido para glorificar a Dios, para servir a Dios, para hacer la voluntad de Dios, para guardar sus Mandamientos, expresamos su ultimo fin. No queremos decir que no ha nacido para tener aquí buena vida y fomentar los intereses de la tierra y procurar su propia cultura y bien temporal propio y ajeno. Sino que, al contrario, en los Mandamientos y en la voluntad de Dios y en la gloria de Dios entra que el hombre haga bien todo lo de esta vida. Se glorifica a Dios y se cumple su voluntad, cumpliendo sus deberes y ejerciendo la vida natural bien. Pero decimos que el fin último en esta vida es hacer la voluntad de Dios, porque a este fin debe subordinarse todo cuanto hagamos y vivamos; de modo que vivamos y obremos y hagamos todo conforme al servicio de Dios; por donde lo que hagamos conforme a este servicio y Mandamientos de Dios, esta bien hecho; cuanto hagamos en contra de el esta mal hecho y es contrario a nuestro fin y perfección.

Además de nuestro fin próximo en esta vida hay otro ultimo después de ella.—

Pero esta vida es preparación para otra vida, para otro fin ultimo que tenemos después. Se ve claro que no esta aquí el fin del hombre, que no todo acaba con la muerte. Si todo acabase aquí con la muerte, la mayor parte o, mejor dicho, todos los hombres serian verdaderamente desgraciados. Se ve que no hemos sido hechos sólo para las cosas de este mundo, incapaces realmente de satisfacer a nuestro espíritu. Al contrario, cuando son demasiadas y las usamos sin moderación, de ordinario causan enfermedades, desgracias, hastíos, desengaños, hacen infeliz al hombre.

Muchos, además, no pueden tener bienes del mundo, porque son pobres y serian desgraciados si su única felicidad y su único fin consistiese en esto. No puede Dios haber sido tan duro y tan poco sabio. En fin, a tocios nos dejan estos bienes con la muerte, y el alma es inmortal. Dios nos ha puesto en este mundo para que con nuestra persona y con las cosas que nos ha dado para sostenimiento de nuestra persona y ejercicio de nuestra vida, hagamos lo que El aquí nos manda. Y nos promete, si nosotros nos disponemos con nuestra vida para la otra, la felicidad; y nos amenaza, si nosotros no queremos cumplir su voluntad, con el castigo.

Nuestro ultimo fin: la otra vida eterna.—

Dice el Catecismo que el hombre ha sido creado para gozar de Dios en la vida eterna, después de servirle en esta. Y así es. Esta vida es algo buena y mucho mala, como lo sabemos. Y, sin embargo, nosotros sentimos interiormente anhelo de felicidad, de felicidad completa, segura, inmensa, superior a todo lo que se goza en esta vida. Conocernos que somos hechos para algo mas de lo que aquí hay, lo cual siempre nos deja vacíos. Y eso que echamos de menos es la otra vida; Dios nos ha hecho para el cielo. Y a todos, si queremos, si no es por nuestra culpa, nos llevara al cielo. Porque su fin al criarnos fue hacernos dichosos, gozando de El en la otra vida eternamente. Sino que por su providencia dispuso que esta la lográsemos nosotros cumpliendo su voluntad y sirviéndole; y, si no, no.

