1 de agosto: San Pedro ad Vincula

Bajo el reinado de Teodosio, el Joven, su mujer Eudoxia vino para cumplir un voto a Jerusalén donde recibió muchos presentes, entre ellos, una cadena de hierro ornamentada con oro y pedrerías, la cual, según se decía, era la que sirvió para encadenar a Pedro, por orden de Herodes. La emperatriz, después de venerar piadosamente la reliquia, la mandó a Roma para su hija Eudoxia, que la entregó al Pontífice. Este, a su vez, mostró a Eudoxia otra cadena con la que había sido atado el mismo apóstol en tiempo del emperador Nerón.

Al comparar el Pontífice la cadena romana con la que había sido traída de Jerusalén, se juntaron ambas tan perfectamente, que no parecieron sino una sola cadena fabricada por el mismo operario. Y tal veneración granjeó este milagro a aquellos hierros sagrados que, con el nombre de San Pedro en las cadenas, fue dedicada la iglesia que Eudoxia había levantado en el Esquilino. En memoria de esta dedicación, fue instituida una fiesta en las calendas de agosto.

La fiesta que en este día celebraban los gentiles en honor de sus celebridades profanas, se celebró en adelante en honor de las cadenas de Pedro, a cuyo contacto los enfermos sanaban y los demonios eran expulsados; es lo que sucedió en el año de gracia 969 de Jesucristo a un conde familiar del emperador Otón, que estaba poseído por el espíritu inmundo, y desgarraba sus carnes con los dientes. El Emperador mandó conducir al poseso ante el Papa Juan, y cuando la cadena tocó el cuello del conde, salió el mal espíritu y le dejó libre. Por este prodigio la devoción a las sagradas cadenas se propagó mucho en Roma.

Del Breviario Romano

Visperas del X Domingo después de Pentecostés

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.

Salmos


Ant. Dijo el Señor a mi Señor: * Siéntate a mi diestra.


Salmo 109


Oráculo del Señor a mi Señor: * «Siéntate a mi derecha,
Y haré de tus enemigos * estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: * somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; * yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: * «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira, * quebrantará a los reyes.
Dará sentencia contra los pueblos, amontonará cadáveres, * quebrantará cráneos sobre la ancha tierra.
En su camino beberá del torrente, * por eso levantará la cabeza.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

Ant. Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.


Salmo 110


Doy gracias al Señor de todo corazón, * en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, * su generosidad dura por siempre;
Ha hecho maravillas memorables, * el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles,
Recordando siempre su alianza; * mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
Dándoles la heredad de los gentiles. * Justicia y verdad son las obras de sus manos,
Todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, * se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, * ratificó para siempre su alianza,
Su nombre es sagrado y temible. * Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
Tienen buen juicio los que lo practican; * la alabanza del Señor dura por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Ant. El que teme al Señor * muy exacto es en cumplir sus mandamientos.


Salmo 111


Dichoso quien teme al Señor * y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra, * la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, * su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, * clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. * El justo jamás vacilará,
Su recuerdo será perpetuo. * No temerá las malas noticias,
Su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, * sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, * y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. * La ambición del malvado fracasará.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que teme al Señor muy exacto es en cumplir sus mandamientos.

Ant. Sea el nombre del Señor * bendito por los siglos.


Salmo 112


Alabad, siervos del Señor, * alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, * ahora y por siempre:
De la salida del sol hasta su ocaso, * alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, * su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono * y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, * alza de la basura al pobre,
Para sentarlo con los príncipes, * los príncipes de su pueblo;
A la estéril le da un puesto en la casa, * como madre feliz de hijos.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sea el nombre del Señor bendito por los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; * Él ha hecho todo cuanto quiso.


Salmo 113


Cuando Israel salió de Egipto, * los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario, * Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, * el Jordán se echó atrás;
Los montes saltaron como carneros; * las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, * y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; * colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, * en presencia del Dios de Jacob;
Que transforma las peñas en estanques, * el pedernal en manantiales de agua.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, * sino a tu nombre da la gloria;
Por tu bondad, por tu lealtad. * ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo, * lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, * hechura de manos humanas:
Tienen boca, y no hablan; * tienen ojos, y no ven;
Tienen orejas, y no oyen; * tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; * no tiene voz su garganta:
Que sean igual los que los hacen, * cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros * y nos bendiga,
Bendiga a la casa de Israel, * bendiga a la casa de Aarón;
Bendiga a los fieles del Señor, * pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, * a vosotros y a vuestros hijos;
Benditos seáis del Señor, * que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, * la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, * ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor * ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; Él ha hecho todo cuanto quiso.

Capítulo Himno Verso


2 Cor 1:3-4


Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras aflicciones.
R. Demos gracias a Dios.

Himno

Oh Dios de bondad, creador de la luz,
de quien procede la que ilumina nuestros días,
que, al disponer el origen del mundo,
creaste ante todo una luz nueva;

Tú que das el nombre de día al tiempo que transcurre
entre la aurora y el ocaso,
escucha nuestras preces y nuestras lágrimas,
ahora que viene la noche recordándonos las tinieblas del caos.

