Características del alma

El alma es inmortal.—

Todo el mundo sabe lo que es muerte, y lo que es inmortal; la corrupción de un ser viviente es la muerte. Inmortal es lo que ni se corrompe, ni deja de vivir, sea por naturaleza, sea por privilegio. Los materialistas dicen que, cuando muere el hombre, muere todo cuanto hay en el hombre; lo que quieren es negar el infierno y la pena del pecado, para vivir libremente. Pero la fe y la razón y el sentido común del genero humano afirman irresistiblemente la inmortalidad de nuestra alma, todo el genero humano unánime y casi sin excepción cree en la inmortalidad; por eso tiene reverencia a los cadáveres, por eso los guarda en los cementerios, por eso las tumbas son un libro en el cual consta que todo genero humano cree que los muertos viven.

Además, el alma es espíritu, y el espíritu no se corrompe ni disuelve como el cuerpo. El hombre siente natural apetito de un

bien perfecto, de su felicidad; luego esta destinado a gozar del bien perfecto, porque si no, Dios hubiera hecho un ser muy infeliz y malo; ahora bien, el hombre no concibe la felicidad y el bien perfecto muriendo. La providencia divina debe dar al justo premio y al culpable castigo; es asi que en este mundo y en esta vida o no se los da muchas veces, o, las mas de las veces, no tanto cuanto se merecen; luego es señal de que hay otra vida y de que el alma sobrevive al cuerpo. En la Sagrada Escritura, en muchos sitios, nos enseña Dios la inmortalidad; suponiendo que viven los muertos y que han de vivir eternamente. Aunque haya muerto, vive… No temáis a los que pueden matar el alma… Dios no es Dios de muertos sino de vivos… Parecieron morir a los ojos de los necios…, pero están en paz…, su esperanza está llena de inmortalidad (J., 11, 25;) Mt., 10, 28; Me., 12, 26; Sab., 3, 2). Y lo mismo cuando habla de la gloria eterna y del infierno eterno. En el Credo se dice la vida perdurable. Y toda la doctrina católica esta íntimamente unida con esta verdad de la espiritualidad e inmortalidad del alma. Si el alma es material, es vana nuestra religión. Si el alma es mortal, es inútil nuestra virtud, y todo bien moral; si somos como las bestias, lo mejor seria vivir como las bestias, y procurar ser felices en este mundo a costa de cualquiera. El egoísmo mas feroz se apoderaría de todos.

El alma es criada por Dios.—

Dios creo el alma primera de nuestro padre Adán. Pero Dios además crea las almas de los que nacen en este mundo. Porque los cuerpos no pueden formar sino otros cuerpos, como las plantas que forman otra planta. Mas no pueden formar otro espíritu, como una planta no puede formar un animal, que es superior a ella, y aun mas difícil e imposible es a un cuerpo formar un espíritu. Tampoco puede formar un espíritu a otro espíritu. Dios saca nuestras almas de la nada cada vez que crea una.

El alma es criada a imagen y semejanza de Dios.—

Así nos lo dice la Escritura: “Cuando Dios quiso crear al hombre, dijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra.” Y así le creo. El hombre esta hecho a semejanza de Dios, porque es espíritu, inteligente, libre, inmortal. No es material, lo cual no puede ser Dios; sino como El espiritual, de la mas noble clase de sustancias que hay; porque el espíritu es la mas noble de todas. Creo, pues, Dios al hombre a su imagen, para que fuese como El, espíritu, inteligencia, capaz de entender todas las verdades, dotado de voluntad espiritual y libre, capaz de querer todas las cosas buenas, y superior a todas las criaturas, para que, aun siendo inferior a ellas en muchas cualidades, las dominase a todas por su razón, y así pareciese en el mundo a Dios, por poder presidir a todo el y estar sobre todo el en cierta manera. “No distas—dice San Agustín—de los animales, sino en la razón; no te gloríes de otra cosa… ¿Presumes de fuerza? Te vencen las bestias. ¿Presume de belleza? !Cuanta belleza tiene el pavo real en sus plumas! ¿En qué eres mejor? En ser imagen de Dios. .En que eres imagen de Dios? En el alma, en el entendimiento.”

Es, además, el hombre imagen de Dios uno y trino, por tener un alma, pero con tres potencias. Es también, y muchísimo, imagen de Dios en lo sobrenatural, porque te dio Dios la gracia, que es la participación real de Dios que puede tener la criatura, y por la cual se parece a Dios tanto, que realmente es constituido amigo de Dios, y aun hijo, por adopción intrínseca, que le hace semejante a Dios en la santidad.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

¿Qué es el hombre?

