La conciencia. Segunda parte

Debemos instruirnos en la ley de Dios.

No os asustéis, lectores amados. No es un estudio difícil el que se os exige. No tenéis que aprobar la carrera de teología moral o dogmática. Se os exige mucho menos que eso, aunque acaso mucho mas que lo que estudiáis y sabéis.

La formula es bien sencilla. Todos los que queremos hacer lo que debemos, tenemos que estudiar la doctrina cristiana, el Catecismo. El Catecismo puede decirse que es el libro de texto de nuestros deberes, la esencia de la instrucción cristiana, el resumen de nuestro código, el compendio de nuestras obligaciones. Su estudio es, por consiguiente, el principio de lo que debemos hacer, y el primer paso en la carrera de nuestro deber.

Y este deber es mucho mas importante de lo que algunos se figuran. Ciertamente, no es esencial para salvarse saber todo el Catecismo. Dicen los teólogos que absolutamente necesario para salvarse es creer que hay Dios y que es remunerador y castigador de buenos y malos. Y sin esto aseguran que no es posible la salvación.

Pero esto es muy poco. Y aunque no sea absolutamente necesario para la salvación, pero es necesario y tenemos grave obligación, si podemos, de creer, y saber de alguna manera los artículos de la fe, los mandamientos de Dios, los sacramentos de la Iglesia, y, en fin, la oración dominical y en general el modo de orar. Pues bien, todo eso cae precisamente bajo la denominación de Catecismo. Estaría muy equivocado el que oyendo este nombre, por ser el Catecismo libro de escuela, creyese que solo era para la escuela. Porque en la escuela se pone para empezar ya a conocer la ley y la obligación que tenemos que observar después cuando mayores. Y en realidad cuando mas debemos saber el Catecismo es cuando salimos de la niñez a las luchas de la vida.

No es preciso estudiar las formulas, y mucho mejor es saber las explicaciones que las formulas del Catecismo. Sin embargo, conviene muchísimo saber también las formulas, es decir, el Catecismo tal cual se aprende de memoria en la escuela. Porque, al fin y al cabo, la manera de quedarse con la doctrina es esta, lo mismo en la Doctrina cristiana que en Matemáticas y en otras muchas ciencias y doctrinas.

Mas cuando mayores, debemos con todo cuidado saber la explicación y obtener la inteligencia del Catecismo. Para lo cual deberíamos acudir a las explicaciones que los párrocos u otros sacerdotes hacen según su obligación al pueblo, o también tener y leer libros muy preciosos que sobre el Catecismo se han escrito.

Muchas veces los hemos recomendado, y ahora de nuevo los recomendamos, y para citar algunos de tantos como existen y muy buenos, señalaremos los de los PP. Arcos, en un tomo; Schouppe, en dos tomos; Spirago, en tres tomos; Deharbe, tal vez el mejor de todos, en cuatro, y con el apendice de Historia en cinco, y ademas los de Schmid, y el Manual del Catequista Católico, por Perardi, y el Catecismo Mayor, de S. S. el Papa Pio X, explicado por Dianda, los cuales dos últimos ha traducido recientemente el P. Portillo.

Cualquiera de estos es muy apto y conveniente para las familias cristianas, y si en ellos estudiásemos, ya tendríamos piedad mas sólida. Son preferibles estos libros, aun para lectura espiritual, a esos otros llamados piadosos, y que lo son, pero que mas atienden al sentimiento, acaso exagerado, que a la instrucción justa y sólida y presuponen el conocimiento de la doctrina. Y para formar la conciencia bien y como se debe, no hay mejor libro que un buen Catecismo explicado.

Otros modos de formar la conciencia.—

Además de este medio de formar la conciencia que es el principal, hay otros también muy provechosos que enumeraremos ahora, aunque de cada uno de ellos hemos de hablar mas despacio en otras ocasiones.

Las lecturas de libros buenos son uno de los medios mas excelentes. Y es de suma importancia formarse el cristiano una biblioteca de ellos, o tomarlos prestados de los amigos, de las bibliotecas parroquiales o de algunas congregaciones. Hoy tienen el lugar de buenos libros las buenas revistas, y aun los buenos periódicos.

Los sermones y pláticas, y no tanto los brillantes, magníficos, elevados y sublimes, que suenan bien pero no enseñan nada, como otros, que, mas sencillos en apariencia, contienen mucho mas meollo de sustento. Acudid a estos y premiad con vuestra atención el sacrificio de amor propio que hacen muchos predicadores, que prefieren enseñaros y haceros bien, a ganar gloria y aplauso mundano.

La compañía y el trato con gente buena es de los mejores medios para educarse y formarse la conciencia. ¡Qué diferencia va de un hombre criado «en familia timorata, de un joven acompañado de buenos amigos, de una joven que vive en buena sociedad a los que carecen de este recurso! Sobre todo, las buenas conversaciones valen en muchas ocasiones mas que los sermones, mas que las lecturas y mas que las misiones.

Entre los ejercicios ascéticos propios para formar la conciencia, los mas útiles, y utilísimos de verdad son la meditación precedente a los actos del día, y el examen al fin del día de lo que durante el se ha hecho. Eficaces como pocos son estos medios.

En fin, la practica, los actos de virtud cristiana, ese es el mas suave y seguro medio de ir adquiriendo buena conciencia. Ninguno la tiene mejor que los varones santos y virtuosos, porque ninguno practica mejor lo que la conciencia dicta. Con lo cual se van acostumbrando prácticamente a sentir con rectitud de las cosas.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S. J.