Año liturgico. Primera parte

Tiempo litúrgico.—

Llamamos tiempo litúrgico al mismo tiempo común y civil considerado desde el punto de vista litúrgico, según la distribución de las fiestas, oraciones, y acciones litúrgicas. Y es muy digno de consideración y se presta a mucha piedad y devoción en nuestra vida. Consideremos litúrgicamente el día, la semana v el año.

Día litúrgico.—

El Maestro nos aconsejo que orásemos siempre. Siempre se debe entender no a la letra, porque esto es en esta vida imposible, pero si tan frecuentemente que pueda decirse que siempre estamos orando y en comunicación con Dios. ¡Ojala pudiésemos estar en continua y nunca interrumpida comunicación con Nuestro Señor! ¡Oh dichoso día de la gloria, cuando ninguna otra cosa tendremos que hacer, y podremos hacer esto aun haciendo otras muchas! Mas no siendo esto aquí posible, la Iglesia nos enseña a orar muchas veces. David decía que se levantaba a media noche para alabar a Dios, y que durante el día alababa al Señor siete veces al día. Daniel decía que oraba a Tercia, Sexta y Nona, correspondientes a las nueve, doce y quince de nuestro horario. La Santa Iglesia ha fijado, pues, siete horas al día para orar y una a media noche: Maitines de noche. Laudes al rayar el crepúsculo. Prima al salir el sol. Tercia a media mañana. Sexta a mediodía. Nona a media tarde. Vísperas al ocaso; y Completas al ir a descansar. De ellas, Tercia es la hora de la bajada del Espíritu Santo. Sexta de la traición de Judas. Nona de Ja muerte del Señor. Los himnos de todas estas horas bien poéticos y suaves dicen relación muchas veces al carácter de la hora. Por ejemplo, el de la prima: “Nacido ya el astro de la luz * roguemos suplicantes a Dios * que en los actos del día * nos guarde de los que hacen mal. Modere refrenándola la lengua * para que no resuene el horror de la contienda; * proteja con su favor la vista * para que no beba la vanidad. * Sean puras las intimidades del corazón. * Parése la maldad. * Mortifique la soberbia de la carne * la sobriedad del comer y del beber. * Para que cuando el día se retire, * y la suerte retraiga la noche, * por la abstinencia del mundo, * le cantemos gloria. * Gloria a Dios Padre * a y su único Hijo, * y al Espíritu Paráclito. * Ahora y por todos los siglos. Amen.”

El Oficio Divino.—

Conforme a este horario, la Iglesia ha dividido en ocho partes el Oficio Divino que deben rezar todos los sacerdotes y religiosos y religiosas que lo tienen de Regla. Los Maitines constaban de tres vigilias o nocturnos que se rezaban de noche, asistiendo los sábados todos los fieles, que alternaban en las antífonas y escuchaban las Lecciones o lecturas que del Antiguo Testamento, del Evangelio, o de algunos escritos santos se leen.

Ahora se permite anticipar o retardar esta parte del rezo, porque muchos no pueden rezarlo de noche. Es la parte principal del Oficio.

Los Laudes se decían a la aurora, al fin de la cuarta vigilia, conforme a lo que de si dice David que de mañana alababa al Señor; en los Laudes, principalmente a oración es de alabanzas y cánticos. De suyo deberían rezarse las partes del Oficio en sus horas como hemos indicado; mas las obligaciones de cada día lo impiden, y así hay varias licencias de retrasarlas o adelantarlas.

La semana cristiana.—

También la semana ha sido aligada a la liturgia. Después de Moisés los judíos consagraron un día para dedicarlo al Señor, y se llamo sábado. Los Apóstoles lo siguieron guardando al principio, hasta que luego ya en su tiempo fue sustituido por el domingo. Aun cuando los Apóstoles guardaron muchas costumbres judías al principio, pero poco a poco fueron propendiendo a abandonar las practicas judías, para que no se creyese que era el cristianismo lo mismo que la religión judaica. Y como el domingo, que para la religión judaica era como para nosotros el lunes, era el día de la resurrección de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo y fundación de la Iglesia, mereció especial consideración de los cristianos. Tal vez contribuyo no poco a esto el que los cristianos celebraban como los judíos las reuniones el sábado por 1a noche, y en ellos oraban y predicaban y finalmente, después de todo, celebraban la fracción del pan, la sinaxis o eucaristía, lo cual ocurría ya por la mañana. De este modo lo verdaderamente cristiano se hacia el domingo. Con esto

espontáneamente empezó a celebrarse esta fiesta, y este día mereció el nombre de Kyriakos o Señorial, o Dominica o Domingo. Y el domingo sigue siendo para todo el mundo, menos para los judíos y mahometanos, el día de descanso y oración. A los demás días se les dio el nombre de ferias no se bien por que. Y como el domingo es el primer día de la semana, el lunes es feria segunda, el martes tercera, etc. Y para cada día hay señalado oficio distinto y especial en los rezos. Los nombres lunes, martes, etc., son nombres paganos. De las ferias, la cuarta y sexta son especiales, por haber venido Jesucristo un miércoles, feria cuarta, y muerto un viernes, feria sexta; y estos se dedicaban a la penitencia. También el sábado fue señalado para la penitencia por haber estado Jesucristo sepultado en ese tiempo. Y como en estos días solían celebrarse reuniones y fiestas de cristianos en algunas iglesias de Roma, llamadas a causa de eso de estación, comenzaron también a llamarse los días de ayuno días de estación, días de reunión, de guardia militar, de revista, que todo cae bajo el nombre de statio. Y se señalaba el puesto adonde acudir: Estación a Santa María la Mayor, o a San Pablo, o a San Pedro, etc.

Cuatro Témporas.—

Se ha perdido en gran parte la significación de estos días en la mayor parte de las semanas. Sin embargo, hay cuatro tiempos al año en los cuales se conserva todavía la tradición y son las llamadas Témporas. En estos cuatro tiempos se observa el ayuno en los tres días: miércoles, viernes y sábado. Fue costumbre romana que luego fue adoptada por toda la Iglesia occidental. Las Ordenes sagradas que al principio de la Iglesia se conferían regularmente en Diciembre, luego, cuando fue menester darlas con mas frecuencia, se confirieron los domingos o en las vigilias del sábado al domingo. Cuando ya decayeron las vigilias se confirieron en sábado. Y cuando el sábado dejo de ser día ordinario de penitencia, se señalaron los sábados de Cuatro Témporas. Las Témporas son, pues, cuatro semanas de penitencia y oración y obras piadosas, en las cuales los fieles ruegan también a Dios de a su Iglesia dignos sacerdotes. Se celebran las primeras en la primera semana de Cuaresma; las segundas en la semana de Pentecostés para la Santísima Trinidad; las terceras en otoño, hacia la Exaltación de la Santa Cruz y las cuartas en invierno, en la ultima semana de Adviento.

Año litúrgico.—

El año litúrgico esta muy bien ordenado a fin de que siga de alguna manera la vida de Jesucristo Nuestro Señor, desde su nacimiento hasta su glorificación. El centro de todo el año litúrgico y de todas las fiestas es la Pascua, que es también la primera fiesta que apareció en la liturgia. Todas las demás fiestas se acomodaban a esta. Y constituían tres series, por decirlo así: la primera era la venida de Nuestro Señor, Adviento y Epifania; la segunda, la de la Pasión y Muerte y Resurrección del Señor; la tercera, la de la vida gloriosa del Señor. Y así tenemos el Adviento, luego la Cuaresma, Semana Santa y Resurrección; luego, en fin, el Tiempo pascual y Pentecostés y Dominicas siguientes, que terminan con la fiesta de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. Todo gira alrededor de la Pascua.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S. J.

Cosas liturgicas. Parte tercera

Cenizas.—

Las cenizas se han usado desde muy antiguo en ritos, sobre todo de duelo y de penitencia. Unas veces ponían cenizas sobre su cabeza o su cuerpo, otras metían la cabeza por el polvo y las cenizas, y aun se revolvían todo el cuerpo sobre ellas, o se sentaban sobre cenizas, y aun se acostaban en ellas. También las esparcían por el aire. De todo esto hay demostraciones en la Escritura. Jesucristo decia, hablando de las ciudades ingratas: “Ay de ti, Betsaida; ay de ti, Corozaim… Si Tiro y Sidón hubiesen visto como tu los milagros, hubieran hecho penitencia en cilicio y ceniza” (Mt., 11, 21). Los cristianos adoptaron este símbolo para indicar duelo y penitencia. Y frecuentemente aparecen en las historias antiguas los penitentes cubiertos de cenizas.

Miércoles de Ceniza.-

También desde muy antiguo se ve introducida en la Iglesia, en la liturgia, la costumbre de imponer a los fieles la ceniza en el miércoles que esta al principio de los ayunos fcria quarta in capite jejunii. Esta costumbre se fue generalizando desde el principio, hasta que ya en 1091 se prescribió este uso a toda la cristiandad. Hoy se guarda aun en las cristiandades orientales. Se bendice la ceniza con antífonas, responsos y cinco oraciones muy propias, que pueden verse en las ultimas ediciones de nuestros devocionarios.

Otros usos de la ceniza.—

En algunos sitios esta ceremonia de la imposición de cenizas se usaba en varios tiempos del año, como en rogativas. Asimismo se imponían a los catecúmenos, a los moribundos, después de la unción. También se usan cenizas en la consagración de las iglesias.

Significación de la ceremonia de las cenizas.—

En esta ceremonia los fieles se acercan al altar y reciben del sacerdote un poco de ceniza. Y ei sacerdote con ella Ies hace una cruz en la frente y les dice al mismo tiempo: “Acuérdate, hombre, que eres polvo y te convertirás en polvo.” Con lo cual nos recuerda nuestra miseria y nuestra muerte, y la verdad de esta sentencia expresada en términos vagos nos hace meditar para que seamos humildes y devotos.

