Misa del día de Navidad

MISA EN ESPAÑOL 

INTROITO Isaías 9,6. Salmo 97,1

Un Niño nos ha nacido, y un Hijo se nos ha dado, que lleva sobre sus hombros el imperio; y será su nombre: Ángel del gran Consejo. V/. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

Concede, te rogamos, oh Dios omnipotente, que la nueva Natividad, según la carne, de tu Unigénito, nos libre a los que la antigua servidumbre nos tiene bajo el yugo del pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

EPÍSTOLA Hebreos 1,1-12

Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy; y en otro lugar: Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios. De los ángeles dice: Hace de los espíritus sus ángeles; de las llamas de fuego, sus ministros. En cambio, del Hijo: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; y cetro de rectitud es tu cetro real. Amaste la justicia y odiaste la iniquidad; por eso Dios, tu Dios, te ha distinguido entre tus compañeros, ungiéndote con aceite de júbilo. También: Tú, Señor, en los comienzos cimentaste la tierra; los cielos son obra de tus manos; ellos perecerán, tú permaneces; se gastarán como la ropa, los envolverás como un manto. Serán como vestido que se muda. Pero tú eres siempre el mismo tus años no se acabarán. 

GRADUAL Salmo 97, 3-4. 2.

Vieron todos los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios; canta a Dios, ¡oh tierra toda! V/. El Señor ha manifestado su salvación; ante las naciones ha descubierto su justicia. 

ALELUYA

Aleluya, aleluya. V/. Un día santo nos ha amanecido; venid, gentes, y adorad al Señor, porque hoy ha bajado una gran luz a la tierra. Aleluya.

EVANGELIO Juan 1, 1-14

Continuación del Santo Evangelio según San Juan

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. [Genuflexión] Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 88, 12.15

Tuyos son los cielos y tuya es la tierra; el mundo y cuanto contiene tú lo cimentaste; la justicia y la equidad son el apoyo de tu trono. 

SECRETA

Santifica, Señor, los dones ofrecidos por la nueva na­tividad de tu Unigénito, y límpianos de las manchas de ­nuestros pecados. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios 

PREFACIO DE NAVIDAD

En verdad es digno y justo, equitativo y saludable darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, pues por el misterio del Verbo ha brillado a los ojos de nuestra alma un nuevo resplandor de tu gloria, para que, conociendo a Dios bajo una forma visible, seamos atraídos  por él al amor de las cosas invisibles. Y por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar 

COMUNIÓN Salmo 97, 3

Vieron todos los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios

POSCOMUNIÓN

Concede, te rogamos, oh Dios omnipotente, que, nacido hoy el Salvador del, mundo, así como es para nosotros el autor de la generación divina, sea él también el dador de la inmortalidad. El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

No se dice el último Evangelio.

MISA EN LATIN

INTROITO Isaías 9,6. Salmo 97,1

Puer natus est nobis, et filius datus est nobis: cujus impérium super húmerum ejus: et vocábitur nomen ejus, magni consílii Angelus. V/. Cantáte Dómino cánticum novum, quia mirabília fecit. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén

COLECTA

Concéde, quaésumus, omnípotens Deus: ut nos Unigéniti tui nova per carnem Natívitas líberet: quos sub peccáti jugo vetústa sérvitus tenet. Per eúmdem Dóminum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen. 

EPÍSTOLA Hebreos 1,1-12

Léctio Epistolæ beáti Pauli Apóstoli ad Hebraéos.

Multifárium multísque modis olim Deus loquens pátribus in prophétis: novíssime diébus istis locútus est nobis in Fílio, quem constítuit herédem universórum, per quem fecit et saécula: qui cum sit splendor glóriæ, et figúra substántiæ ejus, portánsque ómnia verbo virtútis suæ, purgatiónem peccatórum fáciens, sedet ad déxteram majestátis in excélsis: tanto mélior Angelis efféctus, quanto differéntius præ illis nomen hereditávit. Cum enim dixit aliquándo Angelórum: Filius meus es tu, ego hódie genui te? Et rursum: Ego ero illi in patrem, et ipse erit mihi in filium? Et cum iterum indrodúcit primogénitum in orbem terræ, dicit: Et adórent eum omnes Angeli Dei. Et ad Angelos quidem dicit: Qui facit Angelos suos spiritus, et ministros suos flammam ignis. Ad Fílium autem: Thronus tuus, Deus in saéculum saéculi: virga æquitatátis, virga regni tui. Delixisti justitiam, et odisti iniquitátem: proptérea unxit te Deua, Deus tuus, óleo exultatiónis præ particípibus tuis. Et: Tu in princípio Dómine, terram fundásti: et ópera mánuum tuárum sunt cæli. Ipse períbunt, tu autem permanébis; et omnes ut vestiméntum veteráscent: et velut amíctum mutábis eos, et mutabúntur: tu autem idem ipse es, et anni tui non deficient. 

GRADUAL Salmo 97, 3-4. 2.    

Viderunt omnes fines terræ salutáre Dei nostri: jubiláte Deo, omnis terra. V/. Notum fecit Dóminus salutáre suum: ante conspéctum géntium revelávit justítiam suam. 

ALELUYA

Alleluia, Allelúia. V/. Dies sanctificátus illúxit nobis: veníte, gentes, et adoráte Dóminum: quia hódie descéndit lux magna super terram. Allelúia

EVANGELIO Juan 1, 1-14

Inítium sancti Evangélii secúndum Joánnem.

In princípio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in princípio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihil, quod factum est: in ipso vita erat, et vita erat lux hóminum: et lux in ténebris lucet, et ténebræ eum non comprehendérunt. Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joánnes. Hic venit in testimónium, ut testimónium perhibéret de lúmine, ut omnes créderent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimónium perhibéret de lúmine. Erat lux vera, quæ illúminat omnem hóminem veniéntem in hunc mundum. In mundo erat, et mundus per ipsum factus est, et mundus eum non cognóvit. In própria venit, et sui eum non recepérunt. Quotquot autem recepérunt eum, dedit eis potestátem fílios Dei fíeri, his, qui credunt in nómine ejus: qui non ex sanguínibus, neque ex voluntáte carnis, neque ex voluntáte viri, sed ex Deo nati sunt. [Hic genuflectitur] Et Verbum caro factum est, et habitávit in nobis: et vidimus glóriam ejus, glóriam quasi Unigéniti a Patre, plenum grátiæ et veritátis.

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 88, 12.15

Tui sunt cæli, et tua est terra: orbem terrárum, et plenitúdenem ejus tu fundásti: justítia et judícium præparátio sedis tuæ 

SECRETA

Obláta, Dómine, múnera, nova Unigéniti tui Nativitáte sanctífica: nosque a peccatórum nostrórum máculis emúnda. Per eúmdem Dóminum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, 

PREFACIO DE NAVIDAD

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Quia per incarnáti Verbi mystérium, nova mentis nostræ óculis lux tuæ claritátis infúlsit: ut dum visibíliter Deum cognóscimus, per hunc in invisibílium amórem rapiámur. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes: 

COMUNIÓN Salmo 97, 3

Vidérunt omnes fines terræ salutáre Dei nostri 

POSCOMUNIÓN

Praesta, quaésumus, omnípotens Deus: ut natus hódie Salvátor mundi, sicut divínæ nobis generatiónis est auctor; ita et immortalitátis sit ipse largítor. Qui tecum vivit et regnat in unitate Spritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amén.

Sermón de Navidad

Sermón de San León, Papa.


Sermón 1 de la Natividad del Señor.


Nuestro Salvador, carísimos, hoy ha nacido: alegrémonos. No es en verdad justo que nos entristezcamos en el día en que nace la vida, la cual dando fin a todo temor de muerte, nos alegra con la promesa de la eternidad. Esta alegría es para todos, y ninguno se debe creer excluido de ella. Una misma es la causa de la común alegría. Y es que siendo nuestro Señor el que ha venido para destruir el pecado y la muerte, así como a ninguno halló libre de culpa, así ha venido para librarnos a todos. Por lo mismo, gócese el santo porque se acerca a la corona; alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el gentil, porque es llamado a la vida. Ya que el Hijo de Dios, llegada la plenitud de los tiempos ordenados por los inescrutables designios del divino consejo, tomó la naturaleza humana para reconciliarla con su autor, a fin de que el diablo, inventor de la muerte, fuera vencido por la misma que él había dominado.

En esta lucha, emprendida por nosotros, se peleó de una manera verdaderamente maravillosa, ya que el Señor omnipotente combatió con el crudelísimo enemigo, no en su majestad, sino en nuestra humildad, oponiéndole la misma forma y la misma naturaleza: la de nuestra mortalidad, pero libre de todo pecado. Muy lejos estuvo de este natalicio, lo que leemos de todos los demás: “Nadie está limpio de mancha, ni el infante de un solo día”. Nada contrajo en esta singular natividad de la concupiscencia de la carne, en nada participó de la ley del pecado. Una Virgen es elegida de la real estirpe de David, y habiendo de concebir en su seno sagrado antes concibió a su prole divina y humana con la mente que con el cuerpo. Y para que no se atemorizara ignorando el designio divino, en el coloquio angélico se le comunicó lo que en ella había de realizar el Espíritu Santo, y de esta suerte creyó que no sería en detrimento de su virginidad la dignidad de Madre de Dios a que estaba destinada.