Para que nos dio Dios los sentidos y los miembros.—

Siendo el fin inmediato del hombre el servir a Dios en esta vida, es necesario vivir en ella algún tiempo guardando sus leyes y Mandamientos, como explicamos, y por el mismo hecho tenemos obligación y necesidad de conservar nuestra vida y obrar con ella. Mas para obrar necesitamos facultades y algunas cosas con las cuales obremos. Para esto, para sustentar nuestra vida, para que obremos con ella nos ha dado primero todo este mundo, lleno de cosas variadas, las cuales Dios las ha hecho para que sirviéndonos de ellas, según sus leyes y ordenes, sostengamos nuestra vida y cumplamos bien sus mandatos. Conforme a sus fines hizo las cosas materiales, y a nosotros nos dio sentidos para percibirlas y usarlas y valernos de ellas. Si fuéramos espíritus, no necesitaríamos de estas cosas corporales. Por ser también cuerpos, necesitamos de ella. Y el medio que nos pone en relación con ellas son los miembros y los sentidos. Privad a uno de los sentidos todos, y lo separareis del mundo sensible. Los sentidos son preciosos; los cinco muy buenos; pero sobre todo la vista, el tacto y el oído. Hay que notar que Dios al darnos los sentidos y al darnos las cosas para ellos, nos ha dado mucho para nuestro deleite. Y así, sin necesidad de pecar, ni de abusar, el hombre tiene muchas cosas que pueden deleitarle, sirviéndole al mismo tiempo. Y se puede fácilmente deducir lo sabio que Dios ha estado en el darnos miembros y sentidos, con hacer un ligero examen de ellos. El cuerpo del hombre es una maquina perfectísima y complicadísima. Por ejemplo, la marcha del hombre, el movimiento del brazo, de la mano, de los dedos; la posición, movilidad, facilidad de la cabeza y de lo que hay en ella; la alimentación, la aeración, la sensación…, son maravillas.

Para que nos dio las potencias.—

Las potencias son tres y pertenecen al alma. Son: memoria, entendimiento y voluntad. Tanto los sentidos, como las potencias, como otros poderes y disposiciones que tiene el hombre, se llaman potencias y facultades, porque gracias a ella puede obrar el hombre, y hacer actos propios de el. Y así hay facultades sencillamente para obrar: la facultad de andar, la facultad de mover las cosas, la facultad de respirar, que dependen de los pies, de los músculos, del pulmón, etc., etc.

Otras facultades son para sentir: como son los cinco sentidos exteriores y los cinco sentidos interiores, que son la imaginación, la memoria sensitiva, que tienen aun los animales. Otras facultades son para apetecer y querer las cosas materiales: como son los apetitos e inclinaciones de los sentidos exteriores, como el deseo de comer, de ver y oír cosas agradables, de sentir cosas gustosas. Después vienen las facultades espirituales, de las que una es para conocer, el entendimiento; otra para recordar lo conocido, la memoria, y otra para querer y apetecer lo entendido y conocido, la voluntad.

Estas facultades se llaman potencias también: facultades, porque sirven para hacer (facere) con ellas acciones diversas; potencias, porque con ellas podemos hacer las acciones. Y Dios nos las ha dado con este objeto, de que en esta vida podamos vivir y obrar conforme a los Mandamientos, usando de las cosas, y para que en la otra podamos vivir mejor y gozar de la felicidad.

Excelencia de las potencias del alma.

Las potencias y facultades del alma superan extraordinariamente a las potencias y facultades corporales. Si no tuviéramos potencias del alma, sino solo sentidos y apetitos sensitivos, entonces seriamos como los animales, y no podríamos conocer ni querer otras cosas que las que quieren y conocen los animales: nada de Dios, nada de cosas inmateriales, nada de abstracciones, ni ciencias, ni artes, ni nuestros destinos, ni nuestros derechos, obligaciones, leyes, etc., etc. No nos seria posible alcanzar ni aun tener el fin espiritual y sobrenatural que tenemos, y ni aun tratar de ello, porque los sentidos no conocen estas cosas. Mas ahora, teniendo entendimiento y voluntad, podemos entender y desear y obtener nuestro fin, y conocer y amar no solo las cosas materiales, sino las espirituales, y levantarnos sobre este mundo sensible a lo suprasensible y a lo eterno, a Dios.

