¿Qué es el hombre?

Para que nos dio Dios los sentidos y los miembros.—

Siendo el fin inmediato del hombre el servir a Dios en esta vida, es necesario vivir en ella algún tiempo guardando sus leyes y Mandamientos, como explicamos, y por el mismo hecho tenemos obligación y necesidad de conservar nuestra vida y obrar con ella. Mas para obrar necesitamos facultades y algunas cosas con las cuales obremos. Para esto, para sustentar nuestra vida, para que obremos con ella nos ha dado primero todo este mundo, lleno de cosas variadas, las cuales Dios las ha hecho para que sirviéndonos de ellas, según sus leyes y ordenes, sostengamos nuestra vida y cumplamos bien sus mandatos. Conforme a sus fines hizo las cosas materiales, y a nosotros nos dio sentidos para percibirlas y usarlas y valernos de ellas. Si fuéramos espíritus, no necesitaríamos de estas cosas corporales. Por ser también cuerpos, necesitamos de ella. Y el medio que nos pone en relación con ellas son los miembros y los sentidos. Privad a uno de los sentidos todos, y lo separareis del mundo sensible. Los sentidos son preciosos; los cinco muy buenos; pero sobre todo la vista, el tacto y el oído. Hay que notar que Dios al darnos los sentidos y al darnos las cosas para ellos, nos ha dado mucho para nuestro deleite. Y así, sin necesidad de pecar, ni de abusar, el hombre tiene muchas cosas que pueden deleitarle, sirviéndole al mismo tiempo. Y se puede fácilmente deducir lo sabio que Dios ha estado en el darnos miembros y sentidos, con hacer un ligero examen de ellos. El cuerpo del hombre es una maquina perfectísima y complicadísima. Por ejemplo, la marcha del hombre, el movimiento del brazo, de la mano, de los dedos; la posición, movilidad, facilidad de la cabeza y de lo que hay en ella; la alimentación, la aeración, la sensación…, son maravillas.

Para que nos dio las potencias.—

Las potencias son tres y pertenecen al alma. Son: memoria, entendimiento y voluntad. Tanto los sentidos, como las potencias, como otros poderes y disposiciones que tiene el hombre, se llaman potencias y facultades, porque gracias a ella puede obrar el hombre, y hacer actos propios de el. Y así hay facultades sencillamente para obrar: la facultad de andar, la facultad de mover las cosas, la facultad de respirar, que dependen de los pies, de los músculos, del pulmón, etc., etc.

Otras facultades son para sentir: como son los cinco sentidos exteriores y los cinco sentidos interiores, que son la imaginación, la memoria sensitiva, que tienen aun los animales. Otras facultades son para apetecer y querer las cosas materiales: como son los apetitos e inclinaciones de los sentidos exteriores, como el deseo de comer, de ver y oír cosas agradables, de sentir cosas gustosas. Después vienen las facultades espirituales, de las que una es para conocer, el entendimiento; otra para recordar lo conocido, la memoria, y otra para querer y apetecer lo entendido y conocido, la voluntad.

Estas facultades se llaman potencias también: facultades, porque sirven para hacer (facere) con ellas acciones diversas; potencias, porque con ellas podemos hacer las acciones. Y Dios nos las ha dado con este objeto, de que en esta vida podamos vivir y obrar conforme a los Mandamientos, usando de las cosas, y para que en la otra podamos vivir mejor y gozar de la felicidad.

Excelencia de las potencias del alma.

Las potencias y facultades del alma superan extraordinariamente a las potencias y facultades corporales. Si no tuviéramos potencias del alma, sino solo sentidos y apetitos sensitivos, entonces seriamos como los animales, y no podríamos conocer ni querer otras cosas que las que quieren y conocen los animales: nada de Dios, nada de cosas inmateriales, nada de abstracciones, ni ciencias, ni artes, ni nuestros destinos, ni nuestros derechos, obligaciones, leyes, etc., etc. No nos seria posible alcanzar ni aun tener el fin espiritual y sobrenatural que tenemos, y ni aun tratar de ello, porque los sentidos no conocen estas cosas. Mas ahora, teniendo entendimiento y voluntad, podemos entender y desear y obtener nuestro fin, y conocer y amar no solo las cosas materiales, sino las espirituales, y levantarnos sobre este mundo sensible a lo suprasensible y a lo eterno, a Dios.

