Para meditar: I Domingo de Pasión

COMENTARIO DEL EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan

Jn 8:46-59


En aquel tiempo: Decía Jesús a las turbas de los judíos: ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Pues si Yo os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? Y lo que sigue.

Homilía de San Gregorio, Papa.

Homilía 18 sobre los Evangelios.

Considerad la mansedumbre de Dios. Vino para perdonar los pecados, y decía: “¿Quién de vosotros podía argüirme de pecado?” No se desdeña de razonar que Él no era pecador; Él, que por su divinidad, podía justificar a los pecadores. Terrible es lo que sigue: “Aquel que es de Dios, escucha las palabras de Dios, y por eso vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”. Si el que es de Dios oye sus palabras, y no las oye el que no es de Dios, pregúntese cada uno si su corazón percibe las palabras de Dios, y entenderá de dónde sea. La Verdad manda que deseemos la patria celestial, que mortifiquemos los deseos de la carne, declinando la gloria del mundo; que no deseemos lo ajeno, y que demos de lo propio.

Luego cada uno de vosotros examine dentro de sí mismo, si esta voz de Dios ha sido atendida por el oído de su corazón, y así conocerá que ya es de Dios. Pues hay no pocos que ni se dignan escuchar con los oídos los preceptos de Dios. Y hay no pocos, que escuchando estos preceptos con los oídos, no tienen el menor deseo de practicarlos. Y hay también algunos, que reciben con buena voluntad las palabras de Dios, y compungidos derraman lágrimas, mas después de haber llorado sus pasadas iniquidades vuelven a ellas. Estos, a la verdad, no oyen las palabras de Dios, ya que no las ponen en obra. Vosotros, carísimos, considerad vuestra vida, y con profunda atención, temed lo que nos dice la misma Verdad: Por esto vosotros no oís, porque no sois de Dios.

Mas esto que la Verdad dice de los que merecen ser reprobados, lo manifiestan ellos mismos con sus obras. Véase, en efecto, lo que sigue: Respondieron los Judíos, y dijeron: ¿Acaso no decimos bien nosotros que eres Samaritano y que tienes el demonio? Mas, escuchemos lo que responde el Señor, tras recibir tan gran injuria; “Yo no tengo el demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado”. «Samaritano» significa guardián, y lo es, en verdad, aquel de quien el Salmista dice: Si el Señor no guarda la ciudad, en vano velan los que la guardan; y al cual se dice por Isaías: Centinela, ¿qué ha habido esta noche? Centinela, ¿qué ha habido esta noche? He aquí por qué el Señor no quiso responder: No soy Samaritano; sino: Yo no tengo el demonio. Dos cosas le echaban en cara: Una la negó; la otra, callando, la confirma.

Sermón de San León, Papa.


Sermón 9 de Ćuaresma.


No ignoramos, amadísimos, que entre todas las solemnidades cristianas, el misterio pascual es el principal. Para celebrarlo digna y convenientemente, nos prepara y dispone, mediante la reforma de nuestras costumbres, todo el resto del año; mas los días presentes nos obligan todavía a una mayor devoción, puesto que sabemos que están más próximos a aquel en que celebraremos el sublime misterio de la misericordia divina. Para esto los santos Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, instituyeron mayores ayunos, a fin de que estando todos más unidos con la cruz de Cristo, también hagamos algo de lo mucho que por nosotros practicó. Como dice el Apóstol: Si padecemos con Él, también seremos con Él glorificados. Ya que cuantos participan de la pasión de Cristo, tienen esperanza cierta de la bienaventuranza que prometió.

A nadie, amadísimos, se niega la participación en esta gloria, sin que sea obstáculo para ello la condición del tiempo, ya que la tranquilidad y la paz no nos privan de la práctica de la virtud. Ya lo predijo el Apóstol, diciendo: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución”. Y por lo mismo jamás faltan las pruebas de la persecución, si no se deja la práctica de la piedad. Y a la verdad, el Señor en sus exhortaciones, dice: “Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí”. Ni hay duda que esta palabra va dirigida, no solamente a los discípulos de Cristo, sino a todos los fieles, a toda la Iglesia, la cual, en su universalidad, escuchaba las condiciones de la salvación en la persona de los que estaban presentes.

Así como conviene a todo este cuerpo vivir piadosamente, así es propio de todos los tiempos llevar la cruz, y no en vano se aconseja a cada uno que la lleve, ya que cada uno sufre su peso en una forma y según una medida propia. Uno es el nombre de la persecución, pero la causa del combate no es una sola, y suele haber más peligro en el enemigo oculto que en el manifiesto. El santo Job enseñado por la alternativa de los males y bienes de este mundo, decía muy piadosa y en verdad: ¿No es una tentación toda la vida del hombre sobre la tierra?. Ya que el alma fiel no sólo sufre los dolores del cuerpo, sino que, aun permaneciendo sanos los miembros corporales, se ve amenazada por una grave enfermedad si se deja debilitar por los placeres de la carne. Pero, como “la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne”, el alma racional, auxiliada por la cruz de Cristo, no consiente en los deseos al ser tentada, por sentirse como traspasada por los clavos de la continencia y del temor de Dios.

Visperas Primer Domingo de Pasión

Rito de entrada
V. Dios ✠ mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.
Te alabamos, Señor, Rey de eterna gloria.

Salmos

Ant. Dijo el Señor a mi Señor: * Siéntate a mi diestra.

Salmo 109 [1]

Oráculo del Señor a mi Señor: * «Siéntate a mi derecha,
Y haré de tus enemigos * estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: * somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; * yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: * «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira, * quebrantará a los reyes.
Dará sentencia contra los pueblos, amontonará cadáveres, * quebrantará cráneos sobre la ancha tierra.
En su camino beberá del torrente, * por eso levantará la cabeza.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

Ant. Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.

Salmo 110 [2]

Doy gracias al Señor de todo corazón, * en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, * dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, * su generosidad dura por siempre;
Ha hecho maravillas memorables, * el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles,
Recordando siempre su alianza; * mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
Dándoles la heredad de los gentiles. * Justicia y verdad son las obras de sus manos,
Todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, * se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, * ratificó para siempre su alianza,
Su nombre es sagrado y temible. * Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
Tienen buen juicio los que lo practican; * la alabanza del Señor dura por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Ant. El que teme al Señor * muy exacto es en cumplir sus mandamientos.

Salmo 111 [3]

Dichoso quien teme al Señor * y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra, * la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, * su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, * clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. * El justo jamás vacilará,
Su recuerdo será perpetuo. * No temerá las malas noticias,
Su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, * sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, * y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. * La ambición del malvado fracasará.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que teme al Señor muy exacto es en cumplir sus mandamientos.

Ant. Sea el nombre del Señor * bendito por los siglos.


Salmo 112 [4]

Alabad, siervos del Señor, * alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, * ahora y por siempre:
De la salida del sol hasta su ocaso, * alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, * su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono * y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, * alza de la basura al pobre,
Para sentarlo con los príncipes, * los príncipes de su pueblo;
A la estéril le da un puesto en la casa, * como madre feliz de hijos.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sea el nombre del Señor bendito por los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; * Él ha hecho todo cuanto quiso.

Salmo 113 [5]

Cuando Israel salió de Egipto, * los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario, * Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, * el Jordán se echó atrás;
Los montes saltaron como carneros; * las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, * y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; * colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, * en presencia del Dios de Jacob;
Que transforma las peñas en estanques, * el pedernal en manantiales de agua.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, * sino a tu nombre da la gloria;
Por tu bondad, por tu lealtad. * ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo, * lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, * hechura de manos humanas:
Tienen boca, y no hablan; * tienen ojos, y no ven;
Tienen orejas, y no oyen; * tienen nariz, y no huelen;
Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; * no tiene voz su garganta:
Que sean igual los que los hacen, * cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor: * Él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros * y nos bendiga,
Bendiga a la casa de Israel, * bendiga a la casa de Aarón;
Bendiga a los fieles del Señor, * pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, * a vosotros y a vuestros hijos;
Benditos seáis del Señor, * que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor, * la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, * ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor * ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios está en los cielos; Él ha hecho todo cuanto quiso.

Capítulo Himno Verso


Heb 9:11-12


Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos: su templo es más grande y perfecto; no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario de una vez para siempre consiguiendo la liberación eterna.
R. Demos gracias a Dios.

Himno
Avanzan ya los estandartes del Rey;
resplandece el misterio de la Cruz,
en la cual la Vida sufrió la muerte
y con su muerte nos dio la vida.

De su costado herido por el hierro
cruel de una lanza,
brotan agua y sangre destinadas
a lavar las manchas de nuestros crímenes.

Se han cumplido las profecías de David,
que, en sus cantos inspirados,
había dicho a las naciones:
Dios reinará desde un madero.

¡Oh árbol hermoso y resplandeciente de gloria,
adornado con la púrpura del Rey,
escogido de un tronco bendito, que has sido digno
de tocar tan sacrosantos miembros!

Dichoso árbol de cuyos brazos pendió
el rescate del mundo; balanza en la cual
el peso de un Cuerpo divino
levanta la presa hundida en el abismo.

La estrofa siguiente se dice de rodillas:

¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza!
En este tiempo de Pasión,
acrecienta la gracia a los justos
y borra las culpas de los pecadores.

¡Oh Trinidad, manantial de salud!
Que todos los espíritus te alaben.
Por la Cruz nos concedes la victoria;
otórganos, además, su galardón.
Amén.

V. Líbrame, Señor, del hombre malvado.
R. Del varón perverso, apártame.

Canticum: Magnificat

Ant. Abrahán, vuestro padre, * saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio y se llenó de alegría.


(Cántico de la B. Virgen María Lc 1, 46-55)

Proclama ✠ * mi alma la grandeza del Señor,
Se alegra mi espíritu * en Dios, mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava. * Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: * su nombre es santo,
Y su misericordia llega a sus fieles * de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: * dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos * y enaltece a los humildes,
A los hambrientos los colma de bienes * y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de la misericordia,
Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
V. Gloria al Padre, al Hijo, * y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, * por los siglos de los siglos. Amén.


Ant. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio y se llenó de alegría.

Oración 

V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.

Oremos.

