Estas tres nuevas meditaciones de San Alfonso María de Ligorio, nos enseñan a valorar la misericordia Divina pero también a no abusar de las gracias que Dios nos da, a no diferir la conversión. Lo único importante, en esta vida, es salvar el alma con la ayuda de Nuestra Madre Santísima.
¿Cómo es la misericordia de Dios? Descubrelo aquí:
Os propongo un día de retiro espiritual con cuatro meditaciones que todo cristiano debería hacer frecuentemente. Estas meditaciones han sido escritas por San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.
1 ª Meditación: ¿Sabemos aprovechar bien el tiempo que Dios nos da? Aqui teneis materia para meditar:
SANTAS PRÁCTICAS QUE LOS CRISTIANOS QUE AMAN A JESUS Y MARIA DEBE REALIZAR PARA PREPARAR LA GRAN SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS.
La fiesta de Pentecostés es el gran día que los Santos Padres han denominado el día del amor, luces, gracias y bendiciones celestes. San Juan Crisóstomo afirma que es la metrópolis de todas las solemnidades cristianas.
La primera cosa que haré desde primera hora de la mañana, será dirigir un acto de ardiente amor al Espíritu Santo, y expresar el vivo deseo que tengo de recibirlo en el transcurso de la jornada. Después, como María, mi tierna Madre, es la esposa del Espíritu Santo que le ama infinitamente, así como me haya levantado, me pondré a sus pies y le solicitaré, con todo el afecto de que soy capaz, embellecer y adornar la habitación de mi alma, a fin de que se convierta en un santuario para el Espíritu Santo. ¡Oh mi buena Madre! Le diré con fervor, Madre bien amada, heme aquí a vuestros pies para pediros una gracia que no me rechazareis, así lo espero: ya que eres la esposa querida del Espíritu Santo, suplicadle en el gran día que vas a descender a mi alma con toda la plenitud de sus dones y abrasarme enteramente en el amor divino. Aquí tienes mi corazón, os lo entrego totalmente; purificadle, santificadle, adornadle con vuestros meritos, para que puedan convertirme en la digna habitación del Huésped incomparable.
Repetiré muchas veces esta plegaria a la Santísima Virgen hasta la hora de Tercia, es decir hasta las nueve de la mañana. Seguidamente haré una Comunión muy santa, y escucharé tantas Misas como sea posible, a fin de honrar al Espíritu Santo de una manera especial, y le ofreceré, con las disposiciones y los afectos mismos del Corazón de Jesús y de María, todas las Misas que han sido celebradas y se celebrarán hasta el fin del mundo.
Fue a las nueve de la mañana, hora de Tercia, cuando el Espíritu Santo descendió a los Apóstoles: elegiré este momento para orar pidiéndole que venga a mi alma y rezaré con devoción la plegaria siguiente u otra similar.
Oración.- Venid ahora, venid, Espíritu Divino, Santificador de las almas, Consolador de los afligidos, Padre de los pobres, Luz de los ciegos, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Tesoro único del mundo: venid ahora, venid, porque suspiro por Vos, como el ciervo busca la fuente. Habéis venido a la tierra para enriquecer a los pecadores y para santificarlos: ¿Dónde encontraréis un alma más desgraciada y pecadora que la mía? ¡Ah! Si yo fuera menos miserable, si fuera menos indigno de vuestra bondad e infinito poder. Venid, venid y otorgadme la plenitud de vuestras gracias, de vuestros dones y bendiciones. Así sea.
Todo el resto del día, haré actos de amor, de alabanza, de adoración y de reconocimiento al Espíritu Santo para que sea digno de venir a mi alma. Es más, pediré a mi buen Jesús y a María, poder alabar y agradecer al Espíritu Santo por todos los dones que me ha prodigado, a mi y al mundo entero. Haré estas oraciones para prepararme estos días a la venida del Espíritu Santo.
Adaptado del libro del P. Fulconis, El alma santa, página 237 y siguiente.
Venid y vamos todos con flores a porfía con flores a María que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes purísima doncella más que la luna bella postrados a tus pies.