Que es gozar de Dios en la otra vida.—

Aunque esto habrá que explicarlo otra vez en otros sitios, diremos algo. Gozar de Dios en la otra vida es esencialmente ver y amar a Dios de un modo singular que causa gozo cumplido en el alma humana, sin que ya desee mas, ni sienta vacío ni necesidad de mas; fuera de esto, el Señor dará a la persona humana en aquella nueva vida y estado final otros muchos goces, de tal modo, que nada falte a la perfección y bienestar humanos. Aquí ya se ve que falta mucho. Y no pudiera Dios haber hecho un ser que, sin culpa suya, no lograse al fin todo su complemento. Sin embargo, también en la otra vida el fin del hombre será, como en esta, servir y hacer la voluntad de Dios. La diferencia esta en que aquí esta voluntad de Dios es costosa muchas veces, nos priva de muchos gustos y siempre esta sin la verdadera felicidad; al paso que alli el hacer la voluntad de Dios será muy agradable, porque esta unido con la suma y completa felicidad del hombre. Esta felicidad y goce de Dios, si el Señor no nos hubiera levantado al estado de la gracia, sin merecerlo nosotros, por sola su bondad y gracia, hubiera consistido en un conocimiento muy claro de Dios, sin comparación mejor que en esta vida; y en un amor muy grande, correspondiente a este conocimiento junto todo con una seguridad y posesión del bien sin dolor, ni enfermedad, ni mal de ningún genero. Esto ya hubiera sido muy dichoso; una vida como la de ahora, pero perfecta en todo, sin ninguno de los males que tenemos, y con todos los bienes que podamos desear aquí naturalmente. Esta bienaventuranza creen muchos y graves doctores, y a mi me parece con razón, que tienen los niños que mueren sin el bautismo. Mas elevados primero al estado de gracia en Adán por la bondad de Dios, y luego, cuando este perdió la justicia original para si y para sus hijos, levantados de nuevo por los meritos de Jesucristo, tendremos no solo la bienaventuranza natural que he descrito, sino la gloria; es decir, la visión de Dios, no por conocimiento natural, sino por el conocimiento sobrenatural y como divino, muy superior al otro de que hemos hablado; en virtud del cual veremos a Dios como es en si, directamente, y como El se ve a si mismo, que es el mayor bien, gozo y felicidad que se puede dar al hombre, ni a ninguna criatura. Y conforme a este conocimiento será también el amor: sobrenatural, sumo, divino, como no puede darse mayor ni mas dichoso genero de amor. Esto sin contar los goces accidentales que a los sentidos y potencias Dios dará en la gloria. Esta felicidad y goce será no solo para las almas, sino también para los cuerpos, como se dirá al tratar de la resurrección.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

El Purgatorio

Qué es el purgatorio.—

Elpurgatorio es, según dice Astete, el lugar adonde van las almas de los que mueren en gracia de Dios, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificadas non terribles tormentos.

Dos modos de considerar el purgatorio.

El purgatorio puede considerarse o como un estado del alma que es purificada, o como un lugar y sitio destinado a estas purificaciones de las almas. El purgatorio, como estado, es una verdad de fe. Es decir, que es dogma de fe que hay un estado de las almas intermedio entre esta vida y el paraíso de la gloria. Siempre lo han creído así la Iglesia y sus Santos Padres. Tanto, que el mismo Calvino, que negaba la existencia del purgatorio, confesaba que, hasta venir los protestantes, todos los Padres y Doctores de la Iglesia por espacio de mil seiscientos años lo habían así creído. Aunque decía queestaban engañados. Estupenda presunción. La Iglesia ha creído siempre que, además de almas dichosas y condenadas, hay otras ni condenadas ni bienaventuradas; que estas sufrían y necesitaban de consuelo, auxilios, sufragios…; que la causa de estar así eran los pecados cometidos en esta vida; que tales almas irían por fin a la gloria mas o menos pronto, según la deuda y según nuestros sufragios. Esto es purgatorio.

Penas del purgatorio.

Semejante al infierno, se padecen allí dos clases de penas. Una de daño y otra de sentido.

Pena de daño.

Es carecer de la vista de Dios; no entrar en la gloria. No padecen esto eternamente como en el infierno; pero si temporalmente. Y es pena muy grande por el gran deseo que tienen de ver a Dios. Se puede comparar su estado al de un prisionero, al de un desterrado, al de un huérfano o desamparado. Y por lo que estos sufren se ve lo que sufrirán los del purgatorio en mucho mayor grado.

Pena de sentido.—

Además padecen alguna pena de sentido, es decir, algunas aflicciones positivas y semejantes a los dolores sensibles que aquí padecemos. No es fácil determinar de que clase son estas penas, ni siquiera si son de una o varias. Parece que las hay de varias clases, y aunque no es de fe, es persuasión de los Doctores en general que una de estas penas es de fuego, que, según algunos, no se diferencia en calidad del fuego del infierno.