Dios todopoderoso, mira con bondad a tu familia: que tu amor dirija nuestra vida y tu solicitud proteja nuestro espíritu.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión

V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
V. Las almas de los fieles, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

I Domingo de Cuaresma

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Salmo 90, 15-16. 1

Si me invoca, yo le escucharé; le libraré y le glorificaré; le llenaré de dilatados días. V/.  Dichoso el que mora al abrigo del Altísimo, el que descansa a la sombra del Omnipotente. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

Oh Dios, que purificas a tu Iglesia por la observancia anual de la cuaresma: concede a tu familia que cuanto desea obtener de ti por la abstinencia, lo consiga con las buenas obras.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

EPÍSTOLA 2 Corintios 6, 1-10

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos: Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque él dice: Te oí en el tiempo oportuno, y en el día de la salvación te ayudé. Ha llegado ahora el tiempo favorable, ha llegado el día de la salvación. No demos a nadie ocasión de escándalo, para que no sea vituperado nuestro ministerio. Antes en todo mostrémonos como ministros de Dios, con mucha constancia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los azotes, en las cárceles, en las sediciones, trabajos, vigilias y ayunos; con castidad, ciencia, paciencia y suavidad, por el Espíritu Santo, con caridad sincera, con palabras de verdad, con fortaleza de Dios, con las armas ofensivas y defensivas de la justicia, en el honor y el deshonor, en la infamia y en la buena fama; ya nos tengan por impostores siendo verídicos; por desconocidos, aunque muy conocidos,  por  casi   moribundos, cuando en realidad estamos vivos; cual castigados, pero no muertos; como tristes, estando siempre alegres; como necesitados, aunque hemos enriquecido a muchos; como gentes que de todo carecen cuando todo lo poseemos.

GRADUAL Salmo 90,11-12

Dios  mandó a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos. V/. Te llevarán en sus manos, no sea que tropiece tu pie en alguna piedra.

TRACTO. Salmo 90, 1-7, 11-16

El que mora al abrigo del Altísimo, el que descansa a la sombra del Omnipotente. V/.  Ése dice al Señor: Tú eres mi refugio, mi fortaleza, mi Dios, en quien confío. V/.  Sí, es  él  quien te  librará  del lazo del cazador y de las palabras mortíferas. V/.  Bajo sus alas te cubrirá y bajo sus plumas hallarás cobijo. V/.  Su fidelidad es un escudo, una coraza. No temerás los terrores de la noche. V/. Ni la flecha que vuela de día, ni la peste que camina en las tinieblas o el contagio que hiere a plena luz. V/.  Caerán mil a tu lado, y a tu derecha diez mil; nada llegará hasta ti. V/. Porque el Señor ha dado a sus Ángeles la misión de  guardarte en todos  tus caminos. V/. Ellos te llevarán en sus manos, no sea que tu pie tropiece en alguna piedra. V/. Caminarás sobre áspides y víboras, hollarás con tus pies al león y al dragón. V/. Porque se ha acogido a mí, yo le libraré; le protegeré puesto que conoce mi nombre. V/. Si me llega a invocar, le escucharé; en la desgracia me encontraré junto a él. V/. Le libraré y le glorificaré, le saciaré de largos días, le haré ver mi salvación. 

EVANGELIO Mateo 4, 1-11

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo. En aquel tiempo: Llevó el Espíritu a Jesús al desierto para que allí le tentase el diablo. Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre. Y, llegándose a él el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas Jesús le respondió y dijo: Escrito está: No de solo pan vive hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces le transportó el diablo a la santa ciudad; y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está: Mandó a sus ángeles cerca de ti, y te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie contra alguna piedra. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios. De nuevo le subió el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré si, prosternándote, me adorares. Le díjo entonces Jesús: Vete de aquí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu  Dios adorarás,  y a él solo servirás. Entonces le dejó el diablo; he aquí que se acercaron los ángeles y le sirvieron.

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 90, 4-5

Con sus alas te cubrirá el Señor, y bajo sus plumas hallarás cobijo; su fidelidad es un escudo. 

SECRETA

Te ofrecemos solemnemente, Señor, este sacrificio en el umbral de la cuaresma, suplicándote que, con la abstinencia de carnes, hagas nos privemos también de los placeres nocivos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios 

PREFACIO DE CUARESMA

En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que, por el ayuno corporal, domas nuestras pasiones, elevas la mente, nos das la virtud y el premio, por Jesucristo nuestro Señor, por quien alaban los Ángeles a tu majestad, la adoran las Dominaciones, la temen las Potestades y la celebran con igual júbilo los Cielos, las Virtudes de los cielos y los bienaventurados Serafines. Te rogamos que con sus voces admitas también las de los que te decimos, con humilde confesión:

COMUNIÓN Salmo 90, 4-5

Con sus alas te cubrirá el Señor y bajo sus plumas hallarás cobijo; su fidelidad es un escudo. 

POSCOMUNIÓN

Restáurenos, Señor, la santa libación de tu sacramento; y, purificados de los antiguos vicios,   nos haga participantes del misterio de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN

INTROITO Salmo 90, 15-16. 1

Invocábit me, et ego exáudiam eum; erípiam eum, et glorificábo eum; longitúdine diérum adimplébo eum. V/.  Qui hábitat in adjutório Altíssimi in protectióne Dei cæli commorábitur. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén

COLECTA

Deus, qui Ecclésiam tuam ánnua quadragesimáli observatióne puríficas: præsta famíliæ tuæ; ut, quod a te obtinére abstinéndo nítitur, hoc bonis opéribus exsequátur. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.  

EPÍSTOLA 2 Corintios 6, 1-10

Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.

Fratres: Exhortámur vos, ne in vácuum grátiam Dei recipiátis. Ait enim: Témpore accépto exaudívi te, et in die salútis adjúvi te. Ecce nunc tempus acceptábile, ecce nunc dies salútis. Némini dantes ullam offensiónem, ut non vituperétur ministérium nostrum: sed in ómnibus exhibeámus nosmetípsos sicut Dei minístros, in multa patiéntia, in tribulatiónibus, in necessitátibus, in angústiis, in plagis, in carcéribus, in seditiónibus, in labóribus, in vigíliis, in jejúniis, in castitáte, in sciéntia, in longanimitáte, in suavitáte, in Spíritu Sancto, in caritáte non ficta, in verbo veritátis, in virtúte Dei, per arma justítiæ a dextris, et a sinístris; per glóriam, et ignobilitátem; per infámiam, et bonam famam: ut seductóres, et veráces, sicut qui ignóti, et cógniti: quasi moriéntes, et ecce vívimus: ut castigáti, et non mortificáti: quasi tristes, semper autem gaudéntes: sicut egéntes, multos autem locupletántes: tamquam nihil habéntes, et ómnia possidéntes.

GRADUAL Salmo 90,11-12

Angelis suis Deus mandávit de te, ut custódiant te in ómnibus viis tuis. V/. In mánibus portábunt te, ne umquam offéndas ad lápidem pedem tuum. 

TRACTO. Salmo 90, 1-7, 11-16

Qui hábitat in adjutório Altíssimi, in protectióne Dei cæli commorábitur. V/.  Dicet Dómino: Suscéptor meus es tu, et refúgium meum: Deus meus, sperábo in eum. V/.   Quóniam ipse liberávit me de láqueo venántium, et a verbo áspero. V/. Scápulis suis obumbrábit tibi, et sub pennis ejus sperábis. V/.  Scuto circúmdabit te véritas ejus: non timébis a timóre noctúrno. V/. A sagítta volánte per diem, a negótio perambulánte in ténebris: a ruína et dæmónio meridiáno. V/.   Cadent a látere tuo mille, et decem míllia a dextris tuis: tibi autem non appropinquábit. V/. Quóniam Angelis suis mandávit de te, ut custódiant te in ómnibus viis tuis. V/.In mánibus portábunt te, ne umquam offéndas ad lápidem pedem tuum. V/. Super áspidem et basilíscum ambulábis, et conculcábis leónem et dracónem. V/. Quóniam in me sperávit, liberábo eum; prótegam eum, quóniam cognóvit nomen meum. V/. Invocábit me, et ego exáudiam eum: cum ipso sum in tribulatióne. V/. Erípiam eum, et glorificábo eum: longitúdine diérum adimplébo eum, et osténdam illi salutáre meum. 

EVANGELIO Mateo 4, 1-11

Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthæum.

In illo témpore: Ductus est Jesus in desértum a Spíritu, ut tentarétur a diábolo. Et cum jejunásset quadragínta diébus, et quadragínta nóctibus, póstea esúriit. Et accédens tentátor, dixit ei: «Si Fílius Dei es, dic ut lápides isti panes fiant.» Qui respóndens dixit: «Scriptum est: Non in solo pane vivit homo: sed in omni verbo, quod procédit de ore Dei.» Tunc assúmpsit eum diábolus in sanctam civitátem, et státuit eum super pinnáculum templi, et dixit ei: «Si Fílius Dei es mitte te deórsum.  Scriptum est enim: Quia Angelis suis mandávit de te, et in mánibus tollent te, ne forte offéndas ad lápidem pedem tuum.  Ait illi Jesus: «Rursum scriptum est: Non tentábis Dóminum Deum tuum.»  Iterum assúmpsit eum diábolus in montem excélsum valde: et osténdit ei ómnia regna mundi, et glóriam eórum, et dixit ei: «Hæc ómnia tibi dabo, si cadens adoráveris me.»  Tunc dicit ei Jesus: «Vade, Sátana: Scriptum est enim: Dóminum Deum tuum adorábis, et illi soli sérvies.» Tunc relíquit eum diábolus: et ecce Angeli accessérunt, et ministrábant ei.

Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 90, 4-5

Scápulis suis obumbrábit tibi Dóminus, et sub pennis ejus sperábis: scuto circúmdabit te véritas ejus. 

SECRETA

Sacrifícium quadragesimális inítii solémniter immolámus, te, Dómine, deprecántes ut, cum epulárum restrictióne carnálium, a nóxiis quoque voluptátibus temperémus. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, 

PREFACIO DE CUARESMA

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui corporáli jejúnio vítia cómprimis, mentem élevas, virtútem largíris, et præmia: per Christum Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Cæli cælorúmque Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admítti júbeas deprecámur, súpplici confessióne dicéntes

COMUNIÓN Salmo 90, 4-5

Scápulis suis obumbrábit tibi Dóminus, et sub pennis ejus sperábis: scuto circúmdabit te véritas ejus. 

POSCOMUNIÓN

Tui nos Dómine sacraménti libátio sancta restáuret: et a vetustáte purgátos, in mystérii salutáris fáciat transíre consórtium. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

Tiempo de Cuaresma

Origen y vicisitudes de la Cuaresma.

La Cuaresma es hoy un período litúrgico de cuarenta días, destinados a preparar la digna celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Por lo mismo, es un tiempo de mayor penitencia y recogimiento, y en que con más ahínco ha de procurarse la compunción del corazón.

Por más que los liturgistas no están aún acordes acerca de la fecha precisa en que se estableció en la Iglesia la Cuaresma, si viviendo todavía los apóstoles o bastante después, todos sabemos que hay una Cuaresma de origen bíblico; pues en la Biblia constan expresamente las de Moisés, Elías y Jesucristo. ¿La practicarían como observancia eclesiástica los apóstoles y los primitivos cristianos? San Jerónimo, San León Magno y otros santos Padres pretenden que sí, y su opinión por cierto es muy probable, aunque no se apoya en ningún documento escrito. Verdad es que San Ireneo, en el siglo II, y la “Didascalia”, en el III, hablan de ayunos preparatorios para la Cuaresma; pero los ayunos de aquél son nada más que de contados días, y los de éste de sola la Semana Santa.