A ofrecerte venimos flores del bajo suelo con cuánto amor y anhelo Señora Tú lo ves.
ORACIÓN PREPARATORIA
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu patrocinio, implorado tu auxilio, o pedido tu socorro, haya sido abandonado de Ti. Animado por esta confianza, vengo a Ti, me refugio en Ti, yo pecador gimo delante de Ti. No quieras, ¡oh Madre del Verbo Eterno!, despreciar mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente, y haz lo que te suplico. Amén.
INVOCACIONES AL DULCE NOMBRE DE MARÍA
M
adre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acuérdate de mí, miserable pecador. Avemaría.
A
cueducto de las divinas gracias, concédeme abundancia de lágrimas para llorar mis pecados. Avemaría.
R
eina del cielo y de la tierra, sé mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Avemaría.
I
nmaculada hija de Joaquín y Ana, alcánzame de tu santísimo Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Avemaría.
A
bogada y refugio de los pecadores, asísteme en el trance de mi muerte y ábreme las puertas del cielo. Avemaría.
CÁNTICO: BAJO TU AMPARO
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas la oración de tus hijos necesitados y líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
FLORES PARA LA VIRGEN
¿Por quién hizo Dios las flores, si no las hizo por Ti?
Sugerencias de obsequios espirituales que se pueden ofrecer al Señor, por medio de la Virgen, para cada día del mes de mayo.
N. Recibe, Madre, las flores de nuestro amor y nuestra alegría. R. Para que tu gozo sea cumplido.
1. Prontitud para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza. 2. Examinar mi devoción a la Virgen y cómo la practico. 3. Examinar mi consagración a Cristo y a su Corazón. 4. Poner los medios para estar en gracia de Dios. 5. Estudiar cómo debo guardar la pureza de pensamiento y obras. 6. Procurar ser amable con los demás. 7. Reflexionar si cumplo lo que Dios quiere de mi. 8. Aceptar algo del Magisterio, o de la Religión, que me moleste. 9. Hablar de la Virgen. 10. Recordar algo que me desagrade de otros, y disculparlos. 11. Repetir mi juramento cristiano de lealtad a Cristo y a la Iglesia. 12. Estar un rato comparando mi vida con la de María. 13. Desprenderme de algo en beneficio de otra persona. 14. Hacer con especial cuidado el examen de la noche. 15. Hacer con especial cuidado el ofrecimiento de obras. 16. Comulgar pidiendo fortaleza en las tentaciones. 17. Proponer hacer los cinco primeros sábados. 18. Recitar con devoción el Ángelus. 19. Visitar algún enfermo. 20. Rezar todos los días las tres Avemarías al levantarme y acostarme. 21. Dar un donativo para alguna necesidad. 22. Encomendar a la Virgen mis dificultades y aceptar su decisión. 23. Pedir al Ángel de la guarda remordimiento por mis pecados de omisión. 24. Ofrecer algunas mortificaciones por el fruto de mi apostolado. 25. Descubrir en qué tengo respeto humano, y vencerlo. 26. Ver si todas mis lecturas y espectáculos los aprobará la Virgen. 27. Meditar un rato en el valor de la castidad. 28. Revisar si en todas mis ocupaciones y diversiones imito a Cristo. 29. Pensar con alegría en el cielo, y prepararme para la muerte, quizá repentina. 30. Rezar el Rosario con devoción. 31. Quitar de mi algo que moleste a los demás.
V. Guarda en tu corazón las flores que te ofrecemos. R. Para que ahora y siempre nuestro amor y nuestra alegría, nuestra castidad y nuestra esperanza, sean la prenda bendita de tu gozo y del nuestro.
ORACIÓN FINAL
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a Ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco desde este día alma, vida y corazón. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!
Para descargar las Oraciones del Mes de mayo aqui:
Hoy comienza el bello mes de mayo, consagrado íntegramente la devoción de la Santísima Virgen. ¡Oh! ¡Cuántas gracias esta tierna Madre dispensa a los que la honran de una manera especial a lo largo de este mes!
