La conversión de Alfonso de Ratisbona

Lo que aquí sigue, es lo que contó el propio Alfonso en el Proceso Canónico de la aprobación del milagro.

El principal instrumento de su conversión es sin duda alguna, el Barón Teodoro de Bussière,- protestante  y luego ferviente católico-que hizo las veces de cicerón (de guía “turística”) al Ratisbonne,  por la ciudad de Roma…..

Saliendo del café, Alfonso se dirigió hasta la Plaza de España (en la ciudad de Roma). La providencia quiso que encontrase al Barón Teodoro de Bussière, el cual lo invitó a su carroza para un breve paseo. El día era óptimo, con cielo azul y sol primaveral, invitaba a un paseo, aceptando de buena gana. (20 de enero de 1.842).

Llegado al ángulo de dos calles y muy cerca de la Iglesia de Santa Andrés de los Hermanos (Santa Andrea delle Fratte) ordena el Barón a su cochero de detenerse y ruega a su amigo (el Ratisbonne), de esperarlo porque debía dar las últimas disposiciones para celebrar el rito fúnebre en sufragio de un cierto caballero. Necesitaba el Barón, decir que preparasen todo lo correcto para la familia del extinto.

“….Para quién son estos preparativos”, preguntó Alfonso.

…para un amigo mío: el conde de La Ferronays –responde Teodoro.”Su imprevista muerte, es la causa de mi tristeza que ha debido notar en mi, durante estos dos días.” “Espéreme algunos minutos, luego seguiremos con nuestro paseo….será negocio de dos minutos”

Alfonso prefirió descender de la carroza y visitar el templo, deseoso de encontrarse con el arte…..nada lo atrae, no obstante fuese encontradas obras del Bernini, del Borromini, del Vanvitelli, del Barigioni, del Maini y de otros insignes pintores.

Había transcurrido minutos de las doce. La Iglesia, desierta,  le dio la impresión de un lugar abandonado y caminando con aires de quien busca algo de interesante…. “En un momento, mientras caminaba por la iglesia y se llegaba al encuentro de los preparativos del funeral, imprevistamente me sentí capturado, invadido de un cierta perturbación y ví como un velo delante de mi; me parecía la iglesia toda oscura, excepto una capilla, casi que toda la luz de la misma iglesia, fuese concentrada en aquella capilla.

Elevé los ojos  hacia la capilla radiante de tanta luz y vi sobre el altar de la misma, en pie, viva, grande, majestosa, bellísima, misericordiosa LA SANTISIMA VIRGEN MARIA, igual en lo alto y en la estructura, a la imagen que se ve en la Medalla Milagrosa de la Inmaculada.

 Me hace señas con la mano de arrodillarme. Una fuerza a la cual no podía resistir, me empuja hacia Ella, que parece decir: Basta ya. No lo dijo; pero lo entendí. A tal vista, caí de rodillas en el lugar donde me encontraba.

 Procuré varias veces de elevar la vista hacia la Santísima Virgen, pero la reverencia y el esplendor me los hacia bajar, pero ello no impedía la evidencia de la aparición. Fijé en ella sus dos manos y ví la expresión del perdón y de la misericordia.

A la presencia de la Santísima Virgen, y aún cuando Ella no me dijo palabra, comprendí el horror del estado en el cual me encontraba. La deformidad del pecado, la belleza de la  Religión Católica, en una palabra: comprendí todo.

Oh, maravillosa eficacia de la presencia de Maria !.

Cuando el Barón Bussière salió de la sacristía, encontró aquel que había dejado judío, de rodillas, frente a la capilla privilegiada, los brazos cruzados sobre la  balaustrada, la cabeza profundamente agachada y en lágrimas.

Lo sacudió muchas veces,  finalmente como si fuese llamado a la vida…El Barón de pasmó, toma el brazo del Ratisbonne para conducirlo a la carroza convencido que alguna señal excepcional tenía que haber tenido.

“Donde quiere ir?”

“Lléveme donde quiera. Después de aquello que he visto, yo obedezco”

Se dirigieron inmediatamente  al hotel Serny. Llegados a éste, Alfonso entró en su cuarto, dando un llanto incesante mientras con voz interrumpida por continuos sollozos decía: “Cuánto soy feliz..cuánta plenitud de gracias y de bondad para mi! Come es bueno Dios!…y como son infelices aquellos que no lo conocen…!!”

“Condúzcame con un confesor”! Toma después, con reverencia la Medalla Milagrosa y cubriendo de besos y de lagrimas la imagen de laVirgen radiante de gracias dijo: !”Cuándo podré recibir el bautismo, sin el cual no puedo más vivir”…”…porque aquello que he visto, no puedo decirlo más que de rodillas”.

Extraido del libro: “La Meraviglia Romana dell´Immacolata”

P.A. Bellantonio, dei Minimi.

II edizione- Roma 1973.