Por tanto, carísimos hermanos, demos gracias a Dios Padre mediante su Hijo, en el Espíritu Santo; el cual por su excesiva caridad con la que nos amó, se compadeció de nosotros, y estando muertos por los pecados, nos dio la vida con Cristo, a fin de que en Él tuviéramos una nueva vida y un nuevo ser. Depongamos, por lo mismo, nuestro hombre viejo con sus actos, y habiendo sido constituidos participantes de la Natividad de Cristo, renunciemos a las obras de la carne. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, y constituido participante de la naturaleza divina, no quieras rebajarte volviendo a la antigua degeneración. Acuérdate de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. Ten presente que libre del poder de las tinieblas, has sido trasladado al reino y resplandor de Dios.

Breviario Romano

Señales antes del fin del mundo

Sin embargo, el mismo Maestro nos indico algunas señales o sucesos que acaecerán al fin del mundo, de los cuales indicaremos los principales:

1) Antes del fin del mundo se predicara el Evangelio en todo el orbe para testimonio de todas las gentes, y entonces vendrá la consumación (Mt., 24, 14). No es preciso que venga en seguida el fin del mundo; pero es cierto que antes que este venga, el Evangelio será anunciado en todo el mundo.

2) El Antecristo.—Vendrá antes el Antecristo. El Antecristo será “un hombre de pecado, hijo de perdición, que impugnara y se levantara contra todo lo que se llame Dios, y será adorado, de tal manera, que se sentara en el templo y se mostrara como Dios” (2, Thess., 2; Dn., 7; Ap., 13). Insigne adversario de Cristo, ha tenido ya muchos eminentes precursores, que han recibido por participación su mismo nombre. No se puede negar que será hombre, no corporación, como algunos han dicho. Esto dice Suárez ser certísimo y de fe. Algunos dicen que será judío, pervertirá a muchos, hará prodigios semejantes a los milagros, tendrá mucho poder político (Ap., 13) y perseguirá mucho a los santos. Otras varias afirmaciones de los Padres y de los teólogos, mas son conjeturas que verdades.

3) Habrá mucha apostasía de la fe.—Tal, que San Pablo la llama “la apostasía”. Esta apostasía, parte precederá y preparara la venida del Antecristo, parte la seguirá. Mas no perecerá la Iglesia. Serán apostatas los que no tienen escrito su nombre en el libro de la vida; mas los elegidos no perecerán. Algunos aun aseguran que cesara el culto publico de Dios. Y del Apocalipsis deducen que durara la persecución del Antecristo tres años y medio. “Entonces se revelara aquel inicuo; mas Jesús le matara con el espíritu de sus labios, y lo destruirá con el resplandor de su venida” (2 Thess. 2, 8).

4) Vendrán Elias y Henoch.—En la Escritura consta que vendrán dos. “Daré a dos testigos que profeticen en 1.260 días, vestidos de sacos… Y cuando terminen su testimonio la bestia que sube del abismo les hará guerra y los vencerá y los matará” (Apoc., 3). Que uno de estos sea Elías es fácil verlo en la Escritura, y lo supone Jesucristo, cuando dice: “Elías, si, vendrá y restituirá todas las cosas. Pero también os digo que Elías ha venido…” Que el otro sea Henoch, lo afirman muchos Padres apoyados en aquellas palabras del Eclesiástico, 44: “Henoch fue trasladado al paraíso, para enseñar a los gentiles penitencia”. San Belarmino cree que la opinión que niega la venida de Henoch y de Elías es herejía o próxima a la herejía.

5) Se convertirán los judíos a Cristo.—Tal se deduce de la profecía de Malaquías sobre Elías (4, 5, 6) y del testimonio de San Pablo: “El endurecimiento en parte ha venido a Israel, hasta que la plenitud de las gentes haya entrado; y así todo Israel se salvara, según esta escrito. Vendrá de Sión el que libre y apartara de Jacob la impiedad” (Rom., 11, 25).

6) Habrá muchos prodigios.—El sol se oscurecerá, las estrellas se conmoverán, la tierra temblara, etc. Pero estas señales sucederán de tal modo, que el dia del Señor venga como un ladrón. Por lo cual insiste Santo Tomas diciendo: “Lo que Cristo no quiso indicar a los discípulos que se lo preguntaron, no lo va a revelar a otros. Por donde todos cuantos han querido calcular este tiempo hasta ahora, han. resultado falsos. Porque algunos, como dice San Agustín, dijeron que desde la Ascensión del Señor hasta la ultima venida habían de transcurrir cuatrocientos anos, otros que quinientos, otros que mil; cuya falsedad es bien clara, y será igualmente clara la falsedad de los que todavía no cesan de hacer cálculos.

                        Puntos de Catecismo, Vilariño S. J

Santos de la tercera semana de Adviento

11 DE DICIEMBRE: SAN DAMASO

Dámaso, español, ilustre y muy erudito en Sagradas Escrituras, convocó el primer concilio de Constantinopla, y puso fin a la perversa herejía de Eunomio y Macedonio. Condenó de nuevo el conciliábulo de Rimini, antes rechazado por el papa Liberio, en el cual, según San Jerónimo, las intrigas de Ursacio y, principalmente de Valente, habían logrado que se votase la condenación de la fe de Nicea, de manera que el orbe gimió asombrado al verse arriano.

Edificó dos basílicas: la primera dedicada a San Lorenzo, cerca del teatro de Pompeyo, a la cual concedió dones magníficos, y le atribuyó la renta de casas y predios; la otra en la vía Ardeatina, en las Catacumbas. Dedicó elegantes versos a Platonia, donde habían reposado algún tiempo los cuerpos de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo. Escribió en prosa y verso sobre la virginidad, y compuso muchas otras poesías.

Estableció la pena del talión contra aquel que acusara a otro falsamente. Ordenó lo que ya en muchos lugares estaba en uso, a saber: que los Salmos se cantasen en la iglesia de día y de noche a dos coros, y que al fin de cada Salmo se añadiese: Gloria al padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Por su mandato, San Jerónimo tradujo el Nuevo Testamento según el texto griego. Gobernó la Iglesia 17 años, 2 meses y 20 días, y celebró ordenaciones cinco veces en el mes de diciembre en las cuales creó 21 presbíteros, 11 diáconos y 72 obispos para diversos lugares. Ilustre por su virtud, doctrina y prudencia, teniendo casi ochenta años, durante el imperio de Teodosio, se durmió Dámaso en el Señor, y fue sepultado en la vía Ardeatina, juntamente con su madre y hermana, en la basílica que él mismo había edificado. Sus reliquias fueron después trasladadas a la iglesia de San Lorenzo, llamado por su nombre in Dámaso.

13 DE DICIEMBRE: SANTA LUCIA

Lucía, virgen de Siracusa, ilustre ya desde su infancia no solamente por la nobleza de su linaje sino también por su fe, vino a Catania juntamente con su madre Eutiquia, que estaba enferma de un flujo de sangre, para venerar el cuerpo de la bienaventurada Águeda. Sus oraciones junto al sepulcro de la Santa obtuvieron la salud de su madre. Conseguida esta gracia, rogó a su madre que le permitiera entregar a los pobres de Jesucristo cuanto había de darle como dote. Por esto volvió a Siracusa, vendió sus bienes y distribuyó su producto entre los pobres.

Cuando aquel a quien los padres de Lucía, contra la voluntad de ésta, la habían prometido en matrimonio supo esto, la acusó al prefecto Pascasio de que era cristiana. Y como Pascasio no pudiese conseguir, ni con ruegos ni con amenazas, que venerara a los ídolos, antes al contrario, cuanto más se esforzaba en apartarla de su propósito, tanto más se mostraba ardiente en confesar su fe cristiana, le dijo: “Cesarán tus palabras cuando pasemos a los castigos”. “A los siervos de Dios, dijo la Virgen, no les pueden faltar las palabras, ya que les tiene dicho nuestro Señor Jesucristo: Cuando estuviereis ante los reyes y gobernadores, no penséis de antemano lo que habéis de decir, sino hablad lo que os será inspirado en aquel trance, porque no seréis entonces vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo es el que hablará en vosotros”.

Preguntada por Pascasio: “¿Juzgas que el Espíritu Santo está en ti?”, respondió: “Creo que cuantos observan una vida piadosa y casta son templo del Espíritu Santo”. Contestó el tirano: “Mandaré que seas conducida a un lugar infame, para que te abandone el Espíritu Santo”. Replicó la virgen: “Si por fuerza mandas que mi cuerpo sea profanado, mi castidad será honrada con doble corona”. Por lo cual Pascasio, lleno de ira, mandó que Lucía fuese llevada donde su virginidad quedara violada. Mas, por obra de Dios, la virgen permaneció firme e inmóvil y no hubo fuerza que la pudiese apartar de aquel lugar. Por ello, el prefecto mandó encender una hoguera a su alrededor, después de haberla cubierto de pez, resina y aceite hirviendo. Mas como ni las llamas le causaran el más pequeño mal, la atormentó de muchas maneras, y atravesaron su garganta con la espada, pero Lucía siguió profetizando la paz de la Iglesia, que seguiría a la muerte de Diocleciano y Maximiano, y entregó su espíritu a Dios el día 13 de diciembre. Fue sepultada en Siracusa, trasladada después a Constantinopla y al fin a Venecia.