“Si por un mínimo homenaje, dice el Padre Muzzarelli de la Compañía de Jesús, si por un ayuno, una limosna, un rosario rezado en su honor, esta Madre de Misericordia ha derramado gracias extraordinarias a los más grandes pecadores. ¡Qué bendiciones no pedirá Ella a su Divino Hijo por los que, durante este mes, se consagran a su servicio!”.
Con la finalidad de comprometer a todos los fieles a practicar una devoción tan agradable a la Santísima Virgen y, dada la utilidad para las almas, el Soberano Pontífice Pío VII ha concedido: “1º.- Trescientos días de indulgencia, para cada día del mes, a todos aquellos que durante la jornada, hagan cualquier practica de devoción en honor de María; 2º.- Indulgencia plenaria, a la terminación del mes u otro día del mes, al que confesándose y comulgando, lo haga bajo las condiciones acostumbradas. Estas indulgencias son aplicables a los fieles difuntos.
Me propongo, entonces, para honrar al Inmaculado Corazón de María, emplear este mes a Ella consagrado, lo más piadosamente que pueda, las siguientes prácticas y actos:
1.- Escucharé devotamente la Santa Misa, si mis ocupaciones lo permiten, para recordar los privilegios insignes con los que la Santísima Trinidad ha colmado a la Virgen Santa.
2.- Me privaré de alguna cosa de mi agrado, de un gusto aunque sea lícito, como mirar un objeto hermoso, oler una flor, oír un poco de música, etc.
3.- Cuando oiga tocar las horas del reloj, saludaré a mi buena Madre recitando el Ave María; lo haré al entrar y salir de casa.
4.- Haré alguna limosna a los pobres, para honrar a María.
5.- Pediré a mi Jesús que saque a las almas del Purgatorio, sobre todo a aquellas que hayan tenido más devoción a la Virgen.
6.- Encomendaré insistentemente al Santísimo e Inmaculado Corazón de María, todos aquellos que se encuentren en estado de pecado mortal.
7.- Haré algún acto exterior de humildad para complacer a la Virgen Santa.
8.- Velaré cuidadosamente la guarda de mis sentidos, especialmente los ojos.
9.- Más que nunca, evitaré los pecados veniales con propósito deliberado.
10.- Cada día ofreceré a María, todos los actos de amor y las devociones que todos sus servidores practiquen a lo largo de todo el mundo, especialmente durante este mes, y los presentaré como un homenaje a su Corazón Santísimo e Inmaculado.
11.- Para suplir la imperfección de mi amor, uniré mi corazón al de todos los Santos, sobre todo a San José, y de los que, durante su vida, fueron los más devotos de María.
12.- Ofreceré sobre todo a María el Corazón de su Divino Hijo con todo el afecto que pueda en este mundo y del que pueda tener en el cielo, ya que este homenaje es muy agradable a la Santísima Virgen, tal y como le fue revelado a Santa Gertrudis.
Tal son las doce prácticas que me propongo hacer durante este mes en honor de los doce privilegios concedidos a la Santísima Virgen.
P. Fulconis, El alma santa, 1 de mayo, página 217 y siguientes.
RESOLUCIONES QUE EL ALMA, DESEOSA DE LLEGAR A UNA GRAN SANTIDAD, Y AL PERFECTO AMOR DE JESUS Y DE MARIA, DEBERÁ RENOVAR AL MENOS UNA VEZ AL AÑO.
Confiando en los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús, y con la poderosa protección del Corazón Inmaculado de María, mi tierna Madre, yo N.N. me propongo hoy:
1.- No tener otro deseo, aquí abajo, que llegar a una eminente santidad para ser todo de Jesús y de María.
2.- Elegir mil veces la muerte, antes que cometer un solo pecado mortal, y también un solo pecado venial con propósito deliberado.
3.- Realizar todas mis acciones y, cada una de ellas en particular, con vistas a complacer a Dios, y para ello, unirlas con Jesús, María y todos los Santos.
4.- Sufrir en paz, por amor a Jesús y María, todas las tribulaciones de esta vida: enfermedades, dolores, pobreza, pérdida de bienes, la muerte de nuestros familiares, el desprecio y las persecuciones, etc.
