La falsa devoción según San Luis María Grignion de Montfort

La falsa devoción.

Encuentro que existen siete clases de falsos devotos y de falsas devociones a la santísima Virgen, a saber:

1º. Los devotos críticos; 2º. Los devotos escrupulosos; 3º. Los devotos exteriores; 4º. Los devotos presuntuosos; 5º. Los devotos inconstantes; 6º. Los devotos hipócritas; 7º. Los devotos interesados.

Los devotos críticos

Los devotos críticos son por lo general sabios orgullosos, espíritus altaneros y dados de sí mismos, que tienen en el fondo alguna devoción a la santísima Virgen, pero que critican casi todas las prácticas de devoción a María, con que las personas simples honran sencilla y santamente a esta buena Madre, sólo porque no se avienen a sus fantasías. Ponen en duda todos los milagros e historias narradas por personas fidedignas, o sacadas de las crónicas de las órdenes religiosas, que dan fe de la misericordia y potestad de la santísima Virgen. No sabrían ver sin pena a las personas simples y humildes, arrodilladas frente a un altar o imagen de la santísima Virgen, algunas veces en la esquina de una calle, para allí rogar a Dios; y hasta las acusan de idolatría, como si adorasen la madera o la piedra, afirmando que –en cuanto a ellos atañe– no gustan de esas devociones exteriores, de igual modo que no son espíritus tan cándidos como para acreditar tantos cuentos e historietas que se propagan de la santísima Virgen. Si se les relata las alabanzas admirables que los santos Padres consagran a la santísima Virgen, o responden que de esa manera ellos han
hablado como oradores, exagerando los términos, o dan una mala explicación a sus palabras.

Esta especie de falsos devotos y personas orgullosas y mundanas son muy de temer, y hacen un grandísimo daño a la devoción a la santísima Virgen, alejando de Ella a los pueblos de una manera eficaz, so pretexto de destruir los abusos.

Los devotos escrupulosos

Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo honrando a la Madre, rebajar al uno si exaltan a la otra. no podrían tolerar que se den a la santísima Virgen las justísimas alabanzas que le han dado los santos Padres; ven penosamente que más personas se arrodillen ante un altar de María que frente al sacramento, como si lo uno se opusiera a lo otro ¡como si aquellos
que rezan a la santísima Virgen, no lo hiciesen a Jesucristo por medio de Ella! no quieren que se hable tan a menudo de la santísima Virgen, y que con tanta frecuencia se acuda a Ella.

He aquí algunas frases que les son ordinarias: “¿Para qué sirven tantas coronas del rosario, tantas cofradías y devociones exteriores a la santísima Virgen? Hay en esto mucha ignorancia. Es hacer de nuestra religión una exposición de cosas baratas. Habladme de aquellos que son devotos de Jesucristo (ellos lo nombran a menudo sin descubrirse – lo digo entre paréntesis): es necesario recurrir a Jesucristo, Él es nuestro único mediador; a Jesucristo es a quien se debe
predicar; ¡he ahí lo sólido!”


Lo que ellos dicen es verdadero en cierto sentido, pero respecto a la aplicación que hacen para impedir la devoción a la santísima Virgen, es muy peligroso y una celada sutil del maligno, bajo pretexto de un bien mayor, pues jamás se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la santísima Virgen, ya que no se la honra sino a fin de honrar más perfectamente a Jesucristo, no yendo a Ella sino como el camino para encontrar la meta adonde se va, que es Jesús.

La santa iglesia, con el Espíritu santo, bendice primero a la santísima Virgen y luego a Jesucristo: benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui Jesus. no porque la santísima Virgen sea más que Jesucristo o igual a Él –¡esto sería una herejía intolerable!– sino porque, para bendecir más perfectamente a Jesucristo, es preciso bendecir antes a María. Digamos entonces con todos los verdaderos devotos de la santísima Virgen, contra esos falsos devotos
escrupulosos: ¡Oh María, bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús!

Los devotos exteriores

Los devotos exteriores son las personas que hacen consistir toda su devoción a la santísima Virgen en algunas prácticas exteriores, que no gustan más que lo exterior de la devoción a Ella, porque no tienen espíritu interior; que rezarán muchas coronas del rosario precipitadamente, oirán muchas misas sin atención; irán a las procesiones sin devoción, ingresarán en todas sus cofradías, pero sin enmienda de su vida, sin hacer violencia a sus pasiones, y sin imitación
de las virtudes de esta Virgen santísima. no gustan sino lo sensible
de la devoción, sin amar lo que tiene de sólido; si no tienen sensibilidad en sus prácticas, creen que no hacen nada, se desalientan, abandonan todo, o lo hacen todo sin continuidad. El mundo está lleno de esta clase de devotos exteriores, y no hay quien critique más que ellos a las personas de oración que se aplican en lo interior como a lo esencial, sin menospreciar el aspecto exterior de la modestia que debe acompañar la verdadera devoción.

