Santos de la semana del 26 de septiembre al 2 de octubre

27 DE SEPTIEMBRE: SANTOS COSME Y DAMIAN

Los hermanos Cosme y Damián, originarios de Egea, Arabia, eran médicos distinguidos durante los reinados de Diocleciano y Maximiano. Tanto como por su ciencia médica, curaban con la virtud de Cristo aun aquellas enfermedades incurables. Enterado el prefecto Lisias de su religión, mandó traerlos a su presencia, y les interrogó sobre su género de vida y su profesión de fe; y al declarar ellos que eran cristianos, y que la fe cristiana es necesaria para salvarse, mandó que sacrificaran a los dioses, amenazándolos con tormento y a una cruel muerte si se negaban a hacerlo.

Cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos, dijo: Atadles de pies y manos, y aplicadles los más terribles suplicios. Cumplidas estas órdenes, Cosme y Damián persistieron en sus negativas. Entonces los arrojaron con los pies atados al mar, que los devolvió sanos y y libres de sus ataduras, prodigio que el prefecto atribuyó a sus artes mágicas, por lo cual mandó encarcelarlos. Al día siguiente los sacó de la prisión y los echó a una pira ardiente, cuyas llamas se desviaron de ellos. Tras de haberles hecho atormentar cruelmente con otros suplicios, mandó que murieran a hachazos. Así, confesando a Jesucristo, obtuvieron ambos la palma del martirio.

28 DE SEPTIEMBRE: SAN WENCESLAO

Gobernó éste su reino mostrando en el desempeño de la autoridad más bondad que rigor. Era tal su caridad para con los huérfanos, viudas e indigentes, que en ocasiones llevaba, sobre sus hombros, la leña a los menesterosos; asistía a sus entierros, libraba a los cautivos, visitaba a los presos, aun en noches tempestuosas, y les socorría con sus limosnas y consejos; sentía amargura cuando se veía obligado a firmar una sentencia de muerte, aun para un culpable. Veneraba a los sacerdotes, y él mismo sembraba el trigo y exprimía las uvas para la materia de la Misa. Visitaba de noche las iglesias, descalzo sobre la nieve, y dejando después marcadas las huellas sangrientas de sus plantas.

Los ángeles custodiaban su cuerpo; pues, un día en que iba a luchar contra Radislao, duque de Gurima, por exigirlo así la salvación de los suyos, se vieron a unos ángeles que le daban armas y decían al adversario: “No le hieras”. Aterrorizado su enemigo, se echó a sus pies demandando gracia. En otra ocasión, de viaje en Alemania, vio el emperador, al acercarse Wenceslao, a dos ángeles que le imponían una cruz de oro. Levantándose, pues, del trono, le abrazó, le revistió con las insignias reales y le donó el brazo de San Vito. Pero el impío Boleslao, instigado por su madre, luego de haberle convidado a su mesa, fue con sus cómplices al templo donde oraba el santo, conocedor de la muerte que le preparaban. Su sangre salpicó las paredes; aún se distinguen vestigios de ella. Pero Dios vengó la muerte del santo, ya que la tierra tragó a la desnaturalizada madre y los asesinos perecieron miserablemente de diversas maneras.

DIA 30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERONIMO.

Jerónimo, hijo de Eusebio, nació en Stridón (Dalmacia) en tiempo del emperador Constancio, y fue bautizado de adolescente en Roma, e instruido en las ciencias liberales en la escuela de Donato y de otros sabios. Por el deseo de conocimientos recorrió las Galias, teniendo relación con algunos varones versados en las Sagradas Escrituras, y transcribió varios de sus libros. Luego fue a Grecia donde, estando ya instruido en filosofía y retórica, se perfeccionó más con la amistad de ilustres teólogos. Fue discípulo predilecto de Gregorio Nazianceno, en Constantinopla, al cual debe, según propia confesión, su ciencia escriturística. Visitó luego, por devoción, los lugares de la infancia de nuestro Señor Jesucristo, y toda la Palestina. Este viaje le puso en relación con hebreos eruditos, sirviéndole de mucho, según él declara, para penetrar en el sentido de la sagrada Escritura.

