La Santisima Trinidad. Segunda parte.

Unidad de Dios.—

A pesar de eso no son tres dioses. No busquemos la explicación en la razón, porque es un misterio profundísimo. Pero, en cambio, la revelación es clarísima. Dice muy bien el Símbolo llamado Atanasiano: “El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios y, sin embargo, no son tres dioses, sino un Dios. Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor es el Espíritu Santo y, sin embargo, no son tres señores, sino un solo Señor; porque así como estamos obligados por la verdad cristiana a confesar que cada persona singularmente es Dios y Señor, así se nos prohíbe por la religión católica decir que hay tres dioses o señores”. Y nada hay, ciertamente, en toda la Escritura mas claro que la unidad de Dios. Los que echaban en cara a los Santos Padres que profesaban tres dioses, no conocían lo que estos enseñaban; ningún católico en la Iglesia ha firmado que haya tres dioses, sino un Dios con tres personas y tres personas con una sola naturaleza en un Dios.

Unión de las tres personas.—

La unión, pues, de las tres personas es tan estrecha, que no se rompe en nada la suma simplicidad de Dios. Y por eso las tres divinas personas se llaman consustanciales, que quiere decir que tienen las tres la misma sustancia, no solo de la misma especie, sino una sola singular sustancia o naturaleza, la misma las tres personas. Y por eso Jesús decía: Yo y el Padre somos uno (Juan, 10, 30). Y en otro sitio: El que me ve a mi ve a mi Padre (Juan, 14, 9). También se dice coiguales, es decir, igual la una a la otra. En

esta Trinidad, dice el Credo Atanasiano, nada hay anterior ni posterior, mayor ni menor; sino todas tres personas son coeternas y coiguales la una a la otra. También existe la una en la otra, que es lo que los teólogos llaman circuminsesión, por lo cual decía Jesús: “Yo estoy en el Padre y el Padre esta en mi… El Padre que esta en mi hace lo que yo hago. Sin confundirse están íntimamente unidas en una misma naturaleza, de modo que, donde este una persona, este también la otra.” También las acciones y operaciones de cada persona son de las tres. Porque las acciones y operaciones son y vienen de la naturaleza y, como la naturaleza es la misma en las tres, también las acciones son de las tres. Todo lo que manda y quiere y hace el Padre, todo lo mandan, quieren y hacen el Hijo y el Espíritu Santo.

Las tres divinas personas tienen la misma potencia, la misma sabiduría, el mismo amor, no solo en grados o en especies, sino una misma idéntica sabiduría, potencia y amor y una misma operación y acción. “Todo lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo.” La creación, la redención, la santificación, todo, todo lo hacen los tres, lo mismo el Padre que el Hijo que el Espíritu Santo. Sin embargo, se suelen atribuir especialmente algunas obras a cada una de las tres personas, por apropiación, no porque sea una sola la que las hace, sino por cierta congruencia y analogía que guardan con el carácter de cada persona. Así al Padre, por ser el que engendra al Hijo, se le atribuye el origen de todas las cosas y por tanto la creación y la omnipotencia que en ella resplandece; al Hijo, por ser el Verbo y la sabiduría del Padre, se le atribuye el orden y hermosura del mundo; y por haber encarnado se le atribuye la reparación del genero humano; y, en fin, al Espíritu Santo, por proceder del amor del Padre y del Hijo, se le atribuyen las obras del amor, de la caridad, de la gracias, la santificación. Pero todo es común a las tres personas, aunque de ordinario el lenguaje católico lo hace propio de alguna de las tres personas.

Como se constituye la Santísima Trinidad.—

Al hablar así, nadie piense que se trata de una formación como las de las otras criaturas, que pasan de un modo de ser a otro y que van desarrollándose o desenvolviéndose o modificándose para ser luego lo que eran antes. En Dios no cabe mudanza ni hay que admitir desarrollo, desenvolvimiento al perfeccionamiento. Pero para que entendamos de algún modo como se constituye la Santísima Trinidad, daremos alguna explicación.

Como se produce el Hijo,—

Dios, sin duda ninguna, entiende, como naturaleza puramente intelectual que es, y si entiende algo, sin duda ninguna que entiende primero y principalmente y esencialmente su propia esencia y naturaleza y produce en su entendimiento una imagen perfectísima de si mismo, la cual, así como en nosotros es un accidente, así en El no puede ser accidente, sino sustancia, y asi como en nosotros es representación distinta de nosotros y del objeto, en Dios, por ser simplicísimo, tiene que ser indistinta de Dios y perfectísima, es decir, idéntica al mismo Dios. Esa idea, pues, que se produce en Dios cuando entiéndese a si mismo, es el Hijo. Corno si un escultor quisiese hacer una estatua perfectísima de si mismo, si pudiera, la haría del todo igual a si mismo y le daría un color, y un modo de ser, y una expresión, y una vida lo mas igual a la suya y, si le pudiese comunicar, le comunicaría su misma vida, para que fuese la estatua otro el. Y si esto pudiese ser, no habría dos hombres, sino un hombre mismo, aunque bajo un aspecto seria un mismo hombre escultor y un mismo hombre esculpido.

Algo de esto se puede aplicar a Dios. Dios inteligente es el Padre y su idea es el Hijo. Y por eso al Hijo se le llama Verbo, logos porque verbo significa en latín como logos en griego: idea.

Como se produce e1 Espíritu Santo.—

Dios, sin duda, tiene voluntad y ama, como naturaleza intelectual. Cuando se ha engendrado y producido al Hijo, entonces el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre con su amor infinito y plenamente divino. Y así como cuando nosotros amamos se forma en nuestra alma un amor accidental, así en Dios este amor es (lo mismo que hemos dicho del acto del entendimiento) una sustancia, indistinta de Dios, pues no cabe en el composición, y perfectísima, es decir, idéntica al mismo Dios. Y ese amor que se produce cuando el Padre y el Hijo se aman, es el Espíritu Santo. Esto para los que no conocemos mas producción que la producción material y bruta de las cosas, resulta ininteligible. Pero es verdad. El Padre, pues, no procede de nadie. El Hijo procede del Padre solo. El Espíritu Santo procede de ambos, del Padre y del hijo. Pero no se piense que nunca jamás estuvo el Padre sin el Hijo, ni estos sin el Espíritu Santo, porque desde la eternidad de su esencia se esta engendrando el Hijo y espirando el Espíritu Santo. Y así todos tres son igualmente coeternos. No hay en ellos prioridad ninguna de tiempo ni de causa, sino de origen, en cuanto que el Padre verdaderamente produce y esta siempre produciendo con un acto necesario, eterno, idéntico a su propio ser, al Hijo, y los dos de la misma manera al Espíritu Santo, no por multiplicación, sino por comunicación de la misma sustancia propia.

                        Puntos del Catecismo de Vilariño, S. J.