16 DE DICIEMBRE: SAN EUSEBIO

Eusebio, sardo de nacimiento, lector de la Iglesia romana, y después Obispo de Vercelli, fue elegido por divina inspiración para el gobierno de esta Iglesia. Ya que, sin haberle conocido nunca, excepto sus conciudadanos, los electores le escogieron nada más verlo. Así, le apreciaron con solo verle. Fue el primer obispo de Occidente que mandó que los monjes desempeñasen los oficios clericales, para reunir en las mismas personas el menosprecio del mundo y la solicitud por el servicio divino. En aquella época las impiedades arrianas se extendieron por el Occidente. Eusebio las atacó con tal decisión que el Papa Liberio encontró en su invencible fe un gran consuelo. Reconociendo el Pontífice cuán grande era en Eusebio el favor del Espíritu divino, le encargó que, junto a sus legados, defendiese ante el emperador la causa de la fe, y para ello Eusebio se dirigió con ellos a visitar a Constancio, y llegó a conseguir, por su celo, lo que se propuso en esta embajada: la celebración de un concilio.

El concilio se reunió en Milán, en el año siguiente. Fue invitado al concilio por Constancio, en tanto que los legados de Liberio reclamaban también su presencia. Allí, lejos de dejarse seducir por la influencia de la sinagoga de los arrianos, y de tomar parte contra San Atanasio, declaró desde el primer momento que algunos de los presentes estaban inficionados por la lepra de la herejía, y les propuso suscribir ante todo la fe de Nicea. A lo cual, negándose los airados arrianos, el Santo no sólo rehusó suscribir la condenación contra Atanasio, sino que consiguió también librar a San Dionisio del compromiso que había contraído al firmar, engañado por los herejes, aquella condenación injusta. Indignados los herejes, después de haberle injuriado de muchas maneras, le enviaron al destierro. Mas el santo varón, sacudido el polvo de sus sandalias, no temió las amenazas del César, ni el filo de las espadas, aceptando el destierro. Enviado a Escitópolis, donde padeció hambre, sed, azotes y diversos suplicios, por amor a la fe despreció la vida, y sin temor a la muerte, se puso a disposición de los verdugos.

Cuánta fuese entonces para con él la crueldad y el insolente atrevimiento de los arrianos, lo muestran unas cartas llenas de valentía, piedad y religión, que desde Escitópolis envió al clero y pueblo de Vercelli y a algunas poblaciones vecinas. Ellas muestran también que jamás le pudieron amedrentar ni las amenazas ni crueldad, que ni con halagadoras promesas le pudieron conquistar. A causa de su constancia fue deportado a Capadocia, y al fin a la Tebaida superior de Egipto, sufriendo el destierro hasta la muerte de Constancio. Después, habiéndosele permitido reintegrarse a su rebaño, no lo hizo hasta después de haber asistido al concilio de Alejandría, a fin de reparar las pérdidas que había sufrido la fe. Recorrió después las provincias de Oriente para devolver la salud, como hábil médico, a los enfermos en la fe, instruyéndoles en la doctrina de la Iglesia. Luego, con el mismo objeto, pasó a la Iliria, y por último llegó a Italia, cesando allí el duelo dejado por su partida. Allí publicó los comentarios de Orígenes y de Eusebio de Cesárea sobre los Salmos, después de haberlos expurgado y vertido del griego al latín. Finalmente, dejó esta vida para recibir la corona de la gloria, merecida con tantos trabajos, en Vercelli, en tiempo de Valentiniano y Valente.

Del Breviario Romano

Santos de la segunda semana de Adviento

6 DE DICIEMBRE: SAN NICOLAS

Nicolás, nacido en el ilustre lugar de Patras, Licia, fue obtenido de Dios por sus padres con repetidas preces. Cuánta había de ser la santidad de este varón, ya se manifestó desde su cuna. Pues ya en su infancia se abstenía de la leche los miércoles y viernes, tomándola una sola vez y por la tarde, mientras en los demás días lo hacía con frecuencia. Observó el ayuno hasta su muerte. Huérfano en su juventud, dio sus bienes a los pobres. De su caridad cristiana nos da un ejemplo este hecho: Había en su ciudad un hombre que tenía tres hijas en edad de matrimonio, y, como por su pobreza no las pudiera casar, había resuelto prostituirlas. Sabido por Nicolás, arrojó de noche, por la ventana, el dinero necesario para la dote de una doncella. Lo repitió dos veces más, por lo que las tres doncellas fueron dadas en matrimonio a hombres honrados.

Como el Santo se consagró totalmente a Dios, partió para Palestina, para visitar y venerar los Santos Lugares. En esta peregrinación subió a una nave con un cielo sereno y la mar tranquila, prediciendo una horrenda tempestad, que luego sobrevino, y puso a todos en gran peligro; mas con su oración la calmó. Luego, vuelto a su patria, dio muestras de insigne santidad, y por voluntad de Dios volvió a Mira, metrópoli de Licia. Esta ciudad acababa de perder el obispo, y mientras los demás obispos de la provincia deliberaban acerca del sucesor que habían de darle, fueron advertidos divinamente elegir al que entrase el primero al día siguiente en la iglesia, que se llamase Nicolás. Tratando de cumplir esta orden del cielo, fue hallado en la puerta de la iglesia Nicolás, y con unanimidad de todos le constituyeron obispo de Mira. Resplandeció por la castidad, que siempre observó, por su gravedad, su asiduidad en la oración, su vigilancia, abstinencia, generosidad y hospitalidad, y por su mansedumbre en las exhortaciones y severidad en las reprensiones.

Ayudó a viudas y huérfanos con limosnas, consejos y servicios. Socorrió a los oprimidos hasta el punto de que para ayudar a tres tribunos condenados por Constancio Augusto como calumniadores, y que le habían invocado por su fama de taumaturgo, se apareció, aún en vida, al emperador con semblante amenazador y consiguió así su libertad. Predicando en Mira sobre la verdad de la fe cristiana contra las prescripciones de Diocleciano y Maximiano, detenido por los satélites del emperador, y llevado muy lejos, fue encarcelado. En la cárcel estuvo hasta ser proclamado emperador Constantino, quien mandó le sacaran de allí, pudiendo volver a Mira. Asistió al concilio de Nicea, en el cual, juntamente a 318 Padres, condenó la herejía arriana; volviendo a su obispado, y acercándose su muerte, elevó su mirada al cielo, vio que le salían al encuentro los Ángeles, y al pronunciar aquellas palabras del Salmo: “En ti, Señor, he esperado”, llegando a las palabras: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, voló a la patria celestial. Su cuerpo fue trasladado a Barí, Apulia, en donde es muy venerado.

7 DE DICIEMBRE: SAN AMBROSIO OBISPO

Ambrosio, obispo de Milán, hijo del romano Ambrosio, nació siendo su padre prefecto de la Galia. Se dice que en la boca de este niño se posó un enjambre de abejas, lo cual presagiaba la divina elocuencia que poseería. En Roma aprendió las artes liberales. Fue enviado por el prefecto Probo a la Liguria y a la Emilia como gobernador; luego, vino a Milán con plenos poderes. Llegó a Milán cuando el pueblo, después de la muerte de Auxencio, obispo arriano, estaba dividido respecto a su sucesor. Dirigióse, pues, Ambrosio a la iglesia, en cumplimiento del deber de su cargo, para calmar la sedición. Hablando muy elocuentemente, sobre la paz y la tranquilidad pública, un niño gritó súbitamente: “¡Ambrosio, obispo!”. Y Todo el pueblo pidió por obispo a Ambrosio.

Se negó, y resistió a las preces de la multitud; mas el deseo del pueblo fue manifestado a Valente, quien se alegró de que fueran solicitados para obispos los que él había escogido magistrados. Fue también muy grato a Probo, el cual había dicho a Ambrosio al partir, como si fuera inspirado: “Ve, y pórtate, no como juez, sino como obispo. Y como al deseo del pueblo se juntó la voluntad del emperador, Ambrosio fue bautizado (era aún catecúmeno), iniciado en los sagrados misterios, y observados todos los grados de las órdenes según la Iglesia, el día octavo, que fue el 7 de diciembre, recibió el episcopado. Consagrado obispo, defendió la fe católica y la disciplina de la Iglesia; convirtió a muchos arrianos y a otros herejes a la verdad de la fe, entre los cuales dio a luz para Jesucristo al que había de ser el sol de la Iglesia, San Agustín.

Por dos veces visitó, como legado, a Máximo, el cual había dado muerte al emperador Graciano, y como rehusara hacer penitencia, le separó de su comunión. Prohibió la entrada en la iglesia al emperador Teodosio por la matanza que había ordenado en Tesalónica. Y como Teodosio replicara que el rey David fue adúltero y homicida, respondió Ambrosio: “Al que seguiste en su maldad, imítale también en su penitencia”. Movido por este razonamiento, Teodosio cumplió humildemente la penitencia que le había sido impuesta. El santo obispo, después de haber trabajado en gran manera por la Iglesia, y escrito sabiamente muchos libros, antes de caer enfermo, predijo el día de su muerte. Estando enfermo, Honorato, obispo de Vercelli, le visitó tres veces por orden del mismo Dios: le administró el sagrado Cuerpo del Señor, y mientras oraba Ambrosio, teniendo puestas las manos en forma de cruz, entregó el alma a Dios, el día cuatro de abril del año 397.

