Cosas liturgicas. Parte primera

La liturgia y los elementos del mundo.—

Ha sido inclinación natural de todos los hombres en todos los tiempos, atribuir a los elementos materiales, sea simbólicamente, sea en sentido religioso, algunas acciones morales, y servirse de ellos en el servicio y culto divino. Al agua se le ha atribuido el oficio lustral de lavar y refrescar, al fuego el de purificar, a la luz el de ensenar, a la sal el de sazonar y dar sabiduría, al aceite el de suavizar o fortalecer. La Iglesia, que no destruye la naturaleza donde la encuentra recta y racional, no ha tenido dificultad en seguir esta costumbre humana, imitando a Jesucristo, que para sus Sacramentos escogió también, según vemos en el tratado dedicado a esta materia, elementos materiales, como el agua, el crisma, el pan, el aceite. El mismo para curar a un ciego se sirvió de la saliva y de la tierra, y del pan y vino para dar su cuerpo. Necios son, y presuntuosos, los que se ríen de los ritos de la Iglesia, y de las cosas sensibles y materiales de que ella se vale en sus liturgias; mas los que penetran en el fondo de las cosas encuentran mucha vena de sentimiento y poesía en estas ceremonias.

Agua bendita.—

El elemento mas usado en la Iglesia, en la liturgia, es tal vez el agua bendita. En el Antiguo Testamento era ya muy usada el agua en los ritos. “Me rociaras con hisopo y seré purificado —decía el Profeta Rey—; me lavaras y seré mas blanco que la nieve” (Ps., 50, 8). La Iglesia bendice solemnemente en el día de Sábado Santo y la víspera de Pentecostés el agua para bautizar con ceremonias especiales, con preciosas oraciones. Pero además se bendice el agua para el uso general del pueblo son otra bendición mas corta y sencilla. Primero se reza un exorcismo sobre un poco de sal, y se la bendice con una bendición hermosa. Luego se dice otro exorcismo sobre el agua que se va a bendecir y se la bendice igualmente; en fin, mezclase la sal bendita con el agua bendita haciendo tres cruces al echarla, y luego se reparte, a los fieles para que con ella rocíen las casas, los campos, las viñas, sus habitaciones, sus personas y todo lo que quieran.

Virtud del agua bendita.—

Grande es la virtud de esta agua, como podría comprobarse con muchísimos ejemplos. Y esta virtud la tiene de la oración de la Iglesia. Porque su ministro pide a Dios en nombre de la Iglesia, al bendecir el agua y la sal, que dondequiera que se eche esta agua huyan los demonios, cesen las enfermedades, se libren de mal los fieles, y se difunda la protección de Dios sobre todos. Y sea esto dicho para explicar, en general, la virtud de las cosas benditas, de que seguiremos hablando. La Iglesia bendice las cosas, y al bendecirlas ruega al Seor que a  quienes las usen los proteja con su auxilio, librándolos de males y dotándolos de bienes; y de esta manera vincula, como quien dice, su suplica a las cosas, las cuales entonces como que se convierten en una oración constante de la Iglesia a Dios Nuestro Señor. Los protestantes se ríen de estas bendiciones; pero no tienen motivo para ello. Y deben saber que no son ninguna moda nueva, sino uso muy antiguo de la Iglesia. ¿Acaso el mismo Señor no bendecía las cosas que usaba?

La sal.—

Hemos dicho en el párrafo anterior que para bendecir el agua se bendice antes la sal. No es necesario explicar el simbolismo de la sal. En el Antiguo Testamento se usaba la sal en multitud de sacrificios. Y era símbolo expresivo de salubridad, incorrupción, remedio y finalmente de sabiduría. Nuestro Señor decía a sus discípulos que eran la sal de la tierra, porque con su predicación sazonarían el mundo y lo preservarían de corrupción. Por esa razón la Iglesia se la pone en los labios a quien bautiza diciéndole: “Recibe la sal de la sabiduría, y puedas alcanzar la vida eterna. Amen.” Y al echarla sobre el agua que se bendice, se suplica al Señor que sirva de remedio del alma y del cuerpo, y que expulse por esta sal los espíritus inmundos. Así el agua bendita puede servir de remedio para la castidad.

El aceite.—

Los santos oleos, tal es el nombre del aceite bendecido por la Iglesia, sea para el Bautismo, sea para la Extremaunción. Lo hace el Obispo el día de Jueves Santo, bendiciendo solemnemente primero el óleo de los catecúmenos, que sirve en el Bautismo, para la ceremonia de ungir a los que van a bautizarse; y después el óleo de los enfermos que sirve para la Extremaunción. Este óleo de la Extremaunción es necesario para que valga el Sacramento; el otro de los catecúmenos no es necesario para que valga el Bautismo. Este mismo óleo de los catecúmenos sirve para las ordenaciones de los presbíteros, y también para las unciones de los reyes y reinas. Muy bien, porque estas unciones son signos de realeza, desde la antigüedad, y rey es el que se bautiza, y rey es el que se ordena de sacerdote.

Crisma.—

Crisma es una mezcla que se hace de bálsamo y de óleo. Suele también bendecirse el día de Jueves Santo, después de los oleos. Con este crisma se unge la cabeza del bautizado en seguida de recibir el Bautismo, y se administra la Confirmación, y se consagran los Obispos, los cálices, los altares, las campanas y los templos.

Bálsamo.—

Es una sustancia olorosa compuesta de resina, ácido benzoico y aceite volátil, la cual fluye de algunos arbustos terebintáceos de Judea o Arabia, sea naturalmente, sea por incisión. Los americanos tienen facultad de usar el bálsamo americano, que extraen del árbol llamado copaiba, en Perú, Tolú y Brasil.

Bendición de los santos oleos.—

Es bien hermosa y poética la bendición detenida que el Prelado hace de los santos oleos el día de Jueves Santo. Es magnifico el Prefacio que recita el celebrante, resumiendo todos los usos de los oleos en el Antiguo Testamento y en el Nuevo.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.