Jerarquía eclesiástica

La sacra Jerarquía.—

El Señor, que con tan admirable orden dispuso las cosas de la creación, subordinándolas unas a otras, y en la sociedad el orden de la autoridad no quiso dejar a su Iglesia desprovista de este orden, y estableció en ella la sacra Jerarquía la cual es como vamos a decir. El ápice de este Orden es el episcopado: que es la plenitud del sacerdocio y puede todo lo que puede el presbítero; además el Obispo es el ministro necesario para ordenar y el ministro ordinario de la Confirmación. Próximo al episcopado esta el presbiterado; presbítero, en su etimología, significa anciano; en el uso, a los presbíteros se les llamaba y llama sacerdotes, si bien hasta el siglo x también los Obispos se llamaban muchas veces sacerdotes y los presbíteros sacerdotes de segundo orden, sacerdotes de orden inferior, segundos sacerdotes; tienen el poder de consagrar y de absolver y de dar la Extremaunción; y son ministros ordinarios del Bautismo y extraordinarios (a veces) de la Confirmación. Diacono, en su etimología significa ministro, servidor, cooperador; mas en la jerarquía se ha circunscrito este nombre para significar los ayudantes de los Obispos y de los presbíteros en los oficios sagrados; es propio de ellos servir en el altar, bautizar, dar la Comunión a falta de otros, con permiso, y leer los Evangelios. Subdiacono es el que esta debajo o a las ordenes del diacono y suele servirle las cosas del altar y lee las Epístolas en la Misa. Vienen después las Ordenes menores: acólitos, exorcistas, lectores, ostiarios. De estos, los acólitos sigue al subdiácono o, cuando no le hay, al diacono o presbítero para; servirle, alumbrarle, responderle, llevar las velas, etc.; los exorcistas tienen oficio de echar los demonios, de decir a los que no comulgan que dejen sitio a los que comulgan y de llenar las pilas bautismales; los lectores tienen oficio de leer en la iglesia, si bien la lectura del Evangelio ya se ha reservado a los diáconos, y de bendecir, pan y frutos; los ostiarios o porteros tienen el oficio de guardar las puertas, tocar las campanas, abrir el sagrario y el libro al que predica. Tonsura: viene antes que todas estas ordenes la tonsura, que es un rito por el cual se le cortan los cabellos al que quiere ser clérigo y se le abre la corona. Con esto queda ya hecho clérigo, aunque no tiene todavía Orden ninguna. Tal es la sacra Jerarquía, desde los tonsurados a los Obispos, por su orden.

Qué ordenes son Sacramento.—

De estas Ordenes no todas son Sacramento. Es Sacramento, seguramente, el presbiterado y también el diaconado. Acerca de la ordenación episcopal hubo mucha controversia, y algunos afirman y otros niegan que sea Sacramento; mas no se dude que lo es. El subdiaconado no es Sacramento. Y mucho menos las Ordenes menores; solo son ritos de la Iglesia por los cuales son elegidos y dedicados al servicio del  altar los ordenados, sin que en ellos se reciba la gracia ex opere operato. La tonsura menor ni siquiera es Orden. En cuanto a  los oficios antes reservados a los ordenados menores, hoy la mayor parte son permitidos a los laicos y ejercitados por ellos, excepto el exorcismo, que esta reservado a los sacerdotes, y las bendiciones.

Institución del Sacramento del Orden—

Este Sacramento tuvo que ser instituido por Jesucristo mismo. Y se puede preguntar cuando lo instituyo. Lo instituyo parte en la Cena, cuando dio a los Apóstoles facultad de hacer lo que El había hecho, es decir, consagrar y ofrecer sacrificio. “Cuando hiciereis esto, lo haréis para acordaros de Mi.* (1 Cor.; 11, 24.) Parte lo hizo después de la resurrección, cuando les confirió la facultad de perdonar los pecados y los hizo pastores o rectores de la Iglesia. Y seguramente que les dio muchas instrucciones en aquellos días hasta su ascensión, cuando, como dice el Evangelio, se les mostró muchas veces vivo y les hablaba del reino de Dios. Cristo no ordeno separadamente ministros de las diversas ordenes, sino Obispos que contienen todos los demás grados.

Puntos de catecismo, Vilariño, S.J.