Del Breviario Romano

Santos de la Primera semana de Adviento

El bienaventurado apóstol Andrés, nacido en Betsaida, pequeña población de Galilea, hermano de Pedro y discípulo de Juan Bautista, habiendo oído que éste decía de Cristo: “He aquí el Cordero de Dios”, siguió a Jesús, y llevó él a su hermano. Hallándose después pescando en el mar de Galilea juntamente con su hermano, ambos fueron llamados por Cristo antes que los otros apóstoles, con aquellas palabras: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. Ellos, sin la menor tardanza, y después de haber dejado las redes, le siguieron. Después de la pasión y de la resurrección de Cristo, Andrés vino a Escitia de Europa, país que le fue señalado para propagar en él la fe de Cristo. Luego recorrió el Epiro y la Tracia, y con su doctrina y milagros convirtió a Cristo innumerables almas. Al llegar a Patras de Acaya, después de haber conseguido allí que muchos se convirtieran a la doctrina del Evangelio, reprendió con toda libertad al procónsul Egeas, el cual resistía a la predicación evangélica, porque, queriendo ser tenido por juez de los hombres, engañado por los demonios, no quería reconocer a Cristo Dios por juez de todo el linaje humano.

Entonces, enojado Egeas, dijo: “Deja de ensalzar a Cristo a quien análogas alabanzas no impidieron que fuese crucificado por los Judíos». Además, con palabras impías interrumpiole mientras enseñaba con noble libertad que Jesucristo por la salvación de los hombres se ofreció a la crucifixión, y le exhortó a que, mirando por sí, accediera a sacrificar a los dioses. A lo cual contestó Andrés: “Yo cada día sacrifico al Dios omnipotente, único y verdadero, no las carnes de los toros y de los cabritos, sino el Cordero sin mácula. Y cuando todo el pueblo fiel ha participado de su carne, este Cordero que ha sido sacrificado, continúa todavía íntegro y lleno de vida”. Egeas, airado en gran manera por estas palabras, ordenó que Andrés fuera conducido a la cárcel. De ella fácilmente le habría librado el pueblo, si el Apóstol no hubiese apaciguado a la multitud rogando con gran insistencia que no le impidieran ser partícipe de la corona tan deseada del martirio.

Poco después, fue conducido al tribunal, y no pudiendo Egeas sufrir por más tiempo que Andrés ensalzara los misterios de la cruz y que reprobara su impiedad, mandó suspenderle en la cruz, para que así imitara la muerte de Cristo. Cuando Andrés era conducido al lugar del martirio, viendo la cruz de lejos empezó a exclamar: “Oh buena cruz, que has sido glorificada por causa de los miembros del Señor; cruz por largo tiempo deseada, ardientemente amada, buscada sin descanso, y ofrecida a mis ardientes deseos, apártame de en medio de los hombres, y devuélveme a mi Maestro, a fin de que por ti me reciba, el que por ti me redimió”. Así, pues, fue clavado en la cruz, y permaneció vivo en ella por espacio de dos días, sin cesar de predicar la fe de Cristo, hasta que fue a reunirse con Aquel cuya muerte tanto había deseado imitar. Los presbíteros y diáconos de Acaya que consignaron su martirio, afirman que todo lo por ellos relatado, lo vieron y oyeron. Su cuerpo fue trasladado primero a Constantinopla en tiempo de Constantino, y después a Amalfi. Por disposición del Sumo Pontífice Pío II, su cabeza fue llevada a Roma, y colocada en la basílica de San Pedro.

2 DE DICIEMBRE: SANTA BIBIANA.

Bibiana, virgen de Roma, noble por su linaje, lo fue más aún por su fe cristiana. Su padre Flaviano, que había sido prefecto durante el imperio del crudelísimo tirano Juliano el Apóstata, fue marcado con las señales de la esclavitud, y deportado a las Aguas Taurinas, donde murió mártir. A su madre Dafrosa, la encerraron en su casa con sus hijas, para que pereciesen de hambre, y después fue decapitada fuera de Roma. Bibiana y Demetria fueron despojadas de todos sus bienes. Aproniano, pretor de la ciudad, codicioso de sus riquezas, las privó de todo auxilio humano; mas, habiéndolas alimentado aquel Dios que da comida a los hambrientos, reaparecieron todavía lozanas, lo cual dejó al pretor profundamente admirado.

Aproniano intentó hacer que honrasen a los dioses de los Gentiles, prometiéndoles restituirles sus riquezas, y ofreciéndoles la gracia del emperador y ventajosos enlaces. De lo contrario, las amenazaba con cárceles, azotes y con el hacha del verdugo. Pero ellas no se apartaron de la verdadera fe, estando resueltas a morir antes que mancharse con las supersticiones paganas. Así desecharon las impías proposiciones del pretor. Demetria murió de súbito a la vista de Bibiana, y se durmió en el Señor. Bibiana, fue entregada a Rufina, mujer astuta, a fin de que la sedujera; pero, instruida desde la cuna en la ley de Cristo, resuelta a conservar sin mancha la flor de la virginidad, triunfó con fortaleza, burlando la malicia del pretor.

No sirvieron a Rufina sus engañosas palabras ni los golpes con que cada día castigaba a Bibiana, intentando que abandonase su santo propósito; y viendo el pretor que su esperanza quedaba frustrada, aumentada su ira viéndose vencido por Bibiana, mandó a sus ministros que la desnudasen y que, con las manos atadas, sujeta a una columna, la golpeasen con plomos hasta morir. Su sagrado cuerpo, arrojado a los perros, estuvo dos días en la plaza del Toro, conservándose ileso de una manera maravillosa. Un presbítero llamado Juan la enterró por la noche junto a su hermana y su madre, cerca del palacio de Licinio, donde aún hoy, hay una iglesia dedicada al Señor, con el nombre de Santa Bibiana, y que fue restaurada por el papa Urbano VIII; el cual, habiendo hallado los cuerpos de las santas Bibiana, Demetria y Dafrosa, las puso en el altar mayor.

3 DE DICIEMBRE: SAN FRANCISCO JAVIER

Nacido Francisco en Javier, diócesis de Pamplona, de nobles padres, fue en París compañero y discípulo de San Ignacio. Con tal maestro hizo progresos tan rápidos, que al contemplar las cosas divinas, algunas veces se levantaba sobre la tierra, con frecuencia celebrando el santo sacrificio de la Misa en presencia de muchos. Estas delicias las merecía por las maceraciones de su cuerpo; pues se privaba de la carne y del vino y del pan de trigo; tomaba sólo alimentos viles, y muchas veces, se abstuvo de todo alimento por dos o tres días. Se azotaba con disciplinas de hierro, y con frecuencia derramaba abundante sangre. Sólo se permitía un brevísimo sueño, aun sobre el suelo.

Maduro por la austeridad y santidad de su vida para el cargo de apóstol, como Juan III, rey de Portugal, pidiese para las Indias algunos miembros de su Congregación al papa Paulo III, éste le eligió para esa misión, confiándole la potestad de Nuncio apostólico. Llegado a las Indias, fue instruido milagrosamente en lenguas muy difíciles y diversas de aquellas naciones. Algunas veces sucedió que hablando él en una sola lengua a personas de diversas naciones, cada una le oía en la suya propia. Recorrió a pie, y muchas veces descalzo, muchas provincias. Introdujo la fe en el Japón y en otras seis comarcas. Convirtió a centenares de miles de hombres, y confirió el bautismo a muchos reyes y a grandes príncipes. Y a pesar de obrar tan grandes cosas por Dios, conservaba tal humildad, que escribía a San Ignacio, su superior, de rodillas.

Este ardor en la propagación del Evangelio, lo premió el Señor con numerosos milagros. Dio la vista a un ciego. Con la señal de la cruz convirtió el agua del mar en agua dulce en tan gran cantidad, que alivió durante largo tiempo a quinientos hombres que morían de sed. Con aquella agua, llevada a diversas regiones, varios enfermos curaron. Resucitó a varios muertos, entre ellos a uno que había sido sepultado el día anterior, al que devolvió la vida mandando que le sacasen de la sepultura; lo mismo hizo con otros dos, tomándoles de la mano mientras les llevaban a la tumba, devolviéndoles con vida a sus padres. Poseyó el espíritu de profecía, reveló acontecimientos que debían tener lugar en lugares o en tiempos remotos. Murió en Sanciano lleno de méritos, consumido por los trabajos, el día dos de diciembre. Su cadáver, cubierto dos veces con cal viva, manó sangre, esparció un olor suavísimo, y extinguió una peste en Malaca, adonde fue llevado. Por último, habiendo brillado con nuevos milagros, Gregorio XV le inscribió en el número de los santos. El papa Pío X le eligió Patrono celestial de la Sociedad y Obra de la Propagación de la Fe.

Del Breviario Romano

Santos de la semana del 21 al 27 de noviembre

DÍA 22 DE NOVIEMBRE: SANTA CECILIA

La virgen Cecilia, nacida en Roma, de padres ilustres, y educada desde niña en la fe, consagró a Dios su virginidad. Obligada a desposarse con Valeriano, le dirigió en la noche de bodas estas palabras: Valeriano, yo estoy bajo la custodia de un Ángel que protege mi virginidad; nada, por tanto, intentes hacer conmigo que atraiga sobre ti la ira de Dios. Valeriano al oír estas palabras no osó acercarse a ella, añadiendo que creería en Jesucristo si viera a aquel Ángel. Contestándole Cecilia que esto era imposible sin haber recibido el bautismo, ansiando ver al Ángel, manifestó deseos de ser bautizado, por lo que se dirigió, por consejo de la joven virgen, al encuentro del papa Urbano, el cual, debido a la persecución, estaba escondido entre los sepulcros de los mártires, en la vía Apia, siendo bautizado por él.