El primer documento conocido que menciona la Cuaresma propiamente dicha, es el canon 5 del concilio ecuménico de Nicea, celebrado en 325. A partir de esa fecha, abundan los testimonios en los escritos y concilios de Oriente, y desde el año 340, también en Occidente.

Pero lo que ni en Oriente ni en Occidente se descubre claramente, en aquellos primeros siglos, es el comienzo y término de la Cuaresma. Combinándola de muy distinta manera las diversas iglesias, incluyendo unas en ella la Semana Santa, y excluyéndola otras. En una cosa, empero, convenían todas: en el número de ayunos, que solía ser, para los fieles, de treinta y seis días. En el siglo V se unificó, por fin, la duración; y en el VII, un Papa posterior a San Gregorio Magno completó los cuatro días de ayuno que faltaban a, la Cuaresma, prescribiéndolo como obligatorio desde el miércoles de ceniza, que por eso se llamó caput jejunii o “principio del ayuno”.

2. Prácticas cuaresmales.

Lo que Moisés, Elías y Jesucristo practicaron con más rigor en sus respectivas cuaresmas, fue el ayuno y la oración, los que, por lo mismo, sirvieron de base para la Cuaresma cristiana, a la cual agregó la Iglesia la práctica de la limosna y obras de caridad.

La ley del ayuno la observaban los antiguos con sumo rigor. No contentos con cercenar la cantidad de alimento, privábanse totalmente de carnes, huevos, lacticinios, pescado, vino y todo aquello que el uso común considerábalo como un regalo. Hacían sólo una comida diaria, después de la Misa “estacional” y Vísperas, que terminaban al declinar la tarde; y esa única comida solamente consistía en pan, legumbres y agua, y, a las veces, una cucharada de miel. Con la particularidad que ninguno se eximía del ayuno ni aun los jornaleros, ni los ancianos, ni los mismos niños de más de doce años de edad; tan sólo para los enfermos hacíase una excepción, que habían de refrendar el médico y el sacerdote. A estas penitencias añadían otras privaciones, tales como la continencia conyugal, la supresión de las bodas y festines, del ejercicio judicial, de los juegos, recreos públicos, caza, deportes, etcétera. De este modo se santificaba la Cuaresma no ya solamente en el templo como ahora, sino también en los hogares, y hasta en los tribunales, en los casinos, en los hoteles, en los teatros y en los circos. Es decir, que el espíritu de Cuaresma informaba la vida de toda la sociedad cristiana.

Actualmente la observancia íntegra del ayuno y abstinencia cuaresmal ha quedado confinada a algunas órdenes religiosas, ya que el derecho común tan sólo manda ayunar con abstinencia el miércoles de ceniza y de témporas, y los viernes y sábados de Cuaresma, y sin abstinencia, todos los demás días.

De hecho, estos mismos ayunos cuaresmales están reducidos en muchos países casi a la nada, merced a los indultos, bulas y privilegios particulares; habiendo llegado a tanto la condescendencia de la Iglesia, en cuanto al modo de observarlos, que en ellos ha permitido leche, huevos, pescado, vino y otros géneros de regalos, además de autorizar una comida fuerte, un desayuno, aunque leve, y una ligera colación.

La oración cuaresmal por excelencia era y es la Santa Misa, precedida antiguamente de la procesión estacional. Ahora es digno complemento, por la tarde, el ejercicio del Viacrucis.

La limosna practicábase en la Iglesia con ocasión de la colecta de la Misa y otras particulares que se hacían en favor del clero, viudas, huérfanos y menesterosos, con quienes también ejercitaban a porfía otras obras de caridad.

Aspecto exterior del templo.

La ley de la abstinencia cuaresmal diríase que hasta a los templos materiales alcanza, pues a ellos también les impone la ley litúrgica sus privaciones, con las que se fomenta la compunción y el recogimiento.

Los templos, en efecto, vénse privados durante los oficios cuaresmales del alegre aleluya, del himno angélico Gloria in excelsis, de la festiva despedida Ite missa est, de los acordes del órgano, de las flores, iluminaciones y demás elementos de adorno, y del uso, fuera de las festividades de los Santos, de otros ornamentos que los morados, de cuyo color se cubren también, desde el domingo de Pasión, los crucifijos y las imágenes. Tal es el aspecto severo del templo o como si dijéramos el continente exterior de la liturgia en tiempo de Cuaresma, el que acentúa todavía más los cantos graves y melancólicos del repertorio gregoriano y el frecuente arrodillarse para los rezos corales.

El alma de la liturgia cuaresmal.

Si, empero, sondeamos el alma de la liturgia cuaresmal a la luz de los Evangelios, de sus epístolas, oraciones, antífonas y demás textos de su rica literatura, la vemos embargada de los más variados sentimientos de arrepentimiento, de confianza, de ternura, de compasión, de pena, de temor.

El Breviario de Cuaresma, con sus homilías y sermones, con sus himnos, sus capítulos y sus responsorios, a cual más expresivos y piadosos, pone en juego los más delicados recursos de nuestra madre la Iglesia, para conmover los corazones de sus hijos; pero con eso y todo, todavía le supera el Misal. Aquí encontramos cuadros indescriptibles: conversiones y absoluciones de pecadores, como la Samaritana, la Magdalena, la adúltera, el Hijo pródigo, los Ninivitas; multitud de curaciones y milagros del Salvador; rasgos generosos de desprendimiento, como el de la viuda de Sarepta; difuntos resucitados y madres y hermanos consolados; a José, víctima de la envidia de sus hermanos, y a Jesús, vendido por uno de sus íntimos; amenazas y voces de trueno y vaticinios terroríficos de los antiguos profetas para los pecadores obstinados y, en cambio, palabras dulces y persuasivas del Divino Maestro llamándolos a penitencia; ríos de lágrimas que cuestan a la Iglesia los cristianos impenitentes, y gozos inenarrables que suscita en el cielo su conversión; quejas de los sacerdotes en vista de la indiferencia de muchos, y tiernos clamores del pueblo fiel pidiendo al Señor perdón y misericordia.

Si penetramos todavía más hondamente en el corazón de la liturgia cuaresmal, descubrimos, además, tres grandes preocupaciones que embargan a la Iglesia:

La trama y desarrollo de la Pasión del Señor;

La preparación de los catecúmenos; y

La reconciliación de los penitentes públicos.

No hay día ni casi oficio en que no se manifieste de algún modo esta triple preocupación, y es menester estar de ello advertidos para interpretar ciertos pasajes y aun ciertos ritos especiales que, aunque muy hermosos, parecerían, sin eso, intempestivos.

Tomado de Azcarate La flor de la liturgia.

Domingo de Quincuagésima

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Salmo 30, 3-4. 2

Sé para mí un Dios protector y un lugar de refugio, para salvarme; porque Tú eres mi fortaleza y mi asilo; y por Tu Nombre me guiarás y me sustentaré. V/. Oh Señor, en Ti tengo puesta mi esperanza: no quede yo para siempre confundido: sálvame, pues eres justo, y líbrame. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

Escucha, te rogamos, Señor, nuestras súplicas según tu misericordia, y, libres de los lazos de nuestros pecados, presérvanos de toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

EPÍSTOLA 1 Corintios 13, 1-13

Lectura de la Carta de San Pablo a los Corintios.

Hermanos: Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y no tuviere caridad, sería como bronce que suena o campana que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y conociese todos los misterios, y todas las ciencias, y tuviese toda la fe que trasladase los montes de una parte a otra, con todo, no tuviese caridad, nada sería. Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y entregase mi cuerpo a las llamas, mas no tuviese caridad, nada me aprovecharía. La caridad es paciente es benigna: la caridad no es envidiosa, no obra inconsideradamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus provechos, no se irrita, no piensa mal no se goza en la iniquidad, sino que se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca fenece: aunque termine el don de profecías, y cese el don de lenguas, y se acabe el don de ciencia. Porque ahora sólo conocemos parcialmente, sólo profetizamos parcialmente. Mas cuando llegue lo que es perfecto, desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, jugaba como niño, discurría como niño. Mas cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Ahora vemos a Dios como a través de un espejo y en el misterio; mas luego le veremos cara a cara. Ahora le conozco imperfectamente: más luego le conoceré como soy yo conocido por Él. Ahora existen la fe, la esperanza y la caridad, pero de las tres la mayor es la caridad.

GRADUAL Salmo 76, 15-16

Tú eres el Dios que obra prodigios; hiciste conocer a los pueblos tu poder. V/.  Con tu brazo libraste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y José.

TRACTO. Salmo 99, 1-2

En tiempo de Septugésima, omitido el Aleluya, se dice:

Moradores todos de la tierra, canten con júbilo las alabanzas de Dios: sirvan al Señor con alegría. V/. Vengan llenos de alborozo a presentarse ante su acatamiento. Tengan entendido que el Señor es el único Dios. V/. Él es el que nos hizo, y no nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de su aprisco. 

EVANGELIO Lucas 18, 31-43

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

En aquel tiempo: Tomando Jesús consigo a los Doce, les dijo: «He aquí que subimos a Jerusalén, y todo lo que ha sido escrito por los profetas sobre el Hijo del hombre se va a cumplir. Porque será entregado a los gentiles, se burlarán de Él, lo ultrajarán, escupirán sobre Él, y después de haberlo azotado, lo matarán, y al tercer día resucitará. Pero ellos no entendieron ninguna de estas cosas; este asunto estaba escondido para ellos, y no comprendieron de qué hablaba. Cuando iba aproximándose a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, y mendigaba. Oyendo que pasaba mucha gente, preguntó qué era eso. Le dijeron: «Jesús, el Nazareno pasa». Y clamó diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, apiádate de mí!» Los que iban delante, la reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía mucho más: «¡Hijo de David, apiádate de mí!» Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajesen; y cuando él se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué deseas que te haga?» Dijo: «¡Señor, que vea!» y Jesús le dijo: «Ve; tu fe te ha salvado». Y al instante vio, y le seguía glorificando a Dios. y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Se dice Credo

 OFERTORIO Salmo 118, 12-13

Bendito eres Tú, Señor; enséñame tus preceptos: con mis labios he pronunciado todos los oráculos que han salido de tu boca. 