Santos de la tercera semana de junio

17 DE JUNIO: SANTA JUANA FALCONERI

Juliana, de la noble familia de los Falconieri, tuvo por padre al fundador de la iglesia espléndida dedicada a la Anunciación de la Madre de Dios, que edificó a sus expensas y que puede verse en Florencia. Sus padres eran de edad avanzada cuando en el año 1270 les nació Juliana. Ya desde la cuna mostró con una señal su futura santidad, porque se la oyó pronunciar con sus labios balbucientes los dulcísimos nombres de Jesús y María. Desde la infancia, se entregó a las virtudes cristianas, en las cuales sobresalió tanto, que San Alejo, su tío paterno, cuyas instrucciones y ejemplos seguía ella, decía a su madre que había dado a luz un ángel, no una mujer. De semblante modesto, y corazón libre de toda mancha, aun la más ligera, jamás en su vida levantó los ojos para mirar la faz de un hombre; la palabra pecado la hacía temblar, y cierto día, al oír el relatar un crimen, cayó casi inanimada. Antes de cumplir los quince años de edad, renunciando a los cuantiosos bienes que le tocaban en herencia, y desdeñando las alianzas terrenales, consagró solemnemente a Dios su virginidad en manos de San Felipe Benicio, y fue la primera que recibió de él el hábito de las Mantelatas.

El ejemplo de Juliana fue seguido por muchas mujeres nobles, y hasta su misma madre se puso bajo su dirección. Como el número de estas mujeres aumentara poco a poco, Juliana resolvió convertir las Mantelatas en Orden religiosa, dándoles reglas que revelan su santidad y prudencia. San Felipe Benicio conocía tan bien sus virtudes que, en la hora de su muerte, creyó que sólo a Juliana, podía encomendar a las religiosas, y también la Orden de los Servitas, que él había regido y propagado. Mas ella no dejaba, por esto, de formar de sí misma la más baja opinión, y siendo superiora de sus Hermanas, las servía en todo lo doméstico; pasaba días enteros en oración, y con frecuencia se la veía en éxtasis. Empleaba el tiempo restante en apaciguar las discordias, en apartar a los pecadores del mal camino y en cuidar enfermos, a los que más de una vez devolvía la salud besando la podre de sus úlceras. Martirizaba su cuerpo con látigos, cuerdas nudosas o cintos de hierro, siendo habitual prolongar sus vigilias y acostarse desnuda en el suelo. Dos días por semana se alimentaba sólo del Pan de los Ángeles; los sábados tomaba solo pan y agua, y los días restantes tomaba una pequeña cantidad de alimentos, los más groseros.

Una vida tan austera le ocasionó una enfermedad de estómago grave que la redujo al último extremo cuando ya tenía 70 años. Soportó con alma firme los padecimientos de tan larga enfermedad; quejábase sólo de que, no pudiendo retener alimento, se viera alejada, por respeto al divino Sacramento, de la mesa eucarística. Por lo cual rogó al sacerdote que consintiera llevarle el pan divino que su boca no podía recibir y lo acercara a su pecho. Accedió a sus ruegos el sacerdote, y en el mismo instante ¡oh prodigio!, desapareció el pan sacrosanto y Juliana expiró con el semblante resplandeciente de serenidad y la sonrisa en los labios. No se dio crédito a este milagro hasta que se preparó el cuerpo de la virgen como se acostumbraba para darle sepultura; viose entonces en el costado izquierdo del pecho, impresa sobre la carne como un sello, la forma de una hostia que ostentaba la imagen de Jesús crucificado. Esta maravilla y los demás milagros que obró le atrajo la veneración de los florentinos y de todo el mundo cristiano; y de tal modo creció esta veneración, por espacio de unos cuatro siglos, que por fin el papa Benedicto XIII ordenó que en el día de su fiesta hubiese un Oficio propio en toda la Orden de los Servitas de la Bienaventurada Virgen María. Merced a los nuevos milagros, Clemente XII, protector generoso de la misma Orden, inscribió a Juliana en el catálogo de las santas Vírgenes.