Al volver junto a Cecilia, la encontró orando, teniendo junto a ella a un Ángel que despedía resplandores divinos, por lo que se llenó de admiración; pero al volver en sí de su asombro llamó a su hermano Tiburcio, el cual, instruido en la fe cristiana por Cecilia y bautizado por el mismo Urbano, mereció también contemplar al Ángel que había visto su hermano. Poco después, ambos sufrieron el martirio bajo el prefecto Almaquio. Luego éste mandó prender a Cecilia, preguntándole ante todo dónde se hallaban las riquezas de Tiburcio y Valeriano.

Como ella le respondiera que todas habían sido dadas a los pobres, fue tal su indignación, que mandó conducirla de nuevo a su casa para quemarla en la sala de los baños, donde permaneció durante un día y una noche sin que las llamas se acercaran a ella. La mandó entonces al verdugo, el cual, después de herirla tres veces con el hacha, sin conseguir decapitarla, la dejó medio muerta. Por último, tres días más tarde, el 22 de noviembre, siendo emperador Alejandro voló al cielo adornada con la doble palma de la virginidad y del martirio; su cuerpo fue inhumado por el papa Urbano en el cementerio de S. Calixto. En su casa se construyó una iglesia bajo su advocación; su cuerpo, y los de los papas Urbano y Lucio, y los de Tiburcio, Valeriano y Máximo, fueron trasladados más tarde a la ciudad por el Papa Pascual I, y colocados en la citada iglesia de Santa Cecilia.

DIA 23 DE NOVIEMBRE: SAN CLEMENTE

Clemente, hijo de Faustino, nació en Roma en el distrito del monte Celio y fue discípulo de San Pedro. A él se refiere San Pablo cuando escribe a los Filipenses: También te pido a ti, oh fiel compañero, que asistas a esos que conmigo han trabajado en el Evangelio con Clemente y los demás coadjutores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. Dividió Roma en siete circunscripciones, a las cuales asignó un notario a cada una, para recoger todo cuanto cupiera sobre los tormentos y los hechos de los mártires y de escribirlo. Escribió provechosamente varias obras que nos ilustran sobre la religión cristiana.

Como por sus enseñanzas y la santidad de su vida convirtió a muchos a la fe de Cristo, Trajano le desterró más allá del Ponto Euxino, a los desiertos cerca de la ciudad de Quersón, en donde encontró a otros dos mil cristianos, condenados por el mismo emperador a extraer y cortar el mármol. Un día en que estaban afligidos por la falta de agua, subió Clemente, luego de orar, a una colina cercana donde vio un Cordero con su pie derecho sobre un manantial de agua dulce que hacía brotar de allí, y que sirvió a todos para apagar su sed. Este milagro condujo a muchos infieles a abrazar la fe de Jesucristo y a venerar la santidad de Clemente.

Irritado Trajano, mandó arrojar a Clemente al mar con un áncora ligada al cuello. Se cumplió la orden; pero los cristianos oraron en la orilla, y el mar se retiró a tres millas. Yendo por allí los fieles, encontraron un pequeño edificio de mármol en forma de templo, en cuyo interior había un arca de piedra; y en él estaba el cuerpo del Mártir. Bajo el pontificado de Nicolás I, el cuerpo se trasladó a Roma a la iglesia de su nombre. Fue también levantada una iglesia bajo su advocación en el lugar de la isla en que había brotado la fuente. Ocupó Clemente el Pontificado 9 años, 6 meses y 6 días, en los cuales celebró en diciembre 2 ordenaciones, creando en ellas 10 presbíteros, 2 diáconos y 15 obispos para diversos lugares.

24 DE NOVIEMBRE: SAN JUAN DE LA CRUZ

Juan de la Cruz, nacido en Fontiveros, España, de padres devotos, mostró ya desde su infancia cuán grato llegaría a ser a la Virgen Madre de Dios; ya que, habiendo caído a los cinco años en un pozo, sostenido por la mano de María, salió de allí sano y salvo. Ardiendo en deseos de sufrimiento, a los 9 años, renunciando al lecho, solía acostarse sobre sarmientos. Ya adolescente, se consagró al servicio de los enfermos pobres en el hospital de Medina del Campo, siendo tal su caridad, que estaba siempre dispuesto a prestarles los servicios más humillantes, lo cual estimulaba a los demás a poner mayor celo en los actos semejantes de caridad. Llamado a una vocación más sublime, ingresó en la Orden de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo, en la cual, ordenado de sacerdote por obediencia, y movido de deseos de practicar una disciplina más severa y una vida más austera, obtuvo licencia para seguir la regla primitiva de la Orden. Entonces, inspirándose en el recuerdo de la Pasión del Señor, se declaró a sí mismo la guerra, como al peor enemigo, llegando en poco tiempo, mediante sus vigilias, ayunos, disciplinas y todo género de maceraciones, a crucificar su propia carne junto a sus vicios y apetitos, y a merecer que Santa Teresa le tuviera como una de las almas más puras y santas que ilustraban a la sazón a la Iglesia de Dios.

Armado con la fuerza que le comunicaba la singular austeridad de su vida y la práctica de todas las virtudes, y entregado a la asidua contemplación de las cosas divinas, experimentó con frecuencia admirables éxtasis; consumíase en una llama tan viva de amor de Dios, que no pudiendo a veces mantenerse ocultos sus ardores, salían al exterior y resplandecían en su semblante. Solícito de la salvación del prójimo, se entregába Juan a la predicación de la palabra divina y a la administración de sacramentos. Tales merecimientos, unidos a su deseo de promover una más estricta disciplina, le valieron el ser dado por Dios como auxiliar a Santa Teresa, para restablecer entre los religiosos la primera observancia del Carmelo que ella había restablecido entre las religiosas de esta Orden. Para llevar a cabo esta obra divina, tuvo que soportar, igual que la Santa, muchas fatigas, visitando, sin arredrarse ante privaciones ni peligros, cada uno de los monasterios levantados por los desvelos de esta santa Virgen en toda España, haciendo que floreciera en estas casas, y en las que él mismo fundó, la nueva observancia, y afianzando esta observancia con sus palabras y ejemplos. Con mucha justicia los Carmelitas descalzos reformados le consideran, después de Santa Teresa, como el maestro y padre de su Orden.

Permaneció siempre virgen, y cuando algunas mujeres desvergonzadas intentaron engañar a su modestia, no solo las frustró, sino que las obtuvo para Cristo. A juicio de la Sede Apostólica, enseñó tanto sobre Dios como Santa Teresa, explicando los misterios ocultos de Dios, y escribió libros de teología mística llenos de sabiduría celestial. Cristo una vez le preguntó qué recompensa tendría por tanto trabajo; a lo cual él respondió: Señor, padecer y ser despreciado por tu causa. Era muy famoso por su poder sobre los demonios, a quienes a menudo echaba de los cuerpos de los posesos, por los dones de discernir espíritus, profecía y por sus eminentes milagros, a pesar de lo cual era muy humilde, y muchas veces suplicaba al Señor que muriera en algún lugar donde no se le conociera. De acuerdo con su oración, fue enviado a Úbeda, donde durante tres meses el Prior lo encarceló y lo maltrató cruelmente durante su última enfermedad. Para coronar su amor al sufrimiento, llevaba cinco llagas purulentas abiertas en su pierna, soportándolas con devota paciencia. Por fin, el 14 de diciembre del año 1591, en el día y en la hora anunciada por él mismo, tras haber recibido los sacramentos de la Iglesia, y abrazado a la imagen del Salvador crucificado, que siempre había tenido en su corazón y su boca, pronunció las palabras: En tus manos encomiendo mi espíritu, y se durmió en el Señor. Cuando murió, su alma fue recibida en una gloriosa nube de fuego, mientras su cuerpo exhalaba un suave perfume; permanece incorrupto, y es celebrado con gran honor, en Segovia. Famoso por muchos milagros tanto antes como después de su muerte, Benedicto XIII le inscribió entre los Santos, y Pío XI le proclamó Doctor de toda la Iglesia.

25 DE NOVIEMBRE: SANTA CATALINA VIRGEN Y MARTIR.

La ilustre virgen Catalina nació en Alejandría. Añadió desde su juventud el estudio de las artes liberales a los ardores de la fe, alcanzando en poco tiempo la más alta perfección de doctrina y de santidad; tanto, que a los 18 años aventajaba en ciencia a los hombres más sabios. Viendo arrastrar al suplicio, por orden de Maximino, a muchos cristianos que ya habían sido atormentados por causa de su fe, no temió el presentarse ante el tirano, echándole en cara su impía crueldad y demostrándole con razones sabias la necesidad de la fe en Jesucristo para la salvación.

Maximino, admirado ante la ciencia de Catalina, mandó retenerla; y reuniendo de todas partes a los sabios más ilustres, les prometió espléndidas recompensas si lograban convencerla de la falsedad de la fe de Cristo y conducirla al culto de los ídolos. Pero sucedió lo contrario: varios de los filósofos, inflamados por la fuerza y la sutileza de los argumentos de Catalina, sintieron tan gran amor a Jesucristo, que no habrían vacilado en morir por su causa. Maximino, entonces, se propuso quebrantar las convicciones de Catalina con halagos y promesas. Pero viendo la inutilidad de su intento, mandó azotarla con varas y látigos con bolitas de plomo, encerrándola luego en la cárcel durante once días, sin alimento ni bebida.