Se retiró después a un desierto de Siria, dedicándose cuatro años al estudio de los libros sagrados y a meditar sobre la felicidad del cielo, mortificándose con abstinencias y maceraciones corporales y derramando lágrimas. Ordenado sacerdote por Paulino, Obispo de Antioquía, pasó a Roma, para tratar con el Papa Dámaso de las diferencias habidas entre algunos obispos de Paulino y Epifanio, y fue secretario del Papa en su correspondencia. Deseoso de volver a la soledad, regresó a Palestina, donde en el monasterio fundado en Belén, donde nació nuestro Señor Jesucristo, por Paula, noble matrona romana, adoptó un género de vida celestial. A pesar de las varias enfermedades y dolencias que le afligían, se sobreponía, entregándose a devotas ocupaciones y a la lectura y a la composición de sus escritos.

Acudían a él de todos los lugares, para la explicación de las cuestiones relativas a las sagradas Escrituras. Le consultaban con frecuencia sobre los pasajes más difíciles de los Libros sagrados el Papa Dámaso y San Agustín, fiados en su erudición, y en su dominio del latín, del griego, del hebreo y del caldeo, y en el conocimiento que tenía por sus lecturas, según atestigua San Agustín, de las obras de casi todos los escritores. Combatió a los herejes con escritos enérgicos, y se atrajo siempre el favor de los fervientes ortodoxos. Tradujo el Antiguo Testamento del hebreo al latín; corrigió, por orden de Dámaso, el Nuevo Testamento conforme a los manuscritos griegos, y comentó parte del mismo. Vertió al latín los escritos de multitud de sabios, e ilustró las ciencias cristianas con otras obras suyas. Llegado a una edad muy avanzada, siendo ilustre por su santidad y sabiduría, voló al cielo, en tiempo de Honorio. Sepultado primero en Belén, fue después trasladado a Roma, a la basílica de Santa María la Mayor.

                                                                           Del Breviario Romano

Algunos Santos de la semana del 19 al 25 de septiembre

21 DE SEPTIEMBRE: SAN MATEO

Mateo, llamado también Leví, Apóstol y Evangelista, fue llamado por el Señor mientras estaba sentado en su oficina de Cafarnaúm, y le siguió al instante. Le obsequió con un convite, yendo también los demás discípulos. Después de la resurrección de Cristo, y antes de salir de Judea para ir a predicar en la región asignada, escribió en Judea el Evangelio de Jesucristo, en hebreo, para los judíos convertidos, siendo el primero entre los evangelistas. Luego fue a Etiopía, y anunció el Evangelio.

Hay que mencionar en primer lugar la resurrección de la hija del rey, por lo cual se convirtieron a la fe cristiana el rey, su esposa y toda la provincia. A la muerte del rey, su sucesor Hirtaco quería desposarse con la princesa Ifigenia, de sangre real; pero como ésta había hecho voto de virginidad, por consejo de Mateo, y perseveró en su propósito, mandó matar al Apóstol al pie del altar donde estaba celebrando los santos misterios. La gloria del martirio coronó su carrera apostólica el día undécimo de las calendas de octubre. Su cuerpo se trasladó a Salerno, y siendo Papa Gregorio VII, a la iglesia dedicada a su nombre, donde es objeto de la devota veneración.

22  DE SEPTIEMBRE: SANTO TOMAS DE VILLANUEVA

Nació Tomás en el pueblo de Fuentellana, diócesis de Toledo, en España, en 1448, de una familia distinguida. Desde la infancia se destacó por la compasión y misericordia hacia los pobres; ya en su niñez dio repetidas pruebas, entre las que cabe mencionarse el hecho de despojarse más de una vez de sus vestidos para cubrir a los desnudos. De joven fue enviado al colegio mayor de San Ildefonso, en Alcalá, para el estudio de las letras. Con motivo de la muerte de su padre, volvió a casa, y dedicó toda su herencia al sostenimiento de las doncellas indigentes. Volvió luego a Alcalá, donde, terminados sus estudios de teología, en los que sobresalió, obligado ocupó una cátedra de la Universidad, en la que explicó con gran éxito cuestiones filosóficas y teológicas. Pedía a Dios, a la vez, que le instruyera en la ciencia de los santos y le inspirara una regla para dirigir su vida y costumbres. Por vocación divina, abrazó el Instituto de los Ermitaños de S. Agustín.

