El culto a las imagenes. Parte primera

Culto de las imagenes.

Nada mas corriente entre los católicos que el culto de las imágenes de los Santos. Estatuas, medallas, pinturas, todas las representaciones imaginativas de Dios y de los Santos, son respetadas y veneradas y amadas en la Santa Iglesia. Materiales como somos, no alcanzamos a representarnos a Dios y a los ángeles, sino con figura corporal, pero siempre con algún fundamento, como luego diremos. A los Santos los representamos con el parecido que podemos. Y a unos y a otros los colocamos en sitios distinguidos y hasta en los puestos mas santos, en las iglesias, en los altares, en retablos. Que esto sea licito y santo nos lo dice a voces la Santa Iglesia y di sentido común de los fieles. Y este uso no es moderno, sino que se pierde en los orígenes de la Iglesia. Mas el año 726 Leon II Isaurico, inducido por instigación de los judíos y de los mahometanos que no toleran imágenes, promulgo un edicto en el cual prohibía como si fuese idolatría el culto de las imágenes. San Germán, patriarca de Constantinopla, salio acérrimamente en defensa de las santas imágenes y aun por defenderlas murió, según dicen, estrangulado en 733. Muchos padecieron martirio por defender este culto contra los herejes y emperadores iconoclastas (rompedores de imágenes), como se denominaron estos herejes. Mas el ano 787 se junto el Concilio Niceno II, que restableció la verdad. Y así siempre en la Iglesia de Dios ha florecido este culto cada vez con mas devoción y agrado y aun provecho del arte y del sentimiento. Otra vez, sin embargo, algunos emperadores, como León Armenio y los Valdenses, Albigenses, Wiclefitas, Husitas y los protestantes que todo lo arruinaron, se irritaron contra las santas imágenes; sobre todo los de la secta de Calvino se dieron a destruirlas donde las encontrasen. A esto obedece el estar decapitadas y destruidas muchas joyas de escultura antiquísima. Y recordamos haber visto en Reims y en otros puntos muchísimas mutilaciones hechas por ellos.

El uso antiguo.

Acaso en la antigüedad se usaron menos imágenes al principio por temor de que por la mezcla con gentiles los cristianos incurriesen en verdadera idolatría, por no entenderse el sentido genuino de la veneración de las imágenes en la Iglesia. Sin embargo, después que se han descubierto las catacumbas se han hallado testimonios antiquísimos de la veneración y del uso que se hacia de estas imágenes entre los primeros cristianos.

Fundamento del culto de las imágenes.

No se entiende por que los enemigos han de tener tanta aversión al culto de las imágenes, siendo como es la cosa mas natural. En efecto, en el uso social vemos que todo el mundo honra, no solo al rey, sino también a sus imágenes; no solo a su madre, sino también a su retrato; no solo a su amigo, sino a su fotografía. Nada mas ordinario y nada mas natural en todos los países y en todas las costumbres. Y abrazamos los retratos y los besamos y los estrechamos contra nuestro corazón y Ies ponemos flores y luces y aun les hablamos. Pues he ahi lo que hacemos con los Santos. .Que dificultad hay en ello?

Este culto es relativo.

Mas así como al honrar, es decir, al dar culto civil a los retratos e imágenes de estas personas, nadie piensa que da culto a ellas por ser lo que son, sino por la persona que representan, asi los cristianos al dar culto a las imágenes ya saben que ellas no son dignas de culto por si mismas, sino por lo que representan y que el culto que se les da no es absoluto por ser ellas lo que son, sino relativo, es decir, referente a la persona en ellas representada. De esta manera no veneramos a un pedazo de madera, sino a la imagen de un Santo y mas propiamente al Santo en ella representado; porque ni la madera, ni el papel, ni la imagen son personas, ni capaces de ser veneradas y amadas racionalmente; ni de recibir la sumisión que es esencial al culto, ni ellas propiamente reciben el obsequio, sino las personas o Santos en ellas representados. El acto externo se dirige a las imágenes, porque ante ellas nos arrodillamos, a ellas besamos, incensamos, ponemos flores, luces, ornato…; pero el acto interno se dirige a los mismos Santos.

No hay idolatría.—

Parece mentira que haya habido tan obtusos entendimientos que no entendiesen esta doctrina tan clara, y que los Concilios de Nicea y Tridentino y los Santos Padres, tan bien explicaron. Es verdad que en la Sagrada Escritura Dios prohibió hacerse ídolos. Pero ídolos no es lo mismo que imágenes, sino que ídolos son aquellas imágenes que los hombres tomaban como dioses. Hablando San Pablo a los romanos, les decía que los gentiles, que “teniéndose por sabios, se entontecieron y transfirieron la gloria del Dios incorruptible a una semejanza de hombre corruptible y de aves y cuadrúpedos y reptiles…, y trocaron la verdad de Dios por la mentira, y veneraron y dieron culto a la criatura, dejando al que las creo” (Rom. 1, 23). Y el Señor les dijo: “No os haréis ídolos ni figura ninguna de todo lo que hay en lo alto del cielo, ni en lo bajo de la tierra”. Se entiende bien claro que de nada de esto habían de hacer imágenes, para adorarlas como dioses. Mas no tienen nada que ver estos ídolos y la manera de darles culto como si fueran dioses o, por lo menos, como si representasen a dioses, con lo que el cristiano consciente hace con las imágenes. Y por eso mismo Dios hablaba de estos ídolos como de imágenes que provocaban sus celos, pues los adoraban en vez de Dios. Cosa completamente distinta de la práctica cristiana. Por eso decía muy bien el Concilio Tridentino: “Se han de tener y retener principalmente en los templos las imágenes de Cristo y de la Madre de Dios y de otros Santos; se les ha de dar el debido honor y veneración, no porque se crea que hay en ellas alguna divinidad o virtud, por la que se deba dar culto, o que de ellas se ha de pedir nada o que en ellas haya que poner la confianza, como lo hacían en otro tiempo los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les da a ellas se refiere a los prototipos que ellas representan, de tal modo, que por las imágenes que besamos y ante las cuales nos descubrimos y arrodillamos, adoramos a Cristo y veneramos a los Santos cuya semejanza ellas representan”.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.