CUARTO DOMINGO DE PASCUA

TEXTOS DE LA SANTA MISA EN ESPAÑOL

Introito.  Salm. 97.1,2,1.  Cantad al   Señor   un cántico nuevo, aleluya; porque ha hecho mara­villas el Señor, aleluya; ha manifestado su justicia ante las naciones, aleluya, aleluya, aleluya. Salmo. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. V/. Gloria al Padre, y al Hijo.

Colecta.-  Vivir como bautizados, fieles a Dios, en esta difícil vida, no es posible sino con la ayuda de la gracia de Dios. Oh Dios!, que das a las almas de los fieles un solo querer,  concede a tus pueblos amar tus mandatos y ansiar tus promesas, para que entre los halagos del mundo tengamos fijos nues­tros corazones allí donde están los verdaderos goces.

Epístola. Sant.1.17-21.-  Nada mejor haría el hombre que dejarse moldear por Dios, que ha emprendido y prosigue en él esta gran obra. Después de crearnos, nos ha redimido; no queda sino purificar nuestra vida y recibir la palabra celestial en lo más íntimo de nuestras almas.

Carísimos: Toda dádiva preciosa y todo don per­fecto de arriba viene, del Pa­dre de las luces, en quien no cabe mudanza ni sombra de variación. Porque de su volun­tad nos ha engendrado con la palabra de la verdad, a fin de que seamos como las primi­cias de su creación. Bien lo sabéis, hermanos míos muy queridos. Y así sea todo hom­bre pronto para escuchar, pe­ro comedido en el hablar y re­frenado en la ira. Porque la ira del hombre no obra la jus­ticia de Dios. Por lo cual, dan­do de mano a toda inmundicia y exceso vicioso, recibid con docilidad la divina palabra, que ha sido como ingerida en  vosotros,  y  que  puede salvar vuestras almas.

Aleluya.- Aleluya, aleluya V/. La diestra del Señor ha hecho prodigios; la diestra del Señor me ha salvado. Aleluya, V/. Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tendrá ya dominio sobre él. Aleluya

Evangelio. Juan 16.5-14.- El Espíritu Santo revela a los fieles la autenticidad de la misión de Cristo y el sentido de su redención: denunciando el pecado del mundo que no ha querido creer en Cristo, mostrando que Jesús ha sido el único Justo, afirmando que ha resucitado y subido por virtud divina a los cielos.

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: voy a aquél que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Mas porque os he dicho estas cosas, se ha llenado de tristeza vuestro corazón. Pero os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; que si no me voy, no vendrá a vosotros  el  Consolador; pero si me voy, os le enviaré. Y cuando venga él, convencerá al mundo en orden al pecado, en orden a la justicia y en orden al juicio. En orden al pecado por cuan­to no han creído en mí; res­pecto a la justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis; y tocante al juicio, porque ya ha sido juzgado el príncipe de este mundo. Aún tengo otras muchas co­sas  que  deciros;  mas por ahora no  podéis compren­derme. Mas cuando venga el Espíritu de verdad, él os enseñará  todas las verdades; pues no hablará por sí, sino que dirá las cosas que habrá oído, y os anunciará las venideras. Él me glorificará a mí, porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará.

Ofertorio. Salm.65.1-2,16.-  Cante a Dios toda la tierra; cantad la gloria de su nombre. Venid y oíd vosotros, todos los que teméis a Dios, y os contaré cuán grandes cosas ha hecho el Señor a mi alma, aleluya.

Secreta.- Oh Dios! Que por la sagrada recepción de este sacrificio nos has hecho partícipes de tu soberana divinidad, concede, te suplicamos, que después de haber conocido tu verdad, podamos conseguirla con dignas costumbres. Por N.S.

Prefacio de Pascua.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, que en todo tiempo, Señor, te alabemos; pero con más gloria que nunca en este día (en este tiempo), en que se ha inmolado Cristo, nuestra Pascual. El cual es el verdadero Cordero que quitó los pecados del mundo y que, muriendo, destruyó nuestra muerte, y, resucitando, reparó nuestra vida. Por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejercito celestial, cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar: Santo…

Comunión. Juan 16.8.-  Cuando venga el Espíritu Consolador convencerá al mundo  en orden al pecado, a la justicia y al juicio,  aleluya, aleluya.