5.- Hacer por amor a Jesús y María, las mortificaciones exteriores que me permitirá la obediencia y aplicarme a las mortificaciones interiores: la vanidad, la curiosidad, etc.
6.- Recurrir siempre en las tentaciones a Jesús y María y refugiarme pronto en sus Corazones Sacratísimos.
7.- Encomendar todos los días a los Sagrados Corazones de Jesús y de María las almas del purgatorio, los agonizantes, los herejes, los infieles y todos los pecadores.
8.- Ofrecer frecuentemente a la Santísima Trinidad, en unión con el Corazón de María y la Preciosa Sangre de Jesucristo, la expiación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia.
9.- Obedecer a mi confesor y a mis superiores como a Jesucristo mismo.
10.- Ver en la persona de mi prójimo a la persona misma de Jesús, y de socorrerlo, en cuanto yo pueda, en todas sus necesidades espirituales y temporales.
11.- Amar, por el amor de Jesús y María, a los que me odian y hacer el bien a quien quiera dañarme.
12.- Tener siempre una baja opinión de mí y soportar las humillaciones y los desprecios por amor a Jesús y María.
13.- Tener constantemente mi corazón desembarazado de toda cosa mundana, para ser siempre de Jesús y María.
14.- Poner un especial cuidado de cumplir cuidadosa y puntualmente todos los deberes de estado, para serle más agradable a Jesús y María.
15.- Guardar siempre la más grande modestia, incluso cuando esté solo porque estoy siempre en presencia de Jesús y de sus Ángeles.
16.- Guardar mi corazón con esquisto cuidado y cerrarle la puerta a todo aquello que pudiera turbarlo, agitarlo, mancharlo o impedir su unión con Jesús y María.
17.- Confesarme cada ocho días o todo lo más, cada quince días y hacer todas las comuniones que me permita mi confesor.
18.- Realizar al levantarme todos mis actos ordinarios de adoración, de reconocimiento, de amor, de ofrenda, de petición y de formar el firme propósito de pasar este día como si fuera el último de mi vida.
19.- Hacer cada día, al menos, una media hora de oración mental y un cuarto de hora de lectura espiritual.
20.- Asistir a Santa Misa todas las veces que pueda, y ofrecer frecuentemente, en unión con el Santo Corazón de María, todas las Misas que se celebren o que sean celebradas hasta el fin del mundo.
21.- Visitar el Santísimo Sacramento al menos una vez al día, si mis ocupaciones me lo permiten, y hacer la Comunión Espiritual al menos tres veces durante la jornada.
22.- Dirigir actos de amor a Jesús y María, y frecuentes aspiraciones a sus Sacratísimos Corazones.
23.- Rezar cada día el Rosario, hacer mi examen particular y las otras prácticas ordinarias.
24.- No desilusionarnos por cada falta que pudieramos cometer; sino hacer un acto de contrición, recurrir con toda confianza a Jesús y María y reemprender con nuevo ardor el camino de la perfección.
Si puedo poner en práctica éstas saludables resoluciones tanto como me sea posible, llegaré muy pronto a la santidad y a una gran santidad. Así sea.
P. Fulconis, El alma santa, 3 de enero, páginas 5 y siguientes.
Adjunto la Novena en honor de Santa Filomena. Esta gran mártir puede ayudarnos mucho en estos tiempos de gran sufrimiento. Ella supo, como nadie, padecer grandes tormentos por Cristo.
La novena ha sido sacada del la página web Miles Christi.
En
el Nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo
Salmo 67.
Levántese
Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el
fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
Salmo 34.
Señor,
pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí. Sufran una
derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte. Vuelvan la espalda
llenos de oprobio los que maquinan mi perdición. Sean como polvo frente al
viento cuando el Ángel del Señor los desbarate. Sea su camino oscuro y
resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque
sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas
mortales. Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que
para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron. Mi alma se
alegra con el Señor y gozará de su salvación. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a San Miguel Arcángel.