Para qué nos dio Dios el entendimiento.

El entendimiento nos dio para conocer a Nuestro Señor, y todas sus cosas, y pensar en El, y dirigir a El todas las obras. Mediata o inmediatamente debemos dirigir nuestro entendimiento al servicio de Dios. Y aunque podemos pensar en muchas cosas que son de nuestro agrado y utilidad, y que parece que no se refieren inmediatamente a Dios, en todas ellas debemos pensar dentro de la ley divina, y para obrar según es conveniente, licito, mandado y recto. Todo lo que no sea esto es abusar del entendimiento. Claro que el entendimiento es también para conocer la literatura, las artes, las ciencias, Pero estos conocimientos deben siempre ir dirigidos al cumplimiento de nuestros deberes y a la observancia de la ley de Dios.

Para que nos dio la memoria.—

Para acordarnos de El y de sus beneficios. Lo mismo que del entendimiento puede decirse de la memoria. Nos la dio para que con ella nos acordásemos de lo que entendemos, y siempre tuviésemos presente nuestro fin, nuestra obligación, nuestro origen y dependencia de Dios, lo que debemos, etc., etc., y también para que nos acordásemos para el ejercicio de nuestra vida de todas las cosas necesarias para vivir y obrar bien, según las obligaciones y necesidades que tenemos en esta vida. Gran beneficio es el entendimiento, y no menor la memoria, sin la cual seriamos lelos o locos o inútiles para todo.

Para que nos dio la voluntad.—

Para que le amemos a El y al prójimo. En la voluntad esta, puede decirse, el mal y el bien. Por la voluntad conseguimos nuestro fin o lo perdemos. Por la voluntad cumplimos nuestro deber o faltamos a el. Por la voluntad somos buenos o malos. Si queremos lo que debemos, somos rectos, porque estamos dirigidos al bien; si queremos lo que no debemos, somos torcidos o malos, porque no estamos dirigidos al bien. Pero siempre con nuestra voluntad debemos querer 1o que Dios quiere que queramos. Y todo lo que Dios quiere que queramos se reduce mas o menos inmediatamente a amarle a El y al prójimo por El, y esto, como sabemos, comprende todos los Mandamientos. Muchas cosas podemos querer útiles y agradables para nosotros; pero todas ellas, por lo menos, no deben ser opuestas al amor de Dios, porque eso seria pecado, mas o menos grave, según fuesen mas o menos opuestas. Además, de un modo o de otro han de ser aptas para llevarnos y unirnos a Dios; porque lo demás seria desorden. Y Dios no da facultades, ni potencias, ni vida, ni nada, para pecados ni desordenes.

Que es el alma humana.—

El alma humana, dice el Catecismo, es un espíritu inmortal, criado por Dios de la nada a su imagen y semejanza. Alma llamarnos a eso que en el hombre es el principio de la vida y del movimiento y de la acción, la fuerza, el guía, el origen de todos nuestros actos. El que vive tiene su alma consigo; el que no tiene alma no vive, ni oye, ni ve, ni siente, ni mucho menos piensa, ni recuerda, ni ama. Que tengamos nosotros en nuestro ser una cosa, que sea distinta de algún modo de nuestro cuerpo nadie lo duda. Basta ver un vivo y un muerto, y la diferencia que hay entre los dos es únicamente que el vivo tiene alma, y el muerto no la tiene.

El alma es un espíritu. –

El alma humana es un espíritu que esta hecho por Dios para que uniéndose con nuestro cuerpo forme al hombre. No es el alma humana como el alma de los animales, un alma material; esta, aunque no es cuerpo, depende del cuerpo al misino tiempo que le da vida, pero no puede subsistir, si no es con el cuerpo. Nuestra alma es espiritual, y puede, por tanto, subsistir, aun cuando el cuerpo se desorganice y no pueda ser habitado por ella. Tampoco es corno el ángel; porque el espíritu angélico ha sido criado por Dios para vivir siempre sin cuerpo; mas el espíritu humano ha sido criado por Dios para vivir con el cuerpo, por lo menos al principio, y para animarlo y darle el ser de hombre. Es de tal naturaleza, que si bien al principio lo ha hecho Dios unido con el cuerpo desde- el primer instante de su ser, como una forma sustancial del hombre, despues es capaz de vivir separado y solo, aun sin el cuerpo.