SECRETA

Haz, Señor, que esta Hostia borre nuestros pecados, y santifique los cuerpos y espíritus de tus servidores para celebrar dignamente este sacrificio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar oh Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios. Quien, con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, eres un solo Señor: no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia. Porque cuanto creemos, por habérnoslo Tu revelado, acerca de tu gloria, creémoslo igualmente de tu Hijo, y del Espíritu Santo, sin haber diferencia ni separación. De modo que, al reconocer una sola verdadera y eterna Divinidad, sea también adorada la propiedad en las personas, la unidad en la esencia y la igualdad en la majestad. A la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar diariamente, diciendo a coro

COMUNIÓN Salmo 77, 29-30

Comieron y se hartaron; les concedió el Señor su deseo; no quedaron frustrados sus anhelos. 

POSCOMUNIÓN

Te rogamos, Dios Todopoderoso, hagas que, habiendo recibido el alimento celestial, éste nos fortifique contra toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

TEXTOS DE LA MISA EN LATIN

INTROITO Salmo 30, 3-4. 2

Esto mihi in Deum protectórem, et in locum refúgii, ut salvum me fácias: quóniam firmaméntum meum, et refúgium meum es tu: et propter nomen tuum dux mihi eris, et enútries me. V/. In te, Dómine, sperávi, non confúndar in ætérnum: in justítia tua líbera me, et éripe me. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén 

COLECTA

Preces nostras, quǽsumus, Dómine, cleménter exáudi: atque a peccatórum vínculis absolútos, ab omni nos adversitáte custódi. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen. 

EPÍSTOLA 1 Corintios 13, 1-13

Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.

Fratres: Si linguis hóminum loquar, et Angelórum, caritátem autem non hábeam, factus sum velut æs sonans, aut cymbalum tínniens.  Et si habúero prophetíam, et nóverim mystéria ómnia, et omnem sciéntiam: et si habúero omnem fidem ita ut montes tránsferam, caritátem autem non habúero, nihil sum.  Et si distribúero in cibos páuperum omnes facultátes meas, et si tradídero corpus meum ita ut árdeam, caritátem autem non habúero, nihil mihi prodest.  Cáritas pátiens est, benígna est: Cáritas non æmulátur, non agit pérperam, non inflátur, non est ambitiósa, non quærit quæ sua sunt, non irritátur, non cógitat malum, non gaudet super iniquitáte, congáudet autem veritáti: ómnia suffert, ómnia credit, ómnia sperat, ómnia sústinet.  Cáritas numquam éxcidit; sive prophetíæ evacuabúntur, sive linguæ cessábunt, sive sciéntia destruétur.  Ex parte enim cognóscimus, et ex parte prophetámus.  Cum autem vénerit quod perféctum est, evacuábitur quod ex parte est.  Cum essem párvulus, loquébar ut párvulus, sapiébam ut párvulus, cogitábam ut párvulus.  Quando autem factus sum vir, evacuávi quæ erant párvuli.  Vidémus nunc per spéculum in ænígmate: tunc autem fácie ad fáciem.  Nunc cognósco ex parte: tunc autem cognóscam sicut et cógnitus sum.  Nunc autem manent, fides, spes, cáritas, tria hæc: major autem horum est cáritas 

GRADUAL Salmo 76, 15-16

Tu es Deus qui facis mirabília solus: notam fecísti in géntibus virtútem tuam. V/.  Liberásti in bráchio tuo pópulum tuum, fílios Israël et Joseph. 

TRACTO. Salmo 99, 1-2

En Septugésima, omitido el Aleluya, se dice:

Jubiláte Deo omnis terra: servíte Dómino in lætítia. V/. Intráte in conspéctu ejus, in exsultatióne: scitóte quod Dóminus ipse est Deus. V/.  Ipse fecit nos, et non ipsi nos: nos autem pópulus ejus, et oves páscuæ ejus. 

EVANGELIO Lucas 18, 31-43

Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam.

In illo témpore: Assúmpsit Jesus duódecim, et ait illis: «Ecce ascéndimus Jerosólymam, et consummabúntur ómnia, quæ scripta sunt per prophétas de Fílio hóminis.  Tradétur enim géntibus, et illudétur, et flagellábitur, et conspuétur: et postquam flagelláverint, occídent eum, et tértia die resúrget.»  Et ipsi nihil horum intellexérunt, et erat verbum istud abscónditum ab eis, et non intelligébant quæ dicebántur.  Factum est autem, cum appropinquáret Jéricho, cæcus quidam sedébat secus viam, mendícans.  Et cum audíret turbam prætereúntem, interrogábat quid hoc esset.  Dixérunt autem ei, quod Jesus Nazarénus transíret.  Et clamávit, dicens: «Jesu, fili David, miserére mei.»  Et qui præíbant, increpábant eum ut tacéret.  Ipse vero multo magis clamábat: «Fili David, miserére mei.»  Stans autem Jesus, jussit illum addúci ad se.  Et cum appropinquásset, interrogávit illum, dicens: «Quid tibi vis fáciam?»  At ille dixit: Dómine, ut vídeam.»  Et Jesus dixit illi: «Réspice, fides tua te salvum fecit.»  Et conféstim vidit, et sequebátur illum magníficans Deum.  Et omnis plebs ut vidit, dedit laudem Deo.

Se dice Credo

 OFERTORIO Salmo 118, 12-13

Benedíctus es, Dómine, doce me justificatiónes tuas: in lábiis meis pronuntiávi ómnia judícia oris tui.

SECRETA

Hæc hóstia, Dómine, quǽsumus, emúndet nostra delícta: et ad sacrifícium celebrándum, subditórum tibi córpora mentésque sanctíficet. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus,

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes: 

COMUNIÓN Salmo 77, 29-30

Manducavérunt, et saturáti sunt nimis, et desidérium eórum áttulit eis Dóminus: non sunt fraudáti a desidério suo. 

POSCOMUNIÓN

Quǽsumus omnípotens Deus: ut qui cæléstia aliménta percépimus, per hæc contra ómnia advérsa muniámur. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

Preparación para la Cuaresma

TEMOR SALUDABLE. —

Después de emplear tres semanas enteras en reconocer las dolencias de nuestra alma y sondear las heridas que el pecado nos ha causado, debemos, al presente, sentirnos preparados a hacer penitencia. Conocemos mejor la justicia y santidad de Dios, los peligros que corre el alma impenitente; y para obrar en la nuestra retorno sincero y duradero, hemos roto con las vanas alegrías y futilidades del mundo. La ceniza se ha derramado en nuestras cabezas y se ha humillado nuestro orgullo ante la sentencia de muerte que ha de cumplirse en nosotros.

En el curso de esta prueba de cuarenta días, tan largo para nuestra flaqueza, no nos abandonará la presencia de Nuestro Salvador. Parecía haberse sustraído a nuestras miradas durante estas semanas pasadas en que no resonaban más que maldiciones lanzadas contra el hombre pecador; pero esa sustracción nos era beneficiosa; era propia para hacernos temblar al ruido de las venganzas divinas. «El temor del Señor es el principio de la sabiduría”; y por habernos visto sobrecogidos de miedo, se despertó en nosotros el sentimiento de la penitencia.

EJEMPLO SEDUCTOR DE CRISTO. —

Abramos, por ello, los ojos y paremos mientes. Emmanuel mismo, llegado a la edad viril, se ostenta de nuevo a nuestros ojos, no ya en apariencia de aquel tierno niño que adoramos en el pesebre, sino semejante

al pecador temblando y humillándose ante la soberana majestad por nosotros ofendida, y ante la cual se declara fiador nuestro. A efectos del amor que nos profesa vino a alentarnos con su presencia y sus ejemplos. Vamos a dedicarnos durante cuarenta días al ayuno y abstinencia; El, la inocencia personificada, va a consagrar el mismo tiempo a mortificar su cuerpo. Nos abstraemos durante un período lejos de placeres bullangueros y sociedades mundanales: El se retira de la compañía y vista de los hombres.

Queremos nosotros acudir frecuentemente, asiduamente a la casa de Dios, y darnos con mayor ahínco a la oración: El pasará cuarenta días con sus noches conversando con su Padre en actitud suplicante. Nosotros repasaremos nuestros años en la amargura de nuestro corazón gimiendo y lamentando nuestros pecados: El los va a expiar por el sufrimiento y llorarlos en el silencio del desierto, como si El mismo los hubiera cometido.

Apenas sale de las aguas del Jordán santificándolas y fecundándolas y el Espíritu Santo le lanza al desierto. Ha llegado, empero, para El la hora de manifestarse al mundo; pero antes quiere darnos un ejemplo magnífico; y sustrayéndose a las miradas del Precursor y de la muchedumbre que vio descender la paloma divina sobre El y oyó la voz del Padre celestial dirige sus pasos al desierto.

A corta distancia del río se levanta una agreste y escarpada montaña que las generaciones cristianas llamará después: Monte de la Cuarentena.

De su abrupta cresta se domina la llanura de Jericó, el curso del Jordán y el Mar Muerto que recuerda la cólera de Dios. Allí, al fondo de una gruta natural cavada en la roca va a cobijarse el Hijo del Eterno, sin más compañía que las alimañas que buscaron sus cuevas en sus contornos. Jesús penetra sin alimento alguno para el sostén de sus humanas fuerzas; el agua misma que pudiera refrescarle no se halla en aquel escarpado desierto. Sólo se ve la desnuda piedra donde reposar sus cansados miembros.

A los cuarenta días se acercaron los ángeles y le ofrecieron un refrigerio. A sí, pues, se nos adelanta el Salvador y nos sobrepuja en la santa carrera de la Cuaresma; la ensaya, la lleva a cabo delante de nosotros para que con su ejemplo parar en seco todos nuestros pretextos, angustias, repugnancias de nuestra debilidad y orgullo. Aceptemos la lección en toda su amplitud y comprendamos finalmente la ley de la expiación. Bajando de esa austera montaña el Hijo de Dios inicia su predicación por esta sentencia que dirige a todos los hombres: «Haced penitencia porque el reino de Dios se acerca'». Abramos nuestros corazones a esta invitación para que no se vea forzado el Redentor a sacudir nuestra pereza por la amenaza escalofriante que deja oír en otras circunstancias: «Si no hacéis penitencia, todos pereceréis».

LA VERDADERA PENITENCIA. —

Ahora bien, la penitencia estriba en la contrición del corazón y mortificación del cuerpo; estos dos elementos le son esenciales. El corazón del hombre ha escogido el mal, y el cuerpo ha prestado ayuda a perpetrarle.

Estando, por otra parte, compuesto el hombre de uno y otro, ha de unirlos en el pleito homenaje que a Dios tributa. El cuerpo ha de participar necesariamente de las delicias eternas o de los tormentos del infierno. No hay, por tanto, vida cristiana completa ni tampoco expiación acabada, si el alma en una y otra no toma parte.

CONVERSIÓN DEL CORAZÓN. —

El principio de la verdadera penitencia radica en el corazón; nos lo enseña el Evangelio en los ejemplos del hijo pródigo, del publicano Zaqueo y de S. Pedro. Es necesario que el corazón rompa en absoluto con el pecado, que amargamente le deplore, que conciba horror hacia él, y que evite las ocasiones.