Para qué nos dio Dios el entendimiento.

El entendimiento nos dio para conocer a Nuestro Señor, y todas sus cosas, y pensar en El, y dirigir a El todas las obras. Mediata o inmediatamente debemos dirigir nuestro entendimiento al servicio de Dios. Y aunque podemos pensar en muchas cosas que son de nuestro agrado y utilidad, y que parece que no se refieren inmediatamente a Dios, en todas ellas debemos pensar dentro de la ley divina, y para obrar según es conveniente, licito, mandado y recto. Todo lo que no sea esto es abusar del entendimiento. Claro que el entendimiento es también para conocer la literatura, las artes, las ciencias, Pero estos conocimientos deben siempre ir dirigidos al cumplimiento de nuestros deberes y a la observancia de la ley de Dios.

Para que nos dio la memoria.—

Para acordarnos de El y de sus beneficios. Lo mismo que del entendimiento puede decirse de la memoria. Nos la dio para que con ella nos acordásemos de lo que entendemos, y siempre tuviésemos presente nuestro fin, nuestra obligación, nuestro origen y dependencia de Dios, lo que debemos, etc., etc., y también para que nos acordásemos para el ejercicio de nuestra vida de todas las cosas necesarias para vivir y obrar bien, según las obligaciones y necesidades que tenemos en esta vida. Gran beneficio es el entendimiento, y no menor la memoria, sin la cual seriamos lelos o locos o inútiles para todo.

Para que nos dio la voluntad.—

Para que le amemos a El y al prójimo. En la voluntad esta, puede decirse, el mal y el bien. Por la voluntad conseguimos nuestro fin o lo perdemos. Por la voluntad cumplimos nuestro deber o faltamos a el. Por la voluntad somos buenos o malos. Si queremos lo que debemos, somos rectos, porque estamos dirigidos al bien; si queremos lo que no debemos, somos torcidos o malos, porque no estamos dirigidos al bien. Pero siempre con nuestra voluntad debemos querer 1o que Dios quiere que queramos. Y todo lo que Dios quiere que queramos se reduce mas o menos inmediatamente a amarle a El y al prójimo por El, y esto, como sabemos, comprende todos los Mandamientos. Muchas cosas podemos querer útiles y agradables para nosotros; pero todas ellas, por lo menos, no deben ser opuestas al amor de Dios, porque eso seria pecado, mas o menos grave, según fuesen mas o menos opuestas. Además, de un modo o de otro han de ser aptas para llevarnos y unirnos a Dios; porque lo demás seria desorden. Y Dios no da facultades, ni potencias, ni vida, ni nada, para pecados ni desordenes.

Que es el alma humana.—

El alma humana, dice el Catecismo, es un espíritu inmortal, criado por Dios de la nada a su imagen y semejanza. Alma llamarnos a eso que en el hombre es el principio de la vida y del movimiento y de la acción, la fuerza, el guía, el origen de todos nuestros actos. El que vive tiene su alma consigo; el que no tiene alma no vive, ni oye, ni ve, ni siente, ni mucho menos piensa, ni recuerda, ni ama. Que tengamos nosotros en nuestro ser una cosa, que sea distinta de algún modo de nuestro cuerpo nadie lo duda. Basta ver un vivo y un muerto, y la diferencia que hay entre los dos es únicamente que el vivo tiene alma, y el muerto no la tiene.

El alma es un espíritu. –

El alma humana es un espíritu que esta hecho por Dios para que uniéndose con nuestro cuerpo forme al hombre. No es el alma humana como el alma de los animales, un alma material; esta, aunque no es cuerpo, depende del cuerpo al misino tiempo que le da vida, pero no puede subsistir, si no es con el cuerpo. Nuestra alma es espiritual, y puede, por tanto, subsistir, aun cuando el cuerpo se desorganice y no pueda ser habitado por ella. Tampoco es corno el ángel; porque el espíritu angélico ha sido criado por Dios para vivir siempre sin cuerpo; mas el espíritu humano ha sido criado por Dios para vivir con el cuerpo, por lo menos al principio, y para animarlo y darle el ser de hombre. Es de tal naturaleza, que si bien al principio lo ha hecho Dios unido con el cuerpo desde- el primer instante de su ser, como una forma sustancial del hombre, despues es capaz de vivir separado y solo, aun sin el cuerpo.

