V DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

TEXTOS DE LA SANTA MISA EN ESPAÑOL

Introito. Salm.  26.7, 9,1.- 

Escucha mi voz, que te llama, Señor; tú eres mi ayudador; no me abandones ni me desprecies, oh Dios de mi salvación. Salmo. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién habré de temer? V/. Gloria al Padre, y al Hijo.

Colecta.-

¡Oh Dios!, que tienes preparados bienes invisibles a los que te aman, infunde en nuestros corazones el afecto de tu amor; para que, amándote en todo y sobre todo, consigamos esas tus promesas, que exceden a todo deseo. Por nuestro Señor.

Epístola. 1 Pdr. 3.8.-15.-

Carísimos: Seguid unidos en la oración: sed compasivos, amantes de todos los hermanos, misericordiosos, modestos, humildes: No volváis mal por mal, ni maldición por maldición; bendecid, por el contrario, porque a esto sois llamados, a fin de que poseáis en herencia la bendición. Pues, el que quiere amar la vida, y vivir días dichosos, refrene su lengua del mal y sus labios de las palabras engañosas; huya del mal y obre el bien; busque la paz y sígala. Por­que Dios tiene sus ojos sobre los justos, y está pronto a oír sus súplicas; pero mira con enojo a los que obran mal. Y ¿quién habrá que os pueda hacer daño, si os empleáis en hacer el bien? Pero si sucede que padecéis algo por amor a la justicia, sois bienaventura­dos. No temáis nada de vuestros enemigos, ni perdáis la paz; mas santificad a nuestro Señor Jesucristo en vues­tros corazones.

Gradual. Salm. 83.10,9.~

Mira ¡oh Dios!, protector nuestro, a estos tus sier­vos. V/. iOh Señor de los ejércitos!, escucha las ora­ciones de tus siervos .

Aleluya. Salm. 20-2.-

Aleluya, aleluya. V. ¡Oh Señor!, el rey se alegra de tu fuerza y tu ayuda le alegra grandemente. Aleluya.

Evangelio. Mat.5.20-24.- 

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Si vuestra justicia no es más cumplida que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los mayores: No matarás, Y quien mate merece juicio. Pe­ro yo os digo aun más: quien se encoleriza con su hermano, merecerá juicio, y el que le llame raca,  merecerá juicio del Sanedrín; quien le llame fatuo, merece la gehena del fuego. Si pues, al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; y después volverás a presentar tu ofrenda.

Ofertorio.

Salm. 15.7-8.-  Alabaré al Señor, que se ha hecho mi consejero. Yo tengo al Señor constan­temente ante mis ojos; él está a mi diestra y yo no he de vacilar.

Secreta.-

Atiende propicio, Señor, a nuestros ruegos y recibe benigno estas ofrendas de tus siervos y siervas; para que lo que cada cual ha ofrecido en honor de tu nom­bre, les aproveche para su salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.

Prefacio de la Santísima Trinidad.

En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y  lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distin­ción. De suerte, que confe­sando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario,  diciendo a una voz.


Comunión.

Salm. 26.4.- Una sola cosa pido al Señor, y la deseo ardientemente: Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida.

Poscomunión.- 

Concede, Señor, a los que has alimentado con el don celestial vernos limpios de nuestras culpas ocultas, y libres de los lazos del enemigo. Por nuestro Señor.

TEXTOS DE LA SANTA MISA EN LATÍN

Dominica Quinta post Pentecosten

II Classis

Introitus: Ps. xxvi: 7 et 9

Exáudi, Dómine, vocem meam, qua clamávi ad te: adjútor meus esto, ne derelínquas me, neque despícias me, Deus salutáris meus. [Ps. ibid., 1]. Dóminus illuminátio mea, et salus mea, quem timébo? Glória Patri. Exáudi, Dómine.

Collect:

Deus, qui diligéntibus te bona invisibília præparasti: infúnde córdibus nostris tui amóris afféctum; ut te in ómnibus et super ómnia diligéntes, promissiónes tuas, quæ omne desidérium súperant, consequámur. Per Dóminum.

1 Petri iii: 8-15

Léctio Epístolæ beáti Petri Apóstoli.

Caríssimi: Omnes unánimes in oratióne estóte, compatiéntes fraternitátis amatóres, misericórdes, modésti, humiles: non reddéntes malum pro malo, nec maledíctum pro maledícto, sed e contrário benedicéntes: quia in hoc vocáti estis, ut benedictiónem hereditáte possideátis. Qui enim vult vitam dilígere et dies vidére bonos, coérceat linguam suam a malo, et lábia ejus ne loquántur dolum. Declínet a malo et fáciat bonum: inquírat pacem, et sequátur eam. Quia óculi Dómini super justos, et aures ejus in preces eórum: vultus autem Dómini super faciéntes mala. Et quis est qui vobis nóceat, si boni æmulatóres fuéritis? Sed et si quid patímini propter justítiam, beati. Timórem autem eórum ne timuéritis: et non conturbémini. Dóminum autem Christum sanctificáte in córdibus vestris.