Gloriosísimo
príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha
que mantenemos combatiendo “contra los principados y potestades, contra los
caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por
los aires” (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó
incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan “alto precio
rescatados” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los
ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra
Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no
pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. “Fue precipitado el gran
dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del
universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arrojados sus ángeles”
(Apoc. 12,.8-9).
He
aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado
de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus
malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el
designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las
almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas
para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los
hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el
espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria,
de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de
amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber
ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido.
Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como
luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la
impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh
invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los
espíritus que le atacan y dale la victoria.
Protege,
pues, O Jefe siempre invicto, al pueblo de Dios contra las abominaciones
espirituales que caen sobre nosotros, y vence.
La
Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor
contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de
los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al
Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda
retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones
al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias
del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el
diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que
nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).
Después
de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de
la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes
diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y
Señor.
He
aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
R.
Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor,
que tu misericordia venga sobre nosotros.
R.
Como lo esperamos de Ti.
Señor,
escucha nuestra oración.
R.
Y llegue a Ti nuestro clamor.
El
Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R.
Y con tu espíritu.
Oremos.
Dios
y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes
imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre
Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la
Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos,
te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus
inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición
de las almas. Amén.
Exorcismo
Te
exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal
adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de
Nuestro Señor Jesu +cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de
las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del
Divino Cordero +. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género
humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos
como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia
aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad”(II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre +te lo
manda Dios Hijo +; te lo manda Dios Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad
de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe
perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte”
(Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los
“poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de
permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos”(Mat. 28, 20).
Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la excelsa Madre de
Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su
Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +. Te lo manda la fe de los
santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la
sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +.
Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios
+vivo, por Dios +verdadero, por Dios + santo, que “de tal modo amó al mundo que
entrego a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino
que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañara las criaturas humanas y
deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la
Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de
toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en
quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una,
santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre.
Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por
nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los
infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y
las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes
voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor,
escucha mi oración.
R.
Y llegue a Ti mi clamor.
El
Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R.
(Y con tu espíritu).
Oremos.
Dios
del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de
los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los
Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el
poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo,
Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin:
humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos
eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los
espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De
las asechanzas del demonio.
R.
Líbranos, Señor.
Haz
que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R.
Te rogamos, óyenos.
Dígnate
humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R.
Te rogamos, óyenos.
(Se
rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).Señor, no recuerdes nuestros
delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados
(Tobías 3.3).
(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)
¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes,
san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que
debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes
de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de
los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y
que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con
el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo
combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles
apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás
lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio
y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al
fondo del abismo.
Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer
homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y
seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo
entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para
hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna
corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto,
este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno
de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de
blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las
abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a
la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han
puesto sus manos criminales. Aun en este
lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad
que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con
el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.
Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible,
contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale
la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia
se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del
infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud
celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a
Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los
hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras
oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor
nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo
y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los
pueblos. Amén.
– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.
Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos
tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la
intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso
san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros
espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder
las almas. Amén
Cuando el Papa Pio X, de inmortal
memoria, por medio de su Motu proprio del dia 22 de Noviembre de 1903
trazaba el programa de su pontificado en sus relaciones con el culto de la santa
Iglesia, y a cuya realización había de dirigir las energías todas de su grande
alma, se expresaba de esta suerte:
“Nuestro mas vivo deseo es que el verdadero espíritu cristiano reflorezca en
todas sus formas y se mantenga en todos los fieles. Es, pues, necesario
atender, ante todo, a la santidad y a la dignidad del templo, donde todos los
fieles se congregan precisamente para beber este espíritu en su fuente primera
e indispensable, a saber, la participación activa en los sagrados misterios y
en la oración publica y solemne de la Iglesia” .