Que es cuerpo y que es espíritu.-

Cuerpo es toda sustancia que tiene mole y de su suyo se extiende en el espacio ocupándolo con sus tres dimensiones de longitud, anchura y altura. Y corporal o material es Lodo aquello que, aunque no sea cuerpo o sustancia corpórea, no puede existir naturalmente sino dependiendo de algún cuerpo: tales son los accidentes corporales, que, si no es por milagro, naturalmente no pueden existir sin los cuerpos; tal es también la vida de las plantas, y la vida o alma de los animales. Espíritu es toda sustancia que ni tiene mole, ni dimensiones, y no depende en su ser intrínsecamente de ningún cuerpo. Y espiritual es todo aquello que, sin ser sustancia espiritual, naturalmente se adhiere al espíritu; como, por ejemplo, el pensamiento.

La fe nos enseña que el alma es espíritu.—

Uno de los mayores errores y mas irreligiosos de todos los tiempos, y especialmente de los nuestros, es el materialismo, que dice que el hombre no es sino materia, y que el alma no es sino una cosa material perteneciente al cuerpo como otra cualquiera de las cualidades corpóreas, o mejor dicho el resultado, o la resultante de todas las energías materiales de los cuerpos. Mas la religión católica es completamente espiritualista. Jesucristo decía: No teníais a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma (Mt.. 10, 28). Y siempre en la Sagrada Escritura se nos propone el alma como espíritu distinto del cuerpo, y de distinta naturaleza; al hombre, como compuesto de cuerpo y alma; la muerte, como separación de una parte principal (que es el alma, y en la cual sigue nuestra persona) de la otra parte (que es el cuerpo y se disuelve). Tengo deseo—decía San Pablo- de irme del cuerpo y estar presente al Señor» (2 cor. 5, 8). y en el Apocalipsis dice San Juan: “Ví las almas de los muertos por la fe, y clamaban: ¿Hasta cuando, Señor, no juzgaras? (Ap., 6, 10). Y no hay en la Iglesia verdad mas frecuente que esta de considerar al hombre compuesto de alma y cuerpo, y de tal modo, que el alma es la parte principal. Los filósofos prueban muy bien que el alma es espiritual, porque ni tiene mole, ni extensión, y es superior en su modo de obrar a todo lo que pueden el cuerpo y la materia; si fuese material no podría conocer las cosas espirituales, y nosotros conocemos a Dios, los ángeles, y tenemos nociones abstractas: de ser, sustancia, sabiduría, verdad, etc., y las morales: de justo, injusto, licito, ilícito, y otras muchas ideas que nunca tienen los animales; entendemos y queremos y amamos y buscamos muchas cosas que no hacen impresión ninguna en el cuerpo, sino que son inmateriales; el mismo uso de la lengua y de la palabra, y de diversas lenguas, prueba nuestra espiritualidad; porque el sentido no pude entender las lenguas, sino solo percibir los sonidos sin penetrar su significado; podemos reflexionar, cosa que no pueden hacer los animales; podemos razonar y discurrir y progresar y deducir unas verdades de otras, lo que no pueden los animales, porque no conocen las cosas sino en concreto, y no pueden tener ideas universales, como tenemos nosotros (el hombre, el árbol, el caballo, el triangulo…, ideas que convienen a todos los hombres, árboles, caballos, triángulos…). Además, el alma humana se ve que es espiritual: primero, porque es libre en sus actos, y la materia no es libre, obra necesariamente, y siempre por leyes fijas y forzosas; segundo, porque desea cosas inmateriales, como la honra, la ciencia, el arte, la virtud, el deber, la inocencia, la perfección moral, etc., etc.

Tenemos, pues, en nuestro cuerpo, además de lo que vemos y sentimos, un espíritu distinto de nuestro cuerpo, que piensa y quiere y obra cosas que no son corporales, y es el principio de todo nuestro movimiento y de toda nuestra vida; esta es el alma.

Esta alma es simple e inextensa, y esta toda ella en todo el cuerpo, y toda en cada parte del cuerpo, siendo una.

Puntos de catecismo, Vilariño S.J.