Graduale Ps. lxxxiii: 10 et 9

Protéctor noster áspice, Deus, et réspice super servos tuos. V. Dómine Deus virtútem, exaudi preces servórum tuorum. Allelúja, allelúja. [Ps. xx: 1] Dómine, in virtúte tua lætábitur rex: et super salutáre tuum exsultábit veheménter. Allelúja.

Matth. v: 2-24

†   Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthǽum.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: «Nisi abundáverit justítia vestra plus quam scribárum et pharisæórum, non intrábitis in regnum cælorum. Audístis, quia dictum est antíquis: non occídes: qui autem occíderit, reus erit judício. Ego autem dico vobis: quia omnis qui iráscitur fratri suo, reus erit judício. Qui autem díxerit fratri suo, «raca»: reus erit concílio. Qui autem díxerit «fátue»: reus erit gehénnæ ignis. Si ergo offers munus tuum ad altáre, et ibi recordátus fúeris, quia frater tuus habet áliquid advérsum te: relínque ibi munus tuum ante altáre, et vade prius reconciliáre fratri tuo: et tunc veniens offers munus tuum.»

Offertorium: Ps. xxiv: 1-3.

Benedícam Dóminum, qui tríbuit mihi intelléctum: providébam Deum in conspéctu meo semper: quóniam a dextris est mihi, ne commóvear.

Secreta:

Propitiáre, Dómine, supplicatiónibus nostris: et has oblatiónes famulórum famularúmque tuárum benígnus assúme; ut, quod sínguli obtulérunt ad honórem nóminis tui, cunctis profíciat ad salútem. Per Dóminum.

Communio: Ps. xxvi: 4

Unam péti a Dómino, hanc requíram: ut inhábitem in domo Dómini ómnibus diébus vitæ meæ.

Postcommunio:

Quos cælésti, Dómine, dono satiásti: præsta, quǽsumus, ut a nostris mundémur occúltis, et ab hóstiam liberémur insídiis.. Per Dominum.

Homilía de San Agustín Obispo.

Sobre el Sermón de la montaña. 1. 1, c. 9

La justicia de los fariseos consistía en no matar. La justicia de los que deben entrar en el reino de los cielos, consiste en no irritarse sin motivo. Así, pues, poca cosa es no matar, y el que haya violado este mandamiento, será llamado mínimo en el reino de los cielos; pero el que se haya reducido  a observarlo no haciéndose reo de homicidio, no por ello será reputado grande a los ojos de Dios y digno del reino de los cielos, aunque ya se haya elevado algún tanto, pero se perfeccionara si no se encoleriza sin motivo; y al perfeccionarse, se alejara mucho mas del homicidio. Por eso, el Legislador que nos prohíbe montar en cólera, no destruye en modo alguno la ley que nos prohíbe matar, sino antes bien, la completa, para que no perdamos la inocencia, tanto exteriormente no matando, como en el fondo de nuestro corazón no irritándonos.

En los pecados de cólera hay también sus grados. En el primero, irritase uno, pero guardando en su corazón la irritación que ha concebido. Si la turbación experimentada arranca al que tiembla de indignación un grito, que nada significa en si mismo pero que manifiesta aquella indignación que experimenta, la falta será ciertamente mas grande, que si la cólera naciente queda reprimida en silencio. Mas si se lanza, no solamente un grito de indignación, sino también se profiere alguna palabra, que claramente signifique y exprese un vituperio contra el adversario, ¿quien podrá dudar que es este un pecado mas grave que lanzar solamente un grito de indignación? Notad ahora tres etapas en la situación del reo: el juicio, el consejo y la gehenna de fuego. En la sesión de juicio, hay todavía lugar a la defensa. El consejo se confunde de ordinario con el juicio, pero, por cuanto la distinción misma que establecemos nos obliga a reconocer aquí cierta diferencia entre estas dos etapas, parécenos que la promulgación de la sentencia pertenece al consejo. Porque, en este caso, no se trata ya de examinar si el culpable debe ser condenado, sino que los jueces deliberan entre si sobre el suplicio que deben infligir al que ciertamente merece ser condenado. En la gehenna del fuego, ya no hay duda en cuanto a la condenación, como en el juicio, ni incertidumbre en cuanto a la pena del condenado, como en el consejo; porque en el fuego del infierno es cierta la condenación y esta fijada la pena del culpable.