Para expresar esta disposición se sirve la Escritura de una expresión que usada en estilo cristiano corriente, refleja admirablemente el estado del alma sinceramente segregada del pecado; la llama: conversión. Debe, por tanto, el cristiano, ejercitarse durante la cuaresma en la penitencia del corazón y considerarla como el fundamento esencial de todas las prácticas propias de este santo tiempo. Sería, sin embargo, ilusoria esta penitencia si no se asocia la ofrenda del cuerpo a los sentimientos interiores que la penitencia inspira. No se contenta el Salvador en la montaña con suspirar y llorar nuestros pecados, los expía por el sufrimiento de su cuerpo; y la Iglesia, intérprete infalible suyo nos advierte que no será aceptada la penitencia de nuestro corazón si no la unimos a la práctica exacta de la abstinencia y del ayuno.

NECESIDAD DE LA EXPIACIÓN. —

¡Cuán disparatada es, pues, la ilusión de tantos cristianos honrados que piensan ser irreprensibles, sobre todo al olvidar su vida pasada, o compararse con otros y que satisfechos de si mismos, jamás piensan en los peligros de una vida muelle que están resueltos a llevar hasta el fin de sus días! No piensan ya en los pecados de otros tiempos. ¿No los han, por ventura, confesado sinceramente? La regularidad con que después se desenvuelve su vida, ¿no es acaso prueba de su virtud sólida?

¿Qué tienen, pues que altercar con la justicia de Dios? En consecuencia, les vemos solicitar regularmente todas las dispensas posibles en Cuaresma. La abstinencia les embaraza, el ayuno es incompatible con la salud, los quehaceres y costumbres del día. No tienen la pretensión de ser mejores que fulano o de tal o de cual que no ayuna ni guarda abstinencia; y, como son incapaces de tener siquiera la idea de suplir por otras prácticas de penitencia a las prescritas por la Iglesia, sucede que sin darse cuenta e insensiblemente, se llega a no ser ya cristianos.

Testigo la Iglesia de esta decadencia espantosa del sentido sobrenatural y temiendo una oposición que precipitaría más las últimas pulsaciones de una vida que se va extinguiendo, ensancha más y más el margen de las dispensas. Esperando conservar siquiera una chispa del cristianismo para un mejor porvenir, prefiere abandonar a la justicia del mismo Dios los hijos que ya no la escuchan cuando les enseña los medios de captarse el favor de esa justicia en este mundo; y esos cristianos se dan grandemente por seguros sin ninguna preocupación; sin cuidarse de comparar su vida con los ejemplos de Cristo y de sus santos, con las reglas multiseculares de la penitencia cristiana.

DISPENSAS. —

Hay, sin duda algunas excepciones a esa molicie peligrosa; pero cuan raras son sobre todo en las ciudades. ¡Cuántos prejuicios, qué de pretextos fútiles, cuántos malhadados ejemplos contribuyen a falsear las almas! ¡Cuántas veces se oye de boca de quienes se precian de católicos, la escusa que no guardan abstinencia, que no ayunan, porque la abstinencia y el ayuno les molestaría, les cansaría! Como si la penitencia y el ayuno tuviera otro fin que el de imponer un yugo trabajoso a este cuerpo de pecado.

Parece, en verdad, que los tales han perdido la razón; y grande será su extrañeza el día del juicio cuando les confronte el Señor con tantos pobres musulmanes que en el seno de su religión depravada y sensual, tienen cada año la entereza de cumplir las duras privaciones de su Ramadán, durante treinta días.

¿Será, empero, necesario, compararles con otros más que consigo mismos tan incapaces, según piensan, de guardar abstinencias y ayunos tan mitigados de una Cuaresma cuando Dios los ve imponerse tantas fatigas inmensamente más trabajosas en la búsqueda de intereses y goces mundanales? Cuánta salud ajada en placeres frívolos por lo menos, y siempre peligrosos, salud que se hubiera conservado lozana si la ley cristiana y no el afán de agradar al mundo hubiera regido y dominado la vida. Pero a tal extremo llega la relajación que no se experimenta inquietud y remordimiento alguno; se relega la Cuaresma a la edad media, sin parar mientes siquiera que la Iglesia ha dosificado la observancia a nuestra debilidad física y moral. Se ha reconquistado o conservado por la misericordia de Dios la fe de los padres; no se han dado cuenta todavía ni recordado nuestros fieles que la práctica de la Cuaresma es señal esencialísima del catolicismo, y que la reforma protestante del siglo XVI tiene como distintivo suyo muy señalado, estampado en bandera, la abolición de la abstinencia y ayuno.

LEGÍTIMA DISPENSA Y NECESIDAD DE ARREPENTIMIENTO.—

Se nos dirá, por ventura, ¿no hay, pues, dispensas legítimas? Seguramente que las hay, y en este tiempo de agotamiento general muchas más que en épocas anteriores; pero hay que tener cuidado con las ilusiones. Si tenéis fuerzas para sobrellevar otras fatigas ¿no las tendréis para cumplir el deber de la abstinencia?

Si el miedo o una incomodidad menuda os asusta, habéis por lo mismo olvidado que el pecado no se perdona sin la expiación. El parecer de los científicos que auguraron mengua de vuestras fuerzas como consecuencia del ayuno, puede estar basado en razón; se trata ahora de saber si no es cabalmente esa mortificación de la carne lo que la Iglesia os prescribe en interés de vuestras almas. Demos, sin embargo, por legítima la dispensa, y que vuestra salud corre en verdad serio riesgo, que vuestros deberes esenciales sufrirán quiebra si guardareis a la letra las prescripciones de la Iglesia; en este caso ¿no pensáis en sustituir por otra obra de penitencia, las que vuestras fuerzas no os permiten ejecutar? ¿Sentís vivo pesar, confusión sincera de no poder llevar con los verdaderos fieles el yugo de la disciplina cuaresmal?

¿Pedís a Dios la gracia de poder otro año participar en los méritos de vuestros hermanos, y llevar a cabo con ellos estas santas prácticas que han de ser motivo de la misericordia y del perdón? Si así es, la dispensa no os habrá dañado, y cuando la fiesta de Pascua convide a los hijos de la Iglesia a sus goces inefables, os podréis asociar confiados a los que han ayunado, porque si la debilidad de vuestros cuerpos os estorbó seguir sus pasos, vuestro espíritu, no obstante ello, permaneció fiel al espíritu de la Cuaresma.

PROVECHOSA INSTITUCIÓN DEL AYUNO. —

Pensamos, al escribir estas páginas, en los lectores cristianos, que, hasta el presente, nos siguen, pero ¿qué sucedería si recapacitamos en el resultado de la suspensión de las leyes santas cuaresmales, en la masa de los pueblos, sobre todo en las ciudades? Y ¿cómo los publicistas católicos, que tantas cuestiones han ventilado, no han insistido tenazmente sobre los efectos lamentables que acarrea a la sociedad el cese de una práctica que recordando cada año la necesidad de expiación, sostenía, más que cualquier otra institución, el vivo sentimiento del bien y del mal?

No es necesario cabilar mucho para persuadirse de la superioridad de un pueblo que se impone, duramente cuarenta días cada año, una serie de privaciones con el fin de reparar las trasgresiones cometidas en el orden moral, sobre tal otro pueblo que en ningún tiempo sueña con la idea de reparación y enmienda.

ANIMO Y CONFIANZA. —

Cobren pues, aliento los hijos de la Iglesia y aspiren a esa paz de conciencia que es patrimonio exclusivo del alma penitente de verdad. La inocencia perdida se recobra por la confesión humilde del pecado cuando va acompañada de la absolución del sacerdote; pero ha de esquivar el prejuicio peligroso, de que nada queda ya por hacer después de el perdón. Recordemos esta grave sentencia del Espíritu Santo en la Escritura: «Del pecado perdonado no quieras nunca estar sin miedo'». La certeza del perdón corre parejas con el cambio del corazón; y puede uno dar rienda a la confianza en cuanto constantemente siente el pesar de haber pecado y la solicitud constante asimismo, de expiar en vida los pecados. «Nadie sabe de cierto si es digno de amor o de aversión'», dice también la Escritura. Puede esperar ser digno de amor el que siente dentro de sí mismo que no le ha desamparado el espíritu de penitencia.

LA ORACIÓN. —

Entremos, pues, resueltos a la vida santa que abre a nuestros ojos la Iglesia y hagamos fecundo nuestro ayuno por los otros dos medios que Dios nos propone en los Libros de la sagrada Escritura: Oración y limosna. A la par que por la palabra ayuno, la Iglesia entiende recomendarnos todas las obras de mortificación cristiana en la palabra oración, encierra todos los ejercicios piadosos con que el alma se dirige a Dios. Visitas más asiduas a la Iglesia, asistencia diaria a la santa Misa, lecturas piadosas, meditación de las verdades saludables y de los sufrimientos del Redentor, examen de conciencia, rezo de los Salmos, asistencia a sermones y pláticas de este santo tiempo, y sobre todo recepción de los Sacramentos de Penitencia y Eucaristía, son los medios principales con los que pueden los fieles ofrecer a Dios el homenaje de la Oración.

GUERANGER, El año cristiano.

Domingo de Sexagésima

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Salmo 43, 23-26. 2

¡Despierta, Señor! ¿Por qué aparentas dormir? Despierta y no nos rechaces para siempre. ¿Por qué escondes tu rostro y olvidas nuestra tribulación? Pegado está nuestro cuerpo a la tierra; despierta, Señor, ayúdanos y líbranos. V/. Nuestros oídos, Señor, lo oyeron; nuestros padres nos lo contaron. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

Oh Dios, que ves cómo no confiamos en ninguna de nuestras acciones, concédenos propicio que seamos fortalecidos por la protección del Doctor de las gentes contra toda adversidad.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 

EPÍSTOLA  2 Corintios 11, 19-33; 12, 1-9

Lectura de la  carta del Apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos: ¡Qué a gusto soportáis a los tontos, vosotros los listos! Porque aguantáis que esa gente os tiranice, os devore, os explote, os humille, os abofetee. Me refiero a vuestra crítica de que hemos sido débiles. Pero si hay que darse importancia, voy a disparatar y a dármela también yo. ¿Qué son hebreos? También yo. ¿Qué son israelitas? También yo. ¿Qué son descendientes de Abraham? También yo. ¿Qué son siervos de Cristo? Voy a decir un disparate: Mucho más yo. Yo les gano en trabajos, les gano en cárceles, no digamos en palizas, y en muchos peligros de muerte. De los judíos he recibido cinco veces los treinta y nueve azotes de rigor; tres veces me han azotado con varas, una vez me han apedreado. He pade­cido tres naufragios, pasando veinticuatro horas en medio del mar. Siempre de viaje: En peligros de ríos, en peligros de bandoleros, en peligros de mis paisanos, en peligros de los gentiles, peligros de la ciudad, peligros en despoblado, peligros del mar, peligros de falsos hermanos. Trabajo y agotamiento, sin poder dormir muchas veces; con hambre y con sed en ayunos frecuentes, con frío y sin ropa. Además de estas cosas externas, la carga de cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, sin que yo enferme? ¿Quién cae, sin que a mí me dé fiebre? Si ahora toca presumir, presumiré de mi debilidad. Bien sabe Dios, Padre del Señor Jesús (bendito sea su nombre por siempre), que no miento: En Damasco, el gobernador del rey Aretas puso guardia en la ciudad para prenderme: metido en un costal me descolgaron por una ventana de la muralla y así escapé de sus manos. ¿Hay que presumir? —aunque sé que no esté bien—, pues paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un cristiano que hace catorce años —no sabría decir si en el cuerpo o fuera del cuerpo, Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cie­lo. Y puedo decir que este tal —no sabría decir si en el cuerpo o sin él, Dios lo sabe— fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras arcanas que un hombre no puede repetir. De éste presumiré; en cuanto a mí, sólo presumiré de mis debilidades. Y si me diera por presumir, no sería disparatar, porque diría la verdad: pero lo dejo, para que nadie me tenga por más de lo que en mí ve y oye. Y por la grandeza de estas revelaciones, para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un emisario de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él y me ha respondido: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.