Fin del hombre

Para qué fin ha creado Dios al hombre.-

Esta cuestión traía muy enredados a los filósofos antiguos y les hizo disparatar mucho en teoría y también en la practica. Es cuestión importantísima, la mas importante de todas, la única importante, en resumidas cuentas; puesto que el todo de cada cosa es alcanzar su fin. El complemento de la perfección del hombre, como de todos los seres, es lograr su fin. Pero en el hombre, para lograrlo, es preciso antes conocerlo; porque el hombre no es como los seres ciegos, que no lo pueden conocer, ni se llevan a si mismos a su fin, sino que por la necesidad de su ser, sin conocer y sin querer van al fin; el fin del sol es alumbrar y alumbra sin conocer su fin, ni buscarlo; el fin del árbol es dar hojas, flores y frutos, y los da sin conocerlo ni buscarlo, y de su especie, y no de otra; y así todas las cosas insensibles.

Los animales, aunque con los sentidos conocen lo que buscan pero no lo conocen bajo el concepto de fin, dándose cuenta de que es su fin, ni se dirigen a su fin, libremente, sino guiados por un instinto ciego de la naturaleza y por un apetito espontáneo, pero sin libertad. Así la golondrina al hacer su nido y crear sus hijos; así la hormiga al hacer sus cuevas; así la abeja al formar sus panales y fabricar la miel. No así el hombre, el cual tiene que llevarse a si mismo al fin, porque es libre y primero debe conocerlo, para después buscarlo. El que no busca su fin os un navegante que no sabe adonde va, un cazador que no sabe adonde tira, un sembrador que no sabe lo que siembra.

El hombre tiene doble fin.—

Un fin es inmediato y de esta vida, pero pasajero. Y el otro fin es mediato de la otra vida, y es eterno. Tiene un fin en este mundo y otro fin en el otro. Porque, como veremos, el hombre es inmortal en cuanto al alma. Por eso dice el Catecismo que fue criado para servir a Dios en esta vida y después gozarle en la eterna. Luego tiene dos fines distintos aquí y allí. Sin embargo este fin es en lo principal uno mismo; porque siempre el hombre es para servir a Dios. Para eso son, es cierto, todas las criaturas, pero singularmente el hombre por ser racional. Es, como dicen los teólogos, propiedad esencialísima de toda criatura el ser sierva. Esencialmente, el hombre es siervo de Dios. Y por eso la Virgen decia de si misma: ecce ancilla Domini, he aquí la sierva del Señor (Le. 1, 38). Pero la manera de servir y de estar aquí, en esta vida, es diferente de la otra vida. Y también el fin inmediato es diferente del ultimo.

Fin del hombre en esta vida.—

En esta vida el hombre tiene por fin servir a Dios, sin gozar aun de Dios. Es, a saber: conocer, alabar, glorificar y servir a Dios. Conocer la voluntad de Dios y hacerla y, como dice muy bien San Ignacio en su libro de los Ejercicios, alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor. Todas las cosas las cría Dios para que le den gloria; esto es esencial y no puede ser de otro modo. Los seres irracionales le dan gloria manifestando en sus propiedades y esencias los atributos de Dios: su sabiduría, su bondad, su poder, etc., y dando a conocer estas cosas en su modo de ser. Pero el hombre le glorifica mucho mejor, conociendo estas excelencias en las criaturas irracionales y deduciendo de ellas los atributos de Dios: sabiduría, poder, bondad, etc., etc. Gloria es, según San Agustín, conocimiento claro de una cosa, con alabanza de ella. De ahí que propiamente

solo el hombre puede dar gloria a Dios, porque solo el puede conocerle y alabarle; las demás cosas solo le pueden dar a conocer y así excitar en los racionales el amor. Además, el hombre debe en este mundo y en el otro hacer lo que Dios quiere, pues, como hemos dicho, es siervo suyo y en ningún momento se puede librar de servirle. Y como para servirle tiene los Mandamientos, bien podemos decir que el hombre ha sido criado para guardar los mandamientos, que es lo mismo que servir a Dios y hacer su voluntad.

Objeción: El hombre ha nacido para vivir.—

Algunos dirán que el hombre ha nacido para vivir, para vivir lo mejor que pueda, para adelantar en la vida, para progresar en la vida, para hacer bien aquí a sus semejantes y a la sociedad. Todo eso es verdad, pero no es toda la verdad. Al decir que el hombre ha nacido para glorificar a Dios, para servir a Dios, para

hacer la voluntad de Dios, para guardar sus Mandamientos, expresamos su ultimo fin. No queremos decir que no ha nacido para tener aquí buena vida y fomentar los intereses de la tierra y procurar su propia cultura y bien temporal propio y ajeno. Sino que, al contrario, en los Mandamientos y en la voluntad de Dios y en la gloria de Dios entra que el hombre haga bien todo lo de esta vida. Se glorifica a Dios y se cumple su voluntad, cumpliendo sus deberes y ejerciendo la vida natural bien.