Pero la esposa de Maximino y Porfirio, general de sus ejércitos, fueron a la prisión para ver a la joven virgen. Persuadidos por sus discursos, creyeron en Jesucristo, recibiendo luego la corona del martirio. Mientras, Catalina fue sacada de la cárcel, donde había preparada una rueda con agudas cuchillas para despedazar el cuerpo de la virgen, y que, a sus oraciones, se hizo añicos; fueron muchas las personas que en vista de este milagro abrazaron la fe. Pero Maximino, obstinado cada vez más en su impiedad y crueldad, mandó decapitar a Catalina, quien presentó su cerviz al hacha del verdugo, y voló al cielo con el doble galardón de la virginidad y del martirio, el 25 de noviembre. Su cuerpo fue transportado por los ángeles al monte Sinaí, en Arabia.

Del Breviario Romano

Santos de la semana del 14 al 20 de noviembre

DIA 14 DE NOVIEMBRE: SAN JOSAFAT.

Josafat Koncewicz nació de nobles y católicos padres en Vadimir, Volinia. Siendo muy niño, y estando escuchando ante una imagen de Jesús crucificado una explicación de su madre sobre la Pasión de Jesucristo, un dardo salido del lado del Salvador vino a herirle en el corazón. Abrasado en el amor de Dios, se consagró con fervor a la oración y a otros ejercicios de piedad, siendo un modelo para los mayores que él. Ingresó en el claustro a los 20 años, abrazó la vida monástica entre los religiosos de la Orden de S. Basilio, y progresó mucho en la perfección evangélica. Andaba descalzo a pesar del invierno en aquellas comarcas; no probaba nunca la carne y sólo por obediencia bebía vino; castigó su cuerpo hasta el fin de su vida, con un aspérrimo cilicio. Mantuvo intacta la flor de la virginidad, habiéndose obligado con voto ofrecido en su adolescencia a la Virgen Madre de Dios. No tardando en extenderse la fama de su ciencia y virtud encargósele, siendo muy joven, la dirección del monasterio de Bythen; poco después llegó a ser Archimandrita de Vilna y luego, a pesar suyo, pero a instancias de los católicos, fue arzobispo de Folotsk.

Con esta dignidad, Josafat no cambió el modo de vida que antes llevaba y tomó a pecho sólo favorecer el culto divino y la salvación del rebaño a él confiado. Defensor de la verdad de la unidad católica, procuró el retorno de los cismáticos y herejes a la comunión con la cátedra de San Pedro. Respecto al Papa y a la plenitud de su autoridad, siempre tomó su defensa contra las calumnias y los errores de los impíos, ya en discursos, o en escritos llenos de piedad y doctrina. Reivindicó la jurisdicción episcopal y los bienes de la Iglesia que los laicos habían usurpado. Un gran número de herejes fueron atraídos por él al seno maternal de la Iglesia, y respecto a la unión de la Iglesia griega con la latina, las declaraciones de los Papas atestiguan que Josafat fue uno de sus principales promotores. Para este fin, como para el esplendor debido a los edificios sagrados, y para edificar casas para las vírgenes consagradas a Dios, y para sostener otras obras pías, dio las rentas de su mesa episcopal. Su liberalidad para con los indigentes fue tanta, que, cierto día, no encontrando nada para aliviar la miseria de una pobre viuda, empeñó su manto episcopal.

El incremento que se siguió de la fe católica excitó el odio de hombres corrompidos, que conspiraron para asesinar a este atleta de Cristo. En un sermón predijo a su pueblo lo que estaba a punto de suceder. Mientras se dirigía a Vitebsk en una visita pastoral, estos enemigos irrumpieron en el palacio episcopal, hiriendo y asesinando a los que encontraron. Josafat, con admirable dulzura se presentó ante los que le buscaban, y en tono amical les dijo: Amados hijos, ¿por qué maltratáis a mis servidores? Si me buscáis a mí, aquí me tenéis. Los asesinos se precipitaron sobre él, le abrumaron a golpes y le atravesaron con sus armas; tras darle muerte de un hachazo arrojaron su cadáver al río. Sucedió esto el doce de noviembre del año 1623, teniendo Josafat 43 años. Su cuerpo, que despedía un fulgor maravilloso, fue sacado del fondo del río. Los asesinos del Mártir fueron los primeros en sentir los efectos saludables de su sangriento martirio, pues, condenados a muerte, abjuraron el cisma, y reconocieron la enormidad de su crimen. Y como el santo obispo se hiciera célebre por numerosos milagros, el Papa Urbano VIII le beatificó. Pío IX, tres días antes de las calendas de julio del año 1867, con ocasión de las fiestas solemnes de los centenarios de los Príncipes de los Apóstoles, en presencia del colegio de cardenales, y de unos 500 más patriarcas, metropolitanos y obispos de todos los ritos de todas partes del mundo, reunido en la basílica del Vaticano con todos ellos, canonizó al primer cristiano oriental para mantener la unidad de la Iglesia. El Sumo Pontífice, León XIII, extendió su Misa y Oficio a toda la Iglesia.

15 DE NOVIEMBRE: SAN ALBERTO

Alberto, al cual su gran ciencia valió el sobrenombre de Grande, nació en Lavingen, sobre el Danubio, en Suabia. Desde su infancia recibió una educación esmerada. Después se expatrió por razón de estudios, a Padua, donde por consejo del beato Jordán pidió la admisión en la familia dominicana a pesar de la oposición de su tío. Allí se consagró totalmente a Dios y se distinguió por su fidelidad a la Regla, por su piedad y por el ardor de una devoción filial y tierna a la Virgen María. Dispuso su vida anteponiendo la oración al estudio; y se hizo idóneo para predicar la palabra divina y procurar la salvación de las almas, tal como lo exigía la profesión apostólica que había abrazado. Al poco tiempo fue enviado a Colonia para completar sus estudios, e hizo tales progresos que superó a todos por su diligencia en la investigación y en el fomento de casi todas las ciencias, y tan bien penetró la ciencia de salvación bebida en la fuente de las divinas Escrituras, que, según Alejandro IV, poseía en su alma toda su vigorosa plenitud.

Para que pudiese hacer participes a los demás de los tesoros de las ciencias, fue nombrado profesor de Hildesheim y después de Friburgo, Ratisbona y Estrasburgo. Fue objeto de la admiración como maestro de teología en la universidad de París. Demostró la concordia entre la fe y la filosofía antigua al ordenar a esta última a los rectos dictámenes de la razón. Escribió exposiciones y numerosos escritos, que versan sobre casi todas las ciencias, y prueban los progresos que su espíritu ardiente y su aplicación infatigable imprimieron a todas ellas, y sobre todo a las ciencias sagradas. Volvió otra vez a Colonia para dirigir la escuela superior de su Orden y lo hizo con tanto éxito, que su autoridad y su reputación científica fue cada día en aumento en todas las escuelas. Amó especialmente a su discípulo Tomás de Aquino, del cual fue el primero en notar y anunciar la profundidad intelectual. La pía devoción al Santísimo Sacramento del Altar le inspiró bellísimos escritos, y por sus enseñanzas acerca de la mística facilitó a las almas sus caminos con tanta eficacia, que el celo fructuoso de este gran maestro difundió la piedad en toda la Iglesia.

Mientras desempeñaba funciones tan numerosas y importantes, daba también ejemplos magníficos de perfección religiosa, y por ello sus hermanos lo eligieron Prior de la provincia teutónica. Llamado a Anagni, confundió ante el papa Alejandro IV a Guillermo, cuya impía audacia atacaba las órdenes mendicantes. El mismo papa lo creó poco después obispo de Ratisbona, y Alberto se consagró enteramente a su rebaño procurando, a la vez, con gran cuidado no modificar en un ápice la simplicidad de su tenor de vida ni su amor a la pobreza. Renunció después a su cargo, pero con la disposición de continuar con la misma solicitud los trabajos propios del oficio episcopal, y así ejercitó los ministerios espirituales en la Germania y países limítrofes. Daba justos y saludables consejos con gran solicitud a los que se los pedían y procuró con tanto empeño dirimir las querellas, que no sólo la ciudad de Colonia reconoció en él un mediador pacífico, sino que hasta los prelados y los príncipes le llamaron de muy lejos para que fuera árbitro en sus diferencias. Alberto recibió de San Luis, rey de Francia, reliquias de la Pasión de Cristo, hacia la cual tenía una particular devoción. En el segundo concilio de Lyon hubo de solucionar asuntos de gran importancia. Obligado, en fin, por la edad a renunciar a la enseñanza, se entregó a la vida contemplativa y entró en el gozo del Señor en el año 1280. Muchas diócesis y la Orden de Predicadores, con la autorización de los Soberanos Pontífices, le habían tributado desde mucho tiempo honores sagrados, cuando el papa Pío XI confirmando el voto de la Sagrada Congregación de Ritos, extendió a la Iglesia universal la fiesta de San Alberto Magno, después de haberle concedido el título de Doctor.