GRADUAL Salmo 82, 19 y 14

Reconozcan los gentiles que tú, Señor, eres el único excelso en toda la tierra. V/. Dios mío, hazlos hojarasca, vilanos frente al vendaval. 

TRACTO Salmo 59, 4.6

En tiempo Septuagésima, omitido el Aleluya, se dice:

Señor, has sacudido la tierra, y la has hendido: V/. Sana sus quebraduras, porque se ha movido. V/. Para que huyan a la vista del arco: para que sean librados tus elegidos. 

EVANGELIO Lucas 8, 4-15

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo se reunía mucha gente en torno a Jesús y al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y al crecer se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y al crecer dio fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Entonces le preguntaron sus discípulos: ¿Qué significa esta parábola? Y Él les respondió: A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la Palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por el momento creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre las zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y bueno escuchan la Palabra, la guardan y perseveran hasta dar fruto.

Se dice Credo 

OFERTORIO Salmo 16, 5. 6-7

Dirige mis pasos por tus caminos, para que no vacilen mis pies: inclina tu oído, y escucha mis palabras: glorifica tus misericordias, tú que salvas a los que esperan en ti, Señor.

SECRETA

Haz, Señor, que este Sacrificio, a ti ofrecido, nos vivifique siempre, y nos defienda. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios. 

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y eterno: Que con tu Único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque Tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad; A quien alaban los Ángeles y los Arcángeles y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamare con una sola voz:


 COMUNIÓN Salmo 42, 4

Me llegaré al altar de Dios, que llena de alegría mi juventud. 

POSCOMUNIÓN

Te rogamos humildemente, oh Dios omnipotente, hagas que, los que tú alimentas con tus Sacramentos, te sirvan alegremente con sus buenas costumbres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

TEXTOS DE LA MISA EN LATIN

Dominica in Sexagesima

II Classis

Introitus: Ps. xliii: 23-26

Exsúrge, quare obdórmis, Dómine? exsúrge, et ne repéllas in finem: quare fáciem tuam avértis, oblivísceris tribulatiónem nostram? Adhæsit in terra venter noster: exsúrge Dómine, ádjuva nos, et líbera nos. [Ps.  ibid. 2]  Deus, áuribus nostris audívimus; patres nostri annuntiavérunt nobis.  Glória Patri.  Exsúrge

Oratio:

Deus, qui cónspicis, quia ex nulla nostra actióne confídimus: concéde propítius; ut contra advérsa ómnia Doctóris géntium protectióne muniámur. Per Dóminum.

2 Cor. xi: 19-33; xii: 1-9

Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.


Fratres: Libénter suffértis insipiéntes: cum sitis ipsi sapiéntes.  Sustinétis enim si quis vos in servitútem rédigit, si quis dévorat, si quis áccipit, si quis extóllitur, si quis in fáciem vos cædit.  Secúndum ignobilitátem dico, quasi nos infírmi fuérimus in hac parte.  In quo quis audet (in insipiéntia dico) áudeo et ego: Hebræi sunt, et ego: Israëlítæ sunt, et ego: Semen Abrahæ sunt, et ego: Minístri Christi sunt, (ut minus sápiens dico) plus ego: in labóribus plúrimis, in carcéribus abundántius, in plagis supra modum, in mórtibus frequénter.  A Judæis quínquies quadragénas, una minus, accépi. Ter virgis cæsus sum, semel lapidátus sum, ter naufrágium feci, nocte et die in profúndo maris fui, in itinéribus sæpe, perículis flúminum, perículis latrónum, perículis ex génere, perículis ex géntibus, perículis in civitáte, perículis in solitúdine, perículis in mari, perículis in falsis frátribus: in labóre, et ærúmna, in vigíliis multis, in fame et siti, in jejúniis multis, in frígore et nuditáte, præter illa, quæ extrínsecus sunt, instántia mea quotidiána, sollicitúdo ómnium Ecclesiárum.  Quis infirmátur, et ego non infírmor? quis scandalizátur, et ego non uror?  Si gloriári opórtet: quæ infirmitátis meæ sunt, gloriábor.  Deus et Pater Dómini nostri Jesu Christi, qui est benedíctus in sæcula, scit quod non méntior.  Damásci præpósitus gentis Arétæ regis, custodiébat civitátem Damascenórum, ut me comprehénderet: et per fenéstram in sporta dimíssus sum per murum, et sic effúgi manus ejus.  Si gloriári opórtet (non éxpedit quidem): véniam autem ad visiónes, et revelatiónes Dómini.  Scio hóminem in Christo ante annos quatuórdecim, sive in córpore néscio, sive extra corpus néscio, Deus scit, raptum hujúsmodi usque ad tértium cælum.  Et scio hujúsmodi hóminem, sive in córpore, sive extra corpus néscio, Deus scit: quóniam raptus est in paradísum: et audívit arcána verba, quæ non licet hómini loqui.  Pro hujúsmodi gloriábor, pro me autem nihil gloriábor nisi in infirmitátibus meis.  Nam, et si volúero gloriári, non ero insípiens: veritátem enim dicam: parco autem, ne quis me exístimet supra id, quod videt in me, aut áliquid audit ex me.  Et ne magnitúdo revelatiónum extóllat me, datus est mihi stímulus carnis meæ ángelus Sátanæ, qui me colaphízet.  Propter quod ter Dóminum rogávi ut discéderet a me: et dixit mihi: Súfficit tibi grátia mea: nam virtus in infirmitáte perfícitur.  Libénter ígitur gloriábor in infirmitátibus meis, ut inhábitet in me virtus Christi.

Graduale: Ps. lxxxii: 19, 14

Sciant gentes, quóniam nomen tibi Deus: tu solus Altíssimus super omnem terram.  v.  Deus meus, pone illos ut rotam: et sicut stípulam ante fáciem venti.

Tractus: Ps. lix:. 4, 6

Commovísti, Dómine, terram, et conturbásti eam.  v.  Sana contritiónes ejus, quia mota est. v.   Ut fúgiant a fácie arcus: ut liberéntur elécti tui.

Luc. viii: 4-15


 + Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam

In illo témpore: Cum turba plúrima convenírent, et de civitátibus properárent ad Jesum, dixit per similitúdinem: «Exiit, qui séminat, semináre semen suum: et dum séminat, áliud cécidit secus viam, et conculcátum est, et vólucres cæli comedérunt illud. Et áliud cécidit supra petram: et natum áruit, quia non habébat humórem. Et áliud cécidit inter spinas, et simul exórtæ spinæ suffocavérunt illud. Et áliud cécidit in terram bonam: et ortum fecit fructum céntuplum.» Hæc dicens clamábat: «Qui habet aures audiéndi, áudiat.» Interrogábant autem eum discípuli ejus; quæ esset hæc parábola. Quibus ipse dixit: «Vobis datum est nosse mystérium regni Dei, céteris autem in parábolis: ut vidéntes non vídeant, et audiéntes non intélligant. Est autem hæc parábola: Semen est verbum Dei. Qui autem secus viam, hi sunt qui áudiunt: deínde venit diábolus, et tollit verbum de corde eórum, ne credéntes salvi fiant. Nam qui supra petram: qui cum audíerint, cum gáudio suscípiunt verbum: et hi radíces non habent: qui ad tempus credunt, et in témpore tentatiónis recédunt. Quod autem in spinas cécidit: hi sunt, qui audiérunt, et a sollicitudínibus, et divítiis, et voluptátibus vitæ eúntes, suffocántur, et non réferunt fructum. Quod autem in bonam terram: hi sunt, qui in corde bono, et óptimo audiéntes verbum rétinent, et fructum áfferunt in patiéntia.»

Credo

Offertorium: Ps. xvi: 5, 6-7

Pérfice gressus meos in sémitis tuis, ut non moveántur vestígia mea: inclína aurem tuam, et exáudi verba mea; mirífica misericórdias tuas, qui salvos facis sperántes in te, Dómine.

Secreta:

Oblátum tibi Dómine sacrifícium, vivíficet nos semper, et múniat. Per Dóminum.

Communio: Ps. xlii: 4

Introíbo ad altáre Dei, ad Deum qui lætíficat juventútem meam.

Postcommunio

Súpplices te rogámus omnípotens Deus: ut quos tuis réficis sacraméntis, tibi étiam plácitis móribus dignánter deservíre concédas. Per Dóminum.

Domingo de Septuagésima

TEXTOS DE LA MISA EN ESPAÑOL

INTROITO Salmo 17, 5-7; 2-3

Me cercaron angustias de muerte; dolores de infierno me rodearon: y en mi tribulación invoqué al señor, y Él oyó mi voz desde su santo templo. V/. Te amaré, Señor, fortaleza mía: el Señor es mi fortaleza y mi refugio, y mi libertador. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén. 

COLECTA

Te rogamos, Señor, escuches benignamente las oraciones de tu pueblo, haciendo que los que nos sentimos justamente atormentados a consecuencia de nuestros pecados, seamos salvos misericordiosamente para honra de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA  1 Corintios 9, 24-27; 10, 1-5

Lectura de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios

Hermanos: ¿No sabéis que los atletas que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero uno sólo alcanza el premio? Corred vosotros de tal manera que lo alcancéis. Todo el que quiere luchar, de todo se abstiene: y esto lo hace por recibir una corona corruptible: en tanto que nosotros aspiramos a una incorruptible. Por eso yo corro no como quien corre a la aventura: y peleo, no como quien azota al viento; sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, temeroso de que, después de predicar a los demás, resulte yo reprobado. Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos a la sombra de la nube en el desierto, y todos pasaron el mar, y todos dirigidos por Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar: y todos comieron un mismo manjar espiritual y bebieron la misma bebida espiritual (porque bebían de una piedra misteriosa que los iba siguiendo, piedra que era figura de Cristo): más aun así, muchos de ellos desagradaron a Dios.