Pero decimos que el fin último en esta vida es hacer la voluntad de Dios, porque a este fin debe subordinarse todo cuanto hagamos y vivamos; de modo que vivamos y obremos y hagamos todo conforme al servicio de Dios; por donde lo que hagamos conforme a este servicio y Mandamientos de Dios, esta bien hecho; cuanto hagamos en contra de el esta mal hecho y es contrario a nuestro fin y perfección.

Además de nuestro fin próximo en esta vida hay otro ultimo después de ella.—

Pero esta vida es preparación para otra vida, para otro fin último que tenemos después. Se ve claro que no esta aquí el fin del hombre, que no todo acaba con la muerte. Si todo acabase aquí con la muerte, la mayor parte o, mejor dicho, todos los hombres serian verdaderamente desgraciados. Se ve que no hemos sido hechos sólo para las cosas de este mundo, incapaces realmente de satisfacer a nuestro espíritu. Al contrario, cuando son demasiadas y las usamos sin moderación, de ordinario causan enfermedades, desgracias, hastíos, desengaños, hacen infeliz al hombre.

Muchos, además, no pueden tener bienes del mundo, porque son pobres y serian desgraciados si su única felicidad y su único

fin consistiese en esto. No puede Dios haber sido tan duro y tan poco sabio. En fin, a tocios nos dejan estos bienes con la muerte, y el alma es inmortal. Dios nos ha puesto en este mundo para que con nuestra persona y con las cosas que nos ha dado para sostenimiento de nuestra persona y ejercicio de nuestra vida, hagamos lo que El aqui nos manda. Y nos promete, si nosotros nos disponemos con nuestra vida para la otra, la felicidad; y nos amenaza, si nosotros no queremos cumplir su voluntad, con el castigo.

Nuestro ultimo fin: la otra vida eterna.—

Dice el Catecismo que el hombre ha sido creado para gozar de Dios en la vida eterna, después de servirle en esta. Y asi es. Esta vida es algo buena y mucho mala, como lo sabemos. Y, sin embargo, nosotros  sentimos interiormente anhelo de felicidad, de felicidad completa, segura, inmensa, superior a todo lo que se goza en esta vida. Conocernos que somos hechos para algo mas de lo que aquí hay, lo cual siempre nos deja vacíos. Y eso que echamos de menos es la otra vida; Dios nos ha hecho para el cielo. Y a todos, si queremos, si no es por nuestra culpa, nos llevara al cielo. Porque su fin al criarnos fue hacernos dichosos, gozando de El en la otra vida eternamente. Sino que por su providencia dispuso que esta la lográsemos nosotros cumpliendo su voluntad y sirviéndole; y, si no, no.

Que es gozar de Dios en la otra vida.—

Aunque esto habrá que explicarlo otra vez en otros sitios, diremos algo. Gozar de Dios en la otra vida es esencialmente ver y amar a Dios de un modo singular que causa gozo cumplido en el alma humana, sin que ya desee mas, ni sienta vacío ni necesidad de mas; fuera de esto, el Señor dará a la persona humana en aquella nueva vida y estado final otros muchos goces, de tal modo, que nada falte a la perfección y bienestar humanos. Aquí ya se ve que falta mucho.

Y no pudiera Dios haber hecho un ser que, sin culpa suya, no lograse al fin todo su complemento. Sin embargo, también en la otra vida el fin del hombre será, como en esta, servir y hacer la voluntad de Dios. La diferencia esta en que aquí esta voluntad de Dios es costosa muchas veces, nos priva de muchos gustos y siempre esta sin la verdadera felicidad; al paso que allí el hacer la voluntad de Dios será muy agradable, porque esta unido con la suma y completa felicidad del hombre.

Esta felicidad y goce de Dios, si el Señor no nos hubiera levantado al estado de la gracia, sin merecerlo nosotros, por sola su bondad y gracia, hubiera consistido en un conocimiento muy claro de Dios, sin comparación mejor que en esta vida; y en un amor muy grande, correspondiente a este conocimiento junto todo con una seguridad y posesión del bien sin dolor, ni enfermedad, ni mal de ningún genero. Esto ya hubiera sido muy dichoso; una vida como la de ahora, pero perfecta en todo, sin ninguno de los males que tenemos, y con todos los bienes que podamos desear aquí naturalmente.