Hecha su profesión religiosa, se señaló por las virtudes y cualidades propias, por su humildad, paciencia, continencia y por su ardiente caridad. Entre las múltiples ocupaciones, mantuvo siempre su espíritu dedicado a la oración y a la contemplación de las cosas divinas. Obligado a aceptar la carga de la predicación, impuesta en vista de su santidad y sabiduría, logró apartar, con la gracia de Dios, a muchos pecadores del vicio conduciéndolos al camino de la salvación. Siendo superior de sus hermanos, supo juntar la prudencia, la justicia y la mansedumbre, con la solicitud y la severidad, restableciendo la antigua disciplina en multitud de casos.

Designado para el arzobispado de Granada, cargo que rechazó con porfía y mucha humildad, se vio obligado por orden de sus superiores a aceptar, un poco después, el de Valencia, rigiéndolo cerca de 11 años, cumpliendo los deberes de vigilante pastor, sin cambiar nada de su género de vida, y prodigando a los pobres las cuantiosas rentas de la Iglesia, no guardando para sí ni siquiera el lecho; ya que, en efecto, el que ocupaba en el momento de llamarle Jesucristo al cielo, se lo había prestado un indigente, a quien lo había dado poco antes de limosna. Durmiose en el Señor el día sexto de los idus de septiembre, a los 78 años. Quiso Dios poner de manifiesto la santidad de su siervo con milagros durante su vida y después de su muerte. Así, un granero cuyo trigo había sido distribuido entre los pobres, se llenó de súbito y un niño muerto recobró la vida junto al sepulcro del santo. En vista de estos milagros y otros muchos con que fue glorificado, el sumo Pontífice Alejandro VII lo inscribió en el número de los Santos.

23 DE SEPTIEMBRE: SAN LINO.

El Papa Lino, natural de Volterra, Toscana, fue el primero que después de San Pedro gobernó la Iglesia. Eran tan grandes su fe y santidad, que arrojaba los demonios e incluso resucitaba a los muertos. Relató por escrito los hechos de S. Pedro y lo que hizo contra Simón Mago. Decretó que ninguna mujer entrara en la iglesia sino con la cabeza velada. Por su constancia en la fe cristiana, fue decapitado por orden del cónsul Saturnino, monstruo de impiedad e ingratitud, a cuya hija había el santo librado de la obsesión diabólica. Fue sepultado en el Vaticano, cerca de la tumba de S. Pedro, el día nono de las calendas de octubre. Gobernó 11 años, 2 meses y 23 días, y en dos veces en el mes de diciembre había consagrado quince obispos y ordenado 18 presbíteros.

                                      Del Breviario Romano

Fin del hombre

El hombre tiene doble fin.—

Un fin es inmediato y de esta vida, pero pasajero. Y el otro fin es mediato de la otra vida, y es eterno. Tiene un fin en este mundo y otro fin en el otro. Porque, como veremos, el hombre es inmortal en cuanto al alma. Por eso dice el Catecismo que fue criado para servir a Dios en esta vida y después gozarle en la eterna. Luego tiene dos fines distintos aquí y allí. Sin embargo este fin es en lo principal uno mismo; porque siempre el hombre es para servir a Dios. Para eso son, es cierto, todas las criaturas, pero singularmente el hombre por ser racional. Es, como dicen los teólogos, propiedad esencialísima de toda criatura el ser sierva. Esencialmente, el hombre es siervo de Dios. Y por eso la Virgen decia de si misma: ecce ancilla Domini, “he aquí la sierva del Señor” (Le. 1, 38). Pero la manera de servir y de estar aquí, en esta vida, es diferente de la otra vida. Y también el fin inmediato es diferente del ultimo.