Poscomunión.- Asístenos, Señor Dios nuestro, para que los misterios que con fe hemos recibido, nos purifiquen de nuestras culpas y nos libren de todos los peligros.

TEXTOS DE LA MISA EN LATIN

Introitus: Ps. xcvii: 1 et 2

Cantáte Dómino cánticum novum, allelúja: quia mirabília fecit Dóminus, allelúja: ante conspéctum géntium revelávit justítiam suam, allelúja, allelúja, allelúja. [Ps. ibid., 1]. Salvávit sibi déxtera ejus: et bráchium sanctum ejus. Glória Patri. Cantáte.

Oratio:

Deus, qui fidélium mentes uníus éfficis voluntátis: da pópulis tuis id amáre quod prǽcipis, id desideráre quod promíttis; ut inter mundánas varietátes ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gáudia. Per Dóminum.

Jacobi i: 17-21

Léctio Epístolæ beáti Jacóbi Apóstoli.

Caríssimi: Omne datum óptimum, et omne donum perféctum desúrsum est descéndens a Patre lúminum, apud quem non est transmutátio, nec vicissitúdinis obumbrátio. Voluntárie enim genuit nos verbo veritátis, ut simus initium áliquod creatúræ eius. Scitis, fratres mei dilectíssimi. Sit autem omnis homo velox ad audiéndum: tardus autem ad loquéndum, et tardus ad iram. Ira enim viri iustítiam Dei non operátur. Propter quod abjicientes omnem inmundítiam, et abundántiam malítiæ, in mansuetúdine suscípite ínsitum verbum quod potest salváre ánimas vestras.

Allelúja, allelúja. [Ps. cxvii: 16] Déxtera Dómini fecit virtútem: déxtera Dómini exaltávit me. Allelúja. [Rom. vi: 9] Christus resúrgens ex mórtuis, jam non móritur: mors illi ultra non dominábitur. Allelúja.

9 Joann. xvi: 5-14

Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: “Vado ad eum qui misit me: et nemo ex vobis intérrogat me: Quo vadis? Sed quia hæc locútus sum vobis tristítia implévit cor vestrum. Sed ego veritátem dico vobis: éxpedit vobis ut ego vadam: si enim non abíero Paráclitus non véniet ad vos: si autem abíero, mittam eum ad vos. Et, cum vénerit ille árguet mundum de peccáto, et de justítia, et de judício. De peccáto quidem, quia non creddidérunt in me: de justítia vero, quia ad Patrem vado, et iam non vidébitis me: de judício autem, quia princeps hujus mundi jam judicátus est. Adhuc multa hábeo vobis dícere: sed non potéstis portáre modo. Cum autem vénerit ille Spíritus veritátis docébit vos omnem veritátem. Non enim loquétur a semetípso: sed quæcúmque áudiet loquétur, et quæ ventúra sunt, annuntiábit vobis. Ille me clarificábit: quia de meo accípiet: et annuntiábit vobis.

Credo.

Offertorium: Ps. lxv: 1-2 et 16.

Jubiláte Deo, univérsa terra, psalmum dícite nómini ejus: veníte et audíte, et narrábo vobis, omnes qui timétes Deum, quanta fecit Dóminus ánima meæ, allelúja.

Secreta:

Deus, qui nos per hujus sacrifícii veneránda commércia, unius summæ divinitátis partícipes effecísti: presta quǽsumus; ut sicut tuam cognóscimus veritátem sic eum dignis móribus assequámur. Per Dóminum.

Præfátio Paschalis

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni tempore, sed in hac potíssimum die gloriósius prædicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus. Ipse enim verus est Agnus, qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:  Sanctus, Sanctus, Sanctus,

Communio: Joann. xvi: 8

Cum vénerit Paráclitus Spíritus veritátis, ille árguet mundum de peccáto, et de justítia, et de judício, allelúja, allelúja.

Postcommunio:

Adesto nobis, Dómine Deus noster; ut per hæc, quæ fidéliter súmpsimus, et purgémur a vítiis, et a perículis ómnibus eruámur. Per Dominum.