16 DE NOVIEMBRE: SANTA GERTRUDIS.

Nació de padres nobles en Eisleben (Sajonia). Gertrudis, desde la edad de 5 años, consagró a Jesucristo su persona y su virginidad en el monasterio benedictino de Rodesdorf. Desde entonces se consideró extranjera a las cosas de este mundo, y se aplicó con celo a la práctica de la virtud, llevando una vida celestial. Al conocimiento de las letras unía la ciencia de las cosas divinas, cuya meditación la excitaba a la virtud y por la cual, en poco tiempo, adquirió la perfección cristiana. Gertrudis hablaba con frecuencia y con píos sentimientos de Cristo y de los misterios de su vida, no pensando sino en la gloria de Dios, al cual refería todos sus deseos y acciones. Aunque Dios le había favorecido con dones excelentes en el orden de la naturaleza y de la gracia, Gertrudis se tenía en tan poco que consideraba como uno de los principales milagros de la divina bondad el que Dios la soportara a pesar de ser ella una pecadora.

A los 30 años fue escogida para gobernar, primero el monasterio de Rodesdorf en el que había abrazado la vida religiosa, y después el de Heldelfs. Durante 40 años desempeñó su cargo con tanta prudencia y celo por la disciplina regular, que su monasterio pareció el asilo de la perfección religiosa. En aquellas dos comunidades, aunque madre y superiora de todas las religiosas, quería ser considerada como la última, humillándose como si lo fuera. Para entregarse a Dios con espíritu libre, mortificaba su cuerpo con ayunos, vigilias y muchas austeridades. Con igualdad de ánimo, no dejó de mostrar una inocencia de vida, una dulzura y una paciencia muy grandes. Trató con todas sus fuerzas de procurar la salud del prójimo, y recogió muchos frutos de su piadosa solicitud. La fuerza del amor a Dios la arrebataba en éxtasis, y le mereció ser elevada a un grado alto de contemplación y al gozo de la unión divina.

Queriendo Jesucristo mostrar el mérito de su amada esposa, declaró que el corazón de Gertrudis era para Él como una habitación llena de delicias. Gertrudis honraba con singular devoción a la gloriosa Virgen María, que el mismo Jesús le había dado por madre y protectora, recibiendo de ella gran número de mercedes. El adorable sacramento de la Eucaristía y la Pasión del Señor la penetraban de tal amor y reconocimiento, que al meditarlas derramaba abundantes lágrimas. Cada día aliviaba con sus oraciones y sufragios a las almas de los justos condenados a las llamas expiatorias. Gertrudis compuso numerosos escritos aptos para fomentar la piedad. También ha sido célebre por sus revelaciones y por sus profecías. En fin, reducida a un estado de languidez, más por su ardiente amor a Dios que por enfermedad, murió en el año 1292. Dios la glorificó con milagros tanto en vida como después de su muerte.

                                                                                              Del Breviario Romano.

Santos de la Semana del 7 al 13 de noviembre

10 DE NOVIEMBRE: SAN ANDRES AVELINO.

Andrés Avelino, llamado antes Lancelote, nació en un pueblo llamado Castronuovo, en Lucania. Desde niño dio indicios de su futura santidad. En su adolescencia hubo de ausentarse de la casa paterna para dedicarse al estudio de las letras, y en edad peligrosa de la vida, procuró no perder nunca de vista el temor de Dios: principio de toda sabiduría. Unió a su belleza física, un gran amor a la castidad, que le movió a librarse de las asechanzas de las mujeres impúdicas. Adscrito muy pronto a la milicia clerical, se dirigió a Nápoles para estudiar el derecho, obteniendo el título de doctor. Habiendo sido elevado al sacerdocio, ejerció la abogacía sólo en el fuero eclesiástico y en favor de algunos particulares, como preceptúan los sagrados cánones. Más como cierto día, al defender un pleito, profirió una mentira leve, y habiendo abierto la Sagrada Escritura, leyera las siguientes palabras: La boca mentirosa mata el alma, fue tanto el dolor que le causó su falta, que resolvió abandonar inmediatamente su profesión. Entonces se consagró al culto divino y a los sagrados ministerios, en los que mereció, por sus plecaros y eminentes ejemplos en todas las virtudes eclesiásticas, que el arzobispo de Nápoles le confiara la dirección de un convento de religiosas. Habiéndose atraído en este cargo el odio de algunos hombres perversos, pudo escapar ileso a un primer atentado contra su vida; pero poco después un asesino le causó tres heridas en el rostro, sin que esta injuria turbara la igualdad de su alma. El vivo deseo de llevar una vida más perfecta le hizo solicitar su admisión entre los Clérigos regulares; anhelo que fue atendido, obteniendo, además, que se le impusiera el nombre de Andrés, por su ardiente amor a la cruz.

Habiendo emprendido gozoso una vida más austera, se aplicó sobre todo al ejercicio de las virtudes, al cual se obligó con dos votos de difícil observancia: el de combatir siempre su propia voluntad y el de avanzar cada día más en el camino de la perfección. Fiel observador de la regla, Andrés tuvo gran cuidado de que los demás también la observaran cuando fue su superior. El tiempo que le dejaban libre el cargo de su instituto y la observancia de la regla, lo consagraba a la oración y a la salvación de las almas. Su prudencia y piedad resplandecieron en el ministerio de la confesión. Recorría, como ministro del Evangelio, los pueblos y aldeas cercanas a Nápoles, con gran provecho de las almas. El Señor se complació en glorificar, hasta con prodigios, esta caridad del santo hombre con el prójimo, pues volviendo un día a su casa en una noche, luego de oír la confesión de un enfermo, la lluvia y el viento huracanado apagaron la luz que facilitaba su marcha; pero no sólo él y sus compañeros no se mojaron nada, sino que su cuerpo proyectó un resplandor que guió a sus compañeros en medio de las más densas tinieblas. La práctica de la abstinencia, la paciencia, el desprecio y el odio de sí, le llevó a la perfección de estas virtudes. Soportó, sin turbación, el asesinato de su sobrino, y reprimió en los suyos los impulsos de venganza, yendo a implorar por los culpables la clemencia y favor de los jueces.

Propagó en diversos lugares la Orden de los Clérigos regulares, de los cuales fundó conventos en Plasencia y en Milán. Dos cardenales, San Carlos Borromeo y Pablo de Arezo, Clérigo regular, le profesaban gran afecto, y recurrieron a sus servicios en el ejercicio de su cargo pastoral. Andrés amaba y honraba con predilección a la Virgen, Madre de Dios, y mereció gozar de la conversación con los ángeles, cuyos cánticos manifestó haber oído mientras él mismo celebraba las divinas alabanzas. Tras haber dado ejemplos heroicos de virtudes y de adquirir gran celebridad por el don de profecía, por el que veía sucesos lejanos o futuros, y por la penetración de los corazones, lleno de años y agotado por los trabajos, sufrió un ataque de apoplejía en el momento en que, tras repetir el verso: “Me acercaré al altar de mi Dios”, iba a subir al altar para celebrar, y habiéndole administrado en seguida los sacramentos, Andrés expiró con gran dulzura entre los suyos. Acude a venerar su cuerpo, aun en nuestros días, en la iglesia de San Pablo, en Nápoles, un concurso de pueblo tan grande como en el día de su inhumación. Y por el fulgor de los milagros que obró en vida y después de su muerte, el soberano pontífice Clemente XI le inscribió en el catálogo de los santos con las solemnidades acostumbradas.

DIA 11 DE NOVIEMBRE: SAN MARTIN OBISPO DE TOURS.

Martín natural de Sabaría, Pannonia, huyó a la iglesia, contra la voluntad de sus padres, a la edad de 10 años, para inscribirse como catecúmeno. Habiendo ingresado a los 15 años en la milicia romana, sirvió en ella bajo Constantino y después bajo Juliano. En una ocasión en que no poseía sino sus armas y la ropa que le cubría, un pobre le pidió, cerca de Amiens, limosna en nombre de Cristo, y Martín le dio una parte de su clámide. En la noche siguiente, apareciósele Jesucristo, revestido con esta media capa, diciendo: Martín, simple catecúmeno me ha abrigado con este vestido.

A los 18 años recibió el bautismo. Por lo cual, abandonando la vida militar, pasó al lado de Hilario, Obispo de Poitiers, quien lo recibió en el número de los acólitos. Siendo más adelante Obispo de Tours, edificó un monasterio, en donde vivió algún tiempo muy santamente en compañía de ochenta monjes. Cayó muy enfermo de calenturas, en Candes, pueblo de su diócesis, y no cesaba de rogar a Dios que le librara de la prisión de este cuerpo mortal. Al oírle sus discípulos le dijeron: Padre, ¿por qué nos abandonas? ¿A quién dejarás al cuidado de tus pobres hijos? Y conmovido Martín, rogaba a Dios en esta forma: Oh Señor, si todavía soy necesario a tu pueblo, no rehúso el trabajo.

Viendo sus discípulos que a pesar de la fiebre, continuaba acostado en posición supina y sin cesar en sus oraciones, rogáronle que cambiara de posición y que descansara inclinándose un poco hasta que disminuyera el mal. Pero Martín les dijo: Dejadme mirar al cielo más bien que a la tierra, para que mi alma, a punto de volar al Señor, se dirija hacia el camino que debe seguir. Próximo a morir, vio al enemigo del género humano, y le dijo: ¿Qué haces aquí, bestia cruel? Nada encontrarás en mí que te pertenezca. Y con estas palabras, entregó su alma a Dios, a la edad de 81 años. El coro de ángeles le recibió en el cielo; varios, entre ellos, San Severino, Obispo de Colonia, oyeron cantar las divinas alabanzas.