Fin del hombre en esta vida.—

En esta vida el hombre tiene por fin servir a Dios, sin gozar aun de Dios. Es, a saber: conocer, alabar, glorificar y servir a Dios. Conocer la voluntad de Dios y hacerla y, como dice muy bien San Ignacio en su libro de los Ejercicios, alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor. Todas las cosas las cría Dios para que le den gloria; esto es esencial y no puede ser de otro modo. Los seres irracionales le dan gloria manifestando en sus propiedades y esencias los atributos de Dios: su sabiduría, su bondad, su poder, etc., y dando a conocer estas cosas en su modo de ser. Pero el hombre le glorifica mucho mejor, conociendo estas excelencias en las criaturas irracionales y deduciendo de ellas los atributos de Dios: sabiduría, poder, bondad, etc., etc. Gloria es, según San Agustín, “conocimiento claro de una cosa, con alabanza de ella”. De ahi que propiamente solo el hombre puede dar gloria a Dios, porque solo el puede conocerle y alabarle; las demás cosas solo le pueden dar a conocer y así excitar en los racionales el amor. Además, el hombre debe en este mundo y en el otro hacer lo que Dios quiere, pues, como hemos dicho, es siervo suyo y en ningún momento se puede librar de servirle. Y como para servirle tiene los Mandamientos, bien podemos decir que el hombre ha sido criado para guardar los mandamientos, que es lo mismo que servir a Dios y hacer su voluntad.

Objeción: El hombre ha nacido para vivir.—

Algunos dirán que el hombre ha nacido para vivir, para vivir lo mejor que pueda, para adelantar en la vida, para progresar en la vida, para hacer bien aquí a sus semejantes y a la sociedad. Todo eso es verdad, pero no es toda la verdad. Al decir que el hombre ha nacido para glorificar a Dios, para servir a Dios, para hacer la voluntad de Dios, para guardar sus Mandamientos, expresamos su ultimo fin. No queremos decir que no ha nacido para tener aquí buena vida y fomentar los intereses de la tierra y procurar su propia cultura y bien temporal propio y ajeno. Sino que, al contrario, en los Mandamientos y en la voluntad de Dios y en la gloria de Dios entra que el hombre haga bien todo lo de esta vida. Se glorifica a Dios y se cumple su voluntad, cumpliendo sus deberes y ejerciendo la vida natural bien. Pero decimos que el fin último en esta vida es hacer la voluntad de Dios, porque a este fin debe subordinarse todo cuanto hagamos y vivamos; de modo que vivamos y obremos y hagamos todo conforme al servicio de Dios; por donde lo que hagamos conforme a este servicio y Mandamientos de Dios, esta bien hecho; cuanto hagamos en contra de el esta mal hecho y es contrario a nuestro fin y perfección.

Además de nuestro fin próximo en esta vida hay otro ultimo después de ella.—

Pero esta vida es preparación para otra vida, para otro fin ultimo que tenemos después. Se ve claro que no esta aquí el fin del hombre, que no todo acaba con la muerte. Si todo acabase aquí con la muerte, la mayor parte o, mejor dicho, todos los hombres serian verdaderamente desgraciados. Se ve que no hemos sido hechos sólo para las cosas de este mundo, incapaces realmente de satisfacer a nuestro espíritu. Al contrario, cuando son demasiadas y las usamos sin moderación, de ordinario causan enfermedades, desgracias, hastíos, desengaños, hacen infeliz al hombre.

Muchos, además, no pueden tener bienes del mundo, porque son pobres y serian desgraciados si su única felicidad y su único fin consistiese en esto. No puede Dios haber sido tan duro y tan poco sabio. En fin, a tocios nos dejan estos bienes con la muerte, y el alma es inmortal. Dios nos ha puesto en este mundo para que con nuestra persona y con las cosas que nos ha dado para sostenimiento de nuestra persona y ejercicio de nuestra vida, hagamos lo que El aquí nos manda. Y nos promete, si nosotros nos disponemos con nuestra vida para la otra, la felicidad; y nos amenaza, si nosotros no queremos cumplir su voluntad, con el castigo.