Que es cuerpo y que es espíritu.-

Cuerpo es toda sustancia que tiene mole y de su suyo se extiende en el espacio ocupándolo con sus tres dimensiones de longitud, anchura y altura. Y corporal o material es Lodo aquello que, aunque no sea cuerpo o sustancia corpórea, no puede existir naturalmente sino dependiendo de algún cuerpo: tales son los accidentes corporales, que, si no es por milagro, naturalmente no pueden existir sin los cuerpos; tal es también la vida de las plantas, y la vida o alma de los animales. Espíritu es toda sustancia que ni tiene mole, ni dimensiones, y no depende en su ser intrínsecamente de ningún cuerpo. Y espiritual es todo aquello que, sin ser sustancia espiritual, naturalmente se adhiere al espíritu; como, por ejemplo, el pensamiento.

La fe nos enseña que el alma es espíritu.—

Uno de los mayores errores y mas irreligiosos de todos los tiempos, y especialmente de los nuestros, es el materialismo, que dice que el hombre no es sino materia, y que el alma no es sino una cosa material perteneciente al cuerpo como otra cualquiera de las cualidades corpóreas, o mejor dicho el resultado, o la resultante de todas las energías materiales de los cuerpos. Mas la religión católica es completamente espiritualista. Jesucristo decía: No teníais a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma (Mt.. 10, 28). Y siempre en la Sagrada Escritura se nos propone el alma como espíritu distinto del cuerpo, y de distinta naturaleza; al hombre, como compuesto de cuerpo y alma; la muerte, como separación de una parte principal (que es el alma, y en la cual sigue nuestra persona) de la otra parte (que es el cuerpo y se disuelve). Tengo deseo—decía San Pablo- de irme del cuerpo y estar presente al Señor» (2 cor. 5, 8). y en el Apocalipsis dice San Juan: “Ví las almas de los muertos por la fe, y clamaban: ¿Hasta cuando, Señor, no juzgaras? (Ap., 6, 10). Y no hay en la Iglesia verdad mas frecuente que esta de considerar al hombre compuesto de alma y cuerpo, y de tal modo, que el alma es la parte principal. Los filósofos prueban muy bien que el alma es espiritual, porque ni tiene mole, ni extensión, y es superior en su modo de obrar a todo lo que pueden el cuerpo y la materia; si fuese material no podría conocer las cosas espirituales, y nosotros conocemos a Dios, los ángeles, y tenemos nociones abstractas: de ser, sustancia, sabiduría, verdad, etc., y las morales: de justo, injusto, licito, ilícito, y otras muchas ideas que nunca tienen los animales; entendemos y queremos y amamos y buscamos muchas cosas que no hacen impresión ninguna en el cuerpo, sino que son inmateriales; el mismo uso de la lengua y de la palabra, y de diversas lenguas, prueba nuestra espiritualidad; porque el sentido no pude entender las lenguas, sino solo percibir los sonidos sin penetrar su significado; podemos reflexionar, cosa que no pueden hacer los animales; podemos razonar y discurrir y progresar y deducir unas verdades de otras, lo que no pueden los animales, porque no conocen las cosas sino en concreto, y no pueden tener ideas universales, como tenemos nosotros (el hombre, el árbol, el caballo, el triangulo…, ideas que convienen a todos los hombres, árboles, caballos, triángulos…). Además, el alma humana se ve que es espiritual: primero, porque es libre en sus actos, y la materia no es libre, obra necesariamente, y siempre por leyes fijas y forzosas; segundo, porque desea cosas inmateriales, como la honra, la ciencia, el arte, la virtud, el deber, la inocencia, la perfección moral, etc., etc.

Tenemos, pues, en nuestro cuerpo, además de lo que vemos y sentimos, un espíritu distinto de nuestro cuerpo, que piensa y quiere y obra cosas que no son corporales, y es el principio de todo nuestro movimiento y de toda nuestra vida; esta es el alma.

Esta alma es simple e inextensa, y esta toda ella en todo el cuerpo, y toda en cada parte del cuerpo, siendo una.

Puntos de catecismo, Vilariño S.J.