21 DE JUNIO: SAN LUIS GONZAGA

Luis, hijo de Fernando de Gonzaga, Marqués de Castellón y de Este, pareció que había nacido para el cielo antes de nacer para la tierra, porque fue bautizado por estar en peligro de muerte. Conservó con fidelidad esta primera inocencia, creyéndose que había sido confirmado en gracia. Así que tuvo uso de razón, se consagró a Dios, y desde entonces progresó en el camino de la santidad. A los 9 años, hizo en Florencia, ante el altar de la Santísima Virgen, a la que honró como a su madre, voto de virginidad perpetua, virtud que por un beneficio del Señor conservó libre de toda tentación espiritual y carnal. Desde entonces, reprimió las otras perturbaciones interiores, y no experimentó ni los primeros movimientos de ellas. Dominaba sus sentidos tanto, sobre todo la vista, que no miró nunca a María de Austria, de quien fue paje de honor muchos años, y se abstuvo de contemplar aun el semblante de su propia madre. Por lo que fue llamado un hombre sin la carne, o un ángel encarnado.

A la guarda de los sentidos, unía Luis la mortificación corporal. Ayunaba tres veces por semana, contentándose de ordinario con un poco de pan y de agua; su ayuno parece que fue perpetuo en aquella época, ya que lo que tomaba, apenas equivalía a una onza. Se disciplinaba tres veces al día hasta sangrar. A veces reemplazaba las disciplinas con las traillas de los perros y el cilicio con espuelas. Teniendo su lecho por mullido, metía en él unas tablas para hacerlo más duro y despertarse primero para orar. Pasaba gran parte de la noche en la contemplación de las cosas divinas, cubierto con la sola camisa, aun en el invierno, de rodillas sobre el suelo, o inclinado y postrado bajo el peso de la fatiga. Con frecuencia guardaba inmovilidad en la oración, 3, 4 ó 5 horas, hasta conseguir evitar, al menos una hora, toda distracción. La recompensa fue una estabilidad de espíritu tal, que su pensamiento jamás se distraía en la oración, sino que permanecía fijo en Dios como en éxtasis. Para poder unirse a Dios, habiendo logrado vencer la resistencia de su padre, tras rudo combate de 3 años, y renunciando en favor de un hermano sus derechos sobre el título de sus antepasados, vino a Roma, donde entró en la Compañía de Jesús, llamado por una voz celestial cuando se hallaba en Madrid.

Desde el noviciado, le miraban como un maestro en toda virtud. Su fidelidad a la regla era de una exactitud extrema; su desprecio del mundo, sin igual; su odio a sí mismo, implacable; su amor de Dios, tan ardiente que consumaría sus fuerzas. Por eso se le ordenó que apartara por un tiempo su pensamiento de las cosas divinas; mas en vano se esforzaba en huir de Dios, pues en todas partes se presentaba a él. Animado de caridad para con el prójimo, sirviendo en los hospitales, contrajo una enfermedad contagiosa; y en el día predicho por él, 13 de las calendas de julio, a los 24 años cumplidos, pasó de la tierra al cielo, tras pedir que le azotaran con disciplinas y le dejaran morir. Santa Magdalena de Pazzis, por revelación, le vio gozar de tal gloria, que apenas habría podido creer que hubiese semejante en el paraíso. Decía ella que su santidad había sido muy grande, y que la caridad le había hecho un mártir desconocido. Ilustre por sus probados milagros, fue inscrito por Benedicto XIII entre los santos y le ofreció a la juventud estudiosa como modelo de inocencia y de castidad, y protector.

DIA 22 DE JUNIO: SAN PAULINO DE NOLA.

Poncio Meropio Anicio Paulino nació el año 353 de la Redención, de una familia distinguida de ciudadanos romanos, en Burdeos, Aquitania, y estuvo dotado de viva inteligencia y carácter bondadoso. Bajo la dirección de Ausonio, brilló en la elocuencia y la poesía. Muy noble y muy rico, ingresó en la carrera de los cargos públicos, y de joven conquistó la dignidad de senador. Después, ya como cónsul, pasó a Italia, donde obtuvo la provincia de Campania, y fijó su residencia en Nola. Tocado allí de la luz divina, por los milagros de la tumba de San Félix, Presbítero y Mártir, empezó a inclinarse a la verdadera fe cristiana, que meditaba ya en su espíritu. Renunció a las fasces y al hacha, que aún no había manchado con ninguna ejecución capital; volvió a la Galia, y fue probado por diversos contratiempos y por grandes trabajos en la tierra y en el mar, en los que perdió un ojo; mas curado por San Martín de Tours, recibió el bautismo de manos del bienaventurado Delfín, obispo de Burdeos.