Que el alma abrumada por el peso de sus pecados,
mientras no piensa en las cosas eternas
y se halla prisionera de los vínculos de la culpa,
no sea desterrada del beneficio de la vida.

Haz que llamemos a la puerta del cielo;
que ganemos el premio de la verdadera vida;
que evitemos todo cuanto puede dañarnos;
que nos purifiquemos de todo mal.

Concédenoslo, oh Padre misericordiosísimo,
y Tú, el Unigénito igual al Padre,
que, con el Espíritu consolador,
reinas por todos los siglos.
Amén.

V. Ascienda, Señor, mi oración hacia ti.
R. Como el olor del incienso ante tu presencia.

Canticum: Magnificat


Ant. Éste bajó * a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido.


(Cántico de la B. Virgen María * Lc 1, 46-55)


Proclama * mi alma la grandeza del Señor,
Se alegra mi espíritu * en Dios, mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava. * Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: * su nombre es santo,
Y su misericordia llega a sus fieles * de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: * dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos * y enaltece a los humildes,
A los hambrientos los colma de bienes * y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de la misericordia,
Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. Éste bajó * a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Oración


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.


Oremos.

¡Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia!; multiplica sobre nosotros los dones de tu amor, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.

 
R. Amén.

Conclusión


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
V. Las almas de los fieles, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

Santos semana del 19 al 24 de julio

20 DE JULIO: SAN JERONIMO EMILIANO

Jerónimo, natural de Venecia, de la familia patricia de los Emiliano, inició desde su juventud la carrera de las armas y se encargó, en tiempos críticos para la república, de la defensa de Castelnuovo, cerca de Quero, en los montes de Treviso. Sus enemigos tomaron la ciudadela y le arrojaron, con los pies y manos encadenados, a una horrible prisión. Viéndose privado de todo auxilio, acudió a la Santísima Virgen, la cual oyó sus oraciones, se le apareció, rompió sus cadenas y le condujo salvo hasta la vista de Treviso, pasando entre los enemigos. Una vez en la población, colgó del altar de la Madre de Dios, a la cual se había consagrado, las esposas y las cadenas que había traído. De vuelta a Venecia, se dedicó al servicio de Dios, y trabajó con celo admirable para los pobres, principalmente con los niños huérfanos que andaban errantes, y faltos de todo lo necesario. Alquilando locales para recogerlos, los alimentaba con sus propios recursos y los formaba en las costumbres cristianas.

Desembarcaron a la sazón en Venecia el bienaventurado Cayetano y Pedro Carafa, -más tarde el Papa Paulo IV-. Aprobaron el espíritu que animaba a San Jerónimo, y su obra encaminada a recoger a los huérfanos; y le condujeron al hospital de incurables de la ciudad, donde su caridad se ejercitaría educando y sirviendo a los huérfanos. No tardó, aconsejado por ellos, en dirigirse al continente donde erigió orfelinatos; primero en Brescia, y después en Bérgamo, y Como; Bérgamo fue donde más desplegó su celo, pues, además de dos orfelinatos, uno para niños y otro para niñas, abrió (cosa nueva en aquellos lares) una casa para albergar a las mujeres de vida airada que se convirtieran. En Somasca, aldea de Bérgamo, en los confines de los dominios de Venecia, fundó una residencia para sí y para lo suyos, y en ella organizó una congregación que ha tomado del lugar el nombre de Somasca. A medida que fue extendiéndose, para mayor provecho de la sociedad cristiana, se dedicó también a iniciar a los jóvenes en el estudio de las letras y a formarles en las buenos costumbres, en colegios, academias y seminarios. El Pontífice San Pío V admitió esta congregación entre las Órdenes religiosas, y otros Pontífices la enriquecieron además con privilegios.

Sólo pensando en los huérfanos que se proponía recoger, se dirigió a Milán y a Pavía; en estas ciudades, merced a favores, procuró a una multitud de niños, albergue, provisiones, vestidos y maestros. De vuelta a Somasca, consagrándose a todos, no retrocedía ante trabajos que pudieran ser de provecho para el prójimo. Se mezclaba con los campesinos durante la cosecha, y mientras les ayudaba en sus trabajos, les explicaba los misterios de la fe. Cuidaba a los niños con una paciencia que llegaba hasta limpiarles la cabeza cubierta de tiña; curaba las más repugnantes llagas de los campesinos, y parecía estar dotado de la gracia de curaciones. Se retiró a una cueva del monte Somasca, y castigando su cuerpo con disciplinas, permaneciendo en ayunas durante días enteros, pasando en oración la mayor parte de la noche y permitiéndose sólo un breve sueño sobre la dura piedra, lloraba sus pecados y los ajenos. Al fondo de aquella cueva, brotó una fuente de la peña viva. Una constante tradición atribuye su aparición a las oraciones del Santo; hasta nuestros días ha manado sin interrupción, y el agua que allí nace, llevada a diversos países, cura a muchos enfermos. Habiéndose, por último, propagado una epidemia en aquel valle, Jerónimo la contrajo mientras se entregaba al cuidado de los apestados y cargaba los cadáveres sobre sus espaldas para conducirlos al lugar de la sepultura. Su preciosa muerte, que él había anunciado con alguna anticipación, ocurrió en el año 1537; así en la vida como en la muerte, fue célebre por sus muchos milagros. Benito XIV le beatificó, y Clemente XIII le inscribió entre los Santos.