Nuestro ultimo fin: la otra vida eterna.—

Dice el Catecismo que el hombre ha sido creado para gozar de Dios en la vida eterna, después de servirle en esta. Y así es. Esta vida es algo buena y mucho mala, como lo sabemos. Y, sin embargo, nosotros sentimos interiormente anhelo de felicidad, de felicidad completa, segura, inmensa, superior a todo lo que se goza en esta vida. Conocernos que somos hechos para algo mas de lo que aquí hay, lo cual siempre nos deja vacíos. Y eso que echamos de menos es la otra vida; Dios nos ha hecho para el cielo. Y a todos, si queremos, si no es por nuestra culpa, nos llevara al cielo. Porque su fin al criarnos fue hacernos dichosos, gozando de El en la otra vida eternamente. Sino que por su providencia dispuso que esta la lográsemos nosotros cumpliendo su voluntad y sirviéndole; y, si no, no.

Que es gozar de Dios en la otra vida.—

Aunque esto habrá que explicarlo otra vez en otros sitios, diremos algo. Gozar de Dios en la otra vida es esencialmente ver y amar a Dios de un modo singular que causa gozo cumplido en el alma humana, sin que ya desee mas, ni sienta vacío ni necesidad de mas; fuera de esto, el Señor dará a la persona humana en aquella nueva vida y estado final otros muchos goces, de tal modo, que nada falte a la perfección y bienestar humanos. Aquí ya se ve que falta mucho. Y no pudiera Dios haber hecho un ser que, sin culpa suya, no lograse al fin todo su complemento. Sin embargo, también en la otra vida el fin del hombre será, como en esta, servir y hacer la voluntad de Dios. La diferencia esta en que aquí esta voluntad de Dios es costosa muchas veces, nos priva de muchos gustos y siempre esta sin la verdadera felicidad; al paso que alli el hacer la voluntad de Dios será muy agradable, porque esta unido con la suma y completa felicidad del hombre. Esta felicidad y goce de Dios, si el Señor no nos hubiera levantado al estado de la gracia, sin merecerlo nosotros, por sola su bondad y gracia, hubiera consistido en un conocimiento muy claro de Dios, sin comparación mejor que en esta vida; y en un amor muy grande, correspondiente a este conocimiento junto todo con una seguridad y posesión del bien sin dolor, ni enfermedad, ni mal de ningún genero. Esto ya hubiera sido muy dichoso; una vida como la de ahora, pero perfecta en todo, sin ninguno de los males que tenemos, y con todos los bienes que podamos desear aquí naturalmente. Esta bienaventuranza creen muchos y graves doctores, y a mi me parece con razón, que tienen los niños que mueren sin el bautismo. Mas elevados primero al estado de gracia en Adán por la bondad de Dios, y luego, cuando este perdió la justicia original para si y para sus hijos, levantados de nuevo por los meritos de Jesucristo, tendremos no solo la bienaventuranza natural que he descrito, sino la gloria; es decir, la visión de Dios, no por conocimiento natural, sino por el conocimiento sobrenatural y como divino, muy superior al otro de que hemos hablado; en virtud del cual veremos a Dios como es en si, directamente, y como El se ve a si mismo, que es el mayor bien, gozo y felicidad que se puede dar al hombre, ni a ninguna criatura. Y conforme a este conocimiento será también el amor: sobrenatural, sumo, divino, como no puede darse mayor ni mas dichoso genero de amor. Esto sin contar los goces accidentales que a los sentidos y potencias Dios dará en la gloria. Esta felicidad y goce será no solo para las almas, sino también para los cuerpos, como se dirá al tratar de la resurrección.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

El Purgatorio

Qué es el purgatorio.—

Elpurgatorio es, según dice Astete, el lugar adonde van las almas de los que mueren en gracia de Dios, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificadas non terribles tormentos.

Dos modos de considerar el purgatorio.

El purgatorio puede considerarse o como un estado del alma que es purificada, o como un lugar y sitio destinado a estas purificaciones de las almas. El purgatorio, como estado, es una verdad de fe. Es decir, que es dogma de fe que hay un estado de las almas intermedio entre esta vida y el paraíso de la gloria. Siempre lo han creído así la Iglesia y sus Santos Padres. Tanto, que el mismo Calvino, que negaba la existencia del purgatorio, confesaba que, hasta venir los protestantes, todos los Padres y Doctores de la Iglesia por espacio de mil seiscientos años lo habían así creído. Aunque decía queestaban engañados. Estupenda presunción. La Iglesia ha creído siempre que, además de almas dichosas y condenadas, hay otras ni condenadas ni bienaventuradas; que estas sufrían y necesitaban de consuelo, auxilios, sufragios…; que la causa de estar así eran los pecados cometidos en esta vida; que tales almas irían por fin a la gloria mas o menos pronto, según la deuda y según nuestros sufragios. Esto es purgatorio.