Despreciando las abundantes riquezas, vendió sus bienes, distribuyó su precio entre los pobres, y, dejando a su mujer, Terasia, cambiando de país y rompiendo los lazos de la carne, se retiró a España, adoptando así la pobreza admirable de Cristo, más preciosa a sus ojos que el universo. Asistiendo en Barcelona a los sagrados misterios, el día de la Natividad del Señor, el pueblo, que le admiraba, le rodeó, y, a pesar de su resistencia, fue ordenado de sacerdote por el obispo Lampidio. Volvió luego a Italia y fundó en Nola, a donde fue atraído por el culto de San Félix, un monasterio, cerca de su tumba; uniéndosele algunos, empezó una vida cenobítica. Y aquel hombre ilustre por la dignidad senatorial y consular, abrazando la locura de la cruz, con la admiración de casi todos, vestido con una pobre túnica, pasaba el día y la noche, en medio de vigilias y de ayunos, fija la mente en las cosas celestiales. Su fama de santidad crecía cada día, por lo que fue consagrado obispo de Nola; en su cargo dejó admirables ejemplos de piedad, de prudencia y sobre todo de caridad.

Durante estos trabajos, compuso escritos llenos de sabiduría sobre la religión y la fe; con frecuencia también, ejercitando la versificación, celebró en poemas los hechos de los Santos, adquiriendo envidiable renombre de poeta cristiano. Atrájose la amistad y la admiración de todas las personas eminentes en santidad y en doctrina de aquella época. De todas partes acudían a él muchas personas considerándole como maestro de la perfección cristiana. Como los godos devastaran la Campania, empleó todo su haber en alimentar pobres y en rescatar prisioneros, sin guardar para sí ni siquiera las cosas necesarias a la vida. Más tarde, cuando los vándalos infestaron aquellas regiones, le suplicó una viuda que rescatara a su hijo, cautivo en poder de los enemigos; como había gastado todos sus recursos en el ejercicio de la caridad, constituyose él mismo como esclavo por aquel niño, y cargado de cadenas, fue llevado a África. Finalmente, obtenida la libertad, gracias a un manifiesto auxilio de Dios, y vuelto a Nola, se reunió de nuevo como buen pastor con sus amadas ovejas, y allí, a los 78 años de edad, durmiose en el Señor. Enterrado su cuerpo cerca de la tumba de San Félix, fue trasladado, en la época de los lombardos, a Benevento; y, reinando Otón III, a Roma, a la basílica de San Bartolomé, en la isla del Tíber; el papa Pío X ordenó que los sagrados restos de Paulino fuesen restituidos a Nola, y elevó su fiesta al rito doble para toda la Iglesia.

                                                                                              Del Breviario Romano.

Santos 2ª semana del mes de junio

12 DE JUNIO: SAN JUAN DE SAHAGUN

Era Juan hijo de una noble familia de Sahagún, España; sus padres, privados de hijos mucho tiempo, lo obtuvieron de Dios con sus santas obras y oraciones. Desde su infancia dio indicios de su futura santidad; veíasele, en efecto, dirigir la palabra a los otros niños, desde un sitio elevado, exhortándolos a la virtud y al culto divino, y ocuparse en apaciguar sus querellas. Confiado a los monjes benedictinos de S. Facundo, fue iniciado por ellos en las letras. Mientras estudiaba, su padre le obtuvo el beneficio de una parroquia, pero el joven se negó a conservar este cargo. Admitido entre los familiares del arzobispo de Burgos, ganó su confianza por su gran integridad; el Prelado le ordenó sacerdote, le nombró canónigo y le concedió numerosos beneficios. Pero Juan abandonó el palacio episcopal para dedicarse al servicio de Dios con mayor recogimiento, y renunciando a todas las rentas se adscribió a una capilla, en la que a diario celebraba la Misa y predicaba, con gran edificación de sus fieles.

Fue a perfeccionar sus estudios a Salamanca; allí fue admitido miembro del colegio de San Bartolomé, en donde ejerció el sacerdocio sin descuidar sus estudios, siendo asiduo a las devotas asambleas. Caído enfermo, hizo voto de someterse a una disciplina más severa; para cumplirlo, dio a un pobre casi desnudo el mejor de sus dos únicos vestidos; luego solicitó su ingreso en el monasterio de San Agustín, entonces floreciente por su severa observancia. Ya admitido, aventajó a todos por su obediencia, abnegación, vigilias y oraciones. Estando al cuidado del refectorio, sucedió en una ocasión que a su contacto, bastó un barril de vino para satisfacer las necesidades de todos los religiosos durante un año. Terminado el noviciado, emprendió, por orden del prefecto, la predicación. Salamanca estaba desgarrada por crueles facciones; confundíanse las cosas divinas y humanas; había luchas sangrientas en las calles y plazas y hasta en las iglesias, de las cuales eran víctimas personas de toda condición, singularmente de la nobleza.