Los devotos presuntuosos

Los devotos presuntuosos son pecadores abandonados a sus pasiones, o amantes del mundo, que bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la santísima Virgen ocultan el orgullo o la avaricia, o la impureza, o la embriaguez, o la cólera, o los juramentos, o la maledicencia, o la injusticia, etc.; que duermen en paz en sus malos hábitos, sin hacerse mucha violencia para corregirse, con el pretexto de que son devotos de la santísima Virgen; se aseguran que Dios les perdonará, que no morirán sin confesión, que no se condenarán, ya que
rezan la corona del rosario, ayunan el sábado, pues son de la cofradía del santo rosario o Escapulario o de alguna de sus congregaciones, porque llevan el hábito o la cadenilla de la santísima Virgen, etc. Cuando se les dice que su devoción no es más que una ilusión del diablo y perniciosa presunción capaz de perderlos, no lo quieren creer, afirmando que Dios es bueno y misericordioso, que no nos ha
creado para condenarnos; que no hay hombre que no peque; que no morirán sin confesión; que un buen “Señor, ten piedad”, en la hora de la muerte, es suficiente; además, que ellos son devotos de la santísima Virgen; que llevan el escapulario, rezan todos los días sin reproche ni ostentación alguna siete Padre nuestros y siete Ave Marías en honra de Ella; que hasta rezan algunas veces la corona del rosario y el oficio de la santísima Virgen; que ayunan, etc. Y para confirmar lo que dicen y obstinarse más en su ceguera, relatan algunas historias
que han escuchado o leído en libros, verdaderas o falsas –poco importa–, que certifican que personas muertas en pecado mortal, sin confesión, por el simple hecho de que durante su vida, habían hecho algunas oraciones o prácticas de devoción a la santísima Virgen, o resucitaron para confesarse, o su alma permaneció milagrosamente en su cuerpo hasta permitirles confesarse; o por la misericordia de la Virgen, obtuvieron de Dios en su muerte, la contrición y el perdón de sus pecados y por lo tanto se han salvado, y, por la misma razón, ellos esperan la misma cosa.

No existe en el cristianismo nada tan dañino como esta presunción diabólica, pues ¿se puede decir en verdad que se ama y honra a la santísima Virgen, cuando con los pecados se hiere, se atraviesa, se crucifica y ultraja sin piedad a Jesucristo su Hijo? si María se impusiere como ley salvar por su misericordia a esta clase de gente, autorizaría el crimen, ayudaría a crucificar y a ultrajar a su divino Hijo. ¿Quién osaría pensar eso jamás?

Yo digo que abusar así de la devoción a la santísima Virgen –que es después de la devoción a nuestro señor en el santísimo sacramento, la más santa y sólida–, es cometer un horrible sacrilegio; y, que después del sacrilegio de la Comunión indigna, es el más grande y menos digno de perdón.

Confieso que para ser verdaderamente devoto de la santísima Virgen, no es absolutamente necesario ser tan santo que se evite todo pecado –aunque ésto sería lo más deseable–, pero sí es necesario, al menos, y es preciso resaltarlo bien:

Primeramente, tener una sincera resolución de evitar al menos todo pecado mortal, que ultraja a la Madre tanto como al Hijo;

En segundo lugar, hacerse violencia para evitar el pecado;

En tercer lugar, ingresar en las cofradías, recitar la corona, el santo rosario completo y otras oraciones, ayunar los sábados, etc.

Esto es maravillosamente útil para la conversión de un pecador, por muy endurecido que esté; y si mi lector se juzga tal, cuando tuviere un pie en el abismo, siga éste mi consejo, pero con la condición de que no practicará estas buenas obras sino con la intención de obtener de Dios, por intercesión de la santísima Virgen, la gracia de la contrición y el perdón de sus pecados, y de vencer sus malos hábitos, y no para permanecer pasivamente en el estado de pecado, contra los remordimientos de su conciencia, a ejemplo de Jesucristo y los santos, y las máximas del Evangelio.

Los devotos inconstantes

Los devotos inconstantes son aquellos que tienen devoción a la santísima Virgen por intervalos y por arranques: en un momento son fervorosos, y al instante se vuelven tibios; ahora parecen listos para hacerlo todo en su servicio, y luego, poco después, ya no son los mismos: abrazarán fácilmente todas las devociones a María, se inscribirán en sus cofradías, y enseguida, dejarán de practicar todas sus reglas con fidelidad; cambian como la luna y por eso María los coloca bajo sus pies como la media luna, puesto que son inconstantes e in-
dignos de ser contados entre los servidores de la Virgen fiel, los cuales tienen la fidelidad y la constancia por patrimonio. Es preferible no recargarse de tantas oraciones y prácticas devotas, y hacer pocas con amor y fidelidad, a pesar del mundo, del demonio y de la carne.

Los devotos hipócritas

Hay también otros falsos devotos de la santísima Virgen, que son los devotos hipócritas, que cubren sus pecados y malos hábitos bajo el manto de esta Virgen Fiel, a fin de pasar a los ojos de los hombres, por aquello que ellos no son.

Los devotos interesados

Restan aún los devotos interesados, que no recurren a la santísima Virgen sino cuando necesitan ganar algún proceso, evitar algún peligro, sanar de una enfermedad, o por cualquier otra necesidad del estilo, sin lo cual se olvidarían de Ella; unos y otros son falsos devotos, que no pasan ni ante Dios ni ante su santísima Madre.

Guardémonos bien, pues, de ser del número de los devotos críticos, que no creen nada y lo critican todo; de los devotos escrupulosos, que por respeto a Jesucristo temen ser demasiado devotos de la santísima Virgen; de los devotos exteriores, que hacen consistir toda su devoción en prácticas exteriores; de los devotos presuntuosos, que bajo pretexto de su falsa devoción a la santísima Virgen se enfangan en sus pecados; de los devotos inconstantes, que por ligereza cambian sus prácticas de devoción, o las abandonan completamente a la menor tentación; de los devotos hipócritas, que entran en las cofradías y visten las libreas de la santísima Virgen, a fin de hacerse pasar por buenos; y, en fin, de los devotos interesados, que no recurren a María sino para ser libres de los males del cuerpo u obtener bienes temporales.

Del Tratado de la Verdadera devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Grignion de Montfort.