Esta bienaventuranza creen muchos y graves doctores, y a mi me parece con razón, que tienen los niños que mueren sin el bautismo. Mas elevados primero al estado de gracia en Adán por la bondad de Dios, y luego, cuando este perdió la justicia original para si y para sus hijos, levantados de nuevo por los meritos de Jesucristo, tendremos no solo la bienaventuranza natural que he descrito, sino la gloria; es decir, la visión de Dios, no por conocimiento natural, sino por el conocimiento sobrenatural y como divino, muy superior al otro de que hemos hablado; en virtud del cual veremos a Dios como es en si, directamente, y como El se ve a si mismo, que es el mayor bien, gozo y felicidad que se puede dar al hombre, ni a ninguna criatura. Y conforme a este conocimiento será también el amor: sobrenatural, sumo, divino, como no puede darse mayor ni mas dichoso genero de amor. Esto sin contar los goces accidentales que a los sentidos y potencias Dios dará en la gloria. Esta felicidad y goce será no solo para las almas, sino también para los cuerpos, como se dirá al tratar de la resurrección.

                                       Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

El Credo

El Credo.—

El Credo lo dijeron, es decir, lo formularon o compusieron los Apóstoles, para informarnos en la fe cristiana. Llamase Credo la formula de la profesión de la fe cristiana. Se llama así, vulgarmente, por ser esta a primera palabra con que empieza la formula en latín; aunque antes que en latín estuvo en griego; pero mas científicamente se llama símbolo, que en griego significa resumen y contraseña; porque el Credo es un resumen de las verdades principales que profesamos los cristianos, y porque es además el distintivo de nuestra religión en frente de cualquiera otra.

Símbolo apostólico.—

Se llama al Credo símbolo apostólico, porque, según antigua tradición, se remonta a los Apóstoles, no solo por la materia, en lo cual no hay duda ninguna, sino acaso también por la misma forma, por lo. menos en lo sustancial. No hay duda de que el texto que ahora tenemos en latín se tradujo del griego. En la forma primitiva acaso faltaban algunas palabras que muy pronto se pusieron para completar el símbolo. La forma que tiene hoy parece empleada por primera vez en el año 450, sustituyendo a otra formula mas antigua y muy semejante, a la cual se le añadieron las palabras descendió a los infiernos, la comunión de los Santos, la vida eterna y católica. Rufino indica que los Apóstoles, antes de su separación, compusieron el símbolo, aunque sin escribirlo, y determinando que se extendiese de una vez.

Símbolo bautismal.—

Se llama símbolo bautismal porque desde muy antiguo en la Iglesia de Roma se usaba en el bautismo, en el cual era y sigue siendo la formula de profesión de fe. Y por eso la Iglesia lo ha conservado desde muy antiguo en su forma sencilla, lapidaria, breve y marcada, como cosa ritual, sagrada e inmutable. Desde los principios de la Iglesia se conoció la necesidad de una formula común, y de un símbolo bautismal en que el

neófito manifestase la fe que tenia en las verdades fundamentales del cristianismo. Es muy natural que la Iglesia pusiese en esta formula especial cuidado, como lo ha puesto; y que si, como es muy creíble y fundado, la recibió en todo o casi en todo hecha por los Apóstoles, la conservase integra, y, cuando mas, añadiese algún complemento leve, como hemos dicho, hasta llegar a la forma actual que en toda la Iglesia se recita.

Otros símbolos.—

Otros símbolos se hicieron en otros tiempos, por especiales circunstancias, como por ejemplo, el símbolo Niceno, compuesto en el Concilio de Nicea, para profesar la fe contra la herejía de Arrio especialmente: este se dice en la Misa y tiene muy expresa la divinidad de Jesucristo: Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios; y nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho; consustancial con el Padre; por quien todas las cosas han sido hechas. Y en el Concilio de Constantinopla, en 381, se añadieron al Niceno las palabras acerca del Espíritu Santo: Señor y vivificador; que del Padre y del Hijo procede; que con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y con glorificado.