Penas del purgatorio.

Semejante al infierno, se padecen allí dos clases de penas. Una de daño y otra de sentido.

Pena de daño.

Es carecer de la vista de Dios; no entrar en la gloria. No padecen esto eternamente como en el infierno; pero si temporalmente. Y es pena muy grande por el gran deseo que tienen de ver a Dios. Se puede comparar su estado al de un prisionero, al de un desterrado, al de un huérfano o desamparado. Y por lo que estos sufren se ve lo que sufrirán los del purgatorio en mucho mayor grado.

Pena de sentido.—

Además padecen alguna pena de sentido, es decir, algunas aflicciones positivas y semejantes a los dolores sensibles que aquí padecemos. No es fácil determinar de que clase son estas penas, ni siquiera si son de una o varias. Parece que las hay de varias clases, y aunque no es de fe, es persuasión de los Doctores en general que una de estas penas es de fuego, que, según algunos, no se diferencia en calidad del fuego del infierno.

Intensidad de las penas del purgatorio.

No se puede asegurar cuanta sea. Todos los Doctores están conformes en asegurar que en el purgatorio hay penas gravísimas, penas más graves que todas las de esta vida. Conocidas son las ponderaciones de los Santos Padres. “Este fuego—dice San Agustín—supera cuantas penas el hombre padece en esta vida y cuantas puede padecer”. “Pienso —escribía San Gregorio—que aquel fuego transitorio es mas intolerable que todas las tribulaciones de este mundo”. Y San Cesáreo Arelatense decía: “Dirá alguno: no me importa detenerme algo en el purgatorio, con tal que al fin salga para la vida eterna. Hermanos carísimos, no digáis eso; porque ese fuego del purgatorio será mas duro que cuantas penas se pueden ver, sentir o pensar”.

Estas y otras no menos temerosas sentencias de los Santos Padres dan idea del gravísimo estado de las ánimas del purgatorio, por lo menos de las que están sentenciadas a la pena del fuego, que, según la generalidad de los Doctores, es la pena principal del purgatorio.

¿Padecen todos en el purgatorio el fuego?

Creen muchos Doctores, y con bastante fundamento, que no todas las almas del purgatorio están sujetas precisamente a la pena del fuego; sino a otras de las varias que la justicia de Dios, con su sabiduría, puede decretar. Y disputan sobre la intensidad de estas penas. Muchos dicen que todas cuantas penas hay en el purgatorio son tan graves, que la menor de ellas es más dolorosa que la mayor que hay en el mundo. Otros, aunque conceden que las mayores del purgatorio son más graves que las más graves de este mundo, sin embargo, creen que hay otras muchas inferiores a los grandes dolores de esta vida.

Ciertamente, no entendemos nosotros Ja importancia del pecado venial, y por eso no podemos juzgar bien de los castigos que merece; pero tampoco se puede negar que hay almas que sirven a Dios con muchísimo esmero, apenas faltan en nada y se purifican con muchas obras de penitencia; las cuales, sin embargo, es posible que tengan algo de que purificarse antes de entrar allá donde no se sufre ninguna macula. Ahora bien; de estas almas se hace difícil pensar que Dios Nuestro Señor las atormente con penas mayores que las mayores de este mundo, sabiendo como sabemos que la misericordia divina se excede siempre en remunerar y se queda corta en el castigar.

Además, de no pocas revelaciones parece deducirse con fundamento, que algunas almas tienen un purgatorio muy suave; y en particular los Doctores aducen siempre con respeto una visión de que habla San Beda el Venerable, en la que aparecen algunos en el purgatorio con vestiduras blancas y resplandecientes, y en un sitio lucido y ameno.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.