Intensidad de las penas del purgatorio.

No se puede asegurar cuanta sea. Todos los Doctores están conformes en asegurar que en el purgatorio hay penas gravísimas, penas más graves que todas las de esta vida. Conocidas son las ponderaciones de los Santos Padres. “Este fuego—dice San Agustín—supera cuantas penas el hombre padece en esta vida y cuantas puede padecer”. “Pienso —escribía San Gregorio—que aquel fuego transitorio es mas intolerable que todas las tribulaciones de este mundo”. Y San Cesáreo Arelatense decía: “Dirá alguno: no me importa detenerme algo en el purgatorio, con tal que al fin salga para la vida eterna. Hermanos carísimos, no digáis eso; porque ese fuego del purgatorio será mas duro que cuantas penas se pueden ver, sentir o pensar”.

Estas y otras no menos temerosas sentencias de los Santos Padres dan idea del gravísimo estado de las ánimas del purgatorio, por lo menos de las que están sentenciadas a la pena del fuego, que, según la generalidad de los Doctores, es la pena principal del purgatorio.

¿Padecen todos en el purgatorio el fuego?

Creen muchos Doctores, y con bastante fundamento, que no todas las almas del purgatorio están sujetas precisamente a la pena del fuego; sino a otras de las varias que la justicia de Dios, con su sabiduría, puede decretar. Y disputan sobre la intensidad de estas penas. Muchos dicen que todas cuantas penas hay en el purgatorio son tan graves, que la menor de ellas es más dolorosa que la mayor que hay en el mundo. Otros, aunque conceden que las mayores del purgatorio son más graves que las más graves de este mundo, sin embargo, creen que hay otras muchas inferiores a los grandes dolores de esta vida.

Ciertamente, no entendemos nosotros Ja importancia del pecado venial, y por eso no podemos juzgar bien de los castigos que merece; pero tampoco se puede negar que hay almas que sirven a Dios con muchísimo esmero, apenas faltan en nada y se purifican con muchas obras de penitencia; las cuales, sin embargo, es posible que tengan algo de que purificarse antes de entrar allá donde no se sufre ninguna macula. Ahora bien; de estas almas se hace difícil pensar que Dios Nuestro Señor las atormente con penas mayores que las mayores de este mundo, sabiendo como sabemos que la misericordia divina se excede siempre en remunerar y se queda corta en el castigar.

Además, de no pocas revelaciones parece deducirse con fundamento, que algunas almas tienen un purgatorio muy suave; y en particular los Doctores aducen siempre con respeto una visión de que habla San Beda el Venerable, en la que aparecen algunos en el purgatorio con vestiduras blancas y resplandecientes, y en un sitio lucido y ameno.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.

La Gloria. Segunda parte.

Carencia de todo mal,—

Lo primero es de notar que no habrá allá mal alguno. Ninguna enfermedad, ni incomodidad, ni fatiga en el cuerpo; ninguna de las miserias y necesidades de la vida; ni vicisitudes y cambios de tiempos, clima, etc., etc., ni agitaciones, hambres, fríos, noches, etc. Ningún dolor, ni pesar, ni turbación en el espíritu, ni tristezas, ni deshonor, celos, recelos, desamor, temores, desengaño, intranquilidades, hastíos, inconstancias, separaciones, etcetera, Mira cuantos males padece o ha pasado tu y los tuyos. Todo eso esta ausente de allá. Allí Dios enjuga las lagrimas de, todos. “Y enjugara Dios de sus ojos las lagrimas todas, y ya no habrá mas muerte, ni llanto, ni quejido, ni dolor jamás; porque las cosas primeras pasaron (Ap,, 21, 4).

Carencia de pecado. –

Allí no habrá pecado, ni se podrá pecar jamás. Porque la bondad de Dios atraerá irresistiblemente a los beatos, ni les dejara lugar ni aun a tentaciones.

Suma de bienes.

