Las cuatro témporas

Las obras de penitencia

De todos los días de la semana, los más importantes han sido desde la más remota antigüedad, el miércoles, viernes y sábado de las Cuatro Témporas. Primeramente la liturgia celebraba las Témporas sólo tres veces al año: en junio, septiembre y diciembre, correspondiendo a los tiempos en que los paganos celebraban en Roma las fiestas de las Estaciones, para invocar sobre la tierra el auxilio de los dioses: la fiesta de la mies (feriae messis) en junio; las de la vendimia (feriae vendimíales) en agosto o septiembre, y las de la sementera feriae sementinae) en diciembre, por la semilla oculta en la tierra.

Es muy creíble que la liturgia trató de substituir estas fiestas gentílicas con otras fiestas cristianas  lo cual no era admitir elementos paganos en la Liturgia, sino aprovechar sabiamente la ocasión de ellos para infiltrar el espíritu cristiano. Del propio modo que las referidas fiestas paganas sólo estaban determinadas de un modo general, y eran fijadas con precisión por los sacerdotes gentiles, estas fiestas cristianas fueron al principio movibles, y por eso se anunciaban con solemnidad, como días de bendición para la Naturaleza. Estas solemnidades se fijaron más adelante en determinadas semanas, y a las tres antiguas se agregaron las de la primera semana de Cuaresma.

Poco a poco se fueron juntando con estas fiestas cristianas de la vida que de nuevo germina y creer en la Naturaleza, las fiestas de la propagación de aquéllos que habían de trabajar por el reinado de la vida de la gracia en las almas. Por medio de las nuevas ordenaciones de Obispos y sacerdotes, que son constituidos con el sacramento del orden, se reparte y asegura siempre de nuevo la vida sobrenatural de las generaciones venideras.

Sabida cosa es, que antiguamente tenían lugar las órdenes en general en el mes de diciembre; más a no tardar, se trasladaron a las cuatro Témporas del año. Para dar más relieve a la doble festividad, se juntaron con ella visitas solemnes o Estaciones en las más célebres Basílicas de Roma. Se comenzaba, como aún se practica ahora, el miércoles por la Basílica de Santa María la Mayor, porque, como segunda catedral pontificia, representaba al apartado palacio de Letrán, residencia de los Papas, con situación propia para la afluencia del pueblo. Seguía el viernes, la iglesia de los Apóstoles, edificada por el gobernador bizantino Narsés, a honra de los santos Felipe y Santiago y de los demás Apóstoles, según el modelo de la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla.

La conclusión de estas solemnidades litúrgicas tenía lugar junto al sepulcro del apóstol san Pedro, el cual, con el símbolo de las llaves, había recibido de Cristo la plenitud de la potestad de orden y de jurisdicción. Por los conceptos hasta aquí expresados, los oficios de las Cuatro Témporas encierran las siguientes ideas principales:

Consagración de la vida de la Naturaleza

Es a saber: a) Oración para obtener, la bendición de Dios sobre la Naturaleza, b) Penitencia por el abuso de los dones naturales (ayuno), c) Consagración de la misma Naturaleza a Dios (ofrecimiento de las primicias prescritas en el Antiguo Testamento). Oblación de objetos naturales para la liturgia: materia, y cuasi materia de los Sacramentos y Sacramentales, símbolos naturales del culto divino: luz, cera, ramas de árboles. d) Bendición de Dios sobre la Naturaleza.

Consagración de la. vida sobrenatural

El sacramento del Orden conferido en las Cuatro Témporas es el que constituye a los nuevos sacerdotes; mas los sacerdotes, en cierto sentido, y los Obispos en toda la plenitud de la palabra, son los padres y engendradores de la vida sobrenatural, por el Sacrificio y los Sacramentos; son los que sustentan, protegen y renuevan esta vida para los espiritualmente vivos, y en favor de los que carecen de la vida sobrenatural (sacramentos de vivos y de muertos). Esta vida fluye por su medio, desde Cristo a nosotros, en el Espíritu Santo. Todo esto nos representa la liturgia de las Témporas, con sus Ordenaciones y Estaciones en Santa María la Mayor, los Santos Apóstoles y San Pedro del Vaticano. Sobre este fondo común, ofrecen las Témporas de Adviento, Cuaresma, Pentecostés y septiembre, pensamientos propios, conformes con el carácter peculiar de los diversos períodos del año litúrgico.

Actualmente por ley universal de la Iglesia (canon 1252 § 2), está mandado que los miércoles, viernes y sábados de las Cuatro Témporas se observe el ayuno y la abstinencia. Esta práctica, inspirada en la costumbre de los hebreos de ayunar en los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo, es antiquísima en la Iglesia católica. Según Dom G. Morin, O. S. B., el triple ayuno después de Pascua, fijado en la semana de Pentecostés, y en los muses de septiembre y diciembre (el de la primavera coincide siempre con el ayuno de cuaresma), fue introducido en la Iglesia romana después del Papa san León Magno (440-461). Según L. Duchesne, las Cuatro Témporas no son más que un recuerdo de la antigua semana litúrgica de Roma, un Ayuno real substituido al medio ayuno de las estaciones ordinaria (miércoles y viernes). El historiador Fischer quiere que el ayuno de los días de las Cuatro Témporas, proceda de tradición apostólica, según lo que se lee en el Breviario Romano en el día 14 de octubre, fiesta de san Calixto, Pontífice y Mártir, en las palabras siguientes: «(…) Estableció las cuatro Témporas del año, ordenando que indos guardasen el ayuna recibido por tradición apostólica».

Alfonso M. Gubianas, Nociones elementales de liturgia, pag. 161 y ss.