11 DE NOVIEMBRE: SAN MENAS MARTIR

En la persecución de Diocleciano y Maximiano, emperadores, Menas, soldado cristiano, natural de Egipto, se había retirado al desierto para hacer penitencia. En el día del natalicio de los emperadores, que el pueblo celebraba con espectáculos, entró en el teatro y se pronunció contra las supersticiones paganas. Por ello fue preso y conducido a Cotyea, metrópoli de la Frigia, gobernada por Pirro. Tras haber sido azotado con unas correas, le atormentaron en el caballete, le quemaron con ascuas los costados, frotaron sus llagas con un cilicio, le arrastraron ligado de pies y manos sobre un zarzo erizado de puntas de hierro, le hirieron pegándole con azotes de plomo, y por fin, le acabaron con la espada y le arrojaron al fuego. Retirado de allí su cuerpo, e inhumado por los cristianos, fue trasladado a Constantinopla.

12 DE NOVIEMBRE: SAN MARTIN PAPA.

Martín, natural de Todi, Umbría, se esforzó desde el principio de su pontificado, mediante sus cartas y los legados que envió, en conducir de los errores de la herejía a la verdad de la fe católica a Paulo, Patriarca de Constantinopla. Apoyado éste por el emperador hereje Constante, había llegado en su locura al extremo de desterrar a diversas islas a los legados de la Santa Sede. El Papa, indignado ante este crimen, le condenó en un concilio que se celebró en Roma con asistencia de ciento cinco Obispos.

Por esta causa, envió Constante a Italia al exarca Olimpio con la orden de hacer matar al Papa Martín o de conducirlo a su presencia. Habiendo Olimpio llegado a Roma, mandó a un lictor dar muerte al Papa mientras celebrara la misa en la basílica de Santa María la Mayor; ocurrió empero, que al proponerse este satélite ejecutar la orden, quedó de repente ciego.

Desde entonces cayeron varias desgracias sobre el emperador Constante; pero éste no se enmendó y envió a Teodoro Calíope a Roma con orden de apoderarse del Papa, el cual fue preso valiéndose de un engaño, conducido a Constantinopla y desterrado desde allí al Quersoneso, donde abrumado por los males que había padecido por la fe católica, y habiéndose distinguido por varios milagros, murió el 12 de noviembre. Más tarde, su cuerpo fue trasladado a Roma y depositado en la iglesia consagrada a Dios bajo la advocación de San Silvestre y San Martín. Gobernó la Iglesia 6 años, 1 mes y 26 días. En dos ordenaciones efectuadas en el mes de diciembre, ordenó a 11 presbíteros y a 5 diáconos, y consagró a 33 obispos de diversos lugares.

Del Breviario Romano.

Misa del XIX Domingo después de Pentecostés

TEXTOS DE LA MISA

INTROITO Salmo 36, 39-40, 28. 77,1.

YO SOY LA SALVACIÓN del pueblo, dice el Señor; Yo les oiré cuando clamen a mí en sus tribulaciones; y seré su Dios eternamente. V/.  Pueblo mío, guarda mi ley; inclinad vuestra oído a las palabras de mi boca. V/. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

DIOS omnipotente y misericordioso, aparta benignamente de nosotros todo lo que sea nocivo; para que, estando libres en el alma y en el cuerpo, cumplamos fácilmente tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

EPÍSTOLA Efesios 4, 23-28

Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios

Hermanos: renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. Por lo tanto, dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros. Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que el sol no se ponga sobre vuestra ira. No deis ocasión al diablo. El ladrón, que no robe más; sino que se fatigue trabajando honradamente con sus propias manos para poder repartir con el que lo necesita. 

GRADUAL Salmo 140, 2

SUBA mi oración, Señor, como incienso, en tu presencia. V/. El alzar de mis manos, como ofrenda de la tarde. 

ALELUYA Salmo 104, 1

ALELUYA, ALELUYA. V/. Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Aleluya. 

EVANGELIO Mateo 22, 1-14

Continuación del Santo Evangelio según San Mateo.

En aquel tiempo: Volvió a hablarles Jesús en parábolas, a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

Se dice Credo.

OFERTORIO Salmo 137, 7

SI ME HALLASE, Señor, en medio de muchas tribulaciones, tú me darás vida; y extenderás tu mano sobre mis enemigos y tu poder me salvará. 

SECRETA

HAZ, SEÑOR, que estos dones que te hemos ofrecido ante la mirada de tu presencia, nos alcancen la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios. 

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

EN VERDAD es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz: 

COMUNIÓN Salmo 118, 4-5

TÚ ORDENAS, Señor, que guardemos cuidadosamente tus mandatos. ¡Ojalá enderece yo mis caminos guardando tus  preceptos! 

POSCOMUNIÓN

TU ACCIÓN medicinal, Señor, nos libre benignamente de nuestras maldades y haga que siempre estemos adheridos a tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

MISA EN LATIN

TEXTOS DE LA MISA

INTROITO Salmo 36, 39-40, 28. 77,1.

SALUS PÓPULI ego sum, dicit Dóminus: de quacúmque tribulatióne clamáverint ad me, exáudiam eos: et ero illórum Dóminus in perpétuum. V/. Atténdite, pópule meus, legem meam: inclináte aurem vestram in verba oris mei. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén 

COLECTA

OMNÍPOTENS et miséricors Deus, univérsa nobis adversántia propitiátus exclúde: ut mente et córpore páriter expedíti, quæ tua sunt, líberis méntibus exsequámur. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen. 

EPÍSTOLA Efesios 4, 23-28

LÉCTIO EPÍSTOLÆ BEÁTI PAULI APÓSTOLI AD EPHESIOS.

Fratres: Renovámini spíritu mentis vestræ, et indúite novum hóminem, qui secúndum Deum creátus est in justítia et sanctitáte veritátis. Propter quod deponéntes mendácium, loquímini veritátem unusquísque cum proximo suo: quóniam sumus ínvicem membra. Irascímini et nolíte peccáre: sol non óccidat super iracúndiam vestram. Nolíte locum dare diábolo: qui furabátur, iam non furétur; magis autem labóret, operándo mánibus suis, quod bonum est, ut hábeat unde tríbuat necessitátem patiénti.

GRADUAL Salmo 140, 2

DIRIGÁTUR orátio mea, sicut incénsum in conspéctu tuo, Dómine. V/. Elevátio mánuum meárum sacrifícium vespertínum. 

ALELUYA Salmo 104, 1

ALLELÚIA, ALLELÚIA. V/. Confitémini Dómino, et invocáte nomen ejus: annuntiát inter gentes ópera ejus. Allelúia. 

EVANGELIO Mateo 22, 1-14

SEQUÉNTIA SANCTI EVANGÉLII SECÚNDUM MATTHǼUM.

In illo témpore: Loquebátur Jesus princípibus sacerdótum et pharisǽis in parábolis, dicens: «Simile factum est regnum cælórum hómini regi qui fecit núptias filio suo. Et misit servos suos vocáre invitátos ad núptias et nolébant veníre. Iterum misit álios servos dicens: ‘Dicite invitátis: Ecce prándium meum parávi, tauri mei et altília occisa sunt, et ómnia paráta: veníte ad núptias.’ Illi autem negléxerunt: et abiérunt álius in villam suam, álius vero ad negotiatiónem suam: réliqui vero tenuérunt servos eius et contuméliia afféctos occidérunt. Rex autem cum audísset, irátus est et missis exercítibus suis pérdidit homicídas illos, et civitátem illórum succéndit. Tunc ait servis suis: Núptiæ quidem parátæ sunt, sed qui invitáti erant non fuerunt digni. Ite ergo ad éxitus viárum et quoscúmque invenéritis vocáte ad núptias.’ Et egréssi servi eius in vias, congregavérunt omnes, quos invenérunt, malos et bonos: et implétæ sunt núptiæ discumbéntium. Intrávit autem rex, ut vidéret discumbéntes, et vidit ibi hóminem non vestítum veste nuptiáli. Et ait illi: ‘Amíce, quómodo huc intrásti non habens vestem nuptiálem?’ At ille obmútuit. Tunc dixit rex minístris: «Ligátis mánibus et pedibus eius, et míttite eum in ténebras exterióres: ibi erit fletus et stridor déntium. Multi enim sunt vocáti, pauci vero elécti.'».

Se dice Credo.

OFERTORIO Salmo 137, 7

SI AMBULÁVERO in médio tribulatiónis, vivificábis me, Dómine: et super iram inimicórum meórum exténdes manum tuam, et salvum me fáciet déxtera tua. 

SECRETA

HÆC MÚNERA, quǽsumus, Dómine, quæ óculis tuæ majestátis offérimus, salutária nobis esse concéde. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus.

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

VERE DIGNUM et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes: 

COMUNIÓN Salmo 118, 4-5

TU MANDÁSTI mandáta tua custodíri nimis: útinam dirigántur viæ meæ, ad custodiéndas justificatiónes tuas. 

POSCOMUNIÓN

TUA NOS, Dómine, medicinális operátio, et a nostris perversitátibus cleménter expédiat, et tuis semper fáciat inhærére mandátis. Per Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.