GRADUAL Salmo 9, 10-11, 19-20

Tú eres, oh Señor, nuestro socorro en los trances difíciles y en la tribulación: esperen en Ti los que te conocen, porque no abandonas a los que te buscan. V/. Porque el desvalido no será siempre olvidado: la paciencia de los afligidos no se verá frustrada para siempre: levántate, Señor, y que no triunfe el hombre impío.

TRACTO Salmo 129, 1-4

Desde lo más profundo he clamado a Ti, Señor: Señor, oye mi voz. V/.  Presta oídos a la oración de tu siervo. V/. Si tienes en cuenta nuestras culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir delante de Ti? V/.  Pero en Ti se encuentra el perdón, y confiado en tus palabras espero en Ti, oh Señor.

EVANGELIO Mateo 20, 1-16

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: semejante es el reino de los cielos a un hombre, padre de familias, que salió muy de mañana a ajustar trabajadores para su viña. Y habiendo convenido con los trabajadores en un denario por día, los envió a su viña. Y saliendo a eso del a hora de tercia, vio otros en la plaza que estaban ociosos, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré el salario justo. Y ellos fueron. Volvió a salir a eso de la hora de sexta y de nona, e hizo lo mismo. Salió por fin a eso de la hora de vísperas, y vio a otros que se estaban allí, y les dijo: ¿Qué hacéis aquí, todo el día ociosos? Y ellos le respondieron: Porque ninguno nos ha contratado. Les dice: Id también vosotros a mi viña. Y al llegar la noche, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: Llama a los trabajadores, y págales su jornal, comenzando desde los últimos hasta los primeros. Cuando vinieron los que habían ido a eso de la hora de vísperas, recibieron cada cual un denario. Y cuando llegaron los primeros, creyeron que recibirían más; pero no recibió sino un denario cada uno: Y al recibirlo murmuraban contra el padre de familias, diciendo: Estos últimos sólo han trabajado una hora, y los has igualado con nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor. Mas él respondió a uno de ellos, y le dijo: Amigo, no te hago ningún agravio: ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete: pues yo quiero dar a este último tanto como a ti. ¿O es que no puedo yo hacer de lo mío lo que quiero? ¿Acaso tu ojo es malo, porque yo soy bueno? Así que los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos. Porque muchos son los llamados, mas pocos los escogidos.

Se dice Credo 

OFERTORIO Salmo 91, 2

Bueno es alabar al Señor y cantar salmos a tu nombre, ¡oh Altísimo!

SECRETA

Ya que has recibido, oh Señor, nuestras oraciones y ofrendas, purifícanos con estos santos misterios y despacha favorablemente nuestros ruegos.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

PREFACIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar oh Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios! Quien, con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, eres un solo Señor: no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia. Porque cuanto creemos, por habérnoslo Tu revelado, acerca de tu gloria, creémoslo igualmente de tu Hijo, y del Espíritu Santo, sin haber diferencia ni separación. De modo que, al reconocer una sola verdadera y eterna Divinidad, sea también adorada la propiedad en las personas, la unidad en la esencia y la igualdad en la majestad. A la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar diariamente, diciendo a coro:

 COMUNIÓN Salmo 30, 17-18

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo y sálvame por tu misericordia: Señor, no sea confundido, pues yo te he invocado.

 POSCOMUNIÓN

Haz, oh Dios, que tus fieles se sientan fortalecidos con tus dones; para que, recibiéndolos, más y más los busquen, y buscándolos, eternamente los gusten. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

TEXTOS DE LA MISA EN LATIN

Dominica in Septuagesima


II Classis

Introitus: Ps. xvii: 5, 6, 7.

Circumdedérunt me gémitus mortis, dolóres inférni circumdedérunt me: et in tribulatióne mea invocávi Dóminum, et exaudívit de templo sancto suo vocem meam. [Ps. ibid., 2-3]  Díligam te, Dómine, fortitúdo mea: Dóminus firmaméntum meum, et refúgium meum, et liberátor meus. Glória Patri.  Circumdedérunt.

Oratio:

Preces pópuli tui quǽsumus, Dómine, cleménter exáudi: ut, qui juste pro peccátis nostris afflígimur, pro tui nóminis glória misericórditer liberémur. Per Dóminum.

1 Cor. ix: 24-27; x: 1-5

Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.


Fratres: Nescítis quod ii, qui in stádio currunt, omnes quidem currunt, sed unus áccipit bravíum?  Sic cúrrite, ut comprehendátis.  Omnis autem, qui in agóne conténdit, ab ómnibus se ábstinet: et illi quidem ut corruptíbilem corónam accípiant; nos autem incorrúptam.  Ego ígitur sic curro, non quasi in incértum: sic pugno, non quasi áërem vérberans: sed castígo corpus meum, et in servitútem rédigo: ne forte cum áliis prædicáverim, ipse réprobus effíciar.  Nolo enim vos ignoráre, fratres, quóniam patres nostri omnes sub nube fuérunt, et omnes mare transiérunt, et omnes in Móyse baptizáti sunt in nube, et in mari: et omnes eámdem escam spiritálem manducavérunt, et omnes eúmdem potum spiritálem bibérunt: (bibébant autem de spiritáli, consequénte eos, petra: petra autem erat Christus): sed non in plúribus eórum beneplácitum est Deo.

 Graduale: Ps. ix. 10-11, 19-20

Adjútor in opportunitátibus, in tribulatióne: sperent in te, qui novérunt te: quóniam non derelínquis quæréntes te, Dómine. v.  Quóniam non in finem oblívio erit páuperis: patiéntia páuperum non períbit in ætérnum: exsúrge Dómine, non præváleat homo.

 Tractus: Ps. cxxix: 1-4

De profúndis clamávi ad te, Dómine: Dómine exáudi vocem meam.  v.  Fiant aures tuæ intendéntes in oratiónem servi tui. v.  Si iniquitátes observáveris, Dómine: Dómine quis sustinébit?  v.  Quia apud te propitiátio est, et propter legem tuam sustínui te, Dómine.

 Matth. 20. 1-16


+ Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthæum.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis parábolam hanc: «Símile est regnum cælórum hómini patrifamílias, qui éxiit primo mane condúcere operários in víneam suam. Conventióne autem facta cum operáriis ex denário diúrno, misit eos in víneam suam. Et egréssus circa horam tértiam, vidit álios stantes in foro otiósos, et dixit illis: Ite et vos in víneam meam, et quod justum fúerit, dabo vobis. Illi autem abiérunt. Iterum autem éxiit circa sextam et nonam horam: et fecit simíliter. Circa undécimam vero éxiit, et invénit álios stantes, et dicit illis: Quid hic statis tota die otiósi? Dicunt ei: Quia nemo nos condúxit. Dicit illis: Ite et vos in víneam meam. Cum sero autem factum esset, dicit dóminus víneæ procuratóri suo: Voca operários, et redde illis mercédem incípiens a novíssimis usque ad primos. Cum veníssent ergo qui circa undécimam horam vénerant, accepérunt síngulos denários. Veniéntes autem et primi, arbitráti sunt quod plus essent acceptúri: accepérunt autem et ipsi síngulos denários. Et accipiéntes murmurábant advérsus patremfamílias, dicéntes: «Hi novíssimi una hora fecérunt, et pares illos nobis fecísti, qui portávimus pondus diéi, et æstus.» At ille respóndens uni eórum, dixit: «Amíce non fácio tibi injúriam: nonne ex denário convenísti mecum? Tolle quod tuum est, et vade: volo autem et huic novíssimo dare sicut et tibi. Aut non licet mihi, quod volo, fácere? an óculus tuus nequam est, quia ego bonus sum?» Sic erunt novíssimi primi, et primi novíssimi. Multi enim sunt vocáti, pauci vero elécti.»

Credo

Offertorium: Ps. 91. 2

Bonum est confitéri Dómino, et psállere nómini tuo, Altíssime.

 Secreta

Munéribus nostris quǽsumus, Dómine, precibúsque suscéptis; et cæléstibus nos munda mystériis, et cleménter exáudi. Per Dóminum.

Communio: Ps. xxx: 17-18

Illúmina fáciem tuam super servum tuum, et salvum me fac in tua misericórdia: Dómine non confúndar, quóniam invocávi te.

Postcommunio

Fidéles tui Deus per tua dona firméntur: ut éadem et percipiéndo requírant, et quæréndo sine fine percípiant. Per Dóminum.

Mística del tiempo de Septuagésima

MISTICA DEL TIEMPO DE SEPTUAGESIMA

El Tiempo que empezamos, encierra profundos misterios que no son exclusivos de las tres semanas que debemos recorrer hasta llegar a la santa Cuaresma, sino que se extienden al período entero que nos separa de la gran solemnidad pascual.

Dos ÉPOCAS. —

El número septenario es el fundamento de estos misterios. «Hay dos tiempos, dice San Agustín en su Explicación del salmo CXLVIII: el uno se desarrolla ahora entre las tentaciones y tribulaciones de esta vida; el otro transcurrirá en seguridad y alegría eternas. Celebramos ambos; el primero antes de Pascua, el segundo después de Pascua. El tiempo antes de Pascua expresa los apuros de la vida presente, el tiempo después de Pascua significa la bienaventuranza que gozaremos un día. Esta es la razón de por qué pasamos el primer período de que hablamos en ayuno y oración, mientras el segundo está consagrado a cánticos de alegría y entre tanto se suspenden los ayunos.»

DOS LUGARES. —

La Iglesia, intérprete autorizada de las Sagradas Escrituras, nos muestra, en conexión directa con los dos tiempos de San Agustín, a las dos ciudades de Babilonia y Jerusalén. La primera es símbolo de este mundo pecador; el cristiano ha de vivir aquí el tiempo de prueba. La segunda es la patria celestial, donde descansará de sus luchas. El pueblo de Israel, cuya historia toda no es más que una figura grandiosa del género humano, se vio realmente desterrado de Jerusalén y cautivo en Babilonia.

La cautividad de Babilonia duró 70 años. Para expresar este misterio ha fijado la Iglesia, según Alcuino, Amalario, Ivo de Chartres y en general todos los liturgistas de la edad media, el número septuagenario para los días de expiación, tomando, conforme al uso de las Sagradas Escrituras, el número empezado por el completo y acabado.

