Vida de Ceferino Namuncurá Parte II

Un gran acontecimiento de producirá  el 27 de setiembre de 1.904 en la vida de Ceferino: Monseñor Cagliero con una delegación de Salesianos,  entre ellos el Padre José Vespignani y Evasio Garrone, llevan consigo a Ceferino, a la audiencia y visita que hacen a Nuestro Querido Papa San Pío X.

Imposible no reproducir aquí y ahora, la carta que el propio Ceferino escribe al Padre Esteban Pagliere, a Viedma, donde cuenta con detalles que no dejan de asombrar, su “encuentro”, su “entrevista” con el Papa San Pío X; y aún su magnífica redacción:

3 de octubre de 1.904 …me pesa mucho al tener la desgracia de escribirle tan tarde y darle una noticia tan consoladora de casi 8 días en que sucedió. Pero vale más  tarde que nunca, y confiado de que ya habrá recibido la carta que le mandó S.S. Ilma. el Sr. Arzbobispo Mons. Cagliero el mismo día en que sucedió. El 27 del pasado setiembre era admitido en audiencia por S.S. Pío X el Ilustrísimo Mons. Juan Cagliero con otros treinta Padres Superiores de las Casas Salesianas de América y, entre ellos “el hijo del Rey de las  llanuras patagónicas” (Así dicen los diarios de Roma). A las diez horas y media a. m. tuvimos la máxima dicha de postrarnos antes los pies del Vicario de Cristo en la tierra. Yo tuve la gran fortuna de ser el primero, después de Mons. y Don Marengo, de besar el Sagrado Anillo a Su Santidad. ¡Ah, mi amado Padre, si hubiera estado presente en ese momento, hubiera podido comprender la bondad del Padre Santo! ¡Oh, qué amable. A ninguno dio a besar el pie. A todos, uno por uno, la mano venerada. A mi me llenó de caricias. ¡Oh, qué amable el Santo Anciano del Vaticano!. Después que todos saludamos al Santo Varón, el mismo Santo Padre me hizo señas de que comenzara mi discursito….. Cuando empecé todo lo hice sin sentir nada en el cuerpo. Pero después que estaba en la  mitad, todo mi ser se puso en movimiento; las piernas me temblaban, las manos igual, la voz se me perdía un poco en la garganta. Hasta que al fin, cuando me arrodillé para pedir la bendición a S.S. sobre mi persona, familia y para los indios de la Patagonia, se me aumentaron los temblores y las lágrimas saltaban de mis ojos; finalmente concluí, pero bien.

Y el Santo Padre, ¡con qué atención, amor y afabilidad me escuchaba! No quiso tampoco sentarse en su trono. Mons. le dijo que se sentara y El contesto: “Cosi in Piedi sto bene. Lasciami stare!  ¿Veis Padre qué bueno es?….. se levantó y me habló, contestándome sobre lo que le había dicho; y aquí le diré casi tal como me lo dijo en italiano. Se lo traduzco en castellano, porque en italiano no lo puedo escribir bien: todavía no soy muy guapo para escribir en italiano. Pero ya lo hablo bastante bien. He aquí las palabras del Padre Santo: “Bueno, hijo mío, te doy gracias por lo bien que hablas del Vicario de Cristo. Quiera el Señor que puedas poner en práctica todo lo que en él dices: de convertir a todos tus hermanos de la Patagonia en Jesucristo. Y yo, a este fin te doy de todo corazón mi Apostólica Bendición. Di a tu papá que el Santo Padre lo bendice a él, a toda su familia y a toda la gente que está en su poder. Dio te bendiga, hijo mío”.

