Año litúrgico. Tercera parte

Semana de Pasión y Semana Santa.—

Desde el quinto domingo ya la Iglesia hace converger la atención de los fieles a la Pasión de Nuestro Señor. Toda la liturgia va ya dirigiéndose a preparar

los ánimos al gran misterio de la cruz. El domingo sexto es llamado Domingo de Ramos, porque en el se celebra con toda solemnidad la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén, conforme lo explicamos al tratar de los ramos. Ya en estos días todo el pensamiento de la Iglesia se clava en la Pasión. Se lee todo lo que hizo Jesús en estos días desde el domingo hasta el Viernes Santo; se lee también la Pasión de Jesucristo, según los cuatro Evangelistas, en el domingo, martes, miércoles y viernes. Los altares se cubren de luto desde el domingo de Pasión.

Oficios de tinieblas.—

En estos solemnísimos días de Semana Santa, el miércoles, jueves y viernes santos, se celebran los Oficios de tinieblas. Llámanse así porque a medida que se cantan los salmos se suele ir apagando las velas colocadas en un triangulo, dejando la iglesia en tinieblas, en recuerdo de las que hubo cuando murió el Señor. Mientras se canta el Benedictus se apagan también las seis velas que quedaban en el altar. Y la vela blanca que estaba en el vértice del candelabro triangular se esconde detrás del altar, en señal de que Cristo murió. Entonces se canta el Miserere, al terminar el Miserere se hace ruido, golpeando los libros y los bancos o el suelo, hasta que se saca de nuevo la vela blanca que estaba escondida y que significa la persona de Cristo que murió, pero no fue desamparado de la divinidad y resucito. Es excesivo el ruido y desorden que en algunos sitios arman, sobre todo los muchachos.

Jueves Santo.—

Este día es la conmemoración de la Cena de Nuestro Señor. Lleva el nombre de Coena Domini, “Cena del Señor”, Jueves Santo, y entre los griegos el quinto día santo y grande. Las ceremonias de este día son una mezcla de tristeza y alegría. Es propiamente el dia augusto de Ja Institución de la Eucaristía y pudiéramos decir el verdadero Corpus Christi. Sino que, como no se puede festejar al Santísimo con toda la pompa alegre que convendría, por el luto de Semana Santa, la Iglesia ha instituido una festividad aparte para estos festejos. En este día se celebraban antiguamente y aun hoy también, en gran parte, las siguientes ceremonias: 1) La reconciliación de los penitentes. 2) La bendición de los oleos en las catedrales. 3) La Misa solemne. 4) La procesión al monumento. 5) La desnudación de los altares. 6) El lavatorio de los pies y sermón del mandato.

Reconciliación de los penitentes.

Esta solemnidad era muy imponente y tierna. Los penitentes públicos venían con vestidos pobres y con la cabellera y la barba crecidos desde Ceniza, y con los pies desnudos. Postrabánse en el pórtico y el Obispo, dentro de la iglesia, rezaba por ellos los salmos penitenciales y las letanías. Mientras tanto algunos clérigos exhortaban a los penitentes. Y por fin el Obispo salía al pórtico. Allí se decían varias exhortaciones y diálogos, se recitaban varias oraciones; postrados todos se rezaban los tres Misereres. El Obispo daba solemnemente la absolución, rociaba con agua bendita y perfumaba con incienso a los penitentes y les decía solemnemente: Levantaos los que estáis dormidos; levantaos de entre los muertos y que Cristo sea vuestra  luz. Ellos entonces dejaban sus vestidos de penitencia y tomaban otros nuevos y entraban ya a comulgar con los demás. En este día el Sumo Pontífice daba la bendición llamada papal en el Vaticano, como recuerdo de esta reconciliación. Si bien después se introdujo el uso de darla también en otros días.

La bendición de los santos oleos.—

Con múltiples y  largas ceremonias en las catedrales, el señor Obispo bendice todos los santos oleos de los Sacramentos. Para ello el Obispo suele estar asistido de doce sacerdotes y siete diáconos y siete subdiáconos. Los oleos que se bendicen son: el óleo de los enfermos, para la Extremaunción: el óleo de los catecúmenos, que suele emplearse con los que se van a bautizar y con los que se van a ordenar y en la consagración de Reyes y Reinas, y el óleo llamado crisma, que es, sin duda, el principal, que sirve también en el Bautismo después de bautizados, en la confirmación y en la consagración de los Obispos; asimismo en la consagración de los cálices y altares e iglesias, y en la bendición solemne de las campanas. En estos oleos, al menos en el crisma, se mezcla bálsamo, que significa el buen olor de Cristo. Y los orientales, mas amigos de perfumes, suelen meter hasta treinta y tres clases de deliciosos perfumes.

La Misa solemne.—

El Jueves Santo, antes se decían tres Misas solamente o dos en otros sitios o una simplemente. Hoy se permite decir una, en particular, para varias necesidades, y una solemne. Así se conmemora mejor la Cena del Señor; todos

los sacerdotes asisten como los Apóstoles y uno solo celebra como el Señor. La Misa es muy solemne y aun alegre. Se dice el Gloria in excelsis Deo y en el se repican las campanas; los ornamentos son blancos, aunque parece que en otro tiempo eran rojos para la reconciliación y verdes para la Misa; por lo cual, en algunos sitios se llamaba a este jueves verde. Después del gloria, cesa el órgano y cesan las campanas y esto hasta el sábado Santo.

Procesión al monumento.—

Terminada la Misa se hace la procesión solemne al monumento. En la Misa se han consagrado dos hostias. La una la consume el celebrante como siempre; la otra la coloca en un cáliz, que cubre con la patena vuelta del revés y con un velo. Al fin de la Misa toma este cáliz y en procesión solemne por la iglesia lo lleva al monumento. En un altar lateral o en un sitio fuera del altar mayor, se prepara antes un monumento bien adornado con flores, luces y paños y en el se encierra en un arca, que la piedad llama sepulcro, el cáliz con la hostia que en el se incluye y lo mantiene así expuesto a la adoración de los fieles hasta el día siguiente. Este monumento suele ser visitado por todos los fieles, no solo en una, sino en muchas iglesias, con un jubileo verdaderamente devoto.

Desnudación de los altares.—

Terminada la Misa y dichas las vísperas en el coro, el celebrante con el diácono y subdiácono, en recuerdo del luto del Señor y del despojo de sus vestiduras, quita primero del altar mayor y luego de todos los demás altares todos los manteles.

El lavatorio.—

Esta ceremonia que se llama el mandato, porque al principio se lee como antífona la que comienza Mandatum noviun do vobis… “Mandato nuevo os doy”, etc., consiste en lavar el superior los pies a doce pobres, representantes de los Apóstoles. Practica antigua y muy cristiana fue esta de lavar los pies a los prójimos, en recuerdo de lo que Jesucristo hizo con sus discípulos. Y San Pablo llama la atención de Tito, para ver si las viudas eran virtuosas, entre otros actos a este, a ver si lavan los pies a los fieles. Habiéndose mudado los tiempos, para conservar el recuerdo se hace esto en las principales iglesias. El Papa lava los pies a trece pobres, parece que para incluir a Judas y a San Matías o también, como algunos piensan, en recuerdo de un milagro que sucedió a San Gregorio Magno, a quien vino un ángel que se junto a los doce pobres, para que también a el le lavase. En las catedrales lo hacen los Obispos; en muchas parroquias, el párroco; en la capilla real de España lo hacia el Rey.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.