Fijando nuestra atención en las
palabras del Soberano Pontífice, vemos que son dos los medios que propone para
que el espíritu cristiano anime a los fieles: “1° su participación en los sagrados misterios, y 2ª en la oración publica y solemne de
la Iglesia”. En cuanto al primero de estos medios, o sea en lo relativo a
la participación de los fieles en los sagrados misterios, en la santa Misa, es
innegable que actualmente muchos asisten al santo sacrificio conociendo mucho
mejor que antes la naturaleza del mismo, su excelencia, sus relaciones con la
vida cristiana y las gracias de santificación que del altar santo manan
constantemente para purificar, elevar y dignificar las almas. Es verdad que no
podemos contentarnos con lo realizado; no obstante, los frutos conseguidos
deben estimularnos a no cesar en un
apostolado tan necesario y el mas provechoso para el bien espiritual de los
hijos de la Iglesia.
Quiere este Santo Papa Pío X que
los fieles participen activamente en los sagrados misterios (La Santa Misa);
pero además nos propone otro medio, o sea la participación de los mismos en la
oración publica y solemne de la Iglesia. Ahora bien, ¿de esta participación
podemos afirmar lo mismo que hemos dicho de la primera? Es innegable que muy
poco se ha realizado a fin de que los fieles puedan tomar parte la oración oficial
de la santa Iglesia, en el Oficio divino. El
rezo del Breviario Romano nos aportará un gran tesoro de espiritual formación
cristiana, solidez en nuestra vida, regularidad en la oración, uniéndonos
íntimamente con Jesucristo. El Oficio Divino nos ayudará a resistir
valerosamente a todas las adversidades y todas las pruebas en defensa de la fe
ante las que nos encontramos.
¿Que es el Breviario Romano?
El Breviario Romano es el libro
de la Oración oficial de la Iglesia. La Iglesia debe orar, y debe orar siempre,
porque tal es la voluntad formal, expresa y decisiva de su divino Fundador. He
aquí sus palabras explicitas y terminantes: “ Es necesario orar siempre y no desfallecer” . La realización de
esta voluntad de Jesucristo, nos la afirman las siguientes palabras
iluminadoras y elocuentes de nuestro Santísimo Padre el Papa Pío XI en su Encíclica
CaritateChristi compulsi: “ ¡Qué
espectáculo mas hermoso ofrece al Cielo y a la tierra la Iglesia orante, cuando
sin interrupción, día y noche, en todas las regiones del mundo, entona los
salmos divinamente inspirados! No hay hora del día que no este santificada por
su liturgia especial: no hay edad de la vida humana que no tenga su lugar en
los cultos de acción de gracias, en las alabanzas, en las preces, en los actos
de reparación comunes al cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia”. Esto
supuesto, la Iglesia para orar tiene un libro en el que se contiene su
plegaria, y este libro no es otro que el Breviario Romano. Toda alabanza, todo
encomio, toda ponderación de este libro es insuficiente para expresar su
verdadero valor. El Breviario es obra de la Iglesia, y es una obra tan excelsa
y tan sublime, que ella sola constituye un monumento perenne de su sabiduría,
de su celo por el culto con que debe ser honrado el Altísimo, y de su solicitud
por el bien espiritual de sus hijos. Cuando la santa Iglesia pone en manos de
sus hijos el Breviario, les dice de una manera practica y la mas elocuente: “Ahí tenéis el libro clásico de la plegaria,
el libro que compendia vuestra instrucción religiosa, y el libro que os servirá
admirablemente para mantener vivo el fervor divino en vuestras almas mediante
la meditación de las verdades y los misterios de nuestra fe”.
Por lo mismo, si tuviésemos
necesidad de dar una definición del Breviario, diríamos que es: “El libro clásico de la plegaria, de la instrucción
y de la meditación”.
Lugar que ocupa el Oficio divino en la Liturgia.
Después del santo sacrificio de
la Misa, centro de todo el culto católico, y de los Sacramentos, por los cuales
se comunica la vida sobrenatural a las almas, la parte más culminante de la
Liturgia la constituye el Oficio divino. Con el la Iglesia ha enriquecido a sus
hijos con uno de los medios mas poderosos para la practica de la virtud de la
religión. Esta tiene por objeto el culto de Dios, es decir, el honor que le es
debido por su excelencia infinita. Ahora bien, este honor debido al Altísimo lo
procuramos por medio de los actos de adoración, de acción de gracias, de
impetración y de propiciación.
Examinando el contenido del
Oficio divino, estudiando sus plegarias,
sus himnos, sus alabanzas, sus cánticos, nos vemos obligados a reconocer que con
el se confiesa y reconoce a Dios por supremo autor de todo lo creado; con el le
damos gracias por los beneficios recibidos; le pedimos cuanto necesita la
Iglesia, y procuramos aplacarles por las ofensas que se le hacen.
Por lo mismo, debemos reconocer
que después del santo Sacrificio, el primer lugar de la liturgia lo ocupa el
Oficio divino. No solo ocupa el lugar inmediato al santo Sacrificio, sino que
el mismo es el sacrificium laudis, el sacrificio de alabanza, de que nos
habla el Profeta Rey en los salmos. Y, dado que es verdadero-sacrificio de alabanza,
esta de tal suerte unido con el sacrificio de la Santa Misa, que sin el, la
misma función sacrificial, misión primera de la Iglesia, no podría realizarse.
“El mismo sacrificio exterior, tal como lo
regulan la ley natural y positiva, no puede consumarse sin la oración vocal.
Esta dice con palabras lo que el sacrificio expresa con hechos: Adiungitur
vocalis oratio quasi ad redd itionem d eb iti, dice santo Tomas. Como el
rayo de luz blanca se descompone, al atravesar el prisma, en sus siete
elementos primitivos, y manifiesta en el espectro su variada belleza, así las
palabras de la oración explican a los sentidos la razón del sacrificio, y
descomponen el acto único, de suerte que en todos los componentes pueda el ojo
del alma y el corazón verle y considerarle en su profundo contenido’’.
Añádase a esto que la Iglesia es
el mismo Cristo; es su cuerpo real y místico; es su plenitud: “Diole (a Cristo)
el ser Cabeza de toda la Iglesia, que es su cuerpo y plenitud”. Y la vida de
Cristo fue vida de oración; san Pablo nos lo presenta como Pontífice que, en su
vida mortal, eleva su plegaria, que es oída. Misión de la Iglesia debía ser
continuar la oración de su Cabeza, Cristo Jesús; al realizarla a través de los siglos,
no ha hecho mas que cumplir los reiterados mandamientos de su Maestro y
Fundador. Estas razones ponen ya de manifiesto lo que la oración representa en
el campo de la Liturgia. Es la expresión publica y oficial del sentimiento religioso
en la sociedad de los redimidos; la elevación colectiva de la espiritualidad de
la Iglesia a su Dios. Es la alabanza, la acción de gracias, la petición de
dones, que salen de los profundos senos de la sociedad cristiana y que
cristalizan en formas que la Iglesia ha registrado en sus formularios de
preces. La oración litúrgica es parte esencial de la Liturgia misma, puesto que
es manifestación esencial del culto. En cierto sentido toda la Liturgia es
oración, porque toda ella es una elevación continua a Dios; es el magnifico
epitalamio en que se celebra la unión de la Esposa y el Esposo; unión de
alabanza, de gratitud, de dones. Es la misma vida sobrenatural de la Iglesia
que le viene de Dios por su Cabeza, Cristo, que hace vibrar lo mas profundo de
sus entrañas, y que a Dios vuelve, exteriorizada en una forma oral, por la
misma Cabeza: Per Christum Dominum nostrum.
“Y como el Espíritu de Dios es el que vivifica la Iglesia, y El es quien
fecunda su pensamiento, y pone en juego los resortes de su vida espiritual, y
da elocuencia y sentido de Dios a sus palabras, podemos decir, aun
prescindiendo de aquellas partes de la oración litúrgica que, tomadas de las
divinas Escrituras, son la obra directa del Espíritu Santo, que la oración de
la Iglesia es el divino formulario que el Espíritu de Dios ha puesto en boca de
la Esposa del Cordero; y que este formulario no es mas que la traducción al
lenguaje oral, de aquel “ espíritu de plegaria” que había prometido Dios
difundiría entre los hijos de su reino” .