Los beatos todos del cielo gozaran de muchos bienes. El alma tendrá mucho honor, sabiduría, amor. El cuerpo, delicioso bienestar en todo su organismo y en todos los sentidos. Sobre todo, habrá mucho conocimiento, además de Dios, de todos los bienaventurados, que se conocerán todos a todo; y sumo amor de todos a todos; y suma belleza de cada uno, que vera la suya y la de todos; y sumo gozo en uno del gozo de los otros; y suma comunicación, unión y trato seguro de todos con todos; ver y amar y tratar a Jesucristo, la Virgen, San José, los Santos…

Los bienes que hay allá, según San Agustin.

Si quieres bellezas los justos resplandecerán como el sol. Si agilidad, fuerza, libertad sin obstáculo, los beatos serán como los ángeles de Dios. Si vida larga y salud perpetua, allí hay eterna salud, porque los justos vivirán perpetuamente, y su salud les viene del Señor. Si placeres, cuando aparezca la gloria del Señor, se hartaran. Si melodía, allí los ángeles cantan la gloria de Dios. Si deleite puro y no inmundo, el Señor los saturara con un torrente de deleite. Si sabiduría, la misma sabiduría de Dios se les comunicara y será su sabiduría. Si amistad, amaran a Dios mas que a si mismos, se amaran los unos a los otros como a si mismos; y Dios los amara mas que ellos se aman… Si concordia, todos tendrán una voluntad. Si poder, todos serán poderosos por la bondad de Dios… Si honor y riquezas, Dios los pondrá sobre muchos bienes y riquezas, y serán herederos de Dios… Si seguridad, estarán ciertos de que nunca perderán la gloria” (S. Ag. Man., 34).

Aureolas.

Por especiales virtudes se darán en el cielo ciertos honores y glorias y gozos especiales, que los doctores llaman aureolas. Tales serán las glorias accidentales concedidas a las Vírgenes, a los Mártires y a los Doctores. De las Vírgenes lo asegura San Juan, añadiendo que “siguen al Cordero adondequiera que van” y que “cantan un cantar nuevo… que nadie sino ellos puede cantar” (Ap., 14, 3). También los Mártires asegura que tienen especial gloria. Y de los Doctores dice Daniel que resplandecerán como estrellas, y San Mateo asegura que “son grandes en el cielo los que obran bien y enseñan a obrar bien” (5, 19).

Lo que ven los beatos.—

Los beatos ven a Dios, y toda su esencia, y sus atributos, y las tres divinas Personas. Aunque no todos con la misma perfección intensiva. Además, en Dios ven las criaturas y cosas existentes y posibles, pasadas, presentes y futuras; aunque no todas, sino las que convenga, y tanto mas cuanto mas perfectamente vean a Dios. Pero: 1.°, todos ven los misterios de la fe; la gloria es la consumación de la fe; 2.°, cada uno ve todas aquellas cosas, aun de este mundo, que es razonable que vea; por ejemplo, los sucesos de sus familias, amigos, etcetera, y de los que se encomiendan a ellos.

Grados de gloria.

En el cielo hay diversos grados de gloria, según hayan sido aquí los meritos. Y unos verán y gozaran más intensamente de Dios, y verán en Dios mas o menos cosas, según sus meritos. Mas todos sin envidias ni pena ninguna.

                                       Puntos de catecismo, Vilariño S.J.

La Gloria. Parte primera.

Gloria.—

Gloria, dice el Catecismo, es un estado perfectísimo y eterno, en el cual se hallan todos los bienes sin mezcla ninguna de mal. Es un estado, no un paso como la vida; es la patria, no un destierro como el mundo; es un termino, no un camino como nuestro estado. Es perfectísimo, porque en el el hombre adquiere toda la perfección que compete a la naturaleza humana y se libra de todo defecto. Eterno, porque no tiene fin. Con todos los bienes naturales y sobrenaturales que puede tener el hombre. Y sin ningún mal. Es la felicidad completa y la bienaventuranza cumplida. Obtenida la gloria, ya no le falta nada al hombre. Ella es el gran premio concedido a los hombres por sus buenas obras y el cumplimiento de sus deberes. Llamase Vida eterna, Reino de los cielos, Reino de Jesucristo, Jerusalén celeste, Bienaventuranza, Cielo, Gloria. Vamos a exponer brevemente este novísimo, que constituye nuestra verdadera y eterna vida, para la cual esta es la preparación únicamente.