Mientras decía estas cariñosas y paternales palabras, yo no podía contener las lágrimas. ¡Oh cuánta bondad la del Padre Santo!. ……Creerá quizás ahora que aquí habrá acabado la audiencia, pero tenga paciencia, amado padre de seguirme donde yo lo conduciré por medio de la presente….. Mientras todo estaba en calma, yo me repuse de nuevo y no llore más., todos pasamos nuevamente besando el sagrado anillo del Pescador, para despedirnos. Yo me quedé bien último en besar el Santo anillo y S.S. me hizo una caricia: “Addio, caro figliuolo”, me dijo con tanta dulzura.  ……….Ya habían salido todos los padre y yo solo me quedaba un poco atrás El Obispo que cuidaba a S.S. me llama y me dice: “Ti Chiama Sua Santitá”. Yo vuelvo atrás y me conduce al escritorio del Padre Santo que estaba sentado y buscaba una cosita. Yo me hinqué delante de S.S. y junté las manos. …………………..Finalmente S.S sacó un rojo estuche que contenía una medalla de plata. De un lado tenia el busto de S.S Pío X y del otro el mismo que indica a los fines la Inmaculada.  Le besé nuevamente la mano y me hizo una caricia. Le di las gracias Y él con una dulce sonrisa me despidió. Yo salí de la estancia contento como un no sé qué decirle por el hermoso regalo;…..  preciosícimo y santo recuerdo de un Vicario de Cristo, del que representa a Jesucristo mismo en la tierra. Quizás me haya hecho este regalo porque yo le regalé un precioso quillango de guanaco …. Como quiera que sea, a mí me basta saber que el papa muy rara vez hace regalo a uno. Si a mi me lo regaló será y demuestra  que el Vicario de Cristo es muy bondadoso. Soy muy dichoso; tener la dicha de guardar un recuerdo del Rey Santo de los Católicos. ¡Sea Dios bendito por esto!. Este regalo será un honor muy grande para mi querida familia, para el Noviciado de Patagones: tener un compañero así distinguido por el Vicario de Cristo. Todo este honor lo depongo a los pies de mis queridos Superiores y compañeros del Colegio San Carlos Javier. No lo digo esto por soberbia,  sino porque me gloría de pertenecer a la santa casa de buenos niños como son los de Patagones….Salí solito de la sala de audiencia y me fui a juntar con todos los demás Padres…..me rodearon todos y me preguntaron el porqué me había llamado el Padre Santo y yo mostré el estuche colorado,  que en la parte superior tenia el escudo papal, y lo abrí para que vieran la medalla.  Monseñor me dijo que era muy afortunado y así los demás Padres…………………”

La carta es muy extensa, y rica en detalles simpáticos, con una caligrafía impecable y se despide así:

Acuérdese, amadísimo Padre, de este humilde hijo de Jesús y María:   Ceferino Namuncurá

Vemos que en  ella se reflejaba la inmensa alegría y sobre todo, la serenidad de Ceferino con la que cuenta que tal padre va a tal lado, que el otro anda por Loreto, que Cagliero va por Sicilia y Garrone en Nápoles…….La sencillez de este relato, es escrita desde el corazón, no puede reflejar sino la simplicidad de un muchachito puro (….en aquellas épocas,  la ternura e ingenuidad de uno de 18 años, era como la de un niño de 8 !, no como sucede hoy día….. También hay que tener en cuenta que su estado de salud iba aminorando su contextura física, prueba de ello es que en las poquísimas, casi escasas fotos que se poseen, su cuerpo no representa a un jovenzuelo de 18 años….)

Pero la salud de Ceferino fue empeorando, la tos fuerte y persistente no dejaba dormir al Siervo de Dios y muchos otros sufrimientos torturaban su cuerpo, por lo cual su internación lo fue en el Hospital “Fate Bene Fratelli”, de los Hermanos de San Juan de Dios y asistido por el Doctor Lapponi, médico personal del Papa.

Durante su dolorosa enfermedad  sobre todo en la fase más aguda, Ceferino dio constantes demostraciones de perfecta adhesión a la voluntad de Dios, de paz, de alegría sobrenatural y además ejemplo sublime de todas las virtudes cristianas. Cuando el final se aproximaba indicó incluso, hasta el día de su tránsito a la muerte para la cual se preparó recibiendo con gran fervor los últimos sacramentos.

Su proyecto de ser sacerdote, salesiano y misionero quedan truncos y tras un mes y medio de internación, lejos de su gente, solo y enfermo de tuberculosis,  Ceferino fallece el 11 de mayo de 1.905, en la cama nº 24 del citado hospital.

Monseñor Cagliero fue un testigo directo de su agonía y su relato describe las mismas impresiones: resignación, tranquilidad, paciencia y alegría ante el dolor, sumando con Ceferino otros ejemplos de niños y jóvenes santos, que murieron en semejantes condiciones: San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kostka, San Tarcisio, Santo Domingo Savio.

Los testimonios del sacerdote Jorio, Parolini, Fray José y el Dr. Lapponi, que su biógrafo Pedemonte agrega en la tercera edición de “El Lirio de la Patagonia” (1948), recogen esta fama de santidad en los relatos sobre el cuidado de su compañero de habitación agonizante que Ceferino encomienda especialmente a los amigos sacerdotes salesianos; la petición de oraciones por su alma a sus compañeros; su deseo de morir pronto y el pedido a San José de eximirlo de una agonía angustiosa.

Continúa en parte III