LAS SIETE EDADES DEL MUNDO. —

La duración misma del mundo, conforme a las antiguas tradiciones cristianas, se divide en siete períodos. El género humano ha de recorrer siete etapas antes de que surja el día de la vida eterna. La primera se extendió desde la creación de Adán hasta Noé; la segunda desde Noé y el diluvio hasta la vocación de Abrahán; la tercera comienza con este primer esbozo del pueblo de Dios y va hasta Moisés, por cuya mano dió el Señor la ley; la cuarta abarca desde Moisés a David, por quien empieza a reinar la casa de Judá; la quinta comprende la serie de siglos desde el reino de David hasta el cautiverio del pueblo judio en Babilonia; la sexta se extiende desde la vuelta del cautiverio hasta el nacimiento de Jesucristo. Llega finalmente la edad séptima; se abre con la aparición del Sol de justicia y ha de perdurar hasta el advenimiento del Juez de vivos y muertos. Estas son las grandes divisiones de los tiempos, tras las cuales no habrá más que eternidad.

EL SEPTENARIO DE ALEGRÍA. —

Para alentar nuestros corazones en medio de los combates que jalonan el sendero de la vida, la Iglesia nos muestra otro septenario que debe seguir al que vamos a recorrer. Después de una Septuagésima de tristeza llegará Pascua con sus siete semanas de alegría a traernos un anticipo de los consuelos y delicias del cielo. Después de haber ayunado con Cristo y de haberle compadecido en su pasión, resucitaremos con él y nuestros corazones le seguirán hasta el cielo empíreo.

Poco después sentiremos descender hasta nosotros al Espíritu Santo con sus siete dones. Así la celebración de tales y tantas maravillas reclamará de nuestra parte nada menos que siete semanas completas, desde Pascua a Pentecostés.

TIEMPO DE TRISTEZA. —

Después de haber lanzado una mirada de esperanza a este futuro consolador, es menester volver a las realidades presentes. ¿Qué papel representamos en este mundo? El de desterrados, cautivos, al alcance de todos los peligros que Babilonia entraña. Si amamos la patria, si tenemos empeño en volverla a ver, debemos repudiar los falsos atractivos de esta pérfida extranjera y arrojar lejos de nuestros labios la copa que embriaga a muchísimos de nuestros compañeros de cautiverio.

Nos convida seductora a juegos y placeres, pero debemos colgar nuestras arpas en los sauces de sus ríos, hasta que nos sea franqueada la entrada en Jerusalén. Pretende decidirnos a entonar al menos los cánticos de Sión en su recinto, como si nuestro corazón pudiese encontrar satisfacción lejos de la patria, cuando un destierro eterno sería la expiación de nuestra infidelidad; mas «¿cómo podríamos cantar los cánticos del Señor en tierra extranjera?”.

RITOS DE PENITENCIA. —

Estos sentimientos quiere infundirnos la Santa Madre Iglesia durante estos días; llama nuestra atención sobre los peligros que nos rodean dentro de nosotros mismos y en las criaturas que nos circundan. En el trascurso del año nos espolea a repetir el canto del cielo, el alegre alleluia, y henos aquí que hoy su mano sella nuestros labios y nos reprime el grito de alegría que no ha de resonar en Babilonia: «Estamos en camino, lejos del Señor». Reservemos nuestros cánticos de alegría hasta llegar a El. Somos pecadores y con excesiva frecuencia cómplices de los infieles; purifiquémonos por el arrepentimiento, porque está escrito: «las alabanzas del Señor pierden su hermosura en labios del pecador».

La nota más característica del tiempo en que entramos es la supresión del Alleluia; no volverá a oírse en la tierra hasta que, habiendo muerto con Cristo, resucitemos con él para una vida nueva.

También se nos quita el cántico de los ángeles, el Gloría in excelsis Deo, que hemos cantado todos los domingos desde la Navidad del Redentor;

sólo podremos cantarlo los días entre semana en que se celebre la fiesta de algún Santo. El Oficio de la noche del domingo perderá igualmente, hasta Pascua, el Himno Ambrosiano, Te Deum laudamus. Al fin del Sacrificio el diácono no despedirá ya a la asamblea con estas palabras: Ite, Missa est; se limitará a invitar al pueblo cristiano a continuar su oración en silencio, bendiciendo al Dios de la misericordia, que nos sufre a pesar de nuestras iniquidades.

Después del Gradual de la Misa, en lugar del triple Alleluia que preparaba nuestros corazones a abrirse para escuchar la voz del mismo Señor con la lectura del Evangelio, oiremos la expresiva melodía del Tracto. Expresará sentimientos de arrepentimiento, de súplica angustiosa, de humilde confianza, sentimientos que debemos asimilarnos nosotros en estos días.

OTROS RITOS LITÚRGICOS. —

Para que también nuestros ojos se den cuenta de que la etapa en que penetramos, es un tiempo de duelo, el color ordinario de los ornamentos será el morado, siempre que no se celebre una fiesta de Santo. Mas hasta el Miércoles de ceniza, el diácono y subdiácono continuarán usando dalmática y túnica; pero a partir de este día se despojarán de esos vestidos de alegría, esperando que la austera Cuaresma inspire a la Santa Iglesia la exteriorización, más y más acentuada cada día, de sus tristezas por la supresión de todo lo que podría recordar aún en parte el esplendor con que solía rodear los altares en otras épocas.

(Gueranger, El año litúrgico)

Historia del tiempo de Septuagésima

SU IMPORTANCIA. —

El tiempo de Septuagésima abarca las tres semanas que preceden inmediatamente a la Cuaresma. Constituye una de las principales divisiones del Año Litúrgico, y se desarrolla en tres secciones semanales, de las que la primera se llama propiamente Septuagésima, la segunda Sexagésima y la tercera Quincuagésima.

Es evidente que estos nombres expresan mera relación numérica con la palabra Cuadragésima de la que se deriva la palabra española Cuaresma. Ahora bien, la palabra Cuadragésima señala la serie de cuarenta días que hay que recorrer para llegar a la solemnidad de la Pascua. Las palabras Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima nos anuncian la misma solemnidad en una lejanía más acentuada; mas no por eso la Pascua deja de ser el gran asunto que empieza a considerar la Santa Madre Iglesia y que ésta propone a sus hijos como fin a que desde luego han de enderezar todos sus deseos y esfuerzos.

Exige, pues, la Pascua como preparación cuarenta días de recogimiento y penitencia; este tiempo es la palanca más potente de que echa mano la Iglesia para remover en el corazón y en el espíritu de los fieles el vivo sentimiento de su vocación. Asunto de capital importancia para ellos es no dejar que este período de gracias transcurra sin provecho en el mejoramiento, en la renovación de toda su vida. Era, por tanto, conveniente disponerlos a este tiempo de salud, ya de suyo una preparación, a fin de que, amortiguándose poco a poco en sus corazones las algazaras mundanales, escuchasen con atención el grave aviso que la misma Iglesia les dará al imponerles la ceniza en la cabeza.

ORIGEN. —

La historia de la Septuagésima se halla íntimamente ligada con la de Cuaresma. En efecto, en pleno siglo v, la Cuaresma comenzaba el domingo VI antes de Pascua (actual domingo I de Cuaresma), y comprendía los cuarenta días finalizados el Jueves Santo, considerado en la antigüedad cristiana como el primer día del Misterio Pascual. No se ayunaba el domingo; y, por consiguiente, no había, hablando con exactitud, más que 34 días de ayuno efectivo (36 con el Viernes y Sábado Santo). El deseo de imitar el ayuno del Señor, indujo a algunas almas más fervorosas a comenzarle algunos días antes.

QUINCUAGÉSIMA. —

Vemos aparecer por primera vez esta observancia completa en el siglo V San Máximo de Turín, en su Sermón 26 predicado hacia el año 451, la reprueba y advierte que la Cuaresma empieza el domingo de Cuadragésima; pero en el Sermón 36 del año 465 la autoriza, considerándola muy generalizada entre los fieles.

En el siglo VI escribe San Cesáreo de Arlés, en su Regla a las Vírgenes, que se ha de empezar el ayuno una semana antes de la Cuaresma. Desde entonces, pues, existe la Quincuagésima, al menos en los monasterios. El primer concilio de Orleans, celebrado el año 511, ordena que antes de Pascua observen los fieles la Cuadragésima y no la Quincuagésima, a fin de «mantener, dice el canon 26, la unidad de los usos». Los concilios de Orange, de 511 y 541 respectivamente, censuran el mismo abuso y prohiben ayunar antes de Cuadragésima. Hacia el año 520 señala el autor del Líber Pontificalis la costumbre de anticipar una semana la Cuaresma; mas parece que esta costumbre estaba aún poco extendida.

SEXAGÉSIMA. —

Pronto se amplió el período consagrado al ayuno, y una nueva semana vino a sumarse a la Quincuagésima. Hallamos mencionada por primera vez la Sexagésima en la Regla de San Cesáreo para Monjes, antes de 542. El IV concilio de Orleans, en 541, la menciona en son de defensa del ayuno anticipado.

SEPTUAGÉSIMA. —

Viene finalmente en Roma la Septuagésima al terminar el siglo VI o al empezar el VII. La menciona San Gregorio Magno (594-604) en sus homilías. Poco a poco se extendieron los usos litúrgicos a la Italia septentrional con Milán a la cabeza, y después, merced a la acción de los carolingios, a toda Europa occidental. Inglaterra los aceptó al fin del siglo VII e Irlanda después del siglo IX. Aunque se observaba el ayuno en Quincuagésima y Sexagésima, parece ser que Septuagésima consistía en sus comienzos en la mera celebración litúrgica, sin ayuno, hasta que le impusieron en el siglo IX los concilios francos.

SUPRESIÓN DEL ALELUYA. —

Vemos por Amalario que a principios del siglo ix se suspendía el Alleluia y el Gloria in excelsis Deo en Septuagésima. Se avinieron los monjes a esta costumbre aunque San Benito disponía lo contrario. Algunos son de parecer que San Gregorio VII (1073-1085) suprimió el oficio aleluyático, en uso hasta entonces en el domingo de Septuagésima.  Se trata de las antífonas aleluyáticas de Laudes. San Gregorio VII, al parecer, las reemplazó por las del oficio de Sexagésima y dotó a este último de nuevas antífonas. Da testimonio del hecho el Ordo Ecclesiae Lateranensis del siglo XII. Gregorio VII fue, quizás, quien anticipó la supresión del aleluya al sábado anterior a Septuagésima.

Así llegó a fijarse definitivamente, tras varios tanteos, este tiempo del Año Litúrgico. Dependiente de la fecha de Pascua, está sujeto, por tanto, al avance o retroceso consiguiente a la movilidad de dicha fiesta. Se suelen llamar el 18 de enero y el 22 de febrero Llaves de Septuagésima porque el domingo de este nombre no puede caer ni antes de la primera fecha ni después de la segunda.

(Gueranger, El año litúrgico)