Por su predicación como con su conversación, calmó los ánimos, y devolvió la paz a la ciudad. Habiendo molestado a un elevado personaje al reprocharle su crueldad con sus inferiores, hizo éste que dos caballeros le salieran al paso para quitarle la vida. Ya se le acercaban, cuando Dios permitió que quedasen sobrecogidos e inmovilizados, ellos y sus caballos, y prosternados a los pies del santo, le pidieron perdón. Paralizado también aquel señor por un terror súbito, desesperaba ya de salvarse; pero llamó a Juan, y arrepentido de lo que había hecho, recuperó la salud. En otra ocasión, a unos facciosos que perseguían a Juan armados de palos, se les paralizaron sus brazos, y sólo recobraron sus fuerzas tras implorar el perdón. En la Misa solía ver a Nuestro Señor, y bebía el conocimiento de los misterios celestiales en la fuente divina. Solía penetrar los corazones, y profetizaba. Habiendo muerto, a la edad de 7 años, la hija de su hermano, la resucitó. Tras haber predicho el día de su muerte, recibidos los Sacramentos de la Iglesia, murió. Antes y después de su muerte, muchos milagros, comprobados debidamente, hicieron resplandecer su gloria, por lo que Alejandro VIII le inscribió en el número de los santos.

EL MISMO DÍA: SAN BASILIDES, CIRINO, NABOR Y NAZARIO.

Basílides, Cirino, Nabor y Nazario, soldados romanos, nobles e ilustres por la virtud, abrazaron la fe cristiana durante Diocleciano. Como predicaran a Cristo, Hijo de Dios, el prefecto de Roma, Aureliano, los detuvo y les intimó a sacrificar a los dioses. Despreciaron ellos sus órdenes y los redujo a prisión. Estando orando, una luz vivísima llenó la cárcel a la vista de todos cuantos se hallaban en ella. Asombrado Marcelo, guardia de la prisión, creyó en Jesucristo, y con él muchos más. Basílides y sus compañeros, habiendo sido sacados de la cárcel por orden de Maximiano fueron cargados de cadenas, azotados con escorpiones, porque, no obstante la prohibición imperial, no cesaban de pronunciar el nombre de Jesucristo, su Dios y Señor. Llevados ante el Emperador, después de siete días de prisión, persistieron en hacer escarnio de las falsas divinidades y en confesar intrépidamente a Jesucristo Dios. Condenados a muerte por este motivo, fueron decapitados. Arrojados sus cuerpos a las fieras, fueron respetados por éstas, y los cristianos les dieron honrosa sepultura.

13 DE JUNIO: SAN ANTONIO DE PADUA.

Antonio, natural de Lisboa, Portugal, nació de padres nobles, que lo educaron piadosamente. De joven, abrazó la vida de los Canónigos regulares. Pero trasladados a Coimbra los cuerpos de cinco mártires, Frailes Menores, que habían sido martirizados por la fe en Marruecos, su vista abrasó a Antonio de deseos de ser martirizado e ingresó en la Orden Franciscana. Movido por este impulso, se dirigió al país de los sarracenos, pero una enfermedad lo redujo a la impotencia y tuvo que regresar. Sucedió, que a pesar de navegar con rumbo a España, los vientos llevaron el navío en que viajaba a Sicilia.

De Sicilia pasó al Capítulo General en Asís; luego se retiró a la ermita del monte San Pablo, Toscana; allí pasó mucho tiempo entregado a la contemplación divina, a los ayunos y a las vigilias. Recibidas las sagradas Ordenes, se le mandó de predicar el Evangelio. Su sabiduría y facilidad de palabra le dieron tantos triunfos y excitaron tanta admiración, que, predicando un día ante el Papa, fue llamado por él Arca del Testamento. Persiguió con rigor las herejías, y por los golpes que les asestó fue llamado martillo perpetuo de los herejes.