Ramos.—

También usa la Iglesia de los ramos en uno de los días mas insignes del ano eclesiástico, el primer día de la gran Semana Santa, en que la Iglesia reproduce lo mejor que puede la triunfal entrada de Jesucristo en Jerusalén el domingo anterior a su pasión. Ya desde muy antiguo se celebraba así esta ceremonia. Hacia la tarde se leía el Evangelio de San Mateo, que refiere la entrada de Jesucristo en Jerusalén. Entonces salía el Obispo de la Iglesia con el pueblo, que cantaba himnos con la antífona o estribillo de “Bendito el que viene en nombre del Señor”. En el monte Olivete montaba el Obispo sobre un pollino, y en el era conducido hasta la iglesia de la Resurrección, rodeado de todo el pueblo, que llevaba ramos en las manos. Las madres se complacían en llevar a sus niñitos, y en sus manos ponían ramos de olivo. Aquella ceremonia es la que se ha transformado en la ceremonia de nuestros días, que es bien hermosa y llena de preciosas lecturas y oraciones. Primero se bendicen los ramos. Luego se sale en procesión. Al volver, entran algunos cantores en la iglesia y cierran la puerta, y la procesión restante queda fuera. Y desde dentro y desde fuera se entabla una especie de torneo de alabanzas a Jesucristo, hasta que, concluidas estas, el subdiácono golpea con el astil de la cruz la puerta de la iglesia, que se abre, y entra la procesión redoblando los himnos a Jesucristo. Luego sigue la Misa. Pero siempre durante ella tiene la gente sus ramos, y los ministros también, mientras se canta la Pasión y el Evangelio.

Los ramos en las casas.—

Estos ramos después se llevan a las propias casas, y con ellos va la bendición y la paz, que el ministro del Señor ha pedido al Señor que vaya a todos los sitios en que estas palmas o ramos benditos se introdujeren. Y es costumbre de las familias cristianas ponerlos o en los balcones, o en algún sitio distinguido de casa, como pararrayos de todas las desgracias que amenacen.

Campanas.—

Mucha importancia tienen en la liturgia las campanas. Y la Iglesia las considera cosa sagrada y de su propiedad, y, por lo mismo, es dueña de su uso, de tal modo, que puede prohibir sus toques. Debe de suyo evitar todo uso profano y, en una palabra, considerarlas siempre como objeto sagrado.

Antigüedad de las campanas.—

!Vaya usted a saber el origen de las campanillas! En casi todos los pueblos, desde los mas antiguos, se usaron las campanillas. El Sumo Sacerdote de los israelitas llevaba al ruedo de su tunica muchas campanillas, 360, según Clemente Alejandrino; 72, según San Jerónimo. Es muy curioso el texto del Éxodo que lo ordena: “A los bordes de la tunica pondrás unas como granadas de jacinto y púrpura y grana dos veces tenida, mezclando en medio campanillas, de tal modo, que alterne una campanilla de oro y otra granada, y otra campanilla de oro y otra granada. Y Aaron se vestirá con ella en el oficio de su ministerio, para que se oiga el sonido cuando entre y salga del santuario en la presencia del Señor, y no muera” (Ex., 28, 33). También en los escritores profanos se habla muchas veces de campanillas antiguas asirias, egipcias, griegas, romanas, etc. Y no se

puede negar que ya en los pueblos antiguos se usaban en fiestas religiosas las campanas, aunque no de las dimensiones grandes de ahora.

Como se hacían las señales.—

Antiguamente se daban las señales o a viva voz o por trompetas, como en los jubileos israelitas, o por los avisadores, cursores, correos, los cuales o avisaban, o a los monjes daban golpes en la puerta con un bastón o con un martillo, o cantando el Aleluia, o también a son de corneta. Mas desde el siglo IV se comienza a usar de la campana para convocar o dar avisos.

Las campanas.—

Cuando pasadas ya las persecuciones no era imprudente la manifestación de la religión cristiana, comenzaron a darse las señales con campanas que se llamaron signum, porque daban la señal; cloca, dicen que del alto alemán klochon, que significa golpear; campana por fabricarse especialmente en Campania, notable por sus bronces; ñola no se sabe bien por que, tal vez por ser Ñola de Campania; algunos sin fundamento decían que por haberlas inventado San Paulino de Nola. Squilla, que es el nombre de la cebolla albarrana, y otros varios. Sin embargo, en Oriente todavia mucho tiempo siguió usándose otro modo, que era golpear una tabla grande o pequeña con un martillo; a esta tabla se la llamaba simandro, del griego semanteron, señaladero.

Campanarios.—

Para tales dimensiones es necesario construir campanarios, torres adjuntas o sobrepuestas a las iglesias, en las que se pusiesen estas enormes campanas en sitio alto y acomodado para hacerse oir de todas partes. Al principio fueron estos campanarios sencillas espadañas que sostenían las campanas; mas luego los arquitectos se dieron habilidad para construir esas preciosas torres que tanto visten y engalanan a los templos cristianos, y tantos raudales de poesía han derramado.

Bendición de las campanas.—

Hoy se aprecian tanto en la Iglesia las campanas que se colocan en las torres o se fijan en otras partes, que se las bendice con rito expreso de la Iglesia. Y esto no de consejo, sino de mandato.

Bendición antigua.—

La bendición antigua es muy solemne y se la puede equiparar en cierta manera a la consagración de las iglesias. Solamente pueden darla los Obispos, y las dan con oraciones, salmos, unciones, bendiciones con agua expresamente bendita para el caso, y turificaciones. Esta bendición es muy solemne.

Bendición nueva.—

Es mucho mas sencilla, y la puede dar cualquier sacerdote; ni requiere unciones, turificaciones, agua bendita especial, ni otras cosas que requiere la otra. Esta bendición puede compararse a la bendición de las iglesias. Mira si es interesante la campana en la Iglesia, cuando tanto la aprecia y la bendice.

Toques especiales.—

Hay algunos toques especiales, según las diversas costumbres, muy dignos de atención. Se toca para anunciar las Misas rezadas, y a veces tres veces con intervalos de algunos minutos. Asimismo en las vísperas de fiestas, y en las mismas fiestas en tiempos señalados. En las catedrales para las horas. En Jueves Santo y Sábado Santo al Gloria. Al llevar el Santo Viático, y en las agonías y en las muertes y en los funerales. Al Angelus y al De profundis, por la noche, y en otras ocasiones, según costumbre.

El toque del alzar.—

El ceremonial de los Obispos manda tocar al alzar en las Misas mayores. Es costumbre antigua y en muchas partes es sublime el silencio y quietud que se observa aun en los mercados cuando suena esta campana: todo se suspende hasta que suena la ultima. !Ojala se introdujese en todos los pueblos este rezo tan edificante y sagrado!

El toque del Viático.—

Desde muy antiguo se usa tocar la campanilla al Viático, y en muchos sitios se tocan las campanas grandes, por lo menos al principio, como lo ordena el Ritual, para convocar a los fieles. También conviene dar ese toque cuando va a darse la Unción. Preciosa era la costumbre, que aun se guarda en algunos sitios, de anunciar al mismo tiempo con pregón, desde sitio elevado de la iglesia, la persona a quien iba a llevarse el Viático. Cuando el cristiano esta a punto de expirar ordena el Ritual que se den algunas campanadas; y lo mismo cuando acaba de morir. Y la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares alababa que se diesen algunas campanadas en la noche del día en que expiro y en la mañana del día en que ha de decirse el oficio.

El toque de Angelus.—

El ceremonial de los Obispos ordena que se de el toque de Angelus al amanecer, al mediodía y al anochecer. Para que entonces el pueblo rece las oraciones. Parece que el toque al anochecer es el primero que se introdujo antes del siglo XI, y fue mandado por varios Papas. Muchos creen que al mismo tiempo comenzó el toque del amanecer. El toque de mediodía se introdujo mas tarde. Al principio solo se daba los viernes, en honra de la crucifixión de Nuestro Señor. Pero ya en el siglo XVI se ven los tres toques generalizados. Dulce es, sobremanera, -esta devoción. No nació, como algunos necios aseguran, porque Calixto III temiendo al cometa Halley dispusiese que se rezase el Angelus para ahuyentar al cometa. No son tan ignorantes como todo eso los Papas. Todo esto se lo tragaron los sabios en otras cosas: Laplace, Arago, Robinet, Grant, Flammarion y algunos otros… !Que les aproveche!…

Toque de animas.—

Es también bastante antiguo, por lo menos anterior al siglo XVI. Dase ya anochecido, una hora después  de anochecer, para avisar a los fieles que nieguen por los difuntos. Hay concedidos tres anos de indulgencia por rezar un De profundís, o un Padrenuestro o Avemaría y Requiem aeternam.

Toque de campanillas durante la Misa.—

Es antiguo el uso de las campanillas durante las Misas rezadas. Por lo menos parece remontarse al siglo XIII. El cáliz de San Malaquías, que se conserva en Claraval, tiene en su borde algunas campanillas que, con su ruido, advertían a los fieles que adorasen al Señor. Ahora deben tocarse al Sanctus y al alzar. En varios sitios hay costumbre de tocar al Domine non sum dignus, y un poco antes del alzar para llamar la atención, y en la elevación de la hostia con el cáliz, poco antes del Paternóster. Estos toques se dan para advertir al pueblo, sobre todo si hay mucha gente, de que llega la Consagración.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

Cosas litúrgicas. Segunda parte

La luz.—

La luz en la Iglesia de Dios es un elemento sumamente importante. Nada se hace en ella sin luz. Y es que la luz es el símbolo mas hermoso de la vida cristiana. Somos llamados los cristianos hijos de la luz; las luces son símbolo de la divinidad, de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la gloria, de la doctrina cristiana, de la virtud, etc., etc. Por eso la Iglesia la usa en tantas ocasiones. Uno de los elementos que tiene mas prescripciones liturgicas es la luz.

Materia de la luz.—

La Iglesia en la liturgia propiamente usa de luces de cera y luces de aceite. Cera de abejas y cera de oliva. La cera de abeja significa la virginidad y, por tanto, el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo formado en una Virgen. El aceite de oliva es símbolo de la luz perfecta y suave, y de medicina, alimento y luz. Por eso, en las funciones para uso litúrgico propiamente, solo debe usarse luz de cera o de aceite. Si bien, fuera de las luces prescritas para la liturgia, la Iglesia permite usar de otras luces, para ornato, esplendidez, alegría.

Luz en la Misa—

Seria pecado mortal celebrar sin ninguna vela. En las Misas rezadas deberán ser dos las velas. Por honor del celebrante no deben ponerse mas, a no ser que sea Obispo, en cuyo caso podrán ponerse cuatro. También se permiten mas velas cuando asiste solemnemente alguna autoridad local, con insignias de tal, y en las Misas parroquiales, conventuales, de comunidades, colegios, etc., en los días mas solemnes; asimismo por razón de algunas imágenes o de las reliquias que haya en el altar. Es también lícito encender alguna vela o luz para la lectura en caso de oscuridad. En los domingos ordinarios, días poco solemnes, fiestas simples, ferias del ano, aun en Misas solemnes, basta encender cuatro velas y aun dos; sin embargo, en toda Misa cantada es mejor poner seis velas. Ante el Santísimo expuesto conviene poner muchas luces. Pero en la exposición privada bastan de suya seis; y en la solemne doce, a menos que la Iglesia sea pobre, en cuyo caso bastaran diez.

Calidad de las velas.—

Deben ser de cera. Pero es la cuestión que es muy difícil obtener cera pura, por muchas razones, y entre otras, por la gran escasez de ella que hay en- el mundo. Esto supuesto, la Sagrada Congregación de Ritos respondió que no es en rigor necesario que las velas de la liturgia sean de cera pura. Lo que la Sagrada Congregación quiere es que los Obispos pongan el posible empeño en que los cirios pascuales, los cirios que se sumerjan en la pila bautismal al bendecirla, y las dos velas de la Misa sean de cera de abejas, al menos en su máxima parte. Las otras velas que se han de poner sobre el altar conviene que sean de cera en su parte mayor o notable. Y los párrocos se pueden atener a las normas que les dieren los Prelados, sin que los que van a celebrar sean obligados a inquirir con ansiedad la calidad de las velas.

Luz eléctrica.-

Con este motivo se pregunta si es licito usar de luz eléctrica, o de gas, o de otra clase. La Sagrada Congregación ha respondido que la luz eléctrica no debe usarse para el culto; pero si que puede usarse para quitar la oscuridad y para adornar mas espléndidamente la iglesia, procurando evitar el aspecto teatral. Por tanto, no deben ponerse sobre el altar, ni para iluminar las reliquias o las imágenes, como luces litúrgicas. Pero fuera de esto, acerca de donde y como pueden usarse, suele haber muchas opiniones: unas mas estrechas, otras mas anchas. Aténganse todos a lo que suenan las disposiciones de la Iglesia, y luego dejen libertad a todos en lo demás.

El fuego.—

Antes de pasar adelante diremos que también el fuego es objeto de liturgia. Desde luego, es necesario para el incienso. Pero además tiene una gran fiesta en el culto del Sábado unción. Lo hace el Obispo el día de Jueves Santo, bendiciendo solemnemente primero el óleo de los catecúmenos, que sirve en el Bautismo, para la ceremonia de ungir a los que van a bautizarse; y después el óleo de los enfermos que sirve para la Extremaunción. Este óleo de la Extremaunción es necesario para que valga el Sacramento; el otro de los catecúmenos no es necesario para que valga el Bautismo. Este mismo óleo de los catecúmenos sirve para las ordenaciones de los presbíteros, y también para las unciones de los reyes y reinas. Muy bien, porque estas unciones son signos de realeza, desde la antigüedad, y rey es el que se bautiza, y rey es el que se ordena de sacerdote.

La fiesta de la luz.—

Es hermosísima la fiesta de Sábado Santo, y lo seria mucho mas celebrándose, como antiguamente, a medianoche, antes del domingo. La Iglesia estaba en tinieblas, sin luz ni vela ninguna. Los ministros salían a la puerta del templo. Allí sacaban el fuego del pedernal, fuego nuevo, inmaculado, y de el se tomaba la luz, con la que encienden las tres velas que lleva delante el diacono en una caña; las tres velas están unidas en la base, es un Dios; y se separan después, son tres personas; y dice el diacono: Luz de Cristo, y responde el pueblo: Gracias a Dios. Es que Cristo nos trae la luz, la fe en Dios, trino y uno. Síguese el canto preciosísimo de la Angélica o pregón pascual, en el que en tonos preciosos se dicen poesías divinas. Y según las ceremonias señaladas se van encendiendo todas las luces de la iglesia, el cirio pascual, las lámparas de la iglesia. Era solemnísima y lucidísima esta fiesta nocturna, a la que seguía la Misa con toda alegría y luz y solemnidad, representando la renovación por Cristo de todo el mundo.

La fiesta de las Candelas.—

También se celebra otra fiesta dulce el dia de la Purificación de Nuestra Señora, encendiéndose las velas bendecidas y formando procesión con ellas, en memoria de haber dicho Simeón que moriría ya en paz, por haber visto la luz que iluminaria las naciones, y seria la gloria del pueblo de Israel.

El incienso.—

Famoso ha sido siempre el incienso en la Ley Antigua, y aun en todos los ritos del mundo. Considerábase como ofrenda de Dios, y símbolo de los afectos del corazón humano, de sus oraciones, de sus deberes. Los Magos trajeron a Jesús oro como a rey, mirra como a hombre, incienso como a Dios, según explican el simbolismo los Padres. En la Ley antigua el Señor dio instrucciones de como había de prepararse la timiama y los perfumes que se le habían de ofrecer. San Juan, en el Apocalipsis, vio a los ancianos que tenian en sus manos copas o incensarios llenos de perfumes, que eran las oraciones de los Santos. La Iglesia usa del incienso desde los primeros tiempos. Y sobre todo desde el siglo IV, y mucho mas desde la Edad Media. Los orientales son mucho mas amigos del incienso, y lo usan constantemente, y, por cierto, muy bueno y agradable y oloroso.

Que es incienso.—

El incienso consiste en una resina olorosa extraída de algunos árboles orientales, el mejor es el libanus thurifera y el boswellia. La corteza de estos árboles llora algunas lagrimas trasparentes, rosadas, agradables al olfato. Su olor no deja de ser un poco extraño en medio de su agrado; por lo cual algunos lo mezclan con un poco de estoraque, o benjuí, o alhucema, o algunas otras fragancias, lo cual puede hacerse como no sea gran cantidad.

Uso del incienso.—

La Iglesia católica usa el incienso en las grandes solemnidades y también en las bendiciones de muchas cosas, como los ramos, las cenizas, cirios, etc. Simboliza la oración que sube al cielo, la purificación del ambiente, la expulsión de los enemigos del alma. Al incensar la oblata en la Misa solemne dice el preste: “Este incienso, bendecido por ti, suba a ti, Señor, y descienda sobre nosotros tu misericordia”.

Incensación de los ministros.—

En la Misa se inciensa también con el turiferario al celebrante, a los ministros, a los asistentes, para enviarles como una participación del honor de Dios, cuyos hijos son y ministros, y para purificarlos y hacerlos agradables a Dios, llenándolos de este perfume santo.

Incienso abundante.—

Es de lamentar la parsimonia con que en algunos sitios usan del incienso, poniendo muy poca brasa, y echando solo alguno que otro grano de incienso. No es esta la mente de la Iglesia, sino que mas bien debe abundar este perfume que da tanta solemnidad. En Oriente, así como aquí se ofrecen velas para el culto, ofrecen incienso los fieles a los sacerdotes para las Misas. Y no fuera malo que aquí se introdujera también esa buena costumbre.

Puntos de catecismo. Vilariño. S.J.

Cosas liturgicas. Parte primera

La liturgia y los elementos del mundo.—

Ha sido inclinación natural de todos los hombres en todos los tiempos, atribuir a los elementos materiales, sea simbólicamente, sea en sentido religioso, algunas acciones morales, y servirse de ellos en el servicio y culto divino. Al agua se le ha atribuido el oficio lustral de lavar y refrescar, al fuego el de purificar, a la luz el de ensenar, a la sal el de sazonar y dar sabiduría, al aceite el de suavizar o fortalecer. La Iglesia, que no destruye la naturaleza donde la encuentra recta y racional, no ha tenido dificultad en seguir esta costumbre humana, imitando a Jesucristo, que para sus Sacramentos escogió también, según vemos en el tratado dedicado a esta materia, elementos materiales, como el agua, el crisma, el pan, el aceite. El mismo para curar a un ciego se sirvió de la saliva y de la tierra, y del pan y vino para dar su cuerpo. Necios son, y presuntuosos, los que se ríen de los ritos de la Iglesia, y de las cosas sensibles y materiales de que ella se vale en sus liturgias; mas los que penetran en el fondo de las cosas encuentran mucha vena de sentimiento y poesía en estas ceremonias.

Agua bendita.—

El elemento mas usado en la Iglesia, en la liturgia, es tal vez el agua bendita. En el Antiguo Testamento era ya muy usada el agua en los ritos. “Me rociaras con hisopo y seré purificado —decía el Profeta Rey—; me lavaras y seré mas blanco que la nieve” (Ps., 50, 8). La Iglesia bendice solemnemente en el día de Sábado Santo y la víspera de Pentecostés el agua para bautizar con ceremonias especiales, con preciosas oraciones. Pero además se bendice el agua para el uso general del pueblo son otra bendición mas corta y sencilla. Primero se reza un exorcismo sobre un poco de sal, y se la bendice con una bendición hermosa. Luego se dice otro exorcismo sobre el agua que se va a bendecir y se la bendice igualmente; en fin, mezclase la sal bendita con el agua bendita haciendo tres cruces al echarla, y luego se reparte, a los fieles para que con ella rocíen las casas, los campos, las viñas, sus habitaciones, sus personas y todo lo que quieran.

Virtud del agua bendita.—

Grande es la virtud de esta agua, como podría comprobarse con muchísimos ejemplos. Y esta virtud la tiene de la oración de la Iglesia. Porque su ministro pide a Dios en nombre de la Iglesia, al bendecir el agua y la sal, que dondequiera que se eche esta agua huyan los demonios, cesen las enfermedades, se libren de mal los fieles, y se difunda la protección de Dios sobre todos. Y sea esto dicho para explicar, en general, la virtud de las cosas benditas, de que seguiremos hablando. La Iglesia bendice las cosas, y al bendecirlas ruega al Seor que a  quienes las usen los proteja con su auxilio, librándolos de males y dotándolos de bienes; y de esta manera vincula, como quien dice, su suplica a las cosas, las cuales entonces como que se convierten en una oración constante de la Iglesia a Dios Nuestro Señor. Los protestantes se ríen de estas bendiciones; pero no tienen motivo para ello. Y deben saber que no son ninguna moda nueva, sino uso muy antiguo de la Iglesia. ¿Acaso el mismo Señor no bendecía las cosas que usaba?

La sal.—

Hemos dicho en el párrafo anterior que para bendecir el agua se bendice antes la sal. No es necesario explicar el simbolismo de la sal. En el Antiguo Testamento se usaba la sal en multitud de sacrificios. Y era símbolo expresivo de salubridad, incorrupción, remedio y finalmente de sabiduría. Nuestro Señor decía a sus discípulos que eran la sal de la tierra, porque con su predicación sazonarían el mundo y lo preservarían de corrupción. Por esa razón la Iglesia se la pone en los labios a quien bautiza diciéndole: “Recibe la sal de la sabiduría, y puedas alcanzar la vida eterna. Amen.” Y al echarla sobre el agua que se bendice, se suplica al Señor que sirva de remedio del alma y del cuerpo, y que expulse por esta sal los espíritus inmundos. Así el agua bendita puede servir de remedio para la castidad.

El aceite.—

Los santos oleos, tal es el nombre del aceite bendecido por la Iglesia, sea para el Bautismo, sea para la Extremaunción. Lo hace el Obispo el día de Jueves Santo, bendiciendo solemnemente primero el óleo de los catecúmenos, que sirve en el Bautismo, para la ceremonia de ungir a los que van a bautizarse; y después el óleo de los enfermos que sirve para la Extremaunción. Este óleo de la Extremaunción es necesario para que valga el Sacramento; el otro de los catecúmenos no es necesario para que valga el Bautismo. Este mismo óleo de los catecúmenos sirve para las ordenaciones de los presbíteros, y también para las unciones de los reyes y reinas. Muy bien, porque estas unciones son signos de realeza, desde la antigüedad, y rey es el que se bautiza, y rey es el que se ordena de sacerdote.

Crisma.—

Crisma es una mezcla que se hace de bálsamo y de óleo. Suele también bendecirse el día de Jueves Santo, después de los oleos. Con este crisma se unge la cabeza del bautizado en seguida de recibir el Bautismo, y se administra la Confirmación, y se consagran los Obispos, los cálices, los altares, las campanas y los templos.

Bálsamo.—

Es una sustancia olorosa compuesta de resina, ácido benzoico y aceite volátil, la cual fluye de algunos arbustos terebintáceos de Judea o Arabia, sea naturalmente, sea por incisión. Los americanos tienen facultad de usar el bálsamo americano, que extraen del árbol llamado copaiba, en Perú, Tolú y Brasil.

Bendición de los santos oleos.—

Es bien hermosa y poética la bendición detenida que el Prelado hace de los santos oleos el día de Jueves Santo. Es magnifico el Prefacio que recita el celebrante, resumiendo todos los usos de los oleos en el Antiguo Testamento y en el Nuevo.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

Vino de Misa

El vino.—

Así como el pan, también el vino de la Misa ha de ser bueno. Hay vinos con los cuales no vale la Misa; vinos con los cuales valdría la Misa pero están prohibidos fuera de casos de necesidad, y vinos buenos, con los que se debe celebrar la Misa. El vino bueno es el jugo de uvas maduras de vid, purificado con la fermentación, claro, no corrompido.

Vino que no vale.—

No vale, según esto, el vino de frutas, como el de peras, manzanas, etc., sidra, cerveza, etc., ni el vino de agraces, ni el vino avinagrado o corrompido o mezclado con tanta agua que se cambie. Tampoco vale el vino hecho químicamente. ni el vinagre.

Vino que vale, pero no es licito.—

Esta prohibido celebrar Misa, fuera de casos de necesidad, con vino que ha empezado a agriarse o a corromperse o es bastante acre y picante, o mosto de uvas reciente. Si se celebrase con estos vinos, la Misa valdría, pero se pecaría a no ser que se celebrase por necesidad o sin saberse. Y el sacerdote, al celebrar la Misa, debe tener seguridad racional de que el vino es bueno. Y como los fieles a veces regalan el vino para las Misas o de cualquier modo pueden intervenir en su uso y aun en su elaboración, conviene que sepan algunos principios acerca de esta materia. Porque hay vinos que acaso sean buenos para la mesa y no lo sean para la Misa; algunos hasta tal grado que hagan invalidas las consagraciones por no ser vino apto el que se puso; otros, hasta tal punto, que aunque no invaliden las consagraciones, pero por no ser vinos del todo conformes con los preceptos de la Iglesia, no pueden usarse sin pecado.

Elaboración de vino buenos.—

Los vinicultores fieles a su conciencia han de saber como elaborar el vino de manera que sea legitimo, dulce y de alguna fuerza. El P. Vitoria, insigne profesor del Instituto Químico de Sarria, estudio muy bien el asunto, así bajo el aspecto teológico como bajo el aspecto químico.

Y puso estos principios:

1º.-  Todo lo que cambie la naturaleza de la fermentación vinosa (por ejemplo, adición de bacterias micodermas) o altere la composición natural de cada vino, debe excluirse de la fabricación. Por tanto, debe prohibirse la adición de yeso, sacarosa, glucosa, colorantes, decolorantes, tanino, bisulfitos y anhídrido sulfuroso (liquido o gas) y antisépticos en general; la mayor parte de los clarificantes (gelatina, sangre, creta, mármol, cáscaras de huevo, conchas, cremor tartaro, etc.) El vino, modificado de esta manera, es materia grave o levemente ilícita, lo mismo que el acescente, según el grado de alteración que ha sufrido, y tan profunda podría ser, que fuese también materia invalida.

2°.- Todo cuanto científicamente estudiado coincida con el método natural de la vinificación, será químicamente licito, y aun en casos, mas o menos recomendable. Aquí se incluye: a) la pasteurización del vino; b) la concentración del mosto o del vino por el frío; c) la concentración del mosto o del vino por el calor y el vacío; d) la concentración del mosto por sólo el calor moderado al baño maría, no a fuego directo. Pero téngase presente que ese mostono es vino completo, sino incoado solo y, por tanto, materia ilícita (aunque valida) si la necesidad no urge: si se le ha calentado sobrelos 55° C., es casi seguro que todas sus levaduras han perecido; es preciso, pues, hacerle fermentar para que sea materia licita,para lo cual se puede seguir uno de estos procedimientos: 1) la adiciónde este mosto concentrado y frío a otro mosto natural, queya fermenta o va a fermentar; 2) la adición de levaduras del paíso extrañas, multiplicadas artificialmente; 3) la adición de encimas oalcoholasa debidamente preparada por centro científico de autoridady confianza.

3 °.- La Santa Madre Iglesia, siempre bondadosa para con sus hijos, ha permitido que se pueda añadir al mosto flojo, mientras fermenta o inmediatamente después de terminada la fermentación tumultuosa, la cantidad de alcohol puro extraído del vino necesario para impedir que el vino resultante se agrie o se corrompa. La dosis total ha de ser de 12° de alcohol y si la clase de vino que se maneja suele llegar a mayor fuerza, permite hasta dosis total de 18° si corre riesgo de corromperse, en caso de tener menor graduación.

4°.- Si por razones especialísimas no bastase este medio de conservación de un vino, por ejemplo, que debe transportarse a un país lejano o caluroso, etc., no veo inconveniente, desde el punto de vista químico, en que al elaborarlo se concentrase extraordinariamente el vino mediante instrumentos a propósito, con los cuales solo se quitase el 50 por 100 de agua, dejando por lo demás la misma composición química del vino, y después en el termino de su destino, añadirle una cantidad conveniente de agua destilada, siempre menor o a lo mas igual. (Aquí previene mucho el Padre Vitoria que no se abuse.)

5°.-  Si por razones también particulares de premura de tiempo u otras análogas, fuera preciso clarificar el vino, creo que podrían emplearse sin dificultad los siguientes clarificadores: a) la albúmina o clara de huevo en razón de dos claras por cien litros; esta pequeñísima cantidad se coagula y precipita arrastrando todas las sustancias que hay en suspensión; b) tampoco queda nada en el vino si se emplea arena silícea, previamente lavada con acido clorhídrico y después con agua y desecada: c) es recomendable por la misma razón la pasta de papel.

Pero no se eche en olvido que existen medios para acelerar la clarificación del vino blanco, sin que se introduzca ninguna sustancia ajena al vino, ni aun en minima cantidad y, por tanto, estos deben preferirse en nuestro caso, a ser posible.

Algunas resoluciones del Santo Oficio.—

La Suprema Congregación del Santo Oficio autoriza elaborar el vino de pasas, con tal que el líquido resultante se conozca por su olor, color y sabor que es verdadero vino. Es materia apta el vino hecho con diversas clases de uvas o mostos, que, mezclados, fermentan. También es permitida la condensación de mosto por evaporación ígnea con tal que esta condensación no impida la fermentación que debe originarse naturalmente. Prohíbe mezclar a los mostos flojos azúcar de caña y en lugar de esto recomienda o fabricar el vino de pasas o mezclar pasas con la uva del país o añadir alcohol con las condicionas que hemos dicho en el numero anterior. También autoriza la pasteurización, que consiste en calentar el vino ya hecho hasta 65° en vez de encabezarlo con alcohol. Prohíbe quitar la acidez de los vinos agrios con la mezcla del tartrato de potasa.

Operaciones que no se pueden practicar en la elaboración del vino de misas.—

Ponemos aquí el índice de estas operaciones que explica el P. Vitoria, para que los que entienden en esta elaboración sepan siquiera dudar y preguntar: 1) El petiotizado, que añade azúcar aguado al mosto bueno o al del orujo.—2) La chaptalización, que añade azúcar al mosto débil y la mezcla carbonato cálcico.—3)La gallización.—i) El encabezamiento del vino, que añade alcohol.—5) La clarificación por otros medios que los expuestos arriba, que añaden cuerpos extraños permanentes.—6) El enyesado.—7) Los colorantes artificiales.—-8) Los antisépticos. 9) El tanado, sulfitado, bisufiltado.—10) La adición de agua, fuera del caso explicado arriba.—11) La adición de glucosa, sacarina, etc.—12) La acetificación artificial, mediante el acido tártrico o cítrico.

Vino blanco o rojo.—

Aunque algunos prefieren el rojo, por imitar mas la sangre y por no confundirlo con el agua, ya se ve que estas no son razones suficientes, y no esta nada mandado. Antes hay muchas razones para creer que ya en la antigüedad se usaban los dos vinos. Y el blanco ha prevalecido, porque mancha menos los purificadores.

Vigilancia sobre la legitimidad del vino.—

Esta mandado y es natural que los sacerdotes vigilen y se cercioren de la legitimidaddel vino, y no usen temerariamente ninguno inconveniente.Y no se fíen de ninguno sin cerciorarse, por lo menos de vez encuando, lo suficiente. Algunos sacerdotes y personas piadosastienen también especial cuidado y devoción de elaborarlos ellosmismos con toda diligencia. Y no es cosa muy difícil, y en cambioes de devoción, donde puede hacerse.

El agua del vino.—

Esta mandado que en la Misa se eche al vino de la consagración un poco de agua. Y este precepto es grave. Esta agua debe ser poca; debe ser natural, y con tal que lo sea y potable, no importa que sea acida, o gaseosa, o alcalina. Es de notar que esta agua también se convierte en la sangre de Jesucristo. En España y algunos otros sitios se usa para echarla una cucharilla.

Misterio de esta agua.—

Parece que este uso proviene de que Jesucristo en la Pascua, conforme al rito pascual, añadió un poco de agua a la copa de vino que consagro. Como decía San Cipriano, el vino es Jesucristo, el agua el pueblo cristiano, que se une con El, y con El se transfigura. Y como dice San Atanasio, este vino y agua simbolizan la unión del Verbo con la humanidad. Y según San Ambrosio significan el agua y sangre que brotaron del costado de Jesucristo. Estas son las materias que se usan en la Misa. Ni el pan ni el vino se bendicen, pero se consagran y convierten en el cuerpo y sangre del Salvador.

Puntos de Catecismo, Vilariño. S. J

Sagrada Hostia

Cosas liturgicas.—

Además de los ornamentos hay otras muchas cosas que pertenecen a la liturgia, de muchas maneras. Y primeramente las materias de los Sacramentos y después otras muchas cosas que se bendicen o usan en el culto. Así podemos señalar, por ejemplo: la hostia, el vino, el agua, el aceite, el crisma, la cera, el fuego, el incienso, la luz, la ceniza, los ramos, las campanas. Hablemos primeramente de la hostia y del vino de la consagración.

Hostias.—

Hostia dignifica víctima. Y no hay duda de que el pan consagrado es victima divina propiciatoria por nuestros pecados, puesta en el altar. Pero se llama hostia no solo al pan consagrado, sino aun al mismo pan destinado a la consagración antes de ser consagrado. Conviene, pues, saber como se han de hacer estas hostias. Su materia y su forma.

Materia de las hostias.—

La materia necesaria para la validez de la consagración es todo pan de trigo, todo lo que en el uso común se suele llamar pan. Esta mandado y para no pecar es necesario que sea pan reciente, lo bastantemente reciente para que no haya peligro ninguno de corrupción. Debe ser ácimo o sin levadura para los latinos y para los griegos fermentado y de solo trigo. Pero para que valga la consagración sirve todo pan, aunque este, por ejemplo, algo mezclado con alguna otra materia, pero tan poca que no deje de ser pan de trigo. Así que no vale el pan de cebada, ni de maíz, arroz, avena, habas, etc. Ni tampoco valen masa de trigo crudas o fritas o de otro modo adobadas. Sobre si vale el pan de centeno, de flor de harina, de salvado, etc., debe atenderse a lo que dice el uso común de la gente, y si según este uso es pan verdadero, se puede creer que es valida la consagración. Pero debe procurarse que el pan sea de trigo puro y verdadero y sin mezcla ninguna de centeno ni otra sustancia. Hay algunos granos que son parecidos al trigo y de los cuales dudan si son verdadero trigo o no. Esos granos a lo menos hacen dudoso el Sacramento y, por lo tanto, esta prohibido servirse de ellos.

Por que se usa pan ácimo.—

La razón de usarse pan ácimo es porque los judíos en Pascua ijo usaban sino panes ácimos. Y como Jesús consagro en Pascua, se cree que consagro en pan ácimo. Y para imitación suya esto esta mandado. Pero no se crea que sea eso necesario para la validez y, en efecto, los orientales, muchos al menos, consagran en pan fermentado. Cuando los israelitas salieron de Egipto, como no tuvieron tiempo de preparar panes fermentados o con levadura, los prepararon arrebatadamente sin ella y ácimos, que esto significa esta palabra, y en memoria de aquel hecho, cuando celebraban la Pascua, así como comían de pie el cordero y asado, y con los báculos ya en la mano, así también comían panes sin levadura.

Como han de ser las hostias.—

Manda la Iglesia que sean redondas y aplastadas y conviene que se hagan con mucha delicadeza y finura y cuidado. Al principio de la Iglesia se debieron de usar panes como lor, que se daban a comer en otros sitios en las mesas comunes. Pero pronto, por reverencia al Santísimo Sacramento, los fieles comenzaron a preparar aparte los panes destinados a la consagración. Paladio antiguo refiere haber visto de sus propios ojos a Candida, esposa de Trajano, general en jefe de Valerio, trabajar toda la noche en moler y amasar con sus propias manos el pan de la oblación. San Pacomio mandaba a sus monjes guardar silencio y meditar cuando preparaban las hostias. Fortunato refiere de la reina Radegunda que ella con sus manos confeccionaba las hostias para la iglesia de su monasterio y para otras iglesias. Teodulfo, obispo de Orleans, en el siglo IX ordeno a sus sacerdotes confeccionar dios sus hostias o hacerlas confeccionar a jóvenes clérigos en su presencia. Y son muchos los ejemplos parecidos que pudiéramos citar. Y con mucha frecuencia en los monasterios se guardaban muchas prescripciones por los monjes destinados a confeccionar las hostias. Ora se mandaba estar en ayunas, ora recitar salmos, ora revestirse de albas, ora otras prescripciones igualmente reverentes. Hasta que paso el cargo de confeccionarlas a los seglares. Hoy mismo, sin embargo, son muchas las Comunidades que se dedican a esta labor delicada con mucha devoción y esmero sirviendo estas hostias a diversas iglesias y parroquias.

Como se hacen.—

Se hacen formando una masa bastante liquida con harina buena y agua y luego, entre dos planchas de hierro calientes, se encierra la masa conveniente, para que con el calor quede ya hecho el pan. Suelen tener estos hierros algunas, figuras artísticas, en las cuales se pone Ja figura de Jesús crucificado, o la cruz, o algún agnus Dei o las letras alfa y omega. Lo mejor es guardar la costumbre de poner una cruz o un crucificado. Hoy hay buenos hierros para hacer las hostias, aun sin fuego, con electricidad. Toda limpieza es poca cuando se trata de preparar las hostias que han de convertirse en el cuerpo de Cristo. Y los fieles que a ello se dedican, ya que no lo hagan con tanto fervor y piedad como los monjes, deben hacerlo con religiosidad, con cuidado y, sobre todo, con fidelidad a las prescripciones de la Iglesia. Y los sacerdotes deben velar porque se cumpla bien todo lo mandado.

Dimensiones de las hostias.—

Desde los tiempos antiguos han debido de ser redondos los panes que se consagraban. Pero eran de diversos tamaños y gorduras. Y tardo bastante tiempo en introducirse la igualdad de dimensiones. En los comienzos parece se usaba un pan que se rompía para todos, de donde el nombre de fradio panis, o “fracción del pan,” para la Misa. Pero ya desde el siglo VI en algunas partes se debieron de usar hostias como las de hoy, en varios sitios. Y aun hostias pequeñas separadas de las mayores para la comunión de los fieles. Todavía en el siglo XVI algún misal prescribe al celebrante que rompa la hostia en tres partes: la primera para echarla en el cáliz, la segunda para el sacerdote y los ministros y la tercera para el viático. Y los cartujos reservan una hostia grande para romper de ella un fragmento para la comunión de los moribundos. Hoy en Roma dan a las hostias grandes nueve centímetros de diámetro y a las pequeñas cuatro. No hay nada prescrito, pero no conviene que estas ultimas sean demasiados pequeñas, como lo son en muchas partes, ni demasiado delgadas.

Figuras en las hostias.—

Antiguamente parece que ponían en todos los panes comunes una X, que si no significaba nada para los mundanos, los cristianos aceptaron con gusto en las hostias, porque, por una parte, era el comienzo del nombre de “Christus”, Xristos, y porque servia, además, para partir la hostia en cuatro partes. De estos panes crucíferos hay varias pinturas en las catacumbas. Luego se puso también el alfa y omega. Mas tarde prevaleció la cruz. De ella fue natural el transito al crucificado, después del siglo XV. Y esto es lo que conviene observar, aun cuando no estén prohibidas otras impresiones, como anagramas del nombre de Jesús.

Hostias recientes.—

Es uso general de la Iglesia renovar las especies cada semana o a lo mas cada quince días. Y debe antes procurarse que las hostias sean frescas para evitar todo peligro de corrupción. Dicen que el pan ácimo esta muy expuesto a corrupción. Depende mucho de los sitios en que este. Nosotros hemos retenido sin consagrar algunas hostias mucho tiempo sin corromperse. Pero no debe fiarse de ello. Pues a veces se corromperán mucho más pronto. Y de todos modos esto esta mandado y con mucha razón.

Puntos de catecismo, Vilariño, S. J.

La Santisima Trinidad. Segunda parte.

Unidad de Dios.—

A pesar de eso no son tres dioses. No busquemos la explicación en la razón, porque es un misterio profundísimo. Pero, en cambio, la revelación es clarísima. Dice muy bien el Símbolo llamado Atanasiano: “El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios y, sin embargo, no son tres dioses, sino un Dios. Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor es el Espíritu Santo y, sin embargo, no son tres señores, sino un solo Señor; porque así como estamos obligados por la verdad cristiana a confesar que cada persona singularmente es Dios y Señor, así se nos prohíbe por la religión católica decir que hay tres dioses o señores”. Y nada hay, ciertamente, en toda la Escritura mas claro que la unidad de Dios. Los que echaban en cara a los Santos Padres que profesaban tres dioses, no conocían lo que estos enseñaban; ningún católico en la Iglesia ha firmado que haya tres dioses, sino un Dios con tres personas y tres personas con una sola naturaleza en un Dios.

Unión de las tres personas.—

La unión, pues, de las tres personas es tan estrecha, que no se rompe en nada la suma simplicidad de Dios. Y por eso las tres divinas personas se llaman consustanciales, que quiere decir que tienen las tres la misma sustancia, no solo de la misma especie, sino una sola singular sustancia o naturaleza, la misma las tres personas. Y por eso Jesús decía: Yo y el Padre somos uno (Juan, 10, 30). Y en otro sitio: El que me ve a mi ve a mi Padre (Juan, 14, 9). También se dice coiguales, es decir, igual la una a la otra. En

esta Trinidad, dice el Credo Atanasiano, nada hay anterior ni posterior, mayor ni menor; sino todas tres personas son coeternas y coiguales la una a la otra. También existe la una en la otra, que es lo que los teólogos llaman circuminsesión, por lo cual decía Jesús: “Yo estoy en el Padre y el Padre esta en mi… El Padre que esta en mi hace lo que yo hago. Sin confundirse están íntimamente unidas en una misma naturaleza, de modo que, donde este una persona, este también la otra.” También las acciones y operaciones de cada persona son de las tres. Porque las acciones y operaciones son y vienen de la naturaleza y, como la naturaleza es la misma en las tres, también las acciones son de las tres. Todo lo que manda y quiere y hace el Padre, todo lo mandan, quieren y hacen el Hijo y el Espíritu Santo.

Las tres divinas personas tienen la misma potencia, la misma sabiduría, el mismo amor, no solo en grados o en especies, sino una misma idéntica sabiduría, potencia y amor y una misma operación y acción. “Todo lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo.” La creación, la redención, la santificación, todo, todo lo hacen los tres, lo mismo el Padre que el Hijo que el Espíritu Santo. Sin embargo, se suelen atribuir especialmente algunas obras a cada una de las tres personas, por apropiación, no porque sea una sola la que las hace, sino por cierta congruencia y analogía que guardan con el carácter de cada persona. Así al Padre, por ser el que engendra al Hijo, se le atribuye el origen de todas las cosas y por tanto la creación y la omnipotencia que en ella resplandece; al Hijo, por ser el Verbo y la sabiduría del Padre, se le atribuye el orden y hermosura del mundo; y por haber encarnado se le atribuye la reparación del genero humano; y, en fin, al Espíritu Santo, por proceder del amor del Padre y del Hijo, se le atribuyen las obras del amor, de la caridad, de la gracias, la santificación. Pero todo es común a las tres personas, aunque de ordinario el lenguaje católico lo hace propio de alguna de las tres personas.

Como se constituye la Santísima Trinidad.—

Al hablar así, nadie piense que se trata de una formación como las de las otras criaturas, que pasan de un modo de ser a otro y que van desarrollándose o desenvolviéndose o modificándose para ser luego lo que eran antes. En Dios no cabe mudanza ni hay que admitir desarrollo, desenvolvimiento al perfeccionamiento. Pero para que entendamos de algún modo como se constituye la Santísima Trinidad, daremos alguna explicación.

Como se produce el Hijo,—

Dios, sin duda ninguna, entiende, como naturaleza puramente intelectual que es, y si entiende algo, sin duda ninguna que entiende primero y principalmente y esencialmente su propia esencia y naturaleza y produce en su entendimiento una imagen perfectísima de si mismo, la cual, así como en nosotros es un accidente, así en El no puede ser accidente, sino sustancia, y asi como en nosotros es representación distinta de nosotros y del objeto, en Dios, por ser simplicísimo, tiene que ser indistinta de Dios y perfectísima, es decir, idéntica al mismo Dios. Esa idea, pues, que se produce en Dios cuando entiéndese a si mismo, es el Hijo. Corno si un escultor quisiese hacer una estatua perfectísima de si mismo, si pudiera, la haría del todo igual a si mismo y le daría un color, y un modo de ser, y una expresión, y una vida lo mas igual a la suya y, si le pudiese comunicar, le comunicaría su misma vida, para que fuese la estatua otro el. Y si esto pudiese ser, no habría dos hombres, sino un hombre mismo, aunque bajo un aspecto seria un mismo hombre escultor y un mismo hombre esculpido.

Algo de esto se puede aplicar a Dios. Dios inteligente es el Padre y su idea es el Hijo. Y por eso al Hijo se le llama Verbo, logos porque verbo significa en latín como logos en griego: idea.

Como se produce e1 Espíritu Santo.—

Dios, sin duda, tiene voluntad y ama, como naturaleza intelectual. Cuando se ha engendrado y producido al Hijo, entonces el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre con su amor infinito y plenamente divino. Y así como cuando nosotros amamos se forma en nuestra alma un amor accidental, así en Dios este amor es (lo mismo que hemos dicho del acto del entendimiento) una sustancia, indistinta de Dios, pues no cabe en el composición, y perfectísima, es decir, idéntica al mismo Dios. Y ese amor que se produce cuando el Padre y el Hijo se aman, es el Espíritu Santo. Esto para los que no conocemos mas producción que la producción material y bruta de las cosas, resulta ininteligible. Pero es verdad. El Padre, pues, no procede de nadie. El Hijo procede del Padre solo. El Espíritu Santo procede de ambos, del Padre y del hijo. Pero no se piense que nunca jamás estuvo el Padre sin el Hijo, ni estos sin el Espíritu Santo, porque desde la eternidad de su esencia se esta engendrando el Hijo y espirando el Espíritu Santo. Y así todos tres son igualmente coeternos. No hay en ellos prioridad ninguna de tiempo ni de causa, sino de origen, en cuanto que el Padre verdaderamente produce y esta siempre produciendo con un acto necesario, eterno, idéntico a su propio ser, al Hijo, y los dos de la misma manera al Espíritu Santo, no por multiplicación, sino por comunicación de la misma sustancia propia.

                        Puntos del Catecismo de Vilariño, S. J.

Santisima Trinidad

Importancia de este Misterio.-

La importancia del misterio de la Santísima Trinidad es tan grande, que no puede ser mayor la de ningún misterio en la religión cristiana. Como dice Tertuliano “este es el mas grave de los misterios de nuestra religión, la obra del Evangelio, y la sustancia o fundamento del Testamento Nuevo. En el se revelan las profundidades insondables de Dios, que jamás mortal ni ángel ninguno vio, ni pensó, ni pudo conjeturar por su solo entendimiento: Nuestro Senor Jesucristo nos las vino a ensenar”. He manifestado a los hombres tu nombre, así decía Jesucristo (Juan, 17, 6). Y, en efecto, los hombres no conocían antes el nombre de Padre, que Jesús le daba. Este misterio es la contraseña con que se distinguen los fieles cristianos de los infieles y judíos. Este dogma es un dogma del que dependen la mayor parte de los dogmas. Por eso su profesión es necesaria absolutamente, con la necesidad que llaman los teólogos de medio, es decir, de tal manera que, sin tener fe en la Santísima Trinidad, ningún adulto podría entrar en la gloria, ni mas ni menos que sin el Bautismo. Todo el culto se apoya en esta doctrina. Las oraciones de la Iglesia, en su mayor parte, son al Padre por el Hijo y en unidad del Espíritu Santo con el Padre.

El Bautismo se hace en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Las bendiciones se dan en el mismo nombre. En los más de los misterios entra la Santísima Trinidad, comenzando desde la Anunciación y Encarnación. La conclusión de los salmos y de muchos actos litúrgicos se hace con la doxología, que es la glorificación de la Santísima Trinidad: “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”, etcetera, las cuales doxologías son la oración tal vez mas antigua de la Iglesia después del Pater noster. En fin, desde los primeros tiempos del Cristianismo fue este misterio atacado por los herejes y defendido por la Iglesia.

Explicación del misterio.—

Como dice el Catecismo, la Santísima Trinidad es el mismo Dios, que tiene una sola naturaleza, y, por tanto, es un solo Dios verdadero; pero al mismo tiempo tiene tres personas, que son: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Uno en esencia, trino en personas. Naturaleza es la misma sustancia o esencia de cada cosa, y el primer principio de todo lo que hace es lo que forma su ser, y por lo que se distingue de otras naturalezas distintas. En Dios no hay mas que una naturaleza, y aunque, como diremos en seguida, en Dios hay tres personas, pero no tienen estas mas que una naturaleza. En Jesucristo hay dos naturalezas, como luego veremos, una divina y otra humana, que se distinguen perfectamente una de otra, aunque están unidas en una persona, que es la persona del Hijo de Dios, la segunda de la Santísima Trinidad. No es, pues, lo mismo naturaleza que persona.

Persona es un ser inteligente que forma el solo un todo completo, individuo e incomunicable Así, un ángeles una persona, un hombre es una persona. En todo individuo podemos considerar dos cosas: una, la misma naturaleza y ser de ese individuo, su esencia especifica; eso llamamos naturaleza; otra, el mismo individuo que tiene esa naturaleza, y esa es la persona. Y así, en Cristo hay un individuo, una persona que tiene dos naturalezas unidas entre si hipostáticamente, y separadas de todas las demás naturalezas. Y al contrario, en la Santísima Trinidad tenemos tres personas, que tienen todas ellas cada una la misma naturaleza. Y este es el misterio de la Santísima Trinidad; que no tiene ni puede tener igual en la naturaleza creada. De suyo cada individuo es una naturaleza y una persona, o sea, cada persona no tiene mas que un naturaleza completa y cada naturaleza es un solo individuo y no se comunica con otro. Mas por milagro en Jesucristo, como veremos luego, hay dos naturalezas completas, aunque no hay mas que una persona y, al contrario, por su infinita perfección, en una sola y simplicísima naturaleza, Dios tiene tres personas, la naturaleza divina se comunica a tres personas.

En resumen: la Santísima Trinidad es Dios, que es uno en esencia y trino en personas. Las personas se llaman Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Divinidad de las tres personas.—

Las tres personas son Dios. No dioses, sino Dios. El Padre es manifiestamente Dios. Y en esto nadie pone dificultad,

Divinidad del Hijo.—

El Hijo es Dios. Hubo un hereje insigne que se distinguió tanto en negar la divinidad del Hijo, que esta a la cabeza de todos los que la niegan. Fue Arrio, presbítero de Alejandría, que decía que el Hijo o el Verbo era, si, persona distinta del Padre, pero no engendrado por el Padre, ni consustancial con el Padre, ni coeterno con El, sino creado, hecho por el Padre; mucho antes, si, que todas las cosas; pero, en fin, como una de ellas, la primera de ellas, para ser como instrumento con que creara las demás. Toda la Iglesia se levanto contra el y lo anatematizo y el Concilio de Nicea expuso clarísimamente  la fe antigua de la Iglesia en aquellas palabras del Credo de la Misa: “Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, y nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho; consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas”. El Hijo, pues, nació del Padre y nació antes de todo tiempo, porque es eterno, es Dios que nace de Dios y luz que nace de la luz infinita; no Dios por semejanza o metáfora, sino Dios verdadero en todo el rigor de la palabra; nacido de Dios verdadero, que es su Padre, igual a El; engendrado, pero de ningún modo creado o hecho; de la misma sustancia, esencia y naturaleza que el Padre, por el cual con el Padre y el Espíritu Santo han sido hechas todas las cosas que han sido hechas. Esta verdad de fe esta expresada en todas las Escrituras y en la tradición. Y aunque algunos dicen que solo después del Concilio de Nicea se afirmo esto, están muy equivocados, porque antes del Concilio Niceno todos los Padres, unánimes, afirmaron la generación eterna del Hijo. De suyo no es lo mismo esta herejía que la que afirma que Jesucristo no es Hijo de Dios. Porque los que esto dicen, lo que niegan es que Jesucristo hombre sea Dios ni Hijo de Dios; es decir, que el Verbo, encarnado o no encarnado, fuese Hijo de Dios para crear todas las cosas. El mejor texto para explicar la divinidad de Jesucristo y del Verbo es el Evangelio de San Juan en su primer capitulo, que se lee en la Misa al fin de ella: In principio erat Verbum, etc.

Divinidad del Espíritu Santo.—

También contra la divinidad del Espíritu Santo ha habido muchos, errores. Pero no se puede negar que es Dios, porque esta expresamente en la Sagrada Escritura en muchos sitios y así lo cree y ha creído siempre la Iglesia, que ha puesto al Espíritu Santo al lado del Padre y del Hijo y le ha adorado y mandado adorar lo mismo que al Padre y al Hijo. Los racionalistas y otros herejes antiguos, los socinianos, decían que el Espíritu Santo no era una persona, sino simplemente la misma virtud y operación del Padre, indistinta de El no solo en naturaleza, sino en personalidad. Pero esto no se puede afirmar conforme a la fe. Así, pues, podemos decir como el Catecismo: “El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios”.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

Características del alma

El alma es inmortal.—

Todo el mundo sabe lo que es muerte, y lo que es inmortal; la corrupción de un ser viviente es la muerte. Inmortal es lo que ni se corrompe, ni deja de vivir, sea por naturaleza, sea por privilegio. Los materialistas dicen que, cuando muere el hombre, muere todo cuanto hay en el hombre; lo que quieren es negar el infierno y la pena del pecado, para vivir libremente. Pero la fe y la razón y el sentido común del genero humano afirman irresistiblemente la inmortalidad de nuestra alma, todo el genero humano unánime y casi sin excepción cree en la inmortalidad; por eso tiene reverencia a los cadáveres, por eso los guarda en los cementerios, por eso las tumbas son un libro en el cual consta que todo genero humano cree que los muertos viven.

Además, el alma es espíritu, y el espíritu no se corrompe ni disuelve como el cuerpo. El hombre siente natural apetito de un

bien perfecto, de su felicidad; luego esta destinado a gozar del bien perfecto, porque si no, Dios hubiera hecho un ser muy infeliz y malo; ahora bien, el hombre no concibe la felicidad y el bien perfecto muriendo. La providencia divina debe dar al justo premio y al culpable castigo; es asi que en este mundo y en esta vida o no se los da muchas veces, o, las mas de las veces, no tanto cuanto se merecen; luego es señal de que hay otra vida y de que el alma sobrevive al cuerpo. En la Sagrada Escritura, en muchos sitios, nos enseña Dios la inmortalidad; suponiendo que viven los muertos y que han de vivir eternamente. Aunque haya muerto, vive… No temáis a los que pueden matar el alma… Dios no es Dios de muertos sino de vivos… Parecieron morir a los ojos de los necios…, pero están en paz…, su esperanza está llena de inmortalidad (J., 11, 25;) Mt., 10, 28; Me., 12, 26; Sab., 3, 2). Y lo mismo cuando habla de la gloria eterna y del infierno eterno. En el Credo se dice la vida perdurable. Y toda la doctrina católica esta íntimamente unida con esta verdad de la espiritualidad e inmortalidad del alma. Si el alma es material, es vana nuestra religión. Si el alma es mortal, es inútil nuestra virtud, y todo bien moral; si somos como las bestias, lo mejor seria vivir como las bestias, y procurar ser felices en este mundo a costa de cualquiera. El egoísmo mas feroz se apoderaría de todos.

El alma es criada por Dios.—

Dios creo el alma primera de nuestro padre Adán. Pero Dios además crea las almas de los que nacen en este mundo. Porque los cuerpos no pueden formar sino otros cuerpos, como las plantas que forman otra planta. Mas no pueden formar otro espíritu, como una planta no puede formar un animal, que es superior a ella, y aun mas difícil e imposible es a un cuerpo formar un espíritu. Tampoco puede formar un espíritu a otro espíritu. Dios saca nuestras almas de la nada cada vez que crea una.

El alma es criada a imagen y semejanza de Dios.—

Así nos lo dice la Escritura: “Cuando Dios quiso crear al hombre, dijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra.” Y así le creo. El hombre esta hecho a semejanza de Dios, porque es espíritu, inteligente, libre, inmortal. No es material, lo cual no puede ser Dios; sino como El espiritual, de la mas noble clase de sustancias que hay; porque el espíritu es la mas noble de todas. Creo, pues, Dios al hombre a su imagen, para que fuese como El, espíritu, inteligencia, capaz de entender todas las verdades, dotado de voluntad espiritual y libre, capaz de querer todas las cosas buenas, y superior a todas las criaturas, para que, aun siendo inferior a ellas en muchas cualidades, las dominase a todas por su razón, y así pareciese en el mundo a Dios, por poder presidir a todo el y estar sobre todo el en cierta manera. “No distas—dice San Agustín—de los animales, sino en la razón; no te gloríes de otra cosa… ¿Presumes de fuerza? Te vencen las bestias. ¿Presume de belleza? !Cuanta belleza tiene el pavo real en sus plumas! ¿En qué eres mejor? En ser imagen de Dios. .En que eres imagen de Dios? En el alma, en el entendimiento.”

Es, además, el hombre imagen de Dios uno y trino, por tener un alma, pero con tres potencias. Es también, y muchísimo, imagen de Dios en lo sobrenatural, porque te dio Dios la gracia, que es la participación real de Dios que puede tener la criatura, y por la cual se parece a Dios tanto, que realmente es constituido amigo de Dios, y aun hijo, por adopción intrínseca, que le hace semejante a Dios en la santidad.

Puntos de Catecismo, Vilariño, S.J.

¿Qué es el hombre?

Para que nos dio Dios los sentidos y los miembros.—

Siendo el fin inmediato del hombre el servir a Dios en esta vida, es necesario vivir en ella algún tiempo guardando sus leyes y Mandamientos, como explicamos, y por el mismo hecho tenemos obligación y necesidad de conservar nuestra vida y obrar con ella. Mas para obrar necesitamos facultades y algunas cosas con las cuales obremos. Para esto, para sustentar nuestra vida, para que obremos con ella nos ha dado primero todo este mundo, lleno de cosas variadas, las cuales Dios las ha hecho para que sirviéndonos de ellas, según sus leyes y ordenes, sostengamos nuestra vida y cumplamos bien sus mandatos. Conforme a sus fines hizo las cosas materiales, y a nosotros nos dio sentidos para percibirlas y usarlas y valernos de ellas. Si fuéramos espíritus, no necesitaríamos de estas cosas corporales. Por ser también cuerpos, necesitamos de ella. Y el medio que nos pone en relación con ellas son los miembros y los sentidos. Privad a uno de los sentidos todos, y lo separareis del mundo sensible. Los sentidos son preciosos; los cinco muy buenos; pero sobre todo la vista, el tacto y el oído. Hay que notar que Dios al darnos los sentidos y al darnos las cosas para ellos, nos ha dado mucho para nuestro deleite. Y así, sin necesidad de pecar, ni de abusar, el hombre tiene muchas cosas que pueden deleitarle, sirviéndole al mismo tiempo. Y se puede fácilmente deducir lo sabio que Dios ha estado en el darnos miembros y sentidos, con hacer un ligero examen de ellos. El cuerpo del hombre es una maquina perfectísima y complicadísima. Por ejemplo, la marcha del hombre, el movimiento del brazo, de la mano, de los dedos; la posición, movilidad, facilidad de la cabeza y de lo que hay en ella; la alimentación, la aeración, la sensación…, son maravillas.

Para que nos dio las potencias.—

Las potencias son tres y pertenecen al alma. Son: memoria, entendimiento y voluntad. Tanto los sentidos, como las potencias, como otros poderes y disposiciones que tiene el hombre, se llaman potencias y facultades, porque gracias a ella puede obrar el hombre, y hacer actos propios de el. Y así hay facultades sencillamente para obrar: la facultad de andar, la facultad de mover las cosas, la facultad de respirar, que dependen de los pies, de los músculos, del pulmón, etc., etc.

Otras facultades son para sentir: como son los cinco sentidos exteriores y los cinco sentidos interiores, que son la imaginación, la memoria sensitiva, que tienen aun los animales. Otras facultades son para apetecer y querer las cosas materiales: como son los apetitos e inclinaciones de los sentidos exteriores, como el deseo de comer, de ver y oír cosas agradables, de sentir cosas gustosas. Después vienen las facultades espirituales, de las que una es para conocer, el entendimiento; otra para recordar lo conocido, la memoria, y otra para querer y apetecer lo entendido y conocido, la voluntad.

Estas facultades se llaman potencias también: facultades, porque sirven para hacer (facere) con ellas acciones diversas; potencias, porque con ellas podemos hacer las acciones. Y Dios nos las ha dado con este objeto, de que en esta vida podamos vivir y obrar conforme a los Mandamientos, usando de las cosas, y para que en la otra podamos vivir mejor y gozar de la felicidad.

Excelencia de las potencias del alma.

Las potencias y facultades del alma superan extraordinariamente a las potencias y facultades corporales. Si no tuviéramos potencias del alma, sino solo sentidos y apetitos sensitivos, entonces seriamos como los animales, y no podríamos conocer ni querer otras cosas que las que quieren y conocen los animales: nada de Dios, nada de cosas inmateriales, nada de abstracciones, ni ciencias, ni artes, ni nuestros destinos, ni nuestros derechos, obligaciones, leyes, etc., etc. No nos seria posible alcanzar ni aun tener el fin espiritual y sobrenatural que tenemos, y ni aun tratar de ello, porque los sentidos no conocen estas cosas. Mas ahora, teniendo entendimiento y voluntad, podemos entender y desear y obtener nuestro fin, y conocer y amar no solo las cosas materiales, sino las espirituales, y levantarnos sobre este mundo sensible a lo suprasensible y a lo eterno, a Dios.

Para qué nos dio Dios el entendimiento.

El entendimiento nos dio para conocer a Nuestro Señor, y todas sus cosas, y pensar en El, y dirigir a El todas las obras. Mediata o inmediatamente debemos dirigir nuestro entendimiento al servicio de Dios. Y aunque podemos pensar en muchas cosas que son de nuestro agrado y utilidad, y que parece que no se refieren inmediatamente a Dios, en todas ellas debemos pensar dentro de la ley divina, y para obrar según es conveniente, licito, mandado y recto. Todo lo que no sea esto es abusar del entendimiento. Claro que el entendimiento es también para conocer la literatura, las artes, las ciencias, Pero estos conocimientos deben siempre ir dirigidos al cumplimiento de nuestros deberes y a la observancia de la ley de Dios.

Para que nos dio la memoria.—

Para acordarnos de El y de sus beneficios. Lo mismo que del entendimiento puede decirse de la memoria. Nos la dio para que con ella nos acordásemos de lo que entendemos, y siempre tuviésemos presente nuestro fin, nuestra obligación, nuestro origen y dependencia de Dios, lo que debemos, etc., etc., y también para que nos acordásemos para el ejercicio de nuestra vida de todas las cosas necesarias para vivir y obrar bien, según las obligaciones y necesidades que tenemos en esta vida. Gran beneficio es el entendimiento, y no menor la memoria, sin la cual seriamos lelos o locos o inútiles para todo.

Para que nos dio la voluntad.—

Para que le amemos a El y al prójimo. En la voluntad esta, puede decirse, el mal y el bien. Por la voluntad conseguimos nuestro fin o lo perdemos. Por la voluntad cumplimos nuestro deber o faltamos a el. Por la voluntad somos buenos o malos. Si queremos lo que debemos, somos rectos, porque estamos dirigidos al bien; si queremos lo que no debemos, somos torcidos o malos, porque no estamos dirigidos al bien. Pero siempre con nuestra voluntad debemos querer 1o que Dios quiere que queramos. Y todo lo que Dios quiere que queramos se reduce mas o menos inmediatamente a amarle a El y al prójimo por El, y esto, como sabemos, comprende todos los Mandamientos. Muchas cosas podemos querer útiles y agradables para nosotros; pero todas ellas, por lo menos, no deben ser opuestas al amor de Dios, porque eso seria pecado, mas o menos grave, según fuesen mas o menos opuestas. Además, de un modo o de otro han de ser aptas para llevarnos y unirnos a Dios; porque lo demás seria desorden. Y Dios no da facultades, ni potencias, ni vida, ni nada, para pecados ni desordenes.

Que es el alma humana.—

El alma humana, dice el Catecismo, es un espíritu inmortal, criado por Dios de la nada a su imagen y semejanza. Alma llamarnos a eso que en el hombre es el principio de la vida y del movimiento y de la acción, la fuerza, el guía, el origen de todos nuestros actos. El que vive tiene su alma consigo; el que no tiene alma no vive, ni oye, ni ve, ni siente, ni mucho menos piensa, ni recuerda, ni ama. Que tengamos nosotros en nuestro ser una cosa, que sea distinta de algún modo de nuestro cuerpo nadie lo duda. Basta ver un vivo y un muerto, y la diferencia que hay entre los dos es únicamente que el vivo tiene alma, y el muerto no la tiene.

El alma es un espíritu. –

El alma humana es un espíritu que esta hecho por Dios para que uniéndose con nuestro cuerpo forme al hombre. No es el alma humana como el alma de los animales, un alma material; esta, aunque no es cuerpo, depende del cuerpo al misino tiempo que le da vida, pero no puede subsistir, si no es con el cuerpo. Nuestra alma es espiritual, y puede, por tanto, subsistir, aun cuando el cuerpo se desorganice y no pueda ser habitado por ella. Tampoco es corno el ángel; porque el espíritu angélico ha sido criado por Dios para vivir siempre sin cuerpo; mas el espíritu humano ha sido criado por Dios para vivir con el cuerpo, por lo menos al principio, y para animarlo y darle el ser de hombre. Es de tal naturaleza, que si bien al principio lo ha hecho Dios unido con el cuerpo desde- el primer instante de su ser, como una forma sustancial del hombre, despues es capaz de vivir separado y solo, aun sin el cuerpo.

Que es cuerpo y que es espíritu.-

Cuerpo es toda sustancia que tiene mole y de su suyo se extiende en el espacio ocupándolo con sus tres dimensiones de longitud, anchura y altura. Y corporal o material es Lodo aquello que, aunque no sea cuerpo o sustancia corpórea, no puede existir naturalmente sino dependiendo de algún cuerpo: tales son los accidentes corporales, que, si no es por milagro, naturalmente no pueden existir sin los cuerpos; tal es también la vida de las plantas, y la vida o alma de los animales. Espíritu es toda sustancia que ni tiene mole, ni dimensiones, y no depende en su ser intrínsecamente de ningún cuerpo. Y espiritual es todo aquello que, sin ser sustancia espiritual, naturalmente se adhiere al espíritu; como, por ejemplo, el pensamiento.

La fe nos enseña que el alma es espíritu.—

Uno de los mayores errores y mas irreligiosos de todos los tiempos, y especialmente de los nuestros, es el materialismo, que dice que el hombre no es sino materia, y que el alma no es sino una cosa material perteneciente al cuerpo como otra cualquiera de las cualidades corpóreas, o mejor dicho el resultado, o la resultante de todas las energías materiales de los cuerpos. Mas la religión católica es completamente espiritualista. Jesucristo decía: No teníais a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma (Mt.. 10, 28). Y siempre en la Sagrada Escritura se nos propone el alma como espíritu distinto del cuerpo, y de distinta naturaleza; al hombre, como compuesto de cuerpo y alma; la muerte, como separación de una parte principal (que es el alma, y en la cual sigue nuestra persona) de la otra parte (que es el cuerpo y se disuelve). Tengo deseo—decía San Pablo- de irme del cuerpo y estar presente al Señor» (2 cor. 5, 8). y en el Apocalipsis dice San Juan: “Ví las almas de los muertos por la fe, y clamaban: ¿Hasta cuando, Señor, no juzgaras? (Ap., 6, 10). Y no hay en la Iglesia verdad mas frecuente que esta de considerar al hombre compuesto de alma y cuerpo, y de tal modo, que el alma es la parte principal. Los filósofos prueban muy bien que el alma es espiritual, porque ni tiene mole, ni extensión, y es superior en su modo de obrar a todo lo que pueden el cuerpo y la materia; si fuese material no podría conocer las cosas espirituales, y nosotros conocemos a Dios, los ángeles, y tenemos nociones abstractas: de ser, sustancia, sabiduría, verdad, etc., y las morales: de justo, injusto, licito, ilícito, y otras muchas ideas que nunca tienen los animales; entendemos y queremos y amamos y buscamos muchas cosas que no hacen impresión ninguna en el cuerpo, sino que son inmateriales; el mismo uso de la lengua y de la palabra, y de diversas lenguas, prueba nuestra espiritualidad; porque el sentido no pude entender las lenguas, sino solo percibir los sonidos sin penetrar su significado; podemos reflexionar, cosa que no pueden hacer los animales; podemos razonar y discurrir y progresar y deducir unas verdades de otras, lo que no pueden los animales, porque no conocen las cosas sino en concreto, y no pueden tener ideas universales, como tenemos nosotros (el hombre, el árbol, el caballo, el triangulo…, ideas que convienen a todos los hombres, árboles, caballos, triángulos…). Además, el alma humana se ve que es espiritual: primero, porque es libre en sus actos, y la materia no es libre, obra necesariamente, y siempre por leyes fijas y forzosas; segundo, porque desea cosas inmateriales, como la honra, la ciencia, el arte, la virtud, el deber, la inocencia, la perfección moral, etc., etc.

Tenemos, pues, en nuestro cuerpo, además de lo que vemos y sentimos, un espíritu distinto de nuestro cuerpo, que piensa y quiere y obra cosas que no son corporales, y es el principio de todo nuestro movimiento y de toda nuestra vida; esta es el alma.

Esta alma es simple e inextensa, y esta toda ella en todo el cuerpo, y toda en cada parte del cuerpo, siendo una.

Puntos de catecismo, Vilariño S.J.