Felicidad de la gloria.—

En realidad, se puede decir que allí la felicidad será abundantísima: por de pronto, toda la que compete a la naturaleza humana. La satisfacción ordinaria y pura, sin inconveniente ni mezcla de mal, de todos los apetitos y deseos humanos de la naturaleza humana perfeccionada. Será abundantísima, porque si aquí en este mundo, que es de prueba, Dios ha puesto tantas delicias, que si uno pudiese gozar de todas seria muy feliz, .que habrá hecho en el cielo, donde se propone no probar, sino premiar, y donde tiene, no a malos y buenos, sino a los buenos, a sus amados únicamente? Mas, siendo Dios tan generoso, tan fecundo, tan sabio, tan poderoso. Todo cuanto hace Dios con su providencia y amor en esta vida, es para que nosotros lleguemos a aquella bienaventuranza: su encarnación y vida y muerte, la redención, la Iglesia y cuanto hay en ella es para que lleguemos a la gloria. El contrapeso y satisfacción de las desigualdades de acá entre los buenos y malos, es la gloria. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni en el corazón humano cabe lo que Dios ha preparado para 1os que le aman” (l Cor., 2, ti). Así decía San Pablo, después de, una visión. ¿Quieres saber lo que vale la gloria? Vale la sangre de Dios hombre, de Jesucristo. 1a gloria es la felicidad, toda la felicidad.

La gloria es sobrenatural.-

Como ya hemos dicho al hablar del fin del hombre, el hombre fue elevado desde el principio al estado sobrenatural, y aunque cayó de el por el pecado de Adán, mas al punto fue reparado por la entonces futura y ahora ya realizada redención de Jesucristo. Ahora tendremos otra bienaventuranza sobrenatural, incomparablemente superior a aquella, tan soberana y alta, que: 1.°, no puede haber criatura ninguna a la cual, si no en por la gracia de Dios, corresponda; 2.°, fue menester la redención del Hijo de Dios para merecerla; 3.°, será menester que Dios nos conceda fuerza y como facultades superiores y sobrenaturales para poderla gozar.

Bienes en la gloria. –

Dos clases de bienes podemos considerar en la gloria: los esenciales y los accidentales. Los primeros son aquellos en que consiste esencialmente la felicidad, con los cuales habría bastante, aunque faltase todo lo demos. Los accidentales son como el complemento de esta felicidad esencial.

La felicidad Esencial.—

Consistirán los bienes esenciales en la visión beatifica de Dios y el amor de Dios que de esta visión resulte la vision beatifica de la gloria no será un conocimiento oscuro de Dios, mediante algunas imágenes, o por los efectos y obras de Dios, o por sus criaturas, sino que será la visión Intuitiva y clarísima, inmediata de Dios mismo cara a cara, viéndole a El mismo en si mismo como es en si, con suma unión e intimidad. Para esta visión nos dará Dios el Ion excelente de luz de la gloria, que elevara nuestra facultad hasta poder ver a Dios de este modo. De esa visión resultara un conocimiento clarísimo de la estupenda, arrebatadora y siempre nueva hermosura de Dios, y una como posesión de nosotros por Dios, y de Dios por nosotros, y un amor sumo, plenísimo, dulcísimo, de Dios, y una como identificación de nosotros con Dios, con una fruición inefable del bien infinito. Esto, que apenas comprendemos con la inteligencia, y que casi no barruntamos con la imaginación, es la felicidad esencial.

Carísimos, dice San Juan en su primera carta (3, 2), ahora somos hijos de Dios; “mas aun no ha aparecido lo que seremos. Mas sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le varemos como es.” Y San Pablo (1 Cor, 13, 12) dice: “Ahora le vemos por espejo y en enigma; mas entonces le veremos cara a cara; ahora le conozco algo; entonces le conoceré como El me conoce a Mi”.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.