El culto a las imágenes. Segunda parte.

Utilidad de las imágenes.—

Es, en cambio, utilísima la imagen para la vida cristiana. Primero, sirve maravillosamente para enseñar; sobre todo las historias sagradas y la vida de Nuestro Señor y de los Santos y muchísimas cosas de la doctrina cristiana. Segundo, sirve muy bien para fijar la atención y evitar las distracciones. Tercero, deleita espiritualmente, como se ve por la experiencia de lo que gustan las imágenes; sobre todo haciéndolas con mucho arte y belleza. Cuarto, conmueven muchísimo y nos excitan a manifestaciones sensibles que fácilmente pasan al corazón o proceden de el y lo refuerzan. Quinto, puestas convenientemente en muchos sitios, nos recuerdan a Dios y a los Santos fácilmente.

Imaginería sacra.—

Las imágenes sagradas pueden ser de varias clases. Unas son de cosas insensibles, otras de sensibles. El espíritu no puede tener, como se ve, imagen sensible. Y, sin embargo, tenemos imágenes de Dios, de la Santísima Trinidad, de los ángeles, de las almas santas. Todos sabemos que no son imágenes verdaderas de lo que son. Pero les damos por analogía can sus cualidades aquellas formas que, o por su esencia o por su historia o por algunas otras razones, corresponden a sus atributos o modos de ser. Así al Padre Eterno, por ser el primer principio y el Antiquus diem, el Antiguo en días, el Eterno, se le da el aspecto de anciano venerable, aunque robusto; al Hijo, por haberse encarnado, se le da la figura de hombre; al Espíritu Santo, por haberse aparecido en forma de paloma, se le da esta imagen; aunque antiguamente también se le dio la figura de un joven y aun la de mujer, como parece esta representado en un retablo del altar mayor de la Cartuja de Burgos. A los ángeles se les da figuras de hombres puros, alados, dignos, siempre jóvenes; y a los que se sabe lo que hicieron se les da figuras correspondientes: a San Miguel de capitán, que lucha contra Lucifer; a San Rafael de caminante y protector; a San Gabriel de embajador con una azucena por la pureza de la Virgen, etc. A los Santos se les da, cuando se sabe, su propio rostro, si se puede; mas como no de todos, especialmente de los antiguos, hay retratos, se les da uno que convenga y se le añaden formas y atributos correspondientes a su historia, martirio, misión, etcetera. A Jesucristo se le ha dado ya una forma convencional basada en algunas tradiciones; el rostro mejor debe de ser el de la Sabana Santa de Turín, con barba hermosa, poblada y cabellera ondulante, como lo describimos en la Vida de Nuestro Señor Jesucristo. A la Santísima Virgen la pintan como una Virgen pura, graciosa, digna; pero a gusto de cada cual; el retrato que dicen es de San Lucas, no es de San Lucas, sino muy posterior, ni refleja verdad alguna; a San José igualmente se le puede pintar como se quiera; pero, de ordinario, lo pintan muy viejo, como si la Virgen se hubiese desposado con el cuando ya era anciano, lo cual es inverosímil; antes es mas creíble que tendría una edad proporcionada.

Puntos de Catecismo. Vilariño S.J.