El símbolo llamado Atanasiano es una hermosa exposición de la doctrina de San Atanasio, no hecha por el, sino por algún otro Padre antiguo sobre sus doctrinas y luego aceptado por la Iglesia romana para la liturgia y para base de enseñanza del pueblo y regla de la fe eclesiástica.

El Credo es para informarnos en la Santa Fe.—

El Credo nos sirve para que sepamos bien el sumario de lo que debemos creer. Por eso deberíamos saberlo de memoria y a ser posible a la letra. A este fin es tan breve y conciso y tiene esa forma lapidaria y escueta. Debemos rezarlo no como oración, pues no es oración; pero si como acto de fe, para mas y mas fortalecernos en esta virtud: hoy, sobre todo, que tanto nos es necesaria, por ser tan combatida de todos. En el se encierran las bases de toda la doctrina cristiana. Primero la fe en Dios Trino y Uno, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Segundo, la fe en Jesucristo Dios y Hombre verdadero, Hijo de Dios, según la carne hijo de María Virgen y Madre, Señor nuestro, Redentor por su pasión y muerte, resucitado, que subió a los cielos, Rey de la gloria y Juez del mundo. Tercero, en fin, la fe en la Iglesia. Por eso estamos obligados a saberlo, al menos, en cuanto a la sustancia. Y Santo Tomas dice que ignorarlo culpablemente es falta grave. Es muy conveniente enseñarlo a los niños; y rezarlo cada noche, y cuando tengamos tentaciones contra la fe.

Artículos de la fe.—

Los Artículos de la fe son los misterios principales de la fe. Ya se sabe que Artículos significa lo mismo que miembros. Los Artículos vienen a ser lo mismo que el Credo; solo que este esta dispuesto en forma de recitado, pues esta hecho para rezarlo los fieles; y los Artículos en forma didáctica y de serie para servir de capítulos en la explicación de la fe. No son ellos toda la fe, sino los misterios y verdades principales de la fe. Pero además del Credo y los Artículos, hay otras muchas verdades y misterios, unos muy importantes, otros menos importantes por su materia, que no están en el Credo ni en los Artículos, pero se deben creer lo mismo que ellos; por ejemplo: es de fe la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la existencia e institución divina de los Sacramentos, la Concepción Inmaculada de María y otras innumerables verdades, que Dios nos ha revelado, y, en general, todo lo que esta en la Sagrada Escritura. Pero estos Artículos son los misterios principales. Los debe saber todo cristiano y aunque no es necesario que los sepa recitar de memoria; pero seria eso muy bueno. Y se les debe ensenar a los niños.

Cuantos son los Artículos.—

Los Artículos se pueden señalar mas o menos en numero: aunque, en general, solo son los incluidos en el Credo, que se descompone en ellos. Nuestro Catecismo señala catorce, y con mucha claridad los divide en dos partes: los siete primeros se refieren solo a Dios en cuanto a Dios, los otros siete se refieren a la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Y están muy bien ordenados. Se los puede comparar ante los niños con el Credo, en el cual están todos los Artículos: l.° y 2 ° Creo en Dios Padre Todopoderoso. 5.° Criador del cielo y de la tierra. 3.° Y en Jesucristo su único Hijo, Nuestro Señor. 8.° que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. 9.° Y nació de la Virgen Madre. 10.° Padeció debajo del poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado. 11.° Descendió a los infiernos. 12.° Al tercer día resucito de entre los muertos 13.° Subió a los cielos y esta sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso. 14º Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. 4.° Creo en el Espíritu Santo. 6.° En la Santa Iglesia católica, en el perdón de los pecados. 7.° En la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Por eso, con razón, dice el Catecismo que los Artículos (lo mismo que el Credo, y aun mas que el), sirven para dar noticia distinta, aunque sumaria, de Dios Nuestro Señor.

                                                        Puntos del Catecismo, Vilariño S.J.

Las postrimerías

Esta obra del Padre Royo Marín es fundamental para comprender el destino de nuestras almas después de la muerte. Es importante darnos cuenta que el único negocio importante en esta vida es salvarse. Si nos salvamos, todas las cosas de este mundo carecen de importante.

Para descargar esta obra:

Y aqui:

El Santo Abandono

El nuevo libro que publicamos hoy es un clásico de espiritualidad que todos deberiamos leer. El abandono confiado en la voluntad de Dios es camino seguro para llegar al cielo.

Esta obra, compuesta por el benedictino, Dom Vital Lehodey, merece ser meditada y vivida en profundidad.

Para descargar esta obra aqui: