En el altísimo muro de
rocas que muere sobre la impetuosa corriente del río Deva, en el fondo de la
agreste y estrecha garganta que forma el valle de Covadonga, en la región
española de Oviedo, provincia de Asturias, materialmente incrustado dentro de
la espaciosa cueva donde un puñado de cristianos venció a un ejército de moros
en memorable batalla, se encuentra el santuario nacional de Covadonga, famoso
lugar de peregrinación al que se denomina con frecuencia el «Lourdes
español», por venerarse ahí la misma imagen de la Virgen María que, hace
ocho siglos, presidió la colosal epopeya y por cuya mediación se realizó el
milagro del triunfo de los cristianos. La iglesia actual, basílica insigne,
data de mediados del siglo pasado, pero desde el momento mismo de la milagrosa
batalla que tuvo lugar en el año de 718, se ha mantenido intacta la acendrada
veneración del pueblo español por la bendita imagen de la Madre de Dios,
artífice de la victoria.
Por aquellos tiempos, la
cristiana España gemía avasallada por la dominación de los musulmanes, y al
territorio de Asturias, gobernado por el emir Ayub, llegaron las avanzadas de
un gigantesco ejército morisco con miras a imponer por la fuerza la tiránica
opresión. Ante el temor de tenerse que sujetar el yugo de los infieles, los
cristianos de Asturias se refugiaron en las agrestes montañas y, una vez ahí
decidieron aprestarse a la defensa y nombraron caudillo a Don Pelayo, noble
caballero visigodo, descendiente del rey Rodrigo. Frente a la actitud rebelde
de los cristianos, el gobernador de aquella región montañosa quiso darles un
escarmiente y puso al mando del general Alkamah a cientos de miles de soldados
moros, con órdenes de perseguir a los astures y exterminarlos. En cuanto Don
Pelayo tuvo noticias de que se acercaba el enemigo, tomó la prudente medida de
retirarse con los suyos hacia lo más recóndito de las sierras, donde distribuyó
sus fuerzas sobre las alturas que dominan el estrecho valle del río Deva y él
mismo, con un puñado de cristianos y la imagen de la Virgen María que le
acompañaba en todas sus empresas, se refugió en la espaciosa cueva de
Covadonga, sobre el mismo valle y esperó. El general Alkamah cobró ánimos ante
la retirada de los cristianos y se precipitó por la angosta cañada, seguro de
obtener la victoria, dado el número de sus tropas y la escasez de las huestes
contrarias. Entraron, pues, los moros como encajonados en la cañada donde
Pelayo los aguardaba con serenidad, contando más con la protección del cielo
que con sus fuerzas, ya que por recomendación especial suya, se había puesto la
empresa de la defensa bajo la protección de la Virgen María, y continuamente se
arrodillaban los cristianos ante la imagen en la cueva para implorar su
poderosa mediación.
Al encontrarse las
contrarias huestes se trabó una recia batalla cuya celebridad durará tanto como
dure la memoria de los hombres. Las flechas que lanzaban los moros rebotaban en
la roca y herían a los propios infieles, mezcladas con las que desde la gruta
arrojaban los cristianos. Al mismo tiempo, los que se hallaban apostados en las
laderas, hacían rodar a lo hondo del valle enormes peñascos y troncos de
árboles que aplastaban a los enemigos. No tardó en apoderarse de los musulmanes
el desaliento, al tiempo que crecía el ánimo de los cristianos, alentados por
la fe de que Dios y la Virgen peleaban por ellos. Así debía ser, en efecto,
puesto que cuando Alkamah ordenó la retirada, se produjo una caótica confusión
entre sus hombres que, atrapados en aquellas angosturas, chocaban y se
estorbaban unos a otros y, en aquellos momentos se levantó una furiosa
tempestad que aumentó el espanto de los que trataban de huir vencidos. El
desastre fue espantoso: el retumbar de los truenos entre montes y riscos, la
lluvia que caía a torrentes, las rocas y los árboles que se desgajaban de todos
lados sobre los moros que, entre alaridos de terror, corrían por todas partes,
se atacaban entre sí, desesperados, y se metían al río crecido, cuya impetuosa
corriente los arrastraba. Las crónicas antiguas hacen subir al ejército de
infieles que combatió en Covadonga a cifras asombrosas y asientan muy
formalmente que en la batalla perecieron ciento ochenta y sietemil hombres,
sin quedar uno que lo contara. Por otra parte, inmediatamente después del
suceso, comenzó a cantarse un romancillo popular que exageraba más la nota y
decía así:
El valeroso Pelayo
cercado está en Covadonga
por cuatrocientos mil moros
que en el zancarrón adoran.
Sólo cuarenta cristianos
tiene, y aún veinte le
sobran.
Cuatrocientas mil cabezas
de los perros de Mahoma
los valerosos cristianos
siegan, hienden y
destrozan,
concediendo así la Virgen
al gran Pelayo victoria.
Por supuesto que todas
estas son fantasías, pero no hay duda de que el memorable triunfo de Covadonga,
aunque se explique como hemos visto, por sus causas naturales, fue un conjunto
de circunstancias extraordinarias y aun hubo algo que parece exceder los
límites de lo natural y lo humano. En pocas ocasiones ha podido ser para los
cristianos tan manifiesta la protección del cielo y, por lo mismo, no es de
extrañar que los propios actores del drama y los cronistas posteriores lo
achacaran todo al milagro y a la mediación de la Virgen María, cuya imagen
había llevado consigo Pelayo a la cueva. Por otra parte, la victoria de
Covadonga marcó la iniciación de aquella grandiosa epopeya que se conoce como
la Reconquista de España y que culminó con la toma de Granada, el último
baluarte de los moros, por los reyes católicos Fernando e Isabel. Después de la
batalla, a Pelayo se le coronó rey y a la Madre de Dios se la proclamó reina y
señora, patrocinadora de las armas cristianas y patrona de aquel lugar.
Desde entonces, Covadonga fue el centro de peregrinaciones de los devotos de la Virgen María. Ya a mediados del siglo VIII, durante el reinado de Alfonso I, se edificó una capilla en la misma cueva y, poco tiempo después se estableció cerca un monasterio de los monjes de San Benito, que dos siglos más tarde quedó bajo el gobierno de los canónigos regulares. Durante el siglo XIII, los reyes Fernando III y Alfonso X concedieron grandes privilegios al santuario. En el siglo XVI, éste le hizo regios donativos y, en 1635, el rey Felipe IV amplió y reconstruyó el santuario y mandó edificar ahí viviendas y hospederías.
En 1777, la iglesia se
incendió por haber caído en ella un rayo. Inmediatamente se encargaron los
trabajos de reconstrucción de un enorme santuario a un famoso arquitecto.
Debido a las dificultades para el transporte de material, la escasez de mano de
obra y lo escabroso del terreno, pasaron cerca de cincuenta años antes de que
la obra estuviese terminada. En el año de 1884 se le dio el título de colegiata
a aquella iglesia. Esta se encuentra dentro de la caverna y, a la entrada, en
la pared rocosa, están las tumbas de Pelayo y el rey Alfonso I. Las
peregrinaciones a Covadonga son constantes, pero las mayores se efectúan
principalmente en verano, sobre todo durante los días 7 y 8 de septiembre, víspera
y festividad de la Virgen, cuando la asistencia es muy numerosa.
Butler, La Vida de Santos, Tomo III, página 509 y siguientes.
Como la Natividad de la
Santísima Virgen María es el anuncio jubiloso de que se aproxima la hora de la
salvación, la Iglesia celebra esa festividad con alabanzas y acciones de
gracias. Aquel nacimiento fue un misterio de bienaventuranzas, señalado con
privilegios únicos. María vino al mundo distinta de todos los otros hijos de
Adán: no estaba desprovista de gracia santificante y no tenía inclinación al
pecado, sino que era pura, santa, hermosa, gloriosa, adornada con todas las
gracias más preciosas y convenientes para ella, la elegida para ser Madre de
Dios. Tan pronto como el hombre y la mujer cayeron en el pecado, tentados por
Satanás, y fueron expulsados del Paraíso, el mismo Dios les prometió el
advenimiento de otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la
serpiente. Al nacer la Virgen María, comenzó a cumplirse la promesa.
Con el propósito de aprender las lecciones que nos da la vida de la Virgen María, de alabar a Dios por las gracias que le concedió y por las bendiciones que, por ella, derramó sobre el mundo, así como para encomendar nuestras necesidades a una abogada tan poderosa, celebramos con la Iglesia fiestas en su honor. Esta fiesta de su natividad se celebró por primera vez en el oriente. Sabemos con certeza que fue el Papa San Sergio (687-701 P.C.) quien la introdujo en el occidente al establecer que se celebrasen en Roma cuatro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la «Hypapante», es decir, la Purificación. Es muy probable que en algunas otras partes del Occidente, la Natividad de María se haya conmemorado desde antes. Por lo menos, está claramente anotada en el calendario de San Willibrordo (c. 704), así como en el Hieronymianum (c. 600), lo que sugiere una mayor antigüedad. El hecho de que se conmemorase la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista en los tiempos de San Agustín, probablemente por el año de 401, respalda este punto de vista. Es indudable que cuando las gentes se enteraron de que la decapitación del Bautista y su nacimiento se celebraban por separado, tuvieron la idea de que el nacimiento de la Madre de Dios tendría que ser igualmente celebrado. En consecuencia, a la fiesta de la Asunción se agregó la del Natalicio (a las fiestas de la Concepción, de San Juan y de Nuestra Señora). Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Una antigua tradición afirma que fue en Nazaret, y así se acepta en occidente; pero otra tradición señala a Jerusalén, y específicamente el barrio vecino a la Piscina de Betseda. Ahí hay ahora una cripta bajo la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar donde nació la Madre de Dios.
Acuérdate, Señor, de tu pacto y no olvides por
siempre la vida de tus pobres. Levántate, Señor, y defiende tu causa, no
olvides las voces de los que te buscan. Salmo.- ¡Oh Dios!,
¿por qué nos has desechado para siempre, y se ha enojado tu furor contra las
ovejas que apacientas? V/. Gloria al Padre, y al Hijo.
Colecta.-
Oh Dios todopoderoso y eterno!, aumenta en nosotros
la fe, la esperanza y la caridad; y para que merezcamos conseguir los bienes
que nos prometes, haznos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor.
Conmemoración
de la Natividad de la Virgen
Te pedimos, Señor, que des a tus siervos el
don de la gracia celestial; a fin de que los que hemos recibido las primicias
de la salvación en el parto de la Virgen Santa; merezcamos un aumento de paz en
la solemnidad de su Natividad. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Epistola.
Gál. 3.16-22.-
Hermanos: Las promesas se hicieron a Abraham y a su
descendencia. No se dice: «Y a los descendientes», cual si se tratase de
muchos, sino «y a tu descendencia», como si no hubiese más que uno, el cual es
Cristo. Esto significa que un contrato hecho por Dios en debida forma, no lo
abroga la Ley, que fue hecha cuatrocientos treinta años después, ni anula la
promesa. Porque si la herencia se nos da por la Ley, ya no es por la promesa.
Pero Dios por medio de la promesa hizo la donación a Abraham. ¿Para qué, pues,
la Ley? Púsose en vista de las transgresiones hasta que viniese el descendiente
a quien se había hecho la promesa. Ella ha sido promulgada por ángeles por
medio de un mediador. Mas el mediador no es de uno solo, y Dios es solo. ¿Luego
la Ley es contra las promesas de Dios? No. Si la Ley pudiese dar la vida, la
justificación vendría verdaderamente de la Ley. Mas la Escritura todo lo dejó
sujeto el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en
Jesucristo.
Gradual.
Salm.73.20,19,22.-
Recuerda, Señor, tu alianza y no olvides para siempre
las vidas de tus pobres. V/
Levántate Señor, y defiende tu causa: acuérdate del ultraje que se ha hecho a
tus siervos.
Aleluya.Salm.
89.1.- Aleluya, aleluya. V/ Señor, tu has sido nuestro refugio
de generación en generación. Aleluya.
Evangelio.
Luc. 17.11-19.-
En aquel tiempo: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba por
medio de Samaria y de Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron diez
leprosos, los cuales se pararon lejos y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro,
apiádate de nosotros. El, al verlos, dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. Y
aconteció que mientras iban, quedaron sanos. Y uno de ellos, cuando vio que
había quedado limpio, volvió glorificando a Dios a grandes voces, y se postró
en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Era samaritano. Dijo entonces
Jesús: ¿Pero no son diez los curados? ¿y los otros nueve, dónde están ? No ha
habido quien volviese a dar gloria a Dios, sino este extranjero. Y le dijo:
Levántate, vete, porque tu fe te ha salvado.
Ofertorio.
Salm. 30.15-16.-
En ti Señor, he puesto mi esperanza; dije: Mi Dios
eres tú, en tus manos están mis días.
Secreta.-
Mira, Señor, propicio a tu pueblo y acepta sus dones;
para que, aplacado con esta oblación, nos concedas el perdón y cuanto te
pedimos. Por nuestro Señor.
Conmemoración
de la Natividad de la Virgen
Señor, que la humanidad de tu Unigénito nos
socorra; y así como naciendo de la Virgen Madre no mermó su Virginidad; sino
que la hizo más pura; de la misma manera, purificándonos de nuestras culpas en
la solemnidad de su Natividad, te haga aceptable nuestra ofrenda, Jesucristo,
Señor nuestro. Que contigo.
Prefacio
de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable,
darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno
Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios un
solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de
una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo
creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la
propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la
majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los
Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
Comunión.-
Nos diste, Señor, pan del cielo, que encierra en sí
todo deleite y todo sabor de suavidad.
Poscomunión.-
Recibidos, Señor, los sacramentos celestiales, sírvannos
de auxilio para adelantar en el camino de la salvación. Por nuestro Señor.
Conmemoración
de la Natividad de la Virgen.-
Habiendo recibido, los sacramentos en la
celebración de esta solemnidad anual; haz, Señor, que sean remedio para
vida presente y futura. Por Nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
Introitus:
Ps.lxxiii: 20, 19, et 23
Respice, Dómine, in testaméntum
tuum, et ánimas páuperum tuórum ne derelínquas in finem: exsúrge, Dómine, et
júdica causum tuam, et ne obliviscáris voces quæréntium te. [Ps. ibid., 1] Ut quid, Deus, repulísti in finem:
irátus est furor super oves páscuæ tuæ? Gloria Patri Respice.
Collect:
Omnípotens, sempitérne Deus, da
nobis fidei, spei, et caritátis augméntum: et, ut mereámur ássequi quod
promíttis, fac nos amáre quod prǽcipis. Per Dóm.
Commemoratio Nativitate Beatæ Mariæ Virginis
Fámulis
tuis, quǽsumus, Dómine, coeléstis grátiæ munus impertíre: ut, quibus beátæ
Vírginis partus éxstitit salútis exórdium; Nativitátis eius votíva sollémnitas
pacis tríbuat increméntum. Per Dominum
Ad Gal. iii:
16-23
Lectio
Epístolæ beati Pauli Apóstoli ad Gálatas.
Fratres: Abrahæ dictæ sunt
promissiónes, et sémini ejus. Non dicit: «et semínibus,» quasi in multis, sed
quasi in uno: Et sémini tuo, qui est Christus. Hoc autem dico: testaméntum
confirmátum a Deo, quæ post quadringéntos et trigínta annos facta est lex, non
írritam facit ad evacuándam promissiónem. Nam si ex lege hereditas, iam non ex
promissióne. Abrahæ autem per repromissiónem donavit Deus. Quid igitur lex?
Propter transgressiones posita est donec veniret semen, cui promiserat ordináta
per Angelos in manu mediatoris. Mediator autem unius non est: Deus autem unus
est. Lex ergo adversus promissa Dei? Absit! Si enim data esset lex, quæ posset
vivificáre, vere ex lege esset iustitia. Sed conclusit Scriptura ómnia sub
peccato, ut promíssio ex fide Iesu Christi darétur credéntibus.
Graduale Ps.
lxx: 20, 19, et 23
Respice, Dómine, in
testaméntum tuum, et ánimas páuperum tuórum ne obliviscáris in finem: v. Exsúrge, Dómine, et júdica causum tuam:
memor esto oppróbrii servórum tuórum.
Alleluia, alleluia. [Ps. lxxxix] Dómine, refúgium factus es nobis a
generatióne, et progénie. Alleluia.
Luc.
xvii: 11-19
+ Sequentia sancti Evangelii secundum Lucam.
In illo tempore: Dum
iret Jesus in Jerúsalem, transíbat per médiam Samaríam et Galilǽam. Et cum
ingrederétur quoddam castéllum occurrérunt ei decem viri leprósi, qui stetérunt
a longe; et levavérunt vocem dicéntes: «Jesu, præcéptor, miserére nostri.» Quos
ut vidit, dixit: «Ite, osténdite vos sacerdótibus.» Et factum est, dum irent,
mundáti sunt. Unus autem ex illis, ut vidit quia mundátus est, regréssus est
cum magna voce magníficans Deum, et cécidit in fáciem ante pedes eius, grátias
agens: et hic erat Samaritánus. Respóndens autem Jesus, dixit: «Nonne decem
mundáti sunt? et novem ubi sunt? Non est invéntus qui redíret, et daret glóriam
Deo, nisi hic alienígena?» Et ait illi: «Surge, vade, quia fides tua te salvum
fecit.»
Offertorium:
Ps. xxx: 15-16.
In te sperávi, Dómine; dixi: Tu
es Deus meus, in mánibus tuis témpora mea.
Secreta:
Propitáre Dómine, pópulo tuo,
propitiáre munéribus: ut hac oblatióne placátus, et indulgéntiam nobis tríbuas,
et postuláta concédas. Per Dóminum.
Commemoratio Nativitate Beatæ Mariæ Virginis
Unigéniti
tui, Dómine, nobis succúrrat humánitas: ut, qui natus de Vírgine, matris
integritátem non mínuit, sed sacrávit; in Nativitátis eius sollémniis, nostris
nos piáculis éxuens, oblatiónem nostram tibi fáciat accéptam Iesus Christus,
Dóminus noster: Qui tecum.
Præfátio de Sanctíssima Trinitáte.
Vere dignum et iustum est, æquum
et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater,
omnípotens ætérne Deus: Qui cum
unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in
uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de
tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto,
sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque
Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte
adorétur æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac
Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Sap.
xvi: 20
Panem de cælo dedísti nobis,
Dómine, habéntem omne delectaméntum, et omnem sapórem suavitátis.
Postcommunio:
Sumptis, Dómine, cæléstibus
sacraméntis: ad redemptiónis ætérnæ, quǽsumus, proficiámus augméntum. Per
Dóminum.
Commemoratio
Nativitate Beatæ Mariæ Virginis
Súmpsimus,
Dómine, celebritátis ánnuæ votiva sacraménta: præsta, quǽsumus; ut et
temporális vitæ nobis remédia prǽbeant et ætérnæ. Per Dóminum.
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO.
Lib. 2, quest.
sobre los Evang., cap. 40.
Acerca de los diez leprosos que el Señor curó,
diciéndoles: “Id, mostraos a los sacerdotes”, puede uno preguntarse por que
habiéndoles enviado el a los sacerdotes, quiso que quedasen curados en el
camino. Con excepción de los leprosos, no vemos que enviase jamás a los
sacerdotes a ninguno de los que le debieran la curación corporal. Porque
también había limpiado de la lepra a aquel a quien dijo: “Anda, preséntate a los
sacerdotes y ofrece por ti el sacrificio que ordeno Moisés, para que les sirva
de testimonio”.
Preciso es, pues, investigar lo que significa en si la
lepra. El Evangelio no dice de los que de ella fueron libertados, que fueran
curados, sino purificados; es que, en efecto, la lepra altera el color de la
piel sin privar ordinariamente de la salud o de la integridad de los sentidos y
de los miembros.
A si pues, no sin razón pueden considerarse leprosos,
aquellos que, privados de la ciencia de la verdadera fe, profesan las doctrinas
variadas y cambiantes del error. Porque no ocultan su ignorancia, sino que la
manifiestan a la luz del día, como si fuera una ciencia superior, y la exponen
en discursos llenos de jactancia. Ahora bien, no hay falsa doctrina que no
contenga alguna mezcla de verdad. Pues esa mezcla confusa de verdades y errores
que se puede observar en una misma controversia o relación humana, como matices
diversos en la coloración del mismo cuerpo, es representada por la lepra, que
macula por modo desigual los cuerpos humanos como tintes de verdaderos y falsos
colores. A Iglesia, de tal manera debe de apartar de si esta especie de
leprosos que, a ser posible, al verse apartados por ella de los demás, se
sientan movidos a llamar con grandes voces a Jesucristo, como aquellos diez
leprosos “que manteniéndose alejados de el, le gritaron, diciendo: Jesús, Maestro,
ten piedad de nosotros”.
El mismo nombre de “Maestro”, que no consta lo hubiese
dado al Señor ningún otro de los que le pidieron la salud corporal, demuestra suficientemente
que la lepra es figura de la falsa doctrina, de cuya mancha corresponde solo a
un buen maestro el purificarnos.
Este Decreto del Santo Oficio fue promulgado el día tres de julio de mil novecientos siete. En él, San Pio X describe, de forma numerada, todos los errores doctrinales de la herejía modernista. Dichos errores vienen numerados y enunciados de forma muy clara y sencilla. Estudiándolo bien, podemos constatar que actualmente todas estas herejías se aceptan como algo normal. ¡Cuanto mal ha entrado en la Iglesia de Dios! ¡Cuánto desconocimiento entre los fieles! ¡Estudiemos estas herejías para combatirlas con todas nuestras fuerzas!
Oh Dios!, ven en mi socorro; Señor, corre a ayudarme. Confusos y
avergonzados queden mis enemigos, los que me persiguen a muerte. Salmo.
Arrédrense y sean confundidos los que meditan males contra mí. V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Colecta.-
Omnipotente y misericordioso Dios, que concedes a tus fieles poder servirte
digna y laudablemente; haz, te suplicamos, que corramos sin tropiezo a la
consecución de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Epístola. 2
Cor. 3.4-9.-
Hermanos: Tal es la confianza que tenemos en Dios por Cristo; no que
podamos pensar algo bueno como propio nuestro, sino que nuestra suficiencia nos
viene de Dios. Él nos ha hecho idóneos ministros de una nueva alianza; no de la
letra, sino del espíritu, porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. Pues
si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, fue tan glorioso
que no podían los hijos de Israel fijar la vista en el rostro de Moisés, por la
gloria pasajera de su cara, ¿cómo no había de tenerla mayor el ministerio del
Espíritu? Si el ministerio de la condenación era glorioso, mucho más glorioso
será el ministerio de la justicia.
Gradual. Salm.33.2-3.-
Alabaré al Señor en todo tiempo; no cesarán mis labios de alabarle. V/ En el Señor se gloriará mi alma; lo
oirán los humildes y se alegrarán.
Aleluya. Salm.
87.2.- Aleluya, aleluya. V/. Señor, Dios de mi salvación: día y
noche clamo en tu presencia. Aleluya.
Evangelio.
Luc. 10-23-37.-
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Dichosos los ojos que ven
lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver
lo que vosotros veis y no lo vieron, oír
lo que vosotros oís y no lo oyeron. Levantóse en esto un doctor de la Ley y le
dijo por tentarle: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? y él le
contestó:¿Qué es lo que se halla escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
Respondió él: Amarás al Señor, tu Dios, con .todo tu corazón, y toda tu alma,
con todas tus fuerzas; y todo tu entendimiento; y tu prójimo como a ti mismo.
Bien has respondido, dijole Jesús: haz eso, y vivirás. Mas él, queriendo justificarse,
preguntó de nuevo: y ¿quién es mi prójimo? Entonces Jesús, tomando la palabra-
dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones,
los cuales le despojaron y, después de herirle, se fueron, dejándole medio
muerto. Llegó a pasar por el mismo camino un sacerdote; y, aunque le vio, pasó
de largo. Asimismo, un levita, y llegando cerca de aquel lugar, le vio, y pasó
también de largo. Mas llegó igualmente un viajero samaritano, y al verle,
movióse a compasión. Y acercándose, le vendó las heridas, y echó en ellas
aceite y vino; y montándole en su jumento, lo llevó a una venta y le cuidó. Y
al día siguiente sacó dos denarios, y dióselos al posadero diciéndole:
Cuídamelo, y cuanto gastares de más, te lo abonaré cuando vuelva. ¿Cuál de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Respondió el doctor: El que usó con él de misericordia. Dijole Jesús: Pues vete
y haz tú otro tanto.
Ofertorio.
Ex. 32.11,13,14.-
Oró Moisés al Señor, su Dios, y dijo: ¿Por qué, Señor, te irritas contra
tu pueblo? Apláquese tu ira; acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, a los
que juraste darías tierra que fluyera leche y miel, y se aplacó el Señor, y no
ejecutó el castigo con que había amenazado a su pueblo.
Secreta.-
Te rogamos, Señor, mires propicio los presentes que ofrecemos en los
sagrados altares, para que, consiguiéndonos el perdón, rindan honor a tu santo
nombre. Por nuestro Señor.
Prefacio
de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo
tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu
unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en
la individualidad de una sola persona, sino -en la trinidad de una sola
sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos
también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De
suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad
en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual
alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no
cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.
Comunión. Salm.
103.13.14.-
Del fruto de tus obras, Señor, se sacia la tierra. Tú haces producir a la
tierra el pan, el vino que alegra e] corazón del hombre, el aceite que ilumina
los rostros. y el pan que fortalece el corazón del hombre.
Poscomunión.-
Te suplicamos, Señor, nos dé una nueva vida la participación de este
santo misterio, y nos sirva de expiación al propio tiempo que de fortaleza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
Dominica Duodecima post Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps. lxix: 2-3
Deus in adjutórium meum inténde:
Dómine ad adjuvándum me festína: confundántur et revereántur inimíci me, qui quærunt
ánimam meam. [Ps. ibid., 4] Avertántur
retrórsum et erubéscant : qui cógitant mihi mala. Glória Patri. Deus in
adjutórium meum.
Collect:
Omnípotens et miséricors Deus, de
cujus múnere venit, ut tibi a fidélibus tuis digne et laudabíliter serviátur:
tríbue, quǽsumus, nobis; ut ad promissiónes tuas sine offensióne currámus. Per
Dóminum.
2 ad Cor. iii: 4-9
Lectio
Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.
Fratres: Fidúciam autem talem
habémus per Christum ad Deum: non quod sufficiéntes simus cogitáre áliquid a
nobis, quasi ex nobis: sed sufficiéntia nostra ex Deo est: qui et idóneos nos
fecit minístros novi testaménti: non líttera sed Spíritu: líttera enim occídit
Spíritus autem vivíficat. Quod si ministrátio mortis, lítteris deformáta in
lapídibus, fuit in glória; ita ut non possent intendére fílii Israël in fáciem
Móysi, propter glóriam vultus eius quæ evacuátur: quomodo non magis ministrátio
Spíritus erit in glória? Nam si ministrátio damnatiónis glória est: multo magis
abundat ministérium justítiæ in glória.
Graduale Ps. xxxiii: 2-3
Benedícam Dóminum in omni
témpore: semper laus ejus in ore meo. v. In Dómino laudábitur ánima mea: áudiant mansuéti,
et læténtur.
Allelúja, allelúja. [Ps. lxxxvii: 2] Dómine Deus, salútis meæ, in die
clamávi et nocte coram te. Allelúja.
Luc. x: 23-37
Sequéntia sancti
Evangélii secúndum Lucam.
In illo témpore: Dixit Jesus
discípulos suis: «Beáti oculi qui vident quæ vidétis. Dico enim vobis, quod
multi prophétæ et reges voluérunt vidére quæ vos vidétis, et non vidérunt: et
audíre quæ audítis, et non audiérunt.» Et ecce quidam legisperétus surréxit,
temptans illum, et dicens: «Magíster quid faciéndo vitam ætérnam possidébo?» At
ille dixit ad eum: «In lege, quid scriptum est? quómodo legis?» Ille
respóndens, dixit: «Díliges Dóminum Deum tuum ex toto corde tuo, et ex tota
anima tua, et ex ómnibus víribus tuis, et ex omni mente tua: et próximum tuum
sicut te ipsum.» Dixítque illi: «Recte respondísti: hoc fac et vives.» Ille
autem volens justificáre seípsum, díxit ad Jesum: «Et quis est meus
próximus?» Suscípiens autem Jesus, dixit: «Homo quidam descendébat ab
Jerúsalem in Jéricho, et íncidit in latrónes, qui étiam despoliavérunt eum: et
plagis impósitis abiérunt, semívivo relícto. Accídit autem, ut sacérdos quidam
descendéret eadem via, et viso illo præterívit. Simíliter et levíta, cum esset
secus locum, et vidéret eum pertránsiit. Samaritánus autem quidam iter fáciens,
venit secus eum: et videns eum, misericórdia motus est. Et apprópians,
alligávit vúlnera eius, infúndens óleum et vinum: et inpónens illum in juméntum
suum, duxit in stábulum, et curam eius egit. Et áltera die prótulit duos
denários, et dedit stabulário, et ait: ‘Curam illius habe: et quodcúmque
supererogáveris, ego cum redíero, reddam tibi.’ Quis horum trium vidétur tibi
próximus fuísse illi, qui íncidit in latrónes?» At ille dixit: «Qui fecit
misericórdiam in illum.» Et ait illi Jesus: «Vade, et tu fac simíliter.»
Offertorium: Ps. xxiv: 1-3.
Præcátus est Móyses in conspéctu
Dómini Dei sui, et dixit: «Quare, Dómine, irásceris in populo tuo? Parce iræ
ánimæ tuæ: moménto Abraham, Isaac, et Jacob, quibus jurásti dare terram
fluéntem lac et mel.» Et placátus factus est Dóminus de malignitáte, quam dixit
fácere populo suo.
Secreta:
Hóstias, quǽsumus, Dómine,
propítius inténde, quas sacras altáribus exhibémus: ut nobis indulgéntiam
largiéndo, tuo nómine dent honórem. Per Dóminum.
Communio: Ps. ciii: 13 et 14-15
De fructu óperum tuorum, Dómine,
satiábitur terra: ut edúcas panem de terra, et vinum lætíficet cor hóminis: ut
exhílaret fáciem in óleo, et panis cor hóminis confírmet.
Postcommunio:
Vivíficet nos, quǽsumus, Dómine, hujus participátio
sancta mystérii: et páriter nobis expiatiónem tríbuat, et munímen. Per Dóminum.
HOMILIA DE DOM GUERANGUER AÑO LITURGICO. XII DOMINGO DESPUÉS DE
PENTECOSTES.
EL MINISTERIO NUEVO ESTÁ SOBRE EL ANTIGUO. —
Cuando San Pablo hizo la apología del ministerio
cristiano, sus enemigos le acusaron en seguida de haber hecho orgullosamente su
propia apología. El se defiende. No reivindica para sí otro mérito sino el de
haber sido el dócil instrumento de Dios. Esto es lo que deberán ser siempre los
predicadores y misioneros del Evangelio. Saben bien que el éxito de su
apostolado depende de la humilde obediencia con que dejen a Dios obrar en ellos
y por ellos. No van en busca de su propia gloria, sino de la de Dios.
El haber sido proclamada de este modo su humildad, no
obsta absolutamente nada para que el ministerio con que Dios ha investido a los
Apóstoles, sea tenido por ellos a grandísima honra. Pues este ministerio, a
pesar de lo que digan ciertos fieles de Corinto muy impresionados por las
argucias de los judíos, es mayor y más glorioso que el del mismo Moisés. El, en
efecto, trae la nueva ley, completamente llena del Espíritu de Cristo, de este
Espíritu Santo vivificador y santificador, que procura que cada fiel se adentre
en la familia de las tres Personas divinas. El mensaje de Moisés, por el
contrario, aunque trajo al mundo una grandísima esperanza, no era, con todo
eso, sino letra muerta.
Moisés no promulgó sino ritos materiales, prohibiciones
y condenaciones que no podían abrir a nadie el cielo. Sin duda alguna, Moisés
fue asimismo un fiel instrumento de Dios. Y para dar crédito a la autoridad
divina de su ministerio, Dios no le dejó nunca sin un signo visible: siempre
que Moisés entraba en el tabernáculo para conversar cara a cara con Dios y
recibir las órdenes de la ley antigua, salía con el semblante resplandeciente de
luz, de suerte que después de haber transmitido el mensaje divino, debía cubrirse
con el velo para no deslumbrar al pueblo.
Mas, fundándose en este milagro, no podría tomarse
ningún argumento para ensalzar el ministerio de Moisés sobre el ministerio de
los Apóstoles. Pues no se pueden medir estas dos Alianzas con la misma medida:
la nueva Alianza sobrepasa infinitamente a la antigua, y, si bien es cierto que
la gloria del ministerio apostólico es diferente de la del ministerio mosaico,
con todo eso, necesariamente es mucho mayor.
LA GLORIA DE AMBOS MINISTERIOS. –
Por lo demás, la gloria que resplandecía en la faz de
Moisés, era de tal naturaleza que, lejos de probar la superioridad de su
ministerio sobre el de los Apóstoles, por el contrario demostraba su
irremediable inferioridad. San Pablo tiene empeño en decirlo para no dejar
asidero a ninguna objeción, y esto lo hace en los versículos que siguen
inmediatamente a los de la Epístola de este Domingo doce.
Ciertamente que el ministerio de Moisés estaba aureolado
con una luz divina tan poderosa, que debía cubrirse con un velo para no deslumbrar
los ojos del pueblo. Mas este velo, recuerda San Pablo, tiene otro significado.
Moisés cubriase el rostro con él, «¡para que los hijos de Israel no viesen
desaparecer este resplandor pasajero!»
Así como la misma ley que promulgaba, era pasajera, del
mismo modo lo era la gloria que tenía por fin darla crédito: este era un
resplandor precario, momentáneo. No era sino una figura de la gloria,
verdadera, durable, sustancial y eterna de aquellos que habían de anunciar una alianza
que no terminará, una ley de caridad que nunca pasará. El ministerio cristiano
no goza en este mundo de un resplandor visible; pero imita y prosigue el
ministerio de Cristo en las pruebas, persecuciones y humillaciones, con el fin
de conseguir la salvación del mundo. ¿No es suficiente esto, aun a pesar de las
apariencias, para demostrar que es sobreabundante y eternamente glorioso?
He aquí una gran lección para los fieles, los cuales no
deben olvidarse de rodear de respeto y de honor a quienes Dios ha escogido para
que les anuncien, en su nombre, las palabras de salvación. Con frecuencia, son
poco conocidos del mundo. Mas a los ojos de la fe están rodeados de resplandor
mayor aún que el del rostro mismo de Moisés.
LA CONTEMPLACIÓN. —
Se podría sacar otra lección de esta bella Epístola.
Moisés es, en el caso, imagen de la oración contemplativa y de sus maravillosos
efectos. El privilegio de que sólo él fue dotado en la antigua alianza, de
poder conversar con Dios cara a cara y de verse inundado de su resplandor,
puede obtenerlo todos los días el simple fiel en la nueva alianza. Si queremos,
seremos, en efecto, «como Moisés cuando conversaba con el Señor y vivía
junto a El. Todos nosotros leemos con libertad, en el espejo del Evangelio, la
gloria y perfecciones del Señor. Podemos mantener por completo nuestra alma en
la asidua contemplación de esta belleza. ¡Oh dulce maravilla! Presupuesto
nuestro consentimiento en las renuncias previas, esa belleza sobrenatural del
Señor, ya de suyo atrayente, resulta también activa; y con la asiduidad de
nuestras miradas interiores, llega a invadirnos y transfigurarnos. Dícese de
ciertos mármoles, que con el tiempo, fijan en sí la luz y se hacen
fosforescentes bajo la acción del sol. Nuestra alma no es tan dura como el
mármol; y en efecto, mientras la ley es impotente, he aquí que a fuerza de
mirar al Señor, nuestra vida se une a El más estrechamente; se baña en su resplandor
y sufre su acción secreta; de día en día y de escalón en escalón, se acerca
cada vez más a su belleza, como llevada hacia Cristo por el soplo del Espíritu
de Cristo»
El género humano, sacado de su mutismo secular y
colmado al mismo tiempo con los dones divinos, canta en el Gradual el
agradecimiento que de su corazón rebosa.
EL MANDAMIENTO DEL AMOR. —
«Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo
como a ti mismo.» La Iglesia, en laHomilía que hoy presenta,
como de costumbre, asus fieles, sobre el texto sagrado’, no extiendesu interpretación más allá de la pregunta deaquel doctor de la ley:
basta con demostrar que,según su modo de pensar, la última parte delEvangelio, aunque más larga, no es sino una conclusiónpráctica de
la primera, según esta expresión
del Apóstol: La fe obra por medio de la caridad.
Y, efectivamente, la parábola del buenSamaritano, que por otro lado,
tiene tantas aplicacionesdel más elevado simbolismo, no fue expuestapor los labios del Señor, en su sentido literal,sino para destruir
perentoriamente las restriccionesque habían hecho los judíos en elgran
precepto del amor.
Si toda perfección se halla condensada en el amor, si
ninguna virtud produce sin él su fruto para la vida eterna, el amor mismo no es
perfecto si no se extiende también al prójimo; y en este último sentido, sobre
todo, dice San Pablo que el amor es el cumplimiento de la ley y que es
la plenitud de toda ella. Porque la mayoría de los preceptos del Decálogo, se
refieren directamente al prójimo, y la caridad debida a Dios, no es perfecta
sino cuando se ama juntamente con Dios a lo que El ama, es decir, aquello que hizo
a su imagen y semejanza’. De suerte que el Apóstol, no distingue, como lo hace
el Evangelio, entre los dos preceptos del amor, pues osa decir: «Toda la
ley está contenida en estas palabras: Amarás a tu prójimo como a timismo».
EL PRÓJIMO. —
Pero cuanto mayor es la importancia de este amor, tanto
mayor es también la necesidad de no equivocarse acerca del significado y
extensión de la palabra prójimo. Los judíos no consideraban como tales
sino a los de su raza, siguiendo en ello las costumbres de las naciones
paganas, para quienes los extranjeros eran enemigos. Mas he aquí que
interrogado por un representante de esta ley mutilada, el Verbo divino, autor
de la ley, la restablece por entero.
Pone en escena a un hombre que sale de la ciudad santa,
y a un Samaritano, el más despreciado de los extranjeros enemigos y el más
odioso para un habitante jerosolimitano. Y, con todo eso, por la confesión del
doctor que le interroga, como indudablemente de todos los que le escuchan, el prójimo,
para el desdichado caído en manos de los ladrones, no lo es tanto en este caso
el sacerdote o el levita de su raza, como el extranjero Samaritano, que,
olvidando los resentimientos nacionales, ante su miseria, no ve en él sino a su
semejante. Convenía decir que ninguna excepción podía prevalecer contra la ley suprema
del amor, tanto aquí abajo como en el cielo; y que todo hombre es nuestro
prójimo, a quien podemos hacer o desear el bien, y que es nuestro prójimo todo
aquél que practica la misericordia, aunque sea Samaritano.
(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)
¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes,
san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que
debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes
de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de
los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y
que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con
el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo
combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles
apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás
lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio
y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al
fondo del abismo.
Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer
homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y
seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo
entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para
hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna
corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto,
este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno
de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de
blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las
abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a
la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han
puesto sus manos criminales. Aun en este
lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad
que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con
el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.
Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible,
contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale
la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia
se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del
infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud
celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a
Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los
hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras
oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor
nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo
y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los
pueblos. Amén.
– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.
Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos
tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la
intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso
san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros
espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder
las almas. Amén
Dios mora en su santa casa; a los desvalidos da un
hogar y a su pueblo, fuerza y poder. Salmo.- Levántese Dios y desaparezcan sus enemigos; y
huyan de su presencia los que le odian. V/. Gloria a Padre, y al Hijo.
Colecta.-
Omnipotente y eterno Dios, cuya infinita bondad
rebasa los méritos y aun los deseos de los suplicantes; derrama sobre nosotros
tu misericordia, y perdona lo que nuestra conciencia teme, dándonos aun lo que
no osamos pedirte. Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola.
1 Cor. 15.1-10.-
Hermanos: Os recuerdo el Evangelio que os he
predicado, que vosotros habéis recibido, en el cual estáis firmes, y por el que
os salváis, si lo conserváis cual os lo he anunciado, porque, de otra suerte,
en vano habríais creído. En primer lugar, os he enseñado lo mismo que yo
aprendí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las
Escrituras, y que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras;
y que se apareció a Cefas, y después a los once. Luego se dejó ver de más de
quinientos hermanos a la vez; muchos de los cuales viven aún, aunque otros ya
murieron. Después se dejó ver de Santiago, luego de los apóstoles todos; finalmente,
se me apareció también a mí, que soy como un abortivo. Pues yo soy el menor de
los apóstoles, que ni merezco ser llamado apóstol, porque he perseguido a la
Iglesia de Dios. Mas por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha
sido estéril en mi.
Gradual.
Salm. 27.7.1-
En Dios esperó mi corazón, y fui socorrido, y
refloreció mi carne, y con todo mi corazón le alabaré. V/ .A ti, Señor, clamo; Dios mío, no te hagas sordo a mis ruegos ni
te alejes de mi.
Aleluya.
Salm.80.2-3.- Aleluya, aleluya. V/ Alabad a Dios, que es nuestra ayuda,
celebrad al Dios de Jacob; cantad con el arpa y la citara. Aleluya.
Evangelio. Marc.
7.31-37.-
En aquel tiempo: Saliendo Jesús de tierras de Tiro,
se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando por mitad de la
Decápolis. Y le trajeron un sordomudo, suplicándole pusiese la mano sobre él
para curarle. Y apartándole del tropel de la gente, metió los dedos en sus
oídos y con la saliva le tocó la lengua; y alzando los ojos al cielo, suspiró y
díjole: ¡Éfeta!, que quiere decir abríos. Y al punto se le abrieron los oídos y
se le soltó el impedimento de su lengua, y hablaba correctamente. Y les mandó
que a nadie lo dijesen. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo divulgaban,
y más crecía su pasmo; y decían: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oír a los
sordos, y hablar a los mudos.
Ofertorio. Salm.29.2-3.-
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado, y no has
dejado se rían de mí mis enemigos; Señor, he clamado a ti y me has sanado.
Secreta.-
Te suplicamos, Señor, mires propicio el sacrificio
que nosotros, tus siervos, te ofrecemos, para que te sea grato y sostenga
nuestra fragilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio
de la Santísima Trinidad.–
En verdad es digno y
justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar,
Señor, santo Padre, omnipotente y eterno
Dios, que con tu unigénito Hijo y con el
Espíritu Santo eres un sólo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una
sola persona, sino .en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto
nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu
Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y
eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia,
y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una
voz.
Comunión.
Prov. 3.9-10.-
Honra al Señor con todo tu haber y con las primicias
de tus frutos; y se llenarán tus trojes de grano y tus lagares rebosarán de
vino.
Poscomunión.-
Te
rogamos, Señor, que experimentemos en el alma y en el cuerpo el refuerzo de tu
sacramento, para que, salvados ambos, nos gloriemos con la plenitud del remedio
celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
Dominica Undecima Post
Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps.
lxvii: 6,7, et 36
Deus in loco sancto suo: Deus qui inhabitáre facit unánimes in
domo: ipse dabit virtútem, et fortitúdinem plebi suæ. [Ps. ibid.] Exsúrgat Deus et dissipéntur
inimíci ejus: et fúgiant, qui odérunt eum, a fácie ejus. v. Glória Patri. Deus in loco.
Collect
Omnípotens, sempitérnæ Deus, qui abundántia pietátis tuæ, et
merita súpplicum excédis et vota: effúnde super nos misericórdiam tuam: et
dimíttas quæ consciéntia métuit, ut adjícias quod orátio non præsúmit. Per
Dóminum.
Lectio Epistolæ beati Pauli
Apostoli ad Corinthios.
Fratres: Notum
vobis fácio Evangélium quod prædicávi vobis, quod et accepístis, in quo et statis,
per quod et salvámini: qua ratióne prædicáverim vobis, si tenétis, nisi si
frustra credidístis. Trádidi enim vobis in primis, quod et accépi: quóniam
Christus mórtuus est pro peccátis nostris secúndum Scriptúras: et quia sepúltus
est, et quia resurréxit tértia die secúndum Scriptúras: et quia visus est
Cephæ, et post hoc úndecim. Deínde visus est plus quam quingéntis frátribus
simul, ex quibus multi manent usque adhuc, quidam autem dormiérunt. Deínde
visus est Jacóbo, deínde apóstolis ómnibus: novíssime autem ómnium tamquam
abortívo, visus est et mihi. Ego enim sum mínimus Apostolórum, qui non sum
dignus vocári Apóstolus, quóniam persecútus sum Ecclésiam Dei. Grátia autem Dei
sum id quod sum, et grátia ejus in me vácua non fuit.
Graduale Ps. xxvii: 7 et 1
In Deo sperávit cor meum, et adjútus sum: et reflóruit caro mea,
et ex voluntáte mea confitébor illi. v. Ad
te, Dómine, clamávi, Deus meus, ne síleas, ne discédas a me.
Allelúja,
allelúja. [Ps. lxxx: 2 et 3] Exultáte
Deo adjutóri nostro, jubiláte Deo Jacob: súmite psalmum jucúndum cum cíthara.
Allelúja.
Marc. vi: 31-37
+ Sequéntia
sancti Evangélii secúndum Marcum.
In illo témpore: Exiens Jesus de fínibus Tyri, venit per Sidónem
ad mare Galilǽæ, inter medios fines Decapóleos. Et addúcunt ei surdum et mutum,
et deprecabántur eum, ut inpónat illi manum. Et apprehéndens eum de turba
seórsum, misit dígitos suos in aurículas ejus: et éxpuens, tetígit linguam
ejus: et suspíciens in cælum, ingémuit, et ait illi: «Ephphetha,» quod est,
«adaperíre.» Et statim apértæ sunt aures ejus, et solútum est vínculum linguæ
ejus, et loquebátur recte. Et præcépit illis, ne cui dícerent. Quanto autem eis
præcipiébat, tanto magis plus prædicábant: et eo ámplius admirabántur,
dicéntes: «Bene ómnia fecit, et surdos facit audíre, et mutos loqui.»
Offertorium: Ps. xxix: 2 et 3
Exaltábo te, Dómine, quóniam suscepísti me, nec delectásti
inimícos meos super me: Dómine, clamávi ad te, et sanásti me.
Secreta:
Réspice, Dómine, quǽsumus, nostram propítius servitútem: ut,
quod offérimus, sit tibi munus accéptum, et sit nostræ fragilitátis subsídium.
Per Dóminum.
Præfátio de Sanctíssima Trinitáte
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo, et Spíritu
Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónæ, sed
in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de tua gloria, revelánte te, crédimus,
hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine differéntia discretiónis
sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque Deitátis, et in persónis
propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur æquálitas. Quam
laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant
clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Prov. iii: 9-10
Honóra Dóminum de tua substántia, et de primítiis frugum tuárum:
et implebúntur hórrea tua saturitáte, et vino torculária redundábunt.
Postcommunio:
Sentiámus, quǽsumus, Dómine, tui perceptióne sacraménti,
subsídium mentis et córporis: ut in utróque salváti, cæléstis remédii
plenitúdine gloriémur. Per Dóminum.
Homilía de San Gregorio, Papa.
Homilía 10 sobre Ezequiel, lib. 1
Por que Dios, Creador de todas las cosas, queriendo curar
a un sordomudo, le metió los dedos en los oídos, y tocó su lengua con saliva?
.Que designan los dedos del Redentor sino los dones del Espíritu Santo? Por
esto, en otra ocasión, al lanzar un demonio, dijo: “Si yo lanzo los demonios
con el dedo de Dios, es evidente que ha llegado el reino de Dios a vosotros”. Otro
Evangelista refiere, con relación a este mismo milagro, que el Salvador dijo:
“Mas si yo lanzo los demonios en virtud del Espíritu de Dios, ciertamente el reino
de Dios ha llegado a vosotros”. Se colige de ambos pasajes que el meter el Señor
los dedos en los oídos del sordomudo, equivale a abrir la inteligencia del
mismo mediante los dones del Espíritu Santo, para que escuche dócilmente.
¿Y qué significa el hecho de tocar el Salvador la lengua
de aquel mudo con saliva? La saliva que sale de la boca del Redentor es para
nosotros la sabiduría que recibimos mediante su divina palabra. En efecto, la
saliva desciende de la cabeza a la boca. Así pues, cuando esta Sabiduría, que
es el mismo Jesucristo, toca nuestra lengua, al punto se hace apta para el
ministerio de la predicación. “Alzando Jesús los ojos al cielo, exhalo un
suspiro”. No significa esto que tuviera necesidad de suspirar, aquel que podía
dar por si lo mismo que pedía; hízolo para enseñarnos a acudir con gemidos a
aquel que reina en los cielos, a fin de que se abran nuestros oídos por el don
del Espíritu Santo, y nuestra lengua se haga expedita para la predicación mediante
la saliva de su boca, o sea, la ciencia de la palabra divina.
Jesús dijo a continuación: “Epheta”; o lo que es lo mismo:
Abríos; y al punto se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la
lengua”. Hay que notar con esto, que si el Salvador dijo “Abríos”, fue porque los
oídos de aquel sordo estaban cerrados. Mas a quien le abren los oídos del
corazón para escuchar dócilmente, se le suelta también, sin duda alguna, por
una consecuencia necesaria, el impedimento de la lengua, para ensenar a los
demás a hacer el bien que el mismo practica. Con razón, pues, se añadió: “Y
hablaba correctamente”. En efecto, habla como conviene, aquel cuya obediencia
comienza por participar lo que su palabra recomienda que hagan los demás.
Yo
llamo al Señor, y él oye mi voz; me libra de los que marchan contra mí; él, que
reina desde toda la eternidad, los humilla. Pon tu suerte en las manos del
Señor; él te sustentará. Salmo.- Da oídos,
Señor, a mis ruegos y no te escondas ante mis plegarias; atiéndeme y escúchame.
V/ Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Colecta.-
Oh
Dios!, que haces brillar sobre todo tu omnipotencia por el perdón y la
clemencia, multiplica sobre nosotros tu gracia; para que, corriendo tras de tus
promesas, nos hagas participar de los bienes celestiales. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Epístola. I Cor. 12.2-11.-
Hermanos: Bien sabéis que cuando erais paganos,
marchabais sin reflexionar tras de los ídolos mudos. Ahora, pues, yo os
declaro: nadie que hable inspirado de Dios maldice de Jesús y nadie puede decir
que Jesús es el Señor, sino por moción del Espíritu Santo. Hay, sí, diversidad
de dones espirituales, mas es el mismo Espíritu; diversidad de ministerios,
pero un solo Señor; diversidad de operaciones, mas el mismo Dios obra todo en
todos. La manifestación del Espíritu se da a cada cual con miras al bien común.
Así uno recibe del Espíritu una palabra de sabiduría; otro recibe del mismo
Espíritu una palabra de ciencia; a éste le da el mismo Espíritu fe; al otro, el
don de curación por el mismo Espíritu; a quién, el don de hacer milagros; a
quién, la profecía; a éste, discreción de espíritus; a uno, diversidad de
lenguas; a otro, el don de interpretación. Mas todo esto lo obra el mismo y
único Espíritu, repartiéndolo a cada cual según le place.
Gradual. Salm. 16.8,2, Guárdame, Señor,
como a la niña de tus ojos: al abrigo de tus alas ampárame. V/ Tu
boca falle en mi favor y vean tus ojos mi rectitud.
Aleluya.Salm. 64.2.- Aleluya, aleluya. V/ A ti, ioh Dios!, se deben himnos de
alabanza en Sión, y a ti se ofrecerán votos en Jerusalén. Aleluya.
Evangelio.Luc.18.9-14.-
En
aquel tiempo: Dijo Jesús a ciertos hombres que presumían de justos y
despreciaban a los demás esta parábola: Dos hombres subieron al templo para
orar, uno fariseo y otro publicano. El fariseo, en pie, oraba en su interior de
esta manera: ¡Dios!, gracias te doy porque no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos, adúlteros; o como este publicano. Ayuno dos veces por
semana; pago los diezmos de cuanto poseo. El publicano, puesto allá lejos, ni
se atrevía a levantar los ojos al cielo; se golpeaba el pecho diciendo: ¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador! Os digo que éste volvió justificado
a su casa, mas no el otro; porque todo el que se ensalza será humillado, y el
que se humilla será ensalzado.
Ofertorio.Salm. 24.1-3.-
A
ti, Señor, levanto mi espíritu; en ti, Dios mío, busco mi refugio, no quede
avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; nadie que espere en ti será confundido.
Secreta.-
A
ti, Señor, se debe rendir el tributo de estos sacrificios; tu eres también el
que nos permites ofrecerlos en tu honor y también para nuestra propia curación,
Por nuestro Señor.
Prefacio de la Santísima Trinidad.-
En
verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y
lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo
y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la
individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia.
Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu
Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que
confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las
personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban
los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Arcángeles, los Serafines,
que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
Comunión. Salm. 50.21.-
Aceptarás,
Señor, los sacrificios santos, el holocausto y la oblación perfecta sobre tu
altar.
Poscomunión.-
Te
rogamos, Señor y Dios nuestro, no prives de tus auxilios a los que te dignas,
benigno, reparar con tus divinos sacramentos. Por nuestro.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN
Dominica
Decima Post Pentecosten
II Classis
Introitus: Ps. liv: 17, 18, 20, et 22
Cum
clamárem ad Dóminum, exaudívit vocem meam, ab his, qui appropínquant mihi: et
humiliávit eos qui est ante sǽcula, et manet in ætérnum: jacta cogitátum tuum
in Dómino, et ipse te enútriet. [Ps. ibid., 2] Exaudi,
Deus, oratiónem meam, et ne despéxeris deprecatiónem meam: inténde mihi, et
exáudi me. Glória Patri. Cum clamárem.
Oratio:
Deus,
qui omnipoténtiam tuam parcéndo máxime et miserándo maniféstas: multíplica
super nos misericórdiam tuam; ut ad tua promíssa curréntes, cæléstium bonórum
fácias esse consórtes Per Dóminum.
1 ad Cor. xii: 2-11
Lectio Epistolæ beati Pauli Apostoli ad
Corinthios.
Fratres:
Scitis quóniam cum gentes essétis, ad simulácra muta prout ducebámini eúntes.
Ideo notum vobis fácio, quod nemo in Spíritu Dei loquens, dicit anathema Iesu.
Et nemo potest dicere, Dóminus Iesus, nisi in Spíritu Sancto. Divisiónes vero
gratiárum sunt, idem autem Spíritus. Et divisiónes ministratiónum sunt, idem
autem Dóminus. Et divisiónes operatiónum sunt, idem vero Deus, qui operátur
ómnia in ómnibus. Unicuíque autem datur manifestátio Spíritus ad utilitátem.
Alii quidem per Spíritum datur sermo sapiéntiæ: álii autem sermo sciéntiæ
secúndum eúndem Spíritum: álteri fides in eódem Spíritu: álii grátia sanitátum
in uno Spíritu: álii operátio virtútum, álii prophetía, álii discrétio
spírituum, álii génera linguárum, álii interpretátio sermónum. Hæc autem ómnia
operátur unus atque idem Spíritus, dívidens síngulis prout vult.
Graduale Ps. xvi: 8 et 2
Custódi
me, Dómine, ut pupíllam óculi: sub umbra alárum tuárum prótege me. V. De vultu tuo judícium meum pródeat: óculi tui
vídeant æquitátem.
Allelúja,
allelúja. [Ps.
lxiv: 2] Te decet hymnus, Deus, in Sion: et tibi reddétur votum in
Jerúsalem. Allelúja.
Luc. xviii: 9-14
+ Sequéntia sancti Evangélii secúndum
Lucam.
In
illo tempore: Dixit Jesus ad quosdam, qui in se confidébant tamquam iusti, et
aspernabántur céteros parábolam istam: Duo hómines ascendérunt in templum ut
orárent: unus Pharisǽus et alter publicánus. Pharisǽus stans, hæc apud se
orábat: «Deus, grátias ago tibi, quia non sum sicut céteri hóminum: raptóres,
injústi, adúlteri, velut étiam hic publicánus. Jejúno bis in sábbato, décimas
do ómnium quæ possídeo.» Et publicánus a longe stans nolébat nec óculos ad
cælum leváre, sed percutiébat pectus suum, dicens: «Deus propítius esto mihi
peccatóri.» Dico vobis: descéndit hic iustificátus in domum suam ab illo: quia
omnis qui se exáltat, humiliábitur: et qui se humíliat exaltábitur.
Offertorium: Ps. xxiv: 1-3.
Ad
te, Dómine, levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam: neque
irrídeant me inimíci mei: étenim univérsi, qui te exspéctant, non confundéntur.
Secreta:
Tibi,
Dómine, sacrifícia dicáta reddántur: quæ sic ad honórem nóminis tui deferénda
tribuísti, ut éadem remédia fieri nostra præstáres. Per Dóminum.
Præfátio
de Sanctíssima Trinitáte
Vere
dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias
ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus:
Qui cum
unigénito Fílio tuo, et Spíritu Sancto, unus es Deus, unus es Dóminus: non in
uníus singularitáte persónæ, sed in uníus Trinitáte substántiæ. Quod enim de
tua gloria, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto,
sine differéntia discretiónis sentimus. Ut in confessióne veræ sempiternáeque
Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur
æquálitas. Quam laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim:
qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes:
Communio: Ps. l: 21
Acceptábis
sacrifícium justítiæ, oblatiónes, et holocáusta, super altáre tuum, Dómine.
Postcommunio:
Quǽsumus,
Dómine Deus noster: ut quos divínis reparáre non désinis sacraméntis, tuis non
destítuas benígnus auxíllis. Per Dóminum.
Homilía de San
Agustín Obispo
Sermón 36 sobre las
Palabras del Señor
¿Podía el fariseo haberse contentado con decir “Yo no soy como muchos hombres». Mas con estas palabras: “Como los demás hombres”, .no se refiere a todos, excepto a si mismo? Pero he ahí un publicano; ¡buena ocasión, semejante vecindad, para engreirse todavía mas y mas! Y efectivamente, el fariseo añade: “No soy tampoco como este publicano”. Como si dijera: Yo soy un hombre aparte; este es un hombre como los demás. Yo me distingo de este hombre en virtud de mis propios meritos, gracias a lo cuales no soy un malvado.
Ayuno dos veces a la semana: pago los diezmos de cuanto poseo”.
En estas palabras buscaríamos en vano lo que pide a Dios. Habiendo subido al
templo a orar, en vez de pedir algo a Dios hace su propia apología. Y como si
no fuera bastante alabarse a si mismo en vez de regar a Dios, insulta además al
que esta rogando. “El publicano, por el contrario, se mantenía apartado”, y, no
obstante, estaba cerca de Dios. El conocimiento de su conciencia le repelía,
mas su piedad le aproximaba. Manteníase apartado, pero el Señor le contemplaba de
cerca.
Porque siendo el Señor altísimo, pone los ojos en las
criaturas humildes”. En cuanto a los que se elevan, como lo hacia aquel
fariseo, conócelos de lejos. Dios mira de lejos a los soberbios, mas no los
perdona. Considera de nuevo la humildad del publicano; no le basta permanecer apartado;
sino que ni siquiera sus ojos osaba levantar al cielo; para atraerse las
miradas del Señor, no se atrevía a mirarle; su conciencia lo amilanaba, pero la
esperanza lo alentaba. Escucha todavía: “ Se daba golpes en el pecho” ; el mismo
se castigaba; por eso el Señor perdono a aquel hombre que confesaba su miseria.
“Golpeaba su pecho, diciendo: Dios mío, ten misericordia de mi que !soy un
pecador” . He ahí un hombre que ora. .Por que asombrarte de que Dios le perdone,
cuando el mismo se confiesa pecador?
Dada la extensión de esta Constitución Apostólica les pondré la definición dogmática:
Fórmula definitoria
Por tanto, después de elevar a Dios
muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para
gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar
benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del
pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma augusta Madre y
para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor
Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra,
pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida
terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste.
Por eso, si alguno, lo que Dios no quiera, osase
negar o poner en duda voluntariamente lo que por Nos ha sido definido, sepa que
ha caído de la fe divina y católica.+
Para que nuestra definición de la Asunción
corporal de María Virgen al cielo sea llevada a conocimiento de la Iglesia
universal, hemos querido que conste para perpetua memoria esta nuestra carta
apostólica; mandando que a sus copias y ejemplares, aun impresos, firmados por
la mano de cualquier notario público y adornados del sello de cualquier persona
constituida en dignidad eclesiástica, se preste absolutamente por todos la
misma fe que se prestaría a la presente si fuese exhibida o mostrada.
A ninguno, pues, sea lícito infringir esta
nuestra declaración, proclamación y definición u oponerse o contravenir a ella.
Si alguno se atreviere a intentarlo, sepa que incurrirá en la indignación de
Dios omnipotente y de sus santos apóstoles Pedro y Pablo.
“SACRORUM ANTISTITUM” Impuesto
al clero en septiembre de 1910 por S.S. Pío X
“ Yo…abrazo y recibo
firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio,
que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los
textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos
tiempos.”“En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas
puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la
luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las
obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.”“En segundo lugar,
admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos
divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como
signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos
argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de
todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.”“En
tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de
la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por
Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y
creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre
sus sucesores hasta el fin de los tiempos.”“En cuarto lugar, recibo
sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido
de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR
ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICION HERETICA DE LA EVOLUCION DE LOS
DOGMAS, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno
diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo
todo error que consista en sustituir el deposito divino confiado a la esposa de
Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de
la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los
hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso
indefinido.”“Consecuentemente: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente
que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades
tenebrosas del “subconsciente”, moralmente informado bajo la presión del
corazón y el impulso de la voluntad, sino que un verdadero asentamiento de la
inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX
CATEDRA, asentamiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de
Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado
por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Maestro”.“En fin, de manera
general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas,
que pretenden no hay nada divino en la tradición sagrada, o lo que es mucho peor,
que admiten lo que hay de divino en el sentido panteísta, de tal manera que no
queda nada más que el hecho puro y simple de la historia, a saber: El hecho de
que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúa a través de
las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y sus Apóstoles. Para
concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi ultimo suspiro, la
fe de los Padres sobre el criterio cierto de la verdad que está, ha estado y
estará siempre en el episcopado transmitido por la sucesión de los Apóstoles;
no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda parecer mejor adaptado al
grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA
VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO
SEA JAMAS NI CREIDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO. “Todas estas cosas me
comprometo a observarlas fiel, sincera e INTEGRAMENTE, aguardarlas inviolablemente
y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis
palabras y mis escritos…”