Siendo el primero de su Orden por el esplendor de su ciencia, explicó las sagradas Letras en Bolonia y en otras partes, y dirigió los estudios de sus hermanos. Después de recorrer muchas provincias, llegó un año antes de su muerte a Padua, en donde dejó insignes monumentos de su santidad. Finalmente, habiendo llevado a feliz término grandes trabajos por la gloria de Dios, cargado de méritos e ilustre por sus milagros, durmiose en el Señor el día 13 de junio, del año de gracia 1231. El Sumo Pontífice Gregorio IX le inscribió en el número de los santos Confesores. Fue declarado Doctor de la Iglesia por Pío XII.

DIA 14 DE JUNIO: SAN BASILIO EL GRANDE.

Basilio, noble de Capadocia, estudió en Atenas las letras profanas, junto a su amigo Gregorio de Nazianzo, y adquirió en un monasterio un saber admirable de las sagradas ciencias. En poco tiempo, su doctrina y su santidad fueron tales, que se le dio el dictado de Grande. Predicó el Evangelio de Jesucristo en el Ponto, y atrajo de nuevo al camino de la salvación a esta provincia. Eusebio, Obispo de Cesárea, le llamó para que instruyera a esta ciudad, y Basilio le sucedió en su sede. Se mostró ardiente defensor de la consustancialidad del Padre y del Hijo. El emprerador Valente, que estaba irritado contra él, fue vencido por milagros tales, que habiendo decidido enviarle al destierro, se vio obligado a cejar en su empeño.

Estando a punto de decretar el destierro contra Basilio, el asiento en que iba a sentarse, se rompió; tres plumas tomó para escribir este decreto, y de ninguna consiguió que fluyera la tinta, y como se empeñara en la resolución de redactar el impío decreto, su mano temblorosa se negó a obedecerle. Valente, espantado, rasgó con sus manos el fatal papel; durante la noche que se concedió a Basilio para deliberar, la emperatriz fue atormentada de dolores de entrañas, y su único hijo cayó gravemente enfermo. Aterrado el Emperador, reconoció su injusticia, y llamó a Basilio; y aunque el niño, en su presencia, empezó a mejorar, habiendo Valente invitado a los herejes para que visitaran al enfermo, éste murió poco después.

La abstinencia y la continencia de Basilio eran admirables; contentábase con una sola túnica, y guardaba ayuno riguroso. Asiduo a la oración, con frecuencia pasaba en ella toda la noche. Guardó virginidad perpetua, y en los monasterios que fundó, la vida de los monjes fue regulada de tal suerte, que reunió en su máximo grado las ventajas de la soledad y de la acción. Sus numerosos escritos rebosan de ciencia, y nadie, según Gregorio Nacianceno, explicó los libros santos con más verdad. Murió el 1 de enero; sólo vivió para el espíritu, parecía que su cuerpo no conservaba más que la piel y los huesos.

15 DE JUNIO: SAN VITO, SAN MODESTO Y SANTA CRESCENCIA.

Vito fue bautizado de niño sin saberlo su padre, el cual, al enterarse, no omitió medios para apartar a su hijo de la religión cristiana. Más como el niño permaneciera inquebrantable, lo entregó al juez Valeriano, para que le mandara azotar; pero persistiendo Vito en su resolución, fue devuelto a su padre. Mientras éste ideaba más castigos, el joven Vito, advertido por un Ángel, y conducido por Modesto y Crescencia, sus educadores, se dirigió a tierra extranjera. Allí su santidad brilló tanto, que fue conocida por Diocleciano. Tenía éste un hijo atormentado por el demonio, y llamó al santo para librarlo; mas obtenida esta liberación, el Príncipe intentó, con ofrecimiento de recompensas, atraer a Vito al culto de los falsos dioses; no pudiendo conseguirlo, lo encerró en una prisión y lo cargó de cadenas con Modesto y Crescencia. Como se mostraran irreductibles, ordenó que los metieran en una caldera de plomo derretido, pez y resina ardiendo. Los tres jóvenes hebreos cantaban allí himnos al Señor. Sacáronlos y los arrojaron a un león, pero el león les lamió los pies. Ardiendo en ira al ver conmovida a la multitud por este milagro, hizo Diocleciano que los tendieran sobre el caballete, en donde sus miembros fueron destrozados y rotos sus huesos. En el mismo instante produjéronse relámpagos, truenos y grandes terremotos, que arruinaron los templos de los dioses y mataron a muchas personas. Florencia, noble dama, recogió los restos de los mártires, los embalsamó con aromas y les dio sepultura.

Del Breviario Romano