Año liturgico. Segunda parte.

La Pascua.—

Era, pues, muy importante fijar la Pascua. Por desgracia esta fijación ofrecía algunas dificultades. Sin duda que Jesucristo sufrió su Pasión el 14 de Nisán, mes lunar y judaico, que entraba entre el 15 de Marzo y el 15 de Abril. Los orientales celebraban la Pascua el 14 de Nisán, cayese en el día que cayese, lo mismo domingo que lunes, martes, etc. Los occidentales no querían que se perdiese la solemnidad del domingo y celebraban la Pascua, aunque no cayese en el 14 de Nisán, sino después. Como además en el uso de los orientales la Pascua cristiana coincidía con la de los judíos, los occidentales sentían repugnancia hacia esta coincidencia. De esta cuestión se trato en el Concilio de Nicea y se determino que se celebrase la Pascua el domingo siguiente al primer plenilunio de primavera. Como este plenilunio varía y cae entre el 21 de Marzo y el 25 de Abril, varia consiguientemente la Pascua, que lo mas pronto puede caer el 22 de Marzo y lo mas tarde el 25 de Abril.

La fijación de la Pascua.—

Era la fijación de la Pascua un asunto muy interesante. El encargado del computo era el patriarca de Alejandría, que redactaba todo el calendario de fiestas movibles y presentaba su computo al Papa para su aprobación. Este lo enviaba a todos los primados y metropolitanos y estos a sus Obispos, los cuales hacían la publicación en sus catedrales el día de la Epifania, después del Evangelio, con mucha solemnidad.

Sucesión de todas las fiestas.—

Una vez fijado el centro de todas las fiestas, estas se ordenaban de manera que todas tuviesen su correspondiente celebridad, oportunidad y sucesión. Naturalmente, después de la fiesta de Pascua había de venir a los cuarenta días la Ascensión y a los cincuenta Pentecostés. Para prepararse a estas grandes fiestas había de preceder algún tiempo de ayunos y penitencias y se fijo la Cuaresma, después de algunas variaciones. Y como era necesario celebrar la venida de Nuestro Señor Jesucristo con parecida solemnidad a la Pascua, el aniversario de esta santa Natividad se celebro con gran esplendor y alegría, así como también con buena preparación. Tal fue la preparación del Adviento y la fiesta de Navidad, a la que se unió la de Epifania, la de la Purificación y todo el tiempo desde la Epifania hasta Cuaresma. Así la Natividad y la Pascua forman dos polos de nuestras fiestas, con sus preparaciones y solemnidades. Las Dominicas siguientes a Pentecostés hasta Adviento, si bien al principio no se fijaron, luego se uniformaron llamándose Domingos después de Pentecostés, que son veinticuatro.

Carácter dramático del año litúrgico.—

De esta manera la Iglesia nos ofrece una serie dramática de fiestas. Comienza por la predicación del Bautista anunciando que viene el Mesías y tan vivamente nos prepara para la Natividad, que de veras parece que va a nacer Jesús. Sigue después la infancia de Jesús, como si creciese. Luego viene la vida publica, que comienza con la penitencia de la cuarentena. Sigue el triunfo de Ramos, la Eucaristía, la Muerte, la Resurrección, Ascensión, Pentecostés. Terminada esta serie, se festeja como es razón a la Santísima Trinidad. Y luego de detenernos, como quien dice, en la gloria de Cristo, para cerrar la serie antes del Adviento, festeja a Todos los Santos y después de acordarse de los difuntos, se vuelve a meter en el Adviento. El calendario eclesiástico es una evolución de la vida de Cristo en el animo cristiano y en la sociedad eclesiástica. Veamos alguna explicación sucinta de todas estas fiestas.