BREVE SERMÓN DEL LIBRO DEL AÑO LITURGICO DE DOM GUERANGER

IMITAR AL PADRE. —  (Epistola)

Los favores derramados sobre el pueblo cristiano proceden de la sublime y serena bondad del Padre celestial. El es el principio de todo en el orden de la naturaleza; y si en el orden de la gracia hemos llegado a ser sus hijos, es porque él mismo nos ha enviado su Verbo consustancial, que es la Palabra de verdad, por la que hemos llegado a ser, mediante el bautismo, hijos de Dios. De aquí se deduce que debemos imitar, en cuanto es posible a nuestra flaqueza, la serenidad de nuestro Padre que está en los cielos y librarnos de esta agitación pasional que es el carácter de una vida toda terrestre, mientras que la nuestra debe ser del cielo donde Dios nos arrastra. El santo Apóstol nos exhorta a recibir con mansedumbre esta Palabra que nos convierte en lo que somos. Ella es según su doctrina un injerto de salvación hecho en nuestras almas. Si ella actúa allí, si su crecimiento no es obstaculizado por nosotros, seremos salvos.

EL ANUNCIO DEL ESPÍRITU SANTO. — (Evangelio)

Los apóstoles se entristecieron cuando Jesús les dijo: » Yo me voy.» ¿No lo estamos también nosotros que después de su nacimiento en Belén, le hemos seguido constantemente, gracias a la Liturgia que nos ha hecho seguir sus pasos? Todavía algunos días más, y se elevará al cielo y el año perderá ese encanto que recibía día tras día con sus acciones y con sus discursos. Con todo, no quiere que nos dejemos invadir por una excesiva tristeza.

Nos anuncia que en su lugar va a descender sobre la tierra el Consolador, el Paráclito y que permanecerá con nosotros para iluminarnos y fortificarnos hasta el fin de los tiempos. Aprovechemos con Jesús estas últimas horas; pronto será tiempo de prepararnos a recibir al huésped celestial que vendrá a reemplazarle. Jesús, que pronunciaba estas palabras la víspera de la Pasión, no se limita a mostrarnos la venida del Espíritu Santo como la consolación de sus fieles; al mismo tiempo nos la presenta como temible para aquellos que desconocen  su Salvador. Las palabras de Jesús son tan misteriosas como terribles; tomemos la explicación de San Agustín, el Doctor de los doctores. «Cuando viniere el Espíritu Santo—dice el Salvador— convencerá al mundo en lo que se refiere al pecado.» ¿Por qué? «Porque los hombres no han creído en Jesús.» ¡Cuánta no será, en efecto, la responsabilidad de aquellos que habiendo sido testigos de las maravillas obradas por el Redentor no dieron fe a su palabra! Jerusalén oirá decir que el Espíritu Santo ha descendido sobre los discípulos de Jesús, y permanecerá tan indiferente como estuvo a los prodigios que le designaban su Mesías. La venida del Espíritu Santo será como el preludió de la ruina de esta ciudad deicida. Jesús añade que «el Paráclito convencerá al mundo con respecto a la justicia, porque—dice—yo voy al Padre y vosotros no me veréis más.» Los Apóstoles y aquellos que creyeron en su palabra serán santos y justos por la fe. Ellos creyeron en aquel que había ido al Padre, en aquel que no vieron ya en este mundo, Jerusalén, al contrario, no guardará recuerdo de El sino para blasfemarle; la justicia, la santidad, la fe de aquellos que creyeron será su condenación y el Espíritu Santo les abandonará a su suerte. Jesús dice también: «El Paráclito convencerá al mundo en lo que se refiere al juicio.» Y ¿por qué?; «porque el príncipe de este mundo ya está juzgado». Aquellos que no siguen a Jesucristo tienen sin embargo un Jefe al que siguen. Este Jefe es Satanás. Así, pues, el juicio de Satanás está ya pronunciado. El Espíritu Santo advierte, pues, a los discípulos del mundo que su príncipe está para siempre sepultado en la reprobación. Que ellos reflexionen; porque añade San Agustín «el orgullo del hombre se engañaría al esperar en el perdón; que medite con frecuencia los castigos que sufren los ángeles soberbios».