Historia del Niño Jesús de Praga

Ya que hemos podido conocer acontecimientos en la vida y santidad de varios niños, los cuales nos han mostrado cómo se puede amara Dios, por medio de un alma pura y sencilla; pues esta vez, toca Amar al que es Amado: El Divino Niñito Jesús de Praga.!!

La historia del milagroso Niños Jesús de Praga comienza en el año 1.628, cundo el Prior del Convento de Praga, el Padre Juan Luis de la Asunción, temiendo por la extrema pobreza de la casa, tuvo una buena inspiración. “siento dentro que Dios desea que toda la comunidad viva un intenso culto a su Hijo Hecho Niño…”. Y ello es así, dado que el Padre Juan Luis, nutria su espíritu desde novicio, con un amor ardiente a la infancia de Jesús. Pasó su noviciado en Roma, bajo la dirección de un gran formador, el venerable Padre Juan de Jesús María.

Reunidos con sus hermanos del Convento, expuso su inspiración y encargó al maestro de novicios, que buscara una bonita imagen del Niño Jesús para que asumiera el interés de la fundación y para que los novicios  al venerarla, se volviesen como niños para entrar en el reino de los cielos.

Y Dios no se hace esperar: una gran benefactora de los Carmelitas de Praga, la Princesa Polisena de Labkowicz, regala una bonita imagen de cera al Convento.

La imagen, representaba un bellísimo Niño Jesús, de pie, con vestidos reales, con el mundo en la mano izquierda y la derecha en actitud de bendecir.

Os ofrezco querido padre, lo que más quiero en el mundo: Honrad a este Niño Jesús y estad seguro de que, mientras le venereís, nada os podrá faltar ” –les dijo la Princesa. Simples palabras, en tan profundo encargo y en tan  bella confianza en Dios!

Ordena inmediatamente el Prior, llevarla al altar del oratorio y renovar el amor del Carmelo por el Niño Jesús.

El porqué estaban en Praga los Carmelitas…

Los Carmelitas descalzos habría llegado a la capital de Bohemia, unos pocos años antes, luego de la victoria del ejército católico, fiel al emperador,  contra aquel rebelde,  el calvinista Federico.

En efecto, fue durante la así llamada Guerra de los Treinta años, que se cambió en favor de la formación imperial, con la célebre batalla de la Montaña Blanca, que tuvo lugar en el año 1.620.

Por esta victoria, el emperador Fernando II tenía una deuda de gran de reconocimiento con la orden del Carmelo, porque había sido precisamente el general de los carmelitas descalzos, el venerable padre Domingo de Jesús, quien exhortó a sus soldados a la victoria contra los rebeldes protestantes.

A continuación de esta victoria atribuida a la ayuda de la Virgen María, en 1.624, los carmelitas fueron llamadas a Praga y se les asignó una iglesia bautizada con el nombre de Santa María de la Victoria.

Praga, era una capital, con palacios y monumentos donde vivía la corte y donde se exaltaba el poder del Sacro Romano Imperio Germánico, con sus ejércitos.

Y es precisamente, en esta ciudad imperial, donde en el humilde coro del noviciado, los carmelitas rogaban todos los días ante el Niño Jesús, sabiendo que es el Rey de Reyes,  El Señor de la Historia y del Mundo, y por ello, a él le encomendaban todo.

Después de un primer momento de prosperidad, la pequeña comunidad quedó reducida a la miseria, confiando su pena, a los pies del Niño y el Niñito pues no se hizo esperar:

Informado el Emperador de la extrema pobreza del convento, dicta el siguiente decreto: “Yo, Fernando II, Rey de Bohemia y de Hungría, emperador de Alemania,  asigno al Carmelo de Praga una dote anual de mil florines y una ayuda sobre las rentas imperiales”- Pero la mano providente del Niño Jesús, se manifestó asimismo, de modo extraordinario a la vista de los frailes: Había en el convento una viña completamente estéril y de forma imprevista, comenzó a florecer y a fructificar.  Llama el Prior a los frailes para que viesen los racimos de uvas dulces y espléndidas….pero, mientras todos estaban tranquilos y felices., un joven padre andaba triste y abatido por el convento. Se llamaba Padre Cirilo de la Madre de Dios.  Le comenta al Prior la observancia para encontrar la paz de su alma pero sufría las penas del infierno, encontrándose perdido. Trata de consolar el Prior a su hermano y que al acercarse la navidad, se pusiese a los pies del Santo Niño y confiarle su pena, que Él le ayudaría.

Fray Cirilo obedece y dice a la Bella Imagen “Querido Niño, mira mis lágrimas. Estoy aquí a tus pies. ¡Ten piedad de mi!

Y este amoroso Infante, no se hace esperar:  Un rayo de luz penetra en el alma de Fray Cirilo y hace desaparecer toda duda y sufrimiento interior; El Niño Jesús, ya lo había escogido  por su apóstol.!

Pero la alegría de vivir bajo la protección del Niño Jesús, no iba a durar mucho. Apenas habían pasado diez años  de la victoria de los católicos cerca de la Montaña Blanca: de nuevo Praga estaba bajo la amenaza del ejército protestante, ansioso de tomarse la revancha.

En noviembre de 1.631 el Príncipe protector de Sajonia comenzó el asedio de la ciudad. El miedo y la angustia se cernían sobre la capital, tanto que la misma guarnición imperial y muchos  nobles y burgueses huyeron.

Por prudencia, el Prior de la Comunidad había mandado fuera de Praga a los novicios. Marchó también Fray Cirilo en dirección Mónaco de Baviera, quedando solo el prior y un hermano, para custodiar el convento.

Al poco tiempo, Praga capituló y los soldados entraron con prepotencia en las Iglesias y en los Conventos, saqueando, destruyendo y metiendo en cárcel a los valerosos carmelitas. Cuando vieron en el oratorio la imagen del Niñito Jesús, estallaron en odiosas risotadas, y uno de ellos, con su espada, le corta las manitos tirándolo detrás del altar, aullando de satisfacción por lo que había hecho.

Así el Santo Niño cayó en los escombros de la Iglesia de Santa María de la Victoria, donde estuvo largo tiempo,  olvidado en medio de inmundicias.

La paz de Praga, firmada en 1.634, consintió en la vuelta de los carmelitas a su convento, en gran parte ya destruido. Nadie, sin embargo, se acordaba más, de la imagen del Niño Jesús. Recién en 1.637 vuelve el Padre Cirilo de la Madre de Dios al convento.

Pero los suecos, rompiendo el acuerdo, pusieron otra vez sitio a la ciudad. Las aldeas y los castillos en llamas, no dejaban dudas sobre la suerte de la población.

El prior exhorta y Fray Cirilo replicaba: “Rezad hermanos, sólo la oración nos salvará. “Oremos al Niño Jesús, tened fe, Él nos salvará!. Pero la imagen ha desaparecido –dice el prior “No, no, no puede ser.!!  Estoy seguro de concentrarla ¡!, replica Fray Cirilo.

No pocas fatigas sufrió Fray Cirilo, hasta hallar el Niño, todo cubierto de polvo y suciedad.  Colocaron al Divino infante en el altar donde supo estar, comenzando la comunidad  con ardientes oraciones para obtener la paz y, en efecto, Praga se salva de la destrucción protestante.

Luego de dos años difíciles en que les faltó la bendición del Santo Niño, los padres gozaron nuevamente de la ayuda de bienhechores y de una paz duradera.

Pero….un día, en que el Padre Cirilo, estaba en oración, delante de su Niño oyó un delicado reproche: “Tended piedad de mi y yo la tendré con vosotros. Restituidme las manos que me cortaron los herejes. ¡Cuánto más me honreís, más os favoreceré!”.

EL Padre Cirilo, alzando los ojos, se asustó: ¡era verdad! No lo había notado antes: corrió rápidamente al Prior a contarle lo sucedido. Pidiéndole de restaurar la imagen; pero a causa de la indigencia en que se encontraba el convento, el prior no lo consintió.

Profundamente afligido, Fray Cirilo se dirige a Dios para buscar ayuda y la ayuda llegó poco tiempo después: Llega a Praga un cierto Señor Mauskönig el cual quiso confesarse expresamente con el Padre Cirilo. Y el Buen  Dios condujo a este señor hasta Praga para entregarle cien florines a su confesor.

Restauran la imagen y es colocada en una urna de cristal, adornada con candeleros y  floreros y colocada cerca de la Sacristía.

Un día, en 1.639, Fray Cirilo es visitado por el conde de Kolowrat, Enrique Liebsteniski, pidiéndole que llevase al Niñito al lecho de su esposa, porque estaba gravemente enferma y que solo el Santo Niño, seria la única esperanza. Esta señora, era prima de la Princesa Polisena, que en su momento había regalado la imagen.

La alegría de todos fue indecible, ya que apenas restablecida la condesa, luego del milagro operado  por el Divino Infante, se acerca al convento y ofrece al Niño, una corona de oro y otros objetos preciosos como señal de gratitud. Este fue uno de los primeros y más célebres milagros obrados por el pequeño Rey.

Después de tan portentoso prodigio, el altar del Niñito se convierte en meta de peregrinos que los alaban e imploran su protección.

Divino, Amoroso, Niñito Jesús de Praga, ten misericordia de nosotros!