Complementos del altar: El conopeo

Del mismo modo que decíamos que para mayor reverencia está mandado a cubrir el copón, incluso cuando está dentro del Sagrario con un envoltorio de seda blanca, también por la misma razón está ordenado que el Sagrario esté todo él  cubierto con un envoltorio de tela de color, que puede ser blanca -color litúrgico de la Eucaristía- o mejor aún del color litúrgico del día. Este obligado envoltorio se llama conopeo.

El conopeo ha de ser un envoltorio total, y en lo posible,  no abierto por delante como una cortina; tampoco ha de ser transparente. Y aunque esto, que está positivamente ordenado, parece que tenga el inconveniente de ocular la  suntuosidad o el arte empleado en la construcción del sagrario, tiene en cambio una excelente compensación; y es que, con el conopeo, todos los sagrarios, así los más ricos como los más sencillos, ganan en magnificencia, al parecer todos por igual una rica tienda en la cual habita el Rey de reyes.

Aún es mayor, en ciertos casos, el servicio que pueda prestar el conopeo en la práctica. Por ejemplo: en una iglesia donde no cuide de atender esta ley del conopeo, cuando del sagrario se retira la Reserva para trasladarla a otro sagrario del mismo templo, es casi seguro que los fieles que entren después al templo, de momento y por costumbre, no harán la genuflexión ante el sagrario que encierra la Reserva, sino que la harán ante el que ha quedado vacío. En cambio, este error no es posible en las iglesias  donde se recubre con el conopeo el sagrario donde está el Santísimo Sacramento, y no los demás sagrarios del templo; porque nada se ve mejor, a simple vista, si un sagrario llevo o no conopeo.