El valor de la Santa Misa

Para que vale la Misa.—

Vale para lo que valen todos los sacrificios, según indicamos. Porque es sacrificio latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio: lº.- Como latréutico. Es el acto verdaderamente digno de Dios y puede decirse con toda exactitud que en la tierra no hay ningún otro acto de oración que sea completamente digno de Dios. Todos los demás actos no llegan a la dignidad divina, ni le dan tanta adoración cuanta Dios se merece. Pero la Misa es una adoración con la que Dios se contenta y se llena. 2.° Como eucarístico, es el mejor acto para dar gracias a Dios; tanto, que por la Misa se pueden dar gracias a Dios por todos los beneficios que El nos ha hecho y gracias cumplidas y bastantes. 3.° Como impetratorio, de suyo es la oración e impetración mas eficaz que hay en la Iglesia y superior a todas las oraciones, rogativas, oblaciones de todo genero. 4.° Como propiciatorio, este sacrificio de suyo es apto para obtener el perdón de todos los pecados, para dar la satisfacción de todos los agravios, y para pagar por todas las penas debidas por los pecados en esta vida y en la otra. Y así, puede decirse con toda propiedad, que la Misa es el acto mas grande e insigne de toda la religión.

Valor infinito de la Misa.—

De aquí se deduce que el valor de la Misa en si mismo es infinito y que una sola Misa de suyo puede ser bastante para adorar a Dios y darle gracias por todos los beneficios y para obtener el perdón y satisfacción de todas las culpas. Pero no se aplica todo el valor a los fieles, sino solamente parte, según la disposición de Dios, como intentaremos explicarlo ahora.

Limitación de la gracia aplicada.—

Las gracias que se reciben por las Misas, no pueden ser infinitas ni intensiva ni extensivamente. Y sobre todo en cuanto al valor propiciatorio. Porque ni somos capaces nosotros de recibir este valor infinito, ni lo necesitamos. Y creemos que la providencia de Dios en su Iglesia ha establecido para cada Misa una limitación en el valor que se aplica, y una medida que nosotros ignoramos cual sea, pero, que será, sin duda ninguna, muy abundante; porque si bien nosotros no la merecemos, pero la merece el Hijo de Dios, sacerdote y victima en este sacrificio, que, seguramente, no se pondrá en el altar para poca cosa, sino para muchas gracias. Algo de esto pasa también en los Sacramentos. Y aunque no faltan quienes opinen que el fruto de la Misa extensivamente es infinito o indefinido, sin embargo, comúnmente creen los teólogos que no es así; sino que cuantos mas sean aquellos por quienes se aplica la Misa, tanto disminuyen las gracias recibidas por cada uno. Sin embargo, del fruto impetratorio, en cierto sentido, puede decirse ser infinito, o indefinido, en cuanto que dependiendo de la liberalidad de Dios la concesión de las gracias que se le piden, no parece podamos poner limite a esta liberalidad; si bien parece natural o connatural que ceteris paribus reciba mas dones aquel por quien se ofrece la Misa en primer lugar y con primera intención, que aquel por quien se ofrece la Misa en segundo lugar y con segunda intención, después de la primera.

Diversa participación del fruto de la Misa.—

Ponen los teólogos una razón de graduar la concesión por Dios a los fieles de las gracias de la Misa: y es la mayor unión que tenga con el sacrificio: 1.° Naturalmente, quien mas que nadie participa del fruto de la Misa es el celebrante; a el corresponde el fruto que llaman especialísimo y es superior al de los otros. Es fruto personal y muy digno, dada la excelencia del ministro y la necesidad que tiene de gracias para cumplir sus deberes altísimos. 2.° Viene después el fruto que casi podríamos llamar también especialísimo, que es el de los que oyen Misa, los cuales, en cierto modo unidos de una manera particular con el celebrante, aunque no son, ni mucho menos, celebrantes, forman con el sacerdote una comunidad y por el y con el ofrecen el sacrificio. Y por eso el celebrante habla muchas veces en plural: Te ofrecemos, etc. 3.° Entre estos asistentes reciben mayor fruto los acólitos, que, adelantándose a todo el pueblo, se unen con el sacerdote y le responden y ayudan en la Misa; por lo cual este oficio es muy recomendable, muy digno y muy retribuido. 4.° Llaman fruto especial, y lo es, el que corresponde a la persona o personas por quien o por quienes el sacerdote dice la Misa, sea que este le haya dado estipendio, sea que no le haya dado. Este fruto también es notable. 5.° Queda el fruto general que redunda en toda la Iglesia y se reparte por todos y cada uno de los fieles, de la parroquia, del pueblo, de la nación y aun de toda la Iglesia, en la medida que Dios sabe, en virtud de la comunión de los santos. Los excomulgados no participan de estos bienes, sino en cuanto se puede impetrar su conversión. Pero los demás, si; y !cuantos bienes y gracias descenderán de lo alto y cuantas iras del Señor se apagaran en el cielo por virtud de la sangre preciosa de Jesucristo sacrificado en las Misas cada día y a todas las horas!

Puntos de catecismo, Vilariño S.J.