El Adviento.—

Significa este nombre “Llegada”. Y es que este tiempo indica la llegada del Salvador en la Natividad y prepara nuestros ánimos a ella. Tres advientos hay de Jesús: uno el histórico de su Natividad, otro el místico en el alma, otro futuro al fin de los siglos. Y a los tres nos prepara la Iglesia. Los rezos de las Misas y del Oficio son bellísimos. La penitencia que nos inculca la Iglesia en este tiempo son ayunos (viernes y sábados). En las Misas se viste el sacerdote ornamento violáceo de penitencia, y se omite el Gloria y el ite missa est. También en este tiempo se prohíben bodas solemnes y otras fiestas profanas. La víspera de Navidad es muy preciosa. Y en el Martirologio se lee este magnifico prologo: “El año de la creación del mundo, cuando en el principio creo Dios el cielo y la tierra, 5199; del diluvio el año 2957; del nacimiento de Abraham el año 2015; de Moisés y la salida del pueblo de Israel de Egipto, 1510; desde que David fue ungido rey, el 1032; en la semana según la profecía de Daniel en la Olimpiada 194; de la fundación de Roma, el ano 752; del imperio de Octaviano Augusto el 42; estando todo el orbe en paz, en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Eterno Dios e Hijo del Eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su misericordiosísimo advenimiento; concebido del Espíritu Santo y pasados nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho Hombre. La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, según la carne.”

Navidad.—

Navidad se dice como contracción de Natividad. Esta fiesta dulcísima se celebra con mucho dramatismo y precioso. Se dicen tres Misas: una a media noche, otra a la madrugada, de los pastores, otra a media mañana, celebrando en esta el Nacimiento eterno del Verbo. Se usan en muchos sitios belenes que lo mismo que otros regocijos de estos días, procuro establecer San Francisco de Asís, quien en 1223 formo en un bosque un establo con un altar en que celebraron las Misas, predicando el después de haber oficiado de diacono.

Fiesta de Navidad.—

Síguense las fiestas de la Circuncisión en la octava, del Nombre de Jesús, de la Epifania y de la Purificación, con la cual se cierra esta serie. La mas notable de todas ellas, después de la Natividad, es la fiesta de la Epifania, en la que se celebran tres manifestaciones de Jesucristo: a los Magos, a San Juan y las turbas en el bautismo, al mundo con el primer milagro de Caná. Pero la principal fiesta es la manifestación a los Magos gentiles, que representa nuestra vocación a la verdadera fe y salvación. Esta fiesta se celebra con octava y muy solemne y con gran lujo y solemnidad por la Iglesia.

Septuagésima.—

Llamase así el domingo que sigue a los de Epifania y precede tres semanas a la Dominica de Cuadragésima. Estas tres semanas se han unido a la Cuaresma; no se sabe bien determinadamente por que. Pero forman ya un tiempo de penitencia en los rezos. Siguen a la Septuagésima, la Sexagésima y la Quincuagésima y, por fin, la Cuadragésima o Cuaresma, que esta después de Carnaval. Desde Septuagésima los rezos del Oficio y de la Misa revisten carácter de penitencia; se suprime siempre el Aleluya, que es señal de alegría; no se canta el Gloria en las Misas de los domingos y de feria; el color de la casulla es violado.

Cuaresma.—

La Cuaresma comienza el domingo siguiente a Carnaval. Pero para completar los cuarenta días de ayuno, sin contar los domingos, se añaden el Miércoles de Ceniza y los tres días siguientes antes del domingo de Cuadragésima. Comienza, pues, la Cuaresma, vulgarmente, el miércoles, con la ceremonia de la imposición de cenizas, que le recuerda al hombre su abyección y su necesidad de hacer penitencia y pedir perdón humildemente. Después en todo tiempo la liturgia es sumamente apropiada en sus lecturas, oraciones, antífonas e himnos para pedir perdón y disponer a los fieles a la reconciliación con Dios. En este tiempo los catecúmenos eran preparados para ser bautizados en la Pascua y los penitentes públicos para ser reconciliados. Conforme a estos dos sentimientos son todas las lecturas del Misal, que son verdaderamente preciosas y profundas. La Dominica Laetare es un respiro en la Cuaresma que nos infunde alegría y esperanza; en ella los ornamentos pueden ser rosados y toda la liturgia celebra con júbilo la esperanza de la luz y de la restauración.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.