Apolinar se trasladó a Roma desde Antioquía, junto con San Pedro, el cual le ordenó Obispo y le envió a Ravena para predicar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Como convirtiera en esta ciudad a muchas almas a la fe cristiana, fue detenido por los sacerdotes de los ídolos y golpeado cruelmente. Merced a sus oraciones, un noble personaje, Bonifacio, mudo desde largo tiempo, recobró el habla, y una hija suya fue librada de un espíritu inmundo: estos milagros promovieron una nueva sedición contra el Santo. Le azotaron con varas y le obligaron a andar descalzo sobre carbones encendidos; mas viendo que el fuego de estos carbones no le quemaba, le expulsaron de la ciudad.

Permaneció oculto algún tiempo entre algunos cristianos, y luego se marchó a Emilia, donde resucitó a la hija del patricio Rufino; este milagro movió a toda la familia del mismo a creer en Jesucristo. Muy enojado el prefecto al saberlo, llamó a Apolinar y le intimó a que dejara de propagar la fe de Jesucristo en la ciudad. Mas no habiendo Apolinar hecho caso de tales órdenes, fue atormentado en el potro, le echaron agua hirviendo en las heridas y le golpearon la boca con una piedra; luego, le arrojaron encadenado a la cárcel. Cuatro días después, le embarcaron con destino al destierro; mas, tras un naufragio, llegó a Misia; de allí pasó a orillas del Danubio, y luego a Tracia.

Durante la permanencia en aquel país, el demonio se negó a dar respuestas en el templo de Serapis. Buscaron entonces a Apolinar, y habiéndolo encontrado, obligáronle de nuevo a embarcarse. Regresó a Ravena, en donde los mismos sacerdotes de los ídolos le volvieron a acusar, y le pusieron bajo la custodia de un centurión. Mas éste, que adoraba en secreto a Jesucristo, facilitó de noche su evasión. Al enterarse los satélites, salieron en busca suya, le hirieron y lo dejaron por muerto en el camino. Recogido por los cristianos, les exhortó a perseverar en la fe, muriendo siete días después, coronado con la gloria del martirio. Su cuerpo fue sepultado cerca de las murallas de la ciudad.

Del Breviario Romano

Texto para meditar: VIII Domingo después de Pentecostés

Del libro de San Agustín, Obispo, «La Ciudad de Dios».


Libro 17, cap. 8, cerca de la mitad.


Hubo en Salomón cierta imagen de las cosas futuras por haber edificado el Templo, fomentado la paz presagiada por su nombre (Salomón, en latín: pacificus), y haber sido en los comienzos de su reinado, singularmente digno de elogio. Prefiguró (aunque no se identificara con Él) al mismo Jesucristo. Muchas cosas que a él se refieren, parece que fueron escritas para anunciar al Salvador; como vemos a veces en la Sagrada Escritura, que profetiza, aun por medio de hechos ya realizados, y traza con ellos la imagen de los venideros.

Efectivamente, además de los libros de la historia sagrada que describen su reinado, hay el salmo setenta y uno, cuyo título lleva su nombre, y en el que se hallan bastantes cosas que no pueden convenirle en nada, pero convienen a Jesucristo del modo más sorprendente; de tal suerte que es fácil reconocer en aquél el boceto de una simple representación, y en éste la presencia de la misma realidad.

Sabido es cuán estrechos eran los límites del reino de Salomón, y ello no obstante, leemos en este salmo: “Y dominará de un mar a otro, y desde un río hasta el extremo del orbe de la tierra”, que es lo que vemos realizado en Jesucristo, ya que su dominación tuvo, como punto de partida, las orillas del río, en el que, después de ser bautizado, empezó a ser reconocido, al señalarlo San Juan, por unos discípulos que, no contentos con llamarle Maestro, le llamaban también Señor.

Visperas VIII Domingo después de Pentecostés

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.

Salmos


Ant. Dijo el Señor a mi Señor: * Siéntate a mi diestra.


Salmo 109


Oráculo del Señor a mi Señor: * «Siéntate a mi derecha,
Y haré de tus enemigos * estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: * somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; * yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: * «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira, * quebrantará a los reyes.
Dará sentencia contra los pueblos, amontonará cadáveres, * quebrantará cráneos sobre la ancha tierra.
En su camino beberá del torrente, * por eso levantará la cabeza.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

Ant. Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.


Salmo 110


Doy gracias al Señor de todo corazón, * en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, * su generosidad dura por siempre;
Ha hecho maravillas memorables, * el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles,
Recordando siempre su alianza; * mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
Dándoles la heredad de los gentiles. * Justicia y verdad son las obras de sus manos,
Todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, * se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, * ratificó para siempre su alianza,
Su nombre es sagrado y temible. * Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
Tienen buen juicio los que lo practican; * la alabanza del Señor dura por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Ant. El que teme al Señor * muy exacto es en cumplir sus mandamientos.


Salmo 111


Dichoso quien teme al Señor * y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra, * la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, * su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, * clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. * El justo jamás vacilará,
Su recuerdo será perpetuo. * No temerá las malas noticias,
Su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, * sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, * y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. * La ambición del malvado fracasará.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que teme al Señor muy exacto es en cumplir sus mandamientos.

Ant. Sea el nombre del Señor * bendito por los siglos.


Salmo 112


Alabad, siervos del Señor, * alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, * ahora y por siempre:
De la salida del sol hasta su ocaso, * alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, * su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono * y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, * alza de la basura al pobre,
Para sentarlo con los príncipes, * los príncipes de su pueblo;
A la estéril le da un puesto en la casa, * como madre feliz de hijos.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sea el nombre del Señor bendito por los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; * Él ha hecho todo cuanto quiso.


Salmo 113


Cuando Israel salió de Egipto, * los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario, * Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, * el Jordán se echó atrás;
Los montes saltaron como carneros; * las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, * y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; * colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, * en presencia del Dios de Jacob;
Que transforma las peñas en estanques, * el pedernal en manantiales de agua.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, * sino a tu nombre da la gloria;
Por tu bondad, por tu lealtad. * ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo, * lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, * hechura de manos humanas:
Tienen boca, y no hablan; * tienen ojos, y no ven;
Tienen orejas, y no oyen; * tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; * no tiene voz su garganta:
Que sean igual los que los hacen, * cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros * y nos bendiga,
Bendiga a la casa de Israel, * bendiga a la casa de Aarón;
Bendiga a los fieles del Señor, * pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, * a vosotros y a vuestros hijos;
Benditos seáis del Señor, * que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, * la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, * ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor * ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; Él ha hecho todo cuanto quiso.

Capítulo Himno Verso


2 Cor 1:3-4


Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras aflicciones.
R. Demos gracias a Dios.

Himno

Oh Dios de bondad, creador de la luz,
de quien procede la que ilumina nuestros días,
que, al disponer el origen del mundo,
creaste ante todo una luz nueva;

Tú que das el nombre de día al tiempo que transcurre
entre la aurora y el ocaso,
escucha nuestras preces y nuestras lágrimas,
ahora que viene la noche recordándonos las tinieblas del caos.

Que el alma abrumada por el peso de sus pecados,
mientras no piensa en las cosas eternas
y se halla prisionera de los vínculos de la culpa,
no sea desterrada del beneficio de la vida.

Haz que llamemos a la puerta del cielo;
que ganemos el premio de la verdadera vida;
que evitemos todo cuanto puede dañarnos;
que nos purifiquemos de todo mal.

Concédenoslo, oh Padre misericordiosísimo,
y Tú, el Unigénito igual al Padre,
que, con el Espíritu consolador,
reinas por todos los siglos.
Amén.

V. Ascienda, Señor, mi oración hacia ti.
R. Como el olor del incienso ante tu presencia.

Canticum: Magnificat


Ant. ¿Qué voy a hacer * ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.


(Cántico de la B. Virgen María * Lc 1, 46-55)


Proclama * mi alma la grandeza del Señor,
Se alegra mi espíritu * en Dios, mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava. * Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: * su nombre es santo,
Y su misericordia llega a sus fieles * de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: * dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos * y enaltece a los humildes,
A los hambrientos los colma de bienes * y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de la misericordia,
Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. ¿Qué voy a hacer * ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.

Oración


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.


Oremos.

. Concédenos, Señor, saber discernir y practicar siempre el bien; y pues no podemos subsistir sin ti, haznos vivir según tu voluntad

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.

 
R. Amén.

Conclusión


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
V. Las almas de los fieles, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

Ornamentos sagrados

Cuántas veces antes de comenzar la Santa misma, vemos al sacerdote revestirse con “ropas” que no entendemos bien el porqué y el para qué se las coloca.

La pequeña explicación, nos puede ayudar a comprender que el Sacerdote será la figura de Jesucristo, reproduciendo desde aquél instante, los misterios de la Pasión y la muerte del Salvador en el Calvario. A partir de allí, esta Pasión será representada y reproducida de una manera mística en el altar en todo su esplendor.

Por eso, comienza por los Ornamentos Litúrgicos y, antes de revestirse, en privado se lavará las manos (se volverá a lavarse los dedos en la ceremonia propia de la Misa, antes de la consagración)

Dad Señor virtud a mis manos para quitar de ellas toda mancha, de modo que os pueda servir con limpieza de alma y de cuerpo”

El primer ornamento que se coloca es un paño blanco con dos cintas  y lo hace  en dos tiempos: primero sobre la cabeza y luego lo baja a los hombros: esto  se llama: AMITO, que significa el velo sucio con que los soldados vendaron a Jesús a los ojos, dándoles bofetadas y diciéndole: “Adivina ¿quien te dio?”. Mientras hace esto, va diciendo la siguiente oración:

“Señor, poned sobre mi cabeza la defensa de mi salvación, para luchar victorioso contra los embates del demonio”

Luego, se coloca el ALBA, que nos recuerda la vestidura blanca que por escarnio le mandó poner Herodes, tratándole como loco: ¡ay…! Era la Majestad y Sabiduría infinita!. A este acto, reza: “Blanquead, Señor, y limpia mi corazón par que, con la sangre del cordero, disfrute de los gozos eternos”

En tercer lugar,  se ciñe con el CINGULO, que es la figura de las cuerdas con que ataron a Jesús en el huerto de Getsemaní, escoltado por una turba de soldados, sin que el Divino cordero, dijese una palabra.

Continua rezando -mientras va ciñendo su cintura en modo pausado y recogido-: “Ceñidme, Señor, con el cíngulo de la pureza y extinguid en mi cuerpo el fuego de la sensualidad, para que posea siempre la virtud de la continencia y castidad”

Ahora, y siempre con toda la reverencia que tal acto merece, en su brazo izquierdo se coloca el MANÍPULO,  que es figura de la cuerda con que le amarraron a la columna para hacerle sufrir el horrible tormento de la flagelación. Un pedazo de esta insigne reliquia, se encuentra en la Basílica de Santa Práxedes en Roma. Expresa lo siguiente: “Señor, sea yo perecedero de llevar el manípulo de las lágrimas y del dolor, para que recibas con alegría el precio del tormento”

Después, el sacerdote se coloca la ESTOLA. Simboliza la  soga que le echaron a Jesús al cuello, cuando fue con la cruz  a cuestas en la dolorosa Vía Crucis, conducido al Calvario. Simboliza esta estola, la autoridad espiritual y es el emblema de su poder para perdonar los pecados, diciendo al mismo tempo: “Devolvedme, Señor, la estola de la inmortalidad que perdí en la prevaricación de los primeros padres y, que indigno me acerco a vuestro santo misterio, haced que merezca, no obstante, el gozo eterno”.

Finalmente, el sacerdote (que ya es Jesús, en su total representación), se reviste con la CASULLA, figura de aquel manto de púrpura que pusieron a Cristo para escarnecerle como a rey de burlas  colocándole también,  a fuerza de palos en su cabeza, la corona de espinas que hicieron penetrar de tal manera, que toda su sangre corría por su bello rostro desfigurándolo.

El color de la misma, va en correspondencia con la fiesta que se celebra. También tienen –algunas- la particularidad de tener bordada una gran cruz, que es la misma que Jesús cargaba sobre su espalada. La misma que le ayudo a cargar el Cireneo en el camino hacia el Monte Calvario, la misma que tocó su Santa Madre a los pies de la Cruz, la misma que encontró Santa Elena…

“Señor, que dijisteis mi yugo es suave y mi carga ligera, haced que de tal modo sepa yo llevarla que alcance vuestra gracia. Amen

Avivamos nuestra Fe, que está ya por comenzar el gran sacrificio, acompañemos a su Santísima Madre, en el camino, procuremos tener la misma devoción y atención, y estar con el mismo respeto y veneración que hubiéramos deseado tener, si nos hubiésemos hallado en el calvario presenciando la crucifixión de Jesús, nuestro Salvador.

Ahora, con pasos muy pausados, con la cabeza hacia el suelo, va acercándose al altar……

Santos Cirilo y Metodio

De la Carta Encíclica del papa León XIII.


Cirilo y Metodio eran hermanos. Nacidos en Tesalónica, de padres muy nobles, trasladáronse muy pronto a Constantinopla para estudiar las artes liberales en la capital del Oriente. Ambos hicieron grandes progresos en poco tiempo, distinguiéndose sobre todo Cirilo, el cual adquirió tal reputación, que por una especial distinción le daban el nombre de filósofo. Metodio abrazó la vida monástica; Cirilo llegó a hacerse digno de que la emperatriz Teodora, por consejo del Patriarca Ignacio, le confiara la misión de instruir en la fe cristiana a los Cázaros, que habitaban más allá del Quersoneso. Instruidos estos pueblos por sus predicaciones y movidos por la gracia de Dios, después de renunciar a muchas supersticiones, abrazaron la fe de Jesucristo. Una vez constituida la nueva comunidad de cristianos, Cirilo se apresuró a volver a Constantinopla para retirarse al monasterio de Polícrono, en donde residía Metodio. Pero entre tanto llegó a Ratislao, príncipe de Moravia, la fama de los éxitos alcanzados más allá del Quersoneso, y pidió algunos operarios evangélicos a Miguel III, emperador de Constantinopla. Cirilo y Metodio fueron destinados a esta misión y acogidos con gran alegría a su llegada a Moravia. Emprendieron con tanta energía y actividad la obra de impulsar las enseñanzas cristianas en los espíritus, que pronto la nación entera se convirtió de corazón a Jesucristo. Sirvió mucho a Cirilo, para conseguir este resultado, el conocimiento de la lengua eslava, que antes había aprendido, y la traducción que había hecho a la lengua propia de aquel pueblo, de los libros sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento. Cirilo y Metodio fueron los inventores del alfabeto de la lengua eslava, por lo que son considerados los padres de esta lengua.

Hechos tan notables llegaron a los oídos de Roma, y el Papa Nicolás I llamó a los ilustres hermanos. Encamináronse a Roma, llevando con ellos las reliquias del Papa San Clemente I, descubiertas por Cirilo en Quersoneso. Al saberlo Adriano II, que había sucedido a Nicolás, quien acababa de morir, salió a recibirles con solemnidad, acompañado del clero y del pueblo. Cirilo y Metodio informaron al Papa del desempeño de la misión apostólica que habían llevado a cabo tan santamente y con muchos trabajos. Acusados por algunos envidiosos de haber empleado la lengua eslava en los santos Misterios, adujeron en su defensa tantos y tan luminosos argumentos, que merecieron la aprobación del Papa y de los allí presentes. Habiendo ambos jurado perseverar en la fe de San Pedro y de los romanos Pontífices, fueron consagrados Obispos por Adriano. Mas estaba decretado por la Providencia que Cirilo, más avanzado en la virtud que en los años, terminaría sus días en Roma. La conducción de su cadáver se efectuó en medio de una manifestación popular de duelo; fue depositado en la tumba que había construido para sí Adriano II; trasladado después a la basilica de S. Clemente, fue sepultado junto a las reliquias de este santo Papa. Durante su paso por las calles, al canto solemne de los Salmos, con una pompa más semejante a una apoteosis triunfal que a un acto fúnebre, pareció que el pueblo romano le otorgaba los honores celestiales. Metodio volvió a Moravia con el propósito de constituirse en modelo de su rebaño, y se puso, cada día con más celo, al servicio de los intereses católicos. Confirmó en la fe cristiana a los Pannonios, los Búlgaros y los Dálmatas, y trabajó para convertir al culto del único Dios verdadero a los Carintios.

Acusado ante Juan VIII, sucesor de Adriano, como suspecto en la fe y de haber cambiado las costumbres, fue llamado a Roma para defenderse ante el Papa, los Obispos y algunos miembros del clero romano. No le costó poner de manifiesto su fidelidad en conservar la fe católica y su celo en enseñar a los demás; y en cuanto al empleo de la lengua eslava en los sagrados ritos, les convenció de que había obrado legítimamente, obedeciendo a sólidos motivos y con anuencia del Papa Adriano, y de que, por otra parte, nada hay en las Sagradas Escrituras que se oponga a esta práctica. Ante tales razones, el romano Pontífice se puso de parte de Metodio, y mandó reconocer su potestad arzobispal y la legitimidad de su misión en los países eslavos, a cuyo efecto publicó él mismo una carta. De vuelta a Moravia, continuó Metodio cumpliendo el cargo que se le confiara, sufriendo de buen grado, hasta el destierro. Condujo a la fe al príncipe de los Bohemios y a su esposa, y extendió por todo el país el nombre de cristiano. Habiendo llevado la luz del Evangelio a Polonia, instituyó una sede episcopal; penetró, según algunos historiadores, en la Moscovia y fundó el obispado de Kiev; volvió por último a Moravia entre los suyos, sintiendo cerca el fin de su carrera, designó él mismo su sucesor, y tras dirigir al clero y al pueblo sus postreras recomendaciones, terminó esta vida, que había sido para él el camino del cielo. Sus funerales tuvieron lugar en Moravia, con los mismos honores tributados a Cirilo en Roma. El Papa León XIII dispuso que la fiesta de ambos, celebrada ya de antiguo entre los eslavos, lo fuera también por toda Iglesia con Oficio y Misa propios.

                                                                                              Del Breviario Romano

Texto para meditar: VI Domingo después de Pentecostés

Del Libro de San Ambrosio, Obispo, sobre la Apología de David.


Apología 1, c. 2.


¡Cuántas faltas cometemos todos continuamente! Y ninguno se acuerda de la obligación de confesarlas. David, un rey tan glorioso y poderoso, no puede permanecer por corto tiempo bajo el peso del pecado sobre su conciencia, y, mediante una pronta confesión, con dolor inmenso, se descarga de él a los pies del Señor. ¿Hallaríais fácilmente hoy un hombre rico y lleno de honores que soporte humildemente una reprimenda por una falta cometida? David, en pleno esplendor del poder real, a quien alaban con frecuencia las Sagradas Escrituras, al reprocharle un particular un gran crimen, no se estremece de indignación, sino que confiesa su falta y la llora lleno de dolor.

De tal manera se conmovió el Señor por tan inmenso dolor, que Natán dijo a David: “Porque te has arrepentido, el Señor ha perdonado tu pecado”. La rapidez del perdón pone de manifiesto cuán profundo sería el arrepentimiento del rey. Los demás hombres, cuando los sacerdotes los reprenden, agravan sus pecados, procurando negarlos o excusarlos, y caen más abajo cuando debían levantarse. Pero los santos del Señor, que desean consumar el piadoso combate y recorrer por entero la carrera de la salvación, si alguna vez llegan a caer, menos por amor al pecado que por fragilidad natural, se levantan con más ardor para reanudar la carrera, y, estimulados por la vergüenza de la caída, la compensan con más rudos combates; así, su caída, en vez de producirles algún retraso, sólo sirve para aguijonearlos y hacerlos avanzar más deprisa.

David peca, como muchos reyes; pero hace penitencia, llora, gime, bastante raro en los reyes. Reconoce su falta, y, con la frente en el polvo, pide perdón; deplora su miserable fragilidad; ayuna, ora, y hace llegar a los siglos futuros el testimonio de su confesión. La confesión que avergüenza a los particulares, no avergüenza a este príncipe. Los que están sujetos a las leyes, niegan sus pecados, o no piden el perdón como este soberano que no está sometido a ninguna ley humana. Pecando, dio un signo de su frágil condición; suplicando, da una nota de enmienda. Común a todos es el caer; es propio de almas escogidas el confesarse. La inclinación a la culpa viene de la naturaleza; la voluntad de regenerarse, de la virtud.

Visperas del VI Domingo después de Pentecostés

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.

Salmos


Ant. Dijo el Señor a mi Señor: * Siéntate a mi diestra.


Salmo 109


Oráculo del Señor a mi Señor: * «Siéntate a mi derecha,
Y haré de tus enemigos * estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: * somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; * yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: * «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira, * quebrantará a los reyes.
Dará sentencia contra los pueblos, amontonará cadáveres, * quebrantará cráneos sobre la ancha tierra.
En su camino beberá del torrente, * por eso levantará la cabeza.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

Ant. Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.


Salmo 110


Doy gracias al Señor de todo corazón, * en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, * su generosidad dura por siempre;
Ha hecho maravillas memorables, * el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles,
Recordando siempre su alianza; * mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
Dándoles la heredad de los gentiles. * Justicia y verdad son las obras de sus manos,
Todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, * se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, * ratificó para siempre su alianza,
Su nombre es sagrado y temible. * Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
Tienen buen juicio los que lo practican; * la alabanza del Señor dura por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Ant. El que teme al Señor * muy exacto es en cumplir sus mandamientos.


Salmo 111


Dichoso quien teme al Señor * y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra, * la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, * su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, * clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. * El justo jamás vacilará,
Su recuerdo será perpetuo. * No temerá las malas noticias,
Su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, * sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, * y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. * La ambición del malvado fracasará.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que teme al Señor muy exacto es en cumplir sus mandamientos.

Ant. Sea el nombre del Señor * bendito por los siglos.


Salmo 112


Alabad, siervos del Señor, * alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, * ahora y por siempre:
De la salida del sol hasta su ocaso, * alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, * su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono * y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, * alza de la basura al pobre,
Para sentarlo con los príncipes, * los príncipes de su pueblo;
A la estéril le da un puesto en la casa, * como madre feliz de hijos.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sea el nombre del Señor bendito por los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; * Él ha hecho todo cuanto quiso.


Salmo 113


Cuando Israel salió de Egipto, * los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario, * Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, * el Jordán se echó atrás;
Los montes saltaron como carneros; * las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, * y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; * colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, * en presencia del Dios de Jacob;
Que transforma las peñas en estanques, * el pedernal en manantiales de agua.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, * sino a tu nombre da la gloria;
Por tu bondad, por tu lealtad. * ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo, * lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, * hechura de manos humanas:
Tienen boca, y no hablan; * tienen ojos, y no ven;
Tienen orejas, y no oyen; * tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; * no tiene voz su garganta:
Que sean igual los que los hacen, * cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros * y nos bendiga,
Bendiga a la casa de Israel, * bendiga a la casa de Aarón;
Bendiga a los fieles del Señor, * pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, * a vosotros y a vuestros hijos;
Benditos seáis del Señor, * que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, * la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, * ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor * ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; Él ha hecho todo cuanto quiso.

Capítulo Himno Verso


2 Cor 1:3-4


Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras aflicciones.
R. Demos gracias a Dios.

Himno

Oh Dios de bondad, creador de la luz,
de quien procede la que ilumina nuestros días,
que, al disponer el origen del mundo,
creaste ante todo una luz nueva;

Tú que das el nombre de día al tiempo que transcurre
entre la aurora y el ocaso,
escucha nuestras preces y nuestras lágrimas,
ahora que viene la noche recordándonos las tinieblas del caos.

Que el alma abrumada por el peso de sus pecados,
mientras no piensa en las cosas eternas
y se halla prisionera de los vínculos de la culpa,
no sea desterrada del beneficio de la vida.

Haz que llamemos a la puerta del cielo;
que ganemos el premio de la verdadera vida;
que evitemos todo cuanto puede dañarnos;
que nos purifiquemos de todo mal.

Concédenoslo, oh Padre misericordiosísimo,
y Tú, el Unigénito igual al Padre,
que, con el Espíritu consolador,
reinas por todos los siglos.
Amén.

V. Ascienda, Señor, mi oración hacia ti.
R. Como el olor del incienso ante tu presencia.

Canticum: Magnificat


Ant. Me da lástima * de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer; y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Aleluya.


(Cántico de la B. Virgen María * Lc 1, 46-55)


Proclama * mi alma la grandeza del Señor,
Se alegra mi espíritu * en Dios, mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava. * Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: * su nombre es santo,
Y su misericordia llega a sus fieles * de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: * dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos * y enaltece a los humildes,
A los hambrientos los colma de bienes * y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de la misericordia,
Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. Me da lástima * de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer; y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Aleluya.

Oración


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.


Oremos.

Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto!; infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, aumentes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.

 
R. Amén.

Conclusión


V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
V. Las almas de los fieles, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

Textos para meditar: V Domingo después de Pentecostés

Del Libro de los Morales de San Gregorio, Papa.


Libro IV, cap. 3 y 4.


¿Por qué David, que no devolvió mal por mal, enterado de que Saúl y Jonatás habían muerto, maldijo los montes de Gelboé: “Montes de Gelboé, ni el rocío ni la lluvia caigan ya jamás sobre vosotros; ni campos haya de donde sacar la ofrenda de las primicias; puesto que allí es donde fue arrojado por el suelo el escudo de los fuertes, el escudo de Saúl, como si no hubiese sido ungido con el óleo santo”? ¿Por qué Jeremías, viendo que su predicación chocaba contra las malas disposiciones de los oyentes, dejó escapar esta imprecación: “Maldito aquel hombre que dio la nueva a mi padre, diciéndole: Te ha nacido un hijo varón”?

¿Las colinas de Gelboé son culpables de la muerte de Saúl, para no recibir ni rocío ni lluvia, y se trueque en árida su vegetación, por la maldición? Gelboé significa corriente de agua, y siendo Saúl figura de la muerte de nuestro Mediador, los montes de Gelboé representan a esos judíos de corazón soberbio que, deslizándose en una corriente de codicias terrenales, vinieron a mezclarse en la muerte de Jesucristo. El Rey, el Ungido verdadero, perdió la vida del cuerpo en medio de ellos; privados de todo rocío de gracia, quedan reducidos a la esterilidad.

Ya no podrán ser tierra de primicias. Esas almas soberbias no dan frutos nuevos, por permanecer en la infidelidad cuando vino el Redentor, y no querer seguir las primeras enseñanzas de la fe. Y mientras la Iglesia Santa se ha mostrado desde el principio precozmente fecunda por la multitud de naciones que ha engendrado, apenas recogerá, en los postreros tiempos, algunos judíos de los que queden todavía, recolectándolos como una tardía cosecha y haciéndolos servir como frutos de la otoñada.

Sermón de San León, Papa.


1º sobre la fiesta de los santos apóstoles.


El mundo entero toma parte en las solemnidades. Una devoción fundada en una misma fe pide que se celebre en todas partes, con júbilo común, lo cumplido para la salvación de todos. La fiesta de hoy, digna de ser celebrada en toda la tierra, debe ser en nuestra ciudad objeto de una veneración especial, acompañada de una alegría particular; para que donde los dos principales Apóstoles fueron glorificados, haya, en el día de su martirio, mayor alegría. Estos son ¡oh Roma! los dos héroes que te llevaron el Evangelio de Cristo; por ellos, tú, que eras maestra del error, te convertiste en discípula de la verdad.

Tus padres y verdaderos pastores son los que te insertaron en el reino celestial; te fundaron mejor y más felizmente que los que pusieron los primeros fundamentos de tus murallas, ya que de aquel que procede el nombre que llevas, te manchó con la muerte de su hermano. Esos dos Apóstoles te elevaron a una gran gloria; te convertieron en la nación santa, pueblo escogido, ciudad sacerdotal y real, y por la Cátedra sagrada de San Pedro, en capital del mundo; así, la supremacía que te viene de la religión divina, se extiende más allá de tu dominación terrenal. Aunque con victorias extendiste tu imperio sobre la tierra y mar, debes menos conquistas a la guerra, que súbditos te ha procurado la paz cristiana.

Por otra parte, convenía muchísimo para el plan divino que muchos reinos estuviesen unidos en un vasto imperio para que la predicación tuviese fácil acceso y pronta difusión entre los pueblos sometidos al gobierno de una misma ciudad. Pero esta ciudad, desconocedora del Autor de su encumbramiento, que dominaba sobre casi todas las naciones, era esclava de todos sus errores, y por cuanto no rechazaba ninguna falsedad, creía ser religiosa. De suerte que Jesucristo la libertó tanto más maravillosamente